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Hay muchos creyentes, que después de que se les ministró sanidad interior, todavía
siguen sintiendo que sus problemas no se han resuelto. Y una de las razones suele
ser, que han violado las cuatro leyes espirituales, y de alguna manera, todos
somos producto de ellas, según las respetemos o no.
Hijos, obedeced en el Señor a vuestros padres, porque esto es justo. Efesios 6.1
No os engañéis; Dios no puede ser burlado, pues todo lo que el hombre siembre, eso
también segará. Gálatas 6.7
¡No juzguéis, para que no seáis juzgados, porque con el juicio con que juzgáis seréis
juzgados, y con la medida con que medís se os medirá. Mateo 7.1, 2
Por eso eres inexcusable, hombre, tú que juzgas, quienquiera que seas, porque al
juzgar a otro, te condenas a ti mismo, pues tú que juzgas haces lo mismo.
Romanos 2.1
Una ley siempre funciona y cualquiera que la aplique para bien o para mal, cosechará
tarde o temprano el fruto de sus decisiones. Cada una de estas leyes amerita una
explicación detallada, la cual veremos a continuación.
Hay hijos que maldicen y maltratan a sus padres, tanto en forma verbal, como física.
Algunos se atreven a levantar el puño en contra de ellos. De seguro, cada uno de
estos hijos cosechará la deshonra que le da a sus padres. Cada persona tiene qu
entender que no puede vivir deshonrando sin sufrir las consecuencias qu
esto conlleva.
Hijos, obedeced en el Señor a vuestros padres, porque esto es justo. Efesios 6.1
No juzguéis, para que no seáis juzgados. Porque con el juicio con que juzgáis, seréis
juzgados, y con la medida con que medís, os será medido. Mateo 7.1, 2
Habrá un juicio santo y correcto que los creyentes tendrán. La Biblia nos dice en
Apocalipsis:
Vi tronos, y se sentaron sobre ellos los que recibieron facultad de juzgar. Apocalipsis
20.4
Cuando juzgamos, corremos dos riesgos que pueden acarrear malos resultados para
nuestras vidas y nuestro testimonio. Estos riesgos son:
Crear raíces de amargura y juicio. Éstas son otras de las consecuencias que puede
traer a nuestras vidas, el juzgar. Hay personas que siempre están a la expectativa,
pendientes de que algo malo les suceda. Por ejemplo, personas que están esperando
ser rechazadas, traicionadas, heridas o criticadas.
Estas personas, juzgan las cosas que aún no han sucedido y a las personas que
ellas creen que las van a herir; alimentando, de esta manera, la raíz de amargura que
las carcome por dentro y trayendo juicio sobre sí mismas. Cuando finalmente esto
pasa, dicen: "Yo sabía que esto iba a suceder". Les sucedió lo que esperaban, y esto
se les convierte en juicio.
¿Cómo las personas evaden su responsabilidad cuando juzgan?
Justificando su juicio. Piensan que lo que están haciendo es lo correcto, pero
esto no es razón suficiente para juzgar.
Un buen ejemplo es, el de un pastor que había sido libre del hábito de fumar y, tres
años después, se encuentra juzgando a otra persona por hacer lo mismo. Si bien,
fumar no es correcto, eso no le autorizaba a él a condenar a su hermano, y mucho
menos, cuando él mismo había cometido la misma falta años atrás; al contrario,
debería sentir mayor compasión y deseos de ayudarlo a encontrar la libertad de esa
atadura.
Para entender esto mejor, vamos a ver la historia de Jaime que es una buena
ilustración:
Jaime, era un hombre casado que tenía una buena relación con su esposa; y era de
apariencia seria y responsable; pero por las noches, frecuentaba bares donde
consumía alcohol y conocía mujeres con las cuales cometía adulterio. Jaime
realmente, no quería hacer esto, y se sentía mal porque amaba a su esposa, y ella
confiaba en él. Él se repetía a sí mismo: "No me entiendo, no quiero hacer esto, pero
no puedo parar". Lo que Jaime no recordaba, era que en el pasado, él mismo había
juzgado diariamente a su padre por el mismo comportamiento. Su padre había sido
alcohólico y mujeriego; este juicio había atraído sobre él el mismo espíritu que había
dominado a su padre.
Jaime, al juzgar a su padre, lo estaba deshonrando, pero, con el correr del tiempo, le
siguió los pasos. Vemos cómo con la misma medida que midió, fue medido; lo que él
tanto había criticado en su padre, le sucedió a él mismo. Gracias a Dios, se oró
por Jaime, él se arrepintió y fue libre. Amén.
Por lo cual eres inexcusable, oh hombre, quienquiera que seas tú que juzgas; pues en
lo que juzgas a otro, te condenas a ti mismo; porque tú que juzgas haces lo mismo.
Romanos 2.1
Pregúntese si hay cosas en su vida que no están funcionando bien. Tal vez sea
porque en esa área ha juzgado a alguien y está cosechando el fruto de su juicio.
Sembrar es hacer o dar a otro algo, ya sea un bien, una buena dádiva o también un
mal. Segar o cosechar es recoger o recibir.
Es importante revisar qué hemos hecho, qué hemos dado, con cuánto amor hemos
tratado a los que nos rodean, conocidos o no. Si en su corazón siente que en esa área
de su vida puede o debe cambiar, ¡hágalo! Su futuro y el de sus seres queridos
cambiará porque también ellos cosecharán el bien que haga a otros.