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Inserción y dinámicas del sistema hispanoamericano en el circuito del


comercio atlántico

Chapter · January 2014

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Amedeo Lepore
Università degli Studi della Campania "Luigi Vanvitelli
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ENTRE MEDITERRÁNEO Y ATLÁNTICO
CIRCULACIONES, CONEXIONES Y MIRADAS,
1756-1867

Antonino De Francesco
Luigi Mascilli Migliorini
Raffaele Nocera
(Coordinadores)

Introducción
Giuseppe Galasso

Mediterráneo (Historia) 7-OCT.indd 5 07-10-14 10:32


Distribución mundial para lengua española

Primera edición, FCE Chile, 2014

De Francesco, Antonino; Mascilli Migliorini, Luigi; Nocera, Raffaele


Entre Mediterráneo y Atlántico. Circulaciones, conexiones y miradas, 1756-1867 / Antonino De Francesco, Luigi
Mascilli Migliorini, Raffaele Nocera (Coordinadores); Introducción de Giuseppe Galasso
Chile: FCE, 2014
642 p. ; 23 x 16,5 cm. (Colec. Historia)
ISBN 978-956-289-123-3

© Fondo de Cultura Económica


Av. Picacho Ajusco 227; Colonia Bosques del Pedregal;
14200 México, D.F.
© Fondo de Cultura Económica Chile S.A.
Paseo Bulnes 152, Santiago, Chile

Registro de Propiedad Intelectual N° 246.316


ISBN 978-956-289-123-3

Coordinación editorial: Fondo de Cultura Económica Chile S.A. / Nicoletta Marini d’Armenia
Imagen de portada: Impresión original de mapa antiguo, cortesía de Jonathan Potter Ltd., Londres. Novissima Totius
Terrarum Orbis Tabula. Por Nicholas Visscher. Publicado en Ámsterdam, c.1679.
Revisión de textos e índice onomástico: Valerio Giannattasio
Diseño de portada: Macarena Líbano Rojas
Diagramación: Gloria Barrios A.

Este libro se publica con una contribución del “Ministero dell’Istruzione


dell’ Università e della Ricerca (MIUR)” y “Progetti di Ricerca di Interesse
Nazionale (PRIN,2009)” y con una subvención del Departamento de
Estudios Históricos de la Università di Milano.

Se prohíbe la reproducción total o parcial de esta obra –incluido el diseño tipográfico y de portada–, sea cual fuera el
medio, electrónico o mecánico, sin el consentimiento por escrito de los editores.

Impreso en Chile – Printed in Chile

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Índice

Introducción a 1756. Giuseppe Galasso 11


Prólogo. Nuestra América, Mare Nostrum. Luigi Mascilli Migliorini 25
Prefacio. Raffaele Nocera 33

PARTE I. LA RUTA DE NÁPOLES

Un viajero en teoría. Genovesi, las utopías y América del Sur 45


Girolamo Imbruglia
Nápoles: Las Luces en el espacio mediterráneo 57
Elvira Chiosi
Carlos III: la Ilustración entre España y ultramar 73
Gabriel Paquette
Los jesuitas españoles expulsos ante la disputa del Nuevo Mundo 93
Niccolò Guasti
Las trayectorias de la “disputa del Nuevo Mundo” 109
Maria Matilde Benzoni

PARTE II. ECOS DE REVOLUCIONES

El espacio revolucionario transatlántico: una comparación historiográfica 137


Antonino De Francesco
Después de 1776. Pensar la Revolución 151
Susana Gazmuri
La crisis del Antiguo Régimen colonial. Las revueltas en la América
española en la segunda mitad del siglo xviii 171
Federica Morelli
El sueño americano: los orígenes de un imperio naciente 195
Nicoletta Marini d’Armenia
7

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8 ENTRE MEDITERRÁNEO Y ATLÁNTICO…

Santo Domingo en revoluciones (1789-1825) 211


Raphaël Lahlou
La Revolución de Santo Domingo 225
David Geggus

PARTE III. LIBERTAD Y CONSTITUCIÓN

De Aboukir a Ayacucho o de las guerras revolucionarias a la América


independiente. Imágenes y sensaciones 243
Claudio Rolle
De Cádiz a la América del Sur: el viaje de una ilusión constitucional 255
Juan Luis Ossa Santa Cruz
Algunas reflexiones sobre las Cortes de Cádiz y la contribución de
los delegados hispanoamericanos 279
Marta Lorente Sariñena
Influencias del constitucionalismo inglés en el Mediterráneo 299
Diletta D’Andrea
Leandro Miranda al servicio de la República de Colombia: aventuras
periodísticas y diplomáticas 313
Daniel Gutiérrez Ardila
La “guerra civil borbónica”. Crisis de legitimidad y proyectos nacionales
entre Nápoles y el mundo iberoamericano 341
Carmine Pinto

PARTE IV. HACIA NUEVAS NACIONES

República y Federalismo en América del Sur, entre la Monarquía


hispánica y las revoluciones de Independencia 363
Gabriel Entin
Dictaduras temporales, bonapartismos y caudillismos 393
Raúl O. Fradkin
Latinoamericanos en Europa 421
Rosa Maria Delli Quadri
Londres, capital del exilio mediterráneo. Un estudio comparado entre
la comunidad española y la italiana (1823-1833) 437
Viviana Mellone
Buenos Aires, capital independiente 457
Valerio Giannattasio

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ÍNDICE 9

Los desafíos de la justicia republicana. Profesionalización e independencia


de la judicatura en Chile y Perú durante el siglo xix 477
Pauline Bilot y Pablo Whipple
La larga transición de la esclavitud a la abolición 501
Luigi Guarnieri Calò Carducci
Inserción y dinámicas del sistema hispanoamericano en el circuito
del comercio atlántico 519
Amedeo Lepore

Referencias 545

Índice onomástico 631

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Inserción y dinámicas del sistema hispanoamericano
en el circuito del comercio atlántico

Amedeo Lepore*
Traducción de Celia Díez Huertas

El epílogo del Imperio y la ausencia de un “nuevo inicio” español

En el paso entre los dos siglos que marcaban el final del Imperio español y el
cambio progresivo e ininterrumpido de los centros de comercio mundial hacia las
áreas continentales más desarrolladas, comenzando por los territorios británicos,
apareció, paradójicamente de manera evidente, la conexión entre Europa y Amé-
rica Latina, entre los espacios marítimos del Mediterráneo y del Atlántico, como
un unicum de una visión sistemática del mundo. La diacronía de los eventos a los
dos lados del océano, con el “bloque continental”, se terminaba para aparecer un
cuadro más complejo y articulado del nuevo mecanismo de la competencia políti-
ca y comercial, que llevó a reorganizar las jerarquías entre las potencias marítimas
y originó, además, sin efecto inmediato, la “primera globalización”, acontecida
en el momento más intenso del colonialismo, en el periodo comprendido entre
la vuelta al proteccionismo de los años setenta del siglo xix y la Primera Guerra
Mundial.
A partir del siglo xvi España había conservado sin interrupción un papel fun-
damental en el tráfico atlántico, primero a través del monopolio comercial de
Sevilla y después con el de Cádiz, surcando toda la época del mercantilismo con
una particular modalidad de dominio, basada en una “discontinuidad geográfica”,
pero con una homogeneidad de gobierno que ha sido sintéticamente descrita por
José María Jover Zamora:

* Seconda Università di Napoli y Università LUISS di Roma.

519

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520 ENTRE MEDITERRÁNEO Y ATLÁNTICO…

En efecto, mientras otros pueblos coloniales de la época moderna –Inglaterra,


Holanda, Portugal (…)– conciben sus establecimientos costeros en función
de sus flotas y del tráfico que mantienen, para España lo sustancial no es el
tráfico en sí, sino la conquista, la población y la configuración y manteni-
miento de unas unidades políticas continentales; los barcos conservan, en la
escala de valores (…), su estricta misión de medio de transporte y de defensa,
al servicio de un objetivo superior: las provincias y los virreinatos españoles
de las Indias.1

En otros términos, la razón de la supremacía española, que atravesó el periodo


más proficuo de la importación de metales preciosos desde América y que duró,
con diversas condiciones, otros tres siglos más, puede encontrarse en el modelo
de explotación económica basado en la ocupación y en el control político de los
territorios transoceánicos.
Aunque hacia el final de esta larga época de dominio colonial la integridad
territorial del Imperio estaba todavía sustancialmente asegurada, el cuadro estaba
sufriendo profundas transformaciones en relación con dos factores que ponían en
entredicho la composición de los intereses económicos entre las dos orillas del
Atlántico y el propio monopolio comercial al que se sobreponía “la situación de
hecho creada por las condiciones económicas de las sociedades indohispánicas en
conjunción con el impetuoso vigor expansivo de determinadas empresas mercanti-
les holandesas, francesas e inglesas”.2 Cádiz fue el núcleo inicial, no solo simbólico,
de este cambio de escenarios y fronteras entre finales del siglo xviii e inicios del
xix. Después de haber cumplido durante todo el siglo xviii el papel de cabeza
del comercio europeo con las Indias, al término del dominio español basado en
el monopolio de un solo puerto para el tráfico transoceánico, la ciudad andaluza
se predisponía a convertirse en uno de los ejes del proceso de emancipación y de
afirmación de las ideas liberales a los dos lados del Atlántico.
Los acontecimientos clave de este nuevo episodio se concentraron esencial-
mente en dos fases. La convocación de las Cortes y la promulgación de la Cons-
titución liberal de 1812 (ver Figura 1) fueron el fruto de un encuentro que había
mantenido ocupados –en plena ocupación francesa, que llegó a las puertas de
Cádiz– a los representantes del reino y de las naciones latinoamericanas, con
la presencia significativa de Simón Bolívar, quien ponía las ideas base y princi-
pios para la apertura decisiva de la iniciativa de emancipación de las colonias de

1 
José María Jover Zamora, España en la política internacional: siglos xviii-xx. Madrid: Marcial Pons,
1999, p. 36.
2 
Íd., p. 37.

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INSERCIÓN Y DINÁMICAS DEL SISTEMA HISPANOAMERICANO… 521

ultramar.3 La difusión en Cádiz de las ideas de progreso económico, de libre em-


prendimiento y libre intercambio tuvieron los principales episodios de referencia
en la revitalización de la burguesía comercial y en la reivindicación del puerto
franco durante las primeras décadas del siglo xix y también en la presencia de
Richard Cobden en ese extremo de Andalucía a mediados del siglo xix.

Figura 1. Constitución política de la Monarquía española. Promulgada en Cádiz á 19 de Marzo


de 1812. Madrid: Imprenta que fué de García, Imprenta Nacional, 1820.

El examen del proceso de preparación de la Constitución de Cádiz por parte


de las Cortes y los valores que la impregnaron permiten comprender el periodo
que va desde mediados del siglo xviii a las primeras décadas del siglo xix, de vital
importancia desde el punto de vista de la evolución de la relación entre España

3 
Respecto de la inf luencia ejercitada en la elaboración de la Constitución de 1812 por un numeroso
grupo de diputados provenientes del otro lado del Atlántico, estamos de acuerdo con la siguiente afirmación:
“la realidad de los territorios de ultramar enriquecieron la temática”. En efecto: “No hay que olvidar que
muchos de estos diputados era gente bien formada, catedráticos algunos, como Florencio Castillo, que lo era
de filosofía, que tienen conocimientos del liberalismo español del siglo xviii, digamos la ilustración española
etcétera, y vienen a aportar con esas ideas que nacieron acá a nivel teórico aplicadas a la realidad americana.
Entonces, enriquecieron las discusiones de las sesiones, la oratoria, las ideas por ejemplo en temas como la
igualdad, los indígenas, los negros, las castas, el libre comercio… Es interesante cómo personajes de acá,
como Argüelles, se ven obligados a reflexionar más profundamente sobre su pensamiento al estar escuchando
las posiciones americanas”. Ver Diario de Cádiz, “Las Cortes de Cádiz no hubieran sido lo que fueron sin la
presencia americana”, entrevista a Manuel Benavides Barquero, 5 diciembre de 2009.

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522 ENTRE MEDITERRÁNEO Y ATLÁNTICO…

y América, ya que fue más allá del mero bipolarismo entre el liberalismo y el
conservadurismo, para ofrecer además un nuevo campo de análisis para revisitar
la historia económica de esa época. Pero la preocupación por la pérdida de los pri-
vilegios del comercio colonial y por el surgimiento de una libertad “dañina” para
los intercambios internacionales y para el papel de España emergía de una parte
de los comerciantes gaditanos que se erigían como “voz del pueblo por sí misma
indicio de la verdad” (ver Figura 2),4 y que manifestaban así su total malestar por
la elección del “comercio libre” que venía puntualmente propuesta:5

Figura 2. Francisco de Goya, La


Verdad, el Tiempo y la Historia
(Alegoría de la Constitución de 1812).
Estocolmo: Museo Nacional de
Estocolmo.

4 
El comercio de Cádiz, representado legítimamente, recurre segunda vez a S. M. en 12 de octubre expo-
niéndole el resultado ruinoso que causaría al Estado el proyecto del comercio libre. Cádiz: En la Imprenta Real,
1811, p. 3. En esta la misma página se afirma: “El Comercio de Cádiz por sí, y á nombre de todo el de la
Península, se estima obligado á tomar este consejo según las noticias que ha entendido. Representado pues
por sus legítimos Gefes que suscriben, Consiliarios, Diputados y votos que se convocaron, llega con el mas
profundo respeto á implorar la atención de V. M. y el poder de su soberanía”.
5 
En otra página del texto de los comerciantes gaditanos se observa que “el Comercio ha entendido que
V. M. declara á los Españoles de ambos hemisferios la facultad de llevar sus producciones derechamente,
ó con escala, á los puertos extrangeros, aliados ó neutrales, y de retornar del mismo modo, conduciendo
efectos de lícito comercio. Una disposición de esta clase, no diremos perpetuamente, como lo contiene el
Proyecto, pero aun momentánea, es igual en la esencia á la que se trataba de establecer en otro dia, y sus
efectos no pueden ser otros de los que entonces se anunciaron y persuadieron con demostraciones irresis-
tibles. El nombre ha variado; pero la licencia concedida á los nacionales aprovecha mas á los extrangeros
que la que ellos podian apetecer para sí, y dexa existir los males que han de conducir á su ruina precipitada
y simultáneamente los pueblos de uno y otro hemisferio español” (El comercio de Cádiz…, op. cit., p. 4).

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INSERCIÓN Y DINÁMICAS DEL SISTEMA HISPANOAMERICANO… 523

Señor, el Comercio reclama segunda vez la justicia de V. M. Lo ha dicho, y


debe repetirlo. Esta sola decisión es capaz de fixar para siempre los destinos
de la Nación. Leyes muy sabias, repetidas con freqüencia y observadas con
rigor, han dado á los americanos una legislación benéfica, y baxo la qual (á
pesar de todos sus clamores) han llegado al grado de prosperidad en que están.
Sacrificios continuados y de larga duración han costado á la madre Patria, y
en el momento que mas se le estrecha, entonces la corresponde pretendiendo
su ruina. En el instante de su mayor aflicción, que busca y necesita los con-
suelos de todos, se quieren olvidar sacrificios que nunca tuvieron imitación
y que distan mucho de estar compensados. ¿Y es este el medio de igualarse?
V. M. ha fixado ya al constituir el Estado de que modo debe entenderse esa
igualdad. Nunca ha podido ser absoluta, porque ella debe necesariamente
estar modelada por el interés común, y este no se forma sin la concurrencia
recíproca de las partes en auxilio las unas de las otras. Desde que la balanza se
incline á un extremo, ha de ceder en perjuicio del otro, y ya entonces el bien
desaparece, la unión falta, la existencia del Estado empieza á ser precaria, y
prontamente cae en ruina. No hay pues otro modo de evitarla, que consolidar
mas y mas la unión, y esto no se logra entre los pueblos distantes, sino por las
freqüentes comunicaciones que dispone y conserva el Comercio. El nuestro
con la América no puede mantenerse baxo otra forma de la que ha conser-
vado por tanto tiempo. Si se altera en sus relaciones esenciales, triste España
el dia que suceda. Los extraños habrán conseguido el rin de sus deseos y de
sus afanes. La misma América será acaso la befa y el objeto de sus burlas; una
dependencia sin duda mas severa será el fruto inmediato que produzca la alte-
ración de su sistema: los menos harán víctimas de su independencia á los mas,
como antes no se despierte la odiosidad, y lleve aquellos al exterminio. Mien-
tras, nosotros mendigaremos del extrangero hasta el suelo que hayamos de
habitar, ó habremos de arrastrar en medio de la miseria, del dolor y del llanto
las cadenas con que nos convida el tirano. No es menor el peligro que á unos
y á otros amenaza, si V. M., no redobla sus esfuerzos, y dedica sus profundas
luces y meditación á convencerse, no de la posibilidad (que seria bastante) de
estos males, sí de su certeza infalible. El Consejo de Regencia puede presentar
á V. M. los datos que instruyan su ánimo, sin sujeción á dudas en el punto
de derechos establecidos sobre las producciones de igual especie de nuestra
América, y las de los extrangeros; y V. M. tendrá en este convencimiento el
mas poderoso para penetrarse del modo que los españoles europeos han sido
penados y lo están en beneficio de los americanos.6

6 
El comercio de Cádiz…, op. cit., pp. 13-14.

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524 ENTRE MEDITERRÁNEO Y ATLÁNTICO…

Esta toma de posición evidenciaba el papel del Estado en la regularización


del tráfico comercial, pero también hacía referencia a los intereses específicos de
los mercantes españoles y recurría a argumentos lejanos a la realidad de los movi-
mientos de los países latinoamericanos. Se trataba, en resumen, de una respuesta
a los cambios en acto en los intercambios internacionales desde las últimas déca-
das del siglo xviii, con la progresiva liberalización del comercio atlántico; de una
manifestación de temor difuso por el alejamiento del escenario de la “conquista”
colonial y de la explotación de los territorios de ultramar; de una reacción frente
a la incertidumbre del futuro, que intentaba dar una justificación insostenible a
un mínimo eventual proseguimiento del dominio español en los territorios ame-
ricanos.
En cualquier caso, no fue solo la emancipación de las colonias a poner fin a
esta disputa. Tuvo también mucha importancia que la parte más madura y desa-
rrollada de los comerciantes españoles fuera muy consciente, comenzando por
los andaluces, que –sobre la base de la experiencia acumulada y las competencias
adquiridas, de confrontarse con las estrategias y debates de valor internacional y,
sobre todo, de la capacidad de poner su dinero en nuevos proyectos (y no solo
en las viejas y frágiles certezas)– se dispusieron a afrontar esta nueva fase con una
visión actualizada (y adecuada a su época) de su negocio. El espíritu de apertura
de los comerciantes gaditanos, cuyo “viraje” hacia el liberalismo comenzó en la
segunda década del siglo xix,7 emergió claramente en la segunda mitad de los años
cuarenta, cuando gracias al buen hacer de la Sociedad Económica de Amigos del
País, Cádiz recibió a Richard Cobden, lo que revela la plena sintonía entre la bur-
guesía local y el mensaje de cambio del industrial y político inglés, que fue promo-
tor de la Anti-Corn-Law League. En efecto, al aproximarse la época isabelina, la
burguesía gaditana dio de nuevo pruebas de su orientación hacia un pensamiento
innovador, ya que contribuyó decididamente a la intensificación de las manifes-
taciones a favor de un liberalismo político y económico: de esta manera, Cádiz
–a diferencia de Barcelona, que pedía mantener una economía proteccionista con
altos aranceles– se proponía como la vanguardia ideal, el centro de los impulsos
y de las tendencias hacia una mayor libertad e iniciativa y de la apertura del país.
No fue por lo tanto casual que justo al inicio de este periodo, precisamente
el 6 de noviembre de 1846, llegase a Cádiz Richard Cobden, quien fue recibido
calurosamente como el “defensor de la libertad de comercio” e invitado por los
comerciantes de la ciudad.8 El ilustre exponente de la escuela de Manchester se
encontró en total sintonía con las demandas de la Diputación Provincial, del

Ver Manuel Guillermo Supervielle Hernández, La burguesía gaditana en la crisis del Antiguo Régimen
7 

(1808-1820). Cádiz: Universidad de Cádiz, 2007.


8 
Ver Alberto Ramos Santana, La burguesía gaditana en la época isabelina. Cádiz: Fundación Municipal
de Cultura, 1987, pp. 307-310.

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INSERCIÓN Y DINÁMICAS DEL SISTEMA HISPANOAMERICANO… 525

Ayuntamiento, de la Sociedad Económica de Amigos del País, de la Junta de


Comercio y, en resumen, de la burguesía local, al pedir la reforma de las tarifas
aduaneras y la superación del sistema proteccionista, con el objeto de aprove-
char todas las ventajas de un tratado comercial con Inglaterra. Cobden, cuya
presencia era considerada –como se consigna en el periódico El Comercio del 7
de noviembre de 1846– un suceso importante “para una plaza mercantil donde
son tan populares las doctrinas del acreditado economista inglés”, se quedó en
Cádiz algunos días, participó en reuniones y encuentros con representantes de
la burguesía gaditana para hablar –como decía El Comercio del 10 de noviembre
de 1846– de las teorías “a que deberá algún día nuestra España su engrandeci-
miento”. Este episodio y las iniciativas de la burguesía liberal relacionadas con
él fueron el símbolo de la capacidad de promoción del desarrollo presente en la
España de la época, que por varias razones de carácter interno e internacional no
consiguieron alterar la estructura del país en su complejidad ni cambiar su suerte
productiva, obligándolo a permanecer en condiciones de retraso económico e
industrial. De esta manera, los síntomas de un “nuevo inicio”, que ya se habían
evidenciado en la economía y en la sociedad española, se frustraron irremediable-
mente para quedarse en simples potencialidades jamás demostradas.

Los orígenes del comercio atlántico y su evolución


entre los siglos xviii y xix

La “Carrera de las Indias” representaba, desde su génesis, la formación del trayecto


comercial más importante del mundo occidental, que unía las dos orillas del
Atlántico, dando vida a una economía inédita, unida estrechamente a la evolución
de las relaciones entre el Viejo Continente y el Nuevo Mundo. El “Mar de las
Tinieblas”,9 como solían llamar los árabes al océano porque les parecía dominado
por tempestades y peligros impenetrables, era el espacio infinito en el que se había
desplegado el tráfico global. Después del descubrimiento de América se concen-
traron y perfeccionaron los instrumentos de navegación y se empezó a superar
gradualmente el Mediterráneo como centro de los intereses y de los intercambios
entre los Estados más avanzados comercialmente. Este pasaje no improvisado,
que relacionaba los dos mares, mostraba la participación del “Mare Internum” en
la construcción de la nueva apertura atlántica, que además delineaba un cambio
de fondo en la historia de las conexiones marítimas, ha sido descrito con palabras
inolvidables por Fernand Braudel:

Otras denominaciones que pueden encontrarse en las fuentes árabes para definir el océano Atlántico
9 

son océano circundante u “océano que lo rodea todo”, Mar Verde, Mar Oscuro y Mar Grande.

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526 ENTRE MEDITERRÁNEO Y ATLÁNTICO…

El Atlántico del siglo xvi es la asociación, la coexistencia más o menos perfec-


ta de muchos espacios hasta cierto punto autónomos (…) ¿De qué manera
estos océanos ponen punto final a la vida del Mediterráneo y de qué manera
éste último se comporta ante su inmensos espacios? La historia tradicional
presentaba en pasado todos estos océanos en bloque, como el enemigo nú-
mero uno del Mar Interno, como si el espacio más vasto hubiese sometido al
espacio de minúsculas dimensiones. Esto significa simplificar las cosas. Exa-
geración por exageración, sería mucho mejor decir que el Mediterráneo ha
dominado durante mucho tiempo a su inmenso vecino y que su decadencia
se explica por el hecho de que un día el dominio vino a menos. (…) Durante
todo el siglo xvi, no resulta ser ese universo abandonado y empobrecido que
los viajes de Colón y de Vasco da Gama habrían bruscamente estropeado. Al
contrario, el Mediterráneo construye el Atlántico y recrea y proyecta sus pro-
pias imágenes en el Nuevo Mundo ibérico. (…) El Mediterráneo auténtico,
el corazón del inmenso espacio que lo rodea, seguirá teniendo hasta el 1600
una economía viva, ágil, dominante. La gran historia no lo ha abandonado de
manera precipitada a inicios de siglo con armas y cargamentos. La verdadera
retirada sonará para él solo más tarde.10

La “Carrera de Indias” no era solo una nueva vía de navegación que proyectaba
los transportes marítimos hacia distantes metas de ultramar, con trayectos de ida y
vuelta entre el puerto del monopolio español y los puertos de Veracruz, Portobelo
o Cartagena, sino también el medio de comunicación establecido entre dos conti-
nentes y dos sociedades diferentes, a través de las flotas que surcaban el Atlántico,
capaz de hacer surgir relaciones económicas vitales y de producir efectos de nota-
ble importancia a ambos lados del mar sin fin.11
Durante el primer largo periodo de expansión comercial entre España y sus
dominios coloniales de ultramar, entre los siglos xvi y xvii, el puerto que dominó
el comercio marítimo fue Sevilla, con desembocadura fluvial en el Guadalquivir
y salida privilegiada al Atlántico, cerca de Sanlúcar de Barrameda, centro de una
próspera “burguesía de negocios”, mientras que Cádiz se limitaba a cumplir las
funciones de puerto de escala para el gran comercio. Las necesidades que deriva-
ban del control de la riqueza proveniente de las colonias y de la recaudación de

10 
Fernand Braudel, Civiltà e imperi del Mediterraneo nell’età di Filippo II. Turín: Einaudi, 1976,
vol. I, pp. 229-231 y 236 [ed. orig.: La Mediterranée et le Monde méditerranéen à l’époque de Philippe II.
París: Librairie Armand Colin, 1949.]
11 
Ver Lyle N. McAlister, Dalla scoperta alla conquista. Spagna e Portogallo nel Nuovo Mondo 1492-
1700. Bolonia: Il Mulino, 1992, pp. 310 y 609-617 [ed. orig.: Spain and Portugal in the New World,
1492-1700. Minneapolis: University of Minnesota Press, 1985]; J. Fontana, “Prólogo”, en Antonio
García-Baquero González, Cádiz y el Atlántico (1717-1778). El comercio colonial español bajo el monopolio
gaditano. Cádiz: Diputación Provincial de Cádiz, 1988, tomo I, p. XVIII.

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INSERCIÓN Y DINÁMICAS DEL SISTEMA HISPANOAMERICANO… 527

los aranceles sobre las importaciones hacían del puerto sevillano, que se encon-
traba en un lugar seguro, lejos del mar abierto y era un nudo de fácil distribución
hacia el resto del territorio nacional, el mejor baricentro para ubicar la sede del
monopolio. Pero después del esplendor y la supremacía absoluta de Sevilla, que
había representado el núcleo fundamental de las reacciones entre las principales
casas comerciales europeas y los territorios americanos, y se convirtió en el centro
del flujo de las mercancías y de los metales preciosos obtenidos en el comercio
atlántico, le llegó el momento a Cádiz: a partir de la segunda mitad del siglo xvii,
el puerto gaditano comenzó a sobrepasar al hispalense poniéndose a la cabeza del
mercado colonial como nuevo “puerto y puerta de las Indias”.
A partir de entonces, Cádiz, a pesar de haber llegado con retraso a la aventura
transoceánica, se convirtió en un “Emporio de todo el Orbe, ilustre por su origen,
insigne por su nobleza, gloriosa por sus blasones, generosa por su sitio, benigna
por su clima”,12 como describía Jerónimo de la Concepción a la que en realidad
fue el centro del comercio occidental durante más de un siglo. Esta condición se
explicaba así:

Cádiz se erigió en el núcleo mercantil más importante y dinámico del litoral


español y en el verdadero nexo de unión entre toda la Europa comercial y
marítima de un lado y el vasto continente americano del otro, concentrando
y canalizando, como se decía en una memoria comercial francesa de la época,
“tous les échanges qui constituent le grand commerce que ces deux parties du globe
font entre elles”.13

Por lo tanto, durante su largo “siglo de oro” Cádiz representó el principal


nexo mercantil situado en el cruce de las rutas marítimas entre el Mediterráneo
y el Atlántico, entre Europa, África y América, un auténtico puente con el Viejo
Continente (y sus más importantes casas comerciales) tendido hacia los territorios
transoceánicos para seguir haciendo fructificar, con los cambios en las condiciones
del comercio internacional, en los sistemas de navegación y en los productos de
intercambio, el papel de una sola ciudad y el funcionamiento de un solo puerto
en el vértice del monopolio español (ver Tabla 1).

12 
Jerónimo de la Concepción, Emporio del orbe, Cádiz ilustrada, investigación de sus antiguas grandezas,
discurrida en concurso de el general Imperio de España. Ámsterdam: Imprenta de Joan Bus, 1690, p. 2.
13 
Antonio García-Baquero González, “Cádiz según las respuestas generales del Catastro de Ensena-
da”, Cádiz 1753. Madrid: Tabapress, 1990, pp. 15-16.

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528 ENTRE MEDITERRÁNEO Y ATLÁNTICO…

Tabla 1. Movimientos de mercancías y naves del puerto de Cádiz (1717-1778)


Número de naves Tonelaje total
Las Islas 302 74.832,90
Nueva España 797 305.054,94
Resto del continente 328 126.707,32
Tierra firme 794 248.562,71
Fuente: Antonio García-Baquero González, Cádiz y el Atlántico (1717-1778). El comercio colonial español
bajo el monopolio gaditano. Cádiz: Diputación Provincial de Cádiz, 1988, tomo 1, p. 267.

Como se ha visto a propósito del puerto y del comercio gaditano de este


periodo:

Cádiz was essentially an importing port complex and the range of goods entering
was even more diverse than that which left the port. Far fewer imports than
previously estimated left the peninsula. Broadly, there is better evidence available,
making it easier to track and value most of the imports during the latter half
of the century. Between 1747 and 1778, there was a staggering growth in the
value and the volume of what was landed. Exotic agricultural products were of
supreme importance. Today, some might refer to them as industrial crops. Here,
dyes such as indigo and cochineal were very important. Interestingly, medicinal
plants were also a major incoming commodity. Truly, quite spectacular increase
were seen in the volume of cocoa, sugar, and tobacco imports. Metals such as
copper and tin were also significant, as were exotic timber and finished wood
products, especially those originating in Mexico and Brazil. What is especially
noteworthy is the spectacular growth in imports in the second part of the century.
All the leading incoming commodities often experienced massive growth. It is also
possible to confirm an enormous decline in tobacco as a percentage of all imports,
despite a growth in the quantity of imports. The most stunning increases were
in volumes of cocoa and sugar. Sugar imports achieved a colossal 28 per cent
growth, while the percentage increases of cocoa and tobacco imports were 29 and
11 per cent respectively. Over the century, most of these agricultural raw materials
arrived unprocessed and they had to be processed and often refined elsewhere in
Europe, especially in Holland.14

14 
Patrick O’Flanagan, Port cities of Atlantic Iberia, c. 1500-1900. Aldershot: Ashgate, 2008, pp. 87-88.

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INSERCIÓN Y DINÁMICAS DEL SISTEMA HISPANOAMERICANO… 529

Durante todo el siglo xviii la actividad comercial gaditana conoció su mejor


momento y, en particular entre 1778 y 1796, creció de manera constante a pe-
sar de los decretos sobre el “libre comercio” de 1765 y 1778, que representaron
“la pérdida de la exclusividad gaditana en el comercio hispanoamericano”,15 pero
no el agotamiento de su capacidad de impulso en el comercio transoceánico. La
elección de una gradual liberalización del comercio atlántico provenía del volu-
men alcanzado por el gasto público, que inhibía la política expansiva del Estado
y favorecía la iniciativa privada por parte de la Corona española. Las reformas
adoptadas, sobre todo con el “Decreto y real Instrucción” del 16 de octubre de
1765 y con el “Reglamento y aranceles reales para el comercio libre de España e
Indias” del 12 de octubre de 1778, permitieron la apertura del comercio colonial
a un mayor número de puertos españoles y americanos, sin enfrentar el problema
del monopolio como tal e impulsando un “comercio libre y protegido”.16
Estos decretos intensificaron los intercambios marítimos y en concreto el co-
mercio oceánico. Así, durante este periodo Cádiz conservó su primacía absoluta
sobre los demás puertos españoles y vio crecer en pocos años las exportaciones ha-
cia las colonias a un ritmo rápido. Según algunos cálculos, rebatidos en su dimen-
sión por David R. Ringrose, el ritmo estuvo entre el 300% y el 420% desde 1778
al 1788, tiempo en que conservó un claro predominio sobre las importaciones.17
En el curso de los años comprendidos entre 1783 y 1792, Cádiz controló entre el
72% y el 83% del conjunto de las exportaciones españolas (ver Tablas 2.1 y 2.2)
y entre el 72% y el 84% de las importaciones provenientes de los territorios de
ultramar (ver Tablas 3.1 y 3.2).18

15 
Manuel Bustos Rodríguez, Cádiz en el sistema atlántico: La ciudad, sus comerciantes y su actividad
mercantil (1650-1832). Madrid: Silex, 2005, p. 79.
16 
La disposición del 1778 preveía una reordenación del sistema fiscal y establecía la abolición de una
serie de aranceles que gravaban el comercio y su acercamiento a un nuevo sistema de tarifas ad valorem que
favorecía los productos españoles respecto de los extranjeros. El comercio sería “libre” porque habría estado
basado en la pluralidad de puertos, la reducción de los impuestos y en menos vínculos para las empresas
privadas; al mismo tiempo, habría sido “protegido” porque habría estado provisto de un conjunto de privi-
legios para luchar contra el contrabando y frenar la importación de mercancías extranjeras.
17 
Ver J. H. Parry, The Spanish seaborne empire. Londres: Hutchinson, 1966, p. 317; Antonio García-
Baquero González, Comercio colonial y guerras revolucionarias. La decadencia económica de Cádiz a raíz de
la emancipación americana. Sevilla: Escuela de Estudios Hispano-Americanos, 1972, p. 35; John R. Fisher,
“The imperial response to ‘free trade’: Spanish imports from Spanish America, 1778-1796”, Journal of Latin
American Studies, XVII, 1985; David R. Ringrose, España, 1700-1900: el mito del fracaso. Madrid: Alianza,
1996, pp. 163-164; John R. Fisher, El comercio entre España e Hispanoamérica (1797-1820). Madrid: Banco
de España, 1993, p. 20.
18 
Ver John R. Fisher, Commercial relations between Spain and Spanish America in the Era of Free Trade,
1778-1796. Liverpool: Liverpool University Press, 1985, pp. 49 y 65; Jacques A. Barbier, “Silver, North
American penetration and the Spanish imperial economy, 1760-1800”, en Jacques A. Barbier y Allan J.
Kuethe (eds.), The North American role in the Spanish imperial economy, 1760-1819. Manchester: Manches-
ter University Press, 1984, p. 6.

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530 ENTRE MEDITERRÁNEO Y ATLÁNTICO…

Tabla 2.1. Exportaciones desde puertos españoles a puertos americanos, 1778-1796


(en millones de reales de vellón)
Año Efectos % Efectos % Total de Índice
españoles extranjeros efectos (1778 = 100)
1778 28,2 38 46,3 62 74,5 100
1782 57,1 51 55,5 49 112,7 151
1783 71,5 52 65,3 48 136,8 184
1784 196,7 45 238,9 55 435,6 585
1785 213,0 47 244,7 53 457,7 614
1786 170,4 50 168,9 50 339,3 455
1787 116,8 45 141,9 55 258,7 347
1788 153,5 50 151,7 50 305,2 410
1789 175,3 54 151,2 46 326,5 438
1790 149,3 51 142,9 49 292,2 392
1791 184,8 50 185,5 50 370,3 497
1792 222,6 51 218,9 49 441,5 593
1793 164,2 53 143,1 47 307,3 412
1794 113,8 61 72,1 39 185,8 249
1795 165,7 59 116,4 41 282,1 379
1796 143,6 57 108,3 43 251,9 338
Total 2.330,4 2.247,6 4.578,1
Media 51 49 403
Fuente: J. R. Fisher, El comercio entre España e Hispanoamérica (1797-1820). Madrid: Banco de España,
1993, p. 19.

Tabla 2.2. Exportaciones desde puertos españoles a puertos americanos, 1778-1796


(en porcentaje)
Año Cádiz Barcelona Málaga Santander La Coruña Otros puertos
1778 67,4 11,6 5,3 6,4 7,3 2,0
1782 86,9 7,3 1,5 1,1 2,2 1,0
1783 78,5 8,4 3,3 4,5 4,8 0,5
1784 83,3 3,3 4,8 2,9 2,4 3,3
1785 78,3 5,9 4,2 3,4 3,0 5,2
1786 75,5 8,0 6,5 4,3 3,3 2,4
1787 75,8 8,6 5,9 4,6 2,6 2,5
1788 72,3 10,4 4,6 5,0 3,4 4,3
1789 79,8 9,6 1,7 3,1 3,2 2,6
1790 73,5 12,9 5,1 2,6 2,8 3,1
1791 78,3 8,9 5,1 2,6 1,6 3,5
1792 71,5 12,6 4,6 6,6 1,8 2,9
1793 79,5 10,5 3,6 2,5 2,1 1,8
1794 68,0 16,6 8,0 2,5 2,9 2,0
1795 78,7 8,9 6,1 0,7 2,2 3,4
1796 76,8 10,4 6,5 2,7 2,0 1,6
Media 76,4 9,6 4,8 3,3 3,0 2,7
Fuente: J. R. Fisher, El comercio entre España e Hispanoamérica (1797-1820). Madrid: Banco de España,
1993, p. 20.

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INSERCIÓN Y DINÁMICAS DEL SISTEMA HISPANOAMERICANO… 531

Tabla 3.1. Importaciones desde puertos americanos a puertos españoles, 1778-1796


(en millones de reales de vellón)
Año Valor de efectos Índice
1778 74,6 100
1782 110,8 149
1783 171,5 230
1784 551,0 739
1785 1.150,0 1.542
1786 810,8 1.087
1787 609,1 817
1788 947,8 1.271
1789 993,0 1.332
1790 941,7 1.263
1791 1.203,7 1.651
1792 933,8 1.253
1793 888,6 1.192
1794 1.061,6 1.424
1795 905,4 1.241
1796 1.149,2 1.541
Total 12.502,6 1.111
Fuente: J. R. Fisher, El comercio entre España e Hispanoamérica (1797-
1820). Madrid: Banco de España, 1993, p. 24.

Tabla 3.2. Importaciones desde puertos americanos a puertos españoles, 1778-1796


(en porcentaje)
Año Cádiz La Coruña Barcelona Santander Málaga Otros puertos
1778 46,2 36,7 5,8 6,2 1,3 3,9
1782 92,0 3,4 4,3 0,2 0,4 0,1
1783 71,7 12,2 4,7 5,1 0,3 6,1
1784 74,9 15,1 3,7 2,6 0,3 3,3
1785 82,8 9,7 2,0 2,1 0,7 2,9
1786 82,9 7,2 3,6 3,2 1,3 1,3
1787 76,0 10,3 5,7 3,4 2,5 2,0
1788 84,0 7,5 3,9 2,3 0,9 1,4
1789 82,8 6,4 5,1 3,2 1,3 1,7
1790 78,3 9,2 4,8 3,3 2,7 1,6
1791 82,6 6,4 5,9 3,5 1,1 0,6
1792 80,8 5,9 6,7 3,5 1,5 1,5
1793 86,1 5,1 5,3 2,1 0,9 0,5
1794 91,2 3,3 1,8 1,6 1,5 0,5
1795 94,7 2,5 1,2 0,5 0,7 0,3
1796 93,3 2,6 - 2,0 1,5 0,7
Media 84,2 6,8 3,8 2,6 1,3 1,4
Fuente: J. R. Fisher, El comercio entre España e Hispanoamérica (1797-1820). Madrid: Banco de España,
1993, pp. 19 y 25.

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532 ENTRE MEDITERRÁNEO Y ATLÁNTICO…

En 1784, año considerado un verdadero boom de los intercambios, las entra-


das del comercio gaditano llegaron a los 55.500.000 pesos de 128 cuartos. En esta
fase, el comercio con las colonias se hizo cada vez más intenso, “á donde espen-
dió Cádiz en 1792 por valor de rs. vn. 270.000,000 en productos ó mercancias
nacionales”.19 En 1796, el último año del periodo de prosperidad, las mercancías
exportadas desde Cádiz alcanzaron el valor de 196.613.795 reales de vellón, según
las estimaciones efectuadas en referencia al “Reglamento de libre comercio” o de
225.992.615 reales de vellón, según los cálculos efectuados sobre la base de los
precios vigentes de las exportaciones.20
Por lo tanto, al final de su “siglo de oro” Cádiz era todavía uno de los cen-
tros comerciales más importantes de Europa y la terminal principal del comercio
entre el Viejo y el Nuevo Continente. Pero el comienzo de una serie de conflic-
tos, empezando por el que enfrentó a España contra Inglaterra y las sucesivas
interrupciones del comercio transoceánico causadas por el “bloqueo continental”,
provocaron la definitiva pérdida del control español sobre el comercio atlántico
y, en consecuencia, una disminución absoluta de la importancia del puerto ga-
ditano. La señal inicial de esta inversión de la tendencia fue el “Decreto de libre
comercio con neutrales” del 18 de noviembre de 1797, que constituyó el inicio
de una rotura insalvable del “pacto colonial” entre la madre patria y las colonias,
que permitió –después de la derrota del Cabo de San Vicente y el bloqueo del
puerto gaditano por parte de la flota inglesa de Nelson, que interrumpió el tráfico
transoceánico– el ingreso de países neutrales en el comercio colonial, con lo que
se crearon las condiciones para que los territorios americanos experimentasen una
primigenia pero incisiva forma de independencia económica, pues se liberaron de
la obligación de servirse solo de las embarcaciones españolas. El declive del papel
comercial de Cádiz fue también inducido por el brusco paro de la fase de creci-
miento de las dos décadas precedentes, verificado en el lustro entre 1797 y 1801.
También influyeron de manera negativa y duradera diversos motivos inmediatos,
como las batallas marítimas, la devaluación de los títulos de la deuda pública,
la guerra de la Independencia y el proceso de emancipación de las colonias de
ultramar, además de motivos estructurales, como la imposibilidad de satisfacer la
demanda colonial de manufacturas sin recurrir a los productos de origen europeo,
lo que provocó que toda España pareciese a ojos de los americanos un inútil y
pesado fardo dedicado a una estéril obra de intermediación.

19 
Pascual Madoz, Diccionario geográfico-estadístico-histórico de Andalucía. Valladolid-Salamanca: Ám-
bito y Editoriales Andaluzas Unidas, 1986, p. 136; el volumen corresponde a una reproducción de las voces
relacionadas con Andalucía, a partir de la obra de Pascual Madoz, Diccionario geográfico-estadístico-histórico
de España y sus posesiones de Ultramar, 16 vols. Madrid: Estab. Tip. de P. Madoz y L. Sagasti, 1845-1850.
20 
Ver Antonio García-Baquero González, Comercio colonial y guerras revolucionarias, op. cit., p. 130.

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INSERCIÓN Y DINÁMICAS DEL SISTEMA HISPANOAMERICANO… 533

A inicios del siglo xix, la actividad comercial con las colonias se caracterizaba
por una tendencia progresiva al deterioro, acompañada de fases de efímera re-
cuperación, en un cuadro general de inestabilidad y contracción de la economía
española. El escenario atlántico ya se había orientado a la consagración del predo-
minio inglés y España, como adversaria, pasaba al papel de aliada subalterna de
Inglaterra, sufriendo como consecuencia de esta nueva estrategia la invasión en
su propio territorio de las tropas napoleónicas. Además, al otro lado del océano
comenzaban a desarrollarse movimientos independentistas, otro de los grandes
motivos que llevaron a la disolución del Imperio y a la pérdida de la exclusividad
del comercio español en el circuito internacional. Con la emancipación de los
territorios americanos, efectivamente, terminó una larga época de la “economía-
mundo” hispanoamericana,21 imbuida del papel de Cádiz como capital del tráfico
comercial entre los dos lados del Atlántico. El declive de la actividad mercantil co-
menzó en la última década del siglo xviii y, aunque llegó a su cúspide a finales de
la segunda década del siglo xix, ya había causado un radical redimensionamiento
de las funciones del puerto, de las características de la ciudad andaluza y en gene-
ral de la capacidad de acción de España. Aunque a partir de esta fase el puerto de
Cádiz aún conservaba una actividad importante, había cambiado profundamente
su condición para transformarse en una escala de ámbito mucho más limitado
respecto al pasado –dirigido no solo al comercio atlántico (ver Tabla 4)– y adop-
tar al mismo tiempo el papel de “un puerto regional y un centro internacional de
almacenaje y distribución”.22
En el periodo posterior al llamado “cierre de la frontera”, es decir, a la pérdida
de los dominios coloniales y al sucesivo fin de la “Carrera de Indias”, se intentó
poner remedio a la decadencia del comercio de ultramar recurriendo a la franqui-
cia del puerto de Cádiz, la cual vino concedida con un decreto de 1829.23 Pero
la revitalización de las actividades de intercambio, orientadas en particular hacia
otros países europeos, fue breve, como han demostrado los datos recogidos por
Alexandre Moreau de Jonnès.24 A pesar de los modestos efectos de las medidas de
exención aduanera sobre los movimientos comerciales con los territorios transo-
ceánicos, cuando los países americanos comenzaron a normalizar sus relaciones

21 
Ver Amedeo Lepore, Mercado y empresa en Europa. La empresa González de la Sierra en el comercio
gaditano entre los siglos xviii y xix. Cádiz: Servicio de Publicaciones de la Universidad de Cádiz, 2010, pp.
78-79 y 91.
22 
David R. Ringrose, op. cit., p. 131.
23 
El “Real Decreto” del 21 de febrero de 1829 concedió la plena libertad de tránsito a las naves que
se ocupaban de las operaciones de carga y descarga, con lo que se abolieron las tasas precedentes, excesi-
vamente altas, y quedaron en vigor solo algunos impuestos como los destinados a la sanidad, al amarre y
a los locales.
24 
Ver Alexandre Moreau de Jonnès, Estadística de España. Barcelona: Imprenta de M. Rivadeneyra
y Compañía, 1835, pp. 242-243 [ed. orig.: Statistique de l’Espagne. París: Imprimerie de Cosson, 1834].

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534 ENTRE MEDITERRÁNEO Y ATLÁNTICO…

Tabla 4. Entrada de naves en el puerto de Cádiz y con destino a América (1798-1844)


Año Entrada de naves Naves con destino Año Entrada de naves Naves con destino
en el puerto a América en el puerto a América
1798 442 40 1822 1.332 75
1799 622 76 1823 1.366 31
1800 321 27 1824 1.611 48
1801 446 59 1825 1.424 30
1802 1.188 185 1826 1.343 16
1803 815 155 1827 1.147 30
1804 1.386 143 1828 1.542 50
1805 620 56 1829 1.653 65
1806 1.292 31 1830 1.813 91
1807 1.578 56 1831 1.620 88
1808 494 75 1832 1.735 87
1809 1.952 159 1833 1.456 90
1810 3.337 1834 1.616 93
1811 3.192 1835 2.699 90
1812 1.317 80 1836 2.846 83
1813 1.952 134 1837 1.554
1814 1.771 85 1838 1.259
1815 2.084 241 1839 1.218
1816 1.993 111 1840 1.294
1817 2.007 128 1841 1.232
1818 1.972 113 1842 1.264
1819 1.757 88 1843 2.256
1820 977 104 1844 2.840
1821 1.008 68
Fuente: R. Ponce Calvo y F. Ponce Cordones, Historia del puerto de Cádiz y su bahía. Visión histórica y evo-
lución económica. Cádiz: Autoridad Portuaria de la Bahía de Cádiz, 1993, pp. 77-78.

económicas con otros Estados, también España retomó, poco a poco, sus variadas
actividades de abastecimiento en el área de las excolonias, además de conservar
una preeminencia en las relaciones con las posesiones imperiales que quedaban
(esencialmente Cuba y Puerto Rico). Hacia la mitad del siglo comenzó a dibujarse
la idea de una vuelta a la centralidad del mercado atlántico y de los intercambios
externos, en virtud de nuevas inversiones e iniciativas comerciales que a partir
de los años cuarenta se estaban difundiendo y parecían evocar la atmósfera de
la antigua prosperidad comercial.25 Pero había otro motivo más importante que
sustentaba la expectativa de una recuperación del tráfico internacional: el inicio
de un ciclo de crecimiento económico que, durante aproximadamente un cuarto
de siglo, habría alimentado el optimismo y la esperanza de un nuevo auge de la
ciudad de Cádiz.

25 
A este propósito es oportuno señalar que entre 1852 y 1856 las exportaciones gaditanas hacia países
extranjeros, no americanos, aumentaron en 40% respecto de los años 1847 a 1851. Las exportaciones hacia
el Atlántico también experimentaron un crecimiento significativo, aunque de menores proporciones.

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INSERCIÓN Y DINÁMICAS DEL SISTEMA HISPANOAMERICANO… 535

En realidad, Cádiz y su comercio conocieron una profunda transformación en


esos años, al ceder a Barcelona el primado entre los puertos españoles y dejar de
ser el punto de encuentro de las grandes corrientes de intercambio entre Europa
y América para convertirse en un centro más circunscrito a actividades dirigidas
a otros países del Viejo Continente, es decir, en una “capital de segundo rango.”
Hacia la mitad de los años sesenta del siglo xix, el destino de la que fue la capital
del comercio transoceánico estaba escrito, con lo que desapareció definitivamente
cualquier posibilidad de grandeur para la economía atlántica española.

Diversas interpretaciones del éxito de


la “economía-mundo” hispanoamericana

El largo periodo comprendido entre el desplazamiento de la Casa de Contratación


a Cádiz, la invasión napoleónica, la emancipación de las colonias de ultramar, has-
ta finales del siglo xix, se caracterizó por el paso del Antiguo Régimen, fundado
en la estructura imperial hispanoamericana, a una sociedad “moderna” caracteri-
zada por la permanencia en una condición periférica y de absoluto retraso en el
cuadro de la industrialización europea.26 Esta divergencia de España respecto del
núcleo central europeo ha sido valorada por la mayor parte de los historiadores
como una falta de desarrollo o incluso como un auténtico caso de “subdesarrollo”.
Según Jaime Vicens Vives, la revolución industrial “no se hizo notar en España
hasta comienzos del siglo xix”,27 y se difundió solo “en algunas zonas marginales,
periféricas”, que consiguieron resistirse “no solo al colapso de la guerra contra
Napoleón, sino al hundimiento del Imperio americano”,28 el golpe más grave
sufrido en la capacidad de competir con las principales potencias económicas
internacionales, en el primer cuarto del siglo xix. En esas condiciones, en el siglo
xix España “no alcanzó (…) más que un grado de capitalismo subdesarrollado”.29
Otros estudiosos describen un país que a finales del siglo xix se encontraba en un
estado de “estancamiento” o “retraso” o incluso de “derrota” a causa de la preva-
lencia de aspectos negativos durante el desarrollo de su primera experiencia de
modernización económica, lo que influyó en el juicio histórico internacional.30

26 
Ver Leandro Prados de la Escosura, De imperio a nación. Crecimiento y atraso económico en España
(1780-1930). Madrid: Alianza, 1988.
27 
Jaime Vicens Vives, Manual de historia económica de España. Barcelona: Vicens-Vives, 1959, p. 13.
28 
Íd.
29 
Íd.
30 
Ver Gabriel Tortella, “An interpretation of economic stagnation in nineteenth-century Spain”, en
Pierre Vilar, Iris M. Zavala y David H. Ringrose, Historia ibérica. Economía y sociedad en los siglos xviii y xix.
Madrid: Anaya, 1973; Gabriel Tortella, “Las causas del atraso económico en la historiografía: un ensayo
bibliográfico sobre la España del siglo xix con algunas comparaciones con los casos de Italia y Portugal”, en

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536 ENTRE MEDITERRÁNEO Y ATLÁNTICO…

Pero también ha habido quien, a través de una valiente revisión historiográ-


fica, ha intentado proporcionar una visión de la historia económica española del
siglo xix algo menos pesimista y más abierta a la búsqueda de otros fenómenos
aparte de los de origen externo, como es el final del Imperio colonial. Antonio-
Miguel Bernal ha sostenido que “considerar la pérdida de los mercados coloniales
como fundamento de las dificultades económicas y sociales de Andalucía en la
etapa contemporánea es una hipótesis que carece de fundamentación real”.31 An-
tonio Morales Moya propone una interpretación de esa fase fundada en nuevas
y exhaustivas aportaciones científicas, disponibles a partir de los años sesenta del
siglo xx: a través de estos estudios se ha dibujado una nueva imagen de España,
no solo menos peculiar y diferente, sino hasta más dinámica y cercana al resto de
Europa occidental, de la que la separa un relativo retraso.32 La idea de la inexis-
tencia de una verdadera transformación burguesa en España como causa principal
del retraso económico no es convincente, a menos que no se quiera transferir a la
cuestión española una determinada visión de los fenómenos acontecidos en otras
partes de Occidente, según el paradigma de una idéntica modalidad de desarrollo
del sistema capitalista. Este asunto, que ha representado uno de los fundamenta-
les límites “ideológicos” de una parte de la historiografía económica española, ha
sido superado gracias al análisis de Jordi Nadal, quien da una opinión claramente
contraria a la tendencia prevalente:

Lo que me preocupa es que, con la excusa del inmovilismo de las clases pri-
vilegiadas, del fracaso de la revolución burguesa, del triunfo de la reacción
política, del arraigo del oscurantismo, se están imponiendo unas explicacio-
nes tópicas, por no llamarlas dogmáticas, que pueden valer lo mismo para la
España decimonónica que para cualquier país subdesarrollado del siglo xx.33

Por otro lado, las simplificaciones teóricas y las aproximaciones terminoló-


gicas no solo se han relacionado con la realidad española, sino que también han
revelado

Alberto Grohmann (ed.), Due storiografie economiche a confronto: Italia e Spagna (dagli anni ‘60 agli anni
‘80). Milán: E.G.E.A., 1991; Nicolás Sánchez-Albornoz, España hace un siglo: una economía dual. Barce-
lona: Península, 1968; Jordi Nadal, El fracaso de la revolución industrial en España, 1814-1913. Barcelona:
Ariel, 1975.
31 
Antonio Miguel Bernal, “Relaciones económicas entre Andalucía y América en el siglo xix: una
aproximación”, Andalucía y América en el siglo xix. Sevilla: Escuela de Estudios Hispano-Americanos, 1986,
tomo 1, p. 241.
32 
Ver Antonio Morales Moya, “Historia de la historiografía española”, en M. Artola (dir.), Enciclo-
pedia de Historia de España. Madrid: Alianza, 1993, vol. 7; Antonio Morales Moya y Mariano Esteban
de Vega, ¿Alma de España? Castilla en las interpretaciones del pasado español. Madrid: Marcial Pons, 2005.
33 
Jordi Nadal, op. cit., p. 12.

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INSERCIÓN Y DINÁMICAS DEL SISTEMA HISPANOAMERICANO… 537

la extrema dificultad que la cultura europea ha encontrado en intentar definir


una fenómeno evasivo, ambiguo, lleno de pasos falsos y de aceleraciones im-
previstas como el que empezó a finales del siglo xviii, cuando las estructuras
de clase de la época moderna se disolvieron para dejar espacio a dinámicas
imprevisibles de movilidad social.34

Además, el concepto de burguesía encierra en sí mismo la definición de una


variedad de formación social “con muchas facetas profesionales, inciertos en su
relación con los viejos centros de poder, diferentes en sus intereses políticos, elec-
ciones económicas o prácticas religiosas”: por estos motivos, “parecen evitar siste-
máticamente una mirada única”.35
El abanico de estudios sobre las realidades regionales españolas, especialmente
en los últimos años, ha favorecido el comienzo de una línea de investigación más
atenta a los ejemplos concretos de actividad empresarial, dirigida en particular a
individualizar las formas de organización económica y social que habían adqui-
rido rasgos capitalistas. De esta manera, se ha puesto remedio a un primer límite
historiográfico concentrando las interrogantes y las investigaciones no solo en el
tema de la existencia o no de una burguesía española, sino en su consistencia, en
la “debilidad” de su configuración y en el grado de difusión de una estructura
económica basada en ella. Según el análisis de un estudioso de la talla de Vicens
Vives, la burguesía económica española estaba concentrada en las ciudades de
Barcelona y Cádiz. Efectivamente, afirma: “Los únicos estamentos burgueses de
España correspondían a los comerciantes gaditanos y a los comerciantes y fabri-
cantes catalanes”.36 También precisa que:

La burguesía propia, constituida por comerciantes al por mayor con almacén


cerrado (…) y sobre todo por fabricantes, solamente se dio (…) en algunos
lugares característicos. Uno de ellos es Cádiz, emporio de los grandes comer-
ciantes nacionales y extranjeros; otro es Barcelona, la única ciudad donde se
asiste al desarrollo de una burguesía industrial específica. Detrás quedan Va-
lencia, donde se combinan maestros gremiales y comerciantes; Madrid, cuya
capitalidad comporta el estrato social de asentistas (…), comerciantes al por
mayor y maestros agremiados, y los puertos del Norte (Bilbao, Gijón) donde
solo se dan atisbos de la nueva corriente social.37

Alberto Mario Banti, “Prefazione”, en Jürgen Kocka (ed.), Borghesie europee dell’Ottocento. Venecia:
34 

Marsilio, 1989, p. XIII [ed. orig.: Bürgertum im 19. Jahrhundert Deutschland im europäischen Vergleich.
München: Deutscher Taschenbuch Verlag, 1988].
35 
Íd.
36 
Jaime Vicens Vives (ed.), Coyuntura económica y reformismo burgués. Barcelona: Ariel, 1968, p. 24.
37 
Jaime Vicens Vives, Manual de historia económica de España, op. cit., p. 453.

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538 ENTRE MEDITERRÁNEO Y ATLÁNTICO…

Las explicaciones para este fenómeno son de diferente naturaleza, en parti-


cular en los últimos cuarenta años:38 no se debe a un proceso causado por una
simple localización geográfica, sino a algo mucho más complejo y significativo.
Si por un lado había una diferenciación entre dos tipologías bien individualiza-
das, como la burguesía industrial, que tenía su foco indiscutible en Barcelona, y
la burguesía comercial, que todavía estaba localizada prevalentemente en Cádiz;
por el otro se ponía de manifiesto que a causa de esta concentración de intereses
contrapuestos en los núcleos de Cataluña y Andalucía había una división de
papeles y de aspiraciones entre los dos centros económicos de España. Mientras
en el siglo xix Barcelona representó la sede privilegiada para los sostenedores
de una línea de política económica de tipo proteccionista, Cádiz, como se ha
visto, se convirtió en la cuna del liberalismo, en la demora predilecta de los
partidarios de una actividad comercial sin ningún tipo de vínculos constricti-
vos, determinados por la exclusiva presencia del Estado en la gestión económica.
Pero esta singular polarización territorial no era sinónimo de los límites de una
erradicación social de la burguesía en las dos ciudades o de la inexistencia de
clases intermedias en otras partes del país, como han demostrado estudios más
recientes. Efectivamente, la aproximación hacia ámbitos más concretos de inves-
tigación ha tenido como efecto, además de la mejora del conocimiento y de la
concentración del análisis sobre casos concretos, también el de hablar “cada vez
menos de revolución burguesa” y hacer que el propio concepto de burguesía pa-
sase “a descosificarse”.39 Esta elección, por lo tanto, ha supuesto una innovación
de considerable magnitud y ha abierto nuevas perspectivas para la investigación
histórica. Respecto de ello dice Josep Fontana:

Abandonando los grandes esquemas y las interpretaciones generales, se pasó


a investigaciones de carácter regional y sectorial, que permitirían descubrir,
en primer lugar, que ni la industrialización era la actividad “propia” de la
burguesía, ni la búsqueda del crecimiento económico global era su “misión”,

38 
Ver Nicolás Sánchez-Albornoz, op. cit.; Manuel Tuñón de Lara, Sociedad señorial, revolución bur-
guesa y sociedad capitalista (1834-1860). Barcelona: Nova Terra, 1977; Josep Fontana, La revolución liberal:
política y hacienda en 1833-1845. Madrid: Instituto de Estudios Fiscales, 1977; Alberto Gil Novales, Del
Antiguo al Nuevo Régimen en España: Ensayo de interpretación. Caracas: Biblioteca de la Academia Nacional
de la Historia, 1986; Jordi Nadal, op. cit.; Leandro Prados de la Escosura, De imperio a nación, op. cit.;
Jordi Nadal y Albert Carreras, Pautas regionales de la industrialización española (siglos xix y xx). Barcelona:
Ariel, 1990; Nicolás Sánchez-Albornoz (ed.), La modernización económica de España: 1830-1930. Madrid:
Alianza, 1985.
39 
Josep Fontana, “Las burguesías”, en Actas del Congreso “Tendenze e orientamenti della storiografia
spagnola contemporanea”, en la Università degli Studi della Repubblica di San Marino, Dipartimento di
Storia della Scuola Superiore di Studi Storici y Real Academia de la Historia de España de Madrid, San
Marino, 21-24 aprile 1993, p. 10.

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INSERCIÓN Y DINÁMICAS DEL SISTEMA HISPANOAMERICANO… 539

sino que lo que convenía era estudiar las estrategias reales que había emplea-
do en cada lugar y momento para realizar su propósito esencial: maximizar
su beneficio a corto plazo, sin poner en peligro la continuidad de este ni la
estabilidad de su propiedad.40

El comienzo de las investigaciones con carácter territorial ha representado por


lo tanto una importante contribución para la superación de la tesis según la cual
todos los problemas de España se debían a un “defecto de la burguesía” y a la falta
de fuerzas empresariales, lo que demuestra, por el contrario, la vitalidad y los
contrastes de un tejido económico local poco conocido hasta la fecha. De estos
estudios de naturaleza sectorial surgieron los rasgos de una burguesía implicada
en diversas actividades e inesperadamente dotada de complejas estrategias; se ha
materializado la imagen de un país en el que junto a amplias plagas de retraso
había centros llenos de iniciativas y estratos sociales intermedios preparados para
atrapar la oportunidad de una coyuntura favorable. Además, este ángulo de in-
vestigación ha impulsado el examen de la historia y de las actividades comerciales
de la burguesía mercantil de varias zonas del país, y ha permitido disponer de
un amplio cuadro de información sobre la evolución del sector, que ha hecho
finalmente desistir a cualquier tipo de valoración esquemática sobre la valencia de
las clases comerciales y sobre su papel en la economía española. No obstante, el
riesgo implícito de tal estadio del análisis está representado por la excesiva disper-
sión del conocimiento y por la dificultad de conjugar los datos microeconómicos
y macroeconómicos –una relación de vital importancia para darle sentido a las
indagaciones más específicas y colocarlas en el contexto general de la evolución
económica–,41 límites que, hasta ahora, no han permitido someter a una verifica-
ción de carácter general las hipótesis formuladas y los resultados obtenidos en los
diversos trabajos publicados sobre la materia.
Además, si es correcto el análisis según el cual

en última instancia, las vicisitudes de la economía española, a lo largo del


siglo xix, no pueden separarse de las de la época colonial, cuando el Tesoro
se nutría de los caudales y del tráfico de América, y la incipiente burguesía
periférica toleraba la permanencia del sistema señorial, compensada con la
reserva de los mercados de Ultramar,42

40 
Íd.
41 
Efectivamente, los datos microeconómicos no satisfacen en ningún caso la exigencia de obtener
resultados de valor en conjunto, a no ser que vengan integrados en un método comparativo e incluyan
los análisis sueltos en un contexto más amplio respecto de las áreas territoriales particulares, de modo de
proporcionar un cuadro de referencia de carácter general (nacional o internacional).
42 
Jordi Nadal, op. cit., p. 227.

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540 ENTRE MEDITERRÁNEO Y ATLÁNTICO…

es también verdad que la crisis del siglo xix tenía una explicación de carácter
endógeno que no se puede pasar por alto. Los estudios de Leandro Prados de la
Escosura, que ha subrayado la necesidad de considerar tanto los factores de la de-
manda como los de la oferta para resolver el rompecabezas de las interpretaciones
opuestas sobre la crisis española, han llegado a una conclusión equilibrada, en
cuanto permite entender las razones presentes en cada uno de los diversos niveles
de profundización de la investigación histórico-económica. Según él,

la incapacidad de la economía española de llegar a modernizarse por comple-


to, en sintonía con los modelos existentes en Europa occidental, se explica a
partir de un conjunto de elementos exógenos y endógenos que son comunes
a la mayor parte de las interpretaciones históricas.43

El declive español fue provocado, como se ha visto, por un conjunto de causas


de diversa naturaleza que no residían solo en la pérdida del comercio con las colo-
nias, sino también en el retraso de la estructura económica interna y de la ausencia
de alternativas al tipo de actividad comercial que había predominado durante tres
siglos. A este propósito se puede verificar la concordancia de este esquema con
las observaciones de Carlo María Cipolla: “El importante flujo de oro y plata
proveniente de América y la expansión de la demanda efectiva en la que tal flujo
se tradujo, habrían podido estimular un notable desarrollo económico del país”,
pero con la sucesiva evolución se ha obtenido, por un conjunto de motivos, un re-
sultado diferente, lo que hace del caso español un “clásico ejemplo para demostrar
que la demanda es un elemento necesario pero en absoluto suficiente para que se
dé el desarrollo”.44
Las explicaciones que llevaban a subrayar los elementos exógenos del retraso
se basaban en el proceso de modernización y de adecuación de la economía espa-
ñola a la estructura de Europa occidental, en ausencia de ese motor fundamental
de prosperidad que representaba el imperio colonial. En particular, se observa
que el radical redimensionamiento del comercio de ultramar comportó un serio
perjuicio para el desarrollo español, sobre todo en una visión de largo plazo, pues
representó un freno considerable para la industrialización, especialmente en las
áreas más próximas a las colonias americanas, como Andalucía. Según este punto
de vista, la pérdida de los territorios transoceánicos negó a España la posibilidad
de competir con las principales potencias económicas: solo la industria del algo-
dón conoció un cierto grado de crecimiento, mientras que el sector metalúrgico

43 
Leandro Prados de la Escosura, “Lo sviluppo economico spagnolo nel contesto europeo: 1800-
1930”, Società e Storia, XIII(47), 1990, p. 66.
44 
Carlo Maria Cipolla, Storia economica dell’Europa pre-industriale. Bolonia: Il Mulino, 1990, p. 285.

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INSERCIÓN Y DINÁMICAS DEL SISTEMA HISPANOAMERICANO… 541

estaba en condiciones de grave retraso y la economía nacional estaba fuertemente


condicionada por el intervencionismo de capitales extranjeros.
Aunque una parte considerable de la historiografía ha subrayado el papel in-
terpretado por las causas exógenas, ha habido quien, como Gabriel Tortella, ha
evidenciado que “el coste de la pérdida de las colonias no puede ser considerado
como factor vital del atraso español”.45 Por otro lado, estas interpretaciones indi-
can otros aspectos no menos importantes, comenzando por el retraso del sector
agrícola, que con su escasa productividad, además de ocupar una alta cuota de
mano de obra, era la causa de exiguos niveles de rédito pro capitale y de una de-
manda reducida para la industria de bienes de consumo. Según esta orientación,
también la inadecuación de la industria en general, comprendida la operante en el
sector algodonero, se limitaba a desempeñar una tarea sustitutiva de las importa-
ciones, además del intenso control del Estado, que permitía el mantenimiento de
una estructura de la propiedad y de políticas económicas en absoluto adecuadas,
contribuían a la falta de desarrollo de España. Estudios más recientes evidencian
las transformaciones de los mercados internacionales en las primeras décadas del
siglo xix para atenuar la importancia de la economía colonial. Antonio-Miguel
Bernal observa:

Los nuevos planteamientos discurren de otro modo. Así, (…) no hay que
olvidar que en el primer cuarto del siglo xix aparte de consumarse la inde-
pendencia de las colonias españolas se estaban produciendo transformaciones
sustanciales en los mercados internacionales a consecuencia de las innovacio-
nes introducidas en el sistema productivo, todo lo cual aminoraba los efectos
de la economía colonial en las economías nacionales.46

En resumen, se puede afirmar que el problema fundamental de España residía


en no haber completado la transición de su condición de imperio colonial a la
posición de moderno país industrial. Además, han surgido varias dudas sobre la
tradición pesimista que ha guiado la historiografía española, en particular respecto
de la función inicial de estímulo al desarrollo, puesta en marcha, aunque de manera
moderada, por el comercio y, en concreto por el exterior, dentro del proceso de
modernización económica del país. Pero en cualquier caso, fue esa imposibilidad
de acceso –en su justa medida– a los mercados internacionales, por la falta de creci-
miento, apertura y competitividad de la industria española en el contexto europeo,

Gabriel Tortella, Los orígenes del capitalismo en España. Madrid: Tecnos, 1973, p. 8.
45 

Antonio Miguel Bernal, “Relaciones económicas entre Andalucía y América en el siglo xix: una
46 

aproximación”, en Bibiano Torres y José Jesús Hernández, Andalucía y América en el siglo xix. Actas de las V
Jornadas de Andalucía y América, Universidad de Santa María de la Rábida, marzo-1985. Sevilla: Escuela de
Estudios Hispano-Americanos, 1986, vol. I, p. 232.

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542 ENTRE MEDITERRÁNEO Y ATLÁNTICO…

a la que se debió su incapacidad de poner en marcha un proceso general de trans-


formación y de desarrollo no solo circunscrito a los núcleos más avanzados de la
economía interna. A este propósito, Prados de la Escosura afirma que

el cambio estructural en España no puede ser asimilado al de los late comers


(…). Además no hay nada que pueda sugerir que la economía española de la
primera mitad del siglo xix pueda identificarse con la de los early starters (…).
España, por el contrario, a pesar del indudable progreso entre mediados del
siglo xix y la Guerra Civil, empieza a mostrar signos de convergencia con las
naciones de la Europa desarrollada en torno a la década del 1920.47

Esta perspectiva, radicalmente diferente a la relacionada con los sucesos y tam-


bién con el “mito” del imperio, mostraba solo aparentemente la posibilidad de
una evolución moderna y de una perspectiva menos difícil en el periodo en el que
otros países retrasados consolidaban su proceso de industrialización: en efecto, el
cierre en un largo periodo de aislamiento de Europa y de su progreso económi-
co mantuvieron a España en una condición de retraso de la cual se alejaría solo
después del régimen franquista y la decidida apertura a un escenario de plena
integración europea.48

Conclusiones

El motivo por el cual se ha preferido partir desde el epílogo del acontecimiento


del Imperio hispanoamericano y solo sucesivamente se ha descrito el origen y la
evolución del comercio atlántico, está justificado por el propósito de observar el
“siglo de oro” gaditano y el periodo extremo de la potencia económica española
desde un punto de vista favorable para entender mejor su esencia. En otros tér-
minos, para entender un siglo entero de dominio de Cádiz sobre los intercambios
transoceánicos y la concentración del comercio europeo en la punta remota del
occidente de España, hay que establecer una relación con la manera como esta
supremacía se prolongó –gracias no solo a las medidas para adaptarse progresiva-
mente a los cambios de los mercados internos e internacionales dictados por la
Corona, sino a la extraordinaria experiencia, capacidad y habilidad de los comer-
ciantes gaditanos– y alcanzó su estadio final, sin volver a poner en pie la suerte
del país por la falta de capacidad para realizar una nueva frontera de desarrollo.

47 
Leandro Prados de la Escosura, “Lo sviluppo economico spagnolo nel contesto europeo: 1800-
1930”, op. cit., pp. 77-78 y 80.
48 
Ver Víctor Pérez-Díaz, La lezione spagnola: società civile, politica e legalità. Bolonia: Il Mulino, 2003.

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No por nada los comerciantes de Cádiz, frente a los cambios en el escenario


internacional y al comienzo del proceso de emancipación americana, expresaron
en un primer momento su contrariedad a la libertad de intercambio –aceptada
sucesivamente como posibilidad de salida del estado de crisis del comercio atlán-
tico–, para lo cual recurrieron a la vieja y fiable certeza de la unión entre mercados
lejanos geográficamente, pero conectados profundamente entre ellos, en virtud de
la subordinación territorial de las colonias y de la disponibilidad de los medios de
transporte y comunicación comercial. Efectivamente, el periodo de auge del co-
mercio gaditano, desplegado durante todo el siglo xviii, manifestó sus caracterís-
ticas más novedosas solo al final del largo periodo colonial, al superar los límites y
las restricciones que caracterizaron ese dominio a este lado del océano. La prospe-
ridad y la riqueza que la burguesía gaditana llegó a acumular no dependían solo de
la existencia de un mercado colonial inmenso, sino también de su fuerza operativa
y de la aplicación concreta de ingeniosos métodos y técnicas, fruto de una sólida
pericia mercantil. Y si estas obvias capacidades no dieron el resultado esperado de
una nueva fase de grandeza, incluso en otro plano distinto al comercial, se debió
a las condiciones generales de España, a su falta de un tejido económico general
capaz de responder al reto de la modernización.
Por lo tanto, la pérdida de los recursos y del mercado de las colonias america-
nas no explican la falta de despegue de España, considerado uno de los países más
prósperos de la Europa de inicios del siglo xix.49 La idea de una decadencia ab-
soluta, después de un dominio igualmente absoluto, es típica de cierta mitología
historiográfica que no ha contribuido a deshacer los nudos de un asunto complejo
y vario, acontecido en un espacio económico muy vasto, entre las dos orillas del
Atlántico. Así, los renovados análisis sobre el sistema del mercantilismo español
y sus aciertos han puesto más el acento sobre la valoración de la discontinuidad
que sobre la continuidad lineal con el pasado y la recriminación de una privación
insaciable, debida a la independencia de los territorios latinoamericanos. En este
ámbito, la realidad de Cádiz y de su principal actividad, el comercio de ultramar,
aparece más dinámica e imprevisible, preparada para cambiar la piel frente a los
cambios del mercado y a aceptar los obstáculos insalvables que dependían de la
evolución del contexto económico interno e internacional. El análisis del desa-
rrollo del comercio atlántico durante el siglo xviii, en concreto de sus últimos
veinte años, ha mostrado la vivacidad de un modelo peculiar como el del comer-
cio gaditano, con sus impulsos y su autenticidad, pero ha evidenciado también
las debilidades de un sistema tradicional como el del Imperio español, que por su

Ver T. Iván Berend y György Ránki, The European Periphery and Industrialization, 1780-1914.
49 

Cambridge: Cambridge University Press, 1982, p. 154.

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indecisión y sus límites de fondo no estaba preparado para afrontar la prueba de


un desarrollo productivo y un crecimiento autopropulsivo.
De este modo, la búsqueda de una manera más equilibrada y convincente
de interpretar la evolución de los asuntos económicos y comerciales atlánticos
ha permitido concentrar el interés –sea por la necesidad de la concisión del ar-
gumento– sobre hechos de mayor importancia y una visión menos estática de
los procesos de mercado. Ha surgido una lectura articulada de los fenómenos
que han acompañado la experiencia de la “economía-mundo” hispanoamericana,
capaz de suscitar nuevas interrogantes y nuevas oportunidades de profundizar
en la historia económica de ese periodo, crucial para el destino de España. Pero,
sobre todo, ha emergido una señal sobre la imposibilidad de clasificar a este país
de antiguo pasado en la lista de los “subdesarrollados” o en la de los “cercanos a
la industrialización”.50 La existencia de una ocasión importante, representada por
las múltiples posibilidades ofrecidas por el análisis de una realidad emblemática
como la del comercio atlántico, permite abordar ese periodo de la historia con una
mirada más consciente y al mismo tiempo más respetuosa con los episodios en su
total complejidad. En conclusión, la parábola del mercado de ultramar, especial-
mente durante el “siglo de oro” gaditano, nos sirve para reflexionar sobre temas de
significado más amplio, relativos a las modalidades concretas de desarrollo de un
sistema económico y para dibujar la trayectoria de crecimiento español, interrum-
pido durante un camino largo, difícil y absolutamente original.

50 
A este propósito es oportuno recordar que Nadal ha subrayado que el caso español –ya que los pro-
blemas de la economía interna no podían separarse de los eventos ligados al imperio colonial– fue “menos el
de un late joiner que el de un intento, abortado en gran parte, de figurar entre los first comers” (Jordi Nadal,
op. cit., p. 226). En este cuadro, el tema principal está constituido por lo inadecuado del sistema político y
social, además de la estructura económica española, frente a las dinámicas internacionales extendidas entre
finales del siglo xviii e inicios del siglo xix.

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