Está en la página 1de 10

Julia, 'ñiotensáaijív 11 5

JULIA OBOLENSKAYA
Universidad Estatal Lomonosov de Moscú

La adecuación y la equivalencia
de la traducción: ¿la cuestión de terminología
o la oposición conceptual?

Como es bien sabido, uno de los problemas pendientes de la traductología es el de


unificar o crear la terminología unificada siempre teniendo en cuenta que detrás de
cada término está un concepto, cuya definición está aprobada por las distintas escuelas
traductológicas.
Hay que constar que la teoría de la traducción, después de obtener su nombre y
estatus de una importante área de filología en Rusia, hace más de 80 años, sigue siendo
una disciplina un poco desprestigiada tanto por la lingüística general como por la apli-
cada. Una de las razones de este desprecio es que a pesar de miles y miles de
monografías, tesis y artículos publicados por todo el mundo refiriéndose a la proble-
mática de la práctica de la traducción y su teoría, y el hecho de que ésta va espe-
cificándose en la teoría general y especial, la crítica de la traducción, la historia de la
traducción y la de traductología y otras siguen sin tener la terminología única y
coherente, sin definir científicamente aún los términos clave como son la traducción
o el proceso de la traducción. Pues cada investigador crea su propia terminología,
defiende sus criterios de la valoración de la traducción. Decenas de definiciones refle-
jan distintos puntos de vista sobre la actividad translatoria: desde tratarla como un
oficio, hasta igualarla con la creación científica o con el arte sin aclararnos la esencia y
la naturaleza de este fenómeno y contestar a la pregunta principal: Pues, en cuanto al
original ¿es la traducción su análogo, sustituto o el equivalente de la obra literaria o lo
es de su contenido textual? ¿Qué es lo que pretende y lo que puede conseguir el
traductor: crear una versión adecuada de la obra traducida o el equivalente del texto
original?
Los dos términos: la adecuación y la equivalencia, según parece, para varias gene-
raciones de traductólogos siguen siendo términos claves en el momento de defender la
eficacia de su teoría de la traducción, y sabemos que ya son muchas las teorías, o mejor
dicho las concepciones o modelos de la traducción.
Pues bien los términos-conceptos adecuación y equivalencia hace mucho que se
hicieron tradicionales e indispensables en las múltiples definiciones del proceso de la
traducción: los traductólogos los usan exponiendo los criterios para apreciar tanto los
resultados como la esencia del proceso de la traducción. Con esta ponencia intentaré
reconstruir la biografía y la geografía de los dos conceptos para entender cuáles son
c
116 z¿a> adcciuiciáiv iy iw eyiiituiícnciri' íle- iw LwtLicciáw:

sus referentes y los motivos para denominar una traducción adecuada o considerar una
traducción como equivalente del original.
Los padres-creadores de la escuela traductológica rusa ya en 1920 propusieron el
principio de la adecuación de la traducción como básico, fundamental. Así pues en el
primer tratado traductológico de aquella época «Los problemas de la traducción lite-
raria» (su segunda edición aparece en 1920) Fiodor Batiúshkov declara que:

«el principio de la auténtica traducción literaria no hay más que uno: aspirar la
adecuación. Las condiciones a conseguirlo son distintas. El traductor depende no solo de su
capacidad de emplear los recursos del idioma natal sino del mismo carácter de su idioma, su
flexibilidad y las generalidades de la nación.» (p. 12).

El principio de adecuación (del latín '"adaequatus" - igualado) en la definición dada


asimismo supone la aspiración del traductor a conseguir en la traducción la confor-
midad con el original, en el sentido de su correspondencia, identidad e igualdad. Sin
embargo aunque el autor subraya que el traductor depende del carácter general del
idioma y de las generalidades de la nación, es evidente que si alguien puede igualar la
traducción con el original es el mismo traductor o el investigador, apreciando la corres-
pondencia entre dos textos a base de sus propias nociones subjetivas sobre ambos
textos (TQ y TM). Según los filósofos y psicólogos modernos «la representación es
adecuada si corresponde al objeto con el que está correlacionada, si es «correcta». Con
todo eso hay que tener en cuenta que la impresión o la noción del texto -su proyección
e.i la conciencia del lector- siempre es individual aun estando relacionada con la tradi-
ción, el contexto socio-cultural, etc1.
Los traductólogos suelen insistir en que toda buena traducción debe producir en el
lector el impacto adecuado al que produce el original. El requisito es bastante discutible
teniendo en cuenta que el mismo individuo puede entender e interpretar el texto de la
misma obra literaria de distintas maneras, leyéndola en distintas circunstancias de su
vida, de otra edad, humor, etc. Así pues el famoso escritor romántico inglés, brillante
comentarista-interpretador de Chaquespeare, S. Coldrige, comentó con mucha gracia
que mientras que durante 50 años cada día leía Chaquespeare «siempre, después de
adquirir nuevos conocimientos, nueva experiencia original de la vida o con cada
reflexión fructífera siempre descubría el crecimiento correspondiente de la sabiduría e
intuición en Chaquespeare» (Coldrige, p. 216). Casi lo mismo nos decía aquí en uno de
«Los encuentros complutenses...» el académico Valentín García Yebra, que emprendió
dos traducciones del alemán de las mismas obras siendo joven y pasados muchos años
de su vida y experiencia traductiva.
Ha de suponer que para el traductor, en el momento de crear la traducción, ésta es
completamente adecuada al original, siendo por sí misma el reflejo de su comprensión
y apreciación del significado del original, su concepción individual y la proyección (en
término del bibliopsicólogo ruso A. Rubaquin) del contenido artístico e ideario del
original en la conciencia del traductor. El texto traducido actualiza esta proyección y es
por eso por lo que el traductor cuando vuelve a publicar su traducción hecha ya hace

' Desarrollo este tema y muchos más, relacionados con la problemática traductológica en mi monografía «Diálogo
de las culturas, la dialéctica de la traducción. Los destinos de la obra literaria de escritores rusos del siglo XIX en
España y América Latina», Moscú, 1998 (en ruso).
117

bastante tiempo la modifica considerablemente, y los mismos cambios en la variante


nueva suelen ser de principios: con el paso de! tiempo cambia la personalidad del
traductor, su experiencia, la comprensión y la percepción del original.
El traductor trata de reproducir el contenido de la obra de una manera exacta y
correcta desde su punto de vista, que sin embargo puede resultar la interpretación
incorrecta según la opinión del autor del original o cualquier lector. La traducción
siempre representa la apreciación del traductor de la obra artística, la cual durante su
vida adquiere nuevos sentidos y razones, además de representar la realidad refle-
jada en el texto y el modo de tratar los actos del personaje o la situación por el
mismo traductor.
En lo que se refiere a los casos de alteración intencionada, como regla, están provo-
cados por las razones de censura y relacionadas con el contexto sociopolítico de la
época en la que crea la traducción, también pueden reflejar las normas éticas y estéticas
acondicionadas por la tradición cultural de la nación dada. Guillermo Mac Ferson, el
famoso traductor de «Hamlet» al español, decía en el prólogo a su traducción de 1882
en cuanto a su trabajo: «La misión del traductor es presentar el original que se propone
verter a otro idioma revestido siquiera del modesto atavío de un lenguaje inteligible, ya
que carezca de otras galas; y no es lícito dejar confuso ni aun lo que, acaso, confu-
samente se escribiera en un principio». Y es por eso por lo que la famosísima frase «To
be or not to be: That is the question!» la traduce Mac Ferson de una manera explicativa
y más precisa según él: «¡Ser o no ser: La alternativa es esa!». Compárenla Uds. con la
primera traducción española de 1794 por Leandro de Moratín: «¡Existir o no existir,
ésta es la cuestión!» y la variante más popular de Luis Astrana Marín: «¡Ser o no ser:
he aquí el problema!»
La ineptitud del concepto la adecuación como criterio principal de la calidad de la
traducción -sin tener en cuenta las peculiaridades del contexto cultural e histórico de la
traducción dada- la comprueban los ejemplos característicos que encontramos en las
traducciones de la literatura clásica rusa -sobre todo en las de Tolstoy y Dostoyevsky-
hechas en España y América Latina durante un siglo y medio de la historia de las
traducciones del ruso en el mundo hispanohablante. Las traducciones siempre corre-
gían o modificaban el léxico vulgar o familiar cuando se refería a los temas religiosos o
al clero por miedo de herir los sentimientos religiosos del lector. Así, por ejemplo, el
cadáver del eremita Zosima de «Los hermanos Karamazov» apestaba sólo en el
original, en las traducciones de los famosos traductores y escritores españoles A. Nadal
y R. Cansinos Assens leemos se descompuso. A finales del s. XIX los traductores
españoles de la novela «Taras Bulba» de Nicolás Gogol no mencionaban las palabras
del protagonista perros-católicos refiriéndose a los polacos o aún omitían el último
capítulo de la novela donde se trata del heroísmo del protagonista en el combate contra
ellos. ¡Y si solo se trataba de las primeras traducciones! En 1985 en Chile se publica
quizá la mejor traducción española de «Los hermanos Karamazov», hecho por el
conocidísimo traductor de Dostoyevsky Augusto Vidal. En esta traducción la editorial
chilena no solo «corrigió» bastantes frases sino omitió el capítulo clave de la novela
-«La rebelión»- que contenía unas ideas y reflexiones sobre Dios, la religión y la
misión del hombre, que volvieron a hacerse sediciosos en dicha situación sociopolítica.
Todas estas traducciones evidentemente expresan de una manera adecuada la per-
cepción y la apreciación de la obra por los traductores y (o) editores; según su punto de
118 ^£a<adezíuiciáw ly iw cx)uLwile.ncuide> íw Uiadticcián:
Cí(v ciiestióiv (le/ tetminalogíw o- íw GjzasLciáiv concvpiiui ti

vista, los recursos linguo-estilísticos empleados en las traducciones alteradas son ade-
cuados al sublime contenido de las obras o están condicionados por el rechazo de la
posición del autor del original en cuanto a los problemas fundamentales. Estas traduc-
ciones son adecuadas a la posición del traductor orientándose a la recepción del lector,
cumpliendo asimismo con el objetivo principal de cada traducción: ser comprendida y
admitida por el lector contemporáneo - destinatario próximo o cercano en los términos
de M. Bajtin. Es el autor del original quien puede escribir para el cajón de su escritorio,
dirigiéndose al destinatario supremo -superdestinatario- el Juicio final, el Dios, la
Conciencia, las generaciones venideras que puedan apreciar su obra. Al contrario el
traductor trabaja para su época, para el lector contemporáneo y aun para la editorial
concreta, que son los que le encargan y compran su trabajo. Y ésta es la causa del
carácter, temporal de cada traducción y, en cierto grado, del dramatismo de la gran
misión del traductor.
Las obras maestras de la literatura universal nunca envejecen y por más brillantes
traducciones que hayan tenido, siguen esperando sus nuevas interpretaciones al cam-
biarse una o dos generaciones de lectores nacidos ya en otra época histórica y ema-
nados de otras tradiciones culturales. En Rusia a partir del siglo XVIII publicaron
decenas de interpretaciones del Quijote, que sigue esperando ya una versión nueva,
actual y adecuada a la época, que actualice la nueva proyección de la obra inmortal en
el nuevo lector. La traducción de N. Liubimov es considerada como la cumbre entre las
traducciones cervantinas y tan querida por varias generaciones de lectores que dis-
frutaron de la lectura amena que superaba las pesadas versiones anteriores siendo
adecuada, es decir, correspondiendo del todo a las demandas y la experiencia del lector
y, al mismo tiempo, al contexto estético, cultural y espiritual de la época. Pero... ¿es
esta traducción adecuada a la percepción de la obra por el lector actual, puede esta
traducción considerarse equivalente al original hoy en día, pasados ya casi 40 años
desde su primera publicación?
El gran poeta y traductor ruso S. Marshak comparaba el arte de traducir con el arte
de pintar retratos. Siguiendo esta comparación tan acertada quiero añadir que, aun
pintando el mismo modelo, distintos pintores eligen su propio escorzo, su propia
óptica, revelando en el retrato pintado los rasgos del carácter de este modelo des-
conocidos aun por el que posa, y al mismo tiempo los pintores descubren su propio
mundo interior. En estos retratos se refleja distinta actitud hacia el objeto de repre-
sentación. ¿Puede el retrato pintado ser adecuado (igualado, idéntico) a este objeto? La
pregunta es lógica: ¿Desde qué punto de vista?
Consideramos como ejemplos de las cumbres de la traducción las traducciones de
Kafka o Hermán Melville hechas por Jorge Luis Borges, en las cuales al mismo tiempo
se refleja su personalidad artística, la insólita fisonomía del gran escritor. Les pongo
como ejemplo el caso de la borgesización del original de la novela «Bartbieby» de
Melville, cuando Borges transforma los simples «steps» (escaleras) de la cárcel en su
traducción en un término típico borgesiano: «antesalas», y según él, seguro, es la va-
riante que era adecuada al significado del original'.

2
En su interesante artículo «Ficciones y teorías en la traducción: Jorge Luis Borges» Ana Gargatali da muchos
más ejemplos de la borgesización de la obra de este escritor y la de Kaílca.( «Livius», León, 1992).
19

En 1934 en la Enciclopedia literaria rusa A. Smirnov propuso la definición de la


traducción adecuada renovadora para aquel entonces y, según mi opinión, menospre-
ciada hasta hoy en día, dado que comprendía tanto los aspectos textológicos como
comunicativos y psicolingüísticos de la traducción3:
"Tenemos que considerar adecuada la traducción en la cual están transmitidos todos
los propósitos del autor (tanto meditados como inconscientes) para producir cierto
impacto artístico y emocional en el lector empleando en la medida de lo posible (por
medio de equivalentes exactos o substitutos satisfactorios) todos los recursos para re-
producir la imagen, el colorido y el ritmo del original; lo que no debemos considerar
como el objetivo propio, sino como el medio para conseguir el impacto general,
mientras que sin duda alguna sacrificamos algo, siempre eligiendo los elementos del
texto de menor valor.» (Enciclopedia literaria, 1934, t.8, p. 527).
Como vemos aquí aparecen los conceptos equivalente y substituto ya usados por los
lingüistas checos, aunque la mayoría de los traductólogos sue'en atribuir el término
equivalencia de la traducción a R. Jacobson quien lo empleó en su artículo «On
Linguistic Aspects of Translation» {Sobre los aspectos lingüísticos de la traducción),
publicado en Nueva York en 1959.
El concepto de equivalencia (del lat. "aequus" -igual + "valens (valentis)"- el que
tiene valor) para denominar la calidad de alguna cosa que corresponde en cierto modo a
otra y puede representarla como su sustituto, al igual que el de equivalencia de la
traducción, quiere decir que la última tiene el mismo valor en ciertas circunstancias y a
cierto nivel, (o en su integridad en los casos excepcionales) lo que corresponde según
mi punto de vista a la esencia de la traducción y puede considerarse como el criterio
principal de su valoración, a diferencia de la adecuación, comprendida como igualdad o
identidad de los textos TO y TM, lo que es imposible.
Efectivamente Jacobson fue el primero quien se dio cuenta del carácter dialéctico
del concepto equivalencia, de la posibilidad de emplearlo a cualquier nivel de la es-
tructura del original (lógico-gramatical, sintáctico, léxico, etc.). Pues en el artículo
mencionado Jacobson insiste en que «en la traducción toman parte dos comunicados
equivalentes, en dos códigos diferentes, concluyendo: «La equivalencia coexistiendo
con la diferencia -éste es el cardinal problema del idioma y el problema principal de
lingüística» {Losproblemas de la teoría...,1978, p. 18-19).
Para comprender mejor la diferencia entre los dos términos nos sirve el ejemplo de
la famosa traducción de la obra maestra de A. Pushkin «Eugenio Oneguin» hecha por
V. Nabokov: es el equivalente completo del original a nivel de su contenido idear sin
conseguir la equivalencia a nivel de su forma artística, lo que puede considerarse como
versión adecuada por unos (por ejemplo, por los estudiosos de la obra) y no por otros
(por los lectores corrientes).
Los conceptos adecuación y equivalencia propuestos por los lingüistas rusos y
checos se emplean hasta los años 60 como sinónimos, diferenciándose más bien por la
geografía de su uso: la escuela traductológica rusa, seguida después por la búlga-
ra y slovena, prefería el término adecuación; las escuelas de Europa occidental y los
3
Por cierto, esta definición la criticó por ser indefinida A. Fiodorov en todas las ediciones de su obra principal
«Las bases de la teoría general de la traducción», más que nada le indignaban las palabras «inconscientes
propósitos del autor» y subrayada por Smimov «necesidad de sacrificar algo en la traducción». V.: Fiodorov, p.
126-127. El mismo Fiodorov propuso el concepto de la traducción de pleno valor (cabal).
120

norteamericanos el de equivalencia. G. Catford desarrolla el concepto equivalencia en


su obra «La teoría lingüística de la traducción» (1967), donde el autor propone el
término equivalente textual de la traducción o el de equivalencia textual, (refiriéndose
en realidad a la equivalencia estilística4) como el concepto clave, tratando la equiva-
lencia translatoria como el fenómeno empírico revelado en el proceso de la compa-
ración del TO y TM.
A su vez E. Nida ya en 1964 en su libro «Toward a Science of Translating» define
dos tipos principales de la equivalencia: la equivalencia formal y la dinámica. La tra-
ducción a base del principio de la equivalencia dinámica corresponde al concepto de la
traducción adecuada, propuesto por Smirnov en 1930. Según Nida, la traducción de
este tipo «es el equivalente más cercano y natural del comunicado original», acom-
pañado «por varias transformaciones formales», «sacrificando algunas cosas» y «está
destinado a producir el impacto equivalente y no a dar la forma equivalente». En fin,
tal traducción responde no solo a las «exigencias del idioma de la traducción y de su
cultura en general, sino al contexto del comunicado dado y al destinatario de ¡a tra-
ducción». {Losproblemas de la teoría..., 1978, p. 128-132).
El concepto de la equivalencia se insertó de una manera orgánica en !a teoría co-
municativa de la traducción, donde distinguimos la equivalencia comunicativa (las
relaciones entre dos textos) y la funcional (la equivalencia de los significados). Según
la opinión de G. Jager, «no solo dentro de una lengua pueden coexistir varios textos
equivalentes en su sentido comunicativo, sino en referencia al original pueden existir
varias traducciones. Lo que quiere decir que los textos sin ser completamente idénticos
en su valor funcional (en sus significados) pueden ser equivalentes en su sentido comu-
nicativo, y cuando se trata de los textos en distintos idiomas han de estar relacionados
como original-traducción» {Losproblemas de la teoría..., 1978, p. 154-155).
Creo que la adecuación podría servir del criterio de la apreciación de la traducción
sólo a condición de que exista la traducción ideal, absoluta o final, basada en la hipo-
tética igualdad de los TO y TM, mientras que la equivalencia considerada como la
categoría nocional históricamente mutable cuyos criterios están condicionados más que
nada por los aspectos pragmáticos de la traducción en cuanto especie de la comuni-
cación estética. Es que la traducción nunca es «igual» al original: cada lector serio se
da cuenta de que tiene en sus manos uno de los posibles sustitutos (ríalos o buenos,
según su criterio) del original que puede cambiar de otro, que responda mejor a sus
exigencias, o las demandas de otra generación de lectores y otro contexto histórico o
cultural. Así pues la mejor traducción de un texto literario no es nada más que su
equivalente translatorio y transitorio.
La mayoría de los traductólogos rechazaban el término adecuación de la traducción
por el carácter subjetivista, confuso e impreciso de sus criterios. No es por casualidad
que uno de los padres de la teoría de la traducción, A. Fiodorov, propuso sustituirlo con
la palabra rusa nojiuoueHHOcmb con el significado abstracto la «plenitud de valor»; sin
embargo el concepto de la plenitud de valor es el criterio de la apreciación cualitativa
de la traducción en su integridad sin poder referirse a distintos niveles del texto y sin

4
Lo mismo dice el traductólogo eslovaco A. Popovich considerando el concepto propuesto por Nida
-equivalencia textual- como equivalencia estilística «es decir de las resoluciones estilísticas del autor a nivel de la
homogeneidad de los recursos expresivos, realizados en la estructura del texto».
121

tener en cuenta lo que el contexto en que fue creada la traducción puede coincidir o no
con el contexto y las circunstancias de su percepción.
Creo que podemos argumentar el empleo del término equivalencia con la compa-
ración banal con los equivalentes de las monedas nacionales: dada una serie de condi-
ciones y circunstancias (entre otras la coyuntura socioeconómica) se establece, por
ejemplo, que un dólar equivale a cien pesetas está claro, que esta correlación cuando
uno cambia por otro puede ser injusta o correcta desde el punto de vista económico o
político y tiene el carácter temporal, y que sin duda alguna en futuro este equivalente
cambiará, porque cambiarán las condiciones y circunstancias de su uso siendo la
misma su función acondicionada por la necesidad objetiva de sustitución.
El carácter pragmático de la equivalencia lo determinó el traductor y traductólogo
ruso N. Morozov, aunque hablaba en su libro sobre la «precisión de la traducción», que
según él: «es la noción viva, dinámica... cuyo criterio refiriéndose a la precisión de un
contexto traducido en la composición general está determinado por el destino de la
obra» (Subrayado por Morozov, p.45 1).
El enfoque estructuralista, contando con la importancia de la equivalencia en la for-
mación del comunicado -el texto traducido-, permite valorarla como la categoría no-
cional, cuyo contenido es poliestratificado, basándose como mínimo en dos niveles:
extrasituacional (denotativo o referente, etc., según diferentes sistemas terminológicos)
y pragmático (comunicativo, modal, etc.) que correlaciona TO y TM como el acto
comunicativo con sus componentes: los partícipes de la comunicación, su tiempo y
lugar.
Así pues la equivalencia de la traducción analizada desde distintos puntos de vista y
considerando los aspectos pragmáticos y comunicativos nos permite estudiar la historia
de las traducciones de la obra de cierto escritor o cualquier literatura nacional en gene-
ral, dado que la equivalencia de cada traducción inevitablemente resulta condicionada
por el contexto histórico-cultural de la época de su creación, es decir, el estado del
idioma, cultura, sociedad, etc. Es por eso por lo que podemos valorar la equivalencia de
la traducción sólo teniendo en cuenta la tradición nacional de la traducción y la tra-
dición de las traducciones de una literatura o un autor concreto, sin olvidar la tradición
de la percepción y apreciación de su obra. Considero no productivas y erróneas las
tentativas de valorar la equivalencia de las traducciones realizadas en las épocas ante-
riores desde las posiciones de hoy en día.
Por lo tanto para valorar la equivalencia de las traducciones de la obra de un autor o
una literatura en cuestión hay que reconstruir «su circunstancia» -el contexto histórico-
cultural de su época- y cuando valoramos la equivalencia de las traducciones modernas
es imprescindible saber el contexto actual y respetar la tradición de la traducción.
Desde este punto de vista quisiera comentarles una lucha feroz que sigue desarro-
llándose en Rusia con ocasión de la edición, hace dos años, de la segunda traducción de
«Cien años de soledad» de Gabriel García Márquez hecha por M. Bilinkina. La
primera, realizada a finales de los 60 por dos brillantes traductores: Stolbov y Butirina
despertó en el lector ruso no sólo el enorme interés, casi apasionado, hacia una
literatura hasta entonces desconocida -y en general hacia la cultura sudamericana- sino
también provocó el desarrollo de una nueva corriente literaria, plasmando el realismo
mágico del gran colombiano en una nueva especie nacional rusa, es decir, la así
llamada literatura de la nueva ola. Dicha traducción fue la primera en darnos a conocer
122 ^da/adecuaciáiv y> íw equivalencia/ de/ laViadiicdátv:
¿tú/ cueslián/ de/ t&tmUiaíoyúvo/ ¿a- o-pasiciáiv cance/üiui¿?

las peculiaridades de la vida, costumbres y recursos artísticos antes no sólo desco-


nocidos, sino imposibles de reflejar en una obra literaria. Por eso los traductores
eliminaron varios (y bastantes) detalles naturalistas, escenas y descripciones cuyo con-
tenido para aquel entonces podía parecer pornográfico y chocar al lector (y es que
ahora no digo nada de los editores y la censura de aquellos tiempos), elevando a veces
el contenido del terreno corriente o vulgar hacia unas cimas poéticas. De hecho su
versión resultó poetizada y romantizada, pero fue ésta la versión de la obra y al mismo
tiempo de la imagen del autor a la cual se fue acostumbrado el lector sirviendo de base
para la futura tradición de la traducción de la obra marqueziana. En 1999 aparece la
nueva versión, conteniendo tacos (a veces donde no los tenía el original), vulgarismos
de toda clase, una versión en la que la traductora, inspirada por la noble tarea de
reconstruir todos los detalles omitidos, destruyó la imagen poética de la obra, cambian-
do su aroma por un olor no siempre agradable. No pueden Uds. imaginar la oleada de
publicaciones críticas, cartas firmadas por los escritores y traductores de prestigio que
tuvo que resistir la pobre traductora por profanar el templo de nuestras ilusiones. Lo
más curioso es que la nueva generación, educada en unas modernas obras rusas y
extranjeras y en las duras muestras de underground publicadas en mi país en los
últimos 10 años, lee esta nueva versión de un nuevo Márquez sin ningún choque
cultural, aunque la obra cambió su impacto.
Creo que dada la situación de la búsqueda de nuevos valores tanto artísticos como
morales, tendiendo a elevar el espíritu y tornar los ojos hacia la belleza, la que según
Dostoyevsky salvará el mundo, hay que esperar que en Rusia pronto será solicitada la
primera traducción (la cual, a propósito, ha sido corregida y completada por sus autores
hace poco).
Resumiendo esta exposición me limito a constatar que el estudio de los factores de-
terminantes para el resultado del proceso de la traducción y los criterios de su valo-
ración nos lleva a la conclusión siguiente: la equivalencia de la traducción en corres-
pondencia con su objetivo comunicativo y la tarea pragmática supone tal interpretación
del texto original que le permite conseguir la semejanza funcional en el texto traducido.
A su vez esta semejanza funcional supone la similitud estilística, es decir la equiva-
lencia de los recursos expresivos, la cual, naturalmente no puede reducirse a la iden-
tidad formal de los elementos de la lengua. Asimismo la equivalencia de cada traduc-
ción inevitablemente resulta condicionada por el contexto histórico-cultural de la época
de su creación.
"Juiia, <@AaUnstuufa: 123

Obras citadas
Batiushkov F., "Las tareas de la traducción literaria»". 2 ed., San Petersburgo, 1920. (en ruso)
Bajtin M., Problemas de la literatura y la estética. Moscú, 1975. («-«)
Los problemas de la teoría de la traducción en la lingüística extranjera. Moscú, 1978. ( «-«)
Coldrig S., Obras escogidas. Moscú. 1987. ( «-o)
Leviy i.,El arte del traducir, Moscú, 1970. ( «-o)
Morozov M., Las obras escogidas, Moscú, 1979. ( «-«)
Popovich A., los problemas de la traducción literaria. Moscú, 1980. (<-«)
Fiodorov A., Los principios de la teoría general de la traducción.. 4 ed., Moscú, 1983. («-«)

También podría gustarte