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La nanotecnología envuelve la
manipulación de material en una
escala cercana a lo atómico para
producir nuevas estructuras,
artefactos, y materiales. Las
nanopartículas son partículas con
una dimensión en el rango de 1-100
nm.
Por lo tanto, las nanopartículas pueden ser transportadas efectivamente por el flujo de
agua subterránea. Los átomos y los enlaces químicos tienen tamaños en el rango de unas
decenas de un nanómetro, las estructuras más pequeñas tienen dimensiones de unos
pocos nanómetros. Esto es porque tan pronto unos cuantos átomos están cercanos unos
a otros, la estructura resultante es de unos pocos nanómetros en tamaño.
El lago, que de niño visitaba para pescar con su padre, se encontraba completamente
verde en lugar del recordado azul marino. Estaba eutrofizado — cubierto de una
especie de lechuga acuática conocida como Pistia Stratiotes — una clara señal de
contaminación ambiental por exceso de nutrientes, que al impedir que la luz del sol
penetre en el agua, reduce la cantidad de oxígeno disuelto — lo que es fundamental
para la vida.
Morikawa cuenta que se hincó al ver el lugar, en 2010, sorprendido después de dos
décadas de su última visita. “Le pedí perdón y empecé a estudiarlo”. Lo que encontró
fue que el cuerpo de agua, que proviene de 30% de infiltración salina de la costa y 70%
del río Chancay, estaba afectado por tres fuentes contaminantes: aguas cloacales sin
tratamiento, un criadero de animales (porcino, vacuno y bovino) de una invasión que
había llegado en los años 80 y un vertedero de basura a cielo abierto. Conjuntamente,
todos aportaban una alta carga bacteriana.
Nanotecnología ecológica
Los datos científicos eran alarmantes. El índice de Demanda Química de Oxígeno (DQO),
que se espera esté entre 1 y 8 miligramos por litro (mg/L) y en el agua radical puede
alcanzar un valor entre 900 y 1000, se encontraba en 1380 en julio de 2011. Mientras
tanto, los niveles de nitrógenos totales (NT) que alimentan a la lechuga acuática y
provienen principalmente de las deposiciones humanas, estaban en 167, aunque la
norma ambiental japonesa lo ubica como deseable en menos de 1 mg/L.
Con tan sólo un grupo de amigos, Morikawa dividió El Cascajo en ocho áreas mediante
cañas de bambú. Esta sectorización cumplía una doble función: como barrera física para
que las plantas acuáticas superficiales no invadieran las áreas que se limpiaban y como un
filtro natural para las partículas suspendidas en el agua.
Ernesto José González Rivas, experto en ecología de aguas y de ecosistemas lóticos (ríos,
arroyos o manantiales) y quien trabaja en el Instituto de Biología Experimental de la
Universidad Central de Venezuela, certifica la utilidad de la técnica. “La generación de
burbujas generan una cortina de aire en el agua, que inactiva el fósforo — gran
responsable de la eutrofización — que al oxidarlo no es soluble, así que no puede ser
usado por los productores primarios (fitoplancton y plantas acuáticas) y se precipita a los
sedimentos. La oxigenación también ayuda a degradar la materia orgánica, así que sólo la
aireación es altamente efectiva como hicimos en el Embalse de Pao-Cachinche (ubicado
en Carabobo, al centro de Venezuela). En el caso del humedal, es un sistema [que
actúa por encima de la superficie], así que es relativamente más fácil”, le explicó a
Mongabay.
La mancha blanca
El Cascajo estaba completamente blanco. Morikawa temió que fuese cloro, comúnmente
usado para la potabilización de agua, que en exceso resulta perjudicial. Pero lo que
descubrió fue que miles de garzas habían vuelto al humedal, señalando el retorno del
equilibrio ambiental perdido. Entonces encontró 400 distintas especies de aves,
migratorias y endémicas, e incluso tres especies de peces. “Llegaron las gaviotas de
Franklin, que vienen desde Estados Unidos y se contabilizaron más de 60 mil aves de
enero a marzo”, precisa.