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Roberto Calasso y la persistencia psíquica de los dioses

Calasso es autor de una obra que hace del mito poesía y psicoanálisis, sacando a los antiguos dioses
de la sombra.

A Roberto Calasso, una de las máximas autoridades de la literatura contemporánea sobre


mitología, le gusta citar una frase de Carl Jung: “Los que eran dioses se han convertido en
enfermedades”. Esta frase nos habla de la persistencia metamórfica de los dioses de la
antigüedad, actualmente rezagados a la sombra de la psique; no anonadados o superados por
la ciencia, sino desplazados al inconsciente, desde donde se manifiestan como patologías, al
no ser integrados en la vida cotidiana (así, un Eros reprimido se convierte en neurosis, o
Cronos, debido a su larga sombra melancólica, deriva en una depresión).

Toda la obra de Calasso reflexiona sobre la permanencia de los dioses en nosotros; no sólo
de las deidades como arquetipos, sino de los gestos y de las gestas de estas potencias como
un sustrato o matriz que repetimos sin tener completa conciencia de lo que hacemos (la mujer
que se coloca una cinta alrededor del cuerpo entra en una resonancia transtemporal con
Afrodita, ceñida por una faja en la que “podemos ver la Vía Láctea”; el hombre que utiliza
una argucia para burlar un obstáculo y llegar a casa no sólo emula a Odiseo: es él). La
modernidad y su imperante racionalidad han abrazado la mesura y el control del yo en
detrimento de la posesión (una palabra que actualmente asociamos con una invasión
maligna). Pero en la antigüedad la posesión era la forma en la que el hombre entraba en
contacto con lo divino, un entusiasmo (enthousiazein, inspiración divina) febril o un furor.
Calasso explica:

Lo primero que quiero decir es que esas potencias no atañen sólo al artista. Nos atañen a
todos. Tienen que ver con la forma en que estamos hechos. En segundo lugar, la posesión es
un fenómeno que, paradójicamente, en la época de los griegos era considerado, tanto por
un autor como Platón, lo mismo que por una entidad de inmensa importancia política y
religiosa como Delfos, como un hecho central de la vida. Hoy es un fenómeno que suscita,
en general, cierto temor y bochorno, y de inmediato se lo cataloga dentro de la patología.
Es un cambio radical respecto de la época de la Grecia Antigua […].

Para los griegos antiguos, incluso antes de que hubiera dioses singulares, con un nombre y
una historia existía lo divino como evento. Una expresión griega dice: “lo divino es”, lo
divino indeterminado. Este hecho existe en la experiencia de todos. No es algo que
pertenezca sólo a un momento determinado de la historia. Pertenece al tejido de nuestra
vida. La verdadera diferencia estriba en reconocerlo o no. Que haya o no conciencia de ello
es el punto donde se dividen las aguas.

Difícilmente podemos considerar a Aristóteles como un filósofo radical o desaforado, pero


este bastión del pensamiento occidental también parece creer que nuestras emociones son
inspiradas por los dioses. Aristóteles es citado por Calasso en su ensayo “La locura que viene
de las ninfas”:
Quizás la felicidad no pueda venir a nosotros en alguno de estos modos, sino en otros dos,
es decir, o como ocurre con los nympholeptoi y los theoleptoi que entran como en estado de
ebriedad (enthousiazontes) por inspiración de un ser divino (epipnoia daimoniou tino) o bien
a través de la fortuna (muchos de ellos dicen que la felicidad y la fortuna son la misma cosa).

Calasso se pregunta: “Pero, ¿la felicidad? ¿Quién de nuestros modernos estudiosos ha osado
considerar a la posesión, este morbo aterrorizante, como una vía hacia la felicidad?”. Sin
ponerlo en términos de posesión, Borges lo sugiere en su poema “Alguien”: “puede sentir de
pronto, al cruzar la calle,/ una misteriosa felicidad/ que no viene del lado de la esperanza/
sino de una antigua inocencia,/ de su propia raíz o de un dios disperso”.

Resta en el polvo de la historia, que flota aún en la profundidad de nuestra memoria, algo de
aquellos griegos que “cualquier incremento de la intensidad hacía entrar en la esfera de un
dios” (Calasso, Las bodas de Cadmo y Harmonía). Ciertamente Calasso construye una
poética de los dioses, llena de tropos (uno de ellos es la hipérbole), pero, ¿por qué no conceder
la posibilidad de que aquello que nos asalta cuando salimos a la calle en una mañana soleada
o cuando nos sentimos invadidos por un sentimiento sin una razón atribuible a una causa
determinada es uno de los antiguos dioses del panteón, aún latentes en la oscuridad de la
mente?

http://www.faena.com/aleph/es/articles/roberto-calasso-y-la-persistencia-psiquica-de-los-dioses/

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