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David Geggus
University of Florida
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All content following this page was uploaded by David Geggus on 16 April 2018.
Antonino De Francesco
Luigi Mascilli Migliorini
Raffaele Nocera
(Coordinadores)
Introducción
Giuseppe Galasso
Coordinación editorial: Fondo de Cultura Económica Chile S.A. / Nicoletta Marini d’Armenia
Imagen de portada: Impresión original de mapa antiguo, cortesía de Jonathan Potter Ltd., Londres. Novissima Totius
Terrarum Orbis Tabula. Por Nicholas Visscher. Publicado en Ámsterdam, c.1679.
Revisión de textos e índice onomástico: Valerio Giannattasio
Diseño de portada: Macarena Líbano Rojas
Diagramación: Gloria Barrios A.
Se prohíbe la reproducción total o parcial de esta obra –incluido el diseño tipográfico y de portada–, sea cual fuera el
medio, electrónico o mecánico, sin el consentimiento por escrito de los editores.
Referencias 545
David Geggus *
Traducción de Yeny Atoche Monterola
* University of F lorida.
1
Los relatos más detallados son los clásicos del siglo xix: Beaubrun Ardouin, Études sur l’histoire d’Haïti.
Puerto Príncipe: Fardin, 2005 [1853]; Thomas Madiou, Histoire d’Haïti. Puerto Príncipe: Deschamps,
1989-1991 [1847-1848]. Para una visión reciente, ver Laurent Dubois, Les Vengeurs du Nouveau Monde:
Histoire de la Révolution haïtienne. París: Perséides, 2005.
225
La revolución haitiana fue importante tanto por sus logros políticos como por
que entonces Santo Domingo tenía la economía de exportación más poderosa
de las Américas. Desde sus orígenes como un refugio de piratas en el siglo xvii,
la colonia se había convertido en la principal fuente de productos tropicales para
Europa. A pesar de ser más pequeño que Massachusetts, con un área total de 20
mil kilómetros cuadrados, fue en diferentes momentos el principal exportador
mundial de azúcar, café y añil.
En el apogeo de su productividad a finales del decenio de 1780, Santo Do-
mingo exportaba más que todo Estados Unidos, mucho más que México o Brasil,
y fue el mayor mercado para el comercio de esclavos en el Atlántico. En términos
de riqueza creada por habitante, era probablemente sin igual, y por lo tanto re-
presentaba el apogeo del proceso de colonización que los portugueses y españoles
habían puesto en marcha tres siglos atrás.2
La colonia fue la principal impulsora del crecimiento de los puertos atlánticos
franceses, cuya prosperidad contrasta con el estancamiento del resto del país a
finales del Antiguo Régimen. Su inf luencia se extendió hasta el Mediterráneo; en
1789, Marsella proporcionaba una sexta parte de la marina mercante francesa de
la colonia. Además de abarcar una tercera parte del comercio exterior de Francia,
Santo Domingo tenía, a través de sus puertos francos o mediante el contrabando,
vínculos comerciales con muchas partes de las Américas. Importaba ganadería y
moneda de las colonias españolas, productos agrícolas y madera de América del
Norte, y esclavos del Caribe británico. Aunque Francia tenía entonces la población
más grande de Europa, era demasiado pobre para absorber más que una fracción
de la enorme producción de la colonia. Las tres cuartas partes de los productos
tropicales que Francia importaba eran reexportadas y vendidas en mercados desde
Escandinavia hasta el Medio Oriente y a lo largo de las Américas. Logró así una
distribución más amplia y más internacional de lo que normalmente era posible
conseguir bajo las leyes comerciales mercantilistas de la época.3
Con más de medio millón de esclavos en 1791, unos 30 mil blancos y un
número parecido de gente libre de color, la población de Santo Domingo era una
de las que tenía el más rápido crecimiento en América, así como una de las más
desequilibradas entre blancos y negros, y entre libres y esclavos. Más de la mitad
2
David Geggus, “Santo Domingo on the Eve of the Revolution”, en David Geggus y Norman Fiering
(eds.), The World of the Haitian Revolution. Bloomington: Indiana University Press, 2009, pp. 3-20; David
Eltis, Frank D. Lewis y Kenneth Sokoloff (eds.), Slavery in the Development of the Americas. Cambridge:
Cambridge University Press, 2004, pp. 8-14 y 208.
3
Ver Jean Tarrade, Le commerce colonial à la fin de l’Ancien Régime. París: Presses Universitaires de
France, 1972.
de los esclavos eran de origen africano. Los criollos nacidos localmente formaron
una especie de clase alta en la mayoría de las comunidades de esclavos. Las posi-
ciones de servicio doméstico, artesanos y contramayorales estaban cada vez más
monopolizadas por los criollos. De sus filas vendría la mayoría de los líderes de la
revolución de los esclavos.
Hacía años, los colonos de Santo Domingo se habían enojado por el sistema
imperial autoritario y mercantilista de Francia. Les molestaba su sumisión a los
comerciantes franceses, con quienes estaban fuertemente endeudados, y muchos
envidiaban la autonomía disfrutada por sus homólogos en las colonias británicas.
La exitosa rebelión de las trece colonias británicas de América del Norte les pro-
porcionó un ejemplo atractivo. Sin embargo, no fue un ejemplo fácil de imitar
para una colonia isleña fácilmente bloqueada con una pequeña minoría blanca.
Para ciertos anglófilos, sin embargo, era atractiva la alternativa de un protectorado
británico.4
La característica más sobresaliente de la sociedad de Santo Domingo era la ri-
queza relativa y el tamaño de su sector de gente de color libre. Abarcaba un espec-
tro excepcionalmente amplio e incluía a una clase alta de prósperos hacendados
de origen racial mixto, algunos de los cuales fueron educados en Francia. Estos
ricos propietarios de esclavos estaban sujetos a las mismas leyes discriminatorias
y al hostigamiento extrajudicial que sufría toda la gente de color en las Américas.
En Santo Domingo, el número y la riqueza de este sector crecieron rápida-
mente, al tiempo que aumentaba la segregación oficial. Como los hombres libres
de color formaban una gran parte de la milicia colonial y de la policía, se trataba
de una situación peligrosa.5
4
Gabriel Debien, Esprit de colon et esprit d’autonomie. París: Larose, 1954; Charles Frostin, Les Révoltes
blanches à Saint-Domingue aux XVIIe y XVIIIe siècles. París: Ed. de L’Ecole, 1975.
5
John Garrigus, Before Haiti: Race and Citizenship in French Saint-Domingue. Nueva York: Palgrave,
2006; Yvan Debbasch, Couleur et liberté. Le jeu du critère ethnique dans l’ordre juridique esclavagiste. París:
Dalloz, 1967.
6
Gabriel Debien, Les Colons de Saint-Domingue et la Révolution française: Essai sur le club Massiac.
París: A. Colin, 1953.
Mientras tanto, en Santo Domingo los colonos blancos habían avanzado mu-
cho más. Aprovechándose de la parálisis de las autoridades reales, los hacendados,
los abogados y los comerciantes reorganizaron a la milicia en una Guardia Nacio-
nal y expulsaron al impopular intendente. Se eligieron asambleas provinciales a
través de un sufragio masculino blanco excepcionalmente amplio, en respuesta a
las demandas de los asalariados blancos, y en abril de 1790 una asamblea colonial
se reunió en la ciudad de Saint Marc y se declaró soberana. Se redactó una Cons-
titución que en gran medida ignoraba la autoridad francesa. Durante el verano el
gobernador reunió a las fuerzas conservadoras y cerró a la Asamblea. Sin embargo,
cuando se eligió a un sucesor, con la aprobación francesa, en el verano de 1791,
la mayoría radical cambió el nombre de la Asamblea de “Colonial” a “General” y
esta rápidamente asumió funciones ejecutivas.
Los hombres libres de color que esperaban participar en esta transformación
política solicitaban los mismos derechos que sus homólogos blancos contribu-
yentes. Al igual que en París, sus reclamos fueron evadidos o rechazados, y en
algunos distritos encontraron una represión feroz. A pesar de la nueva moda por
una ideología igualitaria, la llegada de la democracia complicó la lucha por la
igualdad de derechos. Ahora, esto no significaba solamente permitir a la gente
de color ser médico y abogado, sino también concederle el poder político. Los
colonos insistieron en que la discriminación racial era un baluarte fundamental de
la esclavitud. Un frustrado Vincent Ogé, uno de los pocos comerciantes de color
de Santo Domingo y uno de sus líderes en París, regresó a la colonia y dirigió una
breve y fracasada rebelión en octubre de 1790. La bárbara ejecución de Ogé y sus
seguidores empujó a una avergonzada Asamblea Nacional por fin a conceder la
igualdad de derechos a un pequeño número de gente de color libre en mayo de
1791. Pero aun este gesto débil de compromiso fue tajantemente rechazado por la
mayoría de los colonos blancos.
En agosto de 1791, mientras los blancos furiosos se quejaban de la traición
por parte de Francia, los libres de color comenzaron una rebelión en el oeste y el
sur de Santo Domingo, donde superaron numéricamente a los blancos. Durante
ese momento de crisis, mientras circulaban los rumores de la secesión y la con-
trarrevolución, aumentaron las tensiones entre conservadores y radicales, y estalló
una guerra civil entre blancos y mulatos, los esclavos de la Provincia del Norte les
tomaron a todos por sorpresa. Una gran rebelión estalló en la llanura alrededor
de Cap Français, la que luego se extendió a las montañas circundantes. Armados
con machetes y tocando tambores, los insurgentes mataron, saquearon y quema-
ron a gran escala. Peleando al mismo tiempo contra la gente de color libre en el
oeste, y divididos entre sí mismos, los blancos estaban abrumados. Sin embargo,
lograron prevenir que la rebelión se extendiera más allá de la Provincia del Norte
7
Carolyn Fick, The Making of Haiti: The Saint-Domingue Revolution From Below. Knoxville: University
of Tennessee Press, 1990, pp. 91-117.
8
David Geggus, Haitian Revolutionary Studies. Bloomington: Indiana University Press, 2002, pp.
175-177.
9
David Geggus, “Slavery, War, and Revolution in the Greater Caribbean, 1789-1815”, en David
Barry Gaspar y David Geggus (eds.), A Turbulent Time: The French Revolution and the Greater Caribbean.
Bloomington: Indiana University Press, 1997, pp. 1-50.
La guerra entre las potencias coloniales impidió a Francia enviar refuerzos al Ca-
ribe y dividió a los blancos y a la población de color libre en contra de la inter-
vención extranjera. En seguida, los españoles y los británicos invadieron Santo
Domingo. Invitadas por la clase de hacendados, ambas potencias deseaban apo-
derarse de la valiosa colonia, esperando que la conquista fuera fácil. El gobierno
de Godoy tomó la medida radical de contratar a los esclavos insurgentes como
mercenarios. A estas llamadas “tropas auxiliares de Carlos IV” se les ofreció di-
nero, tierra y uniformes, y España los reconoció a ellos y a sus familias como
gente libre.10 Como Sonthonax no pudo superar la oferta de los españoles para
ganar a los insurgentes, se vio obligado a ir más allá. Entre agosto y octubre de
1793, abolió la esclavitud a lo largo de la colonia en una jugada desesperada para
preservarla para Francia. Los contemporáneos caracterizaron su decisión como
“una descarga eléctrica”. Rindiéndose a la misma combinación de pragmatismo e
ideología libertaria, la Convención Nacional de París aprobó la proclamación de
Sonthonax en febrero de 1794 y la extendió a todas las colonias francesas. Todos
los esclavos fueron declarados ciudadanos. La emancipación se convertiría en un
arma de guerra y se exportaría a las colonias enemigas de Francia. Fue el punto
radical culminante de la Revolución francesa, y resultó en la liberación del 20%
de los esclavos americanos, es decir, de más de 600 mil personas.
Los blancos de Santo Domingo fueron eclipsados. Miles huyeron de la colo-
nia y, de los que quedaron, muchos murieron en masacres sucesivas. A mediados
de 1793, los pardos libres radicalizados (ahora conocidos como anciens libres),
en alianza con los funcionarios republicanos franceses, controlaban gran parte
de la colonia, pero a partir de entonces la revolución negra ocupó el centro del
escenario. Al principio, la República Francesa parecía demasiado débil para ganar
mucho apoyo de los negros escépticos. Pero durante la primavera y el verano de
1794, el tercer general de los auxiliares negros, Toussaint Louverture, secretamen-
te transfirió su lealtad desde los españoles realistas y esclavistas hacia los franceses
10
Jorge Victoria Ojeda, Tendencias monárquicas en la revolución haitiana. El negro Juan Francisco Pete-
cou bajo las banderas de Francia y España. México: Siglo XXI, 2005.
David Geggus, “The Exile of the 1791 Slave Leaders: Spain’s Resettlement of Its Black Auxiliary
12
oficiales incluían algunos mulatos y blancos, pero la mayoría era, como él, criollos
negros. En abril de 1796, cuando se frustró un complot de anciens libres contra el
gobernador blanco, este lo nombró diputado-gobernador de la colonia. En 1797,
Sonthonax lo nombró comandante-jefe del ejército republicano.
Unos meses más tarde, Louverture deportó a Sonthonax por cargos falsos, y, el
año siguiente, también al sucesor de Sonthonax. Él ya había convencido al gober-
nador Laveaux de irse y había eliminado a una serie de rivales militares entre los
exesclavos y anciens libres. Después de haber expulsado a los británicos en 1798,
Toussaint controlaba la colonia entera, a excepción de la larga península del sur.
Esta fue la fortaleza de los hombres de color libres dirigidos por el mulato radical
André Rigaud, un exorfebre e hijo nacido libre de un oficial blanco. Faltando un
enemigo extranjero que los uniera, rápidamente los dos hombres entraron en una
pugna por el poder. En la guerra del Sur, que comenzó en julio de 1799 y duró un
año, se perdieron miles de vidas. Arraigado en la rivalidad regional, el conf licto
fue agudizado por las tensiones de clase social y de etnia. El exesclavo aplastó a
los anciens libres en el sur y a los que en su propio ejército se rebelaron contra él.
Cientos huyeron a Francia.15
Toussaint ahora gobernaba la colonia entera. A pesar de que siempre se presen-
taba a sí mismo como un servidor leal de la República Francesa y públicamente se-
guía una política de armonía racial, muchos comentaristas alrededor del Atlántico
esperaban que convirtiera a Santo Domingo en un Estado independiente. Con el
fin de mantener abiertas las rutas comerciales de Santo Domingo y su ejército bien
abastecido, expulsó a los corsarios franceses de la colonia y cerró un tratado comer-
cial y un pacto de no agresión secretos con Gran Bretaña y con Estados Unidos, a
pesar de que ambas potencias marítimas estaban en guerra con Francia. Cuando los
franceses intentaron organizar una rebelión de esclavos en la isla vecina de Jamaica,
Louverture les informó a los británicos clandestinamente. En 1801, su ocupación
de Santo Domingo español, en plena violación de los órdenes gubernamentales, y
la elaboración de su propia Constitución que prácticamente no daba ningún papel
a Francia, enfurecieron al nuevo líder de Francia, Napoleón Bonaparte.
Toussaint proseguía con los esfuerzos de Sonthonax por preservar la economía
de exportación, sustituyendo una especie de servidumbre por la esclavitud. La
mayoría de los antiguos esclavos se vieron obligados a seguir trabajando en sus
plantaciones a cambio de una parte de los ingresos, si no se hicieron soldados. Fue
abolido el látigo, pero para imponer la disciplina se empleó el ejército, a veces bru-
talmente. Esta política fue resentida por parte de las masas rurales, que aspiraban
15
David Geggus, “Toussaint Louverture and the Haitian Revolution”, en Richard William Weisberger,
Dennis P. Hupchick y David L. Anderson (eds.), Profiles of Revolutionaries in Atlantic History, 1750-1850.
Nueva York: Columbia University Press, 2007, pp. 115-135.
16
Para puntos de vista opuestos, ver CLR James, Los jacobinos negros: Toussaint L’Ouverture y la Revolu-
ción de Haití. Madrid: Turner, 2003, y Pierre Pluchon, Toussaint Louverture: un revolutionaire noir d’Ancien
régime. París: Fayard, 1989.
17
Yves Benot, La démence coloniale sous Napoléon. París: La Découverte, 1992.
18
Philippe Girard, Ces esclaves qui ont vaincu Napoléon. Toussaint Louverture et la guerre d’indépendance
haïtienne (1801-1804). París: Les Perséides, 2013.
19
David Geggus, “La Declaracion de Independencia de Haití”, en Alfredo Ávila, Jordana Dym y Erika
Pani, (eds.), Las declaraciones de independencia. Los textos fundamentales de las Independencias americanas.
México: El Colegio de México, 2013, pp. 121-131.
20
Leslie Manigat, Eventail d’histoire vivante d’Haïti. Puerto Príncipe: CHUDAC, 2001, pp. 199-243.
21
David Geggus, “The Caribbean in the Age of Revolution”, en David Armitage y Sanjay Subraman-
yam (eds.), The Age of Revolutions in Global Context, c. 1760-1840. Nueva York: Palgrave Macmillan, 2010,
pp. 83-100.
22
David Geggus (ed.), The Impact of the Haitian Revolution in the Atlantic World. Columbia: University
of South Carolina Press, 2001.
23
Eleázar Córdova Bello, La independencia de Haití y su inf luencia en Hispanoamérica. Caracas: Ins-
tituto Panamericano, 1967. David Geggus, “The Inf luence of the Haitian Revolution on Blacks in Latin
America and the Caribbean”, en Nancy Naro (ed.), Blacks, Coloureds and National Identity in Nineteenth-
Century Latin America. Londres: Institute of Latin American Studies, 2003, pp. 38-59.
24
Susan Buck-Morss, Hegel, Haiti and Universal History. Pittsburgh: University of Pittsburgh Press,
2009.
25
Seymour Drescher y Pieter C. Emmer (eds.), Who Abolished Slavery? Slave Revolts and Abolitionism.
Nueva York: Berghahn, 2010; Paul Verna, Petión y Bolívar. Cuarenta años de relaciones haitiano-venezolanas.
Caracas: Imprenta Nacional, 1969, pp. 87-298.
26
Harold A. Bierck (ed.), Selected Writings of Bolívar. Nueva York: The Colonial Press, 1951, pp. 140,
229, 267-268, 307-308, 499, 599, 624.
Mediterráneo (Historia)
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