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JULIA OBOLENSKAYA
Universidad Estatal Lomonosov de Moscú
La adecuación y la equivalencia
de la traducción: ¿la cuestión de terminología
o la oposición conceptual?
sus referentes y los motivos para denominar una traducción adecuada o considerar una
traducción como equivalente del original.
Los padres-creadores de la escuela traductológica rusa ya en 1920 propusieron el
principio de la adecuación de la traducción como básico, fundamental. Así pues en el
primer tratado traductológico de aquella época «Los problemas de la traducción lite-
raria» (su segunda edición aparece en 1920) Fiodor Batiúshkov declara que:
«el principio de la auténtica traducción literaria no hay más que uno: aspirar la
adecuación. Las condiciones a conseguirlo son distintas. El traductor depende no solo de su
capacidad de emplear los recursos del idioma natal sino del mismo carácter de su idioma, su
flexibilidad y las generalidades de la nación.» (p. 12).
' Desarrollo este tema y muchos más, relacionados con la problemática traductológica en mi monografía «Diálogo
de las culturas, la dialéctica de la traducción. Los destinos de la obra literaria de escritores rusos del siglo XIX en
España y América Latina», Moscú, 1998 (en ruso).
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vista, los recursos linguo-estilísticos empleados en las traducciones alteradas son ade-
cuados al sublime contenido de las obras o están condicionados por el rechazo de la
posición del autor del original en cuanto a los problemas fundamentales. Estas traduc-
ciones son adecuadas a la posición del traductor orientándose a la recepción del lector,
cumpliendo asimismo con el objetivo principal de cada traducción: ser comprendida y
admitida por el lector contemporáneo - destinatario próximo o cercano en los términos
de M. Bajtin. Es el autor del original quien puede escribir para el cajón de su escritorio,
dirigiéndose al destinatario supremo -superdestinatario- el Juicio final, el Dios, la
Conciencia, las generaciones venideras que puedan apreciar su obra. Al contrario el
traductor trabaja para su época, para el lector contemporáneo y aun para la editorial
concreta, que son los que le encargan y compran su trabajo. Y ésta es la causa del
carácter, temporal de cada traducción y, en cierto grado, del dramatismo de la gran
misión del traductor.
Las obras maestras de la literatura universal nunca envejecen y por más brillantes
traducciones que hayan tenido, siguen esperando sus nuevas interpretaciones al cam-
biarse una o dos generaciones de lectores nacidos ya en otra época histórica y ema-
nados de otras tradiciones culturales. En Rusia a partir del siglo XVIII publicaron
decenas de interpretaciones del Quijote, que sigue esperando ya una versión nueva,
actual y adecuada a la época, que actualice la nueva proyección de la obra inmortal en
el nuevo lector. La traducción de N. Liubimov es considerada como la cumbre entre las
traducciones cervantinas y tan querida por varias generaciones de lectores que dis-
frutaron de la lectura amena que superaba las pesadas versiones anteriores siendo
adecuada, es decir, correspondiendo del todo a las demandas y la experiencia del lector
y, al mismo tiempo, al contexto estético, cultural y espiritual de la época. Pero... ¿es
esta traducción adecuada a la percepción de la obra por el lector actual, puede esta
traducción considerarse equivalente al original hoy en día, pasados ya casi 40 años
desde su primera publicación?
El gran poeta y traductor ruso S. Marshak comparaba el arte de traducir con el arte
de pintar retratos. Siguiendo esta comparación tan acertada quiero añadir que, aun
pintando el mismo modelo, distintos pintores eligen su propio escorzo, su propia
óptica, revelando en el retrato pintado los rasgos del carácter de este modelo des-
conocidos aun por el que posa, y al mismo tiempo los pintores descubren su propio
mundo interior. En estos retratos se refleja distinta actitud hacia el objeto de repre-
sentación. ¿Puede el retrato pintado ser adecuado (igualado, idéntico) a este objeto? La
pregunta es lógica: ¿Desde qué punto de vista?
Consideramos como ejemplos de las cumbres de la traducción las traducciones de
Kafka o Hermán Melville hechas por Jorge Luis Borges, en las cuales al mismo tiempo
se refleja su personalidad artística, la insólita fisonomía del gran escritor. Les pongo
como ejemplo el caso de la borgesización del original de la novela «Bartbieby» de
Melville, cuando Borges transforma los simples «steps» (escaleras) de la cárcel en su
traducción en un término típico borgesiano: «antesalas», y según él, seguro, es la va-
riante que era adecuada al significado del original'.
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En su interesante artículo «Ficciones y teorías en la traducción: Jorge Luis Borges» Ana Gargatali da muchos
más ejemplos de la borgesización de la obra de este escritor y la de Kaílca.( «Livius», León, 1992).
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Lo mismo dice el traductólogo eslovaco A. Popovich considerando el concepto propuesto por Nida
-equivalencia textual- como equivalencia estilística «es decir de las resoluciones estilísticas del autor a nivel de la
homogeneidad de los recursos expresivos, realizados en la estructura del texto».
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tener en cuenta lo que el contexto en que fue creada la traducción puede coincidir o no
con el contexto y las circunstancias de su percepción.
Creo que podemos argumentar el empleo del término equivalencia con la compa-
ración banal con los equivalentes de las monedas nacionales: dada una serie de condi-
ciones y circunstancias (entre otras la coyuntura socioeconómica) se establece, por
ejemplo, que un dólar equivale a cien pesetas está claro, que esta correlación cuando
uno cambia por otro puede ser injusta o correcta desde el punto de vista económico o
político y tiene el carácter temporal, y que sin duda alguna en futuro este equivalente
cambiará, porque cambiarán las condiciones y circunstancias de su uso siendo la
misma su función acondicionada por la necesidad objetiva de sustitución.
El carácter pragmático de la equivalencia lo determinó el traductor y traductólogo
ruso N. Morozov, aunque hablaba en su libro sobre la «precisión de la traducción», que
según él: «es la noción viva, dinámica... cuyo criterio refiriéndose a la precisión de un
contexto traducido en la composición general está determinado por el destino de la
obra» (Subrayado por Morozov, p.45 1).
El enfoque estructuralista, contando con la importancia de la equivalencia en la for-
mación del comunicado -el texto traducido-, permite valorarla como la categoría no-
cional, cuyo contenido es poliestratificado, basándose como mínimo en dos niveles:
extrasituacional (denotativo o referente, etc., según diferentes sistemas terminológicos)
y pragmático (comunicativo, modal, etc.) que correlaciona TO y TM como el acto
comunicativo con sus componentes: los partícipes de la comunicación, su tiempo y
lugar.
Así pues la equivalencia de la traducción analizada desde distintos puntos de vista y
considerando los aspectos pragmáticos y comunicativos nos permite estudiar la historia
de las traducciones de la obra de cierto escritor o cualquier literatura nacional en gene-
ral, dado que la equivalencia de cada traducción inevitablemente resulta condicionada
por el contexto histórico-cultural de la época de su creación, es decir, el estado del
idioma, cultura, sociedad, etc. Es por eso por lo que podemos valorar la equivalencia de
la traducción sólo teniendo en cuenta la tradición nacional de la traducción y la tra-
dición de las traducciones de una literatura o un autor concreto, sin olvidar la tradición
de la percepción y apreciación de su obra. Considero no productivas y erróneas las
tentativas de valorar la equivalencia de las traducciones realizadas en las épocas ante-
riores desde las posiciones de hoy en día.
Por lo tanto para valorar la equivalencia de las traducciones de la obra de un autor o
una literatura en cuestión hay que reconstruir «su circunstancia» -el contexto histórico-
cultural de su época- y cuando valoramos la equivalencia de las traducciones modernas
es imprescindible saber el contexto actual y respetar la tradición de la traducción.
Desde este punto de vista quisiera comentarles una lucha feroz que sigue desarro-
llándose en Rusia con ocasión de la edición, hace dos años, de la segunda traducción de
«Cien años de soledad» de Gabriel García Márquez hecha por M. Bilinkina. La
primera, realizada a finales de los 60 por dos brillantes traductores: Stolbov y Butirina
despertó en el lector ruso no sólo el enorme interés, casi apasionado, hacia una
literatura hasta entonces desconocida -y en general hacia la cultura sudamericana- sino
también provocó el desarrollo de una nueva corriente literaria, plasmando el realismo
mágico del gran colombiano en una nueva especie nacional rusa, es decir, la así
llamada literatura de la nueva ola. Dicha traducción fue la primera en darnos a conocer
122 ^da/adecuaciáiv y> íw equivalencia/ de/ laViadiicdátv:
¿tú/ cueslián/ de/ t&tmUiaíoyúvo/ ¿a- o-pasiciáiv cance/üiui¿?
Obras citadas
Batiushkov F., "Las tareas de la traducción literaria»". 2 ed., San Petersburgo, 1920. (en ruso)
Bajtin M., Problemas de la literatura y la estética. Moscú, 1975. («-«)
Los problemas de la teoría de la traducción en la lingüística extranjera. Moscú, 1978. ( «-«)
Coldrig S., Obras escogidas. Moscú. 1987. ( «-o)
Leviy i.,El arte del traducir, Moscú, 1970. ( «-o)
Morozov M., Las obras escogidas, Moscú, 1979. ( «-«)
Popovich A., los problemas de la traducción literaria. Moscú, 1980. (<-«)
Fiodorov A., Los principios de la teoría general de la traducción.. 4 ed., Moscú, 1983. («-«)