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Edith Stein
una filósofa de nuestro tiempo
Edith Stein: una filósofa de nuestro tiempo / Rubén Sánchez Muñoz [y otros]. — Bogotá: Aula de Hu-
manidades y Universidad Popular Autónoma del Estado de Puebla, 2020.
280 páginas; 23 cm. — (Colección Fenomenología y Hermenéutica)
1. Stein, Edith, 1891-1942 - Pensamiento filosófico
2. Fenomenología 3. Empatía. I. Sánchez Muñoz, Rubén, autor y editor.
142.7 cd 22 ed.
A1655315
Primera Edición
Bogotá, Colombia
2020
Índice
Prólogo 7
E
n este libro presentamos una serie de trabajos de diversos autores
que se han dedicado al estudio del pensamiento de Edith Stein, con
la finalidad de mostrar la relevancia que tienen las ideas de la alum-
na de Husserl en la actualidad. Y creemos que Edith Stein es una filósofa de
nuestro tiempo, pero ¿qué significado tiene esta propuesta? ¿En qué senti-
do es Edith Stein una filósofa de nuestro tiempo?
La razón puede ser muy sencilla, si se quiere. Son diversas las líneas
que desarrolló la filósofa de Breslau que pueden traerse a colación para
comprender fenómenos actuales de nuestra vida personal y social. Vamos
a mencionar brevemente los temas actuales presentes en la obra de santa
Teresa Benedicta de la Cruz, los cuales son abordados en esta obra. Ello
quiere decir que hay más líneas que pueden tratarse, pero las cuales no se
exploran en estos ensayos. Así como tampoco en estas líneas se agota el
contenido del texto en general.
En lo que se refiere al periodo fenomenológico de la obra de la filóso-
fa, tenemos los problemas de la comunidad y del Estado de los que tratan
Urbano Ferrer y Walter Redmond en sus trabajos. Ambos tienen como
horizonte de sentido las dificultades que hace más de cien años, desde la
fenomenología, apuntaban a los problemas del solipsismo, de la intersubje-
tividad y de los distintos tipos de asociaciones humanas. Edith Stein pudo
intuir con claridad la importancia de la Einfühlung o empatía para abordar
7
8 Rubén Sánchez Muñoz
el problema del conocimiento del otro. En obras tan importantes como So-
bre el problema de la empatía (la tesis doctoral de 1916 publicada un año
más tarde), luego en sus estudios sobre Causalidad psíquica e Individuo y
comunidad de los años 1918 y 1920 aproximadamente, y Una investigación
sobre el Estado (publicada en 1925), dedicará reflexiones de vital importan-
cia no solo para comprender la fenomenología, sino también para tratar
de comprender los problemas a los que la investigación fenomenológica se
abre. No es desacertado afirmar que en Edith Stein no aparece el problema
del solipsismo, pero ello es así, debido a que desde un primer momento se
preguntó cómo tenemos experiencia de la conciencia ajena y vio en la em-
patía el fenómeno que le daba acceso a las vivencias ajenas. Un fenómeno
más que aparece en este periodo y que resulta de actualidad y valor para la
filosofía actual es el del cuerpo vivo (Leib) y las experiencias o vivencias de
sentimiento ligadas al tema de la constitución de la persona. Del cuerpo
vivo o propio y la empatía trata el texto del coordinador de este volumen.
En otro grupo de trabajos tenemos aquellos que tratan de comprender
el paso de Edith Stein de la fenomenología al estudio de Tomás de Aquino.
Es verdad que Stein no se interesó únicamente por el estudio del doctor
Angélico, sino de otros autores de la Edad Media o de épocas anteriores.
Sabemos que trabajó la obra de Pseudo Dionisio Areopagita, y que en obras
importantes como lo es Ser finito y ser eterno está en juego el influjo de
san Agustín de Hipona y Duns Scoto, al igual que los estímulos de autores
contemporáneos de la filósofa como lo son Hedwig Conrad-Martius, Max
Scheler y Martin Heidegger e interesantes discusiones con D. von Hilde-
brand y A. Pfänder. Pero es verdad también que a santo Tomás dirigió un
interés especial, que el doctor Angélico ocupa un lugar central dentro de su
obra, tan solo si pensamos en estos tres textos: ¿Qué es filosofía? Un diálogo
entre Edmund Husserl y Tomás de Aquino (1929), Acto y potencia (1932/33)
y Ser finito y ser eterno (1936), sin olvidar su traducción del De veritate,
publicado en dos tomos en 1931/1932, respectivamente. Tomás de Aquino
ocupa un lugar importante dentro de las obras de madurez de la filósofa,
como lo muestran los trabajos de Miriam Ramos y Walter Redmond; este
último obligado a pensar la relación de la filosofía de Edith Stein con el
Prólogo 9
Urbano Ferrer
Universidad de Murcia, España
ferrer@um.es
Introducción
E
s significativo que el eje del pensamiento moderno haya estado en el
cogito cartesiano desvinculado1. Paralelamente, en el orden político,
Maquiavelo introduce la razón de estado emancipada, heredada por
Hobbes y que derivará en el equilibrio entre potencias, como el sellado en la
paz de Westfalia (1648) por las potencias europeas. También la defensa de
los derechos subjetivos iba a estar bajo el signo del individuo en el arco de
la modernidad, desde la entronización por Locke del derecho de propiedad
como base de todo derecho posible hasta la Declaración de los derechos del
hombre y del ciudadano por la Asamblea Nacional en el pórtico de la Revo-
lución Francesa (1789). Igualmente, la democracia moderna reivindicativa
se inaugura en Francia con el lema rousseauniano de «cada hombre, un
voto», transformándose de ese modo sin más lo que es votación privada y
secreta en el poder público de las Cámaras representativas. Podríamos pro-
seguir con el ámbito de lo económico, donde la búsqueda del beneficio in-
dividual se convierte en el motor e incentivo para promover el bien general,
según la conocida ley de Adam Smith, que llevará a Mandeville a equiparar
el vicio privado de la avaricia con la virtud pública de la productividad en
la conocida fábula de las abejas. Baste con estos ejemplos de bulto para
1
Sobre la dominancia del pensamiento desvinculado a lo largo de la Edad Moderna, cf. Dreyfus, H.,
y Taylor, Ch. Recuperar el realismo. Madrid: Rialp, 2016.
13
14 Urbano Ferrer
2
El individualismo alcanza su clímax en la Ilustración, que reemplaza la noción de hijo, esencial-
mente dependiente de los vínculos familiares, por la del individuo que se ha elevado al estado de
madurez y autonomía; ello está presente a su modo en los órdenes económico, político y social de la
vida civil, pero también en la interpretación de la Sagrada Escritura según el libre examen luterano.
Cf. Ratzinger, J. Iglesia, ecumenismo y política. Madrid: BAC, 1987, p. 200 ss.
3
Por ejemplo, el feudalismo se propaga en una etapa histórica en la que se privilegia el pacto, con
el énfasis en los derechos y obligaciones de las partes, mientras que el centralismo y absolutismo
políticos de la Edad Moderna implican la predominancia del todo y casi la insignificancia de las
potestades individuales. Con todo, la mentalidad feudal no equivale a un individualismo de tipo
anarquista, como el que aparecerá en escena a finales del siglo xix.
Las comunidades de pertenencia en la tradición fenomenológica... 15
dades básicas y las propiedades que de ellas derivan pueden ser puestas de
relieve con el instrumental antropológico adecuado; esto evita su precipita-
da asimilación en exclusiva a alguna de sus expresiones históricas.
La fenomenología nos suministra a este respecto el acceso a una esencia
idéntica, que subyace a sus diversas conformaciones sociales y que, de ese
modo, las contradistingue de lo que propiamente no es comunidad. Aten-
deremos centralmente para ello a los relevantes aportes fenomenológicos
y ontológicos de Edith Stein, quien tenía presentes los ingentes efectos ne-
gativos de las unilateralidades anteriores en su época, completándolos con
algunas indicaciones al respecto de Reinach, Husserl y Dietrich von Hilde-
brand, y ciertas alusiones contemporáneas y ejemplos interpretativos bajo
la responsabilidad de quien lo escribe.
Vamos a entender por actos sociales al nivel más elemental; aquellos que
incluyen reciprocidad mediante las disposiciones anímicas, las cuales son
consolidadas por medio de ellos; por ejemplo, la relación de amistad. Según
Edith Stein: «Hasta que dos hombres no dan expresión a su disposición
anímica (Gesinnng) recíproca, hasta que el uno no se entera de la del otro
y le ofrece réplica no existe una relación de amistad. Las personas están en
esta relación. Son amigas»4.
Una clasificación sumaria de los actos sociales, desarrollada por Adolf
Reinach5 y a la que atiende Stein, es la que los agrupa en meramente in-
tencionales, performativos y comunicativos. Si se deja a un lado el caso
especial de los actos comunicativos, la diferencia entre los primeros y los
segundos responde a la doble vertiente —interna o psíquica y externa o
corporal— que se encuentra en el ser humano: en efecto, cuando alguien
se dirige al otro sin manifestarse necesariamente con palabras o gestos,
4
Stein, E. La estructura de la persona humana. Madrid: BAC, 1998, p. 247.
5
Reinach, A. Los fundamentos a priori del derecho civil. Granada: Comares, 2011. Cf. Ferrer, U. “Los
múltiples aprioris de los actos sociales en Adolf Reinach”. Tópicos, núm. 49, 2015, pp. 209-230.
16 Urbano Ferrer
los actos son tan solo intencionales, como un acto de gratitud o de perdón
interiores (los cuales, si se expresan exteriormente, es porque ya se han
cumplido de modo completo internamente); cuando, en cambio, pertenece
a la esencia de estos actos el expresarse corporalmente y ser percibidos co-
rrelativamente por el otro, en quien por su dinámica esencial provocan una
respuesta, son performativos, del tipo de prometer-crear una expectativa,
ordenar-obedecer, preguntar-responder…
Solo con estos últimos actos comparece el nosotros en su sentido pleno,
por cuanto existe una situación objetiva consciente y asumida por las dos
partes que está en el origen de los mismos. Con el nosotros recíproco la
relación social gana una consistencia de la que carecen aquellas formas de
unidad del nosotros que son solo periféricas, tales como la serie de los sus-
criptores de una revista o de los que “hacen cola” para esperar un autobús,
según los ejemplos sartrianos de conjuntos en serie en los que inicialmen-
te falta toda reciprocidad en atención a la situación objetiva común. Más
próximos estamos al enlace recíproco —sin llegar todavía a serlo— cuando
el vínculo se debe a la pertenencia a una misma generación o a un mismo
pueblo o incluso ocasionalmente a la visita guiada a una exposición artísti-
ca, por mencionar distintos tipos de ejemplos.
Pero la conciencia del nosotros no puede por menos de hacerse explí-
cita, ahora sí, allí donde el motivo unificador es percibido como tal en co-
mún. Es lo que ocurre cuando alguien en peligro pide auxilio a quien pasa
por allí y este le responde, o cuando varios leñadores participan en la tala
de un árbol. Otra posibilidad en que también se muestra la conciencia del
nosotros es en las tomas de posición afectivas vividas en común, como es la
alegría compartida por el buen éxito del grupo a que se pertenece, distinta
del agregado de las alegrías particulares en cada uno de los miembros6.
Sin embargo, la conciencia manifiesta del nosotros, por más que sea du-
radera, tampoco basta para la constitución de una comunidad7. Mientras
6
Es un ejemplo ampliamente comentado por Edith en Stein, E. Individuo y comunidad. Obras Com-
pletas II. Monte Carmelo Burgos, 2005, pp. 347 ss.
7
«No basta con reconocer las relaciones vivenciadas entre las personas como fundamento real y úni-
co del concepto de comunidad». En: Hildebrand, D. Metaphysik der Gemeinschaft. J. Regensburg:
Habbel, 1955, p. 136 ss.
Las comunidades de pertenencia en la tradición fenomenológica... 17
9
Stein, E. La estructura de la persona humana, p. 246.
Las comunidades de pertenencia en la tradición fenomenológica... 19
13
«La comida en común es parte fundamental en la fundación de la familia como una institución so-
cial, como una comunidad permanente; como tal se constituye para la conciencia de los miembros
de la familia. La familia no es solo un modo consagrado por la costumbre de vivir juntos, de mante-
nerse en relación mutua, sino una comunidad de vida con regulaciones vitales, que tienen carácter
social». Husserl, E. Zur Phänomenologie der Intersubjektivität. Texte aus dem Nachlass. Zweiter teil:
1921-1928 II, ed. Iso Kern. Husserliana XIV. Den Haag: Martinus Nijhoff, 1973, p. 178.
14
Polo, L. ¿Quién es el hombre? Madrid: Rialp, 1991, p. 132 ss.
22 Urbano Ferrer
(Hay que separar) el valor específico que reside en la nación y que va ligado
a la realización de su individualidad y el valor especial de ciertas individuali-
dades conjuntas. Toda nación porta el primero. Por el contrario, el valor que
porta una nación espiritualmente tan señalada como la griega está fundado
naturalmente en su individualidad nacional singular, por lo que no adhiere por
completo a toda nación, ya se trate de una individualidad destacada. Tenemos
que distinguir aquí, pues, entre los valores especiales, que encuentran su reali-
zación específica en la nación como tal y que están tanto más presentes cuanto
más auténtica y destacada es la comunidad nacional, y los valores especiales
que portan determinadas naciones18.
18
Hildebrand, D. Metaphysik der Gemeinschaft. Op. cit., p. 319.
Las comunidades de pertenencia en la tradición fenomenológica... 25
19
Stein, E. Una investigación sobre el Estado. Obras II. Burgos: Monte Carmelo, Burgos, 2005, p. 612.
26 Urbano Ferrer
20
Kriele, M. Liberación e Ilustración. Barcelona: Herder, 1982, p. 42 ss.
Las comunidades de pertenencia en la tradición fenomenológica... 27
21
De ello me he ocupado en Ferrer, U. Amor y Comunidad. Un estudio basado en la obra de von Hilde-
brand. Pamplona: Eunsa, 2000; “Opinión pública y poder político: análisis habermasiano y réplicas”.
En: El vuelo de Ícaro, vol. 2, núm. 3, 2001/2002, pp. 479-496.
28 Urbano Ferrer
22
Stein, E. La estructura de la persona, p. 253. Sobre el tipo en E. Stein ver: Merino, F. “La noción de
tipo como base para una nueva filosofía de la cultura”. En: Ferrer, U. (ed.). Para comprender a Edith
Stein. Madrid: Palabra, 2008, pp. 243-266. Cf. También la noción de tipo como medidora entre la
especie y el individuo en Polo, L. Ética. Hacia una versión moderna de los temas clásicos, Obras
completas XI. Pamplona: Eunsa, 2018, p. 197 ss.
Las comunidades de pertenencia en la tradición fenomenológica... 29
26
Stein, E. La estructura de la persona. Op. cit., p. 278.
27
Idem.
32 Urbano Ferrer
A modo de conclusión
En definitiva, para nuestra autora es claro que familia y nación no son sim-
ples agrupaciones sociales de esencia incierta y sustituibles por otras, sino
que en tanto que comunidades de pertenencia se cumple en ellas de modo
diferenciado la relacionalidad constitutiva del ser humano, pero en planos
o formalizaciones distintos. Por ser ambas fundamentales, su diferencia no
puede resolverse cuantitativamente, sino que se cruzan y en parte solapan,
porque cada cual otorga una identidad tipológica a los individuos huma-
nos. No están en el orden de la esencia de la persona, manifestativa de su
ser, pero son lo más próximo a ella, ya que la esencia finalizada del esse del
hombre ha de discurrir por los cauces que familia y nación respectivamente
le ofrecen, como indispensables que son para el acabamiento o perfección
dinámicos de su ser.
Esta pertenencia natural a una familia y a un pueblo se confirma en el
hecho de que el Redentor de la humanidad no solo ha asumido la naturaleza
humana, sino que con ella ha nacido en la Sagrada familia de Nazaret, en la
que desarrolló su humanidad, así como ha venido al mundo al hacer parte
del pueblo de Israel, con el que compartió humanamente su suerte —desde
hablar su lengua, seguir sus ritos y celebraciones, pagar los impuestos hasta
someterse al edicto de Augusto por el que nació en Belén de Judea—. No se
entiende la esencia de la persona sin esa doble herencia dinámica e histórica,
una vez que sus antecesores se la han comunicado —esto salva ciertamente
el caso singular de los primeros progenitores, para los que no existían toda-
vía un pueblo ni una familia humana que los acogieran—.
Edith Stein acerca del Estado
Walter Redmond
Universidad de Austin, Texas
wbredmond.wr@gmail.com
E
ine Untersuchung über den Staat corresponde a un grupo de escritos
filosóficos que Edith Stein, Santa Teresa Benedicta de la Cruz (1891-
1942), compuso antes de hacerse católica a principios de 1922. En-
tre ellos, se encuentran la tesis doctoral que escribió bajo la dirección de
Edmund Husserl, On the Problem of Empathy (1916)1 y dos escritos más
que componen sus Contribuciones para la fundamentación filosófica de la
psicología y las ciencias del espíritu: «Causalidad psíquica» e «Individuo y
comunidad» que acompañaron su solicitud para un puesto en la Univer-
sidad de Göttingen en 1919 y que apareció en el Jahrbuch für Philosophie
und phänomenologische Forschung (1922)2. Su monografía sobre el Estado
también fue publicada en el Jahrbuch en 19253, y aunque sustancialmente
acabada antes de su conversión, muestra una marcada afinidad por la reli-
gión y el catolicismo en particular.
1
Stein, E. Zum Problem der Einfühlung. Halle: Max Niemeyer, 1917; reimpreso, Munich G. Kaffke
Verlag, 1980. (trad. de W. Stein, ICS Publications, vol. 3 de The Collected Works of Edith Stein
Washington, 1989).
2
Stein, E. „Psychische Kausalität e Individuum und Gemeinschaft“. En: Beiträge zur philosophische Be-
gründung del Psychologie und der Geisteswissenschaften. Jahrbuch, vol. 5, Halle: Niemeyer, 1922 dedi-
cado a Husserl en su 60º cumpleaños. Segunda edición con Eine Untersuchung über den Staat. Tübin-
gen: Niemeyer 1970. Aparecerá una traducción de M. C. Baseheart y M. Sawicki (ics Publications).
3
Stein, E. Eine Untersuchung über den Staat, en Jahrbuch, vol. 7. Halle: Niemeyer, 1925; segunda
edición con Beiträge, Tübingen: Niemeyer, 1970.
33
34 Walter Redmond
Vida y filosofía
4
Husserl, E. Logische Untersuchungen/ Prolegomena zur reinen Logik, 1900-1901.
Edith Stein acerca del Estado 35
5
Stein, E. Des heiligen Thomas von Aquino/ “Untersuchungen über die Wahrheit” en la traducción
alemana, dos volúmenes. Breslau: O. Borgmeyer, 1931; J. H. Kardenal Newman/ Cartas y Diarios
hasta la Transición hacia la Iglesia, 1801-1845, Munich: Theatiner Verlag, 1928; Potenz und Akt/
Studies on a Philosophy of Being, escrito en 1931 como Habilitationsschrift para la Universidad de
Friburgo (en donde no consiguió un puesto) y publicado por primera vez como volumen 18 de las
Obras de Edith Stein. Friburgo: Herder,1998.
6
Ver: Stein, E. Endliches und ewiges Sein/ Versuch eines Aufstiegs zum Sinn des Seins, vol. 2 of Edith
Steins Werke. Friburgo en Brisgovia: Herder, 1950, 1986; Kreuzeswissenschaft/ Studie über Joannes a
Cruce, vol. 1, Louvain, Nauwelaerts, Friburgo: Herder, 1954.
Edith Stein acerca del Estado 37
El Estado
podía ver por qué debería estar mejor que ellos». Luego trató de encontrar
un trabajo en un hospital de campaña9.
El trabajo de Santa Teresa Benedicta sobre el Estado se divide en dos
partes: la estructura del Estado y su relación con el valor. Su planteamiento
general incorpora la conocida distinción fenomenológica entre eidético y
empírico, entre necesidad y hecho: entre lo que pertenece “en principio” a
la noción “óntica” de algo, a su esencia a priori, y lo que pertenece a un algo
«de hecho», tal como existe realmente. Por lo tanto, primero establece la
esencia del Estado y luego relaciona la esencia con los estados reales. Un
ejemplo de este procedimiento es su visión de la teoría del contrato social
de T. Hobbes, J.-J. Rousseau y otros, es correcta al afirmar que los ciudada-
nos deberían participar en la elaboración de las leyes, pero errónea, como
explicación de cómo emergen históricamente los estados.
Para comprender la distinción de Santa Teresa Benedicta entre prin-
cipio y hecho es bueno tener en consideración un viejo dicho escolástico:
abstrahentium non est mendacium: enfocarse en un lado de una distinción
ignora al otro por el momento, pero no lo niega. Cuando afirma que la ética
y la religión están fuera de la esencia del Estado, no niega su importancia y
relevancia para el éste. También es bueno tener en cuenta que su enfoque
es abstracto: excluye deliberadamente la referencia a circunstancias reales,
aunque con frecuencia da ejemplos «fácticos».
Estado y Comunidad
Las distintas teorías sobre el Estado parten del hecho de que el Estado es una
forma social. Ciertamente, el hecho de que los sujetos vivan en el Estado y
desempeñen funciones bastante definidas en su organización resultará ser un
aspecto indispensable de su estructura. Por lo tanto, si queremos ver esta es-
tructura claramente, podemos empezar por examinar las posibles formas en
principio con las que vivimos conjuntamente10.
9
Ibid., pp. 297, 393, nota al pie 159, p. 348.
10
Stein, E. Eine Untersuchung über den Staat, p. 1 / 285. Usamos la paginación del Jahrbuch 1925, vol.
Edith Stein acerca del Estado 39
Stein menciona tres maneras de vivir juntos: como masa (Masse), como
comunidad (Gemeinschaft) y como sociedad (Gesellschaft). «Masa» implica
el «estar juntos» (Zusammensein) sin el más mínimo sentido de pertenen-
cia, sin «espíritu» o «mente» (Geist). Pero la comunidad connota una con-
ciencia de vivir «unos con otros» (miteinander); tiene «espíritu», una vida
propia. Las comunidades «surgen» por sí mismas, pero las sociedades son
deliberadamente «fundadas» como refundición racional de la comunidad.
El Estado está relacionado con estas formas sociales: idealmente supone
comunidad, pero la sociedad presupone el Estado.
Santa Teresa Benedicta ilustra dos comunidades en los polos de la orga-
nización social: los círculos familiares y de amistad en la parte inferior y en
la parte superior de la humanidad, la comunidad de comunidades. Otros se
encuentran entre: grupos de parentesco, pueblos (Völker), religiones, par-
tidos políticos, sindicatos, clases sociales, culturas, razas, etc. El Estado co-
rre entre los polos, puesto que atraviesa estas comunidades de una manera
compleja. Ella insiste en que las definiciones vienen al final de un análisis,
no al principio, por ello define el Estado al final de la primera sección de
esta manera: «el Estado es una entidad social en la que las personas libres
están integradas de tal manera que una o más personas gobiernan sobre las
demás (o todas gobiernan) en nombre de toda la entidad»11.
Soberanía
7, pp. 1-123. El Jahrbuch también incluye la numeración 285-40 en la edición de 1970. En nuestra
forma de citar incluimos ambas paginaciones y las separamos con una diagonal, en razón de que se
refieren a ambas ediciones respectivamente.
11
Ibid., p. 65 / 349.
12
Ibid., p. 5 / 289.
40 Walter Redmond
13
Ibid., p. 22 / 306.
14
Ibid., p. 43 / 327.
Edith Stein acerca del Estado 41
Pueblo y Nación
15
Ibid., p. 44 / 328.
42 Walter Redmond
Una comunidad puede pretender ser un pueblo sólo si su propia cultura sur-
ge de su espíritu. Por cultura me refiero a un cosmos bien definido de bienes
espirituales (obras de arte o ciencia, incluso el estilo de vida personal de sus
miembros). Cada cultura tiene un centro espiritual que ha producido estos bie-
nes: una comunidad creativa cuya alma (seelisch) se ve afectada y se refleja en
todo lo que produce16.
Una cultura puede ser más grande o más pequeña que un pueblo. Varios
pueblos pueden compartir la misma cultura y, dentro de una cultura, una
familia extendida o una clase social pueden formar una subcultura. Pero
ser creativo es esencial sólo para un pueblo; cuando la cultura se extingue, el
pueblo perece. El ejemplo de Santa Teresa Benedicta de cómo los conflictos
entre dos culturas pueden desestabilizar un Estado es la situación exigida en
la que un territorio dentro de una unidad política tiene fuertes lazos étnicos
con otro; por supuesto, se nos recuerda a Kosovo y a Irlanda del Norte.
Así como la soberanía es para un Estado, la autonomía cultural es para
un pueblo. Aquí, hay reciprocidad: un pueblo necesita un Estado para su
protección, y un Estado necesita el poder creativo de un pueblo para darle
contenido, dirección y legitimar su autoridad. Tanto la nación como la gen-
te tienen una especie de personalidad y en ambos hay un sentido de perte-
nencia a la comunidad. Pero los ciudadanos de una nación son conscientes
reflexivamente de pertenecer a la nación. Cuando un pueblo madura, se
convierte en una nación; de la misma manera que una persona individual
crece en autoconocimiento.
Entonces, en su esencia, el Estado no necesita ser un pueblo ni una na-
ción. Cuando los tres están presentes hay una interacción, pero el desarro-
llo de la gente puede verse frustrado cuando el sentimiento nacional no
aparece en el Estado. Como la soberanía no se ve afectada por el número
de ciudadanos, los Estados pueden variar ampliamente en tamaño. Por una
parte, un pueblo no puede sostener un crecimiento ilimitado de la pobla-
ción; por otro lado, un pueblo necesita una masa crítica para funcionar, ya
que un cosmos cultural debe basarse en el logro de personas y asociaciones.
16
Stein, E. Eine Untersuchung über den Staat. Op. cit., p. 14 / 298.
Edith Stein acerca del Estado 43
Políticos y Ciudadanos
A los demás ciudadanos les basta con cumplir su deber para con el Es-
tado; no necesitan ningún sentido de anhelo del Estado e incluso pueden
ser hostiles a él.
Pero el corazón de Santa Teresa Benedicta está con el pueblo. La situa-
ción sana y normal es cuando el Estado está ligado a un pueblo. Es cierto
que un Estado puede existir aparte de un pueblo al exigir a sus súbditos
sólo “lealtad”, pero tal Estado es una coraza hueca. La Prusia de Federico el
Grande no tenía un pueblo prusiano ni un sentimiento nacional prusiano
que la reforzara.
Cualquier Estado que atraiga a individuos a su esfera (ya sea que sirvan volun-
tariamente o bajo coacción) que carezca de la organización y personalidad de
un pueblo (uno o más) siempre nos parece extraordinariamente extraño (un-
heimlich). Es como una máquina que necesita vidas humanas para ponerse en
marcha y seguir funcionando, pero que nunca cobra vida por sí misma y per-
manece indiferente a las vidas que absorbe. El Estado es desalmado y no tiene
ninguna productividad que provenga de un alma; por eso parece extraño, y en
cierto sentido indecoroso, cuando las almas se dedican a él, para su existencia.
Para un pueblo el caso es muy diferente. Es cierto que no pide el compromiso
total de sus miembros. Pero es una comunidad de trabajo que produce obras
del alma y tiene su propio poder para crear obras de cultura. Los individuos
17
Ibid., p. 21 / 305.
44 Walter Redmond
son sus depositarios, pero nutren sus almas (del Estado sólo obtienen servicios
externos que como tales son más obvios). Y es por eso que pensamos que es
mucho más natural y sensato que una persona ame a su pueblo, y sólo de ma-
nera derivativa ame su Estado como la forma externa de su pueblo, no por su
propio bien18.
Por otro lado, un Estado sin pueblo puede tener valor; puede velar por
el desarrollo de sus miembros y sus comunidades y ayudar al nacimiento
de un pueblo.
Ley
18
Ibid., p. 23 / 307.
19
Ibid., p. 25 / 309, nota al pie 2.
Edith Stein acerca del Estado 45
Una determinación legal puede estar justificada por coincidir con una situa-
ción legal intuida. En realidad, sin embargo, las disposiciones del derecho po-
sitivo son, en general, independientes de cualquier base teórica; no deben su
contenido a la perspicacia, sino a la pura arbitrariedad. Por lo tanto, “recono-
cer” una ley no implica ningún consentimiento teórico, y no tiene sentido pre-
guntarse si está bien o mal. Reconocerlo significa someterse a él o a la voluntad
del legislador20.
20
Ibid., p. 26 / 310.
46 Walter Redmond
Derecho Internacional
Si la soberanía y la legislación son propias del Estado como tal, ¿cómo pue-
de haber una «ley de naciones», es decir, el derecho internacional, el jus
gentium? Santa Teresa Benedicta, en respuesta, define el derecho interna-
cional como una convención, y distingue entre la ley pura y las convencio-
nes existentes entre los Estados. El conflicto es posible; el mismo tratado
puede tener razón porque está de acuerdo con la ley positiva, pero es inco-
rrecto por contravenir la ley pura. Romper un tratado va contra la ley pura,
pero no contra la ley positiva.
Es un dilema. Si la «ley» de las naciones no es más que una convención,
¿cómo puede ser una ley? Y si lo es, ¿quién o qué organismo hace las leyes
internacionales? Santa Teresa Benedicta examina las sugerencias hechas
por H. Grotius. Puede ser que los representantes de varios países emitan
una directiva que vincule a sus gobiernos, pero en este caso el cuerpo de
representantes sería soberano. O bien, el organismo obtiene su mandato de
los Estados individuales, pero ¿cómo pueden los representantes de un país
legislar para otro? Ella responde que el derecho internacional es compatible
con la soberanía del Estado únicamente si se toma como un conjunto de
Edith Stein acerca del Estado 47
21
Ibid., p. 66 / 350. Se refiere al Staatslehre del Fr. J. Stahl, 1856.
48 Walter Redmond
Hecho y Teoría
22
Ibid., p. 74 / 358.
Edith Stein acerca del Estado 49
Valor
23
Ibid., p. 96 / 380.
Edith Stein acerca del Estado 51
24
Ibid., p. 102 / 386.
25
Ibid., p. 109 / 393.
52 Walter Redmond
Una regla para la política práctica de los partidos que convertiría al Estado en
un “reino moral”: empezar por un pueblo, no por un Estado. El Estado, por su
propio bien, debe adaptarse al ethos de la gente. Pero sin tal base, adecuar el
Estado a los principios morales resulta absurdo y hostil al mismo26.
Culpa
Edith Stein añadió una larga nota a pie de página al pasaje donde distingue
entre actos morales y legales. Afirma que el uso de términos de estados de
cosas tanto éticos como legales causa confusión. «Culpabilidad» o «culpa»
26
Ibid., p. 111 / 395.
27
Ibid., p. 112 / 396.
Edith Stein acerca del Estado 53
28
En este contexto, se opone a varias afirmaciones de von Hildebrand encontradas en su “Zum Wesen
der Strafe” (Zum Wesen der Strafe), Philosophisches Jahrbuch der Görresgesellschaft, primavera de
1919.
54 Walter Redmond
Historia
29
Stein, E. Eine Untersuchung über den Staat. Op. cit., p. 108 / 393.
30
Ibid., p. 114 / 398.
Edith Stein acerca del Estado 55
Religión
El dicho del Señor “dad al César lo que es del César”, mostrando que Dios desea
o al menos sanciona el estado y la obediencia al mismo. Es, no obstante, sólo un
reconocimiento cualificado de la soberanía estatal, suponiendo que el Estado
no excluye “dar a Dios lo que es de Dios”. Si por propia iniciativa el Estado lo
incorpora a las normas de su vida, entonces hay una base para una coexistencia
de hecho sin problemas entre el Estado soberano y la religión o la Iglesia32.
31
Ibid., p. 117 / 401.
32
Ibid., p. 118 / 402.
56 Walter Redmond
La teocracia es una de las diversas formas que puede adoptar este com-
promiso:
33
Idem.
34
Ibid., pp. 118-9 / 402-3.
35
Ibid., p. 119 / 403.
Edith Stein acerca del Estado 57
Dios. Esto nos lleva a la sorprendente conclusión de que el Estado, que parecía
amenazado en su noción por la religión, en realidad sólo puede existir precisa-
mente si es soportado por esta esfera36.
36
Idem.
58 Walter Redmond
37
Ibid., p. 123 / 407.
Edith Stein y las ciencias de la naturaleza
Introducción
E
l tema escogido para este estudio podría considerarse enteramente
marginal. Edith Stein no fue una científica, ni su filosofía está decisi-
vamente influida por las ciencias naturales ni por las ciencias forma-
les. Pero si Juan Pablo II caracterizó a Edith Stein como una testigo del siglo
xx, esto alcanza también a la ciencia. En la autora judía encontramos, efec-
tivamente, desde una toma de contacto con naturalistas del s. xix —Haeckel
o Darwin— hasta una mención de la teoría de la relatividad, pasando por
sus prolijas consideraciones en torno a la psicología empírica. Esto quiere
decir que, de algún modo, ha sido testigo —aunque sea testigo lejano—,
del paso de la ciencia que algunos llaman clásica a la ciencia moderna, si es
que se puede dividir la historia de la ciencia en antigua, clásica y moderna.
Mas también hay una referencia a la variedad de las ciencias. Por la impor-
tancia que ha tenido para el desarrollo de la ciencia natural desde el Rena-
cimiento no será ociosa alguna alusión a la matemática. Pero es evidente
que una ciencia formal como la matemática no está en el mismo plano que
una ciencia natural como la física. Y que esta última tampoco es equiparable
a la psicología empírica que Edith Stein consideró como ciencia natural y
sobre la que más opiniones vertió. Por otra parte, ni matemática, ni física, ni
psicología suplantan el ámbito propio de los estudios biológicos, sobre cuya
configuración evolucionista también se pronunció Edith Stein.
59
60 José Luis Caballero Bono
Todo indica que ella fue consciente de esta diversidad de las ciencias y
de la distancia que mantenía respecto de ellas su propia actividad como fe-
nomenóloga. Y aunque a veces el objeto material de su investigación coin-
cide con el de alguna ciencia positiva, Edith Stein no solamente se mantiene
en un orden de indagación diferente, sino que conserva hasta el final la
confianza en una aproximación diferente al estudio de la naturaleza y con
una tradición anterior a la fenomenología: la de la filosofía de la naturale-
za. También de esta conoce versiones decimonónicas y otras plenamente
contemporáneas a su trabajo. Empezamos por este capítulo y avanzamos
en orden a dar una visión de conjunto de la relación de Edith Stein con la
ciencia de la naturaleza.
Edith Stein relata que cuando anunció en familia que deseaba estudiar filo-
sofía, su primo Richard Courant le preguntó si se había ya ocupado de algu-
na lectura filosófica. Ella repuso: «No, propiamente todavía no. Pero quiero.
He leído algo de Haeckel. Pero eso no merece el nombre de filosofía»9.
Todavía en edad preuniversitaria, Stein ya percibe una diferencia en-
tre filosofía y ciencia. A Ernst Haeckel lo miramos hoy como científico y
zoólogo, pero también como comprometido con una interpretación ma-
terialista de la realidad. Esto es filosofía, ciertamente, pero para Edith no
merecería dicho nombre. En su juicio parece haber una sentencia implícita
contra cualquier visión materialista, y no solo acerca de la ubicación episte-
mológica de la obra de Haeckel. Pascual Jordan, en el libro antes mentado,
nos dice de Haeckel lo siguiente:
9
Stein, E. Aus dem Leben einer jüdischen Familie und weitere autobiographische Beiträge. esga 1,
Freiburg i, Breisgau: Herder, 2002, pp. 130-131.
10
Jordan, P. El hombre de ciencia ante el problema religioso. Op. cit., p. 127.
Edith Stein y las ciencias de la naturaleza 65
alusión, era auxiliar del matemático David Hilbert, que a finales del s. xix
había llevado a cabo una axiomatización completa y sin residuos de los
Elementos de Euclides, pues salió al paso de las lagunas que la obra original
presenta en su arquitectura deductiva.
Menos conocida que Hilbert es la matemática Emmy Noether. Fue el
propio Hilbert y Felix Klein quienes reclamaron su presencia en Gotinga.
No hay constancia de que Edith Stein la llegara a conocer personalmente,
aunque sí la menciona11. Cuando en 1919 intenta optar a un puesto docen-
te en la Universidad de Gotinga, Emmy Noether acababa de ser aceptada
como primera mujer docente de dicha universidad. El propio Albert Eins-
tein había leído trabajos de Noether sobre la generación de invariantes y
había expresado que sería una grave injusticia denegarle la venia legendi.
El otro campo en que destacaba Gotinga era el de la psicología, en el
que Edith Stein mantuvo interés desde sus estudios en Breslau. La figura
destacada en este campo era Georg Elias Müller, director del Instituto de
Psicología que hoy lleva su nombre. Edith sigue con Müller un curso sobre
«Psicofísica de las sensaciones cromáticas»12. La psicofísica era un inten-
to de traducir a términos cuantitativos lo cualitativo de las sensaciones.
Si bien tuvo cierta acogida en Europa, como en el caso del español Julián
Besteiro, Edith se sumó en seguida a las voces críticas como antes habían
hecho Bergson y otros. Esta actitud fue determinante para que Georg Elias
Müller expresara luego su disconformidad con la entrada de Edith Stein en
el claustro docente de Gotinga13.
Un colaborador destacado de Georg Elias Müller era David Katz. Edith
siguió un curso de estética con él, curso que no sabemos si estuvo enfocado
desde la psicología positiva. Seguramente que los lectores de Xavier Zubiri
recordarán el ejemplo que él aduce en Inteligencia y realidad sobre el modo
de percibir que tiene el cangrejo. Este percibiría la constelación roca-presa,
11
Cf. la carta del 12 de diciembre de 1919 al ministro de Ciencia, Arte y Educación. Konrad Haenisch.
En: Stein, E. Selbstbildnis in Briefen I (1916-1933)Freiburg in, Breisgau: Herder, 2000, p. 50.
12
Era incorrecta la traducción “de la sensación ocular” que a veces se ha dado.
13
Edith Stein supo de este voto negativo, como se lee en la carta del 8 de noviembre de 1919 a Fritz
Kaufmann. Cf. Stein, E. Selbstbildnis in Briefen I (1916-1933), pp. 46-47.
66 José Luis Caballero Bono
Hay otra razón que puede estar en el origen del desencanto respecto a
la psicología, y es la insuficiencia del conocimiento que la psicología alcan-
za del sujeto que estudia. Esta objeción aparece en textos tardíos de Edith
Stein, aunque es posible que algo de esto compareciera ya en las reservas
15
Stein, E. Aus dem Leben einer jüdischen Familie. Op. cit., p. 88.
16
Ibid., p. 174.
68 José Luis Caballero Bono
que tuvo que oír el profesor Louis William Stern de sus alumnos en Breslau.
Edith formula sus objeciones de dos maneras:
a. Por un lado, reprocha a esta psicología: «El grave error pedagógico
de ver al hombre individual como un ‘caso’ de una ley universal o un
ejemplar de un tipo general»17. Es decir, que la psicología es incapaz de
captar lo genuinamente individual del hombre:
tos. Lipmann fue muy amable con Edith Stein, le mostró fotografías para
estudio, pero él mismo no depositaba mucha confianza en los resultados.
Stein recuerda que: «Mi visita a Klein-Glienicke fue lo único que hice para
mi tesis doctoral de psicología».
El problema de la evolución
21
Cf. San Agustín. Del libre albedrío, libro 2, cap. 3, n. 7. Madrid: Editorial Católica, 1947.
Edith Stein y las ciencias de la naturaleza 71
interés a los ojos del filósofo, pues «no exige otra cosa»22. Y hasta un autor
más cercano a los hábitos mentales kantianos, como Hans Jonas, reconoce
que aceptar un emergentismo de efectos rigurosamente nuevos o novedad
esencial de lo sobrepuesto —«saltos cualitativos»— obliga a aceptar conse-
cuencias inasumibles, como el paralelismo psicofísico. En la interpretación
de la naturaleza hemos de dejarnos «instruir por lo más elevado y rico acer-
ca de todo lo que se halla por debajo»23.
Por eso, con respecto a la evolución interespecífica, Stein afirma su
posibilidad y matiza que «nada cabría deducir de ella a favor de una in-
terpretación materialista y monista del mundo, como lo ha hecho una su-
perficial filosofía popular, ni tampoco una refutación del relato bíblico de
la creación»24. En estas palabras resuena la «filosofía popular» de Haeckel
que había conocido en su juventud, se expresa una crítica al naturalismo
cientificista y consecuentemente se advierte la persuasión de que la ciencia
natural no ofrece la verdad completa sobre el mundo, sino una perspectiva
limitada, pero que puede ser válida si no deriva consecuencias que no se
siguen de las premisas.
Además, Edith Stein formula dos objeciones relativamente comunes al
darwinismo: a) Que no se constata actualmente la evolución, no es algo
que podamos observar en su curso. Más bien parece algo del pasado que
ha desembocado en especies hoy fijas; b) Que el mecanismo de la mutación
entraría en conflicto con el talante conservacionista de la selección natural,
la cual no hace sino favorecer gradualmente aquellos rasgos que son venta-
josos para la supervivencia.
La primera objeción ya había sido prevista por Darwin y se puede afron-
tar desde los larguísimos periodos que postula la evolución biológica y aun
desde la dificultad misma de concretar qué es una especie biológica, toda
vez que en el concepto de la misma puede haber componentes culturales.
22
Cf. Andrés Ortega, A. “Bergson”. En: Andrés Ortega, A. Escritos teológicos y filosóficos, Tomo III, La
perspectiva filosófica. Hombre, mundo, Dios. Madrid: Biblioteca de Autores Cristianos, 2010, p. 129.
23
Cf. Jonas, H. El principio de responsabilidad. Ensayo de una ética para la civilización tecnológica.
Barcelona: Herder, 1995, pp. 127-128.
24
Stein, E. Der Aufbau der menschlichen Person. Vorlesung zur philosophischen Anthropologie. Op.
cit., p. 73.
72 José Luis Caballero Bono
La segunda alusión está más bien aludida que explicitada y podría inter-
pretarse en el sentido de que la evolución biológica, contemplada en todo
momento como posibilidad que la ciencia tiene la misión de ilustrar, pro-
cede gradualmente y no por saltos. Stein sería así lejana a los planteamien-
tos saltacionistas, como el del «monstruo propicio» que Richard Benedict
Goldschmidt ya había articulado en aquella época —el origen de una nueva
especie está en una forma teratológica—, o como la del equilibrio puntuado
que luego planteará Stephen Jay Gould.
Pedro Jesús Teruel afirma que Edith Stein recibe la teoría de la selección
natural mediatizada por el neodarwinismo de August Weismann y por el
mutacionismo de Hugo De Vries. Y que su postura personal estaría más
cercana del primero que del segundo25. Weismann había distinguido entre
células somáticas y células germinales, ya que afirmó que sólo las transfor-
maciones en estas últimas podían ser transmisibles. Por su parte, De Vries
introdujo el mutacionismo como alternativa al gradualismo.
Sin discutir la apreciación histórica, no creo probable que Stein haya
leído a estos autores, aunque en ella está el concepto de Keimzelle (célula
germinal) que, por lo demás, como el nombre mismo de Weismann, forma-
ba parte del humus cultural.
Como se ha dicho desde el principio, Edith Stein no fue una científica. Este
sustantivo se adhiere espontáneamente a la ciencia de la naturaleza, y ella
era una filósofa. Precisamente una filósofa formada en el método fenome-
nológico. Y la fenomenología, en la intención de su fundador, aspira a ser
descriptiva. Las ciencias de la naturaleza, en cambio, tienen una pretensión
explicativa que no sale del plano de la naturaleza.
Las ciencias formales o «exactas», nos dice Stein en el capítulo quinto
de La estructura de la persona humana, practican una abstracción que las
25
Cf. Teruel, P.J. “Edith Stein: Ontología de la persona y filogénesis, en el sesquicentenario de On the
Origin of Species (Charles Darwin)”. En: Sancho Fermín, F.J. Edith Stein. Antropología y dignidad de
la persona humana. CITeS, Universidad de la Mística, 2009, pp. 319 ss.
Edith Stein y las ciencias de la naturaleza 73
[...] ella puede, como toda ciencia positiva ‒y por ella entiendo yo una ciencia
de hechos naturales a partir de la experiencia natural‒, decir solamente que
una cosa, en tales y tales circunstancias, está hecha así o asá y se comporta, o tal
vez debe comportarse, así o asá. Estas ciencias no alcanzan su forma interior, la
estructura de ser del cosmos en general en el que se funda que el acontecer del
mundo discurre tal como lo constatan las ciencias positivas27.
Algunas conclusiones
Introducción
E
n la filosofía de Edith Stein y su maestro Edmund Husserl, los de-
bates sobre la epistemología —el conocimiento—, a finales del siglo
xix, oriundos de las diversas ciencias, sobre la fundamentación del
conocimiento a partir de la ciencia psicológica y su especificidad, ocurrían
contemporáneamente. Entre las posiciones existentes en la época, algunas
entendían que la psicología podría estar entre las denominadas ciencias
del espíritu, término originario del alemán Geisteswissenschaften, predomi-
nante hasta el inicio del siglo xx, que designaba, así como el actual término
ciencias humanas —que viene del inglés human science—, las ciencias que
estudian la actividad humana, tales como derecho e historia.
Otras posiciones, tendencias del positivismo, buscaban efectivizar el
conocimiento a la reducción matemática y a la medición, ya aplicadas a la
naturaleza, también al estudio científico del ser humano, naturalizando el
psiquismo. Tanto Edmund Husserl (1859-1938) como Edith Stein (1891-
1942) criticaron las ciencias positivas porque buscaban establecerse sin
considerar la realidad como un todo, que es, en efecto, más amplia que los
puntos teóricos elegidos en las interpretaciones científicas. En síntesis, la
concepción de la escuela fenomenológica fue la de proponer a las demás
77
78 Tommy Akira Goto - Thaís Morais Lima
1
Husserl, E. Ideas relativas a una fenomenología pura y una filosofía fenomenológica. Libro segundo:
Investigaciones fenomenológicas sobre la constitución. Trad. Antonio Zirión Quijano. México: Fondo
de Cultura Económica, 2013, pp. 219-235.
80 Tommy Akira Goto - Thaís Morais Lima
La filósofa y fenomenóloga Edith Stein, tal como afirma Ales Bello, encierra
una vida de complejidad, profundidad y armonía. Su biografía puede ser
narrada desde diversas perspectivas, que deben su mérito a la secuencia de
cambios o transformaciones en su existencia, pero de manera más segura,
a la conjugación inseparable entre sus experiencias personales y sociales y
sus contribuciones filosóficas. Su pensamiento no se limita a un área, pero
es de gran importancia para diversos campos del saber, entre los cuales es-
Persona y personalidad en la fenomenología de Edith Stein 81
8
Stein, E. Vida de una familia judía. Op. cit., pp. 345-414.
9
Ales Bello, A. Edith Stein: a paixão pela verdade. Op. cit., pp. 28-32.
Persona y personalidad en la fenomenología de Edith Stein 83
10
Stein, E. Vida de una familia judía. Op. cit., p. 373.
11
Ales Bello, A. Edith Stein: a paixão pela verdade. Op. cit., p. 30.
84 Tommy Akira Goto - Thaís Morais Lima