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A propósito de un aniversario más de la caída de la "Cuarta espada"

SERIE RECORDANDO SIN IRA VI


Luis Arana: El honorable profesor
El hombre que entregó a Abimael Guzmán
En 1992, Sendero Luminoso juzgaba que había alcanzado el punto clave de su lucha armada:
el llamado “equilibrio estratégico”. Creía que habían superado las etapas de guerra de
guerrillas y de guerra de movimientos. Estaba convencido de que había llegado el momento
de iniciar la insurrección armada en las ciudades, como paso previo a la etapa de contra-
ofensiva estratégica que los llevaría finalmente a tomar el poder.
A mi modo de ver, 1992 fue “El año del horror”, porque recién después de doce años, el
conflicto interno tocó con toda su violencia, espanto, sangre, dolor y muerte a las calles de la
capital en forma de traicioneros coche-bomba. La acción fanática empezó ese fatídico año con
el descuartizamiento mediante explosivos de la lideresa popular María Elena Moyano, en Villa
El Salvador.
Sin embargo, paralelamente al infierno desatado por los senderistas y el MRTA en la capital,
los detectives antiterroristas curtidos en una lucha desigual en la que SL tenía la iniciativa, no
cejaron en sus pacientes análisis en busca de los cabecillas, particularmente de Abimael, a
quien algunos parciales consideraban un dios, pues afirmaban que estaba en todas partes y
en ninguna a la vez. En esas circunstancias, como en esa gran obra político-literaria de Albert
Camus, “Estado de Sitio”, en la cual el amor se sobrepone a la muerte, el profundo amor de un
hombre por su esposa y por sus hijos sobrepasaría a su fidelidad a “La Cuarta Espada”, hasta
terminar destruyéndola.
Ese hombre fue quien decidió entregar al siniestro jefe de Sendero Luminoso, Abimael
Guzmán Reynoso y así, qué duda cabe, cumpliendo una vez más el viejo papel de ángel o
demonio de ciertos personajes históricos, cambió la historia del país. Ese hombre es el
profesor Luis Alberto Arana Franco, “Camarada Manuel”.
El su libro, “Perú: 13 Años de oprobio”, uno de los hombres que dirigió la inteligencia militar
contra la subversión, el general del ejército Enrique Fournier (firma con el pseudónimo Manuel
Quechua), dice que el senderismo consideraba que los ataques con coches bomba a las
instalaciones de Frecuencia Latina-Canal 2 de TV de Lima, el 5 de junio y a los edificios de la
Calle Tarata, el 16 de julio del 92, habían sido el remate, la culminación de la etapa de
“equilibrio estratégico”. Entre esas dos fechas claves del horror, la policía echó el guante a
Arana, exactamente el 20 de junio, dando inicio así al fin de Sendero Luminoso.
Salvando las proporciones, el ataque dinamitero a la Calle Tarata sacudió a la conciencia de
los peruanos, tanto como el ataque a las Torres Gemelas y al Pentágono remeció a los
estadounidenses y al mundo entero.
Un valioso pedazo de papel
Los detectives antiterroristas hallaron la pista de Arana el 1 de junio de 1990, casi al final del
primer Gobierno de Alan García, durante el allanamiento del local del llamado Departamento
de Apoyo Organizativo de Sendero, el cual era una especie de secretaría administrativa del
propio Abimael Guzmán y del partido que operaba en la casa alquilada de la Calle Dos,
número 465, en la urbanización Mariscal Castilla, Monterrico Norte.
Allí se había realizado entre los años 1988 y 1989, el primer congreso nacional senderista. En
el local estaban guardados valiosos archivos de la organización subversiva y un pequeño
museo de reliquias y trofeos partidarios que la Policía se incautó.
Oculto entre las páginas de un libro de la biblioteca del organismo, los sabuesos de los
Dirección Nacional Contra el Terrorismo- DINCONTE - encontraron un pedazo de papel simple
que contenía una relación de pseudónimos y los números telefónicos de militantes encargados
de los llamados “organismos centrales”, con los cuales se contactaba directamente la jefa del
DAO, la “Camarada Juana”, cuyo nombre verdadero es Elvia Nila Zanabria Pacheco.
Pacientemente, los detectives descubrieron que el pseudónimo “Manuel” correspondía al
profesor Luis Alberto Arana Franco, docente de la academia preuniversitaria César Vallejo, la
cual funcionaba en el Jirón Chancay, en el centro de Lima. Además, establecieron que la
academia y la asociación de docentes de la Universidad Nacional de Ingeniería (UNI) eran las
bases de operaciones del llamado “Grupo de Trabajo Especial” (GTE), el cual era dirigido por
Moisés Límaco Huayascachi, “Camarada Gustavo”, cuya misión era la de poner en
funcionamiento “escuelas populares” clandestinas para el adoctrinamiento de los militantes
senderistas de base.
El GTE también suministraba dinero a Guzmán y a su exclusivo grupo de mando en sumas
mensuales que fluctuaban entre 5 y 40 mil dólares, provenientes de las matrículas de los
alumnos de la César Vallejo. Así mismo, proporcionaba útiles de escritorio, casas y
departamentos alquilados.
Un largo y tortuoso camino
A comienzos del primer Gobierno de Alberto Fujimori, el 19 de setiembre de 1990, la policía
especializada ejecutó el plan de inteligencia “Monterrico 90-II” y capturó al responsable del
Departamento de Propaganda de SL, Hugo Deodato Juárez Cruzat, “Camarada Ricardo o
Germán” y a varios de sus cómplices. Esta operación pudo tener mejores resultados, pero un
delator de la propia policía antiterrorista avisó a los senderistas de la inminente incursión y
muchos lograron escapar.
Después de este fracaso, la policía desarrolló la “Operación Huascaura” contra los hombres
del Departamento de Logística de SL y del Grupo Especial de Trabajo, uno de cuyos
dirigentes era Arana Franco.
El equipo que vigilaba a este pez gordo, lo grabó en video y lo fotografió conversando en la
calle, en restaurantes y en otros lugares, con el “Camarada Ricardo” y otros altos líderes
senderistas. También grabó sus conversaciones por teléfono, sobre todo los pedidos de dinero
y otros servicios que le hacían sus superiores. Los sabuesos le pusieron como nombre clave
“El Cholo Sotil”, porque “movía la pelota”, pero también lo llamaban “La Gallina de los huevos
de oro”.
El hombre quebrado
Lo detuvieron el 20 de junio de 1992 en su propia casa junto con su esposa Teresa Manay
Montes. Los investigadores hallaron en el dormitorio de los esposos un escondrijo que
guardaba varias fotografías en las que Arana aparecía con otros dirigentes senderistas,
durante el funeral secreto de la esposa de Abimael, la señora Augusta La Torre Carrasco,
“Camarada Norah”, hecho que ocurrió a fines de 1988.
En su libro “Inicio, desarrollo y ocaso del terrorismo en el Perú”, Tomo II, 1999, el ex jefe del
Grupo Especial de Inteligencia (GEIN), coronel de la policía, Benedicto Jiménez Baca,
describe a Arana Franco como “sentimental y muy reflexivo, empresario acomodado,
relativamente libre de la rígida disciplina senderista, sin la dureza que demostraban otros
dirigentes”.
Su blandura explica por qué durante su detención, puesto ante la posibilidad de que él y su
esposa que acababa de dar a luz una niña, recibieran condenas de cadena perpetua, el
senderista se quebró.
Una media verdad
El coronel Jiménez narra: “En ese momento de quiebre psicológico, los interrogadores, los
tenientes Bonilla y Gil, previa autorización de la “Triada” (se refiere al grupo formado por el jefe
de la División Contra el Terrorismo I- DIVICOTE-I, comandante Marco Miyashiro, el sub jefe,
comandante Luis Valencia y el propio Jiménez), le ofrecieron la libertad de su mujer para que
pudiera cuidar a su hijo recién nacido y la devolución del dinero de la academia que había sido
confiscado. “Sotil” (Arana) aceptó y en señal de agradecimiento empezó a confirmar datos que
nosotros ya conocíamos. En una de las tantas entrevistas hizo una revelación que nos dejó
electrizados: comentó que Guzmán estaba en Lima, pues le había visto en una reunión
secreta a la que había ido llevado por “Arturo”, el 4 de abril de 1992”.
Lo que siguió fue el desarrollo de la “Operación Victoria”, una investigación modelo que
terminó el 12 de setiembre con la captura de Abimael Guzmán.
Sin embargo, la historia relatada por Jiménez, era incompleta, una media verdad ajustada al
interés del coronel de desligarse de la infecciosa figura del asesor de Fujimori y jefe real del
Servicio de Inteligencia Nacional (SIN), Vladimiro Montesinos Torres. Veamos este lado
oscuro de la historia:
El “vladivideo” de Patricio Rickets Rey de Castro
El primero de octubre del 2001 en el Congreso de la República, en medio de la gran ola
anticorrupción que se desató a la caída del tercer fujimorismo, fue exhibido el “vladivideo”
grabado en el SIN el 12 de enero de 1998. El video muestra que en esa fecha, el periodista
Patricio Rickets Rey de Castro, un señorón periodístico de ultraderecha, llegó a la famosa
salita a pedirle al entonces todopoderoso Montesinos Torres, un favorcillo para su yerno. En la
ocasión, el periodista y el jefe de espías hablaron de política y otros temas. En determinada
parte de la charla política, la cinta muestra que Montesinos, trata de deslucir el papel del
general de la policía Antonio Ketín Vidal, en la captura del jefe de Sendero. El famoso “Doc”, le
dice a Rickets:
-Él (Vidal), fue como un futbolista a quien se le pone a patear un penal sin arquero. Si no hacía
el gol, bueno, ya no servía para nada.
-¡Ah! ¿sí?
-Porque está Arana Franco, el que nos dio la información para llegar a él (Abimael)
-Y, ¿dónde anda ese hombre?
-Está fuera del país.
-¿Lo sacó fuera del país?
-Claro. Usted sabe cómo. Hay una profundidad histórica que nadie conoce y que comenzó en
esta sala donde el 28 de julio de 1990 cuando trazamos la estrategia de la pacificación. Ketin
ya trabajaba aquí conmigo. Era coronel. No tenía cargo. Vino como asesor. Era el segundo.
De aquí fue a la DINCOTE.
Cuando Arana cae tenía tres hijos. Entonces Arana Franco le dice al comandante Benedicto
Jiménez (En esa época lo era): “Yo no quiero que mi mujer y mis hijitos vayan a la cárcel”.
Entonces viene Jiménez y me dice: “Doctor, ¿qué hacemos?”. Yo le digo:
-¿Qué te ofrece?
-Dice que me va a dar la información.
-Compadre, no lo pienses dos veces.
Me dice:
-Pero el fiscal militar, ¿qué va a decir?
-Ven pa’cá. Llamé al fiscal militar: “Oiga, venga usted para acá, venga. La mujer va a salir.
Cámbieme el acta. Sale la mujer. Le vamos a dar una prueba de que nosotros somos
sinceros, de que confiamos en él”…¡Pum! Cuando él (Arana) vio que el fiscal firmaba el acta
ordenando la libertad de su mujer, no lo podía creer. ¡Sí! Nosotros la hemos soltado para que
se quede con sus hijos, pero ahora deben mostrarnos su cariño. Bueno, dijo entonces Arana:
“Voy a declarar”.
Montesinos le cuenta entonces a Rickets que Arana proporcionó la información que condujo a
la policía hacia el arquitecto Juan Incháustegui y hacia la bailarina Maritza Garrido Lecca,
quienes fueron el hilo que los llevó hasta Abimael Guzmán.
-Así fue la historia real, don Patricio. Y, no es que de Ketín Vidal sea el gran éxito. Lo que
pasa es que nadie puede salir a contar estas cosas.
Montesinos sostiene en el video que Vidal fue solo la punta de iceberg, pues llegó de manera
fortuita a la jefatura de la DINCOTE, ante el súbito cambio del general Jhon Caro, a causa de
un caso de robo de sueldos de ese organismo.
En la cinta, Montesinos también le cuenta a Rickets que se quedó con las fotografías que le
incautaron a Abimael Guzmán la noche de su captura, que las ordenó cronológicamente en un
álbum. Después regaló la colección al jefe subversivo preso pidiéndole que escribiera en su
presencia un pensamiento. Adrede puso la foto de Arana en la última hora del álbum.
Cuando Abimael Guzmán la vio no quiso escribir nada. Le preguntó, ¿por qué? Guzmán le
respondió con desprecio:
-Esa es mi condena moral al traidor del partido. No le voy a poner nada.
Considerando el relato de Montesinos a Rickets, queda claro que el coronel Jiménez no
cuenta en su libro toda la verdad de los hechos, pues es indudable que su “Triada” no tenía
competencia y mucho menos en un caso como el de Arana para ofrecer la libertad de la
esposa de éste a cambio de su cooperación. “La Triada”, por muy eficiente que fue, tampoco
tenía el poder necesario para hacer que el fiscal militar cambiara el acta de detención de los
esposos Arana Manay, exculpando a Teresa del cargo de terrorismo. Un caso de esa
envergadura, necesariamente debió ser de conocimiento tanto del entonces jefe de la
DINCOTE, general Ketín Vidal, del jefe real del SIN, Montesinos, y tal vez del propio Fujimori.
¿Por qué entonces el coronel Jiménez no escribió toda la verdad?
Quizá porque, como muchos, jamás pensó que existía un “vladivideo” que lo dejaría mal
parado como historiador policial.
Lo que muestra el video de Patricio Rickets llena el vacío del libro de Jiménez y deja en claro
que el trato con Arana Franco fue una decisión de muy arriba y que fue cumplido en todo su
extremo, ya que como dice el propio Jiménez en su obra, acogido a la ley de arrepentimiento,
el “Camarada Manuel” fue puesto en libertad y sacado al extranjero.
Después se supo que las autoridades dieron a Luis Alberto Arana Franco, a su esposa y a sus
hijos nuevas identidades y gracias a la cooperación de la Agencia Central de Inteligencia de
los Estados Unidos, los sacaron del país probablemente para asentarlos en alguna ciudad
estadounidense, a salvo de la venganza senderista.
Su última hija, nacida durante el año del horror, pero también de la caída del principal
responsable del horror, tiene ahora diecinueve años y es probable que no conozca el Perú.
Hay muchísimos pasajes de nuestra historia reciente que están ocultos o que han sido
revelados a medias, de acuerdo a pasiones e intereses personales y que ni siquiera la
Comisión de La Verdad, con los millones de dólares gastados, pudo aclarar.
FIN

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