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Someteos unos a otros en el temor de Dios.

(Efesios 5:21)
Hijos, obedeced en el Señor a vuestros padres, porque esto es justo. “Honra a tu padre y a
tu madre” ―que es el primer mandamiento con promesa―, para que te vaya bien y seas
de larga vida sobre la tierra. (Efesios 6:1-3)

Fíjate, esto no es una simple exhortación a los hijos a obedecer, como podrías encontrar
en un panfleto o un folleto sobre las relaciones de padres e hijos escrito desde el punto
de vista secular. No es simplemente “Hijos, obedeced a vuestros padres”. Es “Hijos,
obedeced en el Señor a vuestros padres”. La clave de todo el mandamiento es “en el
Señor”. Como vimos en cuanto a la mujer, quien ha de someterse a su marido como al
Señor, también es así en cuanto al hijo respecto al padre. Los hijos han de obedecer a sus
padres, en nombre de Cristo. Eso es lo que subraya. Han de obedecer, no porque esto es
lo quieren sus padres, sino porque esto es lo que quiere el Señor Jesús. Esta es su
responsabilidad con Cristo. No les será posible cumplir su deseo de pertenecerle y reflejar
Su vida, a menos que estén dispuestos a obedecer a sus padres. Este es el terreno sobre
el cual lo pone el apóstol.

La palabra obedecer es, literalmente, la palabra griega estar abajo. Significa “estar bajo la
autoridad de otro”, y es utilizada en muchos sitios en las Escrituras como un término
militar. Es la misma palabra que se aplicaría a un soldado al obedecer sus órdenes.
Significa seguir órdenes. Para ponerlo de forma muy práctica y simple, les dice a los hijos:
“Haced lo que dicen vuestros padres”. Ahora, este es un asunto de lo más importante, ya
que a través de toda la Palabra de Dios encuentras exhortaciones a los padres para
enseñar a sus hijos a ser obedientes, y a los hijos a ser receptivos a esa enseñanza y a
obedecer a sus padres. Leímos anteriormente del libro de Proverbios una larga sección
sobre ese tema. Un niño debe aprender la más importante lección de todas: ser un hijo
obediente. Esto es mucho más importante que simplemente llevar a cabo el deseo
inmediato del padre, sea lo que sea. La obediencia es la cuestión.

Hay una sabia familia en esta congregación que enseña a sus hijos la obediencia en un
estilo un tanto inusual. Quieren que el niño aprenda que la cosa importante no es
meramente hacer lo que pide el padre, como si esa cosa específica fuera la cuestión, sino,
más bien, que la obediencia es la cosa importante. Si cualquiera de los dos padres le dice
al niño: “Haz tal y tal”, y el niño lo demora, pospone, o se niega, el padre no repite la
petición: “Te dije que hicieras tal y tal”. Él o ella dice, más bien, “Haz lo que tu papa (o
mamá) dice”, para dar la clara impresión al niño de que la cosa importante no es la
petición específica que hicieron, sino que es la obediencia al padre. Esto ha enseñado a
los niños de esa familia en particular que la cosa suprema es ser un niño obediente.

Con esta palabra de Pablo va una razón. Las Escrituras nunca nos dan una exhortación
como esta sin una razón. Muchos hijos conocen perfectamente este versículo. ¡Oh, cuán
familiar es! Se lo dan de alimento en cualquier momento en que algo sale mal en casa. Se
les recuerda constantemente: “Hijos, obedeced en el Señor a vuestros padres”. Pero
raramente se les llama la atención a la razón detrás de eso. Pablo añade una razón
inmediatamente: “Hijos, obedeced en el Señor, a vuestros padres, porque esto es justo”.
Bueno, ¿qué significa eso? No te lo tomes a la ligera. Creo que a veces hay una tendencia,
por parte de la gente joven particularmente, a leer eso y a desentenderse de ello como
si significará: “Obedeced a vuestros padres porque esta, la forma en la que todos
actuamos, es simplemente la forma en la que lo hacemos”, o “Lo hemos hecho durante
años, y no hay ninguna razón para cambiar; por lo tanto, obedeced a vuestros padres”.
Pero no significa eso. Esto no es meramente una apelación a la costumbre. Esto no está
diciendo que la tradicion en nuestra herencia cristiana es obedecer a los padres. Significa,
más bien, que esto está de acuerdo con una realidad fundamental; esta es una de las
leyes básicas de la vida. Si haces esto, todo saldrá bien; si te niegas, todo saldrá mal,
porque es una violación de una de las leyes fundamentales de vivir.

Si quieres pruebas de la declaración de que la violación de esto hará que todo salga mal,
lee tus periódicos diarios. ¡Son la prueba documental! La razón por la que estamos
sufriendo esta tremenda epidemia de delincuencia, revuelta y rebelión es porque a una
generación se le ha enseñado que no necesita obedecer, que no hay nada importante
conectado con la obediencia. Pero el apóstol apunta directamente a esto y dice: “Esta es
la cosa suprema; es la cosa justa; concuerda con la realidad”. Es la única forma de manejar
tu hogar apropiadamente.

Ahora bien, en los versículos 2 y 3, el apóstol continúa ahondando en este tema. Dice la
misma cosa de nuevo, pero va tras de las acciones a las actitudes. Dice que no es sólo
importante el obedecer, sino el obedecer de tal manera que honre a tu madre y a tu
padre. La actitud de obediencia es sumamente importante. Sabemos, por supuesto, que
es posible obedecer con un corazón hirviendo con desobediencia y odio. Es posible
obedecer con frialdad que es perfectamente correcta en su acción y perfectamente mala
en su actitud. Es posible dar obediencia con un cumplimiento engañoso que parece
buena disposición, pero interiormente uno está esperando la oportunidad para la
revuelta o para transgredir los límites. Todos nos acordamos de la historia del niño
pequeño cuya madre quería que se sentara, pero él no quería sentarse. Finalmente, lo
agarró y lo sentó en la silla. Él la miró con desafío en sus ojos y dijo: “¡En el exterior me
haces sentar, pero en el interior todavía estoy de pie!”.

Ese tipo de obediencia no es obediencia en realidad, porque, como saca a relucir el


apóstol, está deshonrando al padre o a la madre. Está deshonrando porque
despersonaliza al padre. Trata al padre como a una cosa, un obstáculo, ciertamente no
como a una persona de la cual ha venido la vida, y también amor, preocupación y cuidado.
Es el ignorar el generoso regalo del amor paternal y el tratarnos como nada más que un
obstáculo en su camino. Es por eso que el primer mandamiento con promesa, como nos
recuerda el apóstol, fue el mandamiento: “Honra a tu padre y a tu madre” (Éxodo
20:12a). La promesa que estaba conectada a esto era: “… para que tus días se alarguen
en la tierra que Jehová, tu Dios, te da” (Éxodo 20:12b). Eso significa que la obediencia no
ha de ser sólo en acción, sino en actitud también. Requiere obedecer alegremente, no
hoscamente o haciendo pucheros o con sarcasmo. Todo ha de hacerse frente al Señor,
quien conoce el corazón, quien lee la mente interna y la actitud. Si un hijo que ama al
Señor Jesús está dispuesto a vivir la vida cristiana, esta es la primera área en la cual se
manifestará: en una obediencia dispuesta y alegre a sus padres.
Bueno, ¿qué significa esta promesa?: “para que tus días se alarguen en la tierra que
Jehová, tu Dios, te da”. ¿Suena eso como si fuera mera superstición o algo que nos ha
llegado como una tradición del pasado? No, la Palabra de Dios nunca es superficial. Tiene
una sustancia muy real. Simplemente significa que la alegre obediencia, la obediencia
dispuesta, es una bendición a los hijos que obedecen. Pero la hosca, reacia, rebelde
obediencia te hiere y puede acortar tu vida drásticamente. Esto no es una broma. Esto
no es mera superstición. La obediencia hosca es realmente resentimiento y amargura, y
no hay nada más destructivo en el corazón humano que el resentimiento o la amargura.
No hiere a la persona en contra de la cual eres amargo; te hiere a ti; te rompe en mil
pedazos en el interior. Puede causar serios disturbios físicos.

Los doctores modernos y los psicólogos están de acuerdo en que un corazón amargo y
resentido produce acné, causa úlceras y pérdida de apetito, dificulta la digestión,
perjudica el uso de la mente, causa reacciones alérgicas tales como el asma o los
desmayos, hace que la piel produzca urticaria y ampollas, y causa muchos otros tipos de
serios disturbios físicos. Es por eso que la Palabra de Dios promete que el honor al padre
y la madre de hecho alargará la vida y ciertamente hará que la vida que vivimos sea más
agradable. Esto, por supuesto, está resaltando un problema muy real. Muchos de los
disturbios emocionales de la adolescencia y los problemas físicos vienen de una actitud
de rebelión hacia el padre.

Lo que es más, la rebelión cierra la puerta al aprendizaje. Aprendí esto cuando era joven
y, como adulto, a menudo lo he visto en mi propia experiencia y en la de otros. Mientras
que estemos en rebelión en contra de algo, no podemos aprender nada de esa situación.
Si luchamos en contra de todo, no aprendemos nada. Por lo tanto, actuamos en
ignorancia. Cuando tenemos rebelión en nuestros corazones hacemos las cosas más sin
sentido y cometemos las equivocaciones más atroces. Hacemos cosas que nunca
haríamos si estuviéramos en posesión de nuestras plenas facultades.

Esto podría ser demostrado de mil maneras. Todo lo que necesitas es observar a una
multitud en acción, o el desarrollo de unos disturbios, y ver lo absolutamente sin sentido
que son las cosas que hace una multitud. El vandalismo en Watts es un buen ejemplo: el
incendio de áreas enteras de la ciudad, el privar a individuos de sus posesiones, su comida
e incluso su libertad, todo en nombre de un intento de corregir una maldad. Esto es la
violencia de la masa. Refleja lo que ocurre en un corazón individual y también cuándo el
corazón está lleno de rebelión. Cierras la puerta a cualquier posibilidad de aprender algo
y actúas en un arrebato emocional que resulta en acción sin sentido. Es, por tanto,
absolutamente esencial que los hijos aprendan a obedecer a sus padres con buena
disposición. Nada es más importante.

Apunté anteriormente esta mañana a nuestra juventud de edad de escuela secundaria


que este problema no termina cuando uno se gradúa en la escuela secundaria. No nos
ponemos por encima de la necesidad de prestar obediencia a la autoridad. Nos sigue toda
nuestra vida. Los adultos están mucho más bajo autoridad de lo que lo están los niños. Si
la obediencia no se aprendió en la niñez, es muy probable que no se aprenda en la edad
adulta. Esta es otra razón del brote de violencia, la desobediencia y la rebelión en contra
de todas las formas de autoridad que están barriendo nuestra tierra hoy. Esta es, por
tanto, una de las más importantes secciones de las Escrituras.

Este asunto es tratado frecuente y ampliamente a través de todas las Escrituras por ser
vital. Da en el blanco del corazón mismo de una de las más importantes relaciones de la
vida, que toca cada aspecto del pensamiento humano. Es extremadamente importante,
entonces, que los hijos, especialmente los hijos cristianos, entiendan cuan necesario es
que obedezcan voluntaria y alegremente a sus padres.

Pero la sumisión es siempre un camino de dos direcciones. La Palabra de Dios nunca dice
sólo a una parte en estas relaciones: “Sométete al otro”. Dice: “Someteos unos a otros
en el temor de Dios”. Por lo tanto, si es cierto que los hijos han de someterse a sus padres
al obedecerlos, es igualmente cierto que los padres han de someterse a sus hijos. ¿Cómo?
Pablo continúa mostrándolo en el versículo 4:

Y vosotros, padres, no provoquéis a ira a vuestros hijos, sino criadlos en disciplina y


amonestación del Señor. (Efesios 6:4)

Se ha demostrado que esta palabra traducida como padres incluye tanto al padre como
a la madre. Es cierto también que el énfasis se pone en gran parte sobre el padre, ya que
es su responsabilidad en lo que se conviertan sus hijos. Eso da que pensar, ¿no es cierto,
padres? Pero es cierto. Las madres pueden imponer reglas, pero es la tarea del padre el
hacerlas cumplir y ver que sus hijos se crian apropiadamente. No hay nada que sea más
ofensivo para el espíritu del cristianismo que la actitud adoptada por muchos padres: “Es
mi trabajo ganar el dinero; el trabajo de la madre es criar a los hijos”. ¡No en la Palabra
de Dios! En la Biblia, la responsabilidad final de en lo que se convierte el hogar cae sobre
el padre. Así que la palabra se dirige al padre: “Padres, no provoquéis a vuestros hijos,
sino criadlos en disciplina y amonestación del Señor”.

Esta es la forma en la que un padre se somete a sus hijos, al evitar deliberadamente las
cosas que hacen que el hijo se rebele: “No provoquéis a ira a vuestros hijos”. La palabra
para ira aquí no es la palabra común que describe irritación o enfado temporal, ya que
obviamente en cualquier hogar incluso la disciplina apropiada puede a veces enfadar al
niño. Los niños no son maduros, no siempre reaccionan como deben, e incluso la
disciplina necesaria puede enfadar al niño. Esta palabra no está diciendo nada en contra
de eso. La palabra utilizada aquí significa “ira que resulta en una rebelión”. Es una palabra
de la cual obtenemos la palabra paroxismo. “Padres, no provoquéis a ira a vuestro hijos
hasta el punto donde pierdan completamente el control y se rebelen en contra de la
autoridad”; esa es la palabra a los padres. ¿Qué causa esto?

Hay dos cosas que causan la rebelión en los hijos, dos cosas que provocan al niño
finalmente a rebelarse en contra de sus padres: la indulgencia y la crueldad. Estas dos
cosas son el negativo de dos cosas que instruye al padre que haga: “Criadlos en disciplina
y en amonestación (o exhortación) del Señor”. Los opuestos de estos son la indulgencia
y la crueldad. Esas son las cosas que provocan a un hijo a ira.
Durante el último siglo el padre era a menudo un tirano en su familia. Los hijos tenían
que obedecer a pies juntillas y a menudo tenían muy poco contacto con sus padres en
una relación cariñosa. Consecuentemente hubo una rebelión en contra de esto. En
nuestro día es al contrario. Nos hemos ido al extremo de la indulgencia. Les damos todo
a nuestros hijos y les permitimos que hagan lo que quieran, que se críen a sí mismos.

Pero fíjate que la Palabra dice: “Padres… criadlos”. No dejes que ellos te críen a ti. Una
vez, en una iglesia donde estaba hablando, vi que el tema de una reunión de gente joven
en la tarde era: “¿Qué es lo que ocurre con nuestros padres?”. Eso indica la dificultad que
aquellos hijos estaban teniendo al criar a sus padres. Pero la palabra no es: “Hijos, criad
a vuestros padres”, sino: “Padres, criad a vuestros hijos”, y hacerlo de tal forma que
evitemos la crueldad y la indulgencia, ya que cualquiera de esos dos producirán el mismo
resultado: la rebelión y los brotes de violencia.

La falta de disciplina producirá un niño inseguro, triste y egocéntrico. Eso es lo que


llamamos “un niño mimado”, uno que crece esperando que todo siempre sea de la forma
que él quiere y quien pisotea los sentimientos de todo el mundo. Esto es producido, en
nuestros días, por un espíritu de indulgencia por parte de los padres que permiten que
sus hijos tomen decisiones que ningún niño es capaz de tomar. Los padres deben
aprender que necesitan tomar las decisiones por el niño durante bastante tiempo en su
vida, y solo gradualmente ayudarle a aprender a tomar esas decisiones en tanto que sea
capaz de hacerlas. En los años tempranos de la niñez, los padres deben de tomar casi
todas las decisiones. Unas de las cosas que son terriblemente trágicas en la vida hoy es
que muchos padres permiten a los niños tomar decisiones que son incapaces de hacer.

Estaba en una casa no hace mucho tiempo con un padre cristiano y su hija de tres años.
La hija estaba viendo la televisión. Estaba viendo un programa de crímenes, o algo
igualmente desagradable. El padre vio lo que estaba viendo y, fuera porque yo estaba ahí
o no, algo le hizo sentir que esto no era algo apropiado para su hija. Se puso en pie junto
a la tele y le dijo: “Bueno, preciosa, ¿tu no quieres ver esto, no es así?”. Ella asintió: “¡Sí,
quiero!”. Él dijo: “Pero no creo que esto sea bueno para ti. ¿No piensas que sería mejor
quitar la tele?”. “No”. “Bueno”, dijo: “deberías quitarla. Este no es el tipo de cosa que
debieras de estar viendo”. Pero de nuevo ella asintió indicando que quería verlo. Estuvo
junto a la tele durante tres o cuatro minutos, pidiéndole que lo quitara, y, como ella no
daba su consentimiento, al final le permitió ver el programa.

Una niña de tres años es totalmente incapaz de hacer ese tipo de decisión moral. Aunque
no debería haberse hecho con crueldad, debería haber decidido firmamente que la niña
no iba a ver ese programa. No fue una sorpresa observar que la niña era un manojo de
frustración, golpeando a todo el mundo, ya que no tenía ninguna seguridad. Una falta de
disciplina apropiada, más que ninguna otra cosa, creará inseguridad en un niño. Un niño
sin disciplina se siente indeseado y terriblemente infeliz. Los límites que los padres
imponen para los niños son como paredes. Sé que las paredes a veces pueden ser
prisiones, que nos frustran, pero eso es normalmente el extremo. Las paredes con mucho
más frecuencia son beneficiosas para nosotros, y a menudo las deseamos, porque son los
símbolos de seguridad. ¿Quién no se siente más seguro de noche en casa porque las
paredes están ahí? Los límites disciplinarios son así para un niño.
Hace algún tiempo, el Saturday Evening Post (un periódico) traía una historia sobre un
padrastro que estaba intentando ganar la aceptación y la aprobación de su nuevo hijastro
permitiéndole comprar todo lo que el niño quería. Pero no estaba llegando a ningún sitio.
Finalmente, fueron a hacer una caminata por la naturaleza juntos y llegaron a un sitio
donde una cascada caía sobre un peñasco y formaba una piscina natural a su pie. De
pronto el padre notó que la gorra azul de su hijo estaba flotando en medio de la piscina.
Sin pararse a pensar se echó al agua y trató de encontrar al niño. Se sumergió varias
veces, y al final, en vano, se echó exhausto sobre la orilla. Justo entonces oyó un ruido, y
ahí estaba el niño en pie detrás de un árbol. Le dijo: “¿Tiraste tu gorra en el agua?”. El
niño dijo: “Sí, lo hice”. El padrastro dijo: “¿Por qué hiciste eso?”. El niño respondió:
“Quería ver lo que ocurriría”. El padrastro dijo: “Bueno, ahora mismo lo vas a averiguar”,
y le dio una azotaina como pocos niños han sido azotados. De camino a casa en el coche,
de pronto encontró los calientes, pequeños dedos agarrando su mano, y una voz
conmovida diciendo: “Lo siento, de verdad que lo siento, pero no sabía si realmente te
gustaba, porque nunca me has azotado como los padres de otros niños lo hacen”.

Es una necesidad imperativa que los niños encuentren disciplina, ya que es la marca del
amor. Como el apóstol nos dice en Hebreos, ningún padre nunca tuvo un hijo al que no
castigara, porque lo amaba. El castigo de Dios es eso para nosotros, un signo de amor. Es
lo mismo para un niño.

El otro extremo que provoca a un hijo a la revuelta es la crueldad: una disciplina severa,
exigente, que nunca se acompaña de amor, preocupación o comprensión. La disciplina
rígida, militar, que dice: “Haz esto, o de lo contrario”, inevitablemente llevará al hijo a la
revuelta al llegar a la adolescencia. Me acuerdo de oír de un padre que ordenaba a su
familia como un rigorista. Había estado en el ejército y trataba de manejar su casa de esa
forma. Reunía a la familia cada mañana, los ponía en fila, la mujer y los niños, y les daba
las órdenes para el día. Un día cuando los tenía a todos en fila, les dijo: “¿Ahora hay alguna
pregunta?”. Un niño pequeño levantó la mano. El padre dijo: “¿Qué quieres?”. El niño
dijo: “¿Cómo puedo salirme de este grupo?”.

Esa es ciertamente la primera pregunta que cualquier niño hará cuando llegue a la
madurez, si ese es el tipo de régimen bajo el cual vive. Conozco a un padre que tiene
cinco hijos. Él ha causado que todos ellos, uno por uno, al llegar a la adolescencia, se
alejen de él. Tuvieron que irse de la casa, y no tenían ninguna otra alternativa. Finalmente,
con el último de ellos, la mujer se fue también, alejada de él por una rigidez severa,
inflexible, que no permitía ninguna expresión de amor o comprensión.

Opuesto a esto el apóstol muestra dos cosas: la disciplina y la instrucción (o exhortación)


en el Señor. La palabra para instrucción es realmente “poner en mente” en el Señor. La
disciplina y poner en mente al Señor. Al hacerse mayor el niño, la disciplina física ha de
ser reemplazada por la exhortación, por el razonamiento, ayudando a ver a un niño lo
que está detrás de las restricciones, y siempre mostrando preocupación y amor. No
puedo mostrarte nada mejor en cuanto a esto que el muy excelente sumario por Howard
Hendricks, titulado Pointers for Parents (Indicaciones para padres). Las siete indicaciones
que da son excelentes: Provee un clima emocional en el hogar ―una atmósfera que
construye las relaciones personales con ellos― un sitio de calidez y aceptación. Eso
significa pasar tiempo con tus hijos hasta que te conozcan y tú los conozcas a ellos. Sé un
buen ejemplo: las convicciones expresadas por una vida, admitiendo que cometemos
errores, pero enseñándoles que la gracia de Dios está obrando en nosotros.

No hay nada más importante que esto. ¿Cómo podemos convencer a nuestros hijos de
que las cosas materiales no son las cosas más importantes en la vida si sólo nos ven
ahorrando dinero para poder comprar una nueva televisión o un nuevo automóvil, y
nunca nos ven ahorrando para ayudar en la extensión de la obra del Señor o invirtiendo
en alguna causa en nombre del Señor? ¿Cómo podemos jamás esperar que piensen que
el Señor puede ser “nuestro pronto auxilio en las tribulaciones” si, en cada crisis en
nuestro hogar, nos encuentran reaccionando con amargura y resentimiento, o con
severidad hacia aquellos que nos hieren? ¿Cómo podemos enseñarles que hay una mejor
forma de manejar las cosas que la fuerza, que el amor es más poderoso que la enemistad,
si no lo practicamos nosotros mismos? Permite una emancipación gradual de las faldas
de la autoridad parental. Comienza temprano a darles responsabilidad; evalúa los
resultados y ajústala de acuerdo a su habilidad para manejarla.

Una vez le pregunté a nuestra juventud de edad de escuela secundaria; “¿Cuáles son las
áreas que crean la mayoría del resentimiento hacia vuestros padres?”. La cosa más
ampliamente experimentada era esta: “No nos dejan correr un riesgo. No nos dejan
cometer errores”. La mayoría de los padres cristianos tiene esta actitud. Pensamos que
estamos aquí para guardarles de cometer errores. No es cierto. Estamos ahí para
ayudarles a cometer errores tempranamente, para que puedan aprender de ellos
mientras que todavía no sean muy serios. Si evitamos que cometan errores hasta que
lleguen a la adolescencia, entonces los que cometan les arruinarán. El trabajo de un padre
es ayudar a sus hijos a tener una oportunidad para cometer errores y poder así aprender.
Provee consejo en un escenario informal. Pasa tiempo construyendo una relación que
haga aceptable nuestro consejo. Establece límites. Establece algunas restricciones. Pero
la disciplina demanda un contexto. No tienes derecho a disciplinar a menos que les hayas
dedicado tiempo e interés.

Esta es la tarea de un padre ―el establecer límites― y es una que, como ya he sugerido,
crea seguridad en un niño. Él quiere tener algunos límites. Los necesita
desesperadamente, pero los límites han de ser establecidos con comprensión. Aplica la
ley de consecuencias naturales según crezcan. Discute las cosas en favor y en contra, y
luego déjalos decidir; entonces déjales vivir con los resultados. (Alternativa: nosotros
tomamos todas las decisiones para ellos, de forma que pierdan la habilidad de tomar
decisiones, o deciden incorrectamente; entonces tenemos que pagar su fianza.)

Esto es de nuevo una explicación más a fondo de la necesidad de emancipación gradual


por parte de los padres. Deja que cometan algunos errores; deja que vean cuáles son los
resultados, pero lo bastante temprano como para que no sean del tipo que puedan
dañarles toda su vida. ¡Rodéales con una fortaleza de oración, confiando en que el
Espíritu de Dios hará lo mismo que hizo para ti!

Esto es de lo más importante, ya que la oración es una fuerza para mantener a los niños
leales, sinceros, honestos y abiertos. Mantén las líneas de comunicación abiertas, para
que los niños puedan crecer para ser un honor para sus hogares y un honor para
Jesucristo, y para que así puedan experimentar lo que tan desesperadamente queremos
que experimenten: la belleza y la gloria de la feminidad, y la frescura, la fuerza y la
vitalidad de la masculinidad, para que puedan ser hombres y mujeres como Dios planeó
que fueran. Es a esto a lo que somos llamados, como padres. Que Dios nos ayude a
hacerlo en la luz de la verdad.
Orientación para honrar al padre y a la madre – Efesios 6:3
La orientación de honrar al padre ya la madre es de fundamental importancia en la
relación entre padres e hijos. Ella no es sólo un mandamiento, sino una actitud que debe
ser cultivada y practicada a lo largo de la vida. Honrar a los padres y madres significa
reconocer la autoridad y el papel de los padres en la crianza y educación de sus hijos, así
como valorar y respetar su presencia en nuestras vidas.

Esta orientación también tiene un significado más amplio, que se extiende más allá de la
relación padre-hijo. Está relacionado con el respeto y aprecio de las generaciones
mayores, quienes tienen un gran aporte que hacer en nuestra vida en sociedad. Honrar
al padre ya la madre es, por tanto, una actitud que debe ser cultivada por todos,
independientemente de su edad o posición social.

La guía de honrar al padre ya la madre también tiene una promesa asociada. En Efesios
6:3, leemos:“para que todo te vaya bien y vivas mucho tiempo en la tierra”. Esta promesa
muestra que obedecer y honrar a nuestros padres es importante para nuestra
prosperidad y bienestar en todas las áreas de la vida. Cuando honramos y respetamos a
nuestros padres, estamos construyendo una base sólida para nuestras vidas, que nos
llevará a vivir con más sabiduría y éxito.

Además de ser una obligación moral y ética, honrar a los padres es una actitud que trae
beneficios a quienes la practican. En particular, la Biblia promete larga vida a quienes
honran a sus padres.

La promesa de una larga vida para quienes honran a sus padres no es un mero incentivo
para cumplir una obligación moral. Es una promesa basada en la sabiduría divina, que
reconoce el papel fundamental de los padres en la formación y educación de sus hijos.
Los padres son los principales responsables de transmitir valores, principios y enseñanzas
que moldean la personalidad y el carácter de sus hijos.

Honrar a los padres es, por tanto, una forma de agradecer y reconocer todo el esfuerzo
y dedicación que han invertido en nuestras vidas. Es una actitud de respeto y gratitud que
no solo nos conecta con nuestras raíces familiares, sino que también nos ayuda a crecer
como personas. Cuando honramos a nuestros padres, estamos reconociendo que su
sabiduría y experiencia son valiosas para nosotros y estamos abiertos a aprender de ellos.

Además, la promesa de larga vida para quienes honran a sus padres no es una
recompensa mecánica, sino el resultado natural de una actitud de honor. Cuando
honramos a nuestros padres, estamos cultivando un espíritu de respeto y gratitud que se
extiende a otras áreas de la vida. Estamos construyendo relaciones sanas y positivas con
las personas que nos rodean, y estamos abriendo la puerta a una vida plena y plena.

El papel de los padres en la crianza de los hijos (v. 4)


Los padres son responsables de muchas tareas importantes en la vida de sus hijos,
incluida la educación. Desde el momento en que nacen, los padres asumen el papel de
guías y mentores de sus hijos, guiándolos por el camino que deben seguir y ayudándolos
a crecer en todos los ámbitos de la vida. En Efesios 6:4, Pablo enfatiza el papel de los
padres en la crianza de sus hijos y la responsabilidad que tienen de ayudarlos a
convertirse en personas íntegras y virtuosas.

La crianza de los hijos es una tarea compleja y desafiante que requiere un enfoque
cuidadoso y estratégico por parte de los padres. Deben estar atentos a las necesidades
de sus hijos en todas las áreas de la vida, incluyendo la educación académica, la formación
moral y ética, y el desarrollo emocional y psicológico. Para que esta tarea tenga éxito, los
padres deben estar activos e involucrados en la vida de sus hijos, brindando orientación
y apoyo en cada paso del camino.

En Efesios 6:4, Pablo advierte a los padres que no provoquen a ira a sus hijos, sino que
los críen en la disciplina y amonestación del Señor. Esto significa que los padres deben
estar atentos a la forma en que interactúan con sus hijos, evitando actitudes que puedan
desanimarlos o desmotivarlos. Deben ser firmes pero amorosos en su enfoque,
proporcionando límites claros y expectativas realistas para sus hijos.

Además, los padres deben estar atentos a la educación espiritual de sus hijos,
enseñándoles los valores y principios que son importantes para la vida cristiana. Deben
ayudarlos a desarrollar una relación personal con Dios, brindándoles orientación y apoyo
en su viaje espiritual. Esto significa que los padres deben ser un ejemplo vivo de fe e
integridad, mostrando a sus hijos lo que significa seguir a Cristo en todos los aspectos de
la vida.

Responsabilidad de los padres de enseñar valores y principios (v. 4)


Los valores y principios que los padres enseñan a sus hijos tienen un impacto duradero
en la forma en que se relacionan con el mundo que les rodea. Estos valores ayudan a
moldear la personalidad y la forma en que los niños enfrentan las situaciones de la vida.
Por eso es importante que los padres enseñen valores como la honestidad, la amabilidad,
la empatía y el respeto por los demás. Estos valores ayudarán a tus hijos a desarrollar un
sentido de justicia y equidad, convirtiéndolos en personas responsables y éticas.

Además, los padres también tienen la responsabilidad de enseñar a sus hijos los principios
fundamentales de la fe cristiana. Deben ser ejemplos vivos de fe, mostrando a sus hijos
cómo vivir una vida centrada en Dios. Esto incluye enseñar a sus hijos la importancia de
la oración, la lectura de la Biblia y la asistencia a la iglesia. Cuando los padres enseñan
estos principios, están ayudando a sus hijos a desarrollar una relación más estrecha con
Dios, que puede ser una fuente de consuelo y fortaleza en tiempos de dificultad.

Sin embargo, enseñar valores y principios no es sólo cuestión de impartir conocimientos.


Los padres también deben ser ejemplos vivos de estos valores y principios en sus propias
vidas. Los niños son observadores naturales y siempre están al tanto de las acciones de
sus padres. Por eso es importante que los padres estén a la altura de los valores que
enseñan a sus hijos. Si los padres quieren que sus hijos sean honestos y respetuosos,
también deben actuar con honestidad y respeto.

El impacto del respeto en la crianza de los niños


Cuando los padres muestran respeto a sus hijos, los ayudan a desarrollar una autoestima
saludable y un sentido de autoestima. Esto puede marcar una gran diferencia en cómo
los niños se ven a sí mismos y se relacionan con el mundo. Cuando un niño es tratado con
respeto por sus padres, aprende a valorarse y respetarse a sí mismo, lo que puede influir
positivamente en su comportamiento y actitudes hacia los demás.

Además, el respeto mutuo entre padres e hijos es fundamental para construir una
relación sana y de confianza. Cuando los padres tratan a sus hijos con respeto,
demuestran que valoran sus opiniones y sentimientos. Esto puede ayudar a crear un
ambiente hogareño más acogedor donde los niños se sientan seguros al expresar sus
pensamientos y emociones.

Por otro lado, cuando los padres no muestran respeto por sus hijos, esto puede tener un
impacto negativo en su educación y desarrollo. Cuando se trata a un niño con falta de
respeto, puede comenzar a sentirse inferior e indigno, lo que puede generar problemas
de autoestima y confianza en sí mismo. Esto puede afectar su comportamiento y sus
relaciones con los demás, incluida su propia familia.

Es importante recordar que el respeto no es algo que solo se deba exigir a los niños. Los
padres también deben mostrar respeto por sus hijos reconociendo sus sentimientos y
necesidades, respetando sus opiniones y tomando decisiones juntos. Esto puede ayudar
a construir un ambiente hogareño más armonioso y equilibrado.

En Efesios 6:1-4, Pablo enfatiza la importancia de la relación entre padres e hijos, y la


responsabilidad de los padres de educar a sus hijos según los principios cristianos. Él
instruye a los padres a no provocar a ira a sus hijos, sino a criarlos en la disciplina y la
instrucción del Señor. Esto incluye demostrar respeto mutuo entre padres e hijos, lo que
puede tener un impacto significativo en la crianza de los niños.

La importancia de la educación en la promoción del respeto mutuo entre padres e hijos.


La educación es una de las herramientas más importantes para promover el respeto
mutuo entre padres e hijos. Es a través de la educación que se transmiten valores y
principios de generación en generación, y que los niños aprenden a respetar a sus padres
y demás autoridades. Cuando los padres invierten en la educación de sus hijos, están
construyendo una base sólida para una relación sana y respetuosa.

La educación no se limita sólo a la transmisión de conocimientos académicos, sino que


también incluye la formación moral y espiritual de los niños. Es importante que los padres
enseñen a sus hijos valores como el respeto, la honestidad, la amabilidad y la justicia.
Estos valores ayudan a formar el carácter de los niños y promueven un comportamiento
ético y respetuoso en todos los ámbitos de su vida.

Cuando los padres invierten en la educación de sus hijos, los están preparando para
enfrentar los desafíos de la vida adulta de manera consciente y responsable. Están
empoderando a sus hijos para que tomen decisiones informadas y manejen situaciones
difíciles de una manera madura y equilibrada. Esto incluye la capacidad de reconocer y
respetar la autoridad, incluida la autoridad de los padres.

Por otro lado, la falta de educación y capacitación puede conducir a un comportamiento


irrespetuoso y destructivo. Los niños que no aprenden sobre el respeto y la autoridad
desde el principio pueden crecer con un sentido de derecho, sin reconocer la importancia
de seguir las reglas y respetar a otras personas. Esto puede afectar negativamente tu
relación con tus padres y otras autoridades, así como tus relaciones interpersonales en
general.

Pablo enfatiza la responsabilidad de los padres de educar a sus hijos en la disciplina e


instrucción del Señor. Esto incluye la transmisión de los valores y principios cristianos, así
como la formación moral y ética de los niños. Cuando los padres invierten en criar a sus
hijos de acuerdo con estos principios, están ayudando a construir una base sólida para
una relación padre-hijo sana y respetuosa.

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