TEMA: “EL CAMBIO: MI UNIÓN CON CRISTO Parte IV” Génesis 3:4-6 LBLA “Y la serpiente dijo a la mujer: Ciertamente no moriréis. Pues Dios sabe que el día que de él comáis, serán abiertos vuestros ojos y seréis como Dios, conociendo el bien y el mal. Cuando la mujer vio que el árbol era bueno para comer, y que era agradable a los ojos, y que el árbol era deseable para alcanzar sabiduría, tomó de su fruto y comió; y dio también a su marido que estaba con ella, y él comió” INTRODUCCIÓN: Hoy seguimos la Serie “CAMBIOS PROFUNDOS EN NUESTRA VIDA”. En el tema anterior aprendimos que, por causa de nuestra unión con Cristo, DIOS ME OFRECE SU PERDÓN INCONDICIONAL y NO ACEPTAR EL PERDÓN ES NO ACEPTAR EL EVANGELIO. Hoy queremos continuar estudiando el tema “MI UNIÓN CON CRISTO” viendo la Parte IV: 1. LA NECESIDAD DE PERDÓN ES UN PROBLEMA DE TODA LA HUMANIDAD a. Tenemos un corazón necesitado: Hay ciertas necesidades fisiológicas y espirituales que preceden a la caída y que durarán por la eternidad. Por ejemplo, Adán y Eva necesitaban alimentarse Génesis 2:16 dice: “Y ordenó el Señor Dios al hombre, diciendo: De todo árbol del huerto podrás comer”. Dios los creó sin defecto, pero también los creó con necesidades, como ellos, todos necesitamos sentirnos amados, aceptados y valorados por “alguien”, ese alguien es Dios. Disfrutar de su amor es lo que el corazón realmente necesita para sentirse lleno y satisfecho. b. Tenemos un corazón caído: Desde que nacemos, tendemos a buscar lejos de Dios lo mismo que Él quiere ofrecernos cerca de Él. Por ejemplo, perdón. c. Tenemos un corazón influenciable: Es posible observar esta verdad en el mismísimo jardín del Edén. Solo bastó un breve diálogo para que Eva se sintiera tentada a hacer lo opuesto a su mayor bien. Génesis 3 lo deja muy claro: nuestro corazón responde a estímulos. Somos fácilmente engañados e influenciados por otros, al punto de actuar inconscientemente en contra de nuestro propio bien. Aunque no seamos muy conscientes, todos los seres humanos tenemos una idea, una concepción, un estándar de lo que significa ser una persona aceptable, valiosa y digna de ser amada. Por ejemplo, en algunas iglesias para ser alguien “valioso o aceptable” tienes que hablar en lenguas. En otras, tienes que saber enseñar; la persona importante es la persona elocuente. En círculos no religiosos, alguien “valioso” es aquel que ha obtenido un prestigioso título universitario, que conduce un automóvil de cierta marca, que tiene una gran cuenta bancaria o que tiene un cuerpo con determinadas curvas. Ahora bien, ¿cómo llegamos a formar esta idea de lo que se espera de nosotros para ser considerados “aceptables, dignos o valiosos”? De una serie de fuentes. Pero, esencialmente, de las influencias más importantes de nuestra vida. Esto quiere decir que nuestros padres, nuestra crianza, nuestra cultura, nuestra religión, nuestros amigos cercanos, etc.; han influenciado en nosotros para definir “lo correcto” y “lo valioso”. ¿Será por eso que, en Romanos 12:1-2, Pablo nos llama a no dejarnos “moldear” por la forma de pensar que recibimos de este mundo? Pregunto ¿Qué tiene que ver todo esto con perdonarnos a nosotros mismos? Muchísimo. Porque un sicólogo o filósofo ateo intentará “ayudarte” diciéndote algo así: “¿Te has dado cuenta de que tus padres, tu cultura y tu iglesia te han impuesto ciertos estándares de lo que significa ser una persona exitosa, moral, atractiva, honesta, buena, sexualmente correcta e incluso, han definido por ti lo que significa ser una persona espiritual? ¿Te has dado cuenta de que nunca llegas a satisfacer esos estándares? Tu culpa, tu desánimo y tu depresión se originan en que estás intentando vivir a la luz de esas expectativas que otros te han impuesto y que tú, sin querer, te has creído”. Hasta aquí tienen bastante razón. ¿Solución? Tienes que perdonarte a ti mismo por no llegar a cumplir esos ideales que te han impuesto de forma inconsciente. ¿Cómo? En primer lugar, debes eliminar esos estándares. Después de todo, ¡has sido influenciado! ¿Por qué está mal tener relaciones sexuales antes de casarte? ¿Por qué lo han dicho tus padres o tu religión? Elimina los valores de “otros” y no te sentirás mal por no alcanzarlos. En segundo lugar, tienes que quitar de tu mente la idea de que tienes que rendirle cuentas a alguien. Has sido engañado no hay Dios y nadie tiene el derecho de decirte lo que es aceptable o digno. Tú defines el bien y el mal para ti mismo y tú decides lo que te hará feliz”. ¿Te suenan estas palabras? A mi criterio se parecen mucho a Génesis 3. 2. SOMOS EL RESULTADO DE NUESTRAS PROPIAS DECISIONES O SOMOS EL RESULTADO DE LA INFLUENCIA EXTERNA: Romanos 6:16 NTV “¿No se dan cuenta de que uno se convierte en esclavo de todo lo que decide obedecer? Uno puede ser esclavo del pecado, lo cual lleva a la muerte, o puede decidir obedecer a Dios, lo cual lleva a una vida recta”. Ningún ser humano escapa a este dilema. No importa si uno es cristiano, ateo, budista o musulmán. Todos tenemos un corazón necesitado, caído e influenciable. Todos estamos intentando compensar. Todos buscamos reconocimiento, amor y dar la talla. Todos tenemos en nuestra mente una idea autocreada de lo que para nosotros significaría ser digno de amor o exitoso. La propuesta atea a este problema es hacer consciente estos estándares invisibles con el fin de poder eliminarlos y crear los tuyos propios. ¿Dónde radica el problema de esta solución? En la frase subrayada. ¿Por qué? Porque cambiar tus estándares no tiene el poder de libertarte y traerte verdadera paz; lo único que tiene el poder de liberarte y darte paz verdadera es satisfacerlos de forma plena. ¿Qué quiero decir? Permíteme explicártelo. Vamos a imaginarnos que te has criado en una cultura tradicional donde es moralmente incorrecto tener relaciones sexuales prematrimoniales o mirar pornografía. ¿Cuál es tu problema, según la cosmovisión atea? Tu problema es que te han impuesto una moral arcaica y obsoleta. ¿Cuál es el resultado? Te sientes culpable y desilusionado contigo mismo cada vez que no vives de acuerdo con este estándar moral. ¿Qué deberías hacer? Perdonarte a ti mismo. Pero ¿cómo lo haces? Primero, debes darte cuenta de que eres esclavo de un valor que te han impuesto así que debes hacer todo lo posible por eliminarlo. Luego, debes preguntarte: “A mí, ¿qué me haría feliz?”. “¡Tener sexo con la mayor cantidad de chicas posibles!” Pues si este es el caso, ¡has encontrado tu nuevo objetivo de vida! Pero ¿qué sucede después de tu nueva “libertad”? Lo obvio. Te miras al espejo y te das cuenta de que no eres lo suficientemente guapo para lograr tu meta. Sí, algunas chicas querrán tener relaciones contigo, pero la verdad es que nadie tiene el carisma y la belleza física para poder conquistar a quien quiera. Pronto empiezas a visitar un prostíbulo y le pagas a una prostituta. El nivel de placer que experimentas es muy alto así que poco a poco comienzas a gastar la mayor parte de tu dinero de esa forma. ¿Qué sucede? Como el dinero no te alcanza empiezas a trabajar más. ¿Resultado? Comienzas a desatender tu cuerpo, duermes menos, dejas de cultivar un vínculo con tu familia y amigos más cercanos. Sí, un par de veces por semana obtienes lo que quieres. Pero el resto del tiempo eres tan miserable como antes. Después de algunos años te das cuenta de que te encuentras sin dinero, sin familia, desconectado de tus amigos y solo. Pronto vuelven la culpa y la depresión. ¿Has podido verlo? Al cambiar de estándar lo único que has hecho es cambiar de amo. Antes eras un esclavo insatisfecho de la moralidad sexual, ahora eres un esclavo insatisfecho de la inmoralidad sexual. Antes te sentías mal cuando caías en pornografía, ahora te sientes mal cuando no puedes tener relaciones sexuales. Has cambiado de estándar moral, pero ¿has podido cambiar? ¿Has logrado “autoperdonarte” y vivir mejor? El ejemplo del sexo aplica a cualquier objetivo de vida. Si vives para tu reputación, serás esclavo de la opinión de otros. Si vives para tu cuerpo, serás controlado por el estado actual de tu belleza. Si vives para relajarte y descansar, serás dominado por aquello que te distrae. ¿Quién es el único amo al que merece la pena entregarse? Cristo. ¿Por qué? Porque al estar unido a Él, satisfaces todas las demandas del Ser más exigente del universo. Y, ahora, tienes asegurado lo que tanto necesitas; el único amor que realmente llena. CONCLUSIÓN: Terminemos reconociendo que, todos somos influenciados, pero cada uno decide a quien escuchar. Dios define lo que espera de mí. Pero, al unirme a Cristo, Él también lo satisface. Y por eso puedo tener paz.