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Alejandro Alcaraz Callejas – Instituciones Políticas y Administrativas Contemporáneas

23-F, la “Operación Duque de


Ahumada”
Un 23 de Febrero de 1981, (una fecha significativa donde las haya), comenzaba la
segunda votación nominal para la investidura de Leopoldo Calvo-Sotelo como presidente del
Gobierno en el Congreso de los Diputados del Palacio de las Cortes de Madrid. A las 18:23
el teniente coronel Antonio Tejero Molina irrumpía el hemiciclo y sometía a todos los
presentes a golpe de pistola en mano. “¡Quieto todo el mundo!” (Abad, 2019).

El teniente general del Ejército de Tierra, Manuel Gutiérrez Mellado, fue el único que
se mantuvo firme ante la violenta amenaza de los numerosos guardias civiles dirigidos por
Tejero (Berrueta, 2019). Se acababa de producir el secuestro del Gobierno de España y de
los Diputados y Senadores del Reino en su interior, ante la perpleja mirada de los periodistas
que informaban sobre el acto político.

Tal y como expresa un artículo de La Vanguardia del 25 de febrero de ese mismo año,
el rey Juan Carlos I emitió un comunicado televisivo en el que se dirigió a la nación para
situarse contra los golpistas, defender la Constitución española, llamar al orden a las Fuerzas
Armadas en su calidad de Comandante en Jefe y desautorizar a Jaime Milans del Bosch,
capitán general de la III Región Militar que había proclamado pocas horas antes un estado de
excepción a través de la ocupación militar de la ciudad de Valencia. Menos de 24 horas
después, el golpe terminaba y a las 12:15 del 24 de febrero todo había finalizado con la
rendición de los golpistas.

Hace ya 38 años de aquel fallido golpe de Estado: uno de los momentos históricos más
destacados de la historia reciente de España que supuso una completa decepción para el
pobre Alfonso Armada, sobre el que hubiese recaído la presidencia del gobierno si el golpe
no hubiese fracasado. También podemos relacionarlo con el supuesto “Elefante blanco” que
esperaban los golpistas en el Congreso para hacerse cargo del gobierno, pero no estamos
aquí para especular. Más allá de las supuestas conspiraciones que se alentaron en el seno del
gobierno, poco más puedo destacar de las consecuencias que conllevó el golpe debido a su
estrepitoso fracaso.

Un artículo del ABC del 9 de abril de 1981, desarrolla las consecuencias del propio
golpe, aunque analizar sus antecedentes es una tarea mucho más sencilla: La muerte del
dictador Francisco Franco en 1975 marcaba el inicio de la Transición española, momento en
el que Juan Carlos I fue proclamado rey de España y, un año después, Adolfo Suárez
nombrado presidente del Gobierno, formando su tercer Gobierno en abril de 1979. El
Gobierno de Adolfo Suárez tuvo que recuperarse poco a poco de la dictadura franquista, en
una etapa en la que España se veía asfixiada por los problemas derivados de la crisis
económica, las dificultades para la articulación de una nueva organización territorial de
Estado, los ataques terroristas de ETA, y el elemento más circunstancial para el desarrollo
del golpe: la resistencia de ciertos sectores del ejército a aceptar un sistema democrático, que
se percibió desde la legalización del Partido Comunista de España en 1977.
Curiosamente, Antonio Tejero ya apuntaba maneras, protagonizando su primera
intentona golpista en 1978, que planeaba un golpe de Estado contra el Gobierno de Suárez
antes de la celebración del referéndum de la Constitución. En enero de 1981, la debilidad
creciente de Suárez en el seno de su propio partido propició la presentación de su dimisión
como presidente del Gobierno y presidente de la Unión de Centro Democrático (UCD). Un
mes después tendría lugar la primera votación de la sesión de investidura, que no obtendría
la mayoría absoluta necesaria, relegando la segunda votación al 23 de febrero de ese mismo
año (Ciordia, 2016). Gratamente tentador para los reivindicativos Milans del Bosch y
Armada.

El resto ya lo conocemos. Subfusil en mano, Tejero perforó el techo del Congreso de


los Diputados y posteriormente, el capitán de la Guardia Civil Muñecas Aguilar, se dirigió a
la tribuna de oradores y anunció que debían esperar hasta la llegada de la «autoridad militar
competente», la cual, por cierto, no llegó nunca. Ante la espera de esa supuesta autoridad,
Suarez se revolvía en su asiento ante el cariñoso “¡Se siente, coño!” del militar Tejero. El
principal objetivo del golpe fue la toma del hemiciclo y el secuestro de los poderes ejecutivo
y legislativo, para conseguir el llamado vacío de poder, sobre el cual se pretendía generar un
nuevo poder político. O, en resumidas cuentas y tal y como dijo Tejero: “Es todo por
España” (Diario Crítico, 2018).

A las nueve de la noche, un comunicado del Ministerio del Interior informaba de la


constitución de un gobierno provisional con los subsecretarios de todos los ministerios,
presidido por Francisco Laína, director de la Seguridad del Estado, para asegurar la
gobernación del Estado y en estrecho contacto con la Junta de Jefes de Estado Mayor.
Entretanto, otro general golpista, Torres Rojas, fracasaba en su intento de suplantar en el
mando de la División Acorazada Brunete al general Juste, jefe de la misma, abortándose la
pretensión de ocupar los puntos estratégicos de la capital, entre ellos la sede de Radio y
Televisión, y la difusión de un comunicado relatando el éxito del golpe. Aun así, Armada
pretendía dar un golpe blando emulando al golpe que llevó a cabo el general francés De
Gaulle en 1958, aunque de nuevo, llevado al fracaso.

Más que un acontecimiento “político”, el 23-F supuso todo un hito periodístico e


informativo: un operador de Televisión Española pudo grabar más de media hora del evento,
aportando un documento audiovisual de valor incalculable sobre la tentativa de golpe de
Estado, aunque estas imágenes no fueran retransmitidas en diferido. Durante la llamada
“noche de los transistores”, la SER se convirtió en la única radio que pudo informar de lo
que ocurría en el hemiciclo. Los técnicos burlaron el control de los golpistas y una línea de
sonido permitió a la toda la sociedad española conocer todo lo que estaba sucediendo. De
hecho, el golpe se dio por fracasado durante una emisión televisiva protagonizada por el rey
(El País, 2016).

En definitiva, podríamos decir claramente que lo único que queda de aquel 23-F son
aquellos largos minutos de grabación y los múltiples orificios que el arma de Tejero provocó
en el techo del Palacio horas antes de ser condenado a treinta años de encarcelamiento.
Para comprender los acontecimientos del 23-F y el papel que
cumplieron los medios aquél día de 1981, es necesario hablar de RTVE,
de Prado del Rey y de dos cintas que forman parte de la historia de
nuestro país: la primera es la grabación de la entrada de los militares en
el Congreso de los Diputados; la segunda, el discurso que el Rey mandó
grabar y que acabó emitiéndose a la una de la madrugada.
A las seis de la tarde del veintitrés de febrero de 1981 comenzó en el
hemiciclo del Congreso de los Diputados la segunda votación para la
investidura de Calvo-Sotelo. Cómo era habitual, en el edificio estaban,
no solo los diputados, sino también una serie de periodistas que se
dedicaban a cubrir los encuentros parlamentarios. En ese mismo lugar
había dispuestas unas cámaras que conectaban directamente con
Prado del Rey, la sede del medio público, Radio Televisión Española.
Cuando los golpistas irrumpieron en el hemiciclo, una de esas cámaras
grabó ininterrumpidamente durante aproximadamente una hora.

“Hubo cámaras a las que les dieron la vuelta, otras las rompieron…
fueron bastante violentos. Nosotros conseguimos las imágenes gracias
a que los cámaras se la jugaron. Tenemos como una hora de grabación,
hasta que arrancaron los cables, y solo desde las perspectivas que
pudimos mantener”, comenta el periodista Alfonso Diez.

Este episodio que relata Diez se produjo cuando uno de los guardias,
nada más abordar el salón, se dirigió a la zona de las cámaras y las
mandó apagar. Sin embargo, Pedro Francisco Martín, que se
encontraba a cargo de una de ellas, logró apagar el piloto rojo sin
apagar la cámara, de modo que pudo rescatar en torno a una hora de
grabación. Mientras tanto, en Prado del Rey se estaba recibiendo una
señal continua y se estaba grabando en cinta todo lo que ocurría en el
hemiciclo.

Todos los medios de comunicación del país, pronto prestaron su atención sobre lo
ocurrido en la Carrera de San Jerónimo y otros puntos fundamentales como Valencia, donde
Milans del Bosch sacó los tanques a la calle apoyando la acción emprendida por Tejero. El
protagonismo de los medios fue crucial.

EL PAÍS publica siete ediciones durante la noche del 23, y es uno de los
prime- ros medios de comunicación que sale a la calle defendiendo
explícitamente la Cons- titución frente a los golpistas9. A partir de ahí, la
evolución del acontecimiento ini- cia tres fases bien diferenciadas entre
sí de acuerdo con los temas que constituyen cada una. Estos temas son
los más destacados por el medio en sus páginas más im- portantes
(portada, contraportada, páginas impares) y a través de recursos visuales
varios (titulares más destacados, gran acompañamiento gráfico, etc). Son
noticias que ocupan espacios en páginas preferentes y tienen una
extensión considerable. Por lo que estamos constatando en nuestra
investigación, estos temas más destaca- dos, son comunes en casi todos
los medios españoles alineados con la Constitución, y no tanto en la
minoría situada en las fronteras del sistema como EL ALCÁZAR o la
prensa nacionalista abertzale vasca.

Comenzando por la primera fase, desarrollada temporalmente durante la


ma- drugada del día 23, EL PAÍS establece dos líneas discursivas
cohesionadas por la llamada explícita a la Constitución hecha en la
primera edición. Una de esas líneas discursivas pretende desacreditar la
intentona afirmando que el golpe está en vías de fracaso10 por cuanto que
las negociaciones11 avanzan en medio de intimidacio- nes12 continuas al
grupo de guardias civiles que mantienen secuestrados a los dipu- tados.
Fracaso, intimidación y negociación conforman la estrategia desarrollada
en primer lugar por el medio, donde el golpismo parece estar abocado al
fracaso (en Valencia ese fracaso se confirma a lo largo de la noche 13) y la
necesaria negociación en medio de continuas noticias que amenazan con
la entrada de los GEO en el Con- greso.

La otra gran línea discursiva desarrollada por EL PAÍS para superar el


desajus- te que supone el Golpe será la de separar al Ejército en dos
colectivos: el minorita- riamente sedicioso y el mayoritariamente
constitucional14. Así, la pieza desajustada se desgaja internamente en dos,
de tal manera que la minoría sediciosa automática- mente se convierte en
desviación: parte a expulsar y a la que el sistema se opone
fervientemente. Ya veremos cómo se separa internamente al ejército y si
esa sepa- ración encubre o refleja la complejidad de la cuestión.

De manera contraria a El País, nos encontramos con el ABC de Sevilla

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