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INTEGRANTES:
CASTRO TORRES DIANA CAROLINA
DELGADO PEÑA DANIEL
FARFAN DELGADO LUIS FERNANDO
FIESTAS OTERO ANGIE LISBETH
FLORES DE LA CRUZ DIEGO
JULCAHUANGA AMBULAY NEPTALY
MORENO IMÁN JESUS DANIEL
MAZA ANTON MARIA
PUESCAS YOVERA CARLOS
QUISPE RUESTA GIANELLA ELIZABETH
TERREROS SAAVEDRA HEIDY YADIRA
VELÁZQUEZ RONDON VÍCTOR
CURSO:
COCINA DEL MEDITERRANEO
INTERNACIONAL I
DOCENTE:
DANIEL HOYLEC
PIURA – PERÚ
2023
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COMIDA BIZANTINA
El término cocina bizantina se aplica a la cocina propia del Imperio Romano de Oriente
o Bizancio. Se corresponde con el lento declinar del Imperio Romano, que abarca un
período de mil cien años, entre 330 y 1453 d.C.
Esta cocina se caracteriza por un sincretismo entre las costumbres culinarias de Oriente
y Occidente y por un gran barroquismo y suntuosidad.
La cocina bizantina fue realmente brillante, heredera de los mejores fastos culinarios
griegos y romanos. Sintetizó platos de estas dos culturas con nuevos ingredientes y
muchas innovaciones, en buena parte procedentes de Oriente. Aunque su huella es bien
perceptible en las actuales cocinas griega, turca, balcánica y del Próximo Oriente, toda
la información alimentaria que acumuló Bizancio impregnó los territorios occidentales de
Europa y especialmente los del entorno geopolítico del Imperio. Aunque evidentemente,
durante un período tan largo la cocina sufrió cambios sustanciales.
EL ORIGEN DE BIZANCIO:
Bizancio nació como una colonia de griegos procedentes de la pequeña ciudad de
Megara, en el Peloponeso, en el 660 a.C. en el lugar que hoy ocupa la ciudad turca de
Estambul.
Este emplazamiento fue precedido por el de Calcedonia, justo en la orilla opuesta del
Bósforo, pero el oráculo de Delfos recomendó cambiar a este otro lado. Ya entonces
tenía una historia legendaria: los Argonautas habían pasado ya por allí según cuenta
una de las leyendas mitológicas helenas.
Sólo hay que considerar que cualquier nave de transporte comercial entre ambos mares
debía pasar frente a los muros de la ciudad. Otra de sus grandes riquezas provenía del
hecho de que el Bósforo es lugar de paso privilegiado de los túnidos, especialmente del
bonito, que cada año descienden desde el Mar Negro en ruta hacia el Mediterráneo.
Esta excelencia fue cantada por el geógrafo Romano Estrabón.
A partir del siglo IV, la primitiva colonia griega de Bizancio se erigirá en capital de
distintos imperios a lo largo de los siglos siguientes, ya con el nuevo nombre de
Constantinopla: del Imperio romano (330-395), del Imperio romano de Oriente o Imperio
bizantino (395-1204 y 1261-1453), del Imperio latino (1204-1261) y del Imperio
otomano (1453-1922), que empezó con la Caída de Constantinopla a manos de los
Otomanos y terminó con la Ocupación de la ciudad por una coalición de tropas
británicas, francesas e italianas.
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La alimentación en los primeros siglos del imperio Bizantino
La cocina bizantina ha sido un misterio para los estudiosos, los cocineros y para el
público en general, debido a que los libros de cocina que han sobrevivido a este imperio
son muy raros.
Los estudiosos suelen hacer deducciones con la ayuda de fuentes escritas y trabajos
artísticos como pinturas, iconos, frescos, mosaicos, etc. Sobre los primeros siglos del
Imperio, del IV al VI, disponemos de escritos de dos médicos, Orebasios (siglo IV)
y Anthimus (siglo VI). Ambos escribieron extensamente sobre los alimentos y la dieta y
a menudo proporcionaron listas de productos alimenticios.
Los productos:
Se ha podido reconstruir, en buena medida a partir de las fuentes mencionadas, la
alimentación, los métodos culinarios y las costumbres en la mesa de la población del
Imperio Bizantino en esta primera época.
Así pues, para el pueblo, el consumo de pan y otros derivados de los cereales, las olivas
y el aceite de oliva eran los alimentos principales de la dieta, junto a una gran variedad
de legumbres y hortalizas.
Consumo de cereales
Así pues, la disponibilidad de alimentos para el pueblo era menor que para las élites. El
pan y los derivados de los cereales eran alimentos esenciales para la mayoría del pueblo
bizantino.
Consumían todos los tipos de trigo, centeno, cebada, avena y espelta. El arroz estaba
disponible, pero era caro. Era prescrito a menudo para las personas ricas enfermas, ya
que se consideraba de fácil digestión y con propiedades calmantes. Con los
cereales elaboraban pan, gachas, tortitas y buñuelos, compuestos por masa sin
fermentar.
El pan, como ocurría en épocas pretéritas del Imperio Romano, era un alimento esencial
en la dieta de los bizantinos, tanto de los ricos como de los pobres, aunque su calidad
difería. Representaba una garantía de estabilidad para el gobierno de Constantinopla.
Los hornos de la ciudad producían con regularidad más de 80 mil panes por día.
Siguiendo la tradición de los griegos antiguos, existían diferentes tipos de pan. Así,
elaboraban el artos (pan blanco recién horneado), el artos katharos (pan blanco con
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especias) o el hapalos artos (pan blando elaborado con leche), el paximadia (pan duro
de larga duración) consumido todavía hoy en el Mediterráneo Oriental, y un preparado
con los nombres de trakhanas, tragana, traganos o tragos. Este preparado consistía en
bolitas de trigo de farro o escanda previamente roto, hervido con leche o yogur y
posteriormente secado. Esto permitía su almacenamiento y transporte, y cuando se
deseaba eran hervidas otra vez para elaborar unas gachas o una papilla agria.
Entonces como hoy, las costas egeas y mediterráneas del Imperio eran importantes
centros de producción de olivas y de aceite de oliva.
Verduras y hortalizas
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Hierbas y especias
Entre las hierbas y especias usadas para condimentar los platos, los
bizantinos disponían de un nutrido arsenal. Este incluía: nardo, perejil, rábano picante,
apio de monte o levístico, estragón, alcaparras, cilantro y coriandro (la hoja y la semilla
de la misma planta), canela, clavo, alcaravea, nuez moscada, comino, azafrán, alcanfor,
hinojo, pimienta (probablemente el condimento más popular después del garum),
sésamo, mostaza, mejorana, eneldo, anís, albahaca, jengibre, menta, ajedrea, silfio
(una hierba acre enormemente popular en la cocina romana; fue comida hasta su
extinción hacia el final del siglo VI. La asafétida es un sustituto moderno aceptable).
El abanico de frutas y frutos secos entre los que que los bizantinos podían elegir
era muy extenso. Así, consumían melones, uvas, higos, bayas diversas, albaricoques,
melocotones, peras, manzanas, nísperos, membrillos, granadas, dátiles, ciruelos,
limones, cidras, jujubes o azufaifas, cerezas, almendras, bellotas, nueces, castañas,
piñones, avellanas y pistachos.
Legumbres
Entre las diversas legumbres tenían acceso a garbanzos, altramuces, habas, lentejas,
judías y guisantes de todas las variedades.
Productos animales
Los bizantinos comían huevos de todo tipo de aves domésticas y salvajes. Asimismo,
bebían leche de una multitud de animales (vacas, ovejas, cabras, búfalos blancos y
caballos).
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En lo que respecta a los quesos, consumían tanto quesos secos como blandos. Parece
ser que los quesos frescos erran los más populares. Estos serían de los tipos feta,
cottage, ricotta y mozzarella.
También elaboraban quesos curados. El yogur entró en la cocina bizantina sobre el siglo
VI. Su nombre en griego es “oxygala”, literalmente vinagre leche. El término podría
referirse a leche agria o suero de mantequilla, pero por sus usos parece más bien un
producto más espeso, así que yogur es el significado más probable. Llegó a ser un
ingrediente popular en los períodos tardíos, y es utilizado ampliamente en Turquía en la
actualidad.
Pescados y mariscos
El pescado y el marisco eran alimentos básicos de la dieta bizantina, así como una
importante fuente de proteínas. Había una variedad amplísima disponible, muchas de
cuyas especies tienen hoy día nombres diferentes, o bien ya no existen. Entre el
marisco, comían cangrejo, langosta, calamar, sepia, ostras, vieiras, cangrejos, gambas,
camarones, pulpos, mejillones y erizos de mar.
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Es último era un pescado altamente apreciado y carísimo, siguiendo la estela de los
Romanos predecesores. También consumían atún, merluza, trucha, esturión, anguilas,
perca, lucio, salmón, lenguado, besugo, dorada, rodaballo y bacalao.
Carne y volatería
En cuanto a carnes, consumían cerdos, vacas, cabras, ovejas, ciervos, liebres, bueyes,
corzos, y probablemente jabalís. Los animales jóvenes y tiernos eran considerados
delicias. Se cocían o se asaban, marinados en vinagre y miel (oxymeli).
Entre la volatería la posibilidad de elección era asimismo amplia: pollos, pavos reales,
tórtolas, estorninos, grullas, perdices, palomas, gorriones, patos, gansos, zorzales, y
codornices aparecen en las listas, además de muchos otros pájaros salvajes. No
obstante, la variedad de carnes disponibles, la cocina bizantina más modesta se nutría
principalmente de cerdo, oveja o cabra.
Los pájaros, incluso los pollos domésticos, eran colgados hasta 2 o 3 días antes de
cocinarlos. También sabían cómo curar la carne. El apokti (carne salada y seca) y
el apaki (carne de cerdo curada con vinagre y ahumada) son dos innovaciones
bizantinas, y una de las formas de poder consumir carne para las clases menos
privilegiadas. El pueblo llano también comía hígado y tripas, así como salchichas
(loukanika).
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Bebidas y alimentos preparados
Por lo que respecta a las bebidas, el agua era la más común, seguida de la leche y el
vino. Se conocían una amplia variedad de vinos, y algunos eran endulzados, y
especiados, como el vino con miel, continuando con la tradición de los Antiguos Griegos.
En esa línea, era muy apreciado el konditon, un vino aromatizado con canela, pimienta
negra y nardo.
También endulzaban el agua, elaborando bebidas como el julepe (agua mezclada con
azúcar o miel), o bien le añadían vinagre, elaborando bebidas como el sukanjabin.
También bebían zumos de frutas, que podían ser igualmente endulzados o especiados.
Asimismo, elaboraban bebidas calientes a partir de la cocción de hierbas y especias
como el comino, el hinojo, la pimienta o el anís. A menudo eran prescritas para las
personas enfermas.
Horneado y asado
Los hornos usados en el Bizancio temprano eran virtualmente idénticos a los utilizados
en Roma tres siglos antes, y presentaban una gran variedad de estilos y tamaños.
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Cada casa que tenía una cocina tenía un pequeño horno de barro descansando en una
encimera también de barro. Estos pequeños hornos eran abovedados y tenían una
apertura en el frente. Se hacía fuego dentro y permitía quemar carbón para calentar el
interior, luego este se retiraba, se colocaba dentro la comida y se cerraba la portezuela.
Este tipo de horno siguió usándose durante toda la Edad Media, y es un medio eficiente
de hornear pan.
Eran como un fuego de hogar moderno sin la chimenea, y eran usados para asar
grandes piezas, como animales completos. Solían estar situados fuera de la casa.
Hornos “portátiles”
Podían ser cerámicos (de arcilla) o metálicos, normalmente de bronce. Estos hornos
consistían en una chimenea donde se colocaba madera o carbón, y una a 3 paredes
circulares o semicirculares con soporte se elevaban por encima del nivel de la chimenea
y por detrás de esta.
Estos soportes se usaban para sostener las ollas por encima del nivel del fuego a una
altura que permitía la cocción lenta de los platos como sopas y estofados. La zona ancha
en la parte frontal permitiría colocar una parrilla o bien cocinar directamente sobre el
fuego vivo.
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Horneado con testum
Otro sistema de cocción era el horneado con testum. Este método de horneado es
mencionado a menudo en los textos bizantinos. Testum es el vocablo latino para
designar una tapadera cerámica cóncava. La masa de pan se preparaba y colocaba
sobre una piedra o una superficie lisa. El testum se colocaba sobre ella, y entonces las
brasas se colocaban encima hasta cubrir el testum. Con este método se consiguen
temperaturas elevadas, de más de 200 ºC. Por lo tanto, el testum debía tener una perilla
extraíble en el vértice superior para ayudar a controlar la temperatura.
Los autores bizantinos describen el horneado del pan mediante este método para
producir con frecuencia pan con corteza crujiente y miga más bien cruda.
Los bizantinos usaban el sistema de cocinado con patina. La propia patina era similar a
una cazuela moderna con tapadera. Era ancha y baja con una tapadera cóncava y una
base parcialmente cóncava, aplanada en la zona central de la base para evitar que se
volcara. Los alimentos se colocaban en la pátina y se cubrían. Luego se calentaban
sobre el carbón (o a veces sobre unas trébedes muy bajas) o sobre un fuego de leña de
forma tal que recibieran calor por todas partes mientras se cocinaban.
El asado o cocción a la parrilla sobre el fuego era la forma más común de cocinar las
carnes. El método de asado con gridiron, bien conocido por los modernos cocineros de
parrilla, consistía en usar una estructura de metal con patas alargadas y una parrilla
encima bajo la que se hacía fuego. Podía ser tan sencillo como unas simples trébedes
para colocar una única olla, o una estructura mucho más ancha para colocar múltiples
vasijas de cocción o para asar alimentos.
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Por otra parte, el asado al espeto o al así fue probablemente el método más común para
cocinar animales grandes.
Los métodos de cocción en líquido que usaban incluían el hervido, la cocción a fuego
lento y el escalfado.
Sabemos por las recetas llegadas hasta nosotros que los bizantinos disfrutaban con
platos fuertemente especiados. El nardo, el garum, la mostaza y la pimienta eran las
especias favoritas.
Para sazonar los platos utilizaban sal, azúcar y miel. Los bizantinos adoraban la miel y
muchas veces la usaban en la cocina como edulcorante, pues el azúcar era un producto
raro.
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La combinación de sabores dulce y agrio era muy frecuente. El vinagre en diversas
formas era usado en prácticamente cualquier receta y salsa existentes. La miel es era
otro ingrediente común. De hecho, el oxymel, una mezcla de miel y vinagre, era
ingrediente común en los platos preparados.
Como grasas para cocinar utilizaban aceite de oliva, mantequilla y manteca. Gran parte
del sabor de los platos era proporcionado con las salsas, de las cuales existía una gran
variedad. A veces el ingrediente principal era cocinado en la salsa, pero frecuentemente
se servía con múltiples salsas al lado.
Por otra parte, la creciente disponibilidad de arroz y azúcar, gracias a los árabes,
enriqueció la cocina y la repostería bizantinas. Los dulces de cuchara y
varios puddings (como el arroz con leche) hunden sus raíces en Bizancio.
Ya en el siglo VI, la Emperatriz Teodora (ca. 500 – 548 d.C.), esposa de Justiniano I
(que reinó entre 527 y 565), invitaba a los cocineros de diferentes partes de Grecia
continental y de las islas a que cocinaran para ella.
Dominios del Imperio Bizantino durante el reinado del Emperador Justiniano (527-565)
Cereales, vino, sal, carne, queso, verduras y frutas fluían desde las provincias hasta sus
mercados. La capital era también el centro del comercio lujurioso. Eran muy populares
las importaciones de especias exóticas y alimentos espléndidos (como el caviar negro).
Productos muy apreciados por los ricos propietarios de tierras y por los oficiales del
Estado y de la Iglesia. Pero también por los miembros ricos de la nueva clase media,
los “mesoi”, que los adquirían cuando podían acceder a ellos.
Fueron los creadores del huevo hilado y del hojaldre, maestros del picar la carne y de
las empanadas. Eran amantes de los rellenos y utilizaron con profusión hierbas
aromáticas en las salsas. Fueron maestros queseros y amantes de las cuajadas, y
fervientes consumidores de yogur.
Costumbres en la mesa
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En la decoración de la mesa, la mantelería era la norma. Los comensales usaban platos,
copas y tazones, con platos más grandes para servir la comida. Cucharas y dedos eran
los utensilios principales. En el siglo IV se usaba un pincho o tenedor de un solo diente
para distribuir la comida.
En los siglos siguientes se introdujeron los tenedores de dos o quizás tres puntas. Los
cuchillos no se llevaban a la mesa, porque los alimentos venían ya cortados en
pequeños trozos por los sirvientes. Los utensilios estaban hechos de madera, hueso,
marfil o metales de todo tipo. Los platos eran de cerámica o de metal. Las servilletas
parecen haber sido introducidas en el siglo V.
En la cocina bizantina las legumbres eran fuente habitual de proteínas para campesinos,
pobres y monjes durante el ayuno. Prodromοs (1166 d.C), describe en
sus Poemas (Poemas prodr. nο.2.38-45), una gran variedad de verduras, frutas y
condimentos como alimentos de los pobres: pimienta negra, miel, aceite de oliva,
vinagre, sal, hongos, apio, puerros, lechuga, achicoria, espinacas, nabos, berenjenas,
coles, acelgas, almendras, granadas, nueces, manzanas, lentejas, uva, etc. Este hecho
nos ilustra el interés en comer bien y la disponibilidad de ingredientes saludables
independientemente de la clase social.
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Un ejemplo de lo que comían los bizantinos ricos y pobres en los tiempos de Komninoi
(siglos XI- XII), lo tenemos en el menú siguiente. El menú incluía, entre otros:
Los bizantinos fueron al tiempo receptores de los hábitos alimentarios de los pueblos
vecinos y emisores de su propia cocina.
La apetencia por el aliño de la comida fue transmitida a griegos y turcos, y todavía hoy
es visible en platos actuales de verdura y ensaladas. Así, son herederos de Bizancio
el khoriatiki o ensalada del pueblo, o el sadziki. Por otra parte, la herencia bizantina
sobre la cocina turca se aprecia en platos como el arroz pilaf, o en las berenjenas al
Imán.
Los bizantinos también dejaron impronta en la cocina del norte de África, como la sopa
de macarrones y verdura argelina. Bizancio influyó también en las cocinas árabe, de
Europa Central y eslava. Ejemplos de ello son las sopas de trigo, los faisanes revestidos
con mermelada de ciruela, o la omnipresencia de la leche agria.
La culinaria bizantina influyó también en los vecinos persas, territorio adonde Bizancio
llevó, mediante las caravanas que iban y venían a la India y la China, un buen número
de recetas, así como el libro de Apicio De re coquinaria.
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Fueron los bizantinos quienes exportaron el cultivo del arroz al suroeste de la Península
Ibérica en el siglo VI. Aunque finalmente fueran los árabes quienes mejoraron
extraordinariamente su cultivo.
COMENTARIO: que en el siglo VI los bizantinos aún comían según la moda romana, es
decir, tumbados.
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Eso no quita que el pueblo llano y en las tascas o tabernas no se comiera sentado
sobre un taburete ante una mesa, pero aún se conservaba la tradición en las casas de
clase media y alta.
Lo normal era comer en un diván semicircular llamado stibadium.
La mesa para comer se cubría con un mantel con bordados geométricos o con figuras
de pájaros.
Se comía con los dedos, y no había cubiertos sobre la mesa salvo para platos
especiales. Las salsas se ofrecían en cuencos aparte, de modo que cada comensal se
pudiera echar la cantidad que quisiera.
El plato central solía ser ancho, de base plana y un pequeño reborde elevado en el
extremo. Las copas podían ser de metales preciosos, vidrio verdoso o cerámica
Por regla general, el pueblo llano tomaba dos comidas al día, la primera, ariston o
también llamada geuma, a medio día. La más rica era la de deipnon, antes de
anochecer, y era la única comida caliente al día, si acaso, por que la leña no era
barata y el carbón resultaba más caro aún.
Ahora que menciono el esturión, como curiosidad, los bizantinos no sabían ahumar,
por lo que el secado se hacía al sol.
Justo la semana de antes de la cuaresma era la semana del queso e tyrine, en la cual
se podía comer queso, leche y mantequilla, pero no carne. La cuaresma empezaba
con el domingo tes apokreos, o 'no más carne' y el final de la cuaresma era el jueves
santo. Ese día se tomaba el cordero pascual
La comida típica del ejército, o de los viajeros que no podían encontrar pan normal del
día, era la rosca de bucellatum y el pan de cebada o paximandi, cortado en gruesas
rebanadas y tostado.
Los pescados más típicos eran salmonetes, lubina, rape, raya, caballa, aunque
también les gustaba el marisco, como la langosta, cangrejos, sepia, calamares, pulpo,
ostras, mejillones y vieiras.
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cabras salvajes e incluso oso. Pero no conejo, aunque no he encontrado la razón por
la que se despreciaba.
De las aves el más típico era el pollo. Se le suponía una comida buena y ligera.
También se tomaba pato, ganso, codorniz, paloma, perdiz, grulla, zorzal y otras aves
menores.
Los huevos de gallina, pato, oca o codorniz tenían distintos usos alimentarios. Con
ellos se hacían muses o suflés.
Sin embargo, la base de la alimentación era el pan, normalmente de trigo (el pan de
avena sólo se consumía en las hambrunas, pues se consideraba comida de animales),
el aceite, el vino, las legumbres y también las verduras de temporada. Se tomaban
asímismo muchas frutas, pero sorprende la cantidad de frutos secos que apuntan los
dietarios.
A fin de cuentas, la actual Turquía es la mayor productora mundial de avellanas, así
que parece que los frutos secos siempre han sido algo muy cercano a la alimentación
de esa parte del mundo.
El arroz era raro, sólo de importación, y se tomaba cocido en leche con miel o azúcar.
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