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TEMA VI (I parte). LA ESPAÑA DEL SIGLO XVI: EL AUGE DEL IMPERIO.

Introducción:
En 1517 llegaba a tierras hispanas Carlos I, hijo de Juana la Loca y de Felipe de Habsburgo
(conocido como Felipe el Hermoso), nieto de los Reyes Católicos y de Maximiliano I, rey de
Austria, y de María de Borgoña. Su llegada marca el inicio de una nueva etapa de la historia de
España que se caracteriza en la política interior por la consolidación del Estado Moderno (con
el perfeccionamiento de su sistema institucional), en el terreno de las realidades socioeconómicas
por los efectos de una coyuntura favorable que se dilata hasta las postrimerías de la centuria
(perceptible en el auge de los distintos sectores y en la relativa movilidad social), en la vida
cultural por la extraordinaria creatividad de la primera etapa del llamado Siglo de Oro (la
etapa correspondiente al Renacimiento) y en la política exterior por el despliegue imperialista
apoyado en la herencia territorial de Carlos I y financiado por la plata procedente de América.

Si este siglo XVI puede definirse bajo el signo de la expansión (económica, social,
institucional, imperial, cultural), conocida por este motivo como la de los Austrias Mayores,
admite una división en dos mitades o etapas, siguiendo aproximadamente la división de los dos
reinados de Carlos I (1516-1556) y Felipe II (1556-1598).

- La primera etapa: está dominada por los compromisos europeos de un soberano que
era al mismo tiempo Carlos V de Alemania, es decir, titular del Sacro Imperio Romano
Germánico,
- Mientras que la segunda etapa, con Felipe II, (ya dividido por herencia el vasto imperio
de su padre), la política exterior responde más a los intereses de una Monarquía
hispánica que ha asumido los presupuestos de la defensa de la religión católica junto a
los de su propia reputación como primera potencia mundial. Sin embargo, lo que podría
haber sido una oportunidad para liberarse de muchos conflictos y aliviar a España de la
carga de la política imperial, ni Felipe II ni sus sucesores se consideraron meramente
reyes de España, sino que su objetivo fue mantener la integridad de los dominios de la
casa de Austria y su hegemonía en Europa amenazada por Francia y el Imperio Otomano
principalmente.

EL IMPERIO DE CARLOS V

Carlos V va a heredar un vasto imperio formado por un heterogéneo conglomerado de


territorios.
La herencia de Carlos V:
- De su abuela paterna Isabel la Católica recibió la Corona de Castilla y sus dominios
americanos, Navarra y las plazas del norte de África
- De su abuelo paterno, Fernando el Católico, la Corona de Aragón y sus posesiones en el
Mediterráneo.
- De su abuelo paterno, Maximiliano de Austria, obtuvo los territorios austriacos de los
Habsburgo y los derechos a la Corona imperial del Sacro Imperio Romano Germánico.
- De su abuela paterna, María de Borgoña, los Países Bajos y el Franco Condado y los
derechos al ducado de Borgoña.
La posesión de tan vastos territorios le hizo formarse su idea imperial. Se trataba de reunir
a todos los cristianos bajo la autoridad política del Emperador y la autoridad religiosa del Papa y
de frenar el avance de los infieles, representados por el poderío turco (Imperio otomano). La
dignidad imperial le obligaba no sólo a mantener el orden en el caos alemán, sino a tutelar a la
cristiandad entera.

Desde el punto de vista político, Carlos V aportaba la idea de gobierno absoluto, teorizada
por Maquiavelo. Esto significaba que ningún otro estamento o institución podía influir en las
decisiones del monarca. Estamos ante los inicios del absolutismo monárquico que chocaba con
las tradiciones de gobierno de los castellanos y de los aragoneses, y también chocará con las
ideas nacionalistas de los príncipes alemanes de librarse de la tutela imperial.

Esta idea universalista únicamente cuajó en una minoría de intelectuales. El paso del tiempo
demostró que el proyecto resultaba imposible. El Imperio no logró ser nunca ni un Estado, ni tan
siquiera una Monarquía centralizada. Solamente fue una unidad jurídica con escasa cohesión
material y espiritual: fue una vastísima colección de Estados con intereses distintos y en algunos
casos divergentes, que llevó a fuertes enfrentamientos en el marco europeo. No hubo una política
económica común, ni su titular tenía los mismos derechos en cada uno de esos Estados. Este
conglomerado de territorios sólo tenía como denominador común la figura del soberano, que va a
tener que enfrentarse a una progresiva tendencia a la creación de estados nacionales, a la ruptura
religiosa entre católicos y protestantes, y a la constante amenaza del Imperio otomano, que van a
ser los obstáculos insalvables para conseguir el triunfo del proyecto imperial.

Los ingresos y el poder de Carlos V procedían de su propio patrimonio, sobre todo de


Castilla y de los metales preciosos de las Indias. Castilla poco a poco se convierte en el centro de
su política.

LOS CONFLICTOS INTERNOS DE COMIENZOS DEL REINADO (1519-1522)


Con la llegada de Carlos a España empieza una nueva dinastía, la casa de Austria, y sólo
llegar empiezan los problemas: no sabía castellano, venía rodeado de una corte de consejeros
flamencos, a los cuales benefició notablemente. La nobleza castellana espera recuperar las
riendas del poder, pero esto no sucede. Los pocos nobles que participaban en el gobierno son
sustituidos por los extranjeros flamencos. Y además, su principal preocupación era ser elegido
emperador del Sacro Imperio Romano Germánico, cosa que logró en 1519, con el nombre de
Carlos V. Este cargo le obligó a marcharse a Alemania.

La nobleza reacciona en contra del rey, chocan con el concepto o idea de gobierno y con el
concepto económico que traía Carlos para Castilla. Carlos quería un Estado centralizado, que las
decisiones importantes se tomaran desde la corte, un Estado burocratizado. Para conseguir ser
coronado emperador decidió aumentar los impuestos a los que pagaban impuestos. Con ello
perdió el apoyo de las ciudades. La política de Carlos V dejaba sin contenido político y
económico a las Cortes, esto hizo que la nobleza, campesinos y ciudades se pusieran en contra
del monarca, generando un movimiento de protesta: La revuelta de las Comunidades de
Castilla. Las principales ciudades castellanas se sublevaron y sustituyeron el poder municipal
por comunas, integradas por artesanos, comerciantes y miembros de la baja nobleza y el bajo
clero.

Un movimiento de tan heterogénea composición social había de tener necesariamente


reivindicaciones muy diversas. Entre las reclamaciones principales:

- El regreso de Carlos a España.


- La exclusión de los extranjeros de los cargos políticos.
- Un mayor protagonismo político de las Cortes.
- La reducción de los impuestos y de los gastos de la Corte.
- La limitación y el control de la exportación de la lana, que beneficiaba a la monarquía
por los impuestos que cobraba, pero privaba a la industria textil de materia prima.
Los comuneros querían, no la vuelta al desorden feudal, sino mantener la independencia de
las Cortes y poderes tradicionales de Castilla, una monarquía fuerte y nacional, una monarquía
cuya columna vertebral fuera la burguesía urbana. La radicalización del conflicto acaba
incorporando a los campesinos, que convirtieron la revuelta comunera en una rebelión
antiseñorial contra los abusos de la alta nobleza por lo que esta, que hasta entonces había
permanecido al margen del conflicto, unió las fuerzas al rey para acabar con los comuneros.
Estos fueron derrotados en Villalar (1521), y sus principales líderes –Bravo, Padilla y
Maldonado- ajusticiados.
Además de las Comunidades, Carlos tuvo que resistir, casi simultáneamente, el
movimiento de Las Germanías. Fue un movimiento de carácter social, en esencia fue una
revuelta de los menestrales de Valencia contra la nobleza corrompida, que acabó extendiéndose a
Mallorca, y si no triunfó fue porque esta revuelta urbana no tuvo apoyo en el campo ni por parte
de los moriscos. La rebelión fue dominada por las tropas reales y nobiliarias unidas: las ciudades
fueron castigadas.

Conclusión: la monarquía fue la vencedora en ambas revueltas. Las Cortes de Castilla se


convirtieron en una institución sumisa. Los nobles temerosos e impotentes ante las rebeliones se
convirtieron en aliados fieles del rey y en consecuencia la política exterior posterior, costosa y
ambiciosa, se financió con recursos humanos y económicos de Castilla obtenidos sin casi
oposición.

LA POLÍTICA EXTERIOR: Sueño y fracaso de la monarquía universal.


Se basa en la defensa de su herencia dinástica y su hegemonía en Europa, es decir, en la
defensa de los intereses de la casa de Austria y de la cristiandad y no por los intereses de los
reinos hispánicos. El rey no estableció una capital de su monarquía, mantuvo una corte
itinerante y se trasladaba allí donde surgían problemas.
Por otra parte, el monarca mantenía un pensamiento medieval sobre la organización de la
política europea. Su ideal era una monarquía universal y cristiana dirigida por un doble poder:
el espiritual, que concernía al papado, y el terrenal, que correspondía al emperador. Esto le llevó
a enfrentarse con los franceses, los turcos y los protestantes.
• Enfrentamiento con Francia.
Su idea de la monarquía universal chocaba con la oposición de Francia (la otra gran
potencia de Europa) y arrastrará a Castilla al enfrentamiento con Francia.
La pugna por la hegemonía europea mantenida entre Carlos y Francisco I, rey de Francia,
duró más de veinticinco años. Carlos necesitaba adueñarse del Milanesado (región de Milán), en
poder de Francia desde 1516, para enlazar los dos bloques del imperio: España-Italia y Austria-
Borgoña. La guerra contra Francisco I, rey francés, estalló en 1521 cuando Francia invade
Navarra con la intención de anexionarla. La superioridad militar española se mostró en la batalla
de Pavía (1525), donde cayó prisionero Francisco I. Tras la victoria de Carlos se firma el
Tratado de Madrid, consiguiendo el Milanesado y el Ducado de Borgoña (1526).
Sin embargo, el conflicto continuó, pues Francia se había aliado con el Papa Clemente VII.
Este Papa y los estados italianos temerosos de la hegemonía española en la península italiana
firmaron con Francisco I la “Liga de Cognac” y en el enfrentamiento se produjo el saqueo de
Roma por los Tercios españoles. Por la paz de Cambray (1529) Francisco I retuvo el ducado de
Borgoña, a cambio del reconocimiento de la hegemonía de Carlos V en Italia.
Pero, a pesar de ello, el enfrentamiento con Francia se prolongó todo el reinado, hasta la Paz
de Cateau-Cambrésis, en 1559, que firmó su hijo Felipe II tras la victoria en la batalla de San
Quintín (1557).
• La guerra contra los turcos (imperio otomano).
Desde el siglo XV los turcos se expandieron hacia el occidente europeo. Tuvo dos escenarios:
- La zona central de Europa: las tropas de Suleimán el Magnífico (1520-1566), conocido
como Barbarroja, amenazaban las posesiones imperiales en Austria y sus posesiones,
llegando a ocupar Hungría y a sitiar Viena.
- En el Mediterráneo occidental, los corsarios, protegidos por Barbarroja, asaltaban
barcos y ocuparon Trípoli y Bujía e incluso saquearon pueblos costeros en Italia y
España. Carlos contraataca a los turcos e incluso llega a tomar Túnez. Después, en 1541,
franceses y turcos se lanzan de nuevo a la guerra y Carlos es derrotado. La alianza
inglesa mejora su causa y en la paz de Crespy se reconoce la situación anterior a la
guerra. El problema no se solucionó, prolongándose el enfrentamiento durante todo su
reinado con grandes costes. No constituyó una prioridad para Carlos V y el mediterráneo
se convirtió en un mar inseguro hasta la batalla de Lepanto en 1571 con Felipe II.
• La guerra en Alemania (expansión del protestantismo).
Será el asunto más grave. Desde el mismo momento en que Carlos llegó a España (1517) se
va a producir el fenómeno del surgimiento y consolidación de la Reforma Protestante, que
rompió la unidad de la Iglesia católica. Martín Lutero, el principal líder de la Reforma, era
alemán y predicó en el Sacro Imperio, por lo que Carlos V vio amenazada una de las bases de su
monarquía: la unidad religiosa.
Ante esta situación, Carlos V mantuvo durante largo tiempo una actitud conciliadora porque
afectaba directamente a sus intereses políticos y a la legitimidad de su poder. Su actitud
conciliadora se vio al convocar una reunión (Dieta de Worms) en 1521 (el mismo año de
Villalar, de la invasión de Navarra por los franceses y de la expulsión por los turcos de los
caballeros de Malta de Rodas). En Worms, Carlos V fijó su posición de condena a Lutero y
reclamó del Papa un concilio para la reforma de la Iglesia: algunos príncipes alemanes
protestaron (de ahí viene el nombre de protestantes). Este fenómeno cada vez se agravó más
pues algunos príncipes alemanes aceptaron la doctrina de Lutero y Carlos se vio obligado a
tomar una postura de fuerza, a la que siempre había estado reacio en estos aspectos religiosos. La
lucha contra la Reforma se convirtió en la principal preocupación del emperador. Los príncipes
protestantes alemanes formaron la Liga de Smalkalda, aliada con Francisco I, pero finalmente
el monarca francés, ante la amenaza protestante, decide ayudar a Carlos en sus intentos de
reunificar la cristiandad. Cuando en 1545 el Papa convoca el Concilio de Trento la ruptura era un
hecho y las tropas del emperador se enfrentan a las de la Liga de Smalkalda (1531). La victoria
del emperador en la batalla de Mühlberg hizo aumentar su poder en Alemania, pero no resolvió
la cuestión y al final hubo de ceder ante los protestantes. Así, tras el fracaso del Concilio de
Trento se generalizan los continuos enfrentamientos en el mundo germánico y se llega a la Paz
de Ausburgo (1555) donde se reconoció a los príncipes el derecho de imponer su religión a sus
súbditos: cuius regio, eius religio. (frase latina que significa que la confesión religiosa del
príncipe se aplica a todos los ciudadanos del territorio).
Esta guerra, tras un ropaje de carácter religioso, escondía los intereses políticos y
económicos de los príncipes alemanes que intentan liberarse de la tutela imperial.
La conclusión de toda su experiencia fue su abdicación en 1556, en la cual y ante la
ingobernabilidad de territorios tan heterogéneos, con una cristiandad dividida entre protestantes
y católicos, unos príncipes alemanes deseosos de regir sus propios destinos políticos, un
creciente sentimiento “nacionalista” en muchas partes del Imperio, unos recursos materiales
escasos y abatido por la muerte de su madre, Juana I de Castilla, un año antes, decidió dividir el
imperio, separando el imperio austriaco de lo que podríamos denominar el imperio hispano-
mediterráneo.
- Para su hermano, Fernando, el imperio alemán y las posesiones de los Habsburgo en el
territorio de Alemania.
- Para su hijo, Felipe, España y su imperio colonial, Italia y los Países Bajos.
Tras su abdicación se retiró al monasterio de Yuste, (Cáceres), y allí murió en 1558.

LA MONARQUÍA HISPÁNICA DE FELIPE II. LA UNIDAD IBÉRICA.

Felipe II empieza a gobernar en 1556 con un ideario muy similar al de su padre: fortalecer el
catolicismo y engrandecer el poderío hispánico (Monarquía hispánica). Inicia su reinado con una
crisis económica muy profunda que logró ser superada a través de las victorias militares y sobre
todo con la firma de la paz con Francia. La llegada del oro americano siguió salvando a las arcas
del Estado.

Política interior: absolutismo y ortodoxia católica.


Felipe II residió en España la mayor parte de su reinado y acabó con el carácter itinerante de
la Corte al establecerse en 1561 la capital en Madrid. Si su padre se consideró un emperador
europeo, él en cambio pensaba y actuaba como monarca castellano. Su política interior se apoyó
en dos bases: el poder absoluto de la monarquía y la defensa a ultranza de la ortodoxia
católica.
- El principal instrumento de control religioso fue la Inquisición, que logró extinguir
las minoritarias comunidades protestantes (iluministas) de Sevilla y Valladolid (1558),
severamente castigadas en autos de fe.
Pero Felipe II adoptó también toda una serie de medidas para preservar a España de la
herejía: se prohibió cursar estudios en universidades extranjeras y la importación de libros
extranjeros, se publicó un índice de libros prohibidos y se exigió licencia del Consejo de Castilla
para editar libros religiosos.
• Sublevación morisca de las Alpujarras (1568-1571). El origen de este conflicto
social se debe, por un lado, al progresivo empeoramiento de sus condiciones materiales
de vida: fuertes impuestos sobre la producción sedera e importantes expropiaciones de
sus tierras por parte de la Corona. Por otro, la permanente presión de la Corona para
anular sus diferencias culturales y religiosas. En 1556, se les prohibía el uso de su
lengua y de su indumentaria (derecho adquirido en las Capitulaciones de Santa Fe con
los Reyes Católicos) al tiempo que se les obligaba a que abandonaran todas sus
costumbres. Además, las autoridades reales fueron asimismo intransigentes por las
sospechas que tenían de acuerdos entre los moriscos granadinos y los enemigos turcos.
La revuelta finalmente estalló y se mantuvo durante dos años de forma cruenta. Tras la
victoria de los ejércitos reales dirigidos por Juan de Austria (hermanastro del rey) se
decretó su expulsión del reino de Granada y su deportación a territorios castellanos.
- El fortalecimiento de su poder absoluto se puede observar en la pugna con los demás
territorios que se agarran a la defensa de sus fueros.
• La revuelta de Aragón (1590-1592) Estos disturbios en Aragón en defensa de sus
fueros indica hasta qué punto estaba poco unida la Monarquía católica a finales del
siglo XVI. Aquí, lo político predominó sobre lo social y, en realidad, reflejó la
desarticulación de la propia Monarquía, la falta de un sentimiento de unidad nacional
entre sus distintos componentes. La preparación del conflicto venía de tiempo atrás y
estaba relacionada con la tenaz defensa que los aragoneses hacían de sus fueros y con
un cierto sentimiento “anticastellano” desarrollado en la población. El motivo concreto
fue la figura de Antonio Pérez. Este personaje, antiguo secretario de Estado, había sido
acusado por Felipe II de traición y delito de “lesa majestad” al haber utilizado secretos
de Estado y haber participado, supuestamente, en el asesinato de Juan de Escobedo,
secretario del gobernador español en los Países Bajos, Juan de Austria. Detenido por el
rey consiguió escapar a Aragón. Amparándose en las leyes aragonesas y en el Justicia
Mayor pidió el amparo de los fueros (Derecho de Manifestación). Felipe II reclamó la
entrega a través del tribunal de la Inquisición, único común a toda la Monarquía. Las
Cortes y el Justicia Mayor de Aragón, Juan de Lanuza, acusaron al rey de ir contra los
fueros. Hubo un tumulto y la cárcel de la Inquisición fue asaltada. Antonio Pérez buscó
refugio en Francia. Estos hechos provocaron la reacción del Rey, quién mandó un
ejército, que entró en Zaragoza, en 1591, sin apenas resistencia. Pocos días después,
Lanuza y otros implicados eran ajusticiados. Felipe II convocó las Cortes aragonesas
en Tarazona (1592) y llevó a cabo la modificación de algunos aspectos de la
administración foral, entre ellos, que en lo sucesivo correspondía al rey designar al
Justicia Mayor de Aragón.
Antonio Pérez difundió por Francia graves acusaciones de abusos y crímenes
cometidos por Felipe II, que sirvieron de base, junto con otros testimonios, para la
elaboración de la leyenda negra de España que se extendió por Europa.
• No lejos de estos conflictos aragoneses se situaron también los tenues pero evidentes
enfrentamientos de Felipe II con Cataluña, cuestión que se pone de manifiesto tanto
en el encarcelamiento de los diputados de la Generalitat por el tema del excusado
(impuesto de origen eclesiástico cedido a la Corona, que los catalanes se negaban a
pagar), como en las discusiones sobre los límites del poder real y el respeto a las leyes
propias de Cataluña.
• Otros problemas fueron el bandolerismo, muy activo en la Corona de Aragón,
especialmente en Cataluña. Se trataba de un fenómeno aristocrático, que enfrentaba a
grupos nobiliarios rivales. Pero el problema interno más grave durante todo su reinado
fue la crisis de la Hacienda a causa de la costosa política exterior. En 1557 se declaró
la primera bancarrota y se transformó parte de la deuda en títulos: los juros 1 . Las
bancarrotas se sucedieron cada dos décadas: una en 1575 y otra en 1597.
Conclusión: en buena parte, todos estos problemas no hacían más que reflejar la tensión
entre autonomismo y centralismo, entre los fueros de las antiguas Coronas y el reforzamiento
efectivo de la Monarquía.

Política exterior:
La situación internacional había cambiado y, por tanto, los escenarios serán diferentes. Por la Paz
de Cateau-Cambrésis (1559), Francia renunció a reclamar sus derechos sobre Italia, y el Imperio
alemán ya no incumbía a la monarquía hispana. En cambio, surgieron nuevos problemas, como
la sublevación de los Países Bajos y la rivalidad con Inglaterra.
– Con Francia las relaciones fueron menos conflictivas que en momentos precedentes. Al
inicio de su reinado se inicia una guerra por el apoyo que el rey francés daba a los
rebeldes flamencos. Tras la contundente victoria de San Quintín (1557) y tras volver a
vencer las tropas españolas a las francesas en la batalla de Gravelinas (1558), forzando a
Francia a firmar la Paz de Cateau-Cambrésis en 1559, donde se concertó el matrimonio
de Felipe II con Isabel de Valois, hija del rey francés. Francia, con graves problemas
internos por la expansión en su territorio de las ideas protestantes, no tuvo graves
enfrentamientos con Felipe II durante un largo tiempo. El conflicto más grave fue la
oposición de Felipe II a la entronización del protestante Enrique de Borbón, como rey de
Francia, entre 1595 y 1596. Tras una breve contienda que finalizó con el tratado de
Vervins y la conversión al catolicismo de Enrique de Borbón (Enrique IV de Francia).
– Uno de los principales problemas fueron los turcos. Ante la amenaza del expansionismo
musulmán, Felipe II se alió con la Santa Sede y Venecia mediante la formación de la
Liga Santa. Esta obtuvo un rotundo éxito en la batalla de Lepanto (1571), victoria que
frenó el avance turco, pero que no supuso el fin de la piratería musulmana en el
Mediterráneo.
– La sublevación de los Países bajos (1566-1648). Desde 1566, el problema central de la
política exterior de Felipe II fue Flandes. Este conflicto era la suma de las aspiraciones de
autonomía política de la nobleza flamenca; encabezada por Guillermo de Nassau
(príncipe de Orange) y el conde de Egmont, con la expansión del protestantismo
(calvinistas), que había llegado a organizar revueltas y quemar iglesias católicas. La
intransigencia de Felipe II ante la libertad de cultos fue total y las medidas militares
fueron la respuesta, enviando al Duque de Alba, primero, y a Luis de Requesens, más
tarde, a sofocar la rebelión por medio de los tercios de Flandes. Los dirigentes

1 Juro: Título de deuda pública garantizado por los futuros ingresos del Estado.
protestantes, Egmont y Horns, fueron ajusticiados. El conflicto se internacionalizó por la
ayuda que Guillermo de Nassau recibió de Inglaterra, de los protestantes alemanes y de
los hugonotes (protestantes) franceses. En los Países Bajos se dirimía algo más que un
problema regional. Al final, el país quedó dividido entre una zona norte (Unión de
Utrecht) de mayoría protestante, y una zona sur (Unión de Arrás) mayoritariamente
habitada por católicos, que continuaron integrados en la Monarquía Hispánica, aunque las
provincias del norte en la práctica actuaran como independientes. La independencia real
de estas provincias del norte (Holanda) no se reconocerá hasta 1648 (con Felipe IV, tras
la paz de Westfalia).
– El apoyo dado por los ingleses a los rebeldes flamencos supuso un cambio en las
relaciones con Inglaterra. En el primer periodo de su reinado, Felipe II había mantenido
buenas relaciones, pues estaba casado con la reina de Inglaterra, María Tudor. La muerte
de esta última y la subida al trono inglés de Isabel I varió el panorama. La burguesía
comercial británica no veía bien la hegemonía española. La nueva reina ofreció su apoyo
a los calvinistas flamencos y animó los ataques de los corsarios ingleses (John Hawkins y
Francis Drake) contra los navíos españoles en el Atlántico. Desde 1585, se declaró la
guerra abierta y, tres años después, Felipe II decidió el ataque a las propias islas. Este se
llevó a cabo con la Armada Invencible. Las tempestades y la pericia de la escuadra
inglesa hicieron de la gigantesca expedición un rotundo fracaso. Esta derrota supuso el
fin de la hegemonía española.
La paz con Inglaterra no será posible hasta 1604, tras la muerte de Isabel I, en el
reinado de Felipe III:
– También cabe destacar que tras quedar concluida la exploración durante el reinado
anterior, Felipe II propició, aunque con menos entusiasmo, la del océano Pacífico,
recorrido por vez primera en la expedición de Magallanes y Juan Sebastián Elcano, que
será la primera en circunnavegar el planeta. Desde Nueva España la expedición de
Legazpi conquistó las Filipinas, fundándose Manila en 1571, que se convirtió en un
activo mercado en el que confluían comerciantes chinos, hindúes, malayos y árabes. Para
su explotación comercial se organizó el Galeón de Manila, que una vez al año hacía la
travesía de ida y vuelta entre esta ciudad y Acapulco. Transportándose hacia nueva
España principalmente especias y manufacturas chinas (sedas, lacas y porcelanas), a
cambio de plata mexicana. No obstante, la administración española tuvo allí un escaso
desarrollo, con un reducido número de colonos.
– Pero, quizá lo más espectacular de su reinado fue la unión con Portugal, que configuró
no sólo la unidad territorial peninsular, sino la de todos los dominios americanos y
africanos de ambas potencias. La muerte del rey de Portugal, Don Sebastián, convirtió a
Felipe II, (hijo de Isabel de Portugal, hermana del rey fallecido) en heredero de la Corona
portuguesa, en 1580, e hizo valer su candidatura frente a otro candidato exhibiendo una
potente fuerza militar. La división interna en Portugal se produjo entre unas clases
populares recelosas del poderío castellano y unas clases dirigentes que aceptaban a Felipe
como futuro monarca. Las cortes de Tomar reconocieron a Felipe como soberano, al
tiempo que garantizaba, de hecho, la independencia portuguesa. Fue pues, una unión
personal. Dos reinos bajo un mismo cetro, lo que no impidió que en Portugal siguiera
manteniéndose una corriente a favor de la separación del hegemónico vecino castellano.
Castilla no recibió ningún beneficio desde el punto de vista económico, las colonias
portuguesas siguieron siendo un monopolio de los propios portugueses. Desde el punto
de vista político privó a Inglaterra de un aliado.
Conclusión: Al final de su reinado, Felipe II había conseguido constituir un gran imperio
territorial, pero con grandes contradicciones internas que generaron tensiones militares y
políticas. Pese a la brillantez de la anexión de Portugal y de las victorias frente a turcos o
franceses, el imperio de Felipe II no podía ocultar la otra cara de la moneda: el alto costo
interior que para la economía y clases sociales menos favorecidas representaba el Imperio.
- Las tensiones fueron protagonizadas por Portugal, Cataluña y los Países Bajos. Estos
últimos consiguieron una autonomía política de hecho que fue el paso previo a la
independencia de las provincias del norte.
- En 1598 el poderío militar castellano comenzaba a resquebrajarse. La política militar
había sumido al Estado en una continua bancarrota y el sistema de gobierno, fuertemente
centralista resultaba inadecuado dentro de la estructura del imperio de Felipe II.
A su muerte se abre un periodo de crisis que dará al traste con la hegemonía de Castilla en
Europa. Aunque se conservó la estructura federalista aragonesa de la monarquía, ésta siguió
siendo predominantemente castellana con una organización política aragonesa.

(II parte)

Las necesidades, sin precedentes, creadas por la responsabilidad de regir un imperio


universal, supusieron una ardua tarea de España para adaptar su organización política,
económica y social. Esta II parte abordará estos aspectos.

LA ORGANIZACIÓN POLÍTICA DE LA ESPAÑA DE LOS AUSTRIAS.

Durante el reinado de los dos primeros Austrias, el poder real creció y con ello se organizó
mejor la administración del Estado, en la línea ya avanzada por los Reyes Católicos. La
monarquía hispánica del siglo XVI estaba constituida por un conjunto de reinos y territorios muy
dispersos, y en algunos casos con un alto grado de autonomía, ya que cada uno de ellos
conservaba sus propias leyes e instituciones. Sin embargo, el monarca concentró casi todos los
poderes decisorios. El centro de su organización eran los Consejos, por eso se denomina sistema
polisinodial a la forma de gobierno. Los consejos o sínodos eran un órgano colegial que
asesoraba al rey y presentaban los diferentes planes y resúmenes. La relación de los diferentes
consejos con los reyes lo llevaban a cabo los secretarios de Estado que así adquirieron un gran
poder (Francisco de Los Cobos con Carlos I o Rui Gómez da Silva y Gonzalo Pérez con Felipe
II).
Existieron varios tipos de consejos, llegando a establecerse unos catorce:
• El Consejo de Estado, creado por Carlos I, del cual formaban parte personalidades de
los diversos reinos. Era presidido por el propio rey y representaba el principio de
unidad de la monarquía, por encima de los demás Consejos. Sus competencias
incluían los asuntos más importantes, como la política exterior, declarar una guerra o
firmar la paz, y todo lo relacionado con las grandes cuestiones de Estado.
• Consejos de ámbito territorial: el Consejo de Castilla (tenía más funciones que el
resto, pues además de encargarse de los asuntos de este reino, asumía competencias de
gobierno muy amplias y variadas (económicas, religiosas, culturales) y actuaba como
Tribunal Supremo de Justicia, por encima de la Chancillería o Audiencia. Otros eran el
Consejo de Aragón, Indias (creado en 1521, para los asuntos americanos), Italia
(1556), Flandes (1503-1588) y Portugal (1581).
• Consejos temáticos como Hacienda, Órdenes Militares, Santa Hermandad, Guerra.
Junto a ellos, el omnipresente Consejo de la Santa Inquisición con competencias en
toda la monarquía.
Al frente de los territorios no castellanos, los reyes nombraron a virreyes y gobernadores. La
mayoría procedían de la alta nobleza y eran, generalmente, de origen castellano. Pero, de
cualquier forma, la Monarquía distaba mucho de ser una forma unitaria de gobierno. En realidad,
sólo la política exterior daba esta sensación al estar concentrada en manos de Carlos I y Felipe II,
pero era sufragada precisamente por los castellanos. Castilla fue en realidad la que menos trabas
puso a las ideas imperiales de los Austrias una vez vencidos los comuneros.
Como se decía al principio esa gran diversidad legislativa e institucional de los diferentes
reinos y territorios impidió la centralización y la uniformidad de gestión, a pesar de los intentos
de Felipe II desde su capital en El Escorial. Cada territorio mantuvo una gran autonomía
organizativa. Incluso Castilla, que era el reino más centralizado, incluía a Navarra y las
provincias vascas con sus propias Cortes o Juntas y sus particularidades administrativas.

LA EXPANSIÓN ECONÓMICA Y LA SOCIEDAD DEL SIGLO XVI


El siglo XVI fue positivo para España, pues crecieron tanto la población como la economía.
La población aumentó en cerca del 40%, alcanzando al concluir la centuria casi los ocho
millones de habitantes. Castilla continuó siendo el reino más poblado, con 5 millones de
habitantes, mientras que la Corona de Aragón no llegaba al millón y medio; Navarra y las
Vascongadas reunían 350.000 habitantes. La mayor parte de la población era rural, y las tasas de
natalidad y de mortalidad se mantuvieron altas. Las regiones más densamente pobladas eran
Galicia, Castilla la Vieja, Valencia y Granada. Y las menos, Aragón y Cataluña. Desde 1560
empezó una época de dificultades por la emigración y las epidemias que, al finalizar la centuria,
derivó en una disminución de la población.
Los movimientos migratorios fueron muy importantes: La inmigración más destacada fue la
de franceses a Cataluña y de flamencos y genoveses a Sevilla. La emigración a Flandes o a Italia
con los ejércitos reales, y sobre todo, la emigración a las Indias provocaron desequilibrios entre
los sexos. Se marcharon entre unos 100.000 y 200.000 jóvenes, de procedencia
fundamentalmente castellana (Extremadura y Andalucía primordialmente) y de orígenes sociales
medios (hidalgos, mercaderes, funcionarios, labradores o artesanos).
En la economía española del siglo XVI se podían distinguir tres economías bien
diferenciadas:
- Sevilla: dirigida hacia las Indias.
- Castilla del Norte: dirigida a Flandes y Europa Septentrional.
- La Corona de Aragón: volcada exclusivamente hacia los mercados mediterráneos.
• De estas tres zonas económicas, la andaluza fue la que mayor fuerza experimentó el
impacto de la ocupación de los territorios americanos. El Nuevo Mundo se consideró
como propiedad exclusiva de Castilla, prohibiendo la emigración de extranjeros a las
Indias y ejerciendo, por tanto, un monopolio comercial: cualquier mercancía,
española o extranjera, que se quisiera vender en el Nuevo Mundo debía ser registrada
en la Casa de Contratación de Sevilla y pagar a la Corona los impuestos
correspondientes (ejercía un control absoluto). Esta institución fue creada en 1503.
Sevilla se convirtió en una de las grandes ciudades europeas sólo superada por Paris y
Nápoles; era una ciudad floreciente, donde se reunían comerciantes de todos los
lugares de Europa y que actuaba como un importante centro de absorción de
inmigrantes procedentes de toda España.
Para realizar el comercio de forma segura, de Sevilla partía la flota de Indias, un
convoy de barcos escoltados por navíos de guerra para defenderse de los ataques de
piratas y corsarios.
Esta flota partía con mercancías españolas que llevaba a los puertos de
Centroamérica y después regresaba con mercancías americanas, oro y plata. Estos
metales preciosos eran acuñados en la Ceca o Casa de la Moneda de Sevilla. Una
parte era para la Corona (el quinto real y otros impuestos) y otra se destinaba al pago
de las mercancías enviadas en el viaje de ida a América.
• El norte de Castilla iguala en prosperidad a Sevilla durante la primera mitad del siglo
por la demanda flamenca de lana merina española, la exportación a Francia del hierro
vizcaíno y la cerámica, cueros, sedas y hojas toledanas. Las relaciones con Sevilla
eran muy estrechas, los barcos construidos en los astilleros del Norte tuvieron un
importante papel en la “carrera de las Indias”, existiendo un intercambio constante
entre los tres grandes centros comerciales de España: Burgos-Medina del Campo-
Sevilla.
• La Corona de Aragón participó sólo marginalmente en esta nueva prosperidad;
durante el reinado de Carlos I, los catalanes solicitaron, sin éxito, la autorización para
establecer cónsules en Sevilla y Cádiz y para conseguir privilegios especiales en
relación al comercio americano. Sin embargo, se beneficiaron directamente de él con
las ventas, cada vez mayores, de sus tejidos en las ferias castellanas.
Las actividades agrarias: hubo una notable expansión agrícola, palpable en el aumento de las
tierras cerealistas y en la prosperidad del viñedo. Pero esta expansión se efectúo roturando tierras
de peor calidad y menor rendimiento. Los productores de cereales ante esta necesidad de roturar
nuevas tierras tuvieron que arrendárselas a los grandes propietarios con grandes intereses y para
pagarles debían pedir préstamos a ciudadanos ricos por medio del “censo al quitar” o préstamo
que aseguraban contra la hipoteca de sus tierras. En los años normales los agricultores podían
subsistir, pero en cuanto la cosecha fuera mala se producía el desastre. La ganadería lanar
trashumante, apoyada en la Mesta, y beneficiada por la política real, seguía ocupando un
puesto preferente en la economía de Castilla.
La industria: el aumento de la población y el mercado americano hicieron aumentar la
demanda de productos artesanos, sobre todo el textil. Surgió un nuevo sistema de producción
diferenciado de los gremios, la industria doméstica, en la que un comerciante adelantaba la
materia prima a un artesano, éste fabricaba el producto y el comerciante acababa vendiéndolo en
el mercado. Este fenómeno empieza a producirse sobre todo en la industria textil (lana y seda).
En estas fechas aparecen algunos talleres de considerable tamaño (de jabón o metalúrgicos), en
los que se concentran ya numerosos trabajadores. Pero todo ello muy modestamente y sin afectar
todavía la estructura artesanal básica organizada en gremios.
La industria española tenía dos problemas: primero la falta de calidad (no puede hacer
frente a la competencia europea, con productos más baratos y mejor elaborados, y segundo la
falta de mano de obra (incapacidad para satisfacer la propia demanda americana). Esto
encarecía los precios de los productos y provocará la primera crisis de la industria textil.
Desde mediados del s. XVI, la economía castellana empieza a tener problemas como
consecuencia del alza de precios de los productos castellanos que no podían competir con los
importados de Europa.
El problema de las finanzas imperiales (fracaso económico español): el mantenimiento de
una política exterior de carácter imperial, que obligaba a un continuo y extraordinario gasto para
mantener un ejército poderoso y una administración tan amplia, supuso un enorme esfuerzo
financiero difícilmente soportable que acabará en fracaso. La Hacienda era deficitaria, poco
organizada y lenta. Las causas hay que buscarlas en:
- Los enormes gastos de las guerras continuas de Carlos I y Felipe II, para mantener
su hegemonía imperial, provocaron el endeudamiento de la Corona con la banca
extranjera (préstamos para financiar las campañas militares) y el aumento de la
presión fiscal (en especial sobre la población trabajadora de Castilla, ya que los
impuestos recaían sobre las clases bajas, puesto que la nobleza disfrutaba de exención
tributaria, lo que provocó el distanciamiento entre las clases sociales y la ruina de los
sectores más productivos). A Carlos V los banqueros le prestaban, pero ante la deuda
fue perdiendo crédito. Sólo lo podía conseguir ante la propuesta de entregar el primer
cargamento de plata procedente de América (es el llamado Asiento). Así el oro y la
plata que llegaba no tenían ninguna repercusión en la economía española. Cuando los
préstamos se hicieron regulares, los banqueros se apropian de los cargamentos de
particulares, los reyes compensaban a los perjudicados con “Juros” o “vales de
gobierno”: anualidades concedidas por la Corona de la renta del Estado. Con Felipe
II, el país se declaró tres veces en bancarrota.
- La mentalidad conservadora y antiburguesa de la mayor parte de la población que
rechazaba el comercio y los negocios por considerarlos propios de judíos.
- La superioridad industrial de los Países Bajos, Inglaterra y Francia les permitió
producir más y a precios menores, y así competir sin dificultad con la escasa
producción española. Al final, la demanda americana de productos europeos se acabó
nutriendo fundamentalmente de mercancías extranjeras, en vez de fomentar la
industria española. El oro y la plata americana se destinaba en su mayor medida a dos
fines: el pago de la deuda contraída por la Corona con la banca europea, y el pago
de mercancías extranjeras enviadas a América.
La sociedad: las características que tenía la sociedad de la época de los RRCC cambiaron poco.
Era una sociedad impregnada de afanes nobiliarios, fuertemente jerarquizada, caracterizada por
el estatismo, el establecimiento de diferentes grupos sociales en función de su origen de
nacimiento y del disfrute o no de una serie de privilegios fiscales y judiciales. Los estamentos
privilegiados (nobleza y clero) eran una minoría, poseían las mayores rentas y riquezas del país y
estaban exentos del pago de impuestos directos. De todos modos, había una gran diferencia
dentro de ellos, estaban los “grandes de España”, es decir la alta nobleza; los caballeros y la
amplia masa de hidalgos, muchos de ellos en condiciones modestas. En las ciudades había una
burguesía en proceso de expansión. Pero el ideal de la población urbana enriquecida era acceder
a la hidalguía, que era la única posibilidad de ascenso social y solo los burgueses enriquecidos
podían pagar por este título.
También había en la España del siglo XVI una clara línea étnico-religiosa que separaba a
los cristianos viejos de los nuevos o conversos. Era una sociedad obsesionada por lo que se
denominaba limpieza de sangre. Esta idea dio pie a que en ocasiones se utilizara la Inquisición
con fines personales, pues la denuncia ante ese tribunal sirvió con frecuencia como vía para
deshacerse de familias rivales.

CULTURA Y ARTE DEL SIGLO XVI


La cultura española del Renacimiento es, por un lado, una cultura muy imbuida de las
corrientes imperantes en Europa: el humanismo, el erasmismo, el reformismo religioso, las
formas literarias italianas y las formas artísticas de Flandes e Italia. Por otra parte, en España
surgen algunas creaciones originales como el pensamiento neoescolástico, el derecho de
gentes, la literatura (como singularidad la literatura mística), las obras de ciencia aplicada a la
navegación, música religiosa y profana o las obras de geografía, historia e historia natural del
Nuevo Mundo.
La producción cultural se expande a partir de la extraordinaria difusión de la imprenta, que
se instala en las principales ciudades. Las bibliotecas particulares se incrementan en las casas de
intelectuales, nobles, clérigos y mercaderes con libros de todo tipo, aunque predominan los
religiosos.
Sin embargo, el consumo cultural se vio limitado por el nivel de alfabetización que
manifiesta un alto grado de diferenciación social, sexual y geográfica. Otro límite a la difusión
cultural fue la censura inquisitorial, que recayó, en primer lugar, sobre los libros de temática
religiosa, aunque la voracidad de los censores los llevó a dictar prohibiciones sobre todo tipo de
libros.
El desarrollo del pensamiento y de las artes fue favorecido por la alta nobleza, la Iglesia y la
Corona que actuaron como mecenas.
Entre los humanistas españoles seguidores de Erasmo de Rotterdam (humanismo cristiano)
cabe destacar a Juan Luis Vives y a Juan de Valdés. Antonio de Nebrija fue el prototipo del
humanista y creador de la primera Gramática castellana (1492). Del humanismo erasmista al
principio del reinado de Carlos I se pasó a una reacción contra el movimiento de la reforma
protestante, dirigida por la Iglesia católica, que se conoce como Contrarreforma. En ese nuevo
ambiente teológico los religiosos españoles desempeñaron un papel de primer orden en la
defensa del catolicismo. Un hecho fundamental en este sentido fue la fundación de la Compañía
de Jesús en 1540 por San Ignacio de Loyola, un antiguo soldado vasco. La organización de los
jesuitas se caracterizó por su estructura militar y su sentido de la disciplina. A los votos
tradicionales de las demás órdenes religiosas se añadieron el espíritu de beligerancia contra el
protestantismo en Europa concretado en una dura preparación intelectual y en el juramento de
una especial obediencia al Papa, y además desarrollaron una activa labor misionera en Asia y
América.
Dentro de la literatura: destacaríamos en la prosa la obra cumbre de La Celestina (1499) de
Fernando de Rojas, que describe con realismo e ironía la sociedad de la época y el surgimiento
de la primera novela picaresca, Lazarillo de Tormes, de crudo realismo. La poesía se vio
fuertemente influenciada por la moda italiana y el uso del verso endecasílabo donde destacó
Garcilaso de la Vega. En la segunda mitad del siglo XVI se desarrolló la ascética y la mística,
representadas por San Juan de la Cruz, Santa Teresa de Jesús y Fray Luis de León. En el
teatro sobre sale la figura de Lope de Vega, llamado el “Fénix de los Ingenios”, por su gran
imaginación que llevó a escribir más de 1500 obras de teatro, además de novelas, poemas épicos
y narrativos y varias colecciones de poesía lírica profana, religiosa y humorística.
En las ciencias, el conocimiento de nuevas tierras y especies impulsó el avance de la
geografía, la botánica, la química, la farmacología y las ciencias naturales en general.
Destacaríamos a Miguel Servet.
En el derecho, el debate sobre los derechos de los indios y la legitimidad de la guerra de
conquista sentó las bases del derecho internacional o “derecho de gentes”, con Francisco de
Vitoria como máximo exponente de un grupo de teólogos y juristas integrados en lo que se
llamó la Escuela de Salamanca. En ella también se realizaron estudios sobre ciencia económica
ante el gran desarrollo del comercio y la afluencia de oro y plata americanos que dieron lugar a
incipientes teorías económicas. Uno de ellos, Martín de Azpilicueta, fue el primero en formular
la teoría cuantitativa del dinero, que explica la relación directa entre el aumento del dinero en
circulación y la subida de los precios.
El arte del siglo XVI siguió los derroteros del Renacimiento. La arquitectura comenzó en
la línea plateresca (estilo plateresco), como se observa en la fachada de la Universidad de
Salamanca, continuó en una fase purista (estilo purista) donde claramente se aprecian las
formas clásicas, como se aprecian en el Palacio de Carlos I en el conjunto de la Alhambra de
Granada, y concluyó con el monasterio de El Escorial, de Juan de Herrera, caracterizado por la
pureza de líneas y la ausencia de ornamentación (estilo herreriano).
La escultura en España tuvo la peculiaridad comparándola con la europea de ser
predominantemente religiosa y se realiza en madera policromada. Damián Forment fue el más
productivo de la Corona de Aragón y uno de los primeros introductores del Renacimiento en
España. Alonso Berruguete y Juan de Juni destacaron dentro de la Escuela de Valladolid, son
autores de figuras y grupos escultóricos de gran realismo y expresividad.
En cuanto a la pintura, sobresalieron artistas como Luis de Morales y Juan de Juanes, si
bien la figura más relevante fue El Greco, nacido en la isla griega de Creta, se instala en España
a finales del siglo XVI. Su obra presenta una gran originalidad, en la que cada vez eran más
importantes el color y la luz. Se suele encuadrar dentro del movimiento manierista o última fase
del periodo conocido como Renacimiento artístico.

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