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Cielo al revés

(Metafísica de la imagen de “Teresa” soñando el Sur)

Segundo premio del Concurso de Letras 2019, en la categoría Poesía,


del Fondo Nacional de las Artes.
Dirección y cuidado de edición: Teresa Orbegoso
Ilustración de tapa: Louise Castillo
Fotografía: Louise Castillo
Diseño Gráfico: Héctor Arturo Chávez García

La primera vértebra: laprimeravertebra2020@gmail.com

Claudio Archubi. Reservados todos los derechos.


e-mail: archubi@yahoo.com.ar

Cielo al revés (Metafísica de la imagen de “Teresa” soñando el Sur)

Este libro obtuvo el segundo premio del Concurso de Letras, en la categoría Poesía, del
Fondo Nacional de las Artes de Argentina.

1ª edición, Buenos Aires – La primera vértebra, abril 2020


122 páginas: 22 cm. x 15 cm.
200 ejemplares

ISBN 978-987-47673-0-1
Número 1 de la Colección: Poesía Latinoamericana.
A Teresa, y a su imagen.
Índice
Prólogo 15

Entrada a la ciudad 23
Notas de Teresa: Invocación al turista desde un bar de La Boca 27

Te perderás en mí 29
Canto I: La ciudad irrumpe en mi cuerpo 30
Estás creándome 31
Canto II: Constitución 32
Existe la otra ciudad 33
Canto III: Retiro 34
Mi cuerpo está herido 35
Canto IV: Llegamos a la estación 36
Mirá pasar el tren blanco… 37
Canto V: En el tren equivocado 38
Estoy rota, como el Sur 40
Canto VI: Cuán pesados nos sentimos en Liniers 41
Canto VI (continuación): Soñé que me encerraban 42
(Dormía al principio en mí…) 43
El Sur mató a mi padre 44
Canto VII: Viajamos hacia el Norte 45
El Sur tiene hambre 46
Canto VIII: Dormimos sobre el césped del Parque de la Memoria 47
Hacer poesía es… 48
Canto IX: Vemos el sol en la fisura de la tumba 49
Estoy enferma. 50
(Me sostuve en el silencio de la escucha) 51
Canto X: Soñé que nunca terminábamos de cruzar la avenida
Del Libertador 52
Todos recuerdan en el zoológico 53
Canto XI: Soñé que llovía sobre el planetario 54
Sentado de espaldas al Congreso 55
Canto XII: Soñamos con las estatuas del Sur 56
Sueñan que están de pie 57
Canto XIII: Y escuché a la loca incansable 58
Arde en retórica 59
Notas de Teresa para distinguir de un súcubo a la mujer de un tango 63
Canto XIV: Girando como un cántaro en la penumbra 65
Canto XIV (continuación): Entonces soñé que mi madre 66
Yo soy tu culpa 67
Canto XV: Soñé que esta ciudad era un desierto 68
Yo soy tu imagen 69
Canto XVI: Compañera del Sur 70
(La sangre es un espejo) 71
Canto XVII: ¿Cayó en mi sueño esa paloma… 72
El tablero de la realidad es una chapa agujereada 73
Canto XVIII: Vamos todos al Abasto 74
Canto XIX: El tiempo retrocedía 75
(Ahora ella tiene los ojos cerrados) 76
Notas de Teresa sobre la Manzana de las luces 79
Doy forma a su pensamiento… 81
Canto XX: Llueve en el centro 82
La ira es la máscara del miedo 83
Canto XXI: Soñé con una ciudad 84
Mi cuerpo se ha vuelto irreconocible 85
Canto XXII: Sueño que intento cambiar los hechos 86
Canto XXIII: Nos agrupamos en una terraza alrededor del
fuego central. 87
¿Hacia dónde vamos? 88
Canto XXIV: Por ciento cincuenta pesos 89
(Entro a la imagen de Teresa como un ciego que cruza un parque
silencioso…) 90
Canto XXV: ¿Qué habrá sucedido con ese hombre… 91
Canto XXVI: Para ser parte de esta ciudad voy aprendiendo a
gritar 92
Soñé que era un trapito 93
Canto XXVII: Microcentro 94
(Tomo la imagen de Teresa entre mis manos) 95
Sos un perro 96
(Intercambiamos nuestro íconos) 97
Vení, perrito mío 98
(Teresa, le digo, ahora que estás viva) 99
Canto XXVIII: Caminamos por el puerto 100
Sueño 101
Canto XXIX: Avellaneda 102
No existen 103
Canto XXX: Soñé que mi cuerpo era una gran avenida 104
Canto XXXI: Habíamos subido al tren blanco 105
Canto XXXII: Entonces llegamos a este lugar 106
Canto XXXII (continuación): Alguien puso la mano en mi
hombro 107
(Ahora sueño con la imagen de Teresa) 108
Yo era una niña que jugaba con la muerte y ahora… 109
Canto XXXIII: Nos dormimos por la mañana 110
Canto XXXIV: Dócil arte de la denuncia 111
No me estás creando 112

La salida 113

Notas de Teresa: Invocación a la metafísica 117


Soñé con un libro cerrado por la Realidad 119
Cielo al revés

12
13
Prólogo

“En síntesis, el asesino y la víctima son una ilusión.


Pero ese detalle se vuelve irrelevante si la ilusión tiene el poder de matarte.”
Claudio Archubi
Cielo al revés (metafísica de la imagen de “Teresa” soñando el Sur).

Ganador del segundo premio del concurso del Fondo Nacional de las
Artes 2019 de Argentina, Cielo al revés (metafísica de la imagen de “Teresa”
soñando el Sur) es el nuevo trabajo del poeta Claudio Archubi (Mar del
Plata, 1971), un texto emotivo, de poéticas míticas y urbanas.

Escrito en prosa poética, está compuesto de 34 cantos que dialogan con


La Divina Comedia de Dante Alighieri, organizando un relato que tiene,
además, como imaginario urbano, la cosmopolita ciudad de Buenos
Aires y sus barrios. Este escenario sustenta la travesía de los héroes-
poetas, que también conversan entre sí para tejer esta red de imágenes
íntimas, atravesando por un dolor que bordea en lo autobiográfico:
Teresa está enferma y junto al hablante lírico, su compañero, emprenden
un viaje sin más destino que la sanación espiritual que rodea los límites
continentales: “Pero es mi historia la historia del Sur”, dice Teresa y
establece así un correlato concéntrico de su propia historia con la historia
del continente quebrado por la colonización, que es América Latina.

En una narración minuciosa, Archubi coquetea con la intimidad


del dolor, estableciendo, como el mismo hablante del texto anuncia,
categorías nuevas: “Caminamos hasta escuchar el aleteo de nuevas
categorías”. Y son justamente estas categorías invertidas en un ciclo
eterno las que se manifiestan, de forma similar al mito andino del
Pachacuti, en donde todo cambia de lugar de manera temporal y nada
14
permanece, estableciendo una sinergia entre las energías del arriba y
del abajo. Los poetas trenzan las realidades y alteran los sentidos del
espacio y el tiempo. “Lo que viaja por arriba se confunde con lo que
viaja por abajo por afuera por adentro”, dice el poemario de Archubi;
y “aquí subo yo al Uraj Pacha, el mundo de los de Arriba”, nos dice
Teresa Orbegoso en Abro el miedo, un libro de poemas con el que dialoga
Archubi y que corresponde al libro de poemas que su esposa, la poeta
peruana Teresa Orbegoso, escribe para exorcizar los demonios que
acompañan a la enfermedad del siglo XXI: el cáncer.

En Cielo al revés, los primeros cantos muestran a los protagonistas


sumergidos en la ciudad-animal que es Buenos Aires. “La ciudad
irrumpe en mi cuerpo como un animal de aguas profundas”, y la ciudad
se transforma en un tercer personaje del poemario de Archubi. El poeta
se embarca, como Dante al infierno, en un viaje al centro del dolor, en
donde la que debería ser salvada, Teresa-Beatriz, también representa a
Latinoamérica. Las nuevas categorías que perviven en el Sur son espejos
que devuelven una imagen invertida a los protagonistas. “Ah… viejo
Adorno, apareciste en el siguiente sueño, decrépito como una ruina”,
dice el hablante, haciendo referencia a Theodor Adorno, representante
de la Escuela de Fráncfort, de inspiración dialéctica. La referencia
determina el tono del texto de Archubi: la inversión de las categorías, la
destrucción de los modelos paradigmatizados, se vuelve la tesis central
del texto.

Ahora bien, el diálogo de Cielo al revés con Abro el miedo, libro de


Teresa Orbegoso en el que la hablante interactúa con textos de Inger
Christensen, ubica el hilo conductor no sólo en la enfermedad física,
sino en la herida de inexistencia de todo el continente. Aquí Orbegoso
nos recuerda que Latinoamérica existe, que no deberá negarse, como
15
se hizo durante varios siglos de colonialismo occidental. Y es esta línea
la que Archubi retoma poniéndolo en la voz de Teresa-Beatriz, nuestra
musa-heroína latinoamericana: “Existe la otra ciudad”. Así se da paso
a un recorrido retórico por los barrios más emblemáticos de la ciudad:
Retiro, Liniers, La Boca, Constitución, Palermo, entre otros.

Es interesante recalcar que la ciudad-otra no es un simple recurso


escenográfico, sino que acompaña con vida propia a los héroes-poetas,
los acompaña en su viaje y los coloniza también, estableciendo un
juego anti-dialéctico entre lo íntimo y lo público, ya que el espacio
íntimo del dolor se transfiere al espacio público y, como la plaza o el
cine de Cinema Paradiso, la clásica película de Tornatore, a su vez los
espacios de la ciudad se van entretejiendo en los espacios íntimos de los
héroes-poetas, estructurando una sumersión en ella, más que un simple
tránsito. En imágenes como “Nos atraviesa la ciudad” y “la ciudad
vibrante en los bordes como un trueno contra el olvido”, aparece este
monstruo-ciudad que se mueve con ellos. Los personajes de la ciudad
también aparecen: “el viejo que gasta sus horas frente al diario, en el café,
nunca es el mismo. El loco que balbucea tangos nunca es el mismo./ La
señora teñida de rubia sobre el balcón de Palermo nunca es la misma”,
ellos están habitando la ciudad, pero a la vez la ciudad-otra los posee
y los cambia, “no son los mismos” y van mutando inmutables como
las aguas del río de Heráclito. La ciudad es una categoría invertida,
concéntrica como los círculos del infierno de Dante.

Esta vitalidad de una ciudad en movimiento le da el marco a la imagen


de nuestra Teresa-Beatriz, continente-mujer, mujer-musa; entretejiendo
estos dos espacios antes mencionados “Mi cuerpo está herido. Mirá./
Por su herida crece el Sur”. Al reconocer el hablante en su amada el
cuerpo fisurado de un continente, emprenden juntos el viaje. Para ello,
16
Archubi pone al héroe a crear la imagen de su musa Teresa-Beatriz:
“Estoy creando la imagen de Teresa”, un proceso que pasará por varias
etapas.

En el viaje utilizan la figura del tren como aparato que sirve para
trasladarlos al Sur, pero es un tren blanco. “Entramos al Sur./ En el
tren equivocado, a la hora equivocada, vamos hacia el oeste, hacia las
entrañas de la ciudad”. El tren no los lleva a destino sino que los sumerge
en la ciudad-bestia. En ese tren como balsa, los héroes emprenden la
travesía y equivocan el rumbo a una ciudad-otra.

Esta otredad que plantea Archubi se cruza con la cosmovisión andina


en la que el otro es uno mismo y las energías masculinas y femeninas se
complementan, equidistantes. “Hemos tomado un tren al revés” dice el
hablante y posiciona las categorías en mecanismos con movimiento y
fuerza propia, capaces de invertir las polaridades de las cosas.
En este viaje de creación la musa va mutando, tal como la ciudad, las
polaridades, y las imágenes que vertiginosamente se van sucediendo
en la ventana de ese tren también dialogan con la naturaleza caótica del
continente americano y su entropía infernal como se puede ver en el
siguiente fragmento:

“Y escuché a la loca incansable sentada detrás de mí como una furia


durante todo el viaje en micro: Hijo de puta —susurraba triturando
la nada en sus entrañas (…) Hi-jo-de-pu-ta remarcaba encarnando
cada vez más cerca de mi oído la voz de la ciudad porque la ciudad
había entrado en ella sin compasión y en mí; porque para ella yo
también encarnaba en ese momento la ciudad mientras el micro
avanzaba sin detenerse durante ese viaje que duró como se suele
decir toda una vida”
17
Esta imagen revela la potencia de la ciudad-bestia que envuelve a los
héroes, armando un entramado que enfoca el viaje hacia el Sur en los
sueños y en la realidad: “Y en Teresa soñé el Sur”.

La dualidad de los opuestos categóricos arriba-abajo / norte-sur / frío-


calor infierno-paraíso, entre otros, se confunde en el texto de Archubi,
quien juega, evocando a Dante y a Wittgenstein también, en espejos
concéntricos con el espacio-tiempo, la Pacha, para crear la imagen de
Teresa sin límites: “Estoy creando su imagen, al fin la estoy creando:
bella y arrancada de los jardines humanos. Reina del dolor./ Mirándome
ella dice: / Yo soy tu culpa”. Y luego agrega más adelante: “Intento
acariciarla, pero estoy acariciando la Historia”.

En esta travesía se destacan las reflexiones sobre la tradición académica


e intelectual, como la que se realiza en la siguiente imagen: “llagas que
me conducían a rotos pasillos de infinitos hospitales donde a todos nos
esperaba el conocimiento, ese que penetraremos agitados en el instante
definitivo para perdernos en él”, poniendo a esta imagen cruda del
intelecto el siguiente pie de página: “(*Las escaleras del conocimiento
tienen tantos escalones como las escaleras de los años de tu vida: el último
escalón está roto para facilitar la caída”. Este fragmento nos indica una
nueva categoría a invertir: conocimiento-ignorancia. Y la conclusión
corresponde al mismo juego del que ha sido presa el poemario: no
existe una escala perfecta, no existe un límite, sólo las fisuras y sus
consecuencias. Este fragmento dialoga claramente con el canto XXVI
de La Divina Comedia, en el cual, entre otras reflexiones, en los vv. 85
al 142 el personaje de la Odisea, Ulises, nos cuenta cómo perdió todo
por la avaricia de conocimiento, embarcándose en un último viaje fuera
de Ítaca, que no lo devuelve con vida. El viaje de Ulises es al hemisferio
Sur, lo que se inserta brillantemente en el libro de Archubi.
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Luego de esta reflexión en donde la visión kantiana de las categorías
es refrendada por el poeta, aparece a mi juicio una de las frases que
Archubi pone en boca de Teresa-Beatriz y que es la más íntima, emotiva
y profunda de todo el libro: “Mi cuerpo se ha vuelto irreconocible, como
el Sur./ ¿Todavía te gusto?”. Y esta frase cercenadora de toda lógica
y tremendamente personal, consecuencia de un proceso doloroso
y común a muchas mujeres que viven la experiencia física de una
operación que modifica su estructura femenina intrínseca, sólo puede
ser respondida desde el amor incondicional del héroe-poeta en un
pie de página aún más emotivo que no deja lugar a las dudas: “(*Las
transformaciones son abundantes en el infierno./ En la realidad son
inevitables: el tiempo es su guardián).”

Esta imagen, luego de todo el esfuerzo narrativo que hace el poeta


para mostrarnos ese viaje que emprenden, cierra las últimas etapas en
la creación de Teresa-Beatriz, en la que la imagen aprende a pensar,
a imaginar y finalmente se mueve con fuerza propia por la ciudad.
Comienza a mostrarse la última de las categorías, el tú-yo y su dialéctica
del nosotros, que armados con la idea de inversión hace que la imagen
de Teresa comience a crear al poeta, y se confunda el nosotros en el juego
de las subversiones de todo el universo conocido. El Sur comienza a
parecerse más a una síntesis final: “Teresa, le digo, el Sur es nuestra
síntesis”. El texto de Archubi culmina con esa tan ansiada síntesis que,
sin embargo, es una síntesis no-dialéctica. Se han invertido el alma y la
materia de la que ambos están hechos y se confunden en un Pachacuti
permanente. No es el norte, y el arriba tanto como el abajo pierden
fuerza en el significante. “Aprende a jugar, poco a poco, la imagen de
Teresa./ Me está creando”. En esta aseveración de síntesis no-dialéctica
(entendiéndola al viejo modo adorniano y quizás hegeliano) el hablante
19
invierte una vez más las categorías y todo el proceso se realiza con ellos
sumergidos en la ciudad: “así nuestros corazones envejecerían sin
poder salir de la ciudad”. Lo que se sucede es una confirmación de esta
primera hipótesis de inversión de los contrarios “No me estás creando./
Yo te estoy creando”, dice Teresa-Beatriz, y “En mi nombre la vi a ella y
en ella vi la ciudad”, dice una de las últimas prosas.

En conclusión, el texto de Archubi nos deja con una sensación de


esperanza en el amor. Este hermoso y romántico poemario no está,
además, desprovisto de la crítica tan necesaria en nuestro hemisferio,
siendo un texto que combina, en una sinergia impresionante, los
elementos más poéticos de La Divina Comedia, la hipótesis más
profunda sobre la desoccidentalización y descolonización de nuestro
continente y de nuestro tiempo, y nos comparte la historia de amor más
bella, digna de guardarse en los anales de la historia, donde descansan
Dante y Beatriz.

“Vuela, vuela simple mariposa.


Desata con tu aleteo las cadenas del futuro”

Camila Albertazzo.

20
Sueño el Sur…
(del tango Vuelvo al Sur, letra: Fernando Pino Solanas)

21
Entrada a la ciudad

Yo, Beatriz*, soy quien te hace caminar;


vengo del sitio al que volver deseo
(La divina comedia. Dante Alighieri)

Estoy creando la imagen de Teresa. Está enferma.


Pienso: he dado vida. Pero ella dice que está muerta.
Estoy creando la imagen de Teresa. Hago que se mueva poco a poco.
Pienso: debo ayudarla. Pero ella dice: no se puede sanar a una
sombra.
Estoy creando la imagen de Teresa. Comienza a moverse y yo con
ella.

(Ella ha puesto su cara contra mi cuerpo: en el cuarto frente a


la vibrante autopista he sentido el tiempo temblar contra el vidrio
he sentido a sus constructores he sentido la velocidad del amor, y lo
que una vez declaré mío contemplé cómo crecía en la triple flecha del
tiempo cómo se marchitaba golpe tras golpe hasta desaparecer. Toda
una noche a través de los años ella y yo en lo que éramos y en lo que
seríamos huella tras huella soñamos nuestro tango que tiembla.
Flor pesada este mundo flor vibrante en un cuarto ajeno el florero
que cae y la luna que sube sobre los vidrios para iluminar lo que nunca
estuvo ahí.

Brillaba tanto que ambos nos apartamos para contemplarlo).

*Toda imagen puede transmutar: Beatriz o Virgilio cuando el cielo se


da vuelta.
22
23
Notas de Teresa: Invocación al turista desde un bar de La Boca*

Vení, conocé esta ciudad.


Mirá cómo se extiende con tus pasos adentro.
Recorrela, subí desde la oscuridad del “Bajo” hasta las altas pantallas electrónicas:
miralas, crecen con tus pasos adentro.
Te invito a esta ciudad.
Conocé su puerto y su río, uno que no fluye, no cambia.
No descansés. Escuchala.
Abrí la puerta a sus grandes maquinarias.
Se acoplan a tu corazón, sentilo, no querés que se detengan.
Los arroyos han sido enterrados.
Los antiguos árboles han sido desplazados.
Rezale a la grúa, tu nuevo mediador, rezale a la torre y su raíz de cemento.
Un nuevo mundo crece con tus pasos adentro.
Vení, levantá la cabeza todavía más alto, conocé su gran nube, alambique que cambia
la luz en plomo.
En cualquier esquina una bala de plomo, en cualquier esquina, bajo cartones, una
mano de plomo, demasiado, demasiado pesada para ascender: poné sobre ella tu
moneda de culpa y seguí adelante.
Vení, podés vivir para siempre, encerrado en uno de sus barrios.
Vení, devolvé la pelota.
La pobreza es un laberinto.
Escuchá el callejón crecer en tu entraña.

Poné tu basura en él, gritá en él, dormí en él.
Vení, conocé esta ciudad, agarrala, pero apurate, porque ella no espera.
Ella está harta de esperarte.
26
Vibra histórica y húmeda para vos. Brilla de plomo y sola, como un paredón a la
orilla de grandes pensamientos, uno pintado por manos del “se dice”, del “yo soy”.
Sentila abrirse, sentí sus pasos con tus pasos adentro. Sentí el mundo en cada una
de sus partes.
Vení, te invito a esta ciudad, la que todo lo tiene, la creadora de futuro, siempre
creciente, siempre abierta.
Pero apurate a pasar por ella. O sentirás su garra en tu entraña.

(*Oh perdido extranjero, entrarás, pero estás advertido).


27
Estoy creando la imagen de Teresa: está enferma.
Con los ojos aún cerrados ella dice:

Te perderás en mí.
La aguja de tu pensamiento apuntará al Sur.

28
Sueño el Sur.
La ciudad irrumpe en mi cuerpo como un animal de aguas
profundas y tristes: desbordada, sucia y densa (no de plomo, de chapas
y cartones húmedos y libros de páginas amarillas que se abren hacia
el Norte vi hecha esta ciudad. No de plomo la mano sino la moneda
depositada en ella para hundirla*).
Giro la cabeza. Pero el río emerge en los barrios más elegantes.
Nos atraviesa de las maneras más inapropiadas.

Muñecote de la gastada tradición: ¿Por qué me has engañado?


Bailarín de la calle: ¿Por qué me has engañado?

Hemos llegado al paredón del Sur.

*Oh Caronte, el peso de la apariencia es uno de los castigos más


severos en esta ciudad.
29
Estoy creando la imagen de Teresa. Bajo las vendas brilla el sol.
Abre los ojos y dice:

Estás creándome.
Mi cuerpo es tu mapa.
Pero es mi historia la historia del Sur.

30
Soñamos el Sur.
Constitución: aquí el cielo no está sobre la iglesia, le digo, están las
autopistas.
La ciudad se curva bajo su propio peso como se curva bajo el peso
de los camiones el cemento de los puentes, se anudan los mundos
fluyen unos en los otros, se regalan sus demonios que aprovechan para
mestizarse antiguos y cansados pero muy rápidos entre la iglesia, la
estación y los incontables locales de baratijas.
Constitución: aquí el cielo no está sobre la iglesia, está por todas
partes.
Lo ven brillar sobre los charcos sucios los travestis las prostitutas
que se preparan para la noche lo ve el niño en la teta luminosa de su
madre sentada en una esquina lo ve el borracho tirado en la plaza con
los ojos cerrados e intenta mostrármelo el negro, reflejado en los relojes
que dice que son de oro.
Constitución: viento del deseo* maqueta de la ciudad.
Todo va al cielo a la velocidad de lo nunca pensado al cielo de arriba
y al cielo de abajo.
Caminamos hasta escuchar el aleteo de nuevas categorías. ¿O son
palomas que se desbandan cuando corre por la plaza el punga?

Ah viejo Adorno, apareciste en el siguiente sueño, decrépito como


una ruina, y ellas te decían: si la Obra es pura totalidad sin síntesis, vení a
mamar a Constitución de la partida fuente de la belleza.

*El segundo círculo es inevitable


31
Estoy creando la imagen de Teresa. La despierto poco a poco.
Tiene fiebre. Tiene miedo.
Doy forma a su mirada y me obliga a mirar con ella:

Existe la otra ciudad.

32
Retiro: en esa veleta que gira con el viento vemos crecer la otra
ciudad.

Rosa de los vientos bulle la vida bajo tu chapa más difícil.


Bulle entre lo más alto y lo más hondo, sin puertas protectoras, sucia
de amor y de odio, hacia ninguna parte.
Bulle y nosotros con ella, nadie en su lugar verdadero, sentenciosos,
impacientes porque creemos que vamos hacia ahí.

Había una vez una princesa de barro y un castillo pero también una
escoba en el polvo de los años, y un príncipe con la espalda torcida,
cambiando, frente al río.

Ellos sabían querían olvidar.

Rosa giratoria de los vientos de la otra ciudad: nos escapamos de tu


espina metálica.

33
Estoy creando la imagen de Teresa.
Dama de los apósitos, surge entre gasas, se aleja poco a poco de las
cirugías de la mente.
Estoy creando la imagen de Teresa.
Su belleza es infecciosa.
Doy forma a su dolor y ella dice:

Mi cuerpo está herido. Mirá.


Por su herida crece el Sur.

34
Entramos al Sur.
Llegamos a la estación donde ninguno ve más allá.

Adentro todo se compra se vende es fácil perderse: los pensamientos


se desordenan como palomas chocando contra el techo.
Afuera escuchamos la persistente lluvia de invierno lavar la plaza
hasta quitarle el alma.
Adentro estamos distraídos, gira la máquina y seguimos distraídos,
gira y nosotros en ella.
Afuera están los que esperan: el sol ha desaparecido hace tiempo, lo
mío y lo tuyo se dan vuelta frente a la punta de un arma.
Adentro gira la máquina, hombre con hombre se dan la espalda en
el falso círculo de esta caja disonante.
Lo que viaja por arriba se confunde con lo que viaja por abajo por
afuera por adentro sueño que avanzamos sin encontrar la salida: ella
dice que el verdadero centro de la ciudad está aquí, en Once.

Señala el Sur.
Aprendiste, le digo.
Aprendiste, repite.

35
Estoy creando la imagen de Teresa. Tiene fiebre.
Le cierro sus ojos y dice:

Mirá pasar el tren blanco, el que incendiaron una noche de invierno.

36
Entramos al Sur.
En el tren equivocado a la hora equivocada, vamos hacia el oeste,
hacia las entrañas de esta ciudad.

(Dicen que el silencio tiene la boca sucia, los ojos gastados, pero
toda palabra es de salva, repiquetea largamente como el granizo y se
deshace. Se mete como la mano ávida en la cartera ajena y se va con su
tesoro, volviendo a lo invisible, sin ser ahí sino aquí, donde crecen las
márgenes, en este aquí que es todas partes.)

Vemos las astillas del Sur.

De asiento en asiento, entre el túnel de cuerpos gastados, la niña que


vendía estampitas parecía avisarnos: han entrado a la otra ciudad, mientras
golpeaba con una sobre nuestras piernas.

A un costado de las vías, ese chico que se sentó solo sobre su pelota,
perpendicular al futuro en su baldío de silencio, cerrando con fuerza los
párpados para fabricarse algo a la medida de su cuerpo.
Vibraba el travesaño del mundo, pero resistía.
Se ablandaba el tiempo bajo las nubes, pero resistía.
Se tambaleaba su mente bajo el viento del Sur, como un barco dentro
de una botella, pero resistía.
Hasta que el amor se iba de él.
Hasta que el dolor se iba de él.
Y entre el amor y el dolor se iban las cosas, su vacío arco de madera
quebrado por el viento, la ciudad y su red de fondo.
Al fin se iban las astillas del Sur.

Hemos tomado un tren al revés.


37
Avanzamos con el futuro a nuestra espalda*.

*Todo pronóstico desemboca en el Pasado.


38
Estoy creando la imagen de Teresa. Doy forma a sus manos. Brilla
el sol en sus manos húmedas: hay sangre en sus dedos. Tiene miedo.
Tocando una pared ella dice:

Tocame.
Estoy rota, como el Sur.

39
Sueño el Sur sobre nuestros cuerpos.
Cuán pesados nos sentimos en Liniers mientras las torcazas se
pierden en lo alto.
Venidos de otra parte para quedarnos en otra parte que no es aquí
ni ahora.
Ah, perro de tres cabezas que te alimentaste de esta tierra*.
Hambre de cielo donde esta ciudad jala hacia abajo prometiendo
su pulpa más oscura, su fruto falso y terrible, de un mercado a otro,
infinitamente. Y con hambre de cielo me digo: quien entre en Liniers
nunca saldrá de Liniers (pero veo a mi padre en el campo de pie en
la tierra arada, quieto por un momento, como diciendo: construiré mi
propio cielo. Lo veo mirando al cielo como ahora mira a la cara de mi
madre).
Venidos de otra parte siempre vamos a otra parte. Y los trenes
detenidos y todas las puertas cerradas para que continúe la espera.
Hambre de cielo en largas filas.

Seguimos hurgando en los cajones en pos del alimento más raro.


Aún bajo el sol profundo, cuando la tierra se abre y nos hundimos
en ella.

*Oh Cancerbero, guardián de la memoria, el hambre, como todo lo


negado, se vuelve universal y conduce a los peores desastres.
40
Soñé que me encerraban durante cuarenta días y cuarenta noches
en el barrio de Liniers.
Trabajaba todo el día y en la noche, durante horas, ella me obligaba
a sostener una papa sucia entre las manos.
Sobre mis palmas abiertas, oscura y sin forma, pesaba más, minuto
a minuto, buscando el suelo.
Hasta que al fin vi lo que era: mi corazón a medio hacer, cubierto de
tierra, ofrecido bajo la luz de la luna.
Aprendiste, me decía.

41
(Dormía al principio en mí la imagen de Teresa herida por la aguja
del ánimo, anterior, oscura y total como el agua que sostiene las ideas:
yo me aferraba a esos puentes rotos para beber de mi reflejo en la orilla.
Ahí temblaba el Sur).

42
Estoy creando la imagen de Teresa.
Doy forma a sus labios: están secos. Los humedezco con un beso.
Brilla el sol en sus labios que dicen:

El Sur mató a mi padre y ahora me está mirando.

43
Viajamos hacia el Norte de la ciudad hacia el nacimiento del río.
Somos pasajeros de espaldas en este vagón de invierno, viajeros
después de hora cruzando los puentes de la mentira y la verdad como
visitantes de las orillas. Voy hacia el lugar donde la vida cabe entera y
el pensamiento cabe entero ahí donde la periferia construye su centro
como el corazón su infancia, siempre equivocado y siempre asombrado
bajo la lluvia fría, ahí tras la tela mojada de esta ciudad se transparenta
la tela de mi ciudad natal: ambas vacías, ofrecidas. Entonces sé que he
llegado al nacimiento del río.
Me giro en la cama sin que ella lo note.
Contra su cuerpo sueño el Sur.

44
El Sur tiene hambre, le digo a Teresa, mientras le ayudo a drenar la
herida. Así se calmará:

¿Y si al Sur no le basta?
¿Y si el Sur se lo lleva todo una vez más?

45
Dormimos sobre el césped del Parque de la Memoria.
Dormidos cargamos el río en nuestra espalda*.

Sobre nosotros bajo el sol del tiempo.


Sobre nosotros pasan los barcos, se deshace la sombra de los aviones,
y ondula una botella vacía, sin mensaje adentro.
Sobre nosotros las palomas del borde se rozan con los pájaros del
agua adentro.
Los canales nunca dragados desembocan en nosotros.
Los restos del amor desembocan en nosotros.

La boya de la ignorancia y la boya de la sabiduría se chocan ahí


arriba, arrastradas por el viento del Sur.
La ciudad y sus últimas palabras, las residuales, las que nadie
escucha, las que echan llave a la puerta de la vida, flotan frente a
nuestros ojos cerrados.

El silencio fluye en nosotros.


Nos atraviesa la ciudad.

Soñamos el Sur.
Vemos una botella vacía, sin mensaje adentro.

*Oh Leteo
46
Estoy creando su nueva memoria: es negra como su piel. Tiene
fiebre de Sur-adentro y dice:

Hacer poesía es agrandar tanto la infancia que hasta la muerte pueda entrar
ahí.

47
Vemos el sol en la fisura de la tumba del caudillo en el cementerio
de La Recoleta.
La luz penetra tan hondo, de ida y de vuelta, en la vida y en la
muerte.

Durante un segundo de amor y de sangre, un segundo de cuatro


siglos, me encandila la luz en esta ciudad cercada desordenada hacinada
creciendo con sus cúpulas como un espejo de la otra en un rincón de los
largos pasillos de la muerte. Bienvenido a la ciudad de Dite*, la única
y definitiva, la que vio el ángel de Benjamin. Ah maldita la que nunca
descansa, caminé con vos en los largos pasillos de la muerte pero no me
viste. Le hablabas a una estatua:

Ángel de piedra, dejá de mirar al cielo. Abrí tu libro de Historia.


Esa es mi lámpara.

Cara a cara ella te mira.


En su infancia sueño el Sur.

*No hay guardián que evite nuestra entrada.


48
Doy forma a su memoria y dice:
Estoy enferma.
Es mi historia la historia del Sur.

49
(Me sostuve en el silencio de la escucha.
La dejé dormir libremente en la oscuridad extendiendo los límites
del Sur.
Arenas piedras palabras música en bocas solitarias perdidas
partidas por el Sur velaban su fiebre.

Yo esperaba.

Entonces la sentí regresar de su propio sueño para entrar incompleta


en el mío).

50
Soñé que nunca terminábamos de cruzar la avenida Del Libertador.
Soñé con lo que anticipaban nuestros cuerpos.
Había una luz: caía sobre el corazón vacío. Era la palabra del solo y
la sordera del solo.
Así esta ciudad se encendía por la noche.

Mientras corríamos veía a una anciana leyendo en su jardín de


querubines rotos con la enredadera creciendo contra el muro divisor y
alrededor de sus hojas crecía la noche y alrededor de la anciana también
crecía leyéndola hasta dejarla en blanco, plantada en su jardín con flores
invisibles en su mente, ofrecida como un mate para nadie.
Había una vez un mundo y nosotros en él, cubiertos por la palabra
mundo.

Pero al fin el libro se cierra siempre. La ciudad vibrante en los bordes


como un trueno contra el olvido.
Corríamos incansablemente por la avenida ancha y difícil de cruzar:
grandes balcones daban hacia ella, pero lo que éramos se escribía a
contrafrente.

51
Aprende a moverse, poco a poco, la imagen de Teresa.
Se acerca a la ventana y le explico:

Todos recuerdan en el zoológico aquel verano en que murió de


stress el oso polar: casi otro habitante más de esta ciudad, otro que
anhelaba el Norte.

Sur-osamenta, te estoy mirando –dice–. No hay dios que hable adentro.

52
Soñé que llovía sobre el planetario. Contemplábamos durante largos
minutos la “cápsula del tiempo”. Ochenta mil testimonios encerrados
en un tubo de titanio, a escala nanométrica porque lo pequeño es
resistente.
Me senté frente al asteroide exhibido en la entrada a escribir mis
propias notas.

Colisiones cósmicas: un niño pateó mis hojas.


Mensajero de la ciudad, ¿lo has hecho a propósito?

Mis papeles orbitaban desordenados a contraviento, en cámara


lenta, hasta borronearse sobre el césped mojado.
Pensé en el espacio-tiempo, entrecruzando días y lugares como se
entrecruzan las piernas de una pareja, al compás de una música patética
pero necesaria.
Oí los pasos alejándose por el parque.

Es como si un viejo tango hubiera dicho:


Esto hará la ciudad con tus sueños.

53
Aprende a moverse, poco a poco, la imagen de Teresa.
Da vuelta un espejo y le digo:

Sentado de espaldas al Congreso hemos visto al pensador de Rodin.

Su corazón de piedra iba hacia afuera.


Hacia el centro de esta ciudad.
Sin llegar nunca. Iba hacia afuera.
Hacia las grandes construcciones del desencanto.
Vestido con estas parecía a salvo.

Pero la Verdad brilla detrás de un espejo: no obedece a la materia de


la imagen sino a la forma del misterio.

54
Soñamos con las estatuas del Sur.

Los forjadores de símbolos, nuestros primeros padres, desde la


piedra o el bronce lunar, sobre las plazas, contemplan los múltiples
caminos en los que esta ciudad se pierde, sin detenerse: una flecha
de innumerables puntas, una flecha urgente, lanzada a todas partes,
rasgando las dimensiones del día y de la noche.

El viejo que gasta sus horas frente al diario, en el café, nunca es el


mismo.
El loco que balbucea tangos en el tren nunca es el mismo.
La señora teñida de rubia sobre el balcón de Palermo nunca es la
misma.

Padres fundadores, Padres Salvajes, el tiempo nos aturde, pero nos


obliga a escuchar.
Y cuando apagamos los televisores, escuchamos: su arco vibrante
como un ruido de fondo, perdurando a través de la noche.

55
Aprende a soñar sola, poco a poco, la imagen de Teresa.
Y sueña con la ciudad. Ella dice:

Sueñan que están de pie frente a este paredón del Sur.


Todavía están de pie porque sueñan.

56
Y escuché a la loca incansable sentada detrás de mí como una Furia*
durante todo el viaje en micro: Hijo de puta –susurraba triturando la
nada en sus entrañas –hijo de puta –como si a través de ella la ciudad
escupiera su sangre –hijo de puta –y el último escalón roto podrido
peligroso multiplicado por la ciudad hasta el cansancio se abría en mi
oído para saciarla. –Hijo de puta –y era como si cada uno de nosotros
tuviera a su loco delirante en el asiento de atrás –hijo de puta –y era
como si todos los castigos pudieran reducirse a esta repetida frase que
invocaba todas las culpas. –Hi-jo-de-pu-ta –remarcaba encarnando
cada vez más cerca de mi oído la voz de la ciudad porque la ciudad
había entrado en ella sin compasión y en mí, porque para ella también
yo encarnaba en ese momento la ciudad mientras el micro avanzaba sin
detenerse durante ese viaje que duró como se suele decir toda una vida.

*No hay sólo tres Furias: Nadie es la ciudad, pero todos lo somos,
dice Teresa
57
Estoy creando la imagen de Teresa: arde en retórica.
La viva retórica blindada de sus venas no me deja entrar.
Calma, Teresa. Ya lo han dicho por ahí: las imágenes se pudren por
exceso de calor.
Ya lo han dicho por ahí, la belleza es desmesura, me contesta.

Y me deja en silencio. Y se va de la literatura.

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61
Notas de Teresa para distinguir de un súcubo a la mujer de un tango

Una se va para que te pierdas.


Si la otra se queda es porque te has perdido.
Ninguna existe.
Sacales la máscara y encontrarás el abismo donde has caído: tan celeste como el
cielo.
¿Son negros los demonios?
Nuestros libros están escritos para no reconocernos.

62
Sueño el Sur.
Girando como un cántaro en la penumbra oigo desde el Sur las
palabras de mi padre. Me está creando.
Doy vueltas en el eje que me sostiene contra la ventana firme de sus
palabras dándome forma bajo la luz de la luna.
Sílaba por sílaba rehacen mi cuerpo liman la playa de mi pensamiento
deshaciendo sus rocas más oscuras con la persistencia de la arena.
Giran implacables sobre las olas no hay rumor que las detenga se
sobreponen al movimiento de esta ciudad como un faro en la noche.
Cuando esta ciudad sin mar se escurre hacia otra parte rápida como
un remolino entre las sombras giran en derredor de mi nuevo cuerpo
las palabras de mi padre.

Alto el camino claras las señales, me duermo y las busco, su luz me


hiere pero las busco.
Giro para contemplar lo que va junto a ellas.

64
Entonces soñé que mi madre, desordenando el tiempo, en pequeñas
dosis me daba sus cucharadas de frío.
–Este es el remedio que calma toda herida –me decía poniendo
escarcha en mi corazón –esta es tu poción contra el engaño, tu escudo
helado contra la tristeza, y contra toda innecesaria invasión del odio y
de la muerte que mana de la Verdad.
Flotaba mi alma parada en un témpano.
Pero luego, descuidada, ella puso su mano sobre mi pecho y me
transfirió el Amor.
Y en Teresa soñé el Sur.

65
Estoy creando su imagen, al fin la estoy creando: bella y arrancada
de los jardines humanos. Reina del dolor.
Mirándome ella dice:

Yo soy tu culpa.

66
Teresa, le digo. Soñé el Sur.
Soñé que esta ciudad era un desierto.
Descendía a él.
Bajo el sol de la otra ciudad tu voz me llamaba desde la profunda
caída, vibrante como los trenes del subsuelo.

Pero yo andaba por los médanos: todo esto era mío, pensaba
quemándome despacio.

Ardía mi piel en vos, a mi lado, en tu ninguna parte.

Debajo del ruido de la otra ciudad, detrás de todos los textos tu voz
también lloró despacio.
Algo en combustión, algo como una gran Verdad entró y salió de
mí, fue hacia tu llanto.

67
Llorando, trasplantada en lo profundo del Sur.
Ella dice:

Yo soy tu imagen.

68
Compañera del Sur, le digo, me diste tu mate de tristeza.
Mirá cómo se vacía.

Puedo sentir cómo rechina en mis dientes aquélla, tu rabia secreta:


Mendiga del amor nunca serás.
Atravesaste tantas paredes, pero con la ciudad siempre un paso
adelante.
El gran partido continúa, pero estás jugando sola para nadie, de un
lado a otro, con tu pelota invisible.
Hundida en la última esquina buscaste tu pequeño agujero y te
plantaste en él de pie hasta mirarme.

Soñemos el Sur.
Mirá cómo se vacía tu mirada en mí y en ella, la ciudad, puedo
sentir su boca rechinando sobre nosotros, hasta que tocamos juntos por
un instante, en silencio, la áspera yerba.

69
(La sangre es un espejo. Toda imagen debe provenir desde las
potencias líquidas de la sangre al compás del aliento. Pero en esto que
digo no hay vida. Estoy creando la imagen de Teresa. Pero aún no hay
vida. La tomo de la mano. Pero no está viva. Estoy creando su cuerpo
con mi boca en la suya. Su sangre es la mía si la pienso, su corazón
húmedo comienza a latir alimentando cavidades no visibles de una
herida. Desciende mi pensamiento entre sus lágrimas y veo dos ríos
convexos que replican imágenes ampliadas de la ciudad. Y las capas
internas de su mente regresan por esos canales invertidos abriendo mi
pensamiento para ascender por él hasta un cielo de partida. La imagen
de Teresa está enferma. Pero, trasplantada a mi sangre, ha dejado de
llorar. Somnia: tiene hambre de cielo. Comienza a vivir. Todo espejo
verdadero es espejo de la sangre que se alimenta del cielo).

70
Sueño el Sur.
¿Cayó en mi sueño esa paloma como cae la voz equivocada del
espíritu? ¿Alta transparente desde la cima de la infancia ante ese primer
golpe que marca su límite hasta el reflejado cielo de adentro? ¿Con
la ventana siempre abierta ir del lado equivocado piedra contra uno
mismo?
Cima de nube blanca la infancia y su cono de sombra.
Después del golpe la paloma siguió volando. Afuera en el balcón
me soñé parado entre la ciudad que se reflejaba en el vidrio y la otra –la
que me despertó con sus piedras– ambas desiertas. Observé las plumas
contemplé el cielo de afuera: no me toques Realidad no me toques. Pero
la paloma volvía.

71
Doy forma a su respiración y ella dice:

El tablero de la realidad es una chapa agujereada: cubrite con ella, pero el


viento pasará por los días faltantes.

72
Sueño el Sur.
Vamos todos al Abasto.
Grandes carteles son los carteles del Abasto. Los vemos desde
adentro como quien ve esta ciudad desde adentro, como quien ve su
propio corazón desde adentro.
Nos perdemos en sus galerías, nuestras grandes arterias doradas
con las luces del Abasto.
Y desde los pisos más altos contemplamos el fondo mientras el guía
nos murmura: todo esto será tuyo si te quedás con nosotros.

Decimos: no tenemos castillos, tenemos el Abasto.

Sombras mucho más grandes que la sombra de la más grande


iglesia, las sombras del Abasto.
Si el cielo está vacío, si esta ciudad está vacía, es porque todos
entramos en el Abasto.

Decimos: Arca, Gran Panal, danos de tu miel.

Danzan en esta ciudad para complacerte cada uno bajo su cuerda,


de la calle a las estrellas mirando tus arcadas, de la calle a un cielo sin
presencias.
Cuánto nos torcemos para llegar hasta aquí y la lluvia que lava
el amor y la meta desnuda siempre más allá, cuán tirante es nuestra
cuerda.

Todo infierno tiene su Papa.


Creceremos en tu vientre, oh Gran Nido decimos, madre de piedra,
como palomas esquivando los pinches: no nos dejes afuera.

73
El tiempo retrocedía por las esquinas del barrio de San Telmo. Éramos
los personajes desorientados de un viejo film nacional buscando en la
guía T el mejor camino para llegar al centro. Tan cerca tan lejos antiguas
alegorías bastones viejas brújulas en desuso. Esta es la calle donde el
aceite hirviendo, dicen, era agua hirviendo, pero quemaba igual. Había
una paloma blanca pero no volaba: la libertad del Sur. Soñé las sombras
de las hojas de un periódico aleteando contra el paredón. Quedaba al
descubierto un hombre dormido, multiplicando los hechos, soñando
el Sur.

74
(Ahora ella tiene los ojos cerrados. Como la Justicia, duerme agitada.
Intento acariciarla, pero estoy acariciando la Historia)

75
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77
Notas de Teresa sobre la Manzana de las Luces

De acá a la iglesia, de la iglesia al Cabildo, del Cabildo al fuerte y del fuerte


hasta acá, las ratas conocen el camino, van por él en largas filas como agujas
desechas girando en un reloj enterrado, incesante, como signos de una retórica
enterrada, alimentada por los desechos de manos extranjeras, pero siempre
presente.
Dicen que en esta sala, haciendo guardia* por la noche, todavía se oyen las voces
de nuestros Padres Salvajes, en eterna discusión.
Pero son las ratas, más allá, más abajo. Escuchalas girar.
Secretos túneles comunican los distintos círculos del poder.
Están creando tu nueva memoria.

(*Los guardianes son elegidos por los condenados a imagen y semejanza).


78
79
Doy forma a su pensamiento y en su pensamiento gira una muñeca
funeraria sintiendo las tres mordidas de la muerte. Me dice:

La primera se llama Olvido.


La segunda se llama Memoria.
La tercera se llama Silencio y es la más profunda de todas.

80
Llueve en el centro, llueve ruidosamente, sin ninguna elipsis, como
haciendo Realidad, llueve la vida sobre las vísceras, arrastrada por el
viento, como llueve la suciedad desde las terrazas. Llueve sobre tres
chicos arrinconados que aspiran bolsas de pegamento como se aspiran
los peores sueños para cerrarle el paso a la Nada, pero la Nada pasa
gota a gota a sus entrañas, madre de las elipsis, como la lluvia hacia el
agua contaminada del río, pasa la Nada una y múltiple a la vez, como
los transeúntes indiferentes que pasan y nosotros entre ellos, como en
una manifestación con miles de mudas pancartas blancas. Y blancas y
mudas se van borrando las caras de los chicos en mi memoria entre
palabra y palabra hasta desembocar en lo silenciado: ay Realidad,
madre de las elipsis, peligroso sueño blanco que te derramás gota a gota
desde el resto final de nuestras hojas hasta la entraña.
Sueño el Sur. En mi cerebro crece un hombre arrodillado.

81
Doy forma a su corazón y ella dice:

La ira es la máscara del miedo. Escuchá cómo vibran las vías. Mirá las
llamas atravesar la noche ocultando el interior siempre en movimiento.

82
Soñé con una ciudad donde todos codiciábamos el conocimiento*
sin alcanzarlo, hundiéndonos lentamente en la ignorancia, sin entrar
tampoco en ella, arqueada y elástica para rechazarnos. Pero ella entraba
en nosotros y salía de nosotros escupiendo sobre los otros. La saliva de
lo ignorado se introducía en mí, abría llagas en mis pulmones, llagas
que me conducían a rotos pasillos de infinitos hospitales donde a todos
nos esperaba el conocimiento, ese que penetraremos agitados en el
instante definitivo para perdernos en él como quienes desorientados
nunca más pueden escapar del centro mismo de una multitud
iracunda: ya aprenderás me decían, palos de un lado cacerolas del otro,
ya aprenderás.
Soñé el Sur.

*Las escaleras del conocimiento tienen tantos escalones como las


escaleras de los años de tu vida: el último escalón está roto para facilitar
la caída.
83
Me está mirando la imagen de Teresa de pie en la ciudad.
Apretándome el brazo ella dice:

Mi cuerpo se ha vuelto irreconocible, como el Sur*.


¿Todavía te gusto?

*Las transformaciones son abundantes en el infierno.


En la Realidad son inevitables: el tiempo es su guardián.
84
Sueño el Sur.
Sueño que intento cambiar los hechos. Pero mi formación científica
me obliga primero a establecer los hechos. Intento conectarlos
minuciosamente dibujando todas las noches figuras de tiza sobre las
baldosas de una plaza.
Ahora sos como el filósofo de Dogville –dice ella –. Esto es un hecho: estás
en el limbo.
Y se orina sobre mi trabajo. Y la ciudad despedazada vuelve a ser
como un delta que se hunde poco a poco borrándose junto a todas mis
ideas en la oscuridad de las hojas de este libro.

85
Sueño el Sur.
Nos agrupamos en una terraza alrededor del fuego central.

Acercamos nuestros cuerpos y nuestros pensamientos


incandescentes se entrecruzan creciendo como brasas hacia la noche
más fría, a la espera de la ofrenda de la carne y de sus fantasmas de
humo subiendo a la luz de las estrellas.
Nos reunimos aquí, a pesar del hollín de nuestras viejas certidumbres,
en busca de un fuego remoto, el otro fuego, el que robamos a los gauchos,
el que robaron a su vez a los dioses del Sur, tan sólo para encerrarlo en la
roca impenetrable de los más antiguos emblemas.

(Crece el rojo de las brasas hasta la carne. De eso nos queda el humo,
la sabiduría de olerlo hasta que surge por nuestro aliento, a la espera de
una palabra que ascienda con él rompiendo la hoja negra de la noche).

Ahora sueño con la parrilla de la casa de mis padres. Veo a mi


padre revolviendo brasas en silencio, a la luz del farol de la familia,
trasmitiéndonos con su espalda sudorosa el poder de la espera. Veo al
abuelo muerto más atrás silbando contra las sombras. Se va borrando
lentamente el abuelo ya tiene la nada adentro refunfuña lo mismo
hasta el cansancio: cómo hacer un buen asado que así no se hace. Habla
también sobre su padre como si lo viera en el crepitar de las brasas.
Presiento otros personajes más antiguos entre las sombras
murmurando cosas que ya no puedo escuchar: saltan llamas cada vez
más delgadas mientras se secan los hilos de la sangre.

Mirá a través del humo la ciudad.


Este es del infierno de ustedes, su fuego ascendente, el más querido.
86
Aprende a moverse, poco a poco, la imagen de Teresa y me lleva
consigo.
¿Hacia dónde vamos?, le pregunto.
A ninguna parte. Te imagino con otras.
No existen.
Porque las he destruido: la eternidad sólo es un juego para dos.

Está creando mi nueva memoria.

87
Por ciento cincuenta pesos nos han subido desde el infierno hasta
el cielo para admirar el faro del Palacio Barolo. Ay qué falsos cóndores
y dragones celebraron nuestra partida hacia lo alto. Estrechas y oscuras
las escaleras hacia lo alto* estrechas y oscuras.
Había un niño que hurgaba en la basura para subir hacia lo alto y
una rata la más oscura que trepaba por las paredes a ninguna parte.
El niño llegó a ninguna parte la rata llegó a lo alto.
Estrechas y oscuras las escaleras hacia lo alto.
Y el faro del cielo girando girando sobre la ciudad.
Contemplamos el Sur.

*Las escaleras del Purgatorio son interminables y suben hasta los


límites de la Realidad.
88
(Entro a la imagen de Teresa como un ciego que cruza un parque
silencioso con la esperanza de encontrar al fondo una puerta.
Detrás de la puerta está escondida una niña maltrecha que escucha
con su oído vigilante.
Apoyo mi oído en la puerta y también escucho. Presiento que –como
la imaginación abusa de los tópicos– la niña es Teresa, pero ninguno de
los dos pronuncia una palabra porque nos hemos quedado dormidos
escuchando el Sur).

89
¿Qué habrá sucedido con ese hombre, el que dormía dentro del
container de la basura, cuando fue recogido por los brazos mecánicos
del camión recolector? ¿Qué, cuando fue depositado en su filoso vientre
de acero, mientras seguía durmiendo, y comenzó a ser prensado por el
infatigable motor, mientras aun así continuaba durmiendo, como si a
pesar de todo se resistiera a despertar? ¿Y qué habrá sucedido cuando
esa pequeña bestia mecánica comenzó su digestión* –igual que la
ciudad lo hace desde siempre con nosotros, que insistimos en seguir
soñando, entre los residuos de todas las batallas libradas–, pero más
rápido, para transformarlo en qué híbrida forma de materia, oscilante
por un segundo entre la vida y la muerte? ¿Habrá soñado que tocaba
el corazón de la ciudad, que sería uno con ella, que al fin le pertenecía?

*El castigo de la masticación para los traidores.


El sueño: una traición necesaria.
90
Sueño el Sur.
Para ser parte de esta ciudad voy aprendiendo a gritar. Busco
a los maestros de la desesperación, que están por todas partes. Digo
una palabra en voz alta, una que sea entendida por todos, pronto
llega la respuesta, interrumpo con la palabra no. Catalizo con un gesto
emblemático y la discusión progresa hasta el grito.
En mi sueño sé que el arte de gritar más fuerte se aprende con
el tiempo. El grito es una pared, cuyos cimientos se hunden hasta el
corazón mismo de esta ciudad, lo tocan y se alimentan de él, una pared
que se levanta de a poco, y cuyos últimos ladrillos pretenden alcanzar
el cielo.
Voy aprendiendo a ser parte de esa pared, cuyo primer ladrillo lo
puse al llegar, y el último lo pondré al partir definitivamente, pero sólo
para que otro continúe mi tarea. Porque el grito aquí es plural, aspira a
salir de la ciudad y llegar a lo profundo del hombre, a la coraza misma
del dolor, pero sin atravesarla.
Sueño que envejezco con ellos hasta alcanzar el grito final, que se
parecerá al grito de un nacimiento. Uno que nunca se producirá, ya que
todos gritaremos para evitarlo.
Porque sospechamos lo que viene después. Sospechamos a qué se
parece el silencio.

91
Aprende a soñar, poco a poco, la despeinada imagen de Teresa y yo
con ella.
Dice:
Soñé que era un “trapito” que corría por la calle en busca de algunas
monedas.
Soñé que tenías esas monedas en la mano y no bajabas el vidrio de la
ventanilla.
Soñé que tenía hambre.
Soñé que tenías miedo.
La ira se apoderó de mí lloviendo sucia desde los andamios del desconsuelo.
Por el pasillo de la Historia sopla el viento. Se arremolinan las hojas.

No es el viento, le digo: es que ellos sueñan con una ciudad revuelta


idéntica a la real.

Soñé que te insultaba.

92
Sueño el Sur.
Microcentro miseria y desmesura.

Choqué con el pudridero de la pasión choqué con la Realidad


choqué con la lucidez choqué contra toda esta ciudad y era de cartón
y soñé que en sus carros desvencijados de dos ruedas ellos cargaban
piedras. Cada piedra un sueño imposible contra sus vértebras mientras
de cartón se hundía el suelo humedecido de cartón eran las metas
dobladas por la lluvia y de piedra el odio y el amor.
La ciudad deshaciéndose cuesta arriba siempre.
¿A qué dioses habían traicionado?
Ah, y el agua estancada de las cloacas* del Sur: en algunos sitios el
hedor es insoportable.

*Por eso cuídense, cuídense los aduladores de turno, cuiden el agua


que llega a sus pies.
93
(Tomo la imagen de Teresa entre mis manos.
Teresa, le digo, no estás enferma. Como toda imagen, estás
convaleciente. Venís de la desmesura y te desenvolvés en la
convalecencia del deseo, lejos de la Gracia, hasta tocarme como si me
dieras forma subiendo por mi mente para desengañarte, al ver que nos
hundimos juntos hasta el próximo círculo de la Realidad sin tocar la
síntesis, que será para siempre de los místicos o de las verdades más
violentas.
Teresa, le digo, el Sur es nuestra síntesis).

94
Aprende a jugar, poco a poco, la imagen de Teresa.
Me está creando. Mirándome ella dice:

Sos un perro, lo dice tu horóscopo.


Y como sos un perro, tu “yo poético” también es un perro.
Lo escucho ladrar a una sombra.

95
(Intercambiamos nuestros íconos. Ella construyó su palabra a la
orilla de mi pensamiento señalando las luces de las ventanas más altas.
Puso uno a uno los escalones hasta cubrirme con ellos señalando el cielo
detrás de las ventanas. A través de los años ascendíamos por su palabra
con la ciudad adentro rodeados de espejos. Levantábamos la palabra
hacia afuera pero la ciudad crecía con nosotros en busca del fruto más
raro mirábamos seguíamos mirando tristemente hacia afuera.
Así nuestros corazones envejecían sin poder salir de la ciudad
apartándose como montañas, montañas movidas por una fe inútil).

96
Aprende a soñar, poco a poco, la imagen de Teresa, y sueña con la
ciudad.
Ella dice:

Vení, perrito mío.


¿Sentiste cómo tiembla la mampostería?*
¿Lo escuchaste pasar, al tren blanco?

*El infierno tembló una vez.


El Sur, siempre.
97
(Teresa, le digo, ahora que estás viva, ayudame a cruzar todos
los círculos de la Realidad. Llevame de la mano. No puede ser esto
solamente. No puede ser la belleza no, tan sólo dolor. Llevame más
allá de la belleza. Crucemos crucemos rápido porque seguro que has
aprendido:
La Patria no existe, Teresa, pero existe el Sur).

98
Caminamos por el puerto hasta encontrar el cascarón de un barco
abandonado. Me senté frente a él.
Sigamos caminando, no mirés más –dijo ella.
Pero yo hundía sin remedio mis ojos en la quietud de los restos.
La última palabra, la que puso el río en su interior, creí escucharla:
volaba muy abajo, muy adentro.
Aleteaba contra el cascarón de óxido en la oscuridad.
Pensé en los corazones que se acercaron tanto que se volvieron de
hierro con el mío y resonaron contra él y así eligieron vivir detrás, en
otra parte.
Escuché sus ecos.
Los escuché contra la cáscara dura pero fina de alguna palabra (esa
que vuelve de ellos en mí, en lo que no pudo ser, duplicada pero impar,
siempre distinta para separarnos).
Son pájaros contaminados de esta ciudad –dijo–. No mirés más,
pero acordate de lo que has visto.
Dale al Pasado su lugar y estarás a salvo.

99
Aprende a soñar, poco a poco, la imagen de Teresa.
Me está creando. Ella dice:

Sueño: levanto mi goma de fuego contra la Nada.

100
Avellaneda: cerré los ojos como se cierran las plazas por la noche.
Soñé que descendía a la sala de mantenimiento de esta ciudad en
busca del gran motor de la vida y de la muerte.
Y en el camino aprendía algo de las grandes construcciones algo
siempre insuficiente.
Contra el cielo podía sentir los planetas: chirriaban en sus órbitas
girando girando.
Yo descendía manchado de brea y de barro.
Quería repararlo, ese Primer Motor ese último motor, necesitaba
repararlo.
Anchos túneles, anchos túneles para encontrar el último pilar, el que
está hecho de Nada.
El río y los trenes subterráneos y los camiones de carga con nuestro
futuro a cuestas.
Nada de eso se escuchaba aquí abajo.
Yo iba como un triste Jonás por escalones torcidos aferrado a la
última piedra, la de sangre de barro y de sombra.
Avellaneda: entre tus fábricas cerré los ojos y me perdí en el Sur.

101
Teresa está quieta como si contemplara los bordes de la Realidad:

No existen, me dice.

102
Soñé el Sur.
Soñé que mi cuerpo era una gran avenida por donde crecía un pozo
por donde crecía otra ciudad atravesada por las voces de los míos.
Yo llamaba desde el fondo pero nadie contestaba.

Ellos ascendían se perdían en lo Abierto.


Supe que yo era ese pozo cuando quedé vacío, hundido en el Sur.

103
Habíamos subido al tren blanco.
Existíamos, aun los que viajábamos en él.

104
Entonces llegamos a este lugar con su cielo a medio hacer.
Y entre piedra y piedra vi trabajar a los constructores de la tristeza.

Había una vez un puente que nunca terminaron y un hombre,


yendo del niño al anciano a la espera y una mujer de ropa gastada a la
espera del otro lado.
Había una vez pero no.

Mundos muchos mundos entre andamios. Ninguno toca al otro


cercados por los constructores de la tristeza. La Matanza: una última
estación, seres cruzando del cielo de arriba al cielo de abajo, barrio
adentro, sin verse.

105
Alguien puso la mano en mi hombro, uno de pocos, y me dijo:
hermano, nunca vayas por ahí.
Pero nosotros viajamos por la vía, la engañosa vía, la que no conducía
a otra parte sino aquí, a este barrio eternamente en obra.
Entre un andamio y otro vimos la brecha donde trabajan los
constructores de la tristeza.
Soñamos el Sur.

106
(Ahora sueño con la imagen de Teresa frente a una pared sin espejo.
La sombra de la imagen de Teresa, como si volviera del principio de la
Historia, abre la puerta a otro círculo, más confuso que esta ciudad por
la noche)

107
Retirando la venda ella dice:

Yo era una niña que jugaba con la muerte y ahora…


Mirá de frente mi herida. Tocala.
Entremos para siempre al Sur.

108
Nos dormimos por la mañana escuchando al periodista del noticiero
estatal. Hablaba durante horas sobre eso que llamamos Realidad
mientras la sombra de los edificios iba creciendo de un extremo al
otro del día, primero del lado izquierdo de su cara (y detrás todo se
perdía), hasta que a las doce ocurrió la entrega del bastón presidencial
y el sol siguió dando la vuelta filtrado por las torres para hacer crecer
la sombra del lado derecho de su cara (y detrás todo se perdía para
siempre), mientras las palabras iban cambiando de matiz y las noticias
eran las mismas pero constantemente bañadas por nuevas y nuevas
ondulaciones de la luz en el río, hasta que llegó la noche, nos dormimos
nuevamente y soñé con la más plena oscuridad.
Soñé el Sur.

109
Sueño el Sur.
Dócil arte de la denuncia: el último círculo es de hielo*. La Verdad
rasca torpemente en el borde como un perro sujetado por la mano de
un ciego.

*Judas denunció a Cristo con un beso. Cambió así la semántica del


beso.
Y cambió la Historia. Denunciar es armar la Historia de otra manera.
110
Insistente como esta ciudad, brotada en el roto espejo de mi sangre,
ella se levanta para decir:

No me estás creando.
Yo te estoy creando.

111
La salida

(Yo continuaba dormido. Ella puso sus dedos limpios y fríos sobre
mi cuerpo.
Me empujó solo dentro de mi nombre, a la espera, durante mucho
tiempo, siempre a la espera. Protegido de tanta luz, caí rápido en la
caverna de mi nombre, como un títere viejo, olvidado en una caja,
un aprendiz entre paredes frías y en la pizarra húmeda, obligado a
deletrear el mundo bajo el dictado de sus dedos.
En mi nombre la vi a ella y en ella vi la ciudad.
En la ciudad sin fondo, colgando de sus delicados hilos siempre
existía la posibilidad de caer: la flor de la libertad era la flor del yo. La
flor del yo era una flor de trapo, blanca, grande, del tamaño de su mano
que crecía en mi espalda. Desperté cuando la arrancó.
Soñé que arriba mío pesabas como la Realidad).

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Notas de Teresa: Invocación a la metafísica

Cava, cava más hondo, dijo el filósofo, y verás que todo es una ilusión.
La riqueza una ilusión y la pobreza.
Una ilusión contra otra.
La lealtad y la traición.
Líderes corruptos que crean ilusiones y opresores que se vuelven oprimidos que se
vuelven opresores como una ilusión dentro de otra ilusión.
En síntesis, todo es un combinado de átomos y otras cuestiones incomprensibles que
van hacia ninguna parte en ningún tiempo y ningún lugar preciso, o un constructo
en la mente de un dios improbable, vestido con el ropaje invisible de la Nada.
En síntesis, el asesino y la víctima son una ilusión.
Pero ese detalle se vuelve irrelevante si la ilusión tiene el poder de matarte.
Vuela, vuela simple mariposa.
Desata con tu aleteo las cadenas del futuro.

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Soñé con un libro cerrado por la Realidad.
Soñé con mis ojos cerrados por la Realidad.
Soñé con la imagen de Teresa mirando una pared silenciosa.
¿Dónde estuviste? –volvió a preguntar– Soñé que arriba mío pesabas
como la Realidad.

118
Nota Biográfica.

Claudio Archubi. Mar


del Plata, Argentina
(1971). Doctor en
Física. Trabaja en el
IAFE (Instituto de
Astronomía y Física del
Espacio) y es docente
de la Universidad
de Buenos Aires.
Colabora con revistas
literarias del país y del exterior. Ha participado en varios festivales
internacionales de poesía en el país y en el exterior. Columnista de
poesía en el programa Moebius de la FM: arinfo.com.ar. Mención única
de honor en el concurso de poesía de la editorial Ruinas Circulares
(2012) y menciones en cuento y poesía (2014). Su libro La casa sin
sombra ha sido seleccionado, traducido al inglés y publicado en la
antología bilingüe: África vs Latinoamérica. Escritura experimental.
(Langaa RPCIG, Camerún, 2017). Publicó “La forma del agua”
(cuentos, ed. de la Universidad de La Plata, 2010), “Siete maneras de
decir tristeza” (poemas en prosa, Lima, 2011), “Sísifo en el Norte”
(poemas en prosa, ed. Ruinas Circulares, Buenos Aires, 2012), “La
casa sin sombra” (poema en prosa, Buenos Aires, 2014), “La ciudad
vacía” (ed. Trópico Sur, Uruguay, 2015), “La Máquina de las alegorías”
(poemas en prosa, ed. Buenos Aires Poetry, Buenos Aires, 2016) Y
“Arca rota jardín de nadie” (Valparaíso Ediciones, España, 2018). “Del
caos a la intensidad: vigencia del poema en prosa en Sudamérica (ed.
Hijos de la lluvia, Buenos Aires-Juliaca, 2017).
e-mail: archubi@yahoo.com.ar
web: http://carchubi.wix.com/claudio-archubi
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