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Hay muchos creyentes, que después de que se les ministró sanidad interior, todavía
siguen sintiendo que sus problemas no se han resuelto. Y una de las razones suele ser,
que han violado las cuatro leyes espirituales, y de alguna manera, todos somos producto
de ellas, según las respetemos o no.
«Hijos, obedeced en el Señor a vuestros padres, porque esto es justo». Efesios 6.1
«No os engañéis; Dios no puede ser burlado, pues todo lo que el hombre siembre, eso
también segará». Gálatas 6.7
«No juzguéis, para que no seáis juzgados, porque con el juicio con que juzgáis seréis
juzgados, y con la medida con que medís se os medirá». Mateo 7.1, 2
«Por eso eres inexcusable, hombre, tú que juzgas, quienquiera que seas, porque al
juzgar a otro, te condenas a ti mismo, pues tú que juzgas haces lo mismo». Romanos 2.1
Un buen ejemplo es, el de un pastor que había sido libre del hábito de fumar y,
tres años después, se encuentra juzgando a otra persona por hacer lo mismo. Si
bien, fumar no es correcto, eso no le autorizaba a él a condenar a su hermano, y
mucho menos, cuando él mismo había cometido la misma falta años atrás; al
contrario, debería sentir mayor compasión y deseos de ayudarlo a encontrar la
libertad de esa atadura.
Su padre había sido alcohólico y mujeriego; este juicio había atraído sobre él el
mismo espíritu que había dominado a su padre.
«Por lo cual eres inexcusable, oh hombre, quienquiera que seas tú que juzgas;
pues en lo que juzgas a otro, te condenas a ti mismo; porque tú que juzgas haces
lo mismo». Romanos 2.1
Pregúntese si hay cosas en su vida que no están funcionando bien. Tal vez sea
porque en esa área ha juzgado a alguien y está cosechando el fruto de su juicio.
Lo que esta ley significa, en realidad es el equivalente al dicho del mundo que
dice: "No hagas a otro lo que no quieres que te hagan a ti", y yo le agrego: "haz a
otros lo que quisieras para ti o para los tuyos".
«Asi que, todas las cosas que queráis que los hombres hagan con vosotros, así
también haced vosotros con ellos; porque esto es la ley y los profetas». Mateo
7.12
Sembrar es hacer o dar a otro algo, ya sea un bien, una buena dádiva o también
un mal. Segar o cosechar es recoger o recibir. De la misma manera, en el mundo
espiritual, se crea un ciclo donde siembras un bien y siegas, recoges bien, o por el
contrario, siembras mal y recibes mal. Como todas las otras leyes, ésta tampoco
falla. Lo que hoy vivimos, es el resultado directo de lo que hemos sembrado en
otros en el curso de nuestra vida.
Es importante revisar qué hemos hecho, qué hemos dado, con cuánto amor
hemos tratado a los que nos rodean, conocidos o no. Si en su corazón siente que
en esa área de su vida puede o debe cambiar, ¡hágalo! Su futuro y el de sus seres
queridos cambiará porque también ellos cosecharán el bien que haga a otros.
¿Qué sembraremos? Amor, dinero, tiempo. Lo que sembremos, ya sea
para el espíritu o para la carne, eso recogeremos.
«No os engañéis: Dios no puede ser burlado: pues todo lo que el hombre
sembrare, eso también segará. Porque el que siembra para su carne, de la carne
segará corrupción; mas el que siembra para el espíritu, del Espíritu segará vida
eterna. No nos cansemos, pues, de hacer bien; que a su tiempo segaremos, si no
hubiéramos desmayado. Así que, entre tanto que tenemos tiempo, hagamos bien
a todos, y mayormente a nuestros hermanos en la fe». Gálatas 6.7-10