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1 Pedro 2:1-5

Continuamos hoy, amigo oyente, nuestro recorrido por la


primera epístola universal del Apóstol Pedro. Así llegamos al
capítulo 2, donde comienza la tercera división de este libro, que
incluye también los capítulos 3 y 4 y lleva el título "El
sufrimiento de los santos y el sufrimiento de Cristo". Podemos
clasificar a los capítulos 2, 3 y 4 de la siguiente manera:
En este capítulo 2, el sufrimiento produce separación del mal.
En el capítulo 3, el sufrimiento produce conducta cristiana.
En el capítulo 4, el sufrimiento produce obediencia a la voluntad
de Dios.
Pasemos entonces a considerar el primer tema, titulado
El sufrimeinto produce separación del mal
Al hablar de separación o de vivir para el Señor Jesucristo existe
el peligro de adoptar uno de los dos puntos de vista extremos, a
los cuales consideramos incompatibles con las Sagradas
Escrituras. Uno de ellos considera que la naturaleza humana es
tal que todo lo que necesita es simplemente una nueva
dirección; todo lo que necesita es recibir un propósito y un poco
de reforma. Las personas que adoptan esta posición creen que
no hay nada malo radicalmente en la naturaleza humana; solo
es necesario despertar al individuo a esta maravillosa energía,
intelecto y naturaleza moral y entonces la persona podrá vivir
para el Señor. Este es, pues, un punto de vista sobre lo que
significa vivir la vida cristiana.
El segundo punto de vista extremo lo sostienen quienes creen
que cuando uno nace de nuevo espiritualmente recibe algo
sobrenatural, pero la persona se queda al margen mientras Dios
lleva a cabo en su vida todo lo que es necesario hacer. Las
personas tienden a adoptar una actitud muy piadosa, no
parecen crecer espiritualmente ni desarrollarse para llegar a ser
cristianos normales e íntegros.
Ahora, este segundo capítulo dejará bien en claro que usted y
yo, a través del nuevo nacimiento espiritual ---producido de la
simiente incorruptible de la Palabra de Dios--- tenemos una
nueva naturaleza, y hemos de vivir de acuerdo a esa nueva
naturaleza por el poder del Espíritu Santo. Hemos sido llevados
a tener una relación de amor con Aquel a quien, sin haberle
visto, le amamos. Simón Pedro le vio y le amó y usted y yo,
aunque no le hayamos visto, el Espíritu Santo nos puede hacer
que Él sea tan real para nosotros, y que le amemos también de
esa manera.
Estimado oyente, cuando usted nació de nuevo espiritualmente,
¿recuerda que hermosa y dulce experiencia vivió? En su
segunda carta a los creyentes de Corinto, capítulo 11 y versículo
2, el apóstol Pablo escribió: Porque celoso estoy de vosotros con
celo de Dios; os celo con celo de Dios; pues os desposé a un
esposo para presentaros como virgen pura a Cristo. Los
creyentes de aquella ciudad de Corinto habían llegado a vivir
dominados por su naturaleza humana, Su primer amor, ese
amor de la luna de miel, se había terminado. Dios habló de este
mismo tema a Su pueblo Israel antes de que fueran enviados al
cautiverio en Babilonia. El profeta Jeremías escribió en su
capítulo 2, versículo 2: Anda y proclama a los oídos de
Jerusalén, diciendo que así dice el Señor: me he acordado de ti,
de la fidelidad de tu juventud, del amor de tu desposorio,
cuando andabas en pos de mí en el desierto, en tierra no
sembrada. Los israelitas demostraron sentir ese amor al
principio, cuando salieron de Egipto y cruzaron el Mar Rojo.
Entonces cantaron una canción de alabanzas al Señor, una
canción que decía Cantaré yo al Señor, porque se ha cubierto de
gloria; ha echado en el mar al caballo y al jinete (como
podemos leer en el capítulo 15 de Éxodo, versículo 1). Sin
embargo, no pasaría mucho tiempo antes de que comenzaran a
quejarse de Dios, y El recordó esos tiempos.
En el día de hoy, estimado oyente, una verdadera separación se
apoya en el hecho de que usted ha nacido de nuevo, que tiene
una nueva naturaleza, y ahora ama a Jesucristo. Su amor por Él
lo impulsa a querer agradarle.
El gran objetivo en el propósito de Dios es tener individuos
salvos, no solo del juicio y del lago de fuego, sino salvados del
sistema actual del mundo. El los quiere salvos no sólo para ir al
cielo dentro de poco tiempo, sino para satisfacción inmediata del
corazón de Cristo. La obra de Cristo en la cruz resolvió cualquier
duda o asunto pendiente que el pecado había introducido entre
Dios y nuestras almas. El futuro se presenta brillante con la
gloria de Dios, y nosotros hemos sido incluidos en el valor de
esa obra de redención. Hemos sido renacidos espiritualmente y
nadie, ni siquiera Satanás, puede cambiar esa realidad.
Sin embargo, estimado oyente, ¿cómo nos estamos
comportando hoy en nuestras vidas cristianas aquí en la tierra?
¿En qué estado se encuentra nuestra relación con nuestros
hermanos en la fe y con el Señor Jesucristo? Comencemos pues,
leyendo los primeros dos versículos de este capítulo 2 de la
primera epístola del Apóstol Pedro:
"Desechad, pues, toda malicia, todo engaño, hipocresía,
envidias y toda difamación, y desead, como niños recién
nacidos, la leche pura de la palabra, para que por ella crezcáis
para salvación"
Es que no podemos esperar que Dios haga todo por nosotros; El
ha dispuesto que hagamos ciertas cosas por nosotros mismos.
En primer lugar, debemos dejar de lado ciertas cosas. En su
carta a los Efesios capítulo 4, versículos 22 y 25, el apóstol
Pablo dijo: 22En cuanto a la pasada manera de vivir, despojaos
del viejo hombre, que está corrompido por los deseos
engañosos. 25Por eso, desechando la mentira, hablad verdad
cada uno con su prójimo, porque somos miembros los unos de
los otros.
En su carta a los Corintios, capítulo 5, versículos 7 y 8, el
apóstol Pablo usó una figura diferente para describir esta
verdad. Dice el citado pasaje: 7Limpiaos, pues, de la vieja
levadura, para que seáis nueva masa, como sois, sin levadura,
porque nuestra Pascua, que es Cristo, ya fue sacrificada por
nosotros. 8Así que celebremos la fiesta, no con la vieja levadura
ni con la levadura de malicia y de maldad, sino con panes sin
levadura, de sinceridad y de verdad. Cuando el israelita
celebraba la fiesta de la Pascua y de los Panes sin Levadura, no
comía pan con levadura; es decir, que decidía no continuar
viviendo la misma clase de vida que había vivido antes. Se
estaba alimentando en un lugar diferente, con una clase de pan
diferente. Para él era un medio de crecimiento. De la misma
manera, Pablo les estaba diciendo a los creyentes de Corinto
que cuando ellos venían a Cristo, tenían que librarse de la vieja
levadura, que era un símbolo de la malicia y la perversidad en
sus vidas. Es que nunca llegaremos a ser creyentes completos,
maduros en esta vida, porque siempre tendremos con nosotros
esa vieja naturaleza.
Y el versículo 1 que hemos leído dice: Desechad, pues, toda
malicia. Ahora, ¿qué es malicia? La mejor definición que hemos
encontrado la describe como: "enojo congelado o anquilosado".
Implica el tener un espíritu que no quiere perdonar. Estimado
oyente, ¿está usted guardando amargura, rencor o
resentimiento en su corazón? Aunque usted haya dado
testimonio de haber nacido de nuevo espiritualmente y de que
ama a Jesús, nadie que se encuentre alrededor suyo podrá
distinguir esa nueva vida, si usted está ocultando malicia, ese
sentimiento arraigado en su corazón.
Y el versículo 1 continúa diciendo todo engaño. El engaño
implica usar el ingenio para causar una buena impresión en
alguien. Recordemos el relato de Los Hechos 5, de lo que
Ananías y Safira hicieron, al usar el engaño para presentarse
ante la iglesia como contribuyentes muy generosos. Esta vieja
naturaleza que usted y yo tenemos, estimado oyente, es
propensa a actuar de esta manera. El Dr. Lightfoot la calificó
como "esa naturaleza maliciosa inclinada a hacer daño a otros".
Y el versículo 1 termina diciendo hipocresía, envidias y toda
difamación. La hipocresía es, por supuesto, aparentar ser lo que
uno no es. Y la difamación es desacreditar a otras personas.
El versículo 2 dice desead, como niños recién nacidos, la lecha
pura de la palabra. Es decir, así como el bebé se aferra con
ansia al biberón, el creyente debe ansiar el alimento de la
Palabra de Dios. La figura del bebé es muy adecuada para
describir la actitud que se espera del hijo de Dios; cuando él ve
el biberón, comienza a mover sus manos, su boca, sus pies,
como si todas las partes de su cuerpo se pusieran en
movimiento para tratar de aferrarse a ese biberón. ¡Qué positivo
sería que los creyentes manifestaran ese deseo ferviente de leer
y escuchar lo que la Palabra de Dios tiene que decirles!
Estimado oyente, sin un apetito por la Palabra de Dios usted
nunca va a crecer en la gracia y el conocimiento de Cristo, y no
se va a desarrollar como creyente. Siempre estará en un estado
de infancia. Y debemos recordar que un niño pequeño y un
hombre maduro son ambos seres humanos que se encuentran
en diferentes estados de crecimiento y desarrollo. El pequeño
necesita leche para poder crecer y llegar a ser un hombre o una
mujer. Ahora ¿cómo crece un cristiano? Pues crece estudiando
la Palabra de Dios. No existe crecimiento aparte la Palabra de
Dios.
Sentimos la convicción de que la leche pura de la palabra
significa la totalidad de la Palabra de Dios. No crecemos
espiritualmente escogiendo unos versículos de estímulo y
consuelo de una parte y otros de otra parte de la Biblia. Para
crecer necesitamos la Palabra de Dios completa. Necesitamos
una dieta completa y equilibrada. Por su puesto, en la vida la
alimentación comienza con la leche, pero a medida que
crecemos y nos desarrollamos, introducimos en la dieta diaria
alimentos más consistentes y ricos en calorías. Lo mismo sucede
en el proceso de crecimiento y desarrollo de la vida cristiana.
Uno recibe toda la nutrición espiritual que necesita en la
totalidad de la Palabra de Dios. Ahora, en el versículo 3 de este
capítulo 2 de la primera epístola del Apóstol Pedro, leemos:
"Ya que habéis gustado la bondad del Señor."
En el momento de la salvación, un cristiano nuevo nace con un
apetito por la Palabra de Dios, así como el recién nacido
comienza a comer inmediatamente. No es necesario enseñar a
los bebés a comer. Todo lo que uno tiene que hacer es poner
ese biberón en su boca, y él sabe lo que tiene que hacer y
cómo.
Ahora, en cuanto a nuestro título "El sufrimiento produce
separación" surge la pregunta: ¿cuál es la verdadera
separación? No se trata de ir a ciertos lugares y evitar ir a otros.
Muchos cristianos creen que de esa manera se separan del
mundo. Pero nos encontramos en el mundo ---en el cual Dios
nos ha colocado--- y debemos vivir en él aunque
espiritualmente hablando no pertenezcamos a este sistema
mundano. Por ello, al hablar de separación nos referimos a una
separación personal e interior que se reflejará en la pureza de
nuestra vida cristiana.
La malicia, la envidia, la hipocresía, la difamación, el
egocentrismo, etc., estas son los sentimientos y prácticas de las
cuales debemos separarnos. Y solo el Espíritu de Dios actuando
dentro de nosotros producirá esa clase de separación. Hasta que
estemos dispuestos a dejar de lado esos sentimientos y
actitudes, nunca creceremos hacia una madurez cristiana.
Ahora, en el versículo 4 de este segundo capítulo de 1 Pedro
leemos:
"Acercándoos a él, piedra viva, desechada ciertamente por los
hombres, pero para Dios escogida y preciosa"
Destacamos en primer lugar la frase acercándonos a él, piedra
viva. No estamos acudiendo a un niño pequeño en Belén, sino
que nosotros, como niños pequeños nos dirigimos a una piedra
viva. La piedra viva es Cristo. Como podemos ver en Mateo
capítulo 16, versículo 18, después de la confesión de Pedro, el
señor Jesús dijo: Sobre esta roca edificaré mi iglesia. En ésta,
su epístola, Simón Pedro dejó bien en claro que la piedra
viviente no era él mismo sino Jesucristo.
En el mismo Evangelio de Mateo, capítulo 21, versículos 42 y
44, Jesús se refirió así mismo como una piedra; dice el citado
pasaje Jesús les preguntó: ¿Nunca leísteis en las Escrituras: "La
piedra que desecharon los edificadores ha venido a ser cabeza
del ángulo. El Señor ha hecho esto, y es cosa maravillosa a
nuestros ojos?" Por tanto os digo que el reino de Dios será
quitado de vosotros, y será dado a gente que produzca los
frutos de él. El que caiga sobre esta piedra será quebrantado, y
sobre quien ella caiga, será desmenuzado.
Cristo Jesús es la piedra que constituye el fundamento de la
iglesia. El es la roca, el fundamento, el cimiento sobre el que se
apoya el edificio de la iglesia. En la carta a los Corintios, capítulo
3, versículo 11, el apóstol Pablo escribió: Porque nadie puede
poner otro fundamento que el que está puesto, el cual es
Jesucristo. Cuando usted viene como un pecador y cae sobre
esa tierra, queda quebrantado. Sin embargo, en su quebranto
esa piedra se convierte en un fundamento para usted, y esa es
su salvación. Pero si usted rechaza a esa piedra, entonces no ha
finalizado su trato con ella. El profeta Daniel, en su capítulo 2,
versículo 34, vio que una piedra se desprendió sin que la cortara
mano alguna, e hirió a la imagen en sus pies de hierro. Esa será
la piedra de juicio que vendrá a herir a la tierra. La piedra
simboliza a Cristo. El también será la piedra de juicio para este
mundo. Aquí tenemos una imagen completa del Señor
Jesucristo.
Ahora llegamos a otra declaración extraordinaria, Leamos el
versículo 5 de este segundo capítulo de 1 Pedro, que dice lo
siguiente:
"Vosotros también, como piedras vivas, sed edificados como
casa espiritual y sacerdocio santo, para ofrecer sacrificios
espirituales aceptables a Dios por medio de Jesucristo."
Dice aquí vosotros también, como piedras vivas. Ahora, ¿cómo
somos nosotros piedras vivas? Como dice el capítulo 1, versículo
23 de esta carta, hemos sido renacidos Bueno, hemos sido
renacidos, no de simiente corruptible, sino de incorruptible, por
la Palabra de Dios que vive y permanece para siempre.
Y además, como piedras vivas, el apóstol les dijo: sed edificados
como casa espiritual. Recordemos el pasaje que citamos antes
de la confesión de Pedro, cuando le dijo al Señor Tu eres el
Cristo, el hijo del Dios viviente y el Señor Jesús le dijo: tú eres
Pedro, y sobre esta roca edificaré mi iglesia. El nombre Pedro
significa roca, piedra. En efecto, el Señor le estaba diciendo que
él iba a ser una piedra pequeña, como un guijarro, pero
colocado sobre la roca del fundamento que era Cristo; Él iba a
edificar Su Iglesia. El Señor Jesús es la piedra fundamental, y
sabemos que Pedro lo entendió de esta manera, porque aquí en
su epístola escribió: vosotros también, como piedras vivas, sed
edificados como casa espiritual. Así como Simón Pedro era una
de esas piedras pequeñas, usted y yo somos cada uno una
piedra pequeña que son edificadas para formar una casa
espiritual. Cuando nacemos espiritualmente de nuevo, nos
convertimos en hijos de Dios y somos colocados en el edificio de
Dios.
Si repasamos la epístola a los Efesios, encontraremos que el
apóstol Pablo también usó esta ilustración de un edificio. El
apóstol escribió en su capítulo 2, versículos 19 al 22: 19Por eso,
ya no sois extranjeros ni forasteros, sino conciudadanos de los
santos y miembros de la familia de Dios, 20edificados sobre el
fundamento de los apóstoles y profetas, siendo la principal
piedra del ángulo Jesucristo mismo. 21En él todo el edificio, bien
coordinado, va creciendo para ser un templo santo en el Señor;
22en quien vosotros también sois juntamente edificados para
morada de Dios en el Espíritu. Hoy Dios está construyendo un
templo, un templo viviente. Aquellos que hemos venido a El
como pecadores que somos y caemos sobre El ---nos
abandonamos sobre El buscando su compasión y misericordia---
somos salvados. Y El nos convierte en una parte del templo
viviente que está edificando sobre la piedra angular, la piedra
fundamental, el fundamento que es Cristo mismo.
Y en este versículo 5 leemos finalmente: aquí leemos:
sacerdocio santo. Ya hablaremos en cuanto a ese sacerdocio
real, Dios mediante, en nuestro próximo programa. Aquí él dice:
Sacerdocio santo, para ofrecer sacrificios espirituales aceptables
a Dios por medio de Jesucristo. Otra figura que el apóstol Pedro
usó en esta epístola fue la de un sacerdocio santo. Todos los
creyentes, en un sentido espiritual, son sacerdotes. Somos un
sacerdocio santo y más adelante Pedro lo llamó "real
sacerdocio". Así que como sacerdotes tenemos que ofrecer
sacrificios espirituales, que Dios acepta por medio de Jesucristo.
Por ejemplo, la alabanza a Dios constituye un sacrificio
espiritual; su ofrenda o contribución al Señor es también un
sacrificio espiritual, aunque no solemos considerar al dinero
como algo espiritual. Todo depende de cómo se utilicen el dinero
y los bienes materiales. Y principalmente, usted puede ofrecerse
a sí mismo al Señor, Este son, pues, sacrificios espirituales que
podemos ofrecer.
Bien, estimado oyente, vamos a detenernos aquí por hoy.
Comenzaremos nuestro estudio en el próximo programa con el
versículo 6 de este capítulo 2 de la primera epístola del Apóstol
Pedro. Como esperamos que continúe acompañándonos en este
viaje a través de la Biblia, le sugerimos que usted continúe
leyendo este capítulo 2, para que se familiarice con su contenido
y pueda asimilar mejor los comentarios y sus lecciones
prácticas.

1 Pedro 2:5-12
Continuamos hoy, amigo oyente, nuestro viaje por la primera
epístola universal del Apóstol Pedro y llegamos al capítulo 2. En
este capítulo 2 comienza la tercera división de este libro, que
incluye también los capítulos 3 y 4 y lleva el título "El
sufrimiento de los santos y el sufrimiento de Cristo". En el
capítulo 2 predomina el tema de que el sufrimiento produce
separación del mal. Al finalizar nuestro programa anterior
estábamos comentando el versículo 5, que dice
"Vosotros también, como piedras vivas, sed edificados como
casa espiritual y sacerdocio santo, para ofrecer sacrificios
espirituales aceptables a Dios por medio de Jesucristo."
Dice aquí vosotros también, como piedras vivas. Ahora, ¿cómo
somos nosotros piedras vivas? Como dice el capítulo 1, versículo
23 de esta carta, hemos sido renacidos Bueno, hemos sido
renacidos, no de simiente corruptible, sino de incorruptible, por
la Palabra de Dios que vive y permanece para siempre.
Y además, como piedras vivas, el apóstol les dijo: sed edificados
como casa espiritual. Recordemos el pasaje que citamos antes
de la confesión de Pedro, cuando le dijo al Señor Tu eres el
Cristo, el hijo del Dios viviente y el Señor Jesús le dijo: tú eres
Pedro, y sobre esta roca edificaré mi iglesia. El nombre Pedro
significa roca, piedra. En efecto, el señor le estaba diciendo que
él iba a ser una piedra pequeña, como un guijarro, pero
colocado sobre la roca del fundamento que era Cristo, El iba a
edificar Su iglesia. El Señor Jesús es la piedra fundamental, y
sabemos que Pedro lo entendió de esta manera, porque aquí en
su epístola escribió: vosotros también, como piedras vivas, sed
edificados como casa espiritual. Así como Simón Pedro era una
de esas piedras pequeñas, usted y yo somos cada uno una
piedra pequeña, que al unirse sirven para ser edificadas y
formar una casa espiritual, cuando nacemos espiritualmente de
nuevo, nos convertimos en hijos de Dios y somos colocados en
el edificio de Dios.
Si repasamos la epístola a los Efesios, encontraremos que el
apóstol Pablo también usó esta ilustración de un edificio en su
capítulo 2, versículos 19 al 22. Hoy Dios está construyendo un
templo, un templo viviente. Aquellos que hemos venido a Él,
como pecadores que somos y caemos sobre El ---nos
abandonamos sobre El buscando su compasión y misericordia---
somos salvados. Y El nos convierte en una parte del templo
viviente que está edificando sobre la piedra angular, la piedra
fundamental, el fundamento que es Cristo mismo.
Y en este versículo 5 del segundo capítulo de 1 Pedro leemos:
sacerdocio santo. Ya hablaremos sobre ese sacerdocio real en
nuestro programa de hoy. Ahora, en el versículo 6 de este
capítulo 2 de la primera epístola del Apóstol Pedro, leemos:
"Por lo cual también dice la Escritura: He aquí, pongo en Sión la
principal piedra del ángulo, escogida, preciosa; el que crea en
él, no será avergonzado"
Esta es una cita tomada del capítulo 28 del libro de Isaías,
versículo 16. Tal vez sería bueno que leyéramos lo que dice este
versículo en el pasaje de Isaías: Por tanto, el Señor Dios dice
así: He aquí que yo he puesto en Sion por fundamento una
piedra, piedra probada, angular, preciosa, de cimiento estable;
el que crea, no será perturbado. Esa piedra angular es Cristo y
las Sagradas Escrituras exponen este hecho muy en claro.
Ahora, el versículo 7 de este capítulo 2 de la primera epístola
del Apóstol Pedro, dice:
"Para vosotros, pues, los que creéis, él es precioso. En cambio
para los que no creen: La piedra que los edificadores
desecharon ha venido a ser la cabeza del ángulo"
Destacamos la frase para vosotros, los que creéis, él es
precioso. Otra traducción dice "Este precioso valor es, pues,
para vosotros los que creéis". La hermosura de Cristo es
apreciada por los que creen. Creemos que es interesante que
Simón Pedro, un pescador rudo, utilizara la palabra "precioso".
Esta palabra es más bien usada por personas más sofisticadas o
delicadas, que se expresan con un vocabulario más escogido.
Pero cada vez que Pedro habló de Cristo o de Su sangre utilizó
esta palabra.
Y sigue diciendo este versículo 7 En cambio, para los que no
creen, la piedra que los edificadores desecharon ha venido a ser
la cabeza del ángulo. Leamos ahora el versículo 8 de este
segundo capítulo:
"Y: Piedra de tropiezo y roca que hace caer."
Ellos, por su desobediencia, tropiezan en la palabra. ¡Ese es su
destino!
Ahora, este es un pasaje muy importante de las Escrituras.
Recordemos que es una cita del Salmo 118, versículo 22. Ahora,
existe una tradición que nos hace retroceder hasta el tiempo de
la construcción del templo del rey Salomón en Jerusalén. En el
primer libro de los Reyes, capítulo 6, versículo 7, leemos lo
siguiente acerca de la construcción misma del templo: 7Cuando
se edificó la Casa, la construyeron con piedras que traían ya
talladas, de tal manera que no se oyeron en la Casa ni martillos
ni hachas, ni ningún otro instrumento de hierro, cuando la
edificaban. Como vemos, las piedras eran talladas en la cantera
de acuerdo con la medida exacta; así que cuando llegaban al
emplazamiento del templo no se oía el sonido del martillo.
Simplemente se colocaban en los lugares correspondientes.
Ahora bien, la tradición cuenta que al comienzo del proyecto
llegó de la cantera una piedra muy grande y hermosa, pero los
albañiles no la podían encajar en ninguna parte, así que la
colocaron a un costado. Como se encontraba en el paso, al final
la empujaron por la cima de una colina para dejar libre el lugar
y poder colocar allí otras piedras que estaban llegando, y se
olvidaron de aquella piedra. Finalmente, cuando todas las
demás piedras habían sido colocadas en sus respectivos lugares
enviaron un mensaje a la cantera pidiendo que les enviaran la
piedra angular. El edificio había sido terminado y solo faltaba la
piedra angular. El caso fue que llegó un mensaje de la cantera
diciendo: "ya os hemos enviado al principio". Entonces ellos
recordaron que se trataba de la piedra que habían hecho caer
por la colina. Así que, realizando un gran esfuerzo, tuvieron que
arrastrar de vuelta aquella piedra hasta la cima de la colina, y
entonces descubrieron que encajaba perfectamente en su lugar.
Si esta tradición es verídica, seguramente nos explica estos
versículos que estamos leyendo en este segundo capítulo de 1
Pedro.
Realmente la piedra que los edificadores desecharon ha venido a
ser la cabeza del ángulo. Ya dijimos que la piedra era una figura
del Señor Jesucristo. Cuando El llegó al mundo fue rechazado
por su propio pueblo, como podemos leer en Juan 1:1, a lo suyo
vino, pero los suyos no lo recibieron. Y no solo fue rechazado Él
en aquel tiempo, sino que usted y yo, estimado oyente, vivimos
en un mundo que lo rechaza. En el momento en que estamos
grabando este estudio nos encontramos en la época de Navidad.
Las ciudades se adornan y todos se preparan para celebrar la
Navidad, pero Jesucristo continúa siendo rechazado. Una de las
acciones más hipócritas del mundo es rechazar a alguien cuyo
cumpleaños está siendo celebrado. Estimado oyente, hoy
Jesucristo es para usted o una piedra sobre la cual se puede
apoyar y poner en pie, o una piedra de tropiezo.
Los versículos anteriores nos han conducido a un hermoso
pasaje de la Biblia, que revela que la vida del cristiano tiene que
corresponder a su posición en Cristo. Y hasta que no vivamos
esa vida, no estamos experimentando una vida cristiana normal.
Leamos entonces el versículo 9 de este segundo capítulo de 1
Pedro:
"Pero vosotros sois linaje escogido, real sacerdocio, nación
santa, pueblo adquirido por Dios, para que anunciéis las
virtudes de aquel que os llamó de las tinieblas a su luz
admirable."
El apóstol estaba así diciendo unas verdades de gran
importancia. En primer lugar habló de un linaje escogido; en
segundo lugar, de un real sacerdocio; en tercer lugar, de una
nación santa; y en cuarto lugar, de un pueblo adquirido por
Dios.
(1) En primer lugar, somos un linaje escogido. En el Antiguo
Testamento, Dios eligió a Israel como Su pueblo, y en las
Escrituras tenemos a dos grupos de personas elegidas. La
nación de Israel, llamada un pueblo elegido; y la iglesia,
llamada una nación elegida, o un pueblo adquirido, ha sido
elegida, y a la iglesia también se le llama una nación elegida, un
pueblo adquirido.
Recordemos que el apóstol Pedro estaba escribiendo a su propio
pueblo, a los cristianos judíos que se habían dispersado por todo
el Imperio Romano y más allá de él. En efecto, les estaba
diciendo que aunque seguramente no parecían un linaje o un
pueblo elegido, realmente lo eran, y que como habían venido a
Cristo, eran un linaje escogido, una nación elegida, un pueblo
elegido, así como los israelitas habían sido elegidos en un
principio. Las llaves del reino habían sido entregadas a la iglesia
y nosotros hoy tenemos que proclamar el Evangelio porque la
iglesia es el instrumento elegido. Este honor ha sido concedido a
los creyentes. Es como si Dios hubiera acuñado para usted y
para mí una hermosa medalla en la cual ha inscripto: "sois un
linaje escogido".
En nuestro tiempo se han realizado muchos intentos para
identificar a ciertos pueblos de esta tierra con las 10 tribus
perdidas de Israel. Pero aun en el caso de que se pudiera
demostrar que algunos pueblos actuales fueron fundados o
constituidos por tales tribus, ¿qué se habría demostrado? Dios a
puesto a un lado temporalmente al pueblo de Israel y en la
actualidad, Dios está llevando a cabo algo nuevo. El está
llamando a un nuevo pueblo, a un linaje escogido de cada
pueblo, lengua y nación, tanto a judíos como a no judíos, y ellos
están siendo traídos para tener una nueva relación con Dios en
la iglesia.
Aunque usted y yo digamos que hemos venido a Cristo, El dice
que nos ha elegido. Un par de niños muy pobres en una ocasión
se pusieron a mirar diversos juguetes expuestos en el
escaparate de una tienda. Ellos estaban viendo cosas que nunca
podrían tener, pero en cualquier caso se pusieron a jugar y uno
decía "yo elijo este balón" y el otro "y yo este coche" y así
estuvieron jugando con sus ilusiones. En el terreno espiritual,
usted y yo somos como aquellos niños pobres, y cuando
decimos "yo elijo a Jesús" descubrimos que El ya nos ha
elegido. Recordemos que el Señor Jesús les dijo a sus propios
apóstoles: No me elegisteis vosotros a mí, sino que yo os elegí a
vosotros (como leemos en el Evangelio de Juan capítulo 15,
versículo 16). Es maravilloso saberlo y no estoy siendo
irreverente al decir que ya que El me ha elegido, es responsable
por mí. La responsabilidad es suya porque El nos ha elegido.
(2) En segundo lugar, somos un real sacerdocio. En el Antiguo
Testamento, Dios, en primer lugar, eligió a toda la nación de
Israel para que fueran Sus sacerdotes. Sin embargo, ellos
pecaron y entonces Dios eligió a una tribu de esa nación. A
partir de ese momento, los sacerdotes provinieron de esa tribu.
En la actualidad no hay un sacerdocio de ese tipo que Dios
reconozca, excepto uno. Hoy, cada creyente en el Señor
Jesucristo es un sacerdote. Israel tuvo un sacerdocio; hoy la
iglesia es un sacerdocio.
Cada creyente es un sacerdote en el sentido en que tiene acceso
a Dios, puede venir ante Su presencia y, ---como el antiguo
sumo sacerdote en el tabernáculo y en el templo--- entrar en el
Lugar Santísimo. Y el apóstol Pedro nos estaba diciendo aquí
que, como creyentes, somos un sacerdocio real. Somos hijos del
Rey de reyes. Un poco más adelante en esta epístola leeremos
que los ojos del Señor están sobre los justos, y que El oye sus
oraciones. Esta es una hermosa realidad.
(3) En tercer lugar, somos una nación santa. El pueblo de Israel
nunca fue santo en su conducta, y lo mismo puede decirse de la
iglesia. Al releer la historia vemos que el fracaso de Israel fue
patente y el fracaso del cristianismo, atroz. Sin embargo somos
santos en nuestra relación con El, porque Cristo es nuestra
justicia. Si tenemos alguna posición ante Dios, no se debe a
nosotros mismos, sino a Cristo. No podemos imaginar una
realidad más extraordinaria que pensar que, hoy estamos
completos en El. Es una satisfacción ser miembros de un pueblo
santo, que es hoy un nuevo pueblo en el mundo.
(4) En cuarto lugar, somos un pueblo adquirido por Dios. Somos
un pueblo que ha sido comprado y por lo tanto pertenece a Dios
como posesión propia. Le pertenecemos. Así que no solo hay un
nuevo pueblo en el mundo sino que este pueblo también es
Suyo. Ahora este concepto no puede ser mal interpretado ni
debe causar temor. El ser Su pueblo no significa que seamos
peculiares en sentido de actuar de manera extraña o
estrafalaria. Pensando en la vida diaria, podemos comparar la
situación con un hijo que estaba recibiendo de su padre dinero
para sus gastos pero un día consiguió un trabajo, y por primera
vez ganó algo de dinero. Es algo que ha conseguido por su
propio esfuerzo y ahora le pertenece. De la misma manera, la
obra de Cristo, Su obra de redención, requirió el precio del
derramamiento de Su sangre, como ya hemos leído en esta
epístola. Y ahora, El tiene un pueblo propio, adquirido por El
mismo.
En Su oración sacerdotal del Señor Jesús El dijo, 6»He
manifestado tu nombre a los hombres que del mundo me diste;
tuyos eran, y me los diste (como podemos leer en el evangelio
según San Juan, capítulo 17, versículo 6). Y también dijo.
37Todo lo que el Padre me da, vendrá a mí, y al que a mí viene,
no lo echo fuera (como podemos leer en este mismo evangelio
de Juan, capítulo 6, versículo 37). Es extraordinario que el Padre
nos haya entregado como posesión a Cristo.
Y Dios llama a los Suyos. Él le llama a usted hoy, estimado
oyente. No importa quién sea usted o a que raza pertenezca. Él
le está llamando para que usted sea Suyo. Quiere que usted se
una a su linaje escogido y a su real sacerdocio. No le está
invitando para que se vista de cierta manera o para que recite
ciertas fórmulas rituales, sino para que se una a un sacerdocio
que tiene acceso a Dios. Le está pidiendo que pase a pertenecer
a un nuevo pueblo. No es un pueblo determinado de esta tierra,
sino una gran multitud de creyentes que provienen de todas las
naciones. Dice el Salmo 144, versículo 15: ¡Dichoso el pueblo
que tiene todo esto! ¡Dichoso el pueblo cuyo Dios es el Señor! Y
el Salmo 79, versículo 13 dice: Y nosotros, pueblo tuyo y ovejas
de tu prado. Y por medio del profeta Isaías, en su capítulo 53,
versículo 8, Dios dijo: por la rebelión de mi pueblo fue herido. Y
en el Nuevo Testamento, en la carta a los Hebreos capítulo 13,
versículo 12, Jesús, para santificar al pueblo mediante su propia
sangre, padeció fuera de la puerta. Así que tenemos una
posición extraordinaria en Cristo. Continuemos leyendo el
versículo 10 de este segundo capítulo de la primera carta del
apóstol Pedro:
"Vosotros que en otro tiempo no erais pueblo, ahora sois pueblo
de Dios; en otro tiempo no habíais alcanzado misericordia, pero
ahora habéis alcanzado misericordia."
La frase en otro tiempo no erais pueblo enfatizó que no
pertenecíamos a Dios, sino que estábamos lejos de Él.
Y continuó diciendo el apóstol en otro tiempo no habíais
alcanzado misericordia, pero ahora habéis alcanzado
misericordia. Estimado oyente, éste es un regalo que usted no
querrá perder, y el nombre escrito en la caja es "misericordia".
Es un estuche grande porque Dios es rico en misericordia, en
compasión. Si usted la necesita hoy, puede acudir a Él para
recibirla.
Nuevamente, recordemos que el apóstol Pedro estaba
escribiendo a la llamada "diaspora", es decir, a su pueblo que se
había dispersado por otros países. En este versículo 10 dice en
otro tiempo no erais pueblo. Es que ellos habían rechazado a
Cristo como su Mesías y entonces, Dios los había rechazado. Y
la frase se completa diciendo: pero ahora sois pueblo de Dios.
Dios estaba y está haciendo hoy algo nuevo, al llamar a un
nuevo pueblo y extender sobre ellos Su misericordia. Leamos
ahora el versículo 11 de este segundo capítulo:
"Amados, yo os ruego como a extranjeros y peregrinos, que os
abstengáis de las pasiones carnales que batallan contra el
alma."
El hijo de Dios tiene que publicar las alabanzas de su Padre
celestial. ¿En qué manera? ¿Cantando himnos? Es bueno hacerlo
de esta forma, pero usted puede hacer pública Sus alabanzas
mejor, no cediendo ante los deseos pecaminosos de la
naturaleza humana. Antes, el apóstol nos dijo que las obras de
esa naturaleza humana eran la malicia, la astucia, la hipocresía,
la envidia y la calumnia. Hacemos públicas Sus alabanzas
haciendo públicas nuestras actitudes, que han sido
determinadas por la Palabra de Dios. Y finalmente por hoy,
leamos el versículo 12 de este segundo capítulo de la primera
epístola del apóstol Pedro:
"Mantened buena vuestra manera de vivir entre los no judíos,
para que en lo que murmuran de vosotros como de
malhechores, glorifiquen a Dios en el día de la visitación, al
considerar vuestras buenas obras."
Aquí el apóstol les aconsejó que mantuvieran una conducta
ejemplar ante los incrédulos. Aquí recordamos que la verdadera
separación cristiana del mal no consiste en adoptar una posición
piadosa, No se trata simplemente de abstenerse de realizar
acciones mundanas. Es más bien una actitud positiva, que
incluye honestidad y buenas obras. Todos los creyentes pueden
exponer, en cualquier tipo de ocupación profesional, las
alabanzas a Dios por medio de su honestidad. Esta actitud, esta
conducta constituye el testimonio que el mundo necesita ver.
Bien, estimado oyente, vamos a detenernos aquí por hoy, y si
Dios quiere continuaremos desarrollando este tema en nuestro
próximo programa, exponiendo este capítulo 2 de la primera
epístola del Apóstol Pedro. Le invitamos pues, a que continúe
acompañándonos en este estudio y le sugerimos leer los
siguientes versículos de este capítulo 2, para estar bien
informado de los asuntos que consideraremos en nuestro
próximo encuentro.

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