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PROCESO DE SELECCIÓN 2020

CENTRO UNIVERSITARIO DE TEATRO


UNAM

MONÓLOGOS

LOCO AMOR, de Sam Shepard; MAE . . . . . . 2

LOCO AMOR, de Sam Shepard; EDDIE . . . . . . 3

EL ZOOLÓGICO DE CRISTAL, de Tenessee Williams; LAURA . . 4

EL ZOOLÓGICO DE CRISTAL, de Tenessee Williams; TOM . . . 5

PERRO MUERTO EN TINTORERÍA, de Angélica Liddell; EL PERRO . 6

EL CAMINO ROJO A SABAIBA, de Óscar Liera; GLADYS . . . 11

LA COCINA, de Arnold Wesker, Traducción y versión libre: Alan Page y Alonso


Ruizpalacios; PAUL . . . . . . . . . 12

FEDRA Y OTRAS GRIEGAS, de Ximena Escalante; ARIADNA . . 13

MARINA, de Edward Albee; CHARLIE . . . . . . 14

(Algunos de estos monólogos fueron editados por la planta docente del CUT, para este proceso de selección)

1
LOCO AMOR
de Sam Shepard

MAE: ¿Quieres que termine la historia por ti, Eddie? ¿Eh? ¿Quieres que termine
esta historia? Verás: mi madre, la bella mujer pelirroja de la casita blanca con toldo
rojo, amaba desesperadamente al viejo. Su obsesión era tanta que no soportaba
estar sin él ni siquiera un instante. Iba de pueblo en pueblo en busca suya. Seguía
las pistas que él dejaba: una tarjeta postal o una cajita de cerillos con el nombre
de un motel. Él nunca le dió un número de teléfono ni una dirección ni nada,
porque mi madre era su secreto. Ella lo persiguió durante años y él trataba de
tenerla a distancia porque mientras más se acercaban estas dos vidas distintas,
estas dos mujeres distintas, estos dos niños distintos, más nervioso se ponía. Pero
mi madre acabó por encontrarlo. Recuerdo el día que descubrimos el pueblo.
“¡Éste es!”, repetía, “¡éste es el sitio!”. Temblaba cuando íbamos por las calles
buscando la casa donde él vivía. Lo chistoso fue que, cuando apenas
acabábamos de hallarlo, desapareció. Nadie volvió a verlo. Nunca. Y mi madre
se destrozaba por dentro. Yo sentía exactamente lo contrario porque estaba
enamorada. Llegaba a casa después de la escuela, después de estar con Eddie,
llena de alegría, y ahí estaba ella, parada a media cocina mirando el fregadero. Y
yo no sabía qué decir. Sólo podía pensar en él. Y él sólo podía pensar en mí. ¿No
es cierto, Eddie? No podíamos respirar sin pensar el uno en el otro. No podíamos
comer si no estábamos juntos. No podíamos dormir. De noche nos poníamos
enfermos cuando estábamos lejos, muy enfermos. Y mi madre incluso me llevó
con un médico. Y la madre de Eddie lo llevó con el mismo médico, pero el médico
pensó que era gripe o algo. Y la madre de Eddie no podía saber qué tenía. Pero
mi madre… mi madre supo exactamente qué pasaba. Reconoció todos los
síntomas. Me imploró que no lo viera, pero no hice caso. Entonces le imploró a
Eddie que no me viera, pero él no hizo caso. Entonces fue con la madre de Eddie
y le imploro a ella y la madre de Eddie… la madre de Eddie se pegó un tiro. ¿O
no, Eddie? Se voló la tapa de los sesos.

2
LOCO AMOR
de Sam Shepard

EDDIE: Pero una noche le pregunté si podía ir con él. Y me llevó. Atravesamos
juntos los campos. En la oscuridad. Caminaba sin parar, y yo tenía miedo de
perderlo en la oscuridad, así que mantuve el paso lo mejor que pude. Y todo el
tiempo íbamos en completo silencio. No cruzamos una sola palabra. Anduvimos
kilómetros enteros así, hasta que llegamos al pueblo. Luego nos detuvimos en
una tienda de licores y él me hizo esperar afuera, mientras compraba una botella.
Y había todos eso braceros mexicanos alrededor de una camioneta. Bebían
cerveza y se reían, y recuerdo que tuve envidia de ellos y no supe por qué. Y
recuerdo que por la puerta de vidrio de la tienda vi al viejo pagar la botella. Y
recuerdo que le tuve lástima y no supe por qué. Luego salió con la botella envuelta
en una bolsa de papel, y en cuanto salió, todos los mexicanos dejaron de reírse.
Se quedaron nada más viendo cómo nos íbamos. Y atravesamos todo el pueblo.
Y él abrió la botella y me la ofreció. Antes de tomar un solo trago, me la ofreció a
mi primero. Y yo la tomé y bebí y se la devolví. Y así seguimos mientras
caminábamos hasta que no dejamos ni gota. Y no dijimos una sola palabra en
todo ese tiempo. Luego, finalmente, llegamos a una casita blanca con toldo rojo,
en el otro extremo del pueblo, y él tocó el timbre. Y entonces una mujer viene a la
puerta. Una mujer de veras bella, de pelo rojo. Y se arroja en los brazos del viejo.
Y él comienza a llorar. Se quiebra allí enfrente de mi. Y ella lo besa por toda la
cara y lo abraza bien fuerte y él nada más llorando como un bebé. Y entonces,
atrás de ellos dos, voy viendo a esta niña. Aparece así nomás. Está ahí parada,
mirándome, y yo la miro a ella y no podemos apartar los ojos el uno del otro. Era
como si nos conociéramos de alguna parte pero no pudiéramos acordarnos
dónde. Pero en el instante en que nos vimos, en ese mismo instante, supimos
que ya nunca dejaríamos de amarnos.

3
EL ZOOLÓGICO DE CRISTAL
de Tennessee Williams1

LAURA: Sí, mamá. En cierta ocasión me gustó uno… Hace algún tiempo encontré
su retrato… Su fotografía figura en el anuario… Era un joven de la secundaria.
Aquí está, en Los piratas de Penzance… Me refiero a la opereta que
representaron los alumnos del último curso. Él y yo estábamos sentados en la
orilla de la banca opuesta al pasillo, en el salón de actos. ¡Aquí está, con una copa
de plata que le dieron por sus éxitos en las polémicas! ¿Ves su sonrisa?... Solía
llamarme… Blue Roses… Cuando tuve ese ataque de pleurosis… me preguntó
qué me había pasado cuando volví. Le dije que había tenido pleurosis… y él
entendió <<Blue Roses>>. De modo que, desde entonces, me llamó así. Siempre
que me veía, gritaba: <<¡Hola, Blue Roses!>> La muchacha con quien salía Jim
no me importaba. Emily Meisenbach. ¡Oh, Emily era la muchacha mejor vestida
de Soldán! Pero nunca me pareció sincera… En cierta ocasión, leí en un periódico
que eran novios… Eso sucedió hace mucho tiempo… Es probable que ya se
hayan casado.

1
WILLIAMS, TENNESSEE. El zoo de cristal. Tr. León Mirlas. Barcelona, Losada, 1997. 44 y 45 p.p.
(Colección Clásicos Universales). La selección, edición y adaptación de los fragmentos seleccionados fue
hecha por Emma Dib y Lorena Glinz, para efectos académicos.

4
EL ZOOLÓGICO DE CRISTAL
de Tennessee Williams2

TOM: Es cierto…, es muy, muy cierto. ¡No estoy en condiciones de trabajar!...


Oye, mamá. ¿Crees que estoy loco por la zapatería? ¿Crees que estoy
enamorado de la Continental Shoemakers? ¿Crees que quiero pasarme cincuenta
y cinco años de mi vida ahí, en ese interior de celotex… con.. tubos fluorescentes?
¡Palabra de honor que preferiría tomar una pistola y volarme los sesos… antes
que volver por las mañanas! ¡Pero voy! ¡Claro, cada día entras gritando ese
maldito!: <<¡Levántate y lúcete! ¡Levántate y lúcete!>> ¡Pienso en cuán dichosos
son los muertos! Pero me levanto… ¡Voy! ¡Por sesenta y cinco dólares mensuales,
renuncio a todo lo que sueño con hacer y ser siempre! Y dices que sólo pienso en
eso. ¡Oh, Dios mío! Pero, mamá… Si sólo pensara en mí mismo, estaría donde
está él… ¡Me habría marchado!… ¡Me habría ido todo lo más lejos que me lo
permitiera el sistema de transportes!... ¡Por favor, no me agarres, mamá!

2
WILLIAMS, TENNESSEE. El zoo de cristal. Tr. León Mirlas. Barcelona, Losada, 1997. 51 p. (Colección
Clásicos Universales). La selección, edición y adaptación de los fragmentos seleccionados fue hecha por
Emma Dib y Lorena Glinz, para efectos académicos.

5
PERRO MUERTO EN TINTORERÍA

de Angélica Liddell

EL PERRO:
Con permiso de Combeferre.

Hay un Contrato Social y un Contrato del Puto Actor.

Los derechos civiles del Contrato Social

se encuentran mermados por las servidumbres del Contrato del Puto Actor.
Primero: El Puto Actor puede decir lo que quiera porque se le desprecia.
Segundo: Entre el Puto Actor y el amo jamás hay transferencia de poder

ni de clase social.

La libertad para decir lo que uno piensa

es insignificante comparada con la libertad

para comprar lo que uno desea.

Tercero: El objetivo principal del Puto Actor es el entretenimiento.

Esta es una de las peores lacras del trabajo del Puto Actor:

mezclar la ética y la estética con el jodido entretenimiento.

Cuarto: Pero, sobre todo,

6
el Puto Actor pertenece a una estirpe formada por tullidos,

retrasados mentales,

enanos,

seres deformes

y pobres diablos,

obligados a arrancar,

como si fuera una costra pestilente,


la carcajada estúpida de sus espectadores.
Arrastro cada una de las deformaciones
que han hecho reír a reyes,

cardenales,
nobles,

burgueses

y demás necios.

Llevo en mi inconsciente genético


todo el desprecio,

todos los insultos,

y todas las humillaciones

7
de que he sido objeto durante siglos.

Soporto con mi alma masacrada

el alma masacrada de generaciones de esclavos.


Rebelarme contra el poder es una exigencia

porque me siento esclavo del poder,

porque llevo sobre mis hombros de Puto Actor

el peso de millones de vejaciones.

Solamente ofendiendo a los que me contratan

y a los que pagan por verme,

me libro de la sensación de servidumbre.

Ofender me hace sentir menos esclavo,

menos necio que el público y que el amo.

Darme cuenta de todo lo que ocurre a mi alrededor,


darme cuenta, por ejemplo,
de que un perro cobra más que un Puto Actor

ya me hace sentir menos esclavo.

Darme cuenta de toda la mierda que hay a mi alrededor


ya me hace sentir menos esclavo.

8
Mencionar la palabra «servidumbre»

ya me hace sentir menos esclavo.

El verdadero espectáculo
está siempre en el puto patio de butacas.

Amplío mi escenario

al mundo donde actúa la sociedad entera.

Theatrum mundi.

Theatrum mundi.

Cada patio de butacas

es una reproducción de la mezquindad universal.

De ese modo, el espectador

se convierte en Puto actor de su Puto actor.

Ahora mismo sois mis putos actores.

Y digo lo que quiero porque me despreciáis.


Pero cuando os levantéis de la butaca,

airados o aburridos,

9
yo no os despreciaré a vosotros.

Me despreciaré a mí mismo

por no haber sabido ser un buen esclavo,

el mejor esclavo,

por no haber sabido poner debidamente el culo,


una vez más.

Es peor no comer que ser esclavo.

Por esa razón me he dejado contratar.

Y entonces diré:

«Lo importante es ir tranquilamente, libremente, agradablemente, cuantiosamente


cada noche al retrete.

¡Oh, estiércol precioso,

ése es el resultado de la vida en cualquiera de sus estamentos!»,

escrito por Diderot, El sobrino de Rameau, siglo XVIII.

10
EL CAMINO ROJO A SABAIBA
de Óscar Liera

GLADYS: No puedo tener hijos, Fausto, tengo que conservarme virgen. Todos los
días sangro, poco, gotas, a veces sólo unas manchas, pero siempre sangro. Me
han visto muchos médicos, me han visto brujos y la sangre nunca se detiene. Una
vez di con una mujer, María Eustaquia. Me dijo que la única posibilidad de curarme
era ofreciendo mi virginidad a Santa Marta. Tenía que penetrar desnuda en el
templo a media noche, sin que nadie me viera; llegar ante su imagen, recoger el
cirio encendido, tirarme sobre el suelo y con aquel cirio, mirando fijamente a la
santa, entregar la ofrenda. Llegó la hora. Empujé con pavor la puerta y rechinó...
Me quité la ropa. Sentí vergüenza, me sentí impúdica ante la naturaleza que me
miraba, ¡yo también soy naturaleza, caramba!; esa reflexión me dio valor y al dar
el primer paso el techo entero de la iglesia ¡se vino abajo! …me vestí
inmediatamente y me alejé. María Eustaquia me dijo que me tenían hechizada
…que me habían condenado a que la última sangre de los Villafoncurt terminara
en mis plantas. Por ese entonces se me ocurrió hacer el camino rojo a Sabaiba,
… que los ladrilleros cocieran todo el barro del camino que hay del castillo hasta
la playa y se hizo. (Pausa.) Pasó mucho tiempo, yo casi me olvidaba de mi
ofrenda, cuando un día se me presentó María Eustaquia para decirme que había
hablado con el cura de Tabalá, quien bendijo una imagen de la santa y que la
situaría en el altar mayor. Llegó la noche cargada de nubes. … Cuando ya
desnuda, me disponía a dar los primeros pasos, la sangre con el sudor comenzó
a escurrirme por entre los muslos…. estaba llena de esperanza; el ansia del hijo
y mi deseo de sanar eran superiores a cualquier miedo. Sólo dos pasos me
faltaban para entrar. Di el primer paso, pero el techo de la iglesia también se
desprendió, cayó al suelo despedazado y solté el llanto; el ofrecimiento de mi
virginidad a Santa Marta no había sido aceptado, no había curación posible para
mí; era yo otra existencia árida. Allí quedan esas dos ruinas como monumentos al
sacrificio de mi virginidad. (Pausa. Intenta entonar una melodía.) ¿No dices nada?

11
LA COCINA

de Arnold Wesker. Traducción y versión libre: Alan Page y Alonso Ruizpalacios

PAUL: Te voy a contar una historia. Mi vecino es un chofer de buses. Me da los


“buenos días”, le pregunto cómo está, y a veces le doy dulces a sus hijos. Esa es
nuestra relación. Pero se ve que le da miedo acercarse más que eso, ¿sabes?
Entonces, un día, los choferes se van a huelga durante cinco semanas. Cada
mañana le digo, “fuerza, que van a ganar”, y le doy unas palabras de apoyo. Me
tengo que levantar más temprano para ir a trabajar, pero a mí no me molesta. Los
dos somos trabajadores. Entonces, un domingo resulta que es la marcha de los
inmigrantes en Manhattan. No creo que sirvan de mucho, pero de todos modos
voy. Y a la mañana siguiente llega y me dice: ‘¿tú fuiste a esa marcha ayer?’ Y le
digo: ‘sí, sí fui’. Entonces me dice: ‘¿Sabes qué? Por mí que los maten. Qué
lástima que llevaban niños, porque si por mí fuera, les hubiera dado de tiros a
todos’. Y ¿sabes qué es lo que le molestaba? Que la marcha tapó todo el tráfico.
Ahora, yo no estoy pidiendo que me dé la razón, pero lo que me da terror es que
no se tomó un segundo para pensar que ‘este hombre me apoyó con mi causa,
entonces tal vez, sólo tal vez, hay algo que apoyar en la suya también’. Nada de
diálogo ¡Nada! Los buses se atrasaron, ¡entonces que les claven una espada en
llamas en el culo a todos! Miro a mi alrededor, a la cocina, las fábricas y pienso,
¡carajo!... Estoy de acuerdo contigo, tal vez un día habría que amanecer y ver que
todo esto ya no está. [Pausa. Parece que ya concluyó, pero sigue.] Y luego pienso:
y yo, ¿voy a dejar de hacer pasteles? ¿Los de las fábricas van a dejar de hacer
trenes y carros? [Pausa.] Ahora, tú respóndeme. Tú dame un sueño.

12
FEDRA Y OTRAS GRIEGAS
de Ximena Escalante

ARIADNA: ¿Cosas de mí? Mírame: esto soy. Ésta es mi cabeza, ¿sabes qué es
la cabeza? Es un órgano que todo el tiempo hace un ruido insoportable.
Seguramente crees que sirve para pensar, pero no, no creas eso, no sirve para
pensar, sirve para hacer ruido. Éste es el corazón, ¿sabes lo que es el corazón?,
¿sabes que es un órgano que palpita? Su constante ta-ta-ta-ta-ta me recuerda
que estoy viva, porque a veces se me olvida, ¿a ti no? Es horroroso tener en el
cuerpo órganos que hacer ruido y que laten. Éstas son mis manos, míralas,
míralas bien, fíjate cómo tienen amnesia, no saben qué hacer. Éste es mi pecho,
uno y dos, está dividido. No funciona, no sé por qué lo tengo. El estómago está
desecho, sí, se apretó tanto que reventó. Riñones, hígado, vesícula y todas esas
cosas que están dentro, pues están ahí, esperando, pasando el tiempo. Éste es
mi sexo, me imagino que sabes muy bien las incomodidades que ocasiona, a mí,
por ejemplo, me traiciona. Bueno, las piernas y los pies sostienen todo. Mi lengua,
mírala, ácida. Y ya, no hay más. No sirvo. No sirvo porque, además de todo, tengo
un dolor insoportable. ¿A ti te duele? ¿Alguna vez has sentido sentimiento de
sentir? Si crees que es algo que viene y se va, estás equivocado, porque no es
así, el dolor ni viene ni se va, está siempre. Naces con él. Lo tienes. Puedes creer
que sientes dolor por una pérdida, o puedes creer que sientes dolor por un
abandono, o puedes creer que sientes dolor por no ser capaz de cambiar las
cosas, por no ser capaz de partir en minúsculos pedacitos tu desgracia. Pero no,
no es así. Una vez que sientes el dolor ya no importan las razones, lo sientes,
puedes ponerle los nombres que quieras, pero el dolor está y punto.

13
MARINA3
de Edward Albee
CHARLIE: (Retomando lo anterior.) Solía ir lejos; en nuestro lugar de veraneo;
una caleta protegida. Las olas grandes llegaban con una tormenta o un fuerte
viento, pero no era usual. Solía ir bien abajo y trataba de quedarme. Recuerdo
que antes de eso, cuando era pequeñito, me zambullía en la alberca, sacaba todo
el aire y me sentaba en el fondo; cuando sacas el aire ⎯todo⎯ te hundes,
suavemente, y te puedes sentar en el fondo hasta que tus pulmones requieran
aire. Eso es lo que hacía ⎯era tan jovencito ⎯, sentarme ahí, mirar en derredor.
Gran problema para mis padres. “Santo Dios, vayan por Charlie; se ha zambullido
de nuevo.” “¿Has visto a ese niño? Ponlo en el agua y se hunde como una piedra.”
Podía nadar perfectamente, tan fácil como caminar, y más o menos al mismo
tiempo, pero solía encantarme hundirme. Y cuando era mayor, estábamos en el
mar ⎯doce, sí, o trece⎯solía recostarme en los crestones tibios, desnudarme…
(Callada, triste diversión.) …aprender sobre mi cuerpo; nadie me veía; doce o
trece. Y me zambullía en el agua, tomando dos piedras, tan grandes como me era
posible, me adentraba nadando un poco, bogaba, echaba una última mirada al
cielo… me relajaba… y comenzaba a hundirme. Ah, seis metros, cuatro y medio,
suave aterrizar sin sonido alguno, la arena blanca arremolinándose donde tocaban
tus pies, y helechos todo alrededor tuyo… y líquenes. ¡Puedes permanecer allá
abajo tanto tiempo! Puedes irlo aumentando y al fin… tan largo, lo suficiente como
para que la arena se asiente y los peces vuelvan. Y lo hacen ⎯vuelven, de todos
tamaños, algunos lentamente, mirando al pasar; algunos veloces, y por un
momento parecen más grandes de lo que son, tiburones, tal vez, aunque nunca
lo son, y uno deja de ser intruso, finalmente⎯ tan sólo un objeto más llegando al
fondo, o ser viviente, parte de la ondulación y el silencio. Era muy sabroso.

3 Albee, Edward: “Marina” en Olguín, David (selección); Teatro Norteamericano Contemporáneo;


Ediciones El Milagro, Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, México 1995, pp. 31 – 105.

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