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La reinvención de la revolución

Introducción:

México es lo que es gracias a que ha enfrentado grandes batallas en el pasado, desde


invasiones por codicia a nuestras tierras hasta peleas internas, que, aunque muy tontas
parezcan, han repercutido fuertemente en nuestro legado y en lo que somos. Pero, a pesar
de todo, parece que seguimos estancados en el pasado; el reloj avanza, pero nosotros
seguimos parados de pie en el mismo sitio, como si fuera “demasiado el peso del
tradicionalismo, y son numéricamente insignificantes las alternativas” (Monsiváis, 1989).
Desarrollo:

Con la llegada de la revolución en 1910, muchas cosas trataron de ser erradicadas por
diversos motivos, pero también se trató de innovar maneras de lograr salir adelante, quizá a
conveniencia de otros, pero la intención de mover al país estaba con fuerza en la mente de
cada ciudadano. Sin embargo, ese sueño poco a poco comenzaba a apagarse gracias a los
“líderes” al mando, pues, el desorden político sólo afectó de manera negativa al pueblo, “en
materia cultural, en los veintes, el Estado es simplemente todo” (Monsiváis, 1989) y no
sólo a materia cultural, sino que, simplemente, el Estado representaba un todo para el
pueblo, pues, si la nación estaba bien significaba que el pueblo estaría bien. Dejando a un
lado el siglo XX y regresando a la actualidad, en pleno siglo XXI, el pueblo sigue
dependiendo del Estado, que si bien, es un pilar para alcanzar la buena vida, los ciudadanos
están prácticamente colgados del gobierno; a pesar de ver que no mueven ni un dedo por la
nación y únicamente se guardan los impuestos en los bolsillos. Anteriormente, el Estado era
una motivación para el crecimiento, pues, se creía que mejorándolo se podía mejorar al
pueblo, pero justo ahora, ya nadie cree ciegamente en el gobierno ni tampoco cree en las
posibilidades de una recompensa por el trabajo arduo, es más fácil echarle la culpa al otro
por las injusticias sociales que hacer algo para cambiar aquellas cosas. “La minoría radical
redacta los grandes manifiestos, divulga ideas básicas de justicia social y prepara el terreno
para la asimilación cultural del fenómeno de la lucha armada” (Monsiváis, 1989), quizá
ahora no tengamos que tener una lucha armada, pero es cierto que cada vez más las
minorías van creciendo y comienzan a hacerse escuchar, de una u otra manera, sin
embargo, sigue siendo más la gente indiferente que no dice más que palabras que no
aportan nada en la lucha por una nación mejor. Obtenemos promesas de mejoría, pero cada
día que pasa nada mejora. Por una parte, entiendo a la gente que critica al gobierno, que se
siente dolida por promesas que nunca son cumplidas, gente que cree en el cambio para bien
y que luego son pisadas por la desilusión de mentiras dichas por conveniencia, por supuesto
que entiendo el sentimiento porque varias veces he sido engañada de esa forma, pero
también quiero creer en el crecimiento propio y para creerlo hay que empezar a moverse;
quizá no con el riesgo para ser encarcelado o “desaparecido”, pero sí con el suficiente
compromiso para mover al de al lado, con el suficiente coraje para seguir intentándolo una
y otra vez, y con la suficiente valentía para mostrarlo al mundo. Sí, ciertamente es más fácil
culpar al gobierno de todo lo malo que pasa en el país o quizá es más fácil culpar a “Dios”
de la desgracia humana día con día, pero si sólo vamos a sentarnos a lamentar nuestra
miserable vida, ¿de qué sirvió todo el esfuerzo de la gente que sí creía que el cambio para
bien podía pasar?, ¿de qué sirve renombrar a cada uno de aquellos que perdieron la vida por
un sueño para el bienestar si seguimos creyendo que no puede pasar nada bueno?
Conclusión:

Hoy en día la sociedad ha logrado moverse y hacerse escuchar, pisada tras pisada se va
trazando un camino a un futuro mejor, pero sigue siendo débil. Se necesita de más gente
dispuesta a un cambio, dispuesta al dolor de dejar las tradiciones para escribir nuevas y más
sanas. Monsiváis nos dijo que las alternativas son numéricamente insignificantes, pero si la
gente cree en un cambio, entonces esa insignificancia puede convertirse en una realidad, ya
no sería un sueño, sino que sería una verdad. Una verdad que el pueblo mexicano del siglo
XX anhelaba vivir. Hagámoslo por ellos, por nosotros y por todos aquellos que vienen
detrás. El cambio no es sólo una opción para vivir tranquilos, es una necesidad.

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