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PROGRAMA No. 0107

ÉXODO

Capítulos 8:1 - 9:11

Continuamos hoy, amigo oyente, nuestro estudio de Éxodo, el segundo libro del Antiguo
Testamento. En este capítulo 8 de Éxodo que estudiaremos hoy, notaremos que Egipto se ha
cubierto con la plaga de ranas y Faraón endurece de nuevo su corazón. También estudiaremos
que Egipto se ve plagado de piojos y Dios humilla la soberbia de Faraón. Otro aspecto que
consideraremos es que Egipto es atacado por una multitud de moscas, el escarabajo sagrado y
Moisés usa su relación íntima con Dios como intercesor. Las plagas continúan descendiendo
sobre la tierra de Egipto; Dios está dirigiendo su ataque contra un pueblo sumergido en la
idolatría.

La segunda plaga que sobrevino a Egipto fueron las ranas. La plaga de ranas, fue dirigida
contra el dios y la diosa rana, pintada como una imagen agarrando una rana en la boca de la cual
sale una corriente de alimento. La diosa rana era diosa de la fertilidad y del renacimiento, y
también la patrona de las parteras. Había muchas ranas en Egipto y estas eran consideradas
sagradas. Era prohibido matarlas, pero repentinamente las ranas presentan un verdadero
problema. Comenzando este estudio del capítulo 8, leamos los primeros cinco versículos que
dicen:

1
Entonces Jehová dijo a Moisés: Entra a la presencia de Faraón y dile: Jehová ha
dicho así: Deja ir a mi pueblo, para que me sirva. 2Y si no lo quisieres dejar ir, he aquí
yo castigaré con ranas todos tus territorios. 3Y el río criará ranas, las cuales subirán y
entrarán en tu casa, en la cámara donde duermes, y sobre tu cama, y en las casas de
tus siervos, en tu pueblo, en tus hornos y en tus artesas. 4Y las ranas subirán sobre ti,
sobre tu pueblo, y sobre todos tus siervos. 5Y Jehová dijo a Moisés: Di a Aarón:

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Extiende tu mano con tu vara sobre los ríos, arroyos y estanques, para que haga subir
ranas sobre la tierra de Egipto. (Ex. 8:1-5)

Las ranas estaban en todas partes – en las camas de los egipcios, en las cocinas, en cada
cuarto de la casa, en las amasaderas, y en los hornos. Cuando los egipcios caminaban, pisaban
las ranas, cuando se sentaban, lo hacían sobre ranas. Era una situación verdaderamente terrible.
Una sóla rana no podía causar mucho disturbio, pero, una cantidad tan abrumadora de ranas
como estas, causaron una verdadera consternación. Leamos ahora los versículos 6 y 7 de Éxodo
8:

6
Entonces Aarón extendió su mano sobre las aguas de Egipto, y subieron ranas que
cubrieron la tierra de Egipto. 7Y los hechiceros hicieron lo mismo con sus
encantamientos, e hicieron venir ranas sobre la tierra de Egipto. (Ex. 8:6-7)

De nuevo los hechiceros egipcios duplican la plaga de ranas con la ayuda del poder satánico.
Debido a esta terrible plaga, conozcamos lo que dice Faraón en los versículos 8 al 11 de este
capítulo 8 de Éxodo:

8
Entonces Faraón llamó a Moisés y a Aarón, y les dijo: Orad a Jehová para que quite
las ranas de mí y de mi pueblo, y dejaré ir a tu pueblo para que ofrezca sacrificios a
Jehová. 9Y dijo Moisés a Faraón: Dígnate indicarme cuándo debo orar por ti, por tus
siervos y por tu pueblo, para que las ranas sean quitadas de ti y de tus casas, y que
10
solamente queden en el río. Y él dijo: Mañana. Y Moisés respondió: Se hará
conforme a tu palabra, para que conozcas que no hay como Jehová nuestro Dios. 11Y
las ranas se irán de ti, y de tus casas, de tus siervos y de tu pueblo, y solamente
quedarán en el río. (Ex. 8:8-11)

Es interesante notar que aunque los hechiceros pudieron multiplicar las ranas, no las podían
quitar. Faraón estaba tan trastornado por causa de esta plaga que estaba listo a prometer
cualquier cosa. Dios estaba empezando a obligar a Faraón a reconocer quién es Dios. Veamos
ahora qué sucede cuando Moisés ora a Dios; leamos los versículos 12 al 15 de Éxodo 8:

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12
Entonces salieron Moisés y Aarón de la presencia de Faraón. Y clamó Moisés a
Jehová tocante a las ranas que había mandado a Faraón. 13E hizo Jehová conforme a
la palabra de Moisés, y murieron las ranas de las casas, de los cortijos y de los campos.
14
Y las juntaron en montones, y apestaba la tierra. 15Pero viendo Faraón que le habían
dado reposo, endureció su corazón y no los escuchó, como Jehová lo había dicho. (Ex.
8:12-15)

Este pasaje nos da un cuadro más comprensivo del endurecimiento del corazón de Faraón.
Nos dice que se endureció su propio corazón. Ahora, la parte que Dios tuvo en esto, fue revelar
lo que ya había en el corazón rebelde de Faraón. Faraón había presenciado las demostraciones
del poder de Dios pero todavía no se arrepintió. Ante tal rebeldía Dios entonces procedió a
enviar la tercera plaga, los piojos, de la cual nos hablan los versículos 16 y 17. Ahora, en los
versículos 18 y 19 de Éxodo 8, se nos dice:

18
Y los hechiceros hicieron así también, para sacar piojos con sus encantamientos;
pero no pudieron. Y hubo piojos tanto en los hombres como en las bestias. 19Entonces
los hechiceros dijeron a Faraón: Dedo de Dios es éste. Mas el corazón de Faraón se
endureció, y no los escuchó, como Jehová lo había dicho. (Ex. 8:18-19)

Hasta aquí, a los hechiceros les había sido posible duplicar cada milagro hecho por la mano
de Dios. Por alguna razón no tuvieron el mismo éxito en duplicar esta plaga de los piojos. Si era
por algún truco que duplicaban los milagros anteriores, por lo menos en esta plaga tuvieron que
reconocer que era por la mano de Dios. Gradualmente Dios estaba convenciendo a los egipcios
de que Él era el Dios. La adoración de estos dioses formó parte de la misma vida y rutina diaria
de los egipcios. Estos juicios trajeron aversión a todo lo que antes habían tenido cariño.

La palabra “piojo” aquí puede significar “jején” o “mosquito”. Su raíz quiere decir “cubrir”,
o “pellizcar”. Es interesante notar que ni un jején ni un mosquito pueden cubrir o pellizcar.
Esta, sin embargo, es una buena descripción del piojo. Un zoólogo destacado ha dicho que los
ácaros o aradores forman una orden enorme cuya función sobresaliente en sumo grado, es la de
desempeñar el mismo papel del animal que se alimenta de cuerpos muertos. Ahora, usted puede

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imaginarse que había piojos a montones en esa tierra hedionda de ranas. Los piojos pudieron al
fin, librar la tierra de las ranas y en esa forma sirvieron tanto de bendición como de maldición.

A pesar de la ayuda aparente que los piojos pudieron haber dado, un hombre cuenta de su
experiencia con ellos en Egipto. El señor Beadinel observa: “Me fijé que la arena parecía estar
en marcha. La inspección minuciosa reveló que la superficie de la tierra era una masa en
movimiento de piojos minúsculos. Miles de ellos estaban subiendo gradualmente por mis
piernas. Me escurrí apresuradamente pensando en las palabras de las Escrituras: “todo el polvo
de la tierra se volvió piojos en todo el país de Egipto” – palabras que se registran en el versículo
17 de este capítulo 8 de Éxodo, que estamos considerando.

La plaga de los piojos, pues, no pudo ser duplicada por los hechiceros egipcios. Dios está
empezando a asestar Su juicio contra la vida misma en la tierra de Egipto. Encontramos ahora, la
cuarta plaga sobre Egipto, las moscas. Leamos los versículos 20 al 23 de este capítulo 8 de
Éxodo:

20
Jehová dijo a Moisés: Levántate de mañana y ponte delante de Faraón, he aquí él
sale al río; y dile: Jehová ha dicho así: Deja ir a mi pueblo, para que me sirva.
21
Porque si no dejas ir a mi pueblo, he aquí yo enviaré sobre ti, sobre tus siervos, sobre
tu pueblo y sobre tus casas toda clase de moscas; y las casas de los egipcios se llenarán
22
de toda clase de moscas, y asimismo la tierra donde ellos estén. Y aquel día yo
apartaré la tierra de Gosén, en la cual habita mi pueblo, para que ninguna clase de
moscas haya en ella, a fin de que sepas que yo soy Jehová en medio de la tierra. 23Y yo
pondré redención entre mi pueblo y el tuyo. Mañana será esta señal. (Ex. 8:20-23)

Hasta este momento, las plagas habían tocado tanto a las tierras de Egipto como a las de
Gosén, donde vivían los hijos de Israel. Muchas personas sin duda habían dicho a Faraón que
siendo que las plagas afectaban a las tierras de Gosén como a la de ellos, el fenómeno de las
plagas tendría alguna explicación natural; quizá hasta atribuyeran las plagas a uno de los dioses
egipcios. Sin embargo, todo se vuelve claro como el cristal cuando Dios declara que de aquí en
adelante, habría una distinción marcada y que ninguna de las plagas siguientes, afectaría la tierra

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de Gosén, el hogar de los israelitas. De aquí en adelante, el juicio caería solamente sobre la tierra
de Egipto.

El cuarto juicio, entonces, es la plaga de las moscas. Estas moscas eran sin duda los
escarabajos sagrados que recibieron una aclamación general en Egipto. Muchos de estos
escarabajos, pintados de oro, se encuentran aun hoy en las tumbas en Egipto. Eran sagrados para
Ra, el dios del sol. La severidad de esta plaga se refleja en el hecho de que Faraón estaba
dispuesto a llegar a un tipo de acuerdo con Moisés en este tiempo. Note usted la propuesta que
hace Faraón al invadir la tierra el escarabajo sagrado. Leamos los versículos 24 al 27 de Éxodo
8:

24
Y Jehová lo hizo así, y vino toda clase de moscas molestísimas sobre la casa de
Faraón, sobre las casas de sus siervos, y sobre todo el país de Egipto; y la tierra fue
25
corrompida a causa de ellas. Entonces Faraón llamó a Moisés y a Aarón, y les dijo:
26
Andad, ofreced sacrificio a vuestro Dios en la tierra. Y Moisés respondió: No
conviene que hagamos así, porque ofreceríamos a Jehová nuestro Dios la abominación
de los egipcios. He aquí, si sacrificáramos la abominación de los egipcios delante de
ellos, ¿no nos apedrearían? 27Camino de tres días iremos por el desierto, y ofreceremos
sacrificios a Jehová nuestro Dios, como él nos dirá. (Éx. 8:24-27)

El escarabajo egipcio representaba la vida eterna. Imagínese usted a este dios tan sagrado
llegando a constituirse en una maldición para el pueblo y una plaga en la tierra. Faraón quiere,
entonces, conseguir un término medio; consigue cuatro concesiones en total antes que las plagas
se acaben. Moisés y Aarón querían que los israelitas fueran camino de tres días al desierto para
sacrificar. Faraón dijo: “Está bien, pueden sacrificar pero quédense en la tierra”. Esta es la
misma clase de convenio que muchos cristianos hacen. Es siempre satánico. Este convenio dice
que podemos ser cristianos, pero no de aquellos intolerantes. Dice: “Sea un cristiano tolerante, y
no cambie su vida demasiado”. Lo que pasa es que tenemos una iglesia que ha buscado
demasiados convenios, y por lo general, todavía está en la tierra de Egipto. Es difícil distinguir
hoy entre el cristiano ordinario y el incrédulo ordinario. Es un hecho que más del cincuenta por
ciento de los ciudadanos de los Estados Unidos, por ejemplo, son miembros de algún cuerpo
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religioso. Sin embargo, cuando usted viaja en un avión, por ejemplo, y sirven licores usted
notará que es muy reducido el número de personas que no reciben licor. Ahora, amigo oyente,
estamos seguros que hay algunos miembros de iglesias en aquellos aviones, pero están
sacrificando en la tierra de Egipto. Están despreocupados y no quieren ser considerados como
seres raros. Quieren vivir como el mundo. Hoy en día, corremos una carrera de dos caballos: un
caballo es negro, y el otro es blanco. Si usted decide montar a los dos poniendo un pie en un
caballo y el otro en el otro, pronto se dará cuenta de algo muy extraño. Estos caballos correrán
en direcciones opuestas. Amigo oyente, usted tiene que decidirse en cuál caballo quiere montar.
Moisés no aceptará el convenio de Faraón. Moisés insiste en que Israel tiene que ir camino de
tres días al desierto para ofrecer sacrificio a Jehová. Luego, encontramos que Faraón propone un
segundo convenio. Leamos el versículo 28 de Éxodo, capítulo 8:

28
Dijo Faraón: Yo os dejaré ir para que ofrezcáis sacrificios a Jehová vuestro Dios en
el desierto, con tal que no vayáis más lejos; orad por mí. (Ex. 8:28)

La concesión de Faraón esta vez es simplemente un poco diferente a la otra. Esto, de nuevo,
es el mismo tipo de convenio que vemos en muchas iglesias cuando adoptan el programa del
mundo. Sus programas incluyen tantos banquetes, competencias, horas sociales, etcétera, que
son tan semejantes al mundo que es difícil distinguirlas del Club Rotario y otros clubes por el
estilo. Estas organizaciones están integradas mayormente por aquellos que no conocen a Cristo
como Salvador personal. Y ahora, los versículos 29 al 32, dicen:

29
Y respondió Moisés: He aquí, al salir yo de tu presencia, rogaré a Jehová que las
diversas clases de moscas se vayan de Faraón, y de sus siervos, y de su pueblo mañana;
con tal que Faraón no falte más, no dejando ir al pueblo a dar sacrificio a Jehová.
30
Entonces Moisés salió de la presencia de Faraón, y oró a Jehová. 31Y Jehová hizo
conforme a la palabra de Moisés, y quitó todas aquellas moscas de Faraón, de sus
siervos y de su pueblo, sin que quedara una. 32Mas Faraón endureció aun esta vez su
corazón, y no dejó ir al pueblo. (Ex. 8:29-32)

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El conflicto entre la voluntad arrogante de Faraón y la voluntad de Dios se muestra
plenamente. Faraón endurece su corazón, y Dios hace que él revele lo que ya está en su corazón.

Y en esta forma concluye el capítulo 8 del libro de Éxodo. Y entramos ahora al capítulo 9.
En este capítulo consideraremos los siguientes aspectos: los ganados de los egipcios son
afligidos con una peste mortal. Los egipcios mismos luego son afligidos con úlceras muy
dolorosas. Por último, Dios envía una terrible plaga de granizo que causa gran destrucción y
muerte. Dios continúa Su trato con el corazón obstinado de Faraón. Mientras Faraón resiste a
Jehová, la angustia será derramada sobre la tierra de Egipto y sobre sus habitantes. Hasta este
capítulo, se dice que Faraón endureció su corazón, y ahora dice que Dios endureció el corazón de
Faraón. La negativa continua de Faraón de reconocer a Jehová y de obedecer Sus deseos ha sido
la causa de que se manifieste el poder de Dios en destrucción. Dios quiere enviarnos lluvias de
bendición grandes y quiere salvarnos, pero nuestra negativa cambia la bendición en maldición. Y
así es el caso aquí con Faraón. Leamos los primeros siete versículos de este capítulo 9 de Éxodo:

1
Entonces Jehová dijo a Moisés: Entra a la presencia de Faraón, y dile: Jehová, el
Dios de los hebreos, dice así: Deja ir a mi pueblo, para que me sirva. 2Porque si no lo
quieres dejar ir, y lo detienes aún, 3he aquí la mano de Jehová estará sobre tus ganados
que están en el campo, caballos, asnos, camellos, vacas y ovejas, con plaga gravísima.
4
Y Jehová hará separación entre los ganados de Israel y los de Egipto, de modo que
nada muera de todo lo de los hijos de Israel. 5Y Jehová fijó plazo, diciendo: Mañana
hará Jehová esta cosa en la tierra. 6Al día siguiente Jehová hizo aquello, y murió todo
el ganado de Egipto; mas del ganado de los hijos de Israel no murió uno. 7Entonces
Faraón envió, y he aquí que del ganado de los hijos de Israel no había muerto uno.
Mas el corazón de Faraón se endureció, y no dejó ir al pueblo. (Ex. 9:1-7)

Uno pensaría que ya a esta hora Faraón estaría tan impresionado que dejaría ir a los israelitas.
Es obvio el hecho de que Dios se involucra en esta plaga y que está tratando así a este rey y a su
pueblo.

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De la misma manera que los muchos otros animales que adoraban, los egipcios también
consideraban a Apis, el buey sagrado como una encarnación de Ptah de Menfis. Apis, el que se
consideraba ser engendrado de un rayo lunar, se distinguía por ciertas características. Se creía
que un nuevo Apis había nacido al morir el viejo. El buey muerto fue embalsamado y sepultado
en Menfis. Su alma luego pasó al mundo del más allá. Lo que realmente tenemos aquí es la
adoración de un buey enfermo. Dios debe haber sonreído al ver esto. Dios, amigo oyente, está
asestando Sus juicios contra esta institución de idolatría tan terrible que tenía tal dominio sobre
los egipcios y también sobre los israelitas. Veremos más adelante que Israel también se había ido
en la idolatría. Leamos ahora los versículos 8 al 10, que nos presentan la sexta plaga:

8
Y Jehová dijo a Moisés y a Aarón: Tomad puñados de ceniza de un horno, y la
esparcirá Moisés hacia el cielo delante de Faraón; 9y vendrá a ser polvo sobre toda la
tierra de Egipto, y producirá sarpullido con úlceras en los hombres y en las bestias, por
todo el país de Egipto. 10Y tomaron ceniza del horno, y se pusieron delante de Faraón,
y la esparció Moisés hacia el cielo; y hubo sarpullido que produjo úlceras tanto en los
hombres como en las bestias. (Ex. 9:8-10)

Es sólo una suposición, pero esta plaga probablemente comenzó en la misma presencia de
Faraón, y puede ser que él fue el primero que contrajo las úlceras. El versículo 11 dice:

11
Y los hechiceros no podían estar delante de Moisés a causa del sarpullido, porque
hubo sarpullido en los hechiceros y en todos los egipcios. (Ex. 9:11)

En todo tiempo acompañaban a Faraón sus hechiceros y sabios que le aconsejaban. A ellos
les fue posible duplicar las primeras tres plagas y milagros, pero les fue imposible duplicar las
demás plagas. Y ahora en este juicio, ellos mismos se vieron afligidos.

Y aquí, amigo oyente, nos detenemos por esta ocasión. Continuaremos nuestra
consideración del capítulo 9 del Éxodo en nuestro próximo programa y tenemos la certeza de que
usted volverá a sintonizarnos. Mientras tanto, le aconsejamos leer el resto de este capítulo 9 de
Éxodo, para estar familiarizado con su contenido y sea más fácil para usted la comprensión de

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este pasaje bíblico. Y además, para facilitarle el estudio de la Palabra de Dios tenemos a su orden
en forma gratuita, las notas y bosquejos de estos estudios bíblicos. Están a su disposición en la
dirección que proveemos al final de este programa. Cuando nos escriba, indique con toda
claridad que desea recibir este material y nosotros a la brevedad que nos sea posible se lo
enviaremos. Quedamos, pues, en espera de su pedido. Será, entonces, hasta nuestro próximo
programa, es nuestra oración ¡que el Dios del cielo lo rodee de Sus ricas bendiciones!

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