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Noviembre 2022

Abrir el camino al futuro. APOYAR A LOS JÓVENES

Indice

Abrir el camino al futuro. APOYAR A LOS JÓVENES............................................1


Tsunetsaburo Makiguchi.........................................................................................................2
Edgar Morin.............................................................................................................................3
Makiguchi................................................................................................................................4
Desde el punto de vista de la SGI,...........................................................................................4
>> La floración de los cerezos, ciruelos, melocotoneros y albaricoques................................5
>> la La Parábola del Médico y sus Hijos Enfermos..............................................................5
>> La Parábola de los Tres Carruajes y la Casa en Llamas....................................................6

"Jamás pierdan la fe en ustedes mismos ni se menosprecien. Sean dignos del mayor


respeto, tal como son. Por eso, avancen con seguridad, armados de una actitud
positiva y optimista.

En japonés, la palabra «misión» (shimei) se escribe con dos ideogramas que significan
«emplear la propia vida». Cada uno de ustedes es una persona de misión, que ha
nacido en este mundo para contribuir a la paz y al bienestar de toda la humanidad en el
siglo XXI."

-- D.Ikeda

Tal como lo veo, los jóvenes atraviesan una etapa de identificación con el grupo, que
muchas veces tiende a unificar, a uniformizar, a empobrecer la variedad y las
características diferenciales, debiéndose uno identificarse a menudo el "jefe de la
manada", despreciando las propias características en pro del grupo. La aceptación al
grupo normalmente va en detrimento del proprio. Esto no debería darse, y en las
familias y escuelas debería hacerse hincapié en transformar estas reglas de
comportamiento grupal. Hay que apoyar a los jóvenes a ser protagonistas de la alegría,
a autoconocerse, y a valorarse, así como valorar el mundo que nos rodea.

Tsunetsaburo Makiguchi
Durante buena parte de su vida, la preocupación central de Makiguchi, el primer
presidente y creador de la Soka Gakkai, fue la reforma del sistema educativo que, en
su experiencia docente, desalentaba el pensamiento autónomo y recortaba el
crecimiento y la capacidad creativa de los estudiantes. Creía que la razón de ser de la
educación no era servir unicamente a las necesidades del Estado o del sistema social,
sino a la felicidad de los alumnos. Felicidad, que consiste en realizar el potencial
humano del individuo, a través de la creación de valores de diferente naturaleza:
materiales, éticos y estéticos. La felicidad a la que se refiere Makiguchi es por lo tanto
una felicidad pragmática, que emerge de la capacidad del individuo de saber
involucrarse totalmente en los asuntos humanos, propios, de los otros y de la
comunidad. Este tipo de felicidad puede enseñarse, no es algo inalcanzable, es la
búsqueda incesante de un bienestar vivido subjetivamente, que puede satisfacer
las necesidades básicas de la vida, pero en la búsqueda incesante de soluciones a
los problemas de la sociedad.
Sus ideas sobre la enseñanza y su teoría de la creación de valor (=soka), pilar de su
enfoque pedagógico, fueron desarrolladas en su obra "El sistema pedagógico de la
creación de valores", de 1930. Las proposiciones allí enunciadas contradecían por
completo la lógica del gobierno militar, que se valía de la educación para moldear
súbditos obedientes al Estado. Para él, la educación era para la felicidad de los niños;
era un medio por el cual los niños podían abrir sus mentes e interactuar creativamente
con su medio ambiente, en lugar de servir como una herramienta para moldear un dócil
y población obediente.
Según Makiguchi, la máxima responsabilidad de una pedagogía, que promueve la
formación humana con la felicidad como objetivo, es la de centrarse en el
conocimiento del sujeto mismo que conoce, destacando la importancia del
autoconocimiento para el conocimiento, favoreciendo cambios significativos en la
vida del sujeto, obteniendo beneficios para uno y para los demás, propios y para la
colectividad. Esto equivale a que el conocimiento objetivo, en el sentido de desarrollo
exclusivo de habilidades y capacidad cognitiva, es un conocimiento parcial.
Edgar Morin
Edgar Morin, (París, 1921) Sociólogo y antropólogo francés, en uno de sus escritos,
destaca en primer lugar que hoy en día ya no es tan importante tener una mente llena
de información, ya que estas últimas nos han hecho perder un poco de conocimiento,
que a su vez había sido exaltado a expensas de la sabiduría.

Más que habilidades de rol, hoy en día se convierten en esencial educar en la


responsabilidad, en asumir la responsabilidad, en el cuidado, en la intervención en
el diálogo y el sentido crítico de todo y de todos. De todo esto deriva la importancia
de una educación a la ciudadanía múltiple con sus corolarios educativos:
educación a legalidad, cooperación, desarrollo, diálogo, respeto por el medio
ambiente, a la interculturalidad, a la paz. En palabras de Morin hoy, "la condición
humana debe ser el objeto de toda enseñanza".
La educación debe arraigar cada vez más al ser humano en su tierra natal, haciéndolo
redescubrir su identidad terrestre. En una perspectiva similar, la responsabilidad a la
que se educa al hombre es planetaria y no sólo local. En un mundo interconectado por
los acontecimientos y su transmisión en tiempo real, "la unión palnetaria es el
requisito racional mínimo de un mundo restringido e interdependiente. Tal unión
necesita una conciencia y un sentimiento de pertenencia mutua que nos une a
nuestra tierra considerada como la primera y última patria".
El reconocimiento del arraigo total del hombre en la naturaleza y la sociedad es el
primer paso para educar a los humanos a una ética planetaria. Durante mucho
tiempo la humanidad vivió en la ignorancia de esta interconexión entre el cosmos y los
seres que lo habitan, con terribles consecuencias. Sólo ahora, al borde de una
catástrofe inminente, estamos despertando a este arraigo.

Makiguchi (1871 – 1944)


El trabajo de la educación debe estar dirigido a la formación de un individuo que se
tenga a sí mismo como su centro, que sepa ubicarse en un universo con el que está
conectado y que tenga la conciencia del impacto que sus acciones tienen en todo lo
que lo rodea. Por lo tanto, es necesario trabajar sobre el potencial humano y hacerlo
emerger y expandirse cada vez más para promover todas las habilidades que la vida
requiere. Makiguchi ve claramente que el potencial humano es ilimitado, por lo que las
posibilidades cognitivas son infinitas, al igual que la capacidad humana de resolución
de problemas.

La relación es siempre necesaria para la vida afectiva, estética e intelectual; es la vida


misma, estar en el mundo. En este sentido, la escuela debe recuperar la posesión
del cuidado de las relaciones, en la conciencia de que son ellas las que dejan
huella, indican el camino, dan sentido a todo. Es la relación que permite la apertura
al diálogo (más allá de las fronteras geográficas, de valores, éticas y culturales que son
propias de cada uno) y a la contaminación de los pensamientos y las emociones. La
relación tiene el poder de hacer de la escuela un lugar especial, donde las personas
puedan reunirse de tal manera que la singularidad de las formas de expresar la propia
humanidad tienda a la armonía, a través de esos sentimientos de empatía y compartir
que hacen que todos se sientan importantes para el otro. El beneficio que puede
derivarse de ello es el de promover una perspectiva más prometedora del ser, la
formación de un tipo de hombre que no es sólo un consumidor, como le gustaría al
mercado, o un espectador, visto como un medio para lograr objetivos que no se ajustan
a esa dignidad del ser humano, que la escuela tiene la tarea de proteger.
Makiguchi agregaría que sin estas experiencias emocionales y afectivas positivas, la
justicia, el amor, la compasión y la igualdad no tendrían razón de existir.

Desde el punto de vista de la SGI,


Alentar a nuestros jóvenes es que comprendan que cada uno de nosotros posee un
valor incalculable, y que la vida y las adversidades de cada persona son únicas, que
hay intentar superarlas y vencerlas de cara, y que si se cae, hay que levantarse de
nuevo.
Alentarlos, es mostrarles que hay que prestar un serio respeto a cada persona, aceptar
las diferencias que existen entre unos y otros, aprender a dialogar en la diversidad, y
que esta variedad de verdad que enriquece el mundo. Cada persona posee una
dignidad incomparable y un valor irreemplazable.

>> La floración de los cerezos, ciruelos, melocotoneros y albaricoques


Nichiren Daishonin se refiere a la floración de los cerezos, ciruelos,
melocotoneros y albaricoques diciendo que cada uno de estos árboles frutales
representa la verdad suprema con sus propias características, tal como son, sin tener
que sufrir ningún cambio.
Así como las flores de cerezo, ciruelo, melocotonero y albaricoquero poseen sus
propias cualidades únicas, cada persona es única. No podemos convertirnos en otra
persona. Lo importante es que vivamos fieles a nosotros mismos y hagamos que
florezca la gran flor de nuestras vidas.
Dice: "Un cerezo es un cerezo; un melocoton es un melocotón. No hace falta que
seamos todos cerezos; así como cada árbol frutal es bello y florece con sus propias
caracteristicas, también nosotros debemos avanzar de una manera que nos resulte
natural."

El Sutra del loto hay varias histórias y parábolas entre el padre y los hijos, y en
ocasiones el padre hace uso de un "Medio Hábil" más bien radical, fuerte, para
desencadenar una reacción, una acción determinada en el o los hijos. Esto es, en
general alienta a la acción, a la práctica y a algún tipo de esfuerzo.

>> la La Parábola del Médico y sus Hijos Enfermos


que se relata en el capítulo “Duración de la vida” (16) del Sutra del loto, para explicar
que el Buda utiliza su propia muerte como un medio para despertar una reacción en
sus hijos.

La parábola describe a un médico excelente que tiene una gran cantidad de hijos. Un
día, mientras está fuera de casa, por error, los hijos beben un veneno. Al retornar y
encontrarlos retorciéndose en el suelo, sufriendo horriblemente, prepara rápidamente
un antídoto para ellos, una medicina que posee excelente color, fragancia y sabor.
Algunos de los hijos toman la medicina y se curan instantáneamente, pero, otros, los
que están peor, con su razonamiento distorsionado por efectos del veneno, la rechazan
a pesar de su gran dolor. El padre, en consecuencia, concibe un medio para inducirlos
a tomar la medicina. Diciéndoles, “Dejaré esta medicina aquí”, él se va a otras tierras.
Desde allí él envía a un mensajero, quien informa a los niños que su padre ha muerto.
Desconsolados, ellos vuelven a sus sentidos, toman la medicina que su padre les había
dejado, y se curan inmediatamente. Con eso, su padre regresa.

-- Shakyamuni explica que el Buda es como este médico: si siempre estuviese presente
en el mundo, la gente comenzaría a dejar de apreciarlo y ya no buscarían más su
enseñanza. Por consiguiente, si bien la vida del Buda es eterna, él utiliza su muerte
como un medio para hacer surgir en las personas la aspiración por la iluminación.

>> La Parábola de los Tres Carruajes y la Casa en Llamas

Esta parábola aparece en el capítulo “Parábolas y semejanzas” (3 del S.L). El Buda


Shakyamuni lo relata para ilustrar su afirmación del capítulo “Medios hábiles” (2),
respecto a que el único propósito del advenimiento de cualquier Buda es hacer posible
que todas las personas alcancen la Budeidad.

Supóngase, dice él, que hay un hombre muy rico que tiene muchos hijos. Un día,
súbitamente, estalla un incendio en su espaciosa pero deteriorada casa, y sus hijos,
totalmente absortos en sus juegos, no saben que la casa está en llamas e ignoran sus
gritos de advertencia. Por consiguiente, él recurre a un medio hábil para inducirlos a
salir de la casa en llamas. Él les grita que afuera tiene tres carruajes que ellos han
querido desde hace mucho tiempo: un carruaje tirado por un carnero, otro tirado por un
ciervo, y un tercero tirado por un buey. Entonces ellos salen corriendo inmediatamente
para recibir sus regalos. Habiéndolos persuadido de esta manera hacia la seguridad, el
hombre rico les da a cada uno de sus hijos un carruaje, pero no uno de las tres clases
que les había prometido, sino que les da a cada hijo un carruaje mucho más bello,
adornado con numerosas joyas y tirado por un buey blanco.

El Buda Shakyamuni compara la casa en llamas de la parábola con el mundo triple, y


las llamas con los sufrimientos del nacimiento y la muerte. El hombre rico es el Buda,
los hijos son todos los seres vivientes, y los juegos en los cuales ellos están absortos
son los placeres mundanos o la búsqueda de ellos. Las tres clases de carruajes
prometidos originalmente representan a los tres vehículos de los que escuchan la voz,
los despertados a la causa, y los bodhisattvas son simplemente medios para conducir a
las personas hacia el único vehículo del Buda (el carruaje del gran buey blanco).

Algo parecido ocurre hoy con nuestro consumo en busca de comodidad, placer y
riqueza, y cómo nuestro planeta ahora literalmente se está calentando y, en muchos
lugares, realmente se está quemando. Y, sin embargo, continuamos como de
costumbre, como si no nos diéramos cuenta de lo que está pasando.
>> La Parábola de las Tres Clases de Hierbas Medicinales y las Clases de Arboles:

El Buda Shakyamuni relata esta parábola en el capítulo “La parábola de las hierbas
medicinales” (quinto del S.L), para reiterar que el verdadero propósito del Buda es la
revelación del único vehículo de la Budeidad, pero que, debido a las diferentes
capacidades de las personas, cada uno lo entiende de manera diferente.

En la parábola, una gran nube envuelve el mundo y hace caer una lluvia que da vida
por igual a todos los pastos, flores, árboles, y hierbas medicinales. No obstante,
aunque la lluvia que cae sobre ellos es la misma, las plantas, árboles y las hierbas
medicinales absorben la humedad de manera diferente y crecen hasta alturas variadas
de acuerdo con su naturaleza individual.
De manera similar, el Buda expone imparcialmente sólo el único vehículo de la
Budeidad para todas las personas, pero estas lo entienden y se benefician de él de
manera diferente, de acuerdo con sus respectivas capacidades.

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