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El modelo económico como causante de la destrucción del planeta y de las

comunidades aborígenes a la luz de un documental de la Comisión de la verdad1,

David Sáenz Guerrero2, María Teresa Gómez Ramírez3

Línea temática: El humanismo ante el Antropoceno, transhumanismo y crisis ambiental.

Tipo de trabajo: Ponencia

Palabras clave: Buen vivir, modelo económico, violencia, dinero, no-cuidado de la


naturaleza, epistimecidio.

La presente ponencia tiene como objetivo reflexionar sobre cómo el modelo


económico actual, ha sido una causante de la destrucción del planeta y de las comunidades
aborígenes, todo ello a la luz de un documental de la Comisión de la verdad: En la guerra
olvidamos vivir y pensar la vida como carijonas y ese daño es irreparable. Por otra parte,
se pretende analizar cómo el pueblo Carijona ha perdido la identidad y se ha visto inmerso
en un epistemicidio que no posibilita el Buen vivir, lo anterior como consecuencia del culto
al dinero y de la violencia del Conflicto Armado Colombiano. Finalmente, mostrar cómo
las imposiciones postcolonialistas han marcado el modelo económico y las violencias en la
región, que destruyen la naturaleza y aumenta la crisis ambiental y social.

La metodología que se usará para llevar a feliz término los objetivos en esta
propuesta es el hermenéutico, dado que éste nos posibilitará interpretar el documental a
partir de algunas categorías que se consideran pertinentes dentro del marco de la ponencia.

1
“En la guerra olvidamos vivir y pensar la vida como carijonas y ese daño es irreparable”
2
Comunicador Social. Magíster en Educación con énfasis en Desarrollo Humano. Correo:
David.saenz@usantoto.edu.co
3
Comunicadora Social y Magíster en Comunicación, Desarrollo y Cambio Social. Correo:
maría.gomezr@usantoto.edu.co

1
Ahora bien, el documental, En la guerra olvidamos vivir y pensar la vida como
carijonas y ese daño es irreparable de la (Comisión de la verdad, 2012), se muestra cómo el
modelo económico actual, que hace culto al dinero, no solo ha destruido a un pueblo
ancestral, sino que también destruye la naturaleza. Tal situación trae a la memoria lo escrito
por (Lev Tolstói, 2012) hace más de cien años:
"En vano cientos de miles de hombres, hacinados en un pequeño espacio, se
esforzaban en desfigurar la tierra en que vivían; en vano la cubrían de
piedras para que nada pudiera crecer; en vano arrancaban las hierbecillas
que pugnaban por salir, en vano impregnaban el aire de humo de petróleo y
de carbón, en vano echaban a los animales y a los pájaros, porque hasta en la
ciudad la primavera era primavera. Resplandecía el sol, la hierba verde
brotaba por doquier, no sólo en los céspedes de los bulevares, sino hasta
entre los adoquines del empedrado; en los álamos, los abedules y los cerezos
silvestres despuntaban pegajosas y perfumadas hojas; los brotes de los tilos
estaban a punto de estallar; las cornejas, los gorriones y las palomas
construían alegremente sus nidos, como todas las primaveras, y las moscas,
calentadas por el sol, zumbaban junto a los muros. Estaban alegres las
plantas, los pájaros, los insectos y los niños, pero los hombres —los
hombres hechos y derechos— no cesaban de engañarse ni de atormentarse,
ni de engañar y atormentar a los demás. Consideraban que lo sagrado e
importante no era aquella mañana de primavera ni aquella belleza terrenal
concedida para dicha de todos los seres vivientes —aquella belleza que
predisponía a la paz, a la armonía y al amor—, sino lo que ellos habían
inventado para dominarse unos a otros".
(pp. 17-18)
Es necesario decir que, los carijonas no representan a los hombres hechos y
derechos, es decir, al hombre blanco, poseedor de la tierra, dominante y usurpador. Los
carijonas no son el patrón blanco que llegó a sus territorios en los departamentos de
Amazonas y Guaviare, en Colombia, a mancillar lo que para ellos era sagrado, la Madre
Tierra y la hoja de coca. Tampoco son el colono que ha concebido a la Pacha Mama como

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una rex extensa, o sea, como la cosa gigante que tiene que ser explotada para que revele
todos sus secretos y así convertirlos en objeto de consumo y de comercialización, o como lo
piensa (Durán Mantilla, 2011) como objeto de la voluntad de poder, objeto ilimitado de la
explotación de sus recursos. (p. 95).
La relación del hombre blanco con la naturaleza carece de sentido, dado que:
Cuando los poderosos de este mundo, los que controlan los destinos y las
finanzas y los destinos de los pueblos, se reúnen, nunca es para discutir el
futuro de la vida humana y la conservación de la Tierra. Lo hacen para tratar
de dinero, cómo salvar el sistema financiero y especulativo, cómo garantizar
las tasas de interés y los beneficios de los bancos. Si hablan de
calentamiento global y de cambios climáticos es casi siempre desde esta
óptica: ¿cuánto puedo perder con estos fenómenos? O ¿cómo puedo ganar
comprando o vendiendo bonos de carbono (compro de otros países permiso
para seguir contaminando)? La sostenibilidad de la que hablan no es ni
adjetiva, ni sustantiva. Es pura retórica. Olvidan que la Tierra puede vivir sin
nosotros, como vivió miles de millones de años, pero nosotros no podemos
vivir sin ella. (Boff, L. 2012, p. 10).

Tal situación se puede ver en el documental en la narrativa que los carijonas


construyen al decir que primero el patrón blanco llegó a su región con el fin de extraer
caucho, y que para ello necesitaban mano de obra, por tanto, buscaron a los carijonas, que
fueron quienes más tuvieron contacto con la temible Casa Arana. (Vargas-Llosa, 2010) en
su libro, El sueño del celta, recrea un personaje histórico, Roger Casement, quien desde
Reino Unido viaja a América Latina a documentar los vejámenes cometidos por la empresa
cauchera. En un diálogo en el que Casement entrevista a uno de los empleados de la Casa
Arana, interpela a su interlocutor con unas palabras que son precisas para describir lo que
seguramente vivieron muchos carijonas en Colombia: —

Los barbadenses me han explicado que muchos indígenas están marcados


con las iniciales de la Compañía: CA, es decir, Casa Arana. Como las vacas,

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los caballos y los cerdos. Para que no se escapen ni se los roben los
caucheros colombianos. Ellos mismos han marcado a muchos. Con fuego a
veces y a veces con cuchillo. Pero no he visto a ninguno todavía con esas
marcas. ¿Qué ha sido de ellos, señor? (p. 130)

Esta última pregunta, ¿qué ha sido de ellos?, sigue teniendo sentido en estos
tiempos, por tal razón, la Comisión de la verdad, construyó el documental en el que se hace
evidente que los carijonas fueron tratados sin compasión para extraer el caucho. Tiempo
después se vieron inmersos en la economía ilegal del narcotráfico, lo cual vilipendió la hoja
de coca, sagrada para ellos y para su payé, dado que servía como puente de comunicación
con lo trascendente y se utilizaba como medicina para tratar sus enfermedades. Ahora bien,
¿qué condujo al hombre blanco a la dominación del aborigen y del territorio? La codicia
por el dinero. Roger Casement, el personaje de (Vargas-Llosa, 2010) llega a la siguiente
conclusión después de haber conocido los atropellos que se cometían contra los aborígenes
de la República del Congo, los cuales se replican sin mesura en el caso de los carijonas
colombianos:
Roger Casement se dijo muchas veces que, si había una sola palabra que
fuera la raíz de todas las cosas horribles que ocurrían aquí, esa palabra era
codicia. Codicia de ese oro negro4 que, para desgracia de su gente,
albergaban en abundancia los bosques congoleses. Esa riqueza era la
maldición que había caído sobre esos desdichados y, de seguir, así las cosas,
los desaparecería de la faz de la Tierra. A esa conclusión llegó en esos tres
meses y diez días: si el caucho no se agotaba antes, serían los congoleses los
que se agotarían con ese sistema que los estaba aniquilando por cientos y
millares (Pp. 55-56).

Los aborígenes de la región de la Orinoquía, han sido víctimas del sistema económico
imperante, en el cual se hace culto al dinero y a la codicia. A este nuevo dios malvado y
castigador, al que prácticamente se le pueden endilgar las palabras del salmista:
4
Caucho.

4
Oh Dios, tú eres mi Dios, por ti madrugo,
mi alma está sedienta de ti;
mi carne tiene ansia de ti,
como tierra reseca, agostada, sin agua. (Salmo 62, 2. Biblia de Jerusalén)
Los carijonas fueron obligados a cambiar una forma ancestral, el Buen vivir. La
cambiaron por ese nuevo dios pregonado por los colonos blancos.
Por otra parte, la Pacha Mama, la Tierra, además de ser objeto de dominación para
el hombre blanco, también es destruida por la fumigación de sus territorios. La (Comisión
de la verdad, 2021), ha conocido que:
En 2015, autoridades del resguardo de Puerto Nare, Guaviare, formularon
una acción de tutela por la vulneración de derechos fundamentales que les
causó la aspersión de glifosato sobre territorios consagrados a la autoridad y
soberanía de la comunidad carijona, los cuales fueron fumigados sin que se
realizara una consulta previa. (Párr. 2)

Con el pretexto de generar progresos y desarrollos económicos en los países mal


llamados tercermundistas, se han creado una serie de estrategias extractivistas que
empobrecen, marginan, excluyen y vulneran los derechos fundamentales de los pueblos
originarios de América Latina. Este fenómeno social, político y económico tiene unas
profundas raíces históricas que datan desde la conquista europea del siglo XV al continente
americano, saqueando los recursos y riquezas naturales que producía América, además de
su idiosincrasia, costumbres, lenguaje, creencias, y formas de vivir; una herencia que ha
durado más de cinco siglos, marcando las sendas de la supremacía del más fuerte sobre el
débil, desencadenándose una hegemonía colonial de la élites políticas y económicas de los
países latinoamericanos, logrando subyugar los pueblos originarios históricamente,
tendientes a desaparecer.

De este modo, se perpetúa una historia interminable de víctimas y victimarios donde


estos últimos, en su afán voraz de riqueza, violan por completo la dignidad humana de las
comunidades étnicas, lo cual ha generado en el caso de Colombia, la marcada desigualdad

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social y económica que ha producido una cultura de violencia, el éxodo del desplazamiento
de las gentes en las zonas rurales y la pobreza extrema de gran parte de la población
colombiana; de acuerdo con Ospina (2013) “una deuda de respeto y de dignidad con los
pueblos nativos quedó pendiente mucho tiempo en Colombia, y sigue siendo uno de los
desafíos de nuestra incorporación en la modernidad” (p.17).

En este sentido, el desprecio cultural de las altas élites oligarcas en Colombia,


desató la rebelión de campesinos y con ello también, un bandidaje rural que se arropó del
paradigma comunista pero que en su trasfondo, se trataba de marginación, irrespeto y falta
de oportunidades para las comunidades campesinas, que al no ver respuesta favorable del
estado colombiano, incursionaron en actividades ilícitas como el narcotráfico (Ospina,
2012) y que ha perjudicado profundamente las comunidades indígenas del país como lo
muestra el documental En la guerra olvidamos vivir y pensar la vida como carijonas y ese
daño es irreparable (Comisión de la verdad, 2012)

Hacia los años noventa, emerge en Latinoamérica como una fuerza


contrahegemónica a las imposiciones económicas de la modernidad y el capitalismo, la
cosmovisión indígena del Sumak Kawsay (Buen Vivir), una filosofía de vida que se
posiciona como un paradigma epistémico de resistencia con una propuesta política, cultural
y social que se ha desarrollado con bastante fuerza en países como Ecuador, Bolivia y Perú,
que propone una forma de vida en equilibrio entre los seres humanos y la naturaleza, lo que
implica contraponer el exacerbado individualismo, alcanzando condiciones de equidad, con
alto sentido de la solidaridad y la participación ciudadana. (Gudynas,2013)

El Buen Vivir en Colombia, es incipiente a pesar de ser una región multiétnica y


pluricultural pues el proyecto de desarrollo extractivista hace compleja su puesta en marcha
y afecta los modos de vida de las comunidades tanto indígenas como campesinas. Según
Delgado: (2021)
…sin embargo, la Corte Constitucional, a partir de los postulados de la
Constitución de 1991, ha cuestionado el concepto de desarrollo ‘al referirse a

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la protección que merecen diversas comunidades y el medio ambiente, en el
marco del Estado Social de Derecho. (p.3)

En este sentido, la Corte Constitucional se ha pronunciado con justicia en varias


situaciones que han atentado con la soberanía de los pueblos originarios y ha hecho
efectivas las acciones constitucionales de los ciudadanos, sin embargo, el camino es largo y
empedrado, lo cual implica mayores voluntades ciudadanas y políticas para defender los
territorios y la dignidad de las gentes que habitan en las zonas rurales y en los resguardos
indígenas.

A pesar de las dificultades para llevar a cabo una política del Buen Vivir, en la
región del Catatumbo, Norte de Santander, se han consolidado procesos de economías
solidarias, empoderamiento de mujeres en temas de reivindicación de sus derechos,
soberanía alimentaria y fomento a expresiones artísticas propias de su comunidad; un
intercambio de saberes constante que pone en marcha una política social sostenible donde
todos sus miembros trabajan colectivamente por la defensa de la vida humana y natural.
(Cifuentes, 2018)

Conclusiones

El modelo de desarrollo imperante, que tiene como fin el dinero y la producción, no


ha tenido en cuenta las distintas formas de vivir de los pueblos aborígenes de la Orinoquía
colombiana. Tal es el caso de los Carijona, quienes han sufrido un exterminio, no solo a
causa de la violencia del Conflicto Armado colombiano, sino a dinámicas económicas
relacionadas con la extracción de caucho y de coca. En primer lugar, porque se vieron
forzados a trabajar para las compañías caucheras que llegaron a la región. En segundo
lugar, porque al verse envueltos en el narcotráfico, olvidan quiénes son, es decir, sus
prácticas ancestrales y su forma de vivir contrario al hegemónico. En tercer lugar, quedan
en medio de un conflicto que no hace parte de su cosmovisión ni de sus formas de
gobierno, pero que sí los convierte en víctimas.

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Es claro entonces que, el sistema de capital global impera en las sociedades
occidentalizadas como única vía de desarrollo, que arrasa sin piedad la idiosincrasia de los
pueblos indígenas, exterminando por completo sus economías, prácticas y tradiciones
culturales, sin embargo, los conocimientos y saberes de los pueblos indígenas (habitantes
originarios de un lugar que han conservado su cultura y formas de vida tradicionales), a
pesar de haber sido invisibilizados, despreciados e incluso combatidos, algunos de ellos en
Latinoamérica, han logrado resistir las inclemencias del sistema capitalista.

El buen vivir implica comprender otro tipo de racionalidad (la otredad) que no es la
occidental, aquella que logra contraponer aquellos paradigmas de la conquista europea y
que fortalece los lazos humanos con la Pacha Mama como una vía espiritual que equilibra
la vida en el consumo de los recursos naturales y la solidaridad frente al individualismo.
Con ello se demuestra que existe voluntad en las gentes, pero se requiere de fuerzas
colectivas ciudadanas, entes locales, gubernamentales y estatales que velen y promuevan
una alternativa de crecimiento económico más humana y consciente con el planeta.

Referencias
Boff, L., & Gavito, M. (2012). El cuidado necesario. Madrid: Trotta.
Comisión de la verdad. (9 de Agosto de 2021). Comisión de la verdad. Obtenido de
https://comisiondelaverdad.co/:
https://comisiondelaverdad.co/actualidad/noticias/indigenas-carijonas-colombia-
guerra-exterminio-comision-verdad
Cifuentes, S. (2018). Tesis de maestría: Estudio de caso: Buen Vivir en Colombia, una
apuesta de vida desde el campesinado catatumbero. P,117.
Comision de la verdad (Dirección). (2021). “En la guerra olvidamos vivir y pensar la vida
como carijonas y ese daño es irreparable” [Película].

Delgado Esguerra, C. (2021). ¿La Corte Constitucional como referente del buen vivir?
Razón Crítica, (11). https://doi.org/10.21789/25007807.1693
Ospina, W. (2013). Pa que se acabe la vaina. Bogotá. Ed. Espa Ebook.

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Ospina, W. (2012). ¿Dónde está la franja amarilla? Bogotá. Ed. Mondadori
Gudynas, E. (2013). El malestar Moderno con el Buen Vivir: Reacciones y resistencias
frente a una alternativa al desarrollo. Ecuador Debate No 88: 183-205, 2013. CAAP,
Quito, Ecuador.
Tolstói, L., Andresco, I., & Andrasco, L. (2012). Resurrección . Madrid: Alianza Editorial.
Vargas-Llosa, M. (2010). El sueño del celta. Madrid: Alfaguara.

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