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PARTE I. LA DECISIÓN
En una primera aproximación, identificaremos decisión con selección de una acción para
enfrentarnos a un problema. Ante cualquier circunstancia, el hombre puede seguir rutas
diversas, puede ejecutar más de una solución o posibilidad que le permita dar respuesta al
mismo. Para poder hablar con precisión de decisión es preciso entonces que nuestras posibles
vías de actuación sean, como mínimo, dos.
La decisión es más compleja. Se decide porque se persigue alguna meta. Nuestro rumbo estará
fijado por el interés en conseguir algunos objetivos, que se constituyen en el punto de guía de
nuestros actos. Nuestra decisión estará destinada así a colaborar en la mayor medida posible a
que se cumplan unos estándares de comportamiento.
Surge de esta forma la tercera nota explicativa de la decisión: influir en el tiempo venidero.
Toda decisión pretende lograr unas consecuencias en un horizonte temporal concreto. La
decisión trata de interferir en el futuro.
Llegamos así a una definición de decisión como agregación de las notas caracterizadoras:
Decisión es el proceso conducente a la selección y ejecución de una acción que dé respuesta
a un problema y permita la consecución de unos objetivos establecidos.
El decisor, de acuerdo con lo manifestado en el primer apartado, desea alcanzar unas metas. Al
perseguirlas, se le presenta habitualmente un amplio abanico de posibilidades.
Desde los tiempos más remotos, el hombre capta que no le es indiferente el camino que siga.
Según la táctica militar que adopte en la batalla, un general sabe que perderá o ganará la
contienda. El político sabe que aprobar una u otra medida legal influirá en su carrera personal
y en la comunidad social en que se encuentra de distinta forma. Un ciudadano duda entre
varias mujeres a las que cortejar pues de ello puede depender su felicidad o desdicha futura.
En un momento de crisis, la elección de una estrategia para afrontarla marcará el rumbo de
una empresa.
ganancia o pérdida es absoluta. Y es que el hombre, si bien es dueño de sus actos presentes,
no puede dominar el futuro.
No hay proceso que sea universalmente aplicable. Cada decisor y situación tiene unas
características únicas que provocan una actuación distinta y una manera irreproducible de
hacer las cosas. Sin embargo, hay una serie de fases que se pueden entresacar por ser
consideradas mayoritariamente de importancia en la formulación de un adecuado proceso de
toma de decisiones. Para nosotros, las etapas fundamentales en un proceso decisorio son
siete. El esquema visual se representa en la figura 3.1.
Hay varios factores determinantes en una adecuada realización de esta fase (D. Hellriegel y J.
W. Slocum jr., 1982, págs. 334-335). La posesión funcional de estas precondiciones de la toma
de decisiones se revela así insustituible en esta etapa prólogo. Entre los principales, podemos
citar cuatro:
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1. La existencia real del problema, o sea, que se dé una separación entre la situación
presente y otra deseada. Este vacío es la causa que reclama la adopción de una decisión.
2. Un conocimiento de este vacío por el decisor. Para que el problema se perciba, además
de que la diferencia exista, debe llegar a conocimiento del decisor para que éste, una
vez consciente, pueda emprender las acciones precisas.
En estas situaciones los problemas en su fase inicial (en que no son preocupantes), sin
embargo, permanecen larvados, manifestándose cuando su magnitud ha alcanzado
proporciones considerables.
Llegar a conocer todas estas situaciones obliga a que el decisor esté amplia y eficazmente
informado. La persecución de esta información extensa y pertinente obliga a inmovilizar
recursos de todo tipo, lo que no siempre se puede o se quiere hacer. De esta forma, posibles
decisiones no se adoptan por desconocimiento forzoso o debido a la no dedicación de recursos
existentes a esta tarea.
Es muy difícil llegar a precisar cuándo disponemos de la suficiente información para encarar el
problema con ciertos visos de eficacia final. Incluso si no existieran restricciones a la
recolección de información, es obvio que jamás dispondríamos de la totalidad de datos
pertinentes para un proceso de decisión. Nos movemos en el manejo de informaciones
limitadas. Pero esto no impide reconocer la fuerza de esta labor.
Las perspectivas de una decisión son amplias y hay que inscribirla en una colaboración con el
resto de partes componentes o subsistemas de la organización.
Sabiendo a qué tipo de situación nos enfrentamos (fase 2), explicitaremos los puntos de vista
pertinentes al caso. Cada situación puede contemplarse bajo numerosos prismas. El decisor
tendrá que sintetizar en uno ó algunos criterios esa multiplicidad de aspectos.
El criterio podrá ser único o múltiple. El primero ha sido el tradicionalmente mayoritario en los
procesos de decisión. A través de una función económica que sintetizaba la información
existente, se buscaba el valor que optimizara esa modelización. La multiplicidad de criterios
radica en crear un conjunto de dos o más dimensiones representativas de las cuestiones más
relevantes del problema analizado y que contemple todos los aspectos indispensables para
alcanzar una solución suficientemente satisfactoria.
En este proceso lógico que constituye el proceso de decisión, una vez constatada la aparición
de una situación problemática y analizada la información disponible sobre el tema, así como
las dimensiones bajo las que contemplarlo, el siguiente paso lo constituye la búsqueda de
acciones viables que den respuesta al mismo.
La finalidad primordial del proceso de decisión es cerrar el vacío producido entre la situación
real y la deseada. Esa separación hay que cubrirla con una respuesta adecuada al problema.
Las acciones viables son pues soluciones a un conflicto. Si bien es cierto que un problema bien
planteado está ya medio resuelto, no es menos exacto que la calidad de una decisión nunca
podrá exceder a la de la mejor de las acciones contempladas.
Dedicar atención a esta fase es absolutamente necesario. Recabar soluciones es a veces una
labor relativamente sencilla. Esto suele suceder siempre que la contemplación del problema
fundada en la experiencia, en procesos lógicos de pensamiento y en tratamiento de la
información accesible, es suficiente para sacar a la luz un conjunto de buenas acciones.
Dispuesta convenientemente la vía de conocer las opciones razonables que pueden resolver
un problema, éstas deben ser valoradas para poder apreciar las fuerzas y debilidades que
presentan, las ventajas y desventajas que reportan.
- La limitación de recursos que afronta el decisor. Aunque uno de los supuestos que asumía la
racionalidad perfecta al decidir era que el decisor no estaba restringido en su proceso de
elaboración de la decisión, ordinariamente se ve constreñido por escasez de alguna clase de
medios (humanos, temporales, financieros, etc.). Cuanto más forzado se encuentre, más
tendrá que acudir a la información apriorística.
ambos tipos. La elección de indicadores cualitativos y cuantitativos para medir las acciones en
los respectivos criterios se revela importante. Por norma, cuanta más proporción poseamos de
datos cuantitativos, más nos basaremos en información externa al decisor y/o su organización.
En esta etapa se intenta hallar la acción que mejor responda a las necesidades que plantea el
problema.
Implantación y control
De este paso depende el éxito final al resolver un problema. Por correcta que sea la solución
elegida, no tendrá repercusión si no es ejecutada en la práctica.
Difícilmente se asociará popularmente más una fase del proceso de decisión con la decisión en
sí que con la tarea de ejecutar lo seleccionado.
Para casi todos nosotros, incluso de una manera intuitiva, se identifica a una persona indecisa
con la que no actúa. Indeciso no será aquel que no es capaz de culminar las seis primeras
fases, sino el que, habiendo efectuado ese recorrido, queda paralizado al llegar a la séptima.
La implantación exige adecuar las estructuras organizativas y asignar los medios necesarios
que contribuyan a realizar en buenas condiciones las fases que implique ejecutar la acción
recomendada.
Culminar el proceso tiene una connotación de paso del plano de lo posible al de la realidad.
Desde que comienza el proceso, al constatar la existencia de un problema, vamos
abandonando paulatinamente los hechos directamente observables para concentrarnos en
forma creciente en construcciones abstractas, hasta el punto de llegar a referirnos únicamente
en la fase sexta a la visión modelizada del área de estudio.
Finalmente, los efectos del desarrollo práctico de la acción deben ser comparados a los
previstos. La existencia de eventuales divergencias constituye la aparición de una nueva
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situación separada de un estado deseado, lo que reabre el proceso para obtener una decisión
ulterior que la corrija.
Los administradores toman una amplia variedad de decisiones y las formulan bajo unas
circunstancias no homogéneas. Los problemas presentados tendrán diferencias, no siempre
evidentes, en una serie de atributos.
Con ánimo generalizador, para incluir a todo tipo de decisiones, proponemos la siguiente
clasificación.
Observamos que algunas decisiones se toman sin querer. Esto ocurre, por ejemplo, con el
mantenimiento de unas constantes fisiológicas, o los actos reflejos. Otras, en cambio, implican
explícitamente los mecanismos conscientes de nuestro cerebro. Por ejemplo, el lector de estas
páginas estará decidiendo si seguir o no la lectura del presente texto, así como su juicio de
valor sobre el mismo.
Dentro de las decisiones conscientes o voluntarias, hay algunas que, por su poca importancia,
se toman sin apenas reflexión, son las irrelevantes (cruzar una calle, tomar un café, dar una
limosna). En el otro extremo, nos encontramos con las decisiones que consideramos de
relevancia.
Aunque simple, el esquema clasificador que acabamos de emplear es plenamente eficaz para
delimitar nuestro campo de juego. A tenor de él, nuestro criterio diferenciador no será la
personalidad del decisor, la cuantía de la decisión o los objetivos perseguidos con la misma,
sino el tiempo y la afectación de recursos.
El tiempo, por una parte, pues todo problema de decisión, según explicaremos a continuación,
es un proceso, y, como tal, requiere un inevitable intervalo de tiempo si quiere ejecutarse en
forma conveniente. Identificación precisa del problema, recolección de datos, generación de
alternativas, modelización de la realidad, solución del modelo y ejecución de la elección, son
fases imprescindibles para alcanzar un dictamen con garantías, pero implican, necesariamente,
consumo temporal.
Se puede avanzar un paso más, y profundizar en un cuarto nivel. En este estado, consideramos
que el mejor parámetro discriminante es la estructura del problema. El grado de
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Los problemas estructurados son los que presentan las siguientes características básicas:
- Todas las opciones son conocidas. Se supone que el decisor puede conocer, de forma
explícita o implícita, todas las posibles soluciones a un problema.
- Todas las consecuencias de las acciones son conocidas. El decisor dispone de suficiente
información como para poder evaluar con exactitud los resultados que se producirían
por la ejecución de cualquiera de las opciones conocidas.
- Las preferencias son claras y constantes. El decisor puede expresar sus objetivos de
manera nítida, estableciendo, en consecuencia, una jerarquía de prioridades a cubrir.
Éstas son las situaciones a las que hay que aplicar la metodología y las técnicas de ayuda a la
decisión. Las situaciones estructuradas son resueltas mediante la aplicación de métodos
optimizadores, y los problemas no estructurados deben ser acometidos mediante la
realización de sistemas expertos.
La tipología más fecunda y reconocida corresponde, sin duda, a Herbert Simon. Haciendo uso
de la terminología de computadores, distinguió dos grupos de decisiones: programadas y no
programadas.
Decisiones programadas son aquellas que se adoptan para encarar hechos, situaciones o
problemas ya familiares. Ya han ocurrido antes y su nueva aparición es algo previsto. Las
decisiones no programadas enfrentan dilemas ya conocidos, planteando una problemática
inusual, ajena, cuando menos parcialmente, a lo ya experimentado.
- Las dos clases de decisión son una simplificación. En la realidad la mayor parte de las
decisiones tienen algún grado de repetición y de novedad. Reflejan así los puntos extremos de
un continuo. Lo que sí es verificable es que cuanto más alto se encuentre un directivo en la
pirámide administrativa tomará una mayor proporción de decisiones no programadas, y
viceversa.
- Cada tipo de decisión se asocia con un medio ambiente típico. Las primeras son
representativas de ambientes estables. Las no programadas abundan en entornos dinámicos y
más complejos. Según se modifique la proporción de decisiones de ambas categorías en una
empresa, la estructura de la organización y otras actuaciones directivas deberán acomodarse a
dicho ambiente.
- Los métodos empleados para afrontar un tipo u otro de decisiones son esencialmente
distintos. Las decisiones programadas son abordables correctamente a través de hábitos,
planes de uso permanente o técnicas optimizadoras. Las decisiones no programadas exigen
buen juicio, creatividad, experiencia, intuición, métodos de ayuda a la decisión y sistemas
expertos.
El término racional es utilizado, en el ámbito económico y social, para designar la manera más
sencilla y económica de lograr determinados objetivos con el mínimo esfuerzo. Esta
conceptualización es totalmente coherente con la del vocablo decisión. Se ve que hay una
armonía, una síntesis, entre las definiciones de decisión y racionalidad.
¿Qué sucede cuando intentamos trasladar esas dos definiciones unívocas al campo real?
Ocurre que las dos visiones complementarias se vuelven antagónicas. ¿Cuál es la causa de este
fenómeno?
El modelo racional asume unas hipótesis muy restrictivas, con objeto de hacerse invulnerable a
cualquier tipo de críticas sobre la bondad de sus resultados. Los axiomas que sostienen el
modelo garantizan que la decisión adoptada es la mejor, sin lugar a discusión.
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Cuando la elección que se le plantea al decisor se formula en términos de elegir una acción de
entre un conjunto de posibles opciones, cuyas consecuencias son conocidas de forma cierta o
en términos probabilísticos, la teoría de la decisión clásica resuelve el problema aplicando una
técnica que determine el valor extremo (máximo o mínimo) buscado.
En el camino se olvidó por parte de los investigadores algo realmente importante. Cualquier
modelo es una representación simplificada y representativa de la realidad. El modelo racional
incumple claramente esta condición, por lo que su valor debe ser discutido.
Mientras la realidad económica y social está definida por variables numerosas; poco precisas;
individualmente consideradas, poco significativas; heterogéneas; cualitativas o cuantitativas, y
continuas o discontinuas; el instrumental de que disponía el estudioso de los fenómenos
económicos exigía a éste variables con las características opuestas.
2. ANALÍTICOS: han de ser resueltos; sirven para obtener soluciones. Entre los modelos
analíticos se encuentran los modelos de optimización, que permiten determinar los valores
que han de darse a la variable de modo que se maximice o minimice otra variable que se tiene
como objetivo.
4. ESTÁTICOS Y DINÁMICOS: los primeros no incorporan la variable tiempo, mientras que los
segundos la usan como parámetro fundamental.
Entre las formas más empleadas por los manuales clásicos para representar los problemas de
toma de decisiones se encuentran las matrices de decisión y los árboles de decisión.
Matrices de decisión.
Es un Figura de doble entrada formando diversas columnas que representan los diferentes
estados de la naturaleza (o sucesos posibles) y una serie de filas con las posibles actuaciones o
alternativas. En la intersección de las filas y las columnas se detallan los desenlaces o
resultados.
Árboles de decisión
Todo árbol consta de nudos y ramas. Los nudos, también llamados vértices representan
situaciones en las cuales debe tomarse una u otra decisión (nudos decisionales, representados
por cuadrados), o el decisor se enfrenta a diversos estados de la naturaleza (nudos aleatorios,
representados por círculos). Las ramas, también denominadas aristas, que parten de los nudos
decisionales representan las alternativas de decisión; y las que parten de los nudos aleatorios
representan los distintos sucesos o estados de la naturaleza.
Tomar decisiones es tanto más sencillo cuanto mayor sea la información de que se dispone. Si
se conoce por ejemplo la demanda de un determinado modelo de automóvil, se podrá decidir
construir un lote del mismo número de automóviles. Si en cambio la demanda puede ser
100.000 o 200.000 automóviles, se dice que los distintos niveles de demanda son los distintos
estados de la naturaleza.
2. Criterio optimista, es el criterio que seguiría una persona que pensara que, cualquiera que
fuera la estrategia que eligiera el estado que se presentará sería el más favorable para ella. Por
ello, a este criterio se le denomina también maxi-max: se determina cual es el resultado más
elevado que puede alcanzarse con cada estrategia y, posteriormente se elige el más elevado.
3. Criterio Pesimista, o criterio de Wald, es el que seguiría una persona que pensara que
cualquiera que fuera la estrategia que eligiera, el estado de que se presentaría sería el menos
favorable para ella. En consecuencia al valorar las distintas estrategias se comparan los peores
resultados de cada una de ellas y se elegirá el valor más alto entre todas ellas.
4. Criterio de optimismo parcial de Hurwicz, este criterio es un compromiso entre los dos
anteriores, utiliza un coeficiente de optimismo α, comprendido entre 0 y 1, y de su
complemento a la unidad que es el coeficiente de pesimismo (1- α). El mejor valor de cada
estrategia se pondera con el coeficiente de optimismo y el peor de los resultados con el de
pesimismo, se elegirá aquella estrategia que sume el mayor valor resultante de la suma de
ambos.
5. Criterio de Savage o mínimo pesar, este criterio lo siguen quienes tienen aversión a
arrepentirse o equivocarse. Para decidir hay que construir una matriz de arrepentimiento,
formada por los valores de lo que se deja de ganar por no elegir la mejor estrategia, al valorar
las estrategias se consideran los mayores arrepentimientos de cada una de ellas y se elegirá
aquella a la que corresponde el valor más bajo.
En el mundo real los resultados que obtiene cada empresa dependen no sólo de su decisión
sino de las decisiones de las competidoras antagonistas. El problema para el empresario, por
tanto, implica una elección estratégica que puede ser analizada con las técnicas de la Teoría de
Juegos. Los laureados con el premio Nobel John C.Harsanyi, Reinhart Selten y John Nash1
desarrollaron los planteamientos de la Teoría de Juegos en su origen propuesta por Von
Neumann y Oskar Morgenstern
Los juegos con dos jugadores se suelen representar con una matriz de pagos en la que las filas
son las alternativas de A y las columnas las del rival B. Si el juego es de suma cero lo que gana
un rival es precisamente lo que pierde el otro jugador.
1
Este es el protagonista de la película “Una mente maravillosa”
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a) hacer una fuerte campaña publicitaria, lo que sólo le daría un buen resultado en el caso de
que el rival no hiciera lo mismo. Es decir quien hace mucha publicidad en solitario atrae a la
mayor parte de los clientes (750.000 euros de ganancia para el que la hace y una pérdida de –
250.000 para quien no hizo campaña). Si ambos rivales hacen campaña publicitaria el
resultado sería de cero para ambos rivales
b) no hacer campaña publicitaria de forma pactada con el rival con lo que ambas empresas
ganan 500.000 euros.
Parece sensato pensar que es fácil el pacto entre ambas empresas con lo que ambas ganan
500.000 euros.
Sin embargo, a la hora de adoptar la decisión por los dos rivales podemos razonar de la
siguiente forma: el director de los Almacenes Corte pensará: "si Almacenes Inglés no hace
publicidad, a nosotros lo que más nos conviene es traicionar el acuerdo (ganaremos 750.000)”,
“pero si ellos son los primeros en traicionarnos, a nosotros también nos convendrá hacerlo
(pues ganaremos 0 que es mejor que perder –250.000)”.
De análoga forma pensará el director de Almacenes Corte, con lo que es probable que también
traicione el acuerdo.
Por lo tanto, la única jugada estable de tal matriz es la casilla A1B1 es decir la coincidencia de
que ambas empresas hagan publicidad traicionando el acuerdo.
El dilema del prisionero, tal como lo hemos descrito, es un juego de suma no nula, bipersonal,
biestratégico y simétrico. Fue formalizado y analizado por primera vez por A. W. Tucker en
1950. Es posiblemente el juego más conocido y estudiado en la teoría de juegos. En base a él
se han elaborado multitud de variaciones, muchas de ellas basadas en la repetición del juego y
en el diseño de estrategias reactivas.
Con este juego se demuestra contundentemente que las teorías del economista clásico Adam
Smith (1723-1790) no eran correctas, cuando afirmaba que el Estado debía abstenerse de
intervenir en la economía pues cuando los hombres actuaban libremente en la búsqueda de su
propio interés, había una mano invisible que convertía sus esfuerzos en beneficios para todos.
Está claro que ambos presos en la búsqueda de su propio beneficio (traicionando) están
consiguiendo el peor resultado posible para todos.
Existe una abundante literatura sobre teoría de juegos con múltiples variaciones, juegos de
suma nula o no nula, variados protocolos o reglas del juego, variaciones en el orden de
intervención de los jugadores, juegos de jugada única o que se repiten cierto número de veces,
la información de que se disponen en cada.
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Para comenzar el estudio del subsistema productivo de la empresa creemos oportuno repasar
algunos conceptos económicos, ya conocidos, pero fundamentales para comprender la
verdadera naturaleza de la actividad productiva en el ámbito empresarial. Siguiendo al
profesor Ballestero (1971) vamos a hacer hincapié en conceptos tales como valores, valores
económicos, bienes, bienes económicos, bienes escasos, bienes libres y servicios.
Valores: Son cualidades que poseen las cosas que nos rodean. Ejemplos: la belleza, la
juventud, la santidad, la inocencia, el heroísmo, etc. Comprende, tanto objetos como actos y
procesos valiosos, porque en ellos se dan, de alguna manera, aquellas cualidades que los seres
humanos apreciamos como valiosas.
Valores económicos: Son una categoría particular de valores, que definimos como aquellos
que pueden ser objeto de intercambio o transacción y que generalmente se miden con arreglo
al patrón dinero.
Bienes económicos: Los objetos que tienen valor económico. Los bienes económicos a su vez
pueden ser:
- materiales: tienen entidad física, son reales, tangibles: Ejemplo: un automóvil, una casa o
una joya, ..
- inmateriales, como una patente o unos derechos de autor.
Servicios: Igualmente, se entiende por servicios, aquellos actos y procesos que poseen un valor
económico. Ejemplo: el asesoramiento de un abogado, el diagnóstico de un médico, la puesta
a punto de nuestro automóvil, etc. Son, pues, actos que son retribuidos, porque es de
aceptación general que esas actividades que ciertas personas realizan para nosotros tienen un
valor económico.
Bienes libres: Frente a los bienes económicos, existen en cambio los bienes libres, que son
aquellos de los cuales se pueden disponer sin limitación alguna y sin contraprestación. Son, por
su propia naturaleza, superabundantes, pero también relativos, ya que lo que es bien libre en
un lugar o momento dado, no tiene por qué serlo en otro (siendo, en tal caso, bien
económico). Por ejemplo, la arena en el desierto es un bien libre, pero en la ciudad es un bien
económico, que tiene un valor dado. El aire, que ha sido el ejemplo más convencional de bien
libre, parece que cada vez lo vaya siendo menos, sobre todo el aire puro: su escasez, de hecho,
le va confiriendo un cierto valor económico a los pocos reductos que van quedando y que
constituyen un reclamo importante en la promoción de ciertos bienes y servicios, como
viviendas residenciales, colegios, vacaciones, excursiones, etc.
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El concepto de escasez antes mencionado nos permite enlazar con la última definición de
estos conceptos previos: se trata de los bienes escasos, que como su nombre indica son
limitados -poco abundantes-, y generalmente bienes económicos, pero sólo en tanto en
cuanto puedan ser objeto de intercambio, ya que si no, su mera escasez no los convierte en
económicos. Por ejemplo, un título nobiliario, un premio científico o un cargo político son
bienes ciertamente muy escasos, pero no son económicos ya que no pueden ser adquiridos
por cualquiera como resultado de una transacción.
Recordados y puntualizados los anteriores conceptos, podemos abordar con mayor precisión
el estudio de la actividad productiva, y como primera noción importante el concepto de
producción.
Producir es transformar bienes y servicios en otros bienes y servicios, con la evidente intención
de ganar valor en el proceso productivo, es decir, de obtener como resultado de dicho proceso
algo que valga más que todo aquello que hemos sacrificado para obtenerlo. Desde esta
perspectiva producir es, pues, sinónimo de crear utilidad o aumentar la utilidad de los bienes,
esto es, la aptitud de los mismos para satisfacer necesidades humanas.
Es muy importante puntualizar que producir es algo más que simplemente transformar, y que
transformar será producir en tanto que sea intencional y que se dé aumento de valor o
utilidad. Así, por ejemplo, convertir la madera en muebles, el trigo en harina y la harina en pan
es producir en el sentido de transformar: se ha dado un cambio intencionado en la naturaleza
y aspecto físico de esos objetos y también (y esto es lo importante desde el punto de vista
económico) un aumento del valor o utilidad de esos bienes, resultante del proceso de
transformación, utilidad que no existía o era inferior en los elementos primitivos.
Por otra parte, si se considera el concepto de valor asociado a los bienes, existen muchas fases
en el proceso de creación y de acercamiento de los mismos al consumidor que aumentan su
valor y, por tanto, resulta evidente que la actividad productiva no se reduce a la simple
transformación física. Por ejemplo, una manzana aún sucia y polvorienta en el árbol en que
creció en una región agrícola tiene muchísimo menos valor que esa misma manzana
delicadamente presentada en un restaurante de lujo o en el escaparate de una frutería a
muchos kilómetros de distancia.
Para llegar a cualquiera de esos lugares ha sido necesario recolectarla, lavarla, inspeccionarla y
seleccionarla por su tamaño y calidad, transportarla y almacenarla bajo determinadas
condiciones de refrigeración, humedad, higiene, etc., ofrecerla a la venta en el mercado
mayorista y, finalmente, presentarla en la tienda o servirla en el restaurante, cuidando de
ofrecerla en el marco adecuado.
Pero lo fundamental es que el valor de ese mismo bien -la manzana- ha variado
espectacularmente a lo largo de esa sucesión de actividades. El valor de un bien no es, pues,
sólo su valor intrínseco, sino que la mayoría de las veces el valor viene dado
fundamentalmente por las circunstancias en que el bien se presenta.
Todas las actividades antes mencionadas, necesarias para proporcionar al bien un marco de
circunstancias más favorable que el primitivo, esto es, un mayor valor al presentarlo en
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c) Producción como el resultado del proceso productivo, esto es, la cantidad de output o salidas
obtenida de un proceso de producción en un espacio de tiempo dado. Así, hablamos de la
producción anual de trigo de un país o de una región, de la producción mensual de una
factoría, etc. En este tercer sentido, siempre hay que relacionar la cantidad de producción a un
periodo temporal de referencia, hablando de producción horaria, producción diaria,
producción semanal, mensual o anual.
“Un variado conjunto de operaciones que tienen como finalidad aumentar la capacidad de los
bienes para satisfacer necesidades, esto es, aumentar su utilidad o valor”. Por eso, se puede
hablar de tres tipos de actividades “productivas” que acrecientan la utilidad o el valor de los
bienes:
3. El almacenamiento de bienes: no solo hay que transportarlos, sino almacenarlos para que
estén a disposición de los consumidores en el tiempo oportuno. Se trata de utilidad temporal.
En este sentido, las clases de actividades productivas se corresponden con la tipología de las
empresas según la naturaleza de la actividad económica que desarrollan, agrupadas en
empresas o actividades del sector primario, empresas o actividades del sector secundario y
empresas o actividades del sector terciario.
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Así, de diversas fuentes de aprovisionamiento (entendidas de forma amplia, esto es, tanto
externas como internas) la empresa obtiene los factores productivos necesarios para la
actividad de transformación.
Los factores de producción podemos definirlos como aquellos elementos, sean o no bienes y
servicios, que intervienen en el proceso productivo de modo variable o susceptible de
variación y cuya alteración ocasiona modificaciones en el resultado de dicho proceso
(Ballestero, 1971).
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Los factores de producción incluyen bienes y servicios de naturaleza económica y otros que no
lo son, por ejemplo, el aire, el sol o el agua de lluvia en la producción agrícola. Algunos factores
son controlables, como la cantidad de materia prima o energía aplicada a un proceso, pero
otros factores no lo son, como, por ejemplo, el clima o la situación sociolaboral de un sector
industrial determinado.
Las formas más usuales de clasificar a los factores productivos son dos:
a) Según su naturaleza, hablamos de factor mano de obra, factor energía, factor materia
prima, factor maquinaria, etc.
Hay que señalar, no obstante, que los factores fijos lo son sólo a corto plazo, ya que a largo
plazo todos los factores son variables, puesto que la empresa puede eliminar las limitaciones
que impedían su alteración. Así, a largo plazo, la empresa desarrolla un proceso de adaptación
al mercado, por el cual modifica las cantidades de factores productivos utilizados, mano de
obra, maquinaria, instalaciones productivas, etc., para conseguir una mayor eficiencia.
La actividad productiva, consiste pues, en combinar los distintos factores para obtener un
producto, combinación que se realiza siguiendo unas determinadas fórmulas o recetas, esto
es, según una técnica de producción determinada. Una técnica de producción es una serie de
instrucciones que especifican el conjunto de factores que hay que combinar, las cantidades de
los mismos, su lugar exacto en el proceso productivo y las operaciones que en cada momento
del proceso es necesario aplicar y desarrollar para obtener el resultado deseado.
Para producir cualquier bien existen multitud de recetas o técnicas disponibles: unas emplean
más cantidad de un factor que de otro, o bien emplean un factor en lugar de otro –como
maquinaria en lugar de mano de obra- o son más lentas o más rápidas. Pero es indudable que
puede obtenerse un mismo producto -de la misma calidad y cantidad- empleando
combinaciones muy diferentes entre sí de factores productivos.
Esto significa que hay diferentes técnicas o recetas de producción y que unas serán eficaces o
más convenientes o más adecuadas en unas circunstancias que en otras. El conjunto de las
diferentes técnicas de producción aplicables a una actividad productiva determinada es lo que
conocemos como tecnología.
a los bienes físicos (máquinas) como a los conocimientos (instrucciones) necesarios para
utilizarlos adecuadamente, combinándolos con los demás factores de producción.
Las salidas del sistema de producción son los outputs o productos, esto es, los bienes y
servicios que como resultado de la combinación productiva obtiene la empresa, bienes y
servicios capaces de satisfacer unas necesidades sentidas por el mercado y que el subsistema
comercial de la empresa se encargaría de situar en el mismo, el lugar y momentos oportunos.
Los productos poseen una serie de características de calidad, que dependen de todo el
conjunto de factores de producción empleados en su obtención y de la técnica aplicada.
Por lo expuesto, podemos definir la función de producción en sentido estricto como “la
expresión de las relaciones técnicas que describen el sistema productivo de una empresa”, o
dicho de otro modo “la expresión matemática que relaciona las cantidades de factores
empleados con la cantidad de producto obtenido, según una técnica determinada”.
La función de producción, pues, es la relación que nos dice para un determinado estado de la
tecnología la cantidad de producto que se puede obtener con las diferentes combinaciones de
cantidades de factores productivos utilizados:
P = f (x1, x2,...,xn)
siendo P la cantidad de un bien producida durante un cierto periodo de tiempo, y x1, x2, …, xn,
las cantidades de los diferentes factores productivos utilizados.
Hemos indicado que la dirección de la producción tiene por misión la toma de decisiones en el
subsistema productivo, con la finalidad de conseguir los objetivos asignados al respecto. Estos
objetivos pueden medirse, en primer lugar, bajo los términos de eficacia y eficiencia. La
eficacia mide las salidas y sus realizaciones, pero no tiene en cuenta los factores empleados
para su obtención. Por su parte la eficiencia compara las salidas con las entradas, es decir, el
producto conseguido con respecto a los medios necesarios para conseguirlo.
Siguiendo a Bueno, Cruz y Durán (1992), la eficiencia del subsistema de producción se puede
medir tanto desde una perspectiva técnica como económica. Desde un punto de vista técnico
la eficiencia será:
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Se trata de que el valor del producto en el mercado supere el coste de los factores utilizados.
Este objetivo tradicional de la eficiencia ha tenido algunas críticas. En este sentido, Fernández
y Fernández (1988) indican que este enfoque se basa en reducir al máximo los recursos
utilizados para alcanzar una determinada producción. Es ésta una actuación típica de las
empresas con alto volumen de producción, que tratan de aumentar la eficiencia de sus
factores productivos, para lograr una ventaja competitiva reduciendo costes y así mantener o
incrementar su cuota de mercado. Esta posición es sostenible cuando se compite vía reducción
de costes, pero no es la única posible.
Existen empresas con cuotas de mercado muy reducidas que obtienen cifras de rentabilidad
muy elevadas, por ejemplo a través de la diferenciación (introduciendo sistemáticamente
nuevos productos u ofreciendo una calidad superior). En estos casos, la anticipación al medio
es la que proporciona la ventaja competitiva, relegando los costes a un segundo plano. Los
sistemas productivos de muchas de estas empresas deben ser flexibles y adaptativos, lo que
les origina dosis elevadas de ineficiencia. La rentabilidad que puede obtenerse es, con todo,
elevada, ya que los consumidores están dispuestos a pagar un precio superior por esa dosis de
originalidad que poseen los productos.
La productividad
De otro lado, ante un aumento en el precio de los insumos, la productividad, junto a una
subida de los precios de la oferta de la empresa, es la única herramienta que tiene una
compañía para compensar los efectos de los aumentos de los costes.
Paralelamente, no hay que confundir los conceptos de productividad (en su vertiente técnica o
física) y rentabilidad. Se puede conseguir una mejor rentabilidad aumentando el precio de los
productos (cuando el mercado admite y absorbe tales subidas), sin modificaciones, o incluso
disminuciones de la productividad. El caso contrario también se puede dar, una productividad
elevada no siempre va acompañada de altos beneficios, puesto que si los bienes y/o servicios
que se producen no son demandados, habrá que pensar (como un potencial camino) en
reducir los precios para incentivar la demanda.
Otra cuestión que no siempre se tiene en cuenta es que la productividad está relacionada con
todas las funciones de la empresa, y no sólo con el departamento o función de producción, de
ahí que si no se tiene en cuenta esta premisa (y existe un compromiso de la alta dirección al
respecto), difícilmente se aumentarán los niveles del concepto que estamos analizando.
Finalmente señalar, como un posible error, el hecho de que en los ratios de productividad no
se suele incorporar el factor tiempo. Sabemos que el tiempo es también un bien económico y
la producción necesita de él. Dos bienes, fabricados empleando los mismos inputs y a través de
procesos productivos con características más o menos similares, pueden corresponderse con
índices de productividad similares. Ahora bien, si uno ha tardado mucho más tiempo en su
elaboración que el otro, estará disponible para los clientes con un mayor retraso, lo que podría
tener repercusiones económicas.
TEMA 3: LA FUNCIÓN DE PRODUCCIÓN EN LA EMPRESA -27-
En otro orden de ideas, las medidas para aumentar la productividad pueden tener carácter de
a largo y a corto plazo (Fernández Pirla, 1981). Las medidas a largo plazo suponen una
renovación de los medios de que dispone la empresa en sus actividades; tal sucede con la
renovación de equipos industriales o con el cambio de dimensión de la misma. Tales medidas
requieren que, con frecuencia, la empresa acuda al mundo exterior, bien obteniendo la debida
asistencia técnica o los medios financieros que necesita. Las medidas a corto plazo se refieren
a un mejor aprovechamiento de los recursos existentes, que persiguen un aumento en la
productividad sin alterar la estructura de la empresa. Un adecuado estudio de tiempos y de
movimientos, una redistribución del personal y una mejora en general en los métodos
utilizados pueden contribuir a los aumentos de productividad deseados.
Con referencia a los factores que afectan a la productividad, se han realizado muchas
clasificaciones al respecto. Nosotros vamos a seguir el análisis de Schroeder (1992), por lo
exhaustivo que resulta:
FACTORES EXTERNOS:
- Política de inversión del gobierno.
- Regulaciones del gobierno.
- Competencia de los negocios.
- Demanda de los clientes.
CAPACIDAD E INVENTARIO:
- Planificación de la capacidad.
- Inventarios.
- Compras.
PRODUCTO:
- Investigación y desarrollo.
- Diversidad de productos.
- Ingeniería del valor.
PROCESO:
- Selección del proceso.
- Automatización.
- Flujo del proceso.
- Distribución en planta.
FUERZA DE TRABAJO:
- Selección y colocación.
- Entrenamiento.
- Diseño del trabajo.
- Estructura de la organización.
- Supervisión.
- Recompensas.
- Metas (Dirección por Objetivos).
- Sindicatos.
TEMA 3: LA FUNCIÓN DE PRODUCCIÓN EN LA EMPRESA -28-
1. Producción por talleres: los talleres son unidades técnicas de carácter funcional, esto es,
especializadas en la realización de tareas homogéneas. En este tipo de procesos, el bien se
desplaza de un taller a otro, según el tipo de operaciones que, en cada fase del proceso de
elaboración, requiera. Esto significa que un mismo bien puede pasar en su proceso de
transformación más de una vez por un mismo taller, ya que puede requerir, en varias
ocasiones, la realización de determinadas operaciones homogéneas que corresponden al
mismo taller. Así, si durante la elaboración de un determinado bien es necesario efectuar
tres soldaduras en tres momentos distintos del proceso, el bien tendrá que pasar tres veces
por el único taller de soldadura. Son ejemplos de este tipo de procesos las reparaciones, y, en
general, la manufactura de bienes que se atiene a procedimientos de fabricación artesanales.
1.2. En series o lotes, en que se producen de forma alternativa cantidades (series o lotes)
limitadas (juguetes, automóviles, etc.).
2. Producción sobre pedido o por encargo: la empresa produce a partir de pedidos firmes, de
acuerdo con las especifcaciones del cliente, que es quien decide acerca de la cantidad, calidad
y momento en que desea el producto. Tiene, por tanto, su origen en los pedidos de los
clientes, por lo que el grado de autonomía y libertad de la empresa en la determinación de las
condiciones en que va a producir es inferior al caso anterior, en el cual la empresa decidía casi
sin condicionamientos externos. Son ejemplos de este tipo de producción la construcción, la
fabricación de buques, la confección a medida, las reparaciones, la producción de envases, etc.
En la realidad práctica, suelen darse numerosas coincidencias entre los tipos de producción
resultantes de los diferentes criterios clasificatorios. Así, suele ocurrir que la producción
continua frecuentemente sea también múltiple, en cadena y para el mercado, mientras que la
producción intermitente coincida más con la producción simple, por talleres o de posición fija
y sobre pedido.
Por tanto, a tenor de las coincidencias descritas, la producción para el mercado (PPM) y la
“producción sobre pedido (PSP) son los dos tipos de procesos y sistemas productivos más
representativos, pues aúnan la mayoría de los elementos significativos en el análisis de los
procesos de producción. Esto hace necesario un estudio más detenido de las características de
ambos, ya que suponen formas de organización de las actividades productiva y comercial de la
empresa, esencialmente diferentes, que afectan a la estructura y funcionamiento de todo el
sistema empresarial. Las principales diferencias entre ambas aparecen en la Figura: 3.10.
TEMA 3: LA FUNCIÓN DE PRODUCCIÓN EN LA EMPRESA -32-
Figura: 3.10: Diferencias entre Producción para el mercado y Producción sobre pedido
Distribución en
En cadena Por talleres o de posición fija
planta
Duración del
Breve y repetitiva Larga y singular
proceso productivo
En cualquier caso, serán el tipo de productos a fabricar y las cantidades requeridas (demanda),
así como las limitaciones -técnicas, financieras, organizativas y humanas- de la empresa las que
determinen el tipo de proceso productivo y la dimensión o tamaño más adecuados.
Tal como se expuso en el 2º tema, la visión sistémica de la empresa lleva consigo, desde un
punto de vista teórico y también de la praxis, su división en una serie de subsistemas
funcionales directamente interrelacionados entre sí.
Dentro de éstos, nos interesa observar qué ocurre con el subsistema de producción al
considerarlo no aisladamente, sino dentro del sistema empresarial y en relación con otros
subsistemas fundamentales. Para entender la complejidad de este subsistema, y su relación
TEMA 3: LA FUNCIÓN DE PRODUCCIÓN EN LA EMPRESA -33-
con otros, podemos basarnos en Riggs (1977), cuando hace referencia a las funciones de una
empresa industrial:
4. Marketing. Muchas de las ideas para la creación de productos se originan a través de las
demandas del mercado. Los pronósticos de ventas y las estimaciones de la naturaleza de
futuras demandas tienen como objeto auxiliar a otras funciones directivas. El contacto con los
clientes de la empresa suministra retroalimentación sobre la calidad esperada del producto, su
cantidad v el diseño concreto del mismo.
5. Finanzas. Aquí se incluye la revisión de presupuestos para las diversas áreas de operaciones,
la evaluación de las inversiones propuestas para los medios de producción y la preparación de
informes financieros.
Como se observa, el subsistema productivo precisa de otras áreas funcionales para desarrollar
su actividad. Además de esta circunstancia, hay que tener en cuenta que éstas tienen sus
propios intereses que, en ocasiones, están enfrentados con los restantes. En este sentido,
merece una especial atención lo que acontece entre producción y marketing. Así, por ejemplo,
a producción le es más interesante fabricar productos con características homogéneas (porque
facilita el proceso productivo y permite unos controles de calidad más fiables, entre otros
motivos) y a marketing crear una variedad en la oferta comercial (porque ayuda a las ventas al
adaptarse a mayores sectores de mercado).
Otro ejemplo sería el tema de la localización de la plantas industriales y de los almacenes: para
marketing es más interesante que estén cerca de los puntos de venta (sobre todo los
almacenes), pues facilita su actividad, mientras que para producción puede resultar más
aprovechable el que, tanto plantas como almacenes, se encuentren geográficamente cercanos,
por razones de operatividad.
TEMA 3: LA FUNCIÓN DE PRODUCCIÓN EN LA EMPRESA -34-