Está en la página 1de 2

FUENTEOVEJUNA

Como se sabe, sirvió de base a Lope para su admirable drama un hecho histórico referido en la Crónica de las tres Órdenes Militares, de Rades
y Andrade, publicada en 1572. "En Fuenteovejuna lo que presenciamos -ha dicho Marcelino Menéndez y Pelayo, máxima autoridad en letras
hispanas- es la venganza de todo un pueblo; no hay protagonista individual; no hay más héroe que Demos, el Concejo de Fuenteovejuna;
cuando el poder real interviene, es sólo para sancionar y consolidar el hecho revolucionario. No hay obra más democrática en el teatro
castellano". No hay para qué enmedarle la plana al máximo polígrafo español. Él ha dicho lo que es Fuenteovejuna, y basta.

Argumento:
El comendador Fernán Gómez, enemigo declarado de los Reyes Católicos, campa por sus respetos en su villa de Fuenteovejuna, donde sus
caprichos son ley; hombre vicioso, no hay mujer que no persiga, suscitando el odio del pueblo, que calla, sin embargo, por temor. Entre las
villanas hay una, Laurencia, que ha resistido el cerco del comendador, despreciando su poder y sus promesas. Laurencia corresponde, en
cambio, al amor de otro rústico, Frondoso, que desea casarse con ella. Un día, mientras Laurencia lava la ropa a la orilla del río hablando con
Frondoso, ven venir al comendador, que anda de caza. Frondoso se oculta para evitar su presencia, y Fernán Gómez queda gratamente
sorprendido al encontrar en aquel paraje, y sola, a la hermosa Laurencia: cree llegada, así, la ocasión de ver realizados sus deseos, y comienza
a requebrar a la moza proponiéndole claramente que se le entregue. La villana le rechaza una vez más; pero ahora el comendador no hace
caso de palabras y coge en sus brazos a Laurencia. Frondoso presencia la escena desde su escondite cada vez más indignado, hasta que no
puede contenerse más, y sale, apoderándose de la ballesta que el comendador ha dejado apoyada en un árbol, apunta a Fernán Gómez
mientras Laurencia huye; tras ella marcha el mozo sin soltar el arma, dejando al comendador furioso y humillado, que jura vengarse.
Los desmanes del comendador aumentan cada día el descontento de los habitantes de Fuenteovejuna; apenas si hay casa donde no haya
mujer que no tenga que llorar su honra perdida. Pero Fernán Gómez no encuentra valladar que su insolencia y tiranía no derriben, ayudado por
hombres de su confianza. Su descaro llega a pedir a Esteban que interceda por él cerca de Laurencia, su propia hija. Frondoso, en tanto
perseguido por la gente del comendador, vive oculto, aunque no tanto que resista el deseo de ver a Laurencia y hablarle. Aprovechando la
ausencia de Fernán Gómez que ha acudido a socorrer a Ciudad Real contra tropas de los Reyes Católicos, se consiente el matrimonio de
Laurencia y Frondoso, y cuando en medio de gran alegría se celebra la boda, aparece el comendador, que vuelve de la campaña, después de
sufrir un descalabro en ella. Al verlo, enmudecen los cantos, cesan las risas y los aldeanos quedan a la expectativa. La reacción del
comendador es rápida: al ver a Frondoso manda prenderlo, y después de apalear al padre de Laurencia, que le ha echado en cara su injusticia,
ordena que también se lleven a la joven.
Al amparo de la noche, los hombres del pueblo se reúnen en junta a deliberar qué se
debe hacer ante semejantes desmanes; se habla de enviar emisarios a los reyes, de alzarse contra el comendador; se discute; se duda... La
aparición de Laurencia, desmelenada, desgarrados los vestidos, arañada la cara, pone en conmoción a los hombres; con palabras llenas de
fuego, arrebatadas, los increpa e insulta, llamándolos mujerzuelas por permitir los crímenes del comendador sin vengarlos. Su aspecto
impresionante, sus palabras, parecen desperar al fin el espíritu de aquella gente; todos están de acuerdo en asaltar el palacio del comendador y
deshacerse del tirano de una vez para siempre. Laurencia amotina a las mujeres, y el pueblo en masa avanza enardecido hacia la vivienda de
Fernán Gómez. De nada sirven ya sus promesas de corregirse, de satisfacer a sus víctimas; nadie le escucha; es todo un pueblo que avanza,
consciente de su deber, a aplastar la tiranía. Después de muerto, el cuerpo del comendador es arrojado por una ventana sobre las picas y
espadas que empuñan abajo las mujeres; arrebatadas por el odio y la furia, destrozan el cadáver y, cortándole la cabeza, la enarbolan en una
lanza como un trofeo. Uno de los hombres de confianza del comendador consigue huir maltrecho y se presenta a los Reyes Católicos a dar
cuenta de lo sucedido, sin descubrir, claro es, sus causas. El rey promete castigar a los autores del crimen, y envía un juez a Fuenteovejuna a
incoar proceso y a someter, si es preciso, a tormento a los habitantes del pueblo hasta descubrir quiénes dieron muerte al comendador. Pero
todos se han juramentado para resistir la tortura y no denunciar a nadie, y cuando el juez pregunta: "¿Quién mató al comendador?", todos
contestan: "Fuenteovejuna, señor". Ante esta unanimidad, el juez desiste de seguir interrogando, y da cuenta del hecho a los reyes, ante
quienes se presentan también los habitantes de la villa. El rey termina otorgando el perdón a todos.

También podría gustarte