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PROGRAMA No.

083

MATEO

Capítulo 16:1 - 21

Continuamos hoy, amigo oyente, nuestro recorrido por el Nuevo Testamento. En el capítulo
16 del evangelio según San Mateo, cuyo estudio damos comienzo hoy, Jesús continúa Su
controversia contra los fariseos y saduceos. Exige una confesión de Sus discípulos y Pedro
responde a nombre del grupo. Luego, Jesús los confronta por primera vez con la iglesia, Su
muerte y Su resurrección.

Este es un capítulo de distinciones penetrantes. Jesús hace aquí una diferenciación marcada
entre Sus discípulos y los príncipes religiosos. Los príncipes religiosos continúan tratando de
tentarle. El amonesta a Sus discípulos que se guarden de ellos. Jesús pide un informe de Sus
discípulos en cuanto a la reacción de la multitud. Le informan que hay mucho desacuerdo en
cuanto a la persona de Cristo, pero que todos se ponen de acuerdo en un punto: en que Él no era
Quien reclamaba ser. Cristo exigió entonces que Sus discípulos hicieran una afirmación en
cuanto a su aprecio por Él. ¡Cuán diferente es su confesión a la del resto de la multitud. En este
capítulo 16, encontramos tres puntos de vista en cuanto a Jesús:

Primero, los fariseos y saduceos pensaban que Jesús era impostor y que no era el Mesías.

En segundo lugar, la multitud creyía que Jesús podría ser Juan el Bautista, Elías, Jeremías, o
uno de los profetas. Todos eran lisonjeros, pero todos erraron el blanco.

En tercer lugar, Sus discípulos creían que Jesús era el Mesías, el Cristo, el Hijo del Dios vivo.
Pedro, al parecer, fue aquí el vocero de los discípulos.

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Por segunda vez, los fariseos y saduceos piden señal del cielo, y una vez más Jesús se refiere
a Jonás. Leamos los primeros tres versículos de este capítulo 16 de Mateo:

1
Vinieron los fariseos y los saduceos para tentarle, y le pidieron que les mostrase señal
del cielo. 2Mas él respondiendo, les dijo: Cuando anochece, decís: Buen tiempo;
porque el cielo tiene arreboles. 3Y por la mañana: Hoy habrá tempestad; porque tiene
arreboles el cielo nublado. ¡Hipócritas! que sabéis distinguir el aspecto del cielo, ¡mas
las señales de los tiempos no podéis! (Mat. 16:1-3)

Recuerde usted que en el capítulo 12 de este evangelio de Mateo, el versículo 39, los escribas
y fariseos ya habían pedido una señal especial. En aquella ocasión, el Señor les dio la señal del
profeta Jonás, que también dará aquí; pero primeramente en este pasaje les dice cuán buenos
pronosticadores del tiempo son ellos. Jesús observa que ellos pueden pronosticar el tiempo,
lucen como meteorólogos, pero parece que no pueden reconocer las “señales de los tiempos”.
Jesús reconoce que están tratando de tenderle una trampa, y amonesta a los Suyos a que se
guarden de ellos. Por segunda vez, los llama “hipócritas”, y entonces dicen los versículos 4 y 5
de Mateo, capítulo 16:

4
La generación mala y adúltera demanda señal; pero señal no le será dada, sino la
señal del profeta Jonás. Y dejándolos, se fue. 5Llegando sus discípulos al otro lado, se
habían olvidado de traer pan. (Mat. 16:4-5)

Por segunda vez, el Señor refiere a los fariseos y saduceos, a Jonás. Hay una nota de
finalidad en Su acción al volverse y apartarse de ellos. El Señor es conciso y breve con estos
hipócritas y solo les recuerda que como Jonás había permanecido bajo la superficie por tres días,
también Él lo estaría. Y entonces, veremos cómo amonesta luego a los discípulos en cuanto a la
levadura de la falsa doctrina de estos príncipes religiosos. Notemos primero, que los fariseos y
saduceos, no expresan intención alguna de recibirlo, ni como Mesías, ni como hijo de Dios. En
los versículos 6 y 7, Jesús les dijo, esta vez a Sus discípulos:

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6
Mirad, guardaos de la levadura de los fariseos y de los saduceos. 7Ellos pensaban
dentro de sí, diciendo: Esto dice porque no trajimos pan. (Mat. 16:6-7)

En el capítulo 13 de este evangelio de Mateo, aprendimos que la levadura siempre era un


símbolo de maldad y nunca un símbolo de bien. El Señor confirma esto aquí cuando amonesta a
Sus discípulos a guardarse, es decir, a cuidarse de la levadura de los fariseos y de los saduceos.
Cuando alguien le amonesta a usted a que se guarde o se cuide de algo, es seguro que no es
porque sea agradable ni bueno. Los discípulos, sin embargo, no comprendieron esta
amonestación en cuanto a la levadura pensando que el Señor les hablaba de la levadura del pan
físico que habían olvidado traer. Ahora, cuando Jesús vio su falta de entendimiento, entonces les
dijo: “Hombres de poca fe”, y fueron repetidas las veces que tuvo que recordarles de su poca fe.
Leamos ahora, los versículos 8 hasta el 12:

8
Y entendiéndolo Jesús, les dijo: ¿Por qué pensáis dentro de vosotros, hombres de poca
fe, que no tenéis pan? 9¿No entendéis aún, ni os acordáis de los cinco panes entre
cinco mil hombres, y cuántas cestas recogisteis? 10¿Ni de los siete panes entre cuatro
mil, y cuántas canastas recogisteis? 11¿Cómo es que no entendéis que no fue por el pan
que os dije que os guardaseis de la levadura de los fariseos y de los saduceos?
12
Entonces entendieron que no les había dicho que se guardasen de la levadura del
pan, sino de la doctrina de los fariseos y de los saduceos. (Mat. 16:8-12)

Si fuera un asunto de pan material, los discípulos debieran haber vuelto a los dos milagros de
Jesús, proveyendo comida para cinco mil y para cuatro mil, pero no se trataba de un asunto de
pan material. La levadura, entonces, según la interpretación misma de nuestro Señor, no
significa otra cosa que la falsa doctrina. Cuando las personas hablan acerca de la levadura del
Evangelio usan una contradicción de términos. La levadura nunca representa el Evangelio. La
levadura, según este pasaje, equivale a la falsa doctrina de los fariseos y de los saduceos.

En todo nuestro viaje por este Evangelio de Mateo, debemos poner las mentes y estar siempre
alertas, porque este Evangelio es la clave del resto de las Escrituras. Debemos hacer

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observaciones penetrantes, y anotar con cuidado lo que pasa, para poder hacer las distinciones
correctas.

Después que Jesús interpreta el significado de la levadura, Él y Sus discípulos salen, y


leyendo ahora el verso 13 y el verso 14, vemos que:

13
Viniendo Jesús a la región de Cesarea de Filipo, preguntó a sus discípulos, diciendo:
¿Quién dicen los hombres que es el Hijo del Hombre? 14Ellos dijeron: Unos, Juan el
Bautista; otros, Elías; y otros, Jeremías, o alguno de los profetas. (Mat. 16:13-14)

Si usted mira el mapa, encontrará que hay tres Cesareas. Cesarea de Filipo está situada al
norte del mar de Galilea. El Señor Jesús, entonces, está en el norte, y está en una posición de la
cual volverá, y de donde comenzará un movimiento directamente hacia Jerusalén y la cruz.
Antes de empezar aquel viaje, hay dos cosas que el Señor quiere que estén aclaradas en las
mentes de Sus discípulos. Y, amigo oyente, esas eran las mismas cosas que ahora tienen que
estar claras en nuestras mentes para ser cristianos verdaderos. Hay que saber lo que hizo
Jesucristo y Quién es Él. Esto es lo que determina su salvación. Si usted cree que Jesucristo es
el Hijo de Dios y que Él murió y resucitó para conseguir su salvación, si cree en quién es Jesús y
en lo que ha hecho a su favor, entonces puede usted tener la seguridad de su salvación.

Cuando el Señor Jesucristo hizo la pregunta: “¿Quién dicen los hombres que es el Hijo del
Hombre?”, formuló una pregunta que se ha seguido haciendo a través de los siglos. Es una
pregunta que Jesucristo todavía pide sea contestada, aún en nuestros días. Jesús todavía es el
Hombre más controversial que jamás haya vivido en esta tierra. Los discípulos dieron al Señor
los puntos de vista de las multitudes, y si usted llevara un micrófono a una esquina en su pueblo,
sin duda recibiría muchas de las mismas respuestas, porque los hombres todavía están confusos
en cuanto a la identidad de Jesús.

La mayoría de las personas lo consideraron un gran hombre, pero no hubo ningún acuerdo en
cuanto a Su identidad. Esta misma confusión y falta de acuerdo en cuanto a la persona de Cristo
prevalece aún en nuestros días. Todos estos criterios lisonjeros son deficientes, porque no dan

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con Su verdadera identidad. Sin embargo, es interesante notar que todos lo alaban como un gran
profeta o un gran maestro.

Un predicador joven tomó una encuesta haciendo la pregunta en cuanto a quién fue Jesús.
Una persona dijo que Él fue un gran Maestro. Otra dijo que fue el fundador de la religión. Un
hombre pensaba que era una buena persona, y hubo quien más le colocara en la clase de las
famosas personalidades de la historia. Quizá usted, amigo oyente, quisiera hacer una encuesta
similar. Y nos interesaría mucho saber los resultados. Bien, ahora el Señor hace otra pregunta a
Sus discípulos en los versículos 15 y 16:

15
El les dijo: Y vosotros, ¿quién decís que soy yo? 16Respondiendo Simón Pedro, dijo:
Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente (Mat. 16:15-16)

El tiempo ha llegado para que los discípulos hagan una decisión, y que den una confesión
sobre su propio punto de vista. Evidentemente Simón Pedro fue el vocero del grupo y lo llama
“el Cristo”, que quiere decir “el Mesías”, “el Ungido”, el que cumplía todas las profecías del
Antiguo Testamento con respecto al Mesías. Pero asimismo dijo que era el Hijo de Dios. Con
esto, le atribuyeron a Jesús toda la plenitud de Su persona, misión y obra, aunque es obvio que no
entendieron en detalle las implicaciones de todo lo que esto significaba. Hasta este momento,
éste fue el testimonio mayor y la mejor confesión que pudo ser hecha en cuanto a Jesús. ¡Este en
verdad es Jesús! Ahora, el versículo 17, dice:

17
Entonces le respondió Jesús: Bienaventurado eres, Simón, hijo de Jonás, porque no
te lo reveló carne ni sangre, sino mi Padre que está en los cielos. (Mat. 16:17)

Sólo el Espíritu Santo puede darnos a conocer lo que necesitamos saber en cuanto a Cristo.
Ningún hombre hoy puede llamar a Jesús el Cristo sino por el Espíritu Santo. Ni carne ni sangre
reveló a Pedro estas cosas profundas de Dios. El mero hecho de estar con el Señor Jesús mismo
por dos años y medio no causó que Pedro entendiera que Jesús era el Hijo de Dios, el Mesías.
Fue por revelación del Espíritu Santo. Muchas veces decimos: “Ah, si únicamente pudiera haber
pasado unos 2 o 3 años con Jesús, entonces sí que podría conocerle bien”. Amigo oyente, ahora

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mismo usted puede entrar en contacto íntimo con Jesucristo y pasar el resto de su vida con Él,
gracias a la labor del Espíritu Santo. Ahora, en el versículo 18, continúa hablando Jesús y dice:

18
Y yo también te digo, que tú eres Pedro, y sobre esta roca edificaré mi iglesia; y las
puertas del Hades no prevalecerán contra ella. (Mat. 16:18)

Vamos a considerar este versículo con cuidado. Es evidente que es muy fácil aquí hacer una
equivocación de vocablos. “Tú eres Petros - o sea una piedra pequeña, y sobre esta petra – roca,
o masa rocosa – edificaré mi iglesia”. Él no iba a edificar la iglesia sobre Pedro, ni sobre la
confesión de Pedro, pues solamente Jesús es la Roca. La iglesia está edificada sobre Cristo. La
confesión de Pedro lo colocó sobre la Roca.

Pedro mismo aclara muy bien en sus epístolas el hecho de que Cristo es la Roca fundamental,
la piedra angular. El Apóstol Pedro lo explica en su primera carta, capítulo 2, versículos 4 al 8,
diciendo: Acercándoos a él, piedra viva, desechada ciertamente por los hombres, mas para Dios
escogida y preciosa, vosotros también, como piedras vivas, sed edificados como casa espiritual y
sacerdocio santo, para ofrecer sacrificios espirituales aceptables a Dios por medio de
Jesucristo. Por lo cual también contiene la Escritura: He aquí, pongo en Sion la principal
piedra del ángulo, escogida, preciosa; y el que creyere en él, no será avergonzado. Para
vosotros, pues, los que creéis, él es precioso; pero para los que no creen, la piedra que los
edificadores desecharon, ha venido a ser la cabeza del ángulo; y, Piedra de tropiezo, y roca que
hace caer, porque tropiezan en la palabra, siendo desobedientes; a lo cual fueron también
destinados. También el apóstol Pablo en su primera carta a los Corintios, capítulo 3, versículo
11, dice: Porque nadie puede poner otro fundamento que el que está puesto, el cual es
Jesucristo.

Cristo es la Roca, y Él dice que sobre esta Roca edificará Su iglesia. La iglesia estaba todavía
en el futuro cuando el Señor hizo esa declaración. Y favor de no decirme que había una iglesia
en el Antiguo Testamento, porque la iglesia no emergió sino hasta después de la muerte, la
resurrección y ascensión de Cristo, y Su envío del Espíritu Santo. No pudo haber existido una

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iglesia hasta cuando todas estas cosas se hubieran cumplido. “Edificaré mi iglesia” – dice el
Señor. Es una frase que indica que lo haría en el futuro.

Ahora, “Las puertas del Hades” se refiere a las “puertas de la muerte”. La palabra usada
aquí es el Hades, y Seol del Antiguo Testamento, las cuales se refieren al mundo invisible y
significan la muerte. Las puertas de la muerte no prevalecerán contra la iglesia de Cristo. Uno
de estos días, el Señor mismo descenderá del Cielo con voz de mando. Aquella voz de mando
será como la voz de un arcángel. Y levantará a los Suyos cuando venga. Así lo expresa el
Apóstol Pablo, en su primera carta a los Tesalonicenses, capítulo 4, versículos 13 al 18, donde
dice: Tampoco queremos, hermanos, que ignoréis acerca de los que duermen, para que no os
entristezcáis como los otros que no tienen esperanza. Porque si creemos que Jesús murió y
resucitó, así también traerá Dios con Jesús a los que durmieron en él. Por lo cual os decimos
esto en palabra del Señor: que nosotros que vivimos, que habremos quedado hasta la venida del
Señor, no precederemos a los que durmieron. Porque el Señor mismo con voz de mando, con voz
de arcángel, y con trompeta de Dios, descenderá del cielo; y los muertos en Cristo resucitarán
primero. Luego nosotros los que vivimos, los que hayamos quedado, seremos arrebatados
juntamente con ellos en las nubes para recibir al Señor en el aire, y así estaremos siempre con el
Señor. Por tanto, alentaos los unos a los otros con estas palabras. Y el Apóstol Pablo en su
primera carta a los Corintios, capítulo 15, versículos 51 al 57, dice: He aquí, os digo un misterio:
No todos dormiremos; pero todos seremos transformados, en un momento, en un abrir y cerrar
de ojos, a la final trompeta; porque se tocará la trompeta, y los muertos serán resucitados
incorruptibles, y nosotros seremos transformados. Porque es necesario que esto corruptible se
vista de incorrupción, y esto mortal se vista de inmortalidad. Y cuando esto corruptible se haya
vestido de incorrupción, y esto mortal se haya vestido de inmortalidad, entonces se cumplirá la
palabra que está escrita: Sorbida es la muerte en victoria. ¿Dónde está, oh muerte, tu aguijón?
¿Dónde, oh sepulcro, tu victoria? Ya que el aguijón de la muerte es el pecado, y el poder del
pecado, la ley. Mas gracias sean dadas a Dios, que nos da la victoria por medio de nuestro
Señor Jesucristo.

Ahora, volviendo al capítulo 16 del evangelio según San Mateo, en el versículo 19 el Señor
continúa hablando y dice:
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19
Y a ti te daré las llaves del reino de los cielos; y todo lo que atares en la tierra será
atado en los cielos; y todo lo que desatares en la tierra será desatado en los cielos.
(Mat. 16:19)

Ahora, ¿cuáles son las llaves del reino de los cielos? ¿Fueron dadas solamente a Simón
Pedro? No, amigo oyente. Fueron dadas a todos los que hagan esta misma confesión en cuanto a
Jesucristo. Las llaves eran un símbolo de la autoridad del oficio de los escribas, los cuales
interpretaban las Escrituras al pueblo. (Nehemías 8:2-8). Cada cristiano hoy en día tiene las
Escrituras, y por eso tiene las llaves. Si detenemos la Palabra, “atamos en la tierra”. Si
predicamos la Palabra, “desatamos en la tierra”. Ningún hombre ni iglesia individual tiene las
llaves a la exclusión de todos los otros creyentes. Hoy en día tenemos una responsabilidad de
predicar el Evangelio, porque esta es la única cosa que puede salvar al hombre. Ahora, el
versículo 20, dice:

20
Entonces mandó a sus discípulos que a nadie dijesen que él era Jesús el Cristo.
(Mat. 16:20)

El Señor hizo esta petición porque el sólo hecho de saber Quién es, de por sí no salvará a
nadie. Para encontrar la salvación, amigo oyente, hay que saber Quién es, y lo que Él hizo por
nosotros, reconocer nuestra propia necesidad, y entonces, aceptar a Jesucristo personal e
individualmente como todo suficiente Salvador y Señor.

Entramos ahora, a otro aspecto en este capítulo 16. Veremos que por primera vez, el Señor
Jesús anuncia Su muerte y resurrección a Sus discípulos. La ocasión para estas palabras fue
aproximadamente seis meses antes de que en realidad fuera crucificado. Ahora, ¿por qué esperó
tanto tiempo antes de hacer un anuncio tan importante? Es obvio que los discípulos no estaban
preparados para recibir el anuncio, ni aún en esta ocasión, a juzgar por su reacción. Jesús repitió
cinco veces el hecho de que iba a Jerusalén para morir. Así lo vemos en este versículo 21 del
capítulo 16. También en el capítulo 17, versículo 12. Luego, los versículos 22 y 23 de ese
mismo capítulo 17. Más adelante, en el capítulo 20, versículos 18 y 19. Y finalmente, en el
versículo 28 del mismo capítulo 20. A pesar de esta instrucción intensiva, los discípulos no

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pudieron comprender el significado de todo esto, sino hasta después de Su resurrección. Leamos
ahora el versículo 21 de Mateo, capítulo 16:

21
Desde entonces comenzó Jesús a declarar a sus discípulos que le era necesario ir a
Jerusalén y padecer mucho de los ancianos, de los principales sacerdotes y de los
escribas; y ser muerto, y resucitar al tercer día. (Mat. 16:21)

Esto es lo que hizo el Señor Jesús por usted y por mí, amigo oyente. Este es “el Evangelio”,
o sea “las Buenas Noticias” de que Cristo murió por nuestros pecados, conforme a las Escrituras;
y que fue sepultado y que resucitó, también conforme a las Escrituras. Es necesario saber Quién
es. Y también es necesario saber lo que hizo por usted y por mí. Si sabe estas dos cosas, y por la
fe cree y las recibe, entonces usted es salvo. Esto nunca antes había sido revelado exceptuando a
Nicodemo en el principio de Su ministerio en el capítulo 3 del evangelio según San Juan,
versículos 14 y 15, donde dice: Y como Moisés levantó la serpiente en el desierto, así es
necesario que el Hijo del Hombre sea levantado, para que todo aquel que en él cree, no se
pierda, mas tenga vida eterna. Es nuestra oración, amigo oyente, al concluir el programa de hoy,
que usted abra las puertas de su corazón al Hijo de Dios en esta misma hora y le reciba como su
Señor y su Salvador, para que así pueda tener la seguridad completa de disfrutar de una vida
eterna con Cristo Jesús. ¡Dios le ayude a hacerlo!

En nuestro próximo programa, continuaremos estudiando los siguientes versículos de este


capítulo 16 del evangelio según San Mateo y nos anticipamos a agradecerle por volver a
sintonizarnos. Será, pues, hasta entonces, es nuestra oración ¡que Dios le bendiga
abundantemente!

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