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El engaño del dinero 

basado el Lucas 12:13-15.

El dinero y las posesiones siempre han tenido un rol vital en el desarrollo de las
civilizaciones a través de la historia. Se podría decir que la “motivación” de
conseguir riquezas ha sido el principal motor del avance del mundo. Visto así, el
dinero y el avance material es bueno. No obstante, en vista de la presencia de
pecado en el corazón humano, el deseo de lucro se desborda y termina
produciendo todo tipo de problemas. Tal y como pasa con todos los temas de
nuestra existencia, la Palabra de Dios es nuestra lámpara, y cuando de dinero y
posesiones se trata, la Biblia tiene mucho que decir. De hecho, Jesús habló en
diversas ocasiones acerca de los bienes materiales y quizás resulte curioso para
muchos saber que su enseñanza más frecuente implícita o explícitamente con
relación al dinero y las posesiones fue “¡cuidado!”

En Lucas 12:13-15, Jesús está enseñando a una gran multitud y en medio de su


discurso, es interrumpido por un hombre que le habla de una herencia diciendo,
“maestro, dile a mi hermano que divida la herencia conmigo.” Llama la atención lo
“inoportuno” que fue este individuo. En medio de un discurso ante miles de
personas, trae un tema personal a ser mediado por Jesús. Claramente, el interés
por su herencia le distrajo del hecho de que tenía enfrente a Dios mismo,
enseñando asuntos que trascienden lo material (Lucas 12:12). Esta interrupción
ilustra de manera precisa lo que las posesiones tienden a producir en el corazón
humano; capturan nuestra atención al punto de desviarnos de Dios. 

Jesús, al ser interrumpido, “pone distancia” y no pierde tiempo con asuntos que no
tenían que ver con Su misión diciendo “hombre!, ¿quién me ha puesto por juez o
árbitro sobre vosotros?” (Lucas 12:14). El individuo quería usar a Jesús para sus
fines y Jesús no se lo permite y se mantiene al margen de la discusión. No
obstante, al percatarse Jesús de lo que hay en el corazón de este individuo,
aprovecha la ocasión para dejar una enseñanza de valor eterno. Lucas 12:15 dice,
“Y les dijo: Estad atentos  y guardaos de toda forma de avaricia; porque aun
cuando alguien tenga abundancia, su vida no consiste en sus bienes.” No sabemos
si el individuo entendió que Jesús decía esto primero por él, pero lo cierto es que
la enseñanza no fue sólo para el inoportuno sino para todos.
La selección de palabras que Jesús usa en esta enseñanza es extremadamente
importante; los términos apuntan a que la avaricia se mueve con sutileza,
es subrepticia, es decir, que actúa de manera oculta, de forma imperceptible.
Jesús nos advierte de esta inclinación de nuestro corazón, en vista de que como
dice la segunda parte del verso 15: “…porque aun cuando alguien
tenga  abundancia, su vida no consiste en sus bienes.” En otras palabras, la vida
plena, significativa y valiosa que el ser humano busca no se encuentra en la
acumulación de posesiones de este mundo. Que tremendo error sería enfocar
nuestras vidas en cosas materiales que al final no producen en nosotros los
resultados deseados.

Nada de esto significa que ser rico es malo, pecaminoso o perverso. El problema
no es la cantidadsino nuestra actitud hacia lo material; cuando pienso que lo que
necesito para sentirme satisfecho es tener más cosas o cuando mi contentamiento
depende de algo que no es Dios. Contra esto es que Jesús está advirtiendo.
Lamentablemente, el mundo en el que vivimos opera otorgando a lo material un
nivel de importancia que está muy por encima al que la Palabra de Dios le da y
nosotros no estamos ajenos a esta influencia. Si nos exponemos, aunque sea
mínimamente, a los medios de comunicación es fácil percibir que el mensaje claro
y alto que se escucha es que “más es mejor”. Es por esta fuerza que tienen las
ideas avariciosas y materialistas en el corazón humano y la naturaleza sutil de este
pecado que Jesús advierte enfáticamente de que estemos atentos y en guardia
para no ser seducidos (1 Timoteo 6:9-10; Mateo 13:22; Lucas 18:18-24;
Proverbios 30:7-9

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