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ENCUENTRO EN EL PARQUE PELIGROSO


ORIGINAL DE RODOLFO SANTANA.
VERSIÓN DE ADRIÁN JIMÉNEZ.

PERSONAJES: ANA
PEDRO
ESCENA UNICA:
La tarde cae sobre el parque en un área cercana a un carrusel fuera de uso y casi desmantelado. Ana se encuentra
sentada en el banco. Lee. Observa a su alrededor. Lee de nuevo y de nuevo busca. Distingue a alguien que se
acerca y se concentra en el libro. Se escuchan cornetas y ruidos de ciudad excesivamente cercana. Entra Pedro
cara cubierta de sospechas, y un traje lleno de bultos misteriosos. Pedro ve a Ana. Ana cruza sus piernas y su
falda se acorta. Pedro la estudia y silba admirativamente. Ana sigue leyendo y cruza y descruza las piernas en un
alarde de su anatomía. Pedro silba de nuevo, con estruendo. Ana deja de leer y ve a Pedro.

ANA: ¿Tiene perro?

PEDRO: (Un poco sorprendido) ¿Yo?... No, no tengo ningún perro.

ANA: Por la forma en que silba parece que tuviera un gran danés sordo.

PEDRO: Silbaba por otra cosa.

ANA: Sus silbidos no me dejan leer. (Ana se concentra en la lectura. Ana cruza las piernas. Nuevo silbido). ¿Es
un tic?

PEDRO: ¿Tronco?... ¿Tic?

ANA: Sí. Nervioso. (Como poseída por un tic de silbido) “Hola... (Silba) No me dejas... (Silba)
Concentrarme... (Silba) Con tanto silbido... (Silba) Ruidoso...

PEDRO: Es por las piernas... (Pedro silba admirativamente).

ANA: ¿Le duelen y silba?

PEDRO: Por tus piernas...

ANA: (Ana ve sus piernas). Ellas no ladran.

PEDRO: Son piernones; digo nones... (Se va alterando en la medida de las dificultades de lenguaje)
¡Cuarterones!...

ANA: ¿Cuarterones?

PEDRO: ¡Porrones!... (Pausa corta. Trata de tranquilizarse) ¡Pier-ní-si-mas!...

ANA: (Ana se ve las piernas). Un poco gruesas. Creo que son así por huir de hombres que aparecen de repente
silbando.

PEDRO: (Pedro ríe. Ana lee). ¿Puedes leer?


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ANA: Desde los tres años.

PEDRO: Lo digo por la poca luz.

ANA: Perfectamente.

PEDRO: Te vas a dañar la vista.

ANA: Es mi vista y la novela está interesante.

PEDRO: (Pausa corta) Eso es lo malo... Digo, de dar consejos cuando no los piden. La borracha de mi abuela
por parte de padre me lo decía: “Deja que la gente se recuente... ¡Digo, arrepiente!... ¡Coño, deja que la gente re-
vien-te sola! No les avises”...

ANA: ¿Tartamudeo?

PEDRO: (Pausa corta) No. No es tártaro, tartufo, tartrajo, tartajeo... ¡Tartamudeo!...

ANA: Menos mal...

PEDRO: “Tres tristes tigres trotan trillando trigo tras tres trogloditas trotamundos”.

ANA: Da la apariencia de problemas con el lenguaje...

PEDRO: Para nada.

ANA: (Pausa corta) Es evidente.

PEDRO: Se trata de pérdida de... de... de...

ANA: ¿Un hoyo en el bolsillo de las ideas?

PEDRO: ¡Eso!.. Se escurren y caen en el piso como monedas...

ANA: (Detalla a Pedro) No debe ser un gran despilfarro...

PEDRO: (Atento a su explicación) Un desfase en el aparato lógico... En ocasiones quiero expresar una tea...
¡Idea!... sobre derivados del petróleo y sale un ornitorrinco desplumado...

ANA: ¿Ornitorrinco?

PEDRO: Lo que toco...

ANA: ¿Qué tocas?

PEDRO: No toco nada, digo. ¿Hueles?

ANA: (Huele) Flores, hierbas...

PEDRO: Quise decir ¿Ves? (Se deja oír el metro que pasa debajo del parque) ¡Maldito Metro!
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ANA: ¿Qué pasa con el ornitorrinco desplumado?...

PEDRO: (Al metro bajo tierra) Gusano apestoso, respeta los parques...

ANA: El ornitorrinco...

PEDRO: (Pausa corta. Ve a Ana) Ningún ornitorrinco, es a lo que me refiero... (Rectifica)... salen otras ideas o
una confusión que no tiene nada que ver.

ANA: Suena a periódico egipcio leído al revés con lentes de sol rayados.

PEDRO: (Pausa corta) Supongamos que te veo llegar por la calle. Eres mi amiga...

ANA: Supongamos...

PEDRO: Me acerco y te abrazo con alegría, diciendo “Sentido pésame. ¿Cuál es el precio de los champiñones?”

ANA: Son caros.

PEDRO: La idea que quiero expresar es “Hola, me da gusto verte”... Y sale “Sentido pésame. ¿Cuál es el precio
de los champiñones?”... que es una idea luctuosa, propia de acontecimientos festivos... ¡No, no festivos... fu,
fúnebres... acompañada de una pregunta sobre champiñones totalmente fuera de contexto...

ANA: Eso es un enredo mental.

PEDRO: Un desastre entre las esclusas del consciente y el inconsciente. Una inundación en el ego sin salvavidas
a mano…

ANA: Grave.

PEDRO: De cuidado...

ANA: Con ese pasticho en la cabeza es posible que, si estalla un incendio en tu cuarto, salgas gritando: “¡Viva
la Revolución Francesa!”...

PEDRO: Me ocurrió algo así en México, cuando lo del terremoto... Tú sabes, unas vacaciones que me tomé...

ANA: Tienes poco aspecto de turista...

PEDRO: Tiempos buenos, tiempos malos. El dinero entra y se evapora, pero uno se da buenas rumbas de cuando
en cuando...

ANA: ¿Qué te pasó en el terremoto?...

PEDRO: ¡Todo se movía. Eso es lo más impresionante de los jodidos terremotos. Parece que las cosas tomaran
vida...! ¡El cenicero, las flores, la toalla, el piso curvándose como una odalisca bailando la danza del vientre...
Salí desnudo del hotel que se caía, gritando!... “¡Tres tacos con guacamole! ¡Tres tacos con guacamole!” ¿Te
imaginas? ¿Qué tiene que ver el guacamole con un terremoto de 7 en la escala de Richter?.. Yo, quería decir...
¡“Ayúdame, Virgen del Carmen”!
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ANA: ¿No has visto ningún médico?

PEDRO: (Se altera visiblemente) ¿Médicos? ¿Has dicho médicos?

ANA: Si, médicos...

PEDRO: (Con rencor) ¡Ellos!... ¡Ellos son los héroes del renacimiento!

ANA: ¿Héroes?

PEDRO: ¡Los caballeros templarios!

ANA: ¿Templarios?

PEDRO: ¡Coño, cul-pa-bles! ¡Culpables! Estoy así, en medio de este caos de la paridad del dólar... ¡Digo, de
conceptos que entran y no son, por ellos!

ANA: ¿Los médicos te causaron esa dolencia?

PEDRO: ¡Me gusta bailar bolero pegado!... Este, sí... ¡Sí!...

ANA: (Pausa. Ana lo ve). Los médicos curan.

PEDRO: (Pedro ríe suave hasta que brota una carcajada incontenible). ¡Qué ingenua!

ANA: Me vacunaron contra la poliomielitis, operaron mis amígdalas, el apéndice...

PEDRO: ¿A qué costo?

ANA: Los médicos comen. Hay que pagarles.

PEDRO: (Ríe) ¡ellos comen!...¡Devoran!... Nunca están satisfechos... Los hijos de la gran camella en las calles
de Trípoli. ¡Los médicos son la peste de la humanidad! Cualquier enfermedad... y eso incluye todo tipo de cáncer
terminal, es deseable antes que caer en las manos de un médico...

ANA: ¿Qué te hicieron?

PEDRO: ¿Te interesa?

ANA: Pues... (Pausa corta) Sí...

PEDRO: (Pausa corta. Rápido) Todo comenzó con el dolor de cabeza, mi parálisis vocacional y la presencia de
Doc Ximandro...

ANA: ¿Todo junto?

PEDRO: Para mi desgracia...

ANA: ¿Quién es Doc Ximandro?...


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PEDRO: Médico internista, instructor vocacional, sociólogo y psiquiatra...

ANA: ¿Cuatro títulos?...

PEDRO: Ajá...

ANA: Una eminencia. Sígueme contando...

PEDRO: (Ve a Ana. Pausa corta) Es cosa personal... (Ana lo ve. Afirma y sigue leyendo) Ni te conozco... ¿Crees
que puedes llegar y conocer mi reglamento para las carreras de caballos... (Rectifica) ¡Intimidad!... así como
así?... (Pausa corta) ¿Esperas a alguien?

ANA: No.

PEDRO: (Asombrado) ¿Qué no?

ANA: No es para asombrarse.

PEDRO: Las mujeres solas cuando uno las aborda siempre dicen que esperan a alguien. Es una rosa, digo, ropa
deportiva... ¡Menstruación!

ANA: ¿Menstruación?

PEDRO: ¡Regla!... Pero regla como norma... Y más en este sitio... a esta hora...

ANA: Me gustan estos momentos del día, el filo de sus colores, la luminosidad tomando ropajes oscuros...

PEDRO: (Pausa corta) Poético, pero este parque es muy peligroso. Cuando la luminosidad toma su ropaje oscuro
suelen ocurrir en él todo tipo de delitos...

ANA: ¡No me diga!

PEDRO: ¿Te asustas?

ANA: Ni pizca.

PEDRO: Pues deberías. Cuando digo todo tipo de delitos... es porque se trata de “Todo tipo de delitos”...

ANA: Sé cuidarme.

PEDRO: Aquí pasan: Casamientos, bautizos, verbenas de la Sociedad de Padres y Representantes...

ANA: ¡Qué bien!

PEDRO: ¡Quiero decir Asesinatos, violaciones y robos de todo tipo!

ANA: ¿Asesinatos?
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PEDRO:(Observa alrededor) ¿Ves esa enorme ciudad que nos rodea?... (Pausa. Se escuchan ruidos de la ciudad)
Tantas luces y calles... ruidos... Está llena de seres humanos, esclavizados en corporaciones... De día traen aquí a
los niños para que monten bicicletas, jueguen a la pelota, remen en el lago, disfruten el carrusel destrozado y no
piensen en el mundo que les toca... De noche surgen otros especímenes que saben perfectamente cómo funciona
el mundo y masacran, asaltan, violan, destripan, humillan y aúllan...

ANA: Tengo el derecho de caminar o sentarme donde me venga en gana, a la hora que sea.

PEDRO: El mes pasado agarraron a un loco furioso que mató a seis mujeres después de violarlas.

ANA: ¿Vio? Ya no hay peligro. El loco fue capturado.

PEDRO: El suceso tuvo un gran despliegue periodístico. Tanto, que ahora todos los paranoicos y sádicos de otros
parques y calles vienen y se instalan aquí todas las noches para ganar estatus en el mundo del crimen. Este oasis
de verdor en el que nos encontramos es algo así como La Meca para los desajustados de la ciudad.

ANA: (Estudia el parque) Se ve un parque pacífico.

PEDRO: Hacen pic-nic y todo. ¿Has visto un pic-nic de sádicos?... (Ana niega) Es la cosa más graciosa que te
puedas imaginar: socializan, beben como abogados en el club y cantan canciones groseras mientras destripan
niñas.

ANA: ¡Qué lindo!

PEDRO: (Indica el banco) El sádico asesino las violaba y asesinaba en ese banco.

ANA: ¿Aquí?

PEDRO: Ajá.

ANA: (Estudia el banco) No se ven rastros de sangre...

PEDRO: La limpiaron con manguera para que los niños no jugaran con la sangre...

ANA: Grotesco...

PEDRO: Y casi todas las mañanas aparece un cadáver entre las flores...

ANA: Antes, entre las flores, correteaban ardillas... (Con cierta nostalgia) Ya no es el mismo parque... PEDRO:
Muchos de los difuntos, cosa extraña, tienen una sonrisa en el rostro...

ANA: ¿Sonrisa?

PEDRO: Ajá... De esas sonrisas de los marineros cuando llegan a puerto... (Pausa corta) La sonrisa del novio
ante el altar viendo avanzar a la novia... Sonrisa de muerte bienvenida...

ANA: Eso también suena un poco poético...

PEDRO: Tengo mis deslices... ¿Qué te crees? ... Uno que otro cuaderno lleno de poemas... Lo cierto es que
circula el rumor de un ángel, con alas y aura en la cabeza, matando gente en este parque con una espada luminosa...
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ANA: ¿No será un paranoico con una linterna?

PEDRO: Es un homicida especial, de eso no hay duda... Y estos parajes le gustan...

ANA: Debe ser por los animales del carrusel... Tienen el lomo cargado de niños, la mirada repleta de sueños...
(Cierra los ojos) Cierras los ojos, te serenas... (Respira un poco)... y puedes escuchar un tambor de risas
reventando en la memoria... Todos los niños que habitaron alegrías aquí, permanecen quietos en el tiempo,
esperando que alguien escuche para desgranar risas como hojas que caen...

PEDRO: Este es el lugar favorito del ángel asesino, que te lo digo yo...

ANA: (Abre los ojos. Mira a Pedro) Pueden ser la jirafa y el león del carrusel...

PEDRO: ¿Qué pasa con ellos?

ANA: Sus fantasmas defienden el lugar de sujetos indeseables…Quizá la inocencia aprendió a defenderse y de
noche rondan como furias para que nadie moleste la memoria del carrusel… Devoran el ruido del Metro,
desgarran los cornetazos, aterrorizan a los maleantes...

PEDRO: (Pausa corta) Es un sitio triste...

ANA: Me llena de nostalgia... (Ve a Pedro) ¿Usted es paranoico?

PEDRO: (Pausa corta) Yo, pues…Doc Ximandro me decía psicopatón, pero con cariño...

ANA: ¿Y sádico?

PEDRO: Pues, pues... (Medita) Algunas niñas me han gustado de vez en cuando, sobre todo cuando tienen poco
desarrolladas las glándulas mamarias. Pero no... Casi puedo jurar que no soy sádico.

ANA: ¿Casi?

PEDRO: Ajá. Exceptuando a esas ninfas corruptoras de mayores que abundan cada vez más... Pero no soy sádico
al estilo de mi amigo Enrique...

ANA: ¿Usted tiene un amigo sádico?

PEDRO: ¡Y de los profesionales!... Un verdadero “Iniciador de niñas en el glorioso camino del sexo”. Así se
define Enrique. Se molesta si alguien le dice corruptor. Es un filósofo, me parece. Todas sus niñas lo aman y el
encuentro con él las madura. Lo he visto llorar cuando alguna predilecta cumple los trece años... “Ya es una
anciana”, gime. Y se niega a comer o a salir de la habitación...

ANA: Una verdadera tragedia.

PEDRO: Y más para las niñitas que se resisten a perderlo.

ANA: (Pausa corta. Ve a Pedro) Ahora, después de tantos cuentos... ¿Podría dejarme leer?

PEDRO: Es mala circuncisión... ¡Educación!... leer cuando se tiene un diálogo.


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ANA: No me deja disfrutar la novela. Si fuera una persona menos paciente ya habría llamado a la policía.

PEDRO: (Ríe) ¡Policía! ¡Qué graciosa!

ANA: (Se incorpora y busca) Ya que insiste en molestar...

PEDRO: La policía no entra en este parque después de las seis. No se arriesga por un sueldo miserable...

ANA: Aún es temprano.

PEDRO: (Ve su reloj) Las seis y diez. (A Ana) La impunidad domina en este lugar desde hace diez minutos...
ANA: (Llama) ¡Policía! ¡Policía!

PEDRO: Grita lo que quieras. Es como si estuvieras en el desierto de Gobi o en las profundidades de la selva
amazónica.

ANA: Entonces usted también corre peligro.

PEDRO: ¿Yo?.. (Ríe) ¡Esa si está buena!...

ANA:¿Por qué se ríe?

PEDRO: Yo soy colega. Soy del medio, del gremio ¿Comprendes? Vengo aquí todas las noches.

ANA: ¿Trota? (Pedro niega) ¿Observa las estrellas? (Pedro niega) ¿El comportamiento de las aves nocturnas?

PEDRO: Negocios...

ANA: ¿Qué tipo de negocios, si puede saberse?

PEDRO: No puede saberse.

ANA: ¡Qué misterioso!

PEDRO: Secreto profesional.

ANA: ¿Y sus actividades mercantiles lo salvan de cualquier ataque?

PEDRO: Más o menos. Además, soy hombre… Y encantador...

ANA: ¿Encantador?...

PEDRO: Digo, mal-en-ca-ra-do, si es que no te has dado cuenta.

ANA: Me di cuenta.

PEDRO: ¿Tienes miedo? ¿Estas asustadita?

ANA: (Pausa corta. Vea Pedro) Y dígame... ¿El ser hombre lo libra del peligro?
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PEDRO: Un poco. Es normal. ¿No crees?.. Somos fuertes. Más dados a las cosas duras.

ANA: ¡Por favor!... Aunque yo sea una mujer me siento bien. Estoy tranquila.

PEDRO: Pues no deberías.

ANA: No me siento débil para nada.

PEDRO: En cualquier momento llegan “Los Malosos” y te dan una redoblona que te deja seca para toda la vida.

ANA: ¿Redoblona?

PEDRO: Violación en masa, para ser más contrito... ¡Preciso!... Si te ven, te devora la manada ¡Oleee!(ríe)
ANA: ¿Y cuántos son “Los Malosos”?

PEDRO: Doce.

ANA: ¿Cómo los apóstoles?

PEDRO: Doce sementales malditos amamantados por Lucifer.

ANA: Que yo sepa, Lucifer nunca dio la teta.

PEDRO: Es un decir.

ANA: ¿Y me violarían?

PEDRO: ¡Qué inocente! ¿De dónde saliste tú?

ANA: De mi casa.

PEDRO: ¿No entiendes la Constitución? ¿La ley de la calle?

ANA: Estoy en un parque, leyendo, y soy interrumpida por un señor alarmista con problemas mentales...

PEDRO: (Corrigiendo) ¡Confusión de ideas!

ANA: Tienes el cerebro como un colador de papas fritas.

PEDRO: Por de los médicos.

ANA: Quiero este parque. Me gusta este parque y me quedo en este parque. ¿Ve ese elefante?...

PEDRO: El pobre está destruido...

ANA: Se llama “Bambi”...

PEDRO: “Bambi” es un venado... Quieres decir “Dumbo”...


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ANA: A los cinco años lo bauticé “Bambi” contrariando toda la influencia de Disney... Durante toda mi niñez,
los domingos, me senté sobre su lomo. Aquí hay parte de mi vida... Una parte llena de luz, protegida con los
brazos fuertes de mi padre...

PEDRO: Yo también venía cuando niño...

ANA: ¿Si?... No recuerdo ningún niño como tú...

PEDRO: Me traían los domingos en la tarde...

ANA: A mí en la mañana...

PEDRO: Puede decirse que no fuimos amigos de infancia por cuestión horaria...

ANA: Es posible... (Indica) Veníamos caminando por la entrada de las ardillas... Ellas vivían en un grupo de
pinos que tumbaron hace años
PEDRO: Recuerdo los pinos y las ardillas...

ANA: (Indica) Y salía por la entrada del lago pequeño, que estaba lleno de truchas... (Pausa corta) Que triste,
secaron el lago para levantar una pizzería...

PEDRO: (Se escuchan silbidos. Pedro se alerta). Peligro, muchacha..

ANA: (Para si) Odio esa pizzería...

PEDRO: (Rápido) Si “Los Malosos” te consiguen no te dejarán un agujero sano. Te romperán hasta los tímpanos.

ANA: ¿Por qué los tímpanos?

PEDRO: No perdonarían ni tus orejitas.

ANA: Yo hablaría con esos caballeros y serían incapaces de molestar la velada de una muchacha decente que
quiere recordar... (Pausa. Pedro mira a Ana con estupor).

PEDRO: Escucha... El mayor placer de esa pandilla es destrozar todo lo decente. ¡Ni se te ocurra mencionarles
esa palabrita! La odian especialmente. Es la contraseña ideal para soltar sus instintos... La única manera... ¡La
única!... lejana, de poder salvarte sería mintiendo. Diciéndoles por ejemplo que eres una puta traqueteada que
sufre de sífilis.

ANA: ¿Qué se ha creído, insolente? ¡No soy ninguna puta!

PEDRO: Fue un ejemplo.

ANA: ¡Ni sufro de sífilis!

PEDRO: Pueden robarte, drogarte, violarte, asesinarte, secuestrarte, golpearte, amordazarte y triturarte.

ANA: ¿Sabe lo que es usted?... Un mitómano degenerado.


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PEDRO: (Se asombra. Luego se ríe) ¡Tienes unos ovarios de elefanta! (Hace un gesto ampuloso con la mano)
¡Así!... (Se le acerca) Escucha, no es cuestión de principios feministas ni derechos ciudadanos...

ANA: Exactamente de eso se trata, señor...

PEDRO: Se trata, en primera instancia, de tu físico, niña. Si te empeñas en valores cívicos vas a salir de aquí
irreconocible... ¿Para qué gastar en una clínica de recuperación si puedes evitarlo? ¿Para qué engordar a los
malditos dromedarios... ¡Digo, doctores de mierda!... psiquiatras saturados de perversiones, en una cura de sueño
eterna, si puedes entrar en razón y salvarte?

ANA: No tengo miedo...

PEDRO: Claro, eres una heroína. Tienes chaleco antibalas, cinturón de virginidad y la caballería esperando que
grites... (De nuevo el ruido subterráneo del metro).

ANA: (Patea el suelo, refiriéndose al metro) Cucaracha de latón...

PEDRO: (Da saltos como si estripara algo) ¡Muérete, lombriz! ¡Sabandija canalla!...( Aguantan el paso
del metro. Pausa. Pedro observa a Ana).
PEDRO: Voy a ayudarte...

ANA: No necesito ayuda.

PEDRO: De todos modos, te la doy. ¿Qué tal? Ven te acompaño hasta la salida del parque.

ANA: No gracias. Quiero respirar el aire de la noche.

PEDRO: Tu inocencia te salva, a pesar de tener muy buenas piernas. (Hace gesto de avanzar) Vámonos...

ANA: He dicho que no quiero irme. (Ana se yergue en el banco. Lee.)

PEDRO: ¿Hablas en serio?

ANA: Siempre.

PEDRO: (Estudia a Ana que lee) No puedes leer. Está oscuro. Es de noche. ¿No te das cuenta? (Ana ve
a Pedro, desafiante. Abre su cartera y saca una pequeña linterna. La enfoca sobre el libro. Lee).

PEDRO: (Ríe) ¡Estás llena de trucos!... ¿Cuál es tu nombre?

ANA: (Pausa corta) Ana...

PEDRO: Yo me llamo Pedro... (Se dan la mano). Tienes una bonita sonrisa...

ANA: Si la hubieras visto cuando niña.

PEDRO: ¿Fea?

ANA: Me decían “Tiburona”... En los juegos a los niños los obligaban a besarme como penitencia... Ya puedes
imaginarte como estaban de torcidos. Si no es por los aparatos...
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PEDRO: (Removiendo la memoria) Había una niña... Sí... yo venía con mi madre hacia el Tiovivo y siempre me
cruzaba con ella... me sonreía con una boca que parecía una picadora de carne...

ANA: Era yo, seguro... Fueron años en que sólo eran dientes... El cuerpo era una tribuna que sostenía un amasijo
dental. Mis labios no podían cubrir tanta voracidad mal hecha...

PEDRO: (Se escuchan voces. Silbidos. Escuchan. Alerta) Vete preparando, Ana. Esto se va a llenar de malantes...

ANA: Eres maniático, por lo visto.

PEDRO: (Tras pensar furiosamente) Ajá, tengo la solución. Si aparecen les diré que eres mi compañera.

ANA: ¿Compañera?... No me gustan esos enrredos.

PEDRO: Así no te harán daño. En el hampa existe un código de honor. Si les digo que eres mi compañera nadie
te tocará. Te sonreirán, te ofrecerán un poco de coca o yerba y serán buenos contigo.

ANA: Pedro, tienes una imaginación fantástica.

PEDRO: Lo digo en serio.


ANA: En tu historia hay grietas. ¿No te das cuenta?

PEDRO: ¿Grietas?...

ANA: Si en este parque hay criminales y ellos te respetan es porque también eres un criminal...

PEDRO: (Pausa corta).Estás resultando una mezcla de Marco Polo con Cristóbal Colón y Américo Vespucio...

ANA: ¡No me vengas con cuentos! No tienes aspecto de criminal, no hablas como criminal ni actúas como tal.

PEDRO: ¡No me insultes, coño!

ANA: ¡Eres un caballero!

PEDRO: ¡Ana respétame! (Se toca la frente) ¿Qué me pasa hoy? ¿Tendré fiebre? ¿Me estaré ablandando? ...
¿Cuál es la edad en que los delincuentes se acicalan... ¡Digo, se apoltronan!... y pierden el vigor?... (A Ana)
Bueno, sigamos tu lógica... Soy un criminal... (Ana ríe) Lo soy...

ANA: Que simpático eres Pedro...

PEDRO: El tipo que acuchillé la semana pasada no opinaba igual.

ANA: (Simulando horror) ¡Qué terrible!

PEDRO: Ni la anciana que desvalijé ayer a la salida de un banco...

ANA: Tienes unas fantasías un poquitín retorcida...

PEDRO: Ni la adolescente que violé hace un mes... ¡Todos chillaron!... Todos me gritaron “Criminal”, “Sucio”,
“Hijo de Dios bendito”...
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ANA: ¿Hijo de Dios?

PEDRO: Hijo de puta...

ANA: (Pausa corta) Ese embrollo que tienes en la sesera es bien peligroso, Pedro...

PEDRO: Lo sé... La verdad... (Pausa corta) No me deja impugnar las leyes en el senado... (Un poco alterado)
Vivir normalmente... eso, vivir como se debe, sin esa feria de ideas sin sentido buscando turno para salir... Tengo
una emocionalidad fractu... (Busca) fractu...

ANA: Fracturada...

PEDRO: Eso. El cerebelo como unos spaguettis a la boloñesa...

ANA: Hay un momento en que tienes que montarlo en la olla...

PEDRO: ¿Qué cosa?

ANA: El cerebelo... cocinarlo, hacer la salsa, ponerle el queso parmesano... De cerebelo a spaguettis a la boloñesa
hay un trecho...

PEDRO: El suplicio... la salsa... se inició hace años, cuando terminé el bachillerato con las mejores notas en toda
la historia del prostíbulo...

ANA: (Rectificando con amabilidad) Colegio...

PEDRO: Ajá... Los profesores me vaticinaban una carrera llena de éxitos, mis condiscípulos igual, pero... ¿Cuál
carrera?... A mis dieciocho años estaba lleno de alientos. Deseaba internarme en las rutas de la astrofísica, los
vericuetos de la ingeniería genética y los soles de la metafísica... Todo me era reconocible y revelador: la
economía, ciencia, literatura, botánica... (Pausa corta) Me entró pánico vacacional...

ANA: Vocacional...

PEDRO: ¿Qué estudiar? ¿Dónde irrumpiría con mi lucidez a ofrecer descubrimientos?... Entré en el
supermercado...

ANA: Entraste en crisis...

PEDRO: Había crisis, sí, pero también entré un día al supermercado y me compré una botella de ginebra... Yo,
abstemio, me refugié en la bebida para resistir el miedo que me daba reinventar el mundo...

ANA: Ese desconcierto lo sufre la mayoría de los jóvenes...

PEDRO: Pero ninguno se encuentra en el camino, como yo, al Doctor Anaximandro, que Satanás tenga en lo
más profundo de su regazo, haciéndole cariñitos con sus garras... Una eminencia, sin duda... Nadie lo diría al
verlo: pequeño, delgado, de barbita... En la primera sesión que tuvimos sacó al tigre y me quitó el dolor de cabeza
que tenía desde hace meses...

ANA: Quieres decir que sacó la libreta de apuntes o el estetoscopio...


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PEDRO: No, no...

ANA: Dijiste tigre...

PEDRO: Eso, a “Sandokán”, un tigre de Bengala que tenía en el consultorio. Abrió la puerta de la jaula y lo
metió en la habitación para quitarme el dolor de cabeza...

ANA: Un analgésico extraño...

PEDRO: ¿Qué tal que te encuentres cómodamente acostado en el diván de un consultorio en pleno centro de la
ciudad y de pronto sientes un aliento fétido en la cara, abres los ojos y te encuentras con la mirada amarillosa y
fija de un tigre de Bengala de metro y medio de altura, dos y medio de largo y trescientos kilos de peso?

ANA: Difícil de creer...

PEDRO: ¿Qué harías?...

ANA: Me orino...

PEDRO: ¿Te orinas?... ¡Te meas, te cagas, vomitas, sudas y te mueres!... Esa fue mi primera sesión con el Doctor
Anaximandro. ¡Qué terror!... ¡Déjenme salir, coño! ... ¡Qué me come! ¡Qué me llena de saliva y de pelos! (Pausa
corta). Claro, era un tigre de Bengala amaestrado... ¡Mierda, pero siempre será un tigre! ¡Una monstruosidad de
gato peludo que me paralizó la sangre! Enmierdado como estaba, el doctor me obligó a jugar con el maldito tigre...
Hizo que lo cabalgara, que combatiera con él, que le pegara y metiera mi cabeza entre sus fauces hediondas... Al
cumplirse los cuarenta y cinco minutos de la sesión salí encanecido, lleno de mierda hasta las pestañas, pero sin
miedo...

ANA: Extraña terapia...

PEDRO: “O te mueres o te curas, comemierda”, me gritaba el Doc con un látigo en la mano, de pie sobre su
escritorio... (Azota el aire con un látigo invisible) ¡Chas! ¡Chas!... ¡Chas!...”Terror se combate con terror. Mientras
la noche es más oscura más pronto amanece”. Gritaba... con el tiempo llegué a decirle Doc Ximandro...

ANA: ¿No lo denunciaste?

PEDRO: (Pausa corta). Me quitó todas las inhibiciones...

ANA: ¡Pero ese hombre es una amenaza!...

PEDRO: Era...

ANA: ¿Murió?

PEDRO: Sí, de (Pausa. Respira) Infarto al miocardio... (Pausa corta) ¿Dije infarto al miocardio?...

ANA: Sí, lo dijiste bien… Entonces si Doc Ximandro murió el mundo está más seguro...

PEDRO: Depende del punto de tacto...

ANA: De vista...
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PEDRO: Como ya sabes, nadie en este mundo odia a los doctores más que yo... y especialmente al Doc, que fue
el directo causante de mi odio... pero presumo que todo lo que siguió luego... incluso esta... esta confusión en mis
carnavales de Río de Janeiro...

ANA: Ideas...

PEDRO: Se debió a un renacimiento del miedo durante el tratamiento vocacional que me impartió Doc
Ximandro...

ANA: Supongo que el tratamiento vocacional fue menos traumático que el tigre de Bengala...

PEDRO: Tanto o más...

ANA: ¿Te metió un rinoceronte mientras tomabas la ducha?

PEDRO: Doc Ximandro me presentó un cuadro descarnado de la sociedad en la que pensaba desempeñarme
como un caballero de la tabla redonda a la búsqueda del Santo Grial... Destrozó todas las profesiones que me
motivaban... Medicina, especialmente. Antes la adoraba. Pensaba en curar el cáncer, en lograr la fórmula de la
eterna juventud, trasplantar cerebros... Doc Ximandro me llevó a hospitales, en una aventura del dolor ajeno y la
muerte, donde demostró que la medicina es hoy por hoy un comercio descarado donde la salud y la enfermedad
son monedas de gran valor. El paciente es lo de menos, lo valioso es el valor de su dolencia y cuánto puede
prolongarse ésta en un tratamiento que vaya directamente en detrimento de sus bienes...

ANA: No todos los médicos son mercaderes.


PEDRO: También me probó que a los médicos altruistas por lo general se les mueren los pacientes. Al no ganar
dinero no tienen oportunidad de equipar bien las clínicas...

ANA: ¿Hundió tus expectativas en todas las otras profesiones?...

PEDRO: Me mostró la realidad y el objeto último de las profesiones... Doc Ximandro me enseñó que los ideales,
la piedad, el amor y la solidaridad entre los seres humanos se han transformado en artículos de la Industria de
Placer...

ANA: ¿Industria de Placer?

PEDRO: Ajá...

ANA: No entiendo...

PEDRO: Cada vez más y de manera creciente, el hombre desarrolla instancias para el disfrute... Los medios
audiovisuales con su carga de ficción y publicidad... Las Corporaciones de la Seducción...

ANA: ¿Corporaciones de Seducción? ¿Es un enredo de ideas?

PEDRO: No, no... Fíjate en la moda, el maquillaje, el turismo, el cultivo del físico, la ficción, el consumo de
cosas inútiles, el confort... Son Corporaciones de Seducción en la Industria del Placer.

ANA: Algo hay de eso...


16

PEDRO: Según Doc el hombre se ha vuelto una mercancía que adquiere mercancía. Una mercancía explotable
que a su vez explota a otros. Capaz de disfrutar de ciertos sentimientos como el amor o la piedad sólo en la
contemplación de la ficción: una buena película, una telenovela, pero no en su vida diaria donde se desempeña
como una bestia sanguinaria...

ANA: Ese Doc estaba rematadamente loco...

PEDRO: Ni tanto...

ANA: Por un lado, lo odias; pero por otro pareces admirarlo...

PEDRO: Destrozó mi inocencia mostrándome abruptamente la verdad de la medicina…(Pausa corta)Y de la


vida… Una verdad que no pude asumir... Por lo general la inocencia en la vocación se pierde gradualmente. El
joven estudiante idealista va internalizando poco a poco los estragos y la depredación que utilizará posteriormente
en su consultorio... Fíjate los barcos en las riberas del Danubio...

ANA: ¿Qué tiene que ver?...

PEDRO: ¡Médicos!... detállalos bien... es raro aquél que al entrar a la facultad no piense en ser un apóstol, un
santo varón que erradicará sin ningún interés todas las endemias... ¿Y qué terminan siendo?... Mercaderes de la
muerte...

ANA: Exageras.

PEDRO: Y más ahora, con la extinción del elefante rosado en las selvas de Kenia...

ANA: No hay elefantes rosados...


PEDRO: Ahora, según Doc Ximandro estamos en los albores de un esclavismo sin látigos ni cepos, lleno de
sindicatos y contratos, pero esclavismo puro... A través de esa pauta me inclinó al estudio de la medicina, acentuó
mi amor hacia ella, pero haciéndome aceptar que terminaría siendo un feroz traficante de vidas y órganos...

ANA: ¿Y eso que te provocó?...

PEDRO: La mística me estalló como una granada y un buen día se reunificó Alemania... (Rectifica)... un día
amanecí. Con la incoherencia en la cabeza, incapaz de una lógica responsable... Me hundí en el anonimato, entre
las masas de rebeldes, criminales y sobrevivientes... y aquí estoy...

ANA: Te veo.

PEDRO: Eres la primera que sabe el cuento.

ANA: Gracias por la confianza.

PEDRO: ¿Por qué te abrí mi alma de esa manera?

ANA: Es mi destino...

PEDRO: ¿Eres peluquera?

ANA: No.
17

PEDRO: Todo el mundo le cuenta cosas a las peluqueras. También a las mesoneras en los bares. ¿Eres
mesonera?... (Ana niega) ¿Modista?

ANA: (Sonríe) Fui modista, pero abandoné esa profesión... Diseñaba y hacía mi propia ropa... (Se levanta y
muestra) ¿Te gusta?

PEDRO: Tiene buen corte...

ANA: (Se sienta) Una creación bastante vieja... (Se ve las manos) Mis manos ya no son las mismas...

PEDRO: Siempre son iguales, a no ser que sufras artritis...

ANA: Cambian Pedro, las manos cambian... Ahora mis manos... sólo oprimen botones... teclas... las veo y… veo
que... que son incapaces de apreciar una tela, disfrutar la textura de la seda...

PEDRO: ¿Por qué?...

ANA: Pedro las manos tienen vida propia… Hacen cosas inimaginables… Creo que el alma camina entre los
dedos… El alma ve por las uñas, se asoma en las pequeñas ventanas que tenemos en los dedos... (Pausa corta.
Evade la pregunta) Aparte de tus actividades delictivas... ¿No deseas otra cosa?

PEDRO: La confusión no me deja espacio...

ANA: ¿Una pequeña luz?

PEDRO: Si no es por el delito estaría frustrado. En la actividad criminal no se habla mucho y eso me favorece...
aunque... (Ve a Ana) pues... un día le puse un cuchillo a un hombre en la barriga para desvalijarlo y...

ANA: ¿Y?...

PEDRO: “Dame un besito de lengua”...

ANA: (Ríe) ¡Le dijiste!...

PEDRO: En vez de pedirle la cartera, le susurré amenazante... (En tono rudo) “Dame un besito de lengua”... (Ana
ríe) El hombre me miró y, todo asustado, me lo dio metiéndome la lengua hasta las cuerdas vocales... (Ana
aumenta la risa) No me parece gracioso...

ANA: (Ríe) ¿Qué hiciste?

PEDRO: Nada vacilarme mi beso ¿Qué más iba a hacer? Al menos el tipo tenía buen aliento y besaba sabroso...
(Piensa) Pero sí, sí tengo otros sueños...

ANA: ¿Cuáles?

PEDRO: Pues... Salvar al oso frontino...

ANA: ¿Un oso?

PEDRO: Frontino... a los delfines y ballenas azules...


18

ANA: ¿Te fuiste por otro canal?

PEDRO: Ecología... Me gusta tanto o más que el crimen... Si hoy pudiera optar me inclinaría por la ecología
antes que el atraco, de eso no hay duda... (Se monta sobre el elefante. Ana se le acerca) No hay misión más
hermosa que proteger a los animales del acecho del hombre...

ANA: Cada día es más necesario...

PEDRO: (Ve a Ana) Ana… Me haces hablar...

ANA: Pedro… Es bueno comunicarse... ¿Me permites?

PEDRO: ¿Qué?...

ANA: Déjame con “Bambi”... Monta a “Graciela”... (Pedro baja del elefante. Ana lo monta. Pedro cabalga a la
jirafa).

PEDRO: ¿También castraste a la jirafa?...

ANA: La bauticé...

PEDRO: Eso...

ANA: A todos los animales del Carrusel... El León se llama Rodolfo…Era feliz bautizándolos… Era otra época...
¿Puede uno cambiar tanto sin morir y renacer?

PEDRO: A veces estalla la Segunda Guerra Mundial...

ANA: Es una más de tus confusiones, pero acertada... Una batalla nos mata el alma y nos cambia...
PEDRO: Ana… Eres especial...

ANA: (Pausa corta) No creo...

PEDRO: Cuando te vi algo me dijo... “Huye”... Cuando te vi un pequeño miedo se me clavó en el pecho como
una daga fina... Se clavo profundo, agudo, en todo el pecho… Algo me grito “Huye”... (Pausa corta) Pero me
quedé (Se miran fijamente en silencio. Comienza a sonar la música de un antiguo carrusel).

ANA: El Carrusel giraba y el parque se volvía un círculo verde, con globos y gentes alargadas. Los edificios casi
no se veían, ni llegaba el olor a gasolina y a hombres angustiados en las calles... “Bambi” era el más veloz de
todos...

PEDRO: (Animando a la jirafa) ¡Arre, Graciela!... ¡Vamos Rodolfo!

ANA: Bambi me llevaba sobre el mundo, sobre el planeta, bajo la luna, entre asteroides de caramelo y cometas
de azúcar... Bambi tomaba las manos de los niños y los llevaba al Everest...

PEDRO: ¡Al Everest!...

ANA: ¡Sobre el río Orinoco, hasta El Dorado que nadie encontró nunca!...
19

PEDRO: ¡El Dorado!...

ANA: ¡Sobre las estepas africanas y un río de búfalos tocando tambor sobre la tierra!...

PEDRO: ¡Africa! (El ruido del metro casi apaga las voces de Pedro y Ana).

ANA: Este es el último carrusel de la ciudad... (Pausa corta) Me temo que los están exterminando en todo el
mundo...

PEDRO: Como al oso frontino...

ANA: Ajá...

PEDRO: Nunca lo había pensado.

ANA: Yo sí... Los he visto morir en muchos parques. Caballitos, leones y jirafas de mirada azul que pronto serán
estampas en los libros, como las águilas doradas.

PEDRO: (Pausa corta). ¿En qué trabajas?

ANA: (Pausa corta) Soy... Soy agente eutanásica...

PEDRO: ¿Agente?... ¡Policía! (Baja de la jirafa. Saca un gran cuchillo) ¿Le he contado mi vida a una maldita
policía?

ANA: (Ana baja del elefante. Trata de explicar). ¡Euta!....

PEDRO: (Siguiendo a Ana que retrocede en dirección al banco) ¡Cállate Puta! ¡Quieta, no te muevas!

ANA: Hay una confusión...

PEDRO: No digas una sola palabra...

ANA: ¡La euta!...

PEDRO: (La toma por el cuello amenazándola con el cuchillo) ¡Calladita, putica de prefectura, ramera de garita,
que voy a darte tu merecido! ¡Engatusándome como un turborreactor… como a un necio en lo alto del
sótano inundado!... ¡Dando mi confianza a una sucia enemiga, no joda! ¡Súbete la falda!...

ANA: ¿Cómo?

PEDRO: ¡Que te subas la falda!

ANA: No lo haré. ¡Suéltame Pedro!

PEDRO: ¡Y te bajas las pantaletas!...

ANA: ¡Te estás propasando!...


20

PEDRO: Y te acuestas en el banco. Y me abres las piernas como El Papa dando el mensaje navideño desde el
balcón...

ANA: ¡El Papa nunca!...

PEDRO: De nada te vale usar mi desorden gástrico. ¿Cómo pudiste engañarme tanto? ¿Cómo?

ANA: ¿Qué pretendes?

PEDRO: ¡Violarte!..¡Te voy a reventar!

ANA: Pedro, escúchame… Soy un agente, pero...

PEDRO: ¡En ti voy a vengarme de las fuerzas represivas, de todos los comandos y pelotones antimotines!.

ANA: Creí que éramos amigos...

PEDRO: Pronto estaremos en intimidades mayores... (Se le encima entre las piernas. Le coloca el cuchillo en la
garganta) Bésame rico... Chúpame la lengua…

ANA: ¡No!...¡Déjame tranquila!... ¡Sueltame!...¡Pedro no hagas esto!

PEDRO: Si no cooperas te corto la garganta como si fueras La Piedad de Miguel Ángel... ¡Un jamón serrano,
quiero decir!¡Qué rica estas!

ANA: Todos son iguales... ¡Todos!

PEDRO: Me tienes en la gloria, Anita rica...

ANA: ¡Suéltame loco de mierda! ¡Yo lo que soy es agente euta!...

PEDRO: (Grita) ¡No me interesan tus confidencias de cuartel policial!... (Ana intenta hablar) ¡Cállate que no me
vas a manipular más! (La abraza. Lame su mejilla) Siente... eso, siente... Lo bueno de las violaciones es que uno
vibra más... ¿No te parece?
ANA: ¡No!...

PEDRO: Desde que se publicó en los periódicos la existencia de violadores en este parque, las mujeres transitan
en él con más frecuencia... Todas son unas putas… Unas provocadoras…

ANA: Soy una mujer normal... Eres un enfermo, pervertido…

PEDRO: ¡Cállate puta!.. Que seguro estás caliente como un horno. Húmeda como una gruta de aguas termales...

ANA: ¡Sádico! ¡Aberrado! ¡Nunca hubiera creído!...

PEDRO: Pasémosla rico. ¿Sí?...

ANA: ¡No me gustas!... ¡Suéltame!


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PEDRO: ¿Acaso te estoy pidiendo gustarte?... ¡Esto es una violación!... Se supone que debes detestarme y
tenerme asco...

ANA: Ni te detesto, ni me asqueas, simplemente no me gustas...

PEDRO: Te va a gustar, ya verás... El orgasmo es más intenso con un cuchillo de por medio. La lujuria se
multiplica como los hongos...

ANA: ¡No soy una aberrada!...

PEDRO: ¡Mantente acostada, sucia puta policía!...

ANA: Pedro… Esto es un delito...

PEDRO: Ana… Me encantan los delitos...

ANA: Penado por la Ley...

PEDRO: Le agrega pimienta al asunto... (Pedro pasea el cuchillo por el cuerpo de Ana)… Tienes un bello
dodecaedro... (Ana forcejea) Así me gusta. ¡Resístete! ¡Grita como los Niños Cantores de Viena!... Odio a esas
violadas que se desvisten sin que uno las amenace siquiera...

ANA: A mí tendrás que matarme...

PEDRO: ¡Bájate las pantaletas!

ANA: ¡Dije que no!... (Pedro coloca el cuchillo en la garganta de Ana) Llegará la policía...

PEDRO: Tus cómplices...

ANA: ¡Te acribillarán a balazos! ¡Escupiré sobre tu cadáver, lo patearé!...

PEDRO: Ya lo veremos ¡Fuera la ropita, vamos!... (Pedro le arranca las pantaletas). Así me gusta... ¿Dónde están
tus promesas de morir ahora?

ANA: ¡No voy a renunciar a la vida de esta manera, por un puerco como tú!...

PEDRO: ¿Estás como un piano en la sala de conciertos? Calentona, quiero decir...

ANA: Fría como un pingüino en el polo...

PEDRO: ¿Emocionada?

ANA: Gélida...

PEDRO: (Pausa corta. Con miedo) ¿No tendrás una venérea, no? Gonorrea, sífilis, mira que las carita de buena
son las más sucias.

ANA: Eres una basura viviente.


22

PEDRO: Uno pregunta, al final uno no sabe con puta sucia se mete.

ANA: Soy una mujer limpia, no un depravado como tú, lleno de ladillas y con sarna hasta en el culo...

PEDRO: Te creo. Abre las piernitas que allá voy, haré una inspección para salir de dudas... (Pedro se baja los
pantalones. Se arrodilla entre las piernas de Ana y ella extrae una pistola de su cartera y lo apunta. Pedro se
levanta).

PEDRO: Con permiso, creo que mejor me voy... (Pedro se incorpora e intenta subirse los pantalones).

ANA: ¡Deja quieto esos pantalones, cerdo de mierda!... (Pedro se da vuelta e intenta marcharse con los
pantalones bajos). ¿A dónde crees que vas?

PEDRO: (Señala) Ya vengo voy a orinar... No pretenderás que lo haga aquí, delante de ti. Una dama.

ANA: ¿Y la violación?...

PEDRO: ¿Violación?... ¿Cuál violación?

ANA: Ibas a violarme.

PEDRO: (Ríe nervioso) ¡Ana, qué cosas se te ocurren!... Todas las tardes vengo a pasear un rato a este parque...

ANA: ¿Armado de un cuchillo?

PEDRO: Ya te dije, este parque tiene fama de peligroso.

ANA: Me hiciste acostar en el banco. Te bajaste el pantalón...

PEDRO: ¿Yo? ¡Jamás!...

ANA: (Imitando a Pedro) “Abre las piernitas que allá voy”...

PEDRO: Oye, las ideas se me derraman como el agua, pero tú alucinas...

ANA: ¿Y los pantalones? (Pedro intenta subirlos) ¡Quieto!

PEDRO: El cinturón se afloja y... pues, hago estos papelones...

ANA: Suelta el cuchillo...

PEDRO: ¿Cuchillo?... (Ve el cuchillo, extrañado) ¡Ah, pero qué cosas!... Termino de comer y me traigo los
cubiertos...

ANA: ¡Suelta esa mierda ya!...

PEDRO: (nervioso) ¡Anita cálmate!...

ANA: ¡Suelta el cuchillo si no quieres que te destroce la cabeza a plomo!...


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PEDRO: (Suelta el cuchillo) Ya lo solté, cálmate...

ANA: (Acercándose a Pedro) ¡Las pagarás todas! ...

PEDRO: Todo tiene una explicación… Soy un escritor en busca de experiencias...

ANA: ¿Violarme era una experiencia?

PEDRO: Era una bromita.

ANA: Pues era una bromita de muy malito gustito, cabroncito.

PEDRO: Claro... Un escritor debe buscar en las cavernas y...

ANA: ¡Cállate puto!... ¿Qué paso Pedro? Te cambio la cara ¿Tienes miedo?...

PEDRO: Bastantes golpes he recibido en las comisarías para tener miedo. ¡Te odio!... ¡Y eres doblemente
inmunda bajo ese disfraz de mujercita ingenua!...

ANA: No tengo disfraz...

PEDRO: Seguro que te coges a todo el personal, al Comandante en la oficina, al guardia en el calabozos y al que
limpia los baños encima de la poceta... ¡Policia puta!

ANA: (Apuntándolo a la cabeza) Cuida tu vocabulario, meníngitico vocacional...

PEDRO: ¡Mátame, rata de presidio! ¡Mátame sucia traidora! ¡Me das asco!

ANA: (Sugestiva) Pero hace rato me besaste rico... Estabas gozando…

PEDRO: ¡Eres una sucia policía degenerada burguesa al servicio de los hipócritas principios de esta sociedad
inmunda!...

ANA: Eso es retórica marxista de los peores sótanos.

PEDRO: ¡Marxista será tu madre! ¡Policía de mierda!

ANA: No soy policía...

PEDRO: ¿No?

ANA: Soy una mujer que vino a leer al parque...

PEDRO: ¿Y la pistola?

ANA: Es mío. Soy campeona de tiro.

PEDRO: ¿Campeona?

ANA: No fallo un blanco a cien metros.


24

PEDRO: O sea que no puedo correr.

ANA: No te lo aconsejo.

PEDRO: Si no eres policía, puedo irme...

ANA: No lo voy a permitir...

PEDRO: Me amenazas...

ANA: Me protejo...

PEDRO: ¿Vas a entregarme a la policía?

ANA: No... (Pausa). Acércate al banco...

PEDRO: ¿Cómo?...

ANA: Que te acerques al banco...

PEDRO: ¿Puedo subirme los pantalones?...

ANA: No.

PEDRO: ¿Por qué?

ANA: Porque tengo una pistola.

PEDRO: ¿Que persigues?

ANA: Violarte...

PEDRO: ¿A mí?... (Ríe) ¡Eso si está bueno!

ANA: Una violada que te voy a dejar bizco.

PEDRO: ¿Tú a mí?... (Ríe) ¡Bueno! ¡Pero qué bueno! (Abre los Brazos) ¡Aquí estoy, todo tuyo! ¡Viólame!

ANA: (Lo empuja al banco) Termina de quitarte los pantalones, ricura...

PEDRO: Los pantalones...

ANA: Lentamente, con ritmo y sabrosura…. (Pausa corta. Pedro se enseria. Se sienta en el banco).

PEDRO: ¿Lo dices en sopa de pollo?

ANA: Muy en serio. (Acaricia a Pedro) No te pongas nervioso, papito... Dame un besito... (Pedro retira la cara).

PEDRO: No puede ser...


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ANA: Así, rico... Acuéstate, papacito... Anda, acuéstate...

PEDRO: ¡No quiero! Algo estás planeando...

ANA: ¡Te acuesta o te dejo la cabeza como un colador!

PEDRO: No puedes hacerme esto...

ANA: ¡Qué piernones! ¡Qué sabrosote!...

PEDRO: Entiende... Pueden llegar los malosos... ¿Te imaginas? No podría venir más aquí si me ven en esta
situación...

ANA: ¿No estás excitado, cosita rica?

PEDRO: (Grita) ¡No me digas cosita rica!...

ANA: ¡Así, grita, resístete, papacito!..

PEDRO: ¡Estropeas mi carrera! ... La opción que tomé después de mi crisis vocacional... Una carrera lograda a
base de muchos esfuerzos, huidas, tristezas...

ANA: Tienes un bello dodecaedro... ¿Lo sabías?...

PEDRO: Quiero un perro caliente... irme, rápido...

ANA: (Lujuriosa) ¿Estás ardiente?

PEDRO: Este, pues... creo que no...

ANA: Hace un momento lo estabas...

PEDRO: Mentía.

ANA: Vete calentando, entonces. Si no te violo te quedas muerto aquí mismo.

PEDRO: Estoy nervioso... Eso impide... Me impide... No se me para...

ANA: ¿Dónde está el súper macho que amenazaba con romper los botones de la bragueta?

PEDRO: La pistola me inhibe...

ANA: Los cuchillos aumentan la excitación, pero las pistolas te inhiben. Ya sé lo que pasa...

PEDRO: Sabía que entenderías...

ANA: Eres maricón.

PEDRO: ¿Yo?...
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ANA: Lo eres.

PEDRO: ¡Yo no soy delegado en el Congreso Mundial de Otorrinolaringología!...

ANA: ¡Maricón!...

PEDRO: ¡No!

ANA: Entonces ve averiguando cómo levantas el pedazo de carne ese que te hace sentir tan hombre... Sino se te
pone bien dura ya te exploto la cabeza a plomo.

PEDRO: ¡Ana así no puedo!… Estoy siendo presionado... ¡Así no puedo!

ANA: ¿Y cuándo me vejabas? ¿Así si podías no?... Mientras me humillabas tu virilidad crecía y crecía...
Humillarme si te lo levanta, te la pone bien dura… Eras hombre denigrándome, macho al volverme un trapo...
Maldito cobarde…

PEDRO: Te odio... Si soltaras esa pistola...

ANA: ¿Qué pasaría? ¿Qué coño harías?

PEDRO: ¡No te dejaría un hueso sano!

ANA: ¿Recobrarías tu escasa virilidad?

PEDRO: Te comería el hígado. Te arrancaría la piel con los dientes.

ANA: Demostré que eres un mariconsete, un cobarde, un poco hombre, un nada y ahora me odias. ¡Vive con
eso! (Ana suelta el revólver y se sienta en el banco. Pedro la ve con sospecha. Rápidamente toma el arma y
encañona a Ana. Ana ríe. Se pone las pantaletas. Pedro dispara).

PEDRO: ¡Es falsa! ¡Esta mierda es de mentira! ¡Estás loca de remate!...

ANA: ¿Quién no en estos tiempos?

PEDRO: ¡Y yo que creía ser el loco de los locos! ¡Tú me llevas años luz de chifladura! ¡Deberían encerrarte en
un cuarto acolchado, con camisa de fuerza y botar la llave! (La Empuja) ¡Me dan ganas de... (Empuña el revolver
como una cachiporra) ¡Es que provoca partirte los!... (Pausa corta. La empuja de nuevo. La ve. Un nuevo empujón
más leve) ¿Sabes lo que has hecho?... ¡Me has humillado!...

ANA: Y tú a mí. Estamos a mano...

PEDRO: Las mujeres no violan...

ANA: Los hombres tampoco deberían. Lo que es igual no es trampa...

PEDRO: ¡Doc Ximandro me vejó y ya puedes buscarlo en el estómago de Sandokán!

ANA: ¿Cómo?
27

PEDRO: ¡Las canceló todas en la taquilla de la vida! ...

ANA: ¿Lo... mataste?...

PEDRO: (Pausa corta) No lo maté yo, alimenté al tigre, sólo eso...

ANA: ¿Alimentar al tigre?

PEDRO: ¿Has visto un tigre hambriento?

ANA: No, ni lo deseo...

PEDRO: Cuando reventó mis... ideales... (Pausa corta) Doc Ximandro debía viajar durante varios días y me
encomendó alimentar a Sandokán... No lo hice y dejé suelto al felino en el consultorio... Un día... dos días... tres
días... cuatro días... Desde las escaleras contemplé como Doc abría la puerta del consultorio... luego ruidos... un
rugido urgente y luego chapoteo, chapoteo.

ANA: ¿Chapoteo?

PEDRO: La carne fresca con abundancia de sangre produce eso... Chapoteo. (Pausa). No puedo permitir que
salgas viva de aquí... Eres una policía de mierda.

ANA: Ya te dije que no soy policía...

PEDRO: Dijiste que eres agente...

ANA: Eutanásica...

PEDRO: ¿Euta?... (Pausa corta) ¡Tú no has dicho nada de eutanásica!

ANA: ¡Además de confuso, violador y asesino, eres sordo como un ladrillo!

PEDRO: ¡No lo dijiste!...

ANA: (Pausa corta) Lo dije... Intente gritarlo varias veces

PEDRO: La eutanasia es... la muerte por piedad...

ANA: La practico... como profesión... (Se escucha el ruido creciente del metro. Pedro y Ana se inclinan sobre la
tierra. La ven).

PEDRO: (Por lo bajo) Sucio, apestosa serpiente de mierda...

ANA: Chinche ruidosa cometierra...

PEDRO Y ANA: (El ruido crece. Ambos van aumentando sus improperios). ¡Hijo de puta! ¡Cocodrilo de
cañerías! ¡Metro devorador de cloacas! ¡Destructor de Tiovivos! ¡Sucio! ¡Puerco!... (Pausa. Se tranquilizan. Se
ven).
PEDRO: Agente eutanásica...
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ANA: Antes modista...

PEDRO: Gran cambio... ¿En qué universidad te graduaste? ¿Dónde estudias eso?

ANA: En la Universidad de la vida… Un día fui a un hospital a ver a mi primo Leocadio, que moría... Llevaba
meses en eso...

PEDRO: ¿Choque de automóvil o complicación cardiaca?

ANA: Sufría de Alzheimer...

PEDRO: ¿Alzheimer?... Si mal no recuerdo, es grave...

ANA: Bastante... Destruye gradualmente las células cerebrales, borra la mayoría e impide que sus víctimas
desarrollen tareas básicas, conduciendo a una muerte inexorable... Leocadio estaba solo, triste y... me rogó que lo
ayudara a morir...

PEDRO: Eso si es un tremendo lío...

ANA: Existe una legislación que permite la eutanasia en determinadas condiciones, pero ninguno de los médicos
del hospital quería asumir la situación...

PEDRO: Esos hijos de perra nunca asumen nada...

ANA: (Pausa) Allí, con la mano de Leocadio entre las mías, sentada en una silla pequeña y fría cerca de la cama,
acepté ante la Dirección del hospital correr con la responsabilidad de matarlo legalmente... Firmé los papeles...
(Pausa corta) Leocadio me veía como cuando éramos niños... y jugábamos en este parque...

PEDRO: Cuando estaba menos destruido...

ANA: Cuando era bello...

PEDRO: Y no secaban los lagos para construir pizzerías, ni el metro aullaba vulgar bajo la barriga del carrusel...
Ya los parques no son como antes...

ANA: Antes Leocadio y yo corríamos tras la pelota, tirábamos piedras al lago, nos balanceábamos en los
columpios, coleccionábamos hojas y reíamos hasta llorar... (Pausa) Ese día conecté, bajo la supervisión de un
médico, un tubo al brazo de Leocadio que le hizo ingresar en el torrente sanguíneo una inofensiva solución salina...
Luego... luego apreté un botón... un botón… Un boto que puso fin al flujo de la solución y la reemplazó con
Thiopental, que produce inconsciencia... Automáticamente, otra máquina comenzó el goteo de una sustancia
venenosa que lentamente le detuvo el corazón... (Pausa corta) Yo cerré los ojos de Leocadio... En su rostro había
una sonrisa de agradecimiento y paz (Pausa corta) Al día siguiente lo enterré en una ceremonia sencilla...

PEDRO: ¿Arrepentimiento?

ANA: (Pausa corta) Ninguno...

PEDRO: Algo tuvo que ocurrir...

ANA: Ocurrió, pero no fue arrepentimiento...


29

PEDRO: Dejaste de coser...

ANA: Eso sí, mis clientes estaban furiosas. Las telas de los encargos se arrugaban en los rincones... Semanas
después uno de los médicos me llamó ante una situación parecida. Se trataba de un hombre con cáncer terminal...
Ninguno de los familiares quería cargar con el peso de su muerte y ofrecieron una suma...

PEDRO: ¿Aceptaste?

ANA: (Pausa) Sí, acepté… Lo maté...

PEDRO: Ahí si te vino la culpa... ¿No?...

ANA: ¿Por qué debía sentir culpa?...

PEDRO: Asesinar a alguien es bastante molesto, pero dos ya es estadística, así sea por piedad... (Camina un
poco) A Doc Ximandro lo mató “Sandokán”, pero en las noches, muchas noches, viene a mis sueños... “Pedrito
-me dice- no te olvides de darle la comida al tigre”... Es lo único que solicita, pero con cara triste...

ANA: Nunca he sentido culpa...

PEDRO: ¿Dolor? ...

ANA: Dolor, sí... No por darles muerte sino por todo lo que sufren... Rostros grises, cuerpos retorcidos, vientres
hinchados y los ojos... ojos opacos que piden morir...

PEDRO: Has dicho... “darles” muerte...

ANA: Pedro…he ayudado a morir a ciento treinta personas...

PEDRO: ¿Ciento?...

ANA: Treinta... (Pausa corta) Soy la perfecta agente eutanásica. La preferida por la Sociedad Cicuta...

PEDRO: Cicuta fue el veneno que tomo Sócrates hace más de dos mil años cuando lo obligaron a suicidarse...

ANA: Así se llama la Sociedad... Tiene más de cincuenta mil miembros y crece, crece... Sostienen el derecho
que poseen las personas al suicidio...

PEDRO: No conocía... (Pausa corta. Medita) ... a esa Sociedad...

ANA: La publicidad los molesta.

PEDRO: ¿Y eso?..

ANA: Pues... hay teorías al respecto...

PEDRO: ¿Cuáles?

ANA: Especialistas sostienen que el mundo quedaría despoblado en poco tiempo...


30

PEDRO: Creo exageras...

ANA: En verdad puede ocurrir... Te sorprenderías la cantidad de gente que vive con ganas de morir.

PEDRO: ¿Y dentro de ti, Ana?... En lo más hondo de tu alma...

ANA: Añoro coser... y ya no puedo... Mis dedos se han vuelto torpes... Lo que hago es tenderme en la cama y
pensar... Puertas que se abren y familiares que me ven mientras me acerco al lecho del enfermo... Miradas de
agonía, de días sin dormir... Destellos de triunfo y avaricia, en ocasiones... Pupilas cansadas... y al final del pasillo
el enfermo con la carne envilecida... (Pausa corta) Cargo y cargo dolor, arrastro la existencia en una situación
límite... En media hora mato a un ser humano y modifico muchas vidas, para bien o mal... Y yo también me
modifico... (Pausa corta) Cada vez duermo menos... El teléfono permanece mudo. Nadie me llama. No tengo
amigos...

PEDRO: Entonces, te vistes... y sales a caminar por el parque...

ANA: Salgo a caminar por el parque peligroso que algún día fue el parque del carrusel multicolor, luminoso,
feliz… Que giraba y giraba sin pensar en la muerte...

PEDRO: ¿Y los muertos felices?...

ANA: ¿Los cadáveres que encuentran entre las flores con una sonrisa en la cara?

PEDRO: Ajá... Como esperando el puerto, a la novia en el altar...

ANA: No soy una tarántula a la caza de moscas...

PEDRO: Lo sé... ¡Lo juro que lo sé! (Vehemente) Ni por un momento lo he pensado, Ana...

ANA: Aquí me asaltan, intentan violarme... y de pronto, hablan...

PEDRO: Eres especial... Escuchas… Haces hablar…

ANA: Mis vecinos... No saben en qué me desempeño, pero se apartan silenciosos y me ven... me ven como si
algún día fueran a necesitarme... Siente que la muerte camina a mi lado.

PEDRO: El dolor camina con la muerte...

ANA: No siempre... Una vez di muerte a una pareja... Paúl y Janeth... cerca de los cincuenta... Sanos, posición
económica desahogada, casa propia y con mucho amor entre ellos... Optaron por morir en ese momento, cuando
la dicha los rodeaba...(Ana se quiebra).

PEDRO: Ya Anita, cálmate...

ANA: Tenían tanto vigor, tanta alegría...

PEDRO: ¿Por qué no tomas unas vacaciones?... ¡Al Caribe!... Te achicharras bajo el sol, borracheras con piña
colada y ron...

ANA: ¿Tú crees?


31

PEDRO: (Con asombro) ¿No lo has pensado?... (Ana niega) Por favor, si es claro que te faltan unas vacaciones.
La cosa no puede ser moribundos y moribundos, eso cansa...

ANA: (Piensa) Claro... (Afirma) ¡Claro!... Borracheras con piña colada, viajes en yate, islas desiertas, agua de
cocos... ¡Y la Sociedad Cicuta que espere!

PEDRO: ¡Qué se aguante!

ANA: ¡Borracheras todos los días!

PEDRO: ¡La mirada repleta de azul Caribe y que se jodan los demás!..

ANA: ¡Hasta que regrese bronceada y cargada de brisa!

PEDRO: O que busquen otra...

ANA: ¿Otra?... (Piensa) ¿Buscar a otra?...

PEDRO: Claro, no eres la verduga oficial de todos los cancerosos del mundo...

ANA: Nadie... (Pausa corta) Nadie lo hace como yo... (Pausa corta) Beso la frente llena de dolor...

PEDRO: ¿Lo haces?...

ANA: Les hablo de la paz, de un pronto silencio... Toco sus úlceras, las quemaduras horribles, las llagas, las
escaras... Llego al dolor y lo hago mío... mío el sufrimiento intolerable, el mundo que se acaba... Nadie lo hace
como yo... (Pausa).

PEDRO: Por lo que veo, nunca irás de vacaciones...

ANA: Nunca... (Pedro se acuesta en el suelo. Apoya su cabeza en las piernas de Ana).

PEDRO: Yo tampoco saldré de este parque... Demasiadas trampas en un mundo que no entiendo... Sociedad
Cicuta... ¡Maravillosa idea!...

ANA: ¿Tú crees que se pueda vivir acostada en una cama, resoplando el dolor ajeno, comiendo sin comer,
esperando que suene el teléfono?...

PEDRO: Si existe un más allá me gustaría encontrarme con Doc Ximandro... Pedirle perdón por lo del tigre...

ANA: No podría tomar un avión para La República Dominicana o Puerto Rico... Ni siquiera un autobús a una
playa cercana...

PEDRO: No me disgustaría encontrármelo...

ANA: Mi cuarto está repleto de un llanto escondido… Las paredes y el suelo están empapados con mis
lágrimas… Siempre lloro mientras duermo… En las mañanas, cuando despierto la almohada siempre está
mojada...
32

PEDRO: A veces pienso que mi vida es como este parque... (Se sienta en el banco) Lo estrechan cada vez más...
Le mutilan árboles y césped sin compasión... Me veo en medio de un metro cuadrado de verdor con el alma en la
negrura... (Pausa).

ANA: Siempre... siempre cargo las autorizaciones...

PEDRO: ¿Siempre?

ANA: (Saca papeles de la cartera) Una no sabe cuándo tendrá que cumplir con el oficio...

PEDRO: Te pareces a los jardineros ambulantes, con la pala al hombro...

ANA: Hay que llenarla con los datos y firmar…Así, legalmente, el autor de la muerte queda a salvo de todo
riesgo...

PEDRO: ¿Y la policía?...

ANA: Feliz... Lo único que desean ver es la autorización... Ya ni acudo a la comisaría, se las envío por correo...

PEDRO: Un desesperado menos, un moribundo menos...

ANA: En casas, clínicas...

PEDRO: Y en el parque... Sí existe, entonces, el ángel de la muerte del parque...

ANA: Sin alas...

PEDRO: Mirando bajo la falda de la noche, husmeando dolor en el parque peligroso...

ANA: Ángel cojo, alas desplumadas, vencido, sin sueño... (Saca una cajita. La muestra. Tiene una aguja
hipodérmica, y una ampolla).

ANA: Este es... es...

PEDRO: El remedio...

ANA: Tan efectivo como la máquina, pero con menos complicaciones...

PEDRO: ¿Dolor?

ANA: Ninguno... Un sueño repentino, un bostezo...

PEDRO: Son increíbles los adelantos... (Ana se abraza a Pedro. Se besan. Suenan cornetas lejanas).

ANA: (Llorosa) Lo que más recuerdo son los niños... ¡Dios, demasiado castigo!... y siempre miran asustados,
sin entender... ¿Cómo van a entender, si acaban de llegar?...

PEDRO: (Se levanta y Ana con él) Allí, Anita... Entre las flores... Vamos (Se dirigen al sector de margaritas)
Me gustará mucho no venir a este parque, no llenarme las venas de peligro, no ensuciarme las manos haciendo
daño a los demás...
33

ANA: (Lloriqueando) Ay Pedro… Eres... ¡Eres tan hermoso!... Lo supe al verte... Incluso cuando intentabas
violarme.

PEDRO: Era una broma... (Se detiene) ¿Te has dado cuenta?

ANA: ¿De qué?...

PEDRO: No se me enredan las ideas... Es como si me hubieran sacado un laberinto de la cabeza...

ANA: Es... el final de un camino... (Ana se tiende entre las margaritas. Abre la cajita. Saca la hipodérmica y la
llena con el contenido de la ampolla).

PEDRO: Frente a un paisaje...

ANA: (Viendo el liquido de la jeringa) Tan limpio... como la piel de un manantial... Abrigo fuerte para un viaje
al invierno... (Le entrega la hipodérmica a Pedro. Le retiene las manos) El dolor me sale por las uñas y gotea en
mis pestañas, Pedro... El dolor se me sale por todos los poros del cuerpo…

PEDRO: Como un sudor... (Pedro se inclina cerca de Ana. Le acaricia la cabeza. Se inicia el ruido del metro).

ANA: Deja que pase ese animal horrible bajo la tierra...

PEDRO: (Golpea la tierra, llora) Pasa, destructor de parques... Pasa, pasa de una vez... ¡Te odio con todas mis
fuerzas!¡Te odio porque lo destruyes todo!... Pasa y sigue quitándonos… Llévatelo todo… Déjanos sin nada…
Ya no te tengo miedo. Me oíste ¡No te tengo miedo! (Pausa).

ANA: Llora Pedro… Llora cada vez que lo necesites… Las lágrimas que encerramos se añejan en el alma, se
vuelven charcos de agua estancada… Mi mama decía que llorar limpia el alma… Mírame a los ojos Pedro… Ya
no debes temer nada...

PEDRO: Ana… Ya no tengo miedo en mí...

ANA: Llené la autorización... está firmada... También está la dirección de la Sociedad Cicuta... Les va gustar
conocerte...

PEDRO: ¿Crees que sirva?

ANA: Claro, tengo muy buen ojo para las nuevas vocaciones... nunca me equivoco... Es... es un poco duro, te lo
advierto, pero siempre será mejor que andar confuso por ahí...

PEDRO: Haré todo lo mejor posible... Como tú... (Acaricia el rostro de Ana) Este parque fue dichoso, Anita...

ANA: Podrás salvar algunos delfines, ballenas...

PEDRO: Osos frontinos...

ANA: Hombres... Hay muchas especies en peligro, como los Carruseles... ¿Qué será de “Bambi”?...

PEDRO: Cierra los ojos...


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ANA: Pedro estoy tan cansada... Pedro… ¿Qué pasará con Bambi? Se lo llevarán de aquí, en un camión aceitoso,
por carreteras llenas de vallas anunciando alegrías tristes... Quisiera proteger a Bambi como me protegió cuando
yo era niña… (Ana cierra los ojos. La luz se concentra en ellos).

PEDRO: (Besa los ojos de Ana) Piensa en antes, en el parque, cuando las tardes caían sin problemas y sólo se
escuchaba la respiración de los pájaros dormidos...Y el hombre del Carrusel reía y reía y cada vez había más
niños... (Clava la aguja en el brazo de Ana que da un pequeño respingo) Piensa en el rocío que flotaba a las cinco
de la mañana buscando la punta de la hierba... Antes la única rabia que había en este parque era la envidia de las
flores entre sí. Piensa en Bambi llevándote por los aires… Siente los brazos fuertes de tu Padre que te envuelven
en un cálido abrazo de luz…

ANA: (Sonríe) El sueño viene, mi amor… ¡Gracias por todo Pedro! ¡Adiós!

La luz decae. Se esfuma.

Fin de:
”ENCUENTRO EN EL PARQUE PELIGROSO”

Revisado 16/08/2022
3:28 am

Revisado 28/09/2022
7:55 am

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