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Karen Guadalupe López López Grupo: 3102

Heteronomía moral
La heteronomía es un concepto que se aplica a un ser que vive según reglas que
le son impuestas, y que en el caso del ser humano se soportan contra la propia
voluntad o con cierto grado de indiferencia. Según Cornelius Castoriadis, se
distingue el dominio de la heteronomía de la autonomía.
La moral es el campo filosófico en el cual se debate la diferencia entre el bien
y el mal, comprendidos como conceptos abstractos, que rigen
el comportamiento humano. En ese sentido, la heteronomía moral es el
aprendizaje de qué cosa es lo bueno y lo malo, típico de cuando somos niños:
un aprendizaje que generalmente se nos dicta desde afuera, es decir, que nos
enseñan nuestros padres, en la escuela y es reforzado por discursos de la
sociedad.
Sin embargo, su propósito es construir individuos moralmente autónomos: que
no requieran de la vigilancia de terceros para poder determinar qué es el bien y
qué es el mal, sino que tengan ya incorporada la norma, y puedan en base a ella
ejercer la libertad individual y la conciencia.

Un ejemplo radical de heteronomía es la condición de la esclavitud: los


esclavos eran incapaces legalmente de regirse a sí mismos, pues no podían
poseer propiedades, ni ejercer la libertad individual. En cambio, estaban
constantemente sometidos a la voluntad de su amo, quien les impartía todo tipo
de instrucciones y determinaba, por ellos, qué cosa les convenía y qué cosa no.
Karen Guadalupe López López Grupo: 3102

Autonomía moral
La autonomía personal (moral o decisoria) es la capacidad del individuo para
hacer elecciones, tomar decisiones y asumir las consecuencias de las mismas.
El término opuesto a autonomía no es dependencia sino heteronomía.
En la autonomía convergen, desde un punto de vista filosófico, tanto la visión
del individuo ante los demás, como ante sí mismo. Algo vinculado a la noción
psicoanalítica del superyó o superego: el conjunto de normas a las que el
individuo decide ceñirse más o menos conscientemente. Esto se hace
particularmente cierto en asuntos morales, en los que el individuo responde a
una tradición cultural que ha recibido de sus progenitores y su entorno.
La autonomía moral, por ende, será la capacidad de juzgar moralmente una
acción, una situación o un evento, determinando así si se trata de algo aceptable
o no. La moralidad es susceptible a la presión de los pares, claro está, pero en
la medida en que los individuos poseen criterios bien formados y están
conscientes de su capacidad de toma de decisiones, se esperaría de ellos una
fuerte autonomía moral. Lo cual no significa, claro está, que no se pueda
cambiar de opiniones.
La heteronomía es lo contrario de la autonomía: la necesidad de que los
preceptos y las determinaciones de un individuo, sociedad u organización
provengan de otro. Visto así, se trata de una forma de dependencia, cuando no
de sumisión, ya que los criterios de otro son los que resultan valederos, en
ausencia (o en lugar de) los propios.
Dichos criterios, además, se asumen sin reflexión, tal y como ocurre con
los valores que se nos inculcan cuando somos niños: provienen de afuera, de
nuestros padres, y sólo en la medida en que nos volvemos autónomos podemos
escoger abrazarlos o reemplazarlos por un código propio.

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