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INTRODUCCIÓN

Existe una palabra que resulta extraña para una inmensa cantidad de personas, una palabra
que aun entre cristianos no es tenida en cuenta como debería, incluso muchos la evitan:
Santidad.

La voluntad de Dios es que sean santificados; que se aparten de la inmoralidad sexual; que
cada uno aprenda a controlar su propio cuerpo de una manera santa y honrosa, sin dejarse
llevar por los malos deseos como hacen los paganos, que no conocen a Dios; y que nadie
perjudique a su hermano ni se aproveche de él en este asunto. El Señor castiga todo esto,
como ya les hemos dicho y advertido. Dios no nos llamó a la impureza sino a la santidad;
por tanto, el que rechaza estas instrucciones no rechaza a un hombre, sino a Dios, quien les
da a ustedes su Espíritu Santo. —1 Tesalonicenses 4:3-8 NVI
Dios mismo es quien nos llama a vivir en pureza sexual, la Biblia es clara; sin embargo, y como
pasa muy a menudo, elegimos de su Palabra aquello que no ponga en riesgo lo que nuestro
corazón desea. Las indicaciones tienen claridad meridiana; Dios quiere:

• Que seas santo.


• Que te apartes de la inmoralidad sexual.
• Que controles tu propio cuerpo.
• Que no te dejes llevar por los malos deseos.

Ser santo no tiene que ver con perfección; ser santo es estar apartado, consagrado, dedicado a
Dios. Eso nos lleva indefectiblemente a apartarnos de la inmoralidad sexual, a alejarnos de
cosas que nos seducen, nos llaman. Las tentaciones están ahí, en muchas de las cosas que
hacemos diariamente nos encontramos con ellas. Cuando estamos caminando por alguna calle y
nos vemos tentados de mirar lo que no deberíamos mirar, cuando un torrente
depensamientos/fantasías irrumpe en nuestra mente, cuando estamos frente a alguna pantalla
(celular, televisión, tablet, etcétera); cuando alguien nos escribe por alguna red social, cuando
frente a unas crisis matrimonial alguien se nos “acerca”. Dios nos llama a apartarnos de ello.
Por supuesto que es muy fácil decirlo, pero no resulta tan sencillo llevarlo a la práctica. Y es que
una vez que la tentación se asentó en nuestra mente, la cosa no queda ahí. Todo un mundo de
sensaciones refuerzan la idea de seguir adelante con la propuesta de la tentación; los mismos
pensamientos que se suceden, uno tras otro, resultan muy reconfortantes, placenteros. La sola
idea de llevar adelante determinado acto nos produce placer, y el placer llama al placer, se
retroalimenta. En lo único que pensamos es en darle curso a todas esas sensaciones que
presionan desde nuestro interior. Pero el Señor nos dice que no nos dejemos llevar por los malos
pensamientos, que controlemos nuestro propio cuerpo. Quizás en este momento surjan desde tu
interior argumentos como: “yo no puedo controlar esto”, o “no se pueden controlar los
pensamientos”. Y la verdad es que sí se puede, vos podés tener el control de lo que pensás. Si
controlás tus pensamientos, tus sensaciones cambian. Gran parte de nuestra lucha está en
nuestra mente. El gran secreto es justamente elegir las cosas en las que pensamos, permitirle al
Señor que cambie nuestra manera de pensar.

Por lo demás, hermanos, todo lo que es verdadero, todo lo honesto, todo lo justo, todo lo
puro, todo lo amable, todo lo que es de buen nombre; si hay virtud alguna, si algo digno de
alabanza, en esto pensad. –Filipenses 4:8 RVR60

No imiten las conductas ni las costumbres de este mundo, más bien dejen que Dios los
transforme en personas nuevas al cambiarles la manera de pensar. Entonces aprenderán a
conocer la voluntad de Dios para ustedes, la cual es buena, agradable y perfecta. –Romanos
12:2 NTV
Si no te gusta y no estás de acuerdo con todo esto, no estás rechazando a una persona, es al
mismo Dios a quien rechazás. ¿Viste qué claro es Dios?

No permitan que el pecado controle la manera en que viven; no caigan ante los deseos
pecaminosos. No dejen que ninguna parte de su cuerpo se convierta en un instrumento del
mal para servir al pecado. En cambio, entréguense completamente a Dios, porque antes
estaban muertos pero ahora tienen una vida nueva. Así que usen todo su cuerpo como un
instrumento para hacer lo que es correcto para la gloria de Dios. –Romanos 6:12-13 NTV
Si prestaste atención a estos pasajes bíblicos notarás que la responsabilidad está de nuestro
lado:

• No permitas
• No caigas
• No dejes
• Entregate
• Usá

Nosotros muchas veces esperamos magia, creemos que una oración es suficiente. Pero en
realidad somos nosotros los responsables de nuestros actos. Somos responsables de apartarnos
de la inmoralidad sexual, de controlarnos a nosotros mismos, de no dejarnos llevar por los
malos deseos, de no permitir que el pecado nos controle, de no caer ante los deseos
pecaminosos y de no dejar que nuestro cuerpo sirva al pecado. Pero, al mismo tiempo, somos
responsables de pensar en lo que tenemos que pensar, de dejar que Dios nos transforme en una
persona nueva al cambiarnos la manera de pensar, de entregarnos completamente a Dios y de
usar nuestro cuerpo para la gloria de Dios. ¿Dudas? Antes de que colapses y te desmayes,
queremos decirte que (si bien son tus decisiones) no estás solo, y no son tus fuerzas (Zacarías
4:6). Dios mismo está a tu lado, Él no te va a dejar.

Así que no temas, porque yo estoy contigo; no te angusties, porque yo soy tu Dios. Te
fortaleceré y te ayudaré; te sostendré con mi diestra victoriosa. -Isaías 41:10 NVI
Pero, nuevamente, tu tarea, tu responsabilidad, es estar con Él y escuchar su voz. ¿Sabías que el
Espíritu Santo habla, sabías que te habla a vos? Tenés que estar predispuesto a escucharlo, a
hacer crecer tu relación con Él. Una aclaración, que no viene mal en este punto, es que tener
una relación con Dios va mucho más allá de un “devocional”, de una oración ocasional. Es
justamente eso, una relación. Por otro lado, también es cierto que el mundo en el que vivimos
atenta contra la intención de vivir en santidad. La cultura ha ido legitimando que ciertos límites
se vayan rompiendo, que incluso valores como los de familia resulten obsoletos, anacrónicos,
vetustos. Cuánto más el hecho de reservar el regalo de la virginidad hasta el matrimonio.
¿Quién exhibe con “orgullo” su virginidad? La misma infidelidad es aplaudida en reuniones de
amigos, y hablar mal del cónyuge pareciera ser divertido… En los espacios de relación (escuela,
universidad, trabajo, etcétera) circula la pornografía como algo absolutamente normal; se ha
naturalizado tanto el consumo de este tipo de materiales que, en muchos casos, se transforman
en un “chiste”, videos enviados y recibidos (por wasap mayormente) como algo jocoso, divertido.
Definitivamente se han roto los límites, y esta fractura en lo moral vuelve difusa la frontera de
lo que está bien y lo que está mal. Como Iglesia de Cristo, lamentablemente, no somos ajenos a
esta realidad; nuestros jóvenes y adolescentes sufren más que nunca una presión sobre lo
erótico que impregna todos los ámbitos de su vida. La naturalización y aceptación de ciertas
prácticas pecaminosas en las pantallas, en las redes, en el ámbito educativo, en la calle, y a
veces en las mismas familias, hace que mantenerse puro y santo parezca casi una proeza. La
impronta de lo sensual/erótico tiñe, trastoca e invade constantemente cada vez más territorio.
La realidad, el día a día, los consumos, los entornos en los que se desarrollan y vinculan los
jóvenes y adolescentes se encuentran fuertemente marcados por una excesiva erotización.
Dos necesidades
¿Dónde está la base donde se anclan y toman fuerza los postulados de esta sociedad erotizada?
La esclavitud del pecado sexual encuentra su origen, su caldo de cultivo, en la insatisfacción de
dos necesidades básicas de los seres humanos:

1. NECESIDAD DE SER AMADOS, RESPETADOS Y VALORADOS.


Las personas somos capaces de hacer cosas que incluso pueden resultar perjudiciales para
nuestra integridad física y emocional, si consideramos que como contrapartida recibimos un
poco de amor. En este sentido, y teniendo en cuenta los códigos y valores sociales, muchos
jóvenes e incluso adolescentes buscan desterrar de sí la “maldita” enfermedad llamada
virginidad (para muchos jóvenes el hecho de ser vírgenes es vivenciado de forma vergonzosa,
sobre todo entre los 13 y los 17 años de edad, en lugares como la escuela secundaria y en el
grupo de amigos de la “calle/esquina”). Otros, ya habiéndose liberado de tal terrible estigma, se
entregan a la desaforada carrera sexual clavando eventualmente en su pecho alguna medalla
que viene a significar una nueva conquista sexual. Además de estos casos, podemos encontrar a
alguna jovencita que, en busca de alguien que aunque sea le prometa la ilusión de amor,
atención y protección, termine creyendo y cediendo lo que no tiene que ceder. Cuántas
adolescentes se inician sexualmente no en relación al amor que le tienen a sus novios, sino en
la búsqueda de llenar un vacío, de sentir el amor de un padre que nunca tuvieron, o aun de un
padre presente, pero ausente.

2. NECESIDAD DE DESARROLLO SANO DE LA SEXUALIDAD.


Quienes distorsionan la compresión de la sexualidad la enmarcan solo en aspectos físicos y
proponen que su satisfacción es impostergable. La necesidad de tener intimidad sexual es
inherente a nuestra condición humana, es totalmente normal que tengas deseos sexuales, y no
existe nada malo en ello. De hecho, es el mismo Dios quien nos creó con este deseo. No
obstante, el marco donde debe tener cause esta necesidad/deseo es el matrimonio. El problema
radica en que esta necesidad/deseo se plantea como algo impostergable, algo que no puede ser
aplazado. “Tenemos hormonas”, “Nos pasan cosas”, “¿Qué se supone que haga con lo que
siento?”. Frases muy comunes aun entre cristianos, que justamente son las que dan cuenta del
tiempo que vivimos.
Estas necesidades que corresponden a la naturaleza humana son dos de las razones donde se
asienta, fortalece y retroalimenta la propuesta de esta sociedad erotizada. Desde las
publicidades hasta los consejos de un padre que quiere que su hijo “debute”, esta tendencia
busca llegar a ocupar cada espacio social.
La invasión pornográfica –principalmente difundida a través de Internet por dispositivos
electrónicos como los smartphone (que están al alcance de todos)– naturaliza prácticas que
erosionan todo intento de una vida pura y santa. Por otro lado, y al mismo tiempo, hay toda
una defensa organizada de la corrupción sexual que usa la bandera de la libertad sexual, pero
que en realidad solo trae esclavitud, alimenta el mercado de la trata de personas y la
prostitución.

Como sociedad levantamos la voz y nos sorprendemos con las cifras crecientes de
embarazos adolescentes. Sin embargo, el contenido sensual/erótico estalla en todas las
pantallas, las letras de las canciones que escuchamos son una invitación constante a:
“hacerle caso a tu corazón”, pero también y sobre todo al desenfreno. Desde niños somos
cargados con la impronta de una sociedad erotizada, la cual termina modelando una
manera de pensar, una forma de ver el mundo. Incentivamos el sexo libre desde el
momento en que se desee, es más, aquellos que poco a poco van infiltrando el tema de la
pedofilia lo hacen sobre la base de los derechos sexuales de los niños. La sociedad se
queja de lo que ella misma genera.
Hay todo un sistema articulado detrás de estas dos necesidades, negocios que solo subsisten
gracias a “baches” internos, a necesidades “impostergables”. Los medios de comunicación, el
mundo de la música, las redes sociales, se erigen como formadores de tendencias sexuales
“progresistas” y sobre todo libres de todo rastro religioso, al cual se etiqueta como anacrónico y
represivo.
El nivel de aceptación de los pecados sexuales que ha alcanzado nuestra sociedad nos pone
ineludiblemente frente a la necesidad de convertirnos en “militantes” de la santidad. La presión
ejercida sobre los jóvenes de forma constante,y desde todos estos ámbitos, requiere de acciones
concretas que tiendan a fortalecer los valores y principios necesarios para el desarrollo sano de
la sexualidad de nuestros jóvenes. Debemos ser conscientes de la importancia de hablar de estos
temas de forma clara y contundente. Lo que está en juego va mucho más allá de una simple
elección personal, es el futuro de ellos y de sus hijos lo que se expone en cada decisión. La
impureza sexual no solo destruye o posterga sueños, sino que también impacta en las futuras
generaciones.
evae, es la propuesta de JEBA frente a esta problemática, que tiene como premisa fundamental
la abstinencia sexual antes del matrimonio y la pureza sexual siempre.

• Creemos firmemente que la pureza sexual no es una utopía.


• Creemos que Dios perdona y restaura.
• Creemos que las cosas pueden cambiar.
• Creemos firmemente que se puede vivir en santidad.

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