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Todos pensaban que el Planeta Tierra era el centro de todo y deseaban oír que
desmintiera sus descubrimientos. Su respuesta fue estratégica, intentó dejar conforme a
su público pero al final dijo en un susurro: “Sin embargo se mueve”.
Hoy… Una vez más en nuestra historia estamos parados frente a la misma duda: si
seguir en la resignación, o plantarnos socialmente, rebelarnos.
RESIGNACIÓN.
La resignación es como una droga que duerme a la gente. Tiene muchas causas: por
ejemplo es hija de un discurso totalizador que nos dice que no hay más verdad que la
competitividad, la economía tiene que crecer constantemente no importa que se
contamine el aire, el agua. El poder de estas afirmaciones no puede ser contestado
porque todo ese enjambre es lo que produce “el bienestar moderno”, aunque ese
bienestar del que se habla no llegue a todos. La resignación es creer que por los datos e
indicadores: vamos bien. Creemos el discurso aunque no todos lo vemos.
El poder baja desde la Justicia, desde las Cátedras, desde los Medios de Comunicación,
sobre todo baja el discurso de que no hay alternativa. Nada cambiará.
Los pueblos cuando tienen problemas no son rebeldes, quien debe comer todos los días
no puede rebelarse y poner en riesgo su plato, cuando hay que defender lo que tenemos
no hay lugar para la rebeldía. La rebeldía solía surgir de aquellos que comían todos los
días y que hoy no hacen nada para no perder sus privilegios: de allí la culpa de quienes
están “bien” que no han sido capaces de decir basta a esta situación.
Uno de los éxitos del sistema americano es conseguir que el pobre se sienta culpable de
lo poco que ha conseguido. Es la filosofía calvinista, hija del protestantismo: “tú eres
culpable de tu situación, no has sido capaz de triunfar, esta sociedad te dio las mismas
oportunidades que a todos. Pero tú no llegaste.”
Es perfecto el dominio del poder.
Eso “obvio” que cae de la TV, de la Justicia, de los Tribunales, adoctrina resignación, ese
“cállate porque si no será peor” lo estamos aprendiendo todos.
Queremos pueblos vivientes, que se estimulen por la historia, por sus héroes, por sus
derrotas y sus conquistas, pero en cambio hoy se escapa de la memoria. Es retro, es más
fácil mirar siempre adelante.
Se lleva la “Frivolidad” a cada espacio, incluso a los lugares donde se discute la política
internacional, allí vemos como se hacen chistes personales.
¿Qué quiere el pueblo? No importa. Eso es muy fácil de manejar desde los Medios.
Antes se le dice al pueblo lo que el pueblo debe “querer”, los Medios de Comunicación se
ocupan de eso con idas y vueltas muy perversas. Luego viene el político con la respuesta.
No viene cualquiera, quienes desean hablar con entusiasmo y verdad son acallados de
muchas maneras, los que llegan diciendo “yo sé lo que quiere mi gente, sé lo que
tenemos que hacer” se encuentra con todo un sistema de detención. Los Medios
adoctrinan también a esas personas para que hablen como los Medios quieren, le
explican que debe ser políticamente correcto, que esto y aquello no se hace, no se dice. Y
si no lo cumples no sales mas por los Medios. Y no consigues votos. Luego… ya es tarde.
La cultura de la hipocresía, que miente a sabiendas, que dice lo que nadie ya cree, donde
lo importante es que no se diga lo importante. Ese cáncer de la hipocresía debilita las
fuerzas para combatir, todos se siente solos en su instinto de rebeldía. Todo se duerme.
Todo muere.
Pero hay otro camino.
REBELDÍA.
Este tipo de rebeldía es una actitud intelectual, no universitaria sino que nace de la mente
y del corazón, del fuego de querer cambiar. Esta es la rebeldía fundamental. Lo otro son
gritos de queja. Voces y chillidos de circo romano.
La verdadera rebeldía es el posicionamiento del ser con esos otros valores a los
propuestos, haciéndole frente a la realidad. No aceptamos que la competitividad y el
mercado rijan el destino de las sociedades. Hay una Declaración Universal de Derechos
Humanos que debe cumplirse. Que el hombre y la mujer sean iguales, donde no haya
marginados. Hay mucho por hacer. Esto costará mucho tiempo y sacrificio pero vale la
pena incluso morir por ello, porque un día igual moriremos. Muramos por lo menos
luchando por un ideal noble y no consumiéndonos.
Hay valores que deben ser mantenidos y pasados de generación en generación, como el
hermoso valor de la igualdad. Todos tenemos sangre roja y nuestros corazones están
siempre a la izquierda, nacemos todos de la misma manera.
Junto a la igualdad siempre está la libertad. Gran tema. No es lo mismo decir que
tenemos la conciencia libre que decir que tenemos libertad de conciencia.
La conciencia libre significa que yo puedo decidir porque tengo todos los elementos para
decidir: estoy bien informado, estoy bien formado, puedo comer bien, tengo donde dormir
y cómo proteger a los míos. Allí puedo pensar y ser un hombre libre. En cambio si tengo
hambre, tengo que estar en las colas de empleo, no tengo información y cuando haya
elecciones votaré por hambre y seguridad, no por libertad. Tengo que vender mi hambre.
Y también viene la Justicia, no la difícil del Tribunal sino lo sencillo de dar a cada uno lo
suyo, sin distinciones. La ley hace posible que vivamos en sociedad.
Solidaridad.
Este es el mensaje que nos puede hermanar a todos. Consiste en afirmar que no merece
la pena luchar por bandera sino por la humanidad toda.
Austeridad.
Movilizar.
Cultura.
Cultura viene de “cultivo”, cultivarse, no es saber muchas cosas, sino hacerse mas
humano cada vez, es captar todo aquello que la humanidad ha ido produciendo y nos
mueve por degustar la belleza. La humanidad ha ido superando problemas gracias al
hombre culto que mira el mundo con mirada independiente y libre. Piensa como quiere.
No importa si sabe leer o no, sino su capacidad para pensar y cultivar. Luego ese hombre
libre se puede unir a otro hombre culto rodeado de libros y entre ambos avanzar aún mas.
Seguramente uno tiene lo que le falta al otro.