Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
Las siguientes páginas sintetizan la tarea de varios autores en su intento de responder estas y
otras preguntas.
EL CARNAVAL EN MONTEVIDEO
La palabra Carnaval es un préstamo del italiano Carnevale y este de Carnelevale, a su vez una
alteración del latín Carnelevare, compuesto de carne “carne” y levare “quitar”, en alusión a la
tradición de no comer carne durante el ayuno durante el período de la Cuaresma cristiana, es
decir el período de 40 días que va desde el miércoles de ceniza hasta el jueves santo. En palabras
del antropólogo Daniel Vidart: el carnaval representa la liberación previa a la represión católica.
La Real Academia define el Carnaval como la “fiesta popular que se celebra durante los tres días
que preceden a la Cuaresma y consiste en mascaradas, comparsas, bailes y otros regocijos
bulliciosos”.
Para ubicar esos días se utiliza el calendario lunar. El domingo de Pascuas debe ser durante la
primera luna llena de otoño, así queda definida la Semana Santa. A partir de ahí se calculan 40 días
hacia atrás y llegamos al miércoles de Ceniza (inicio de la Cuaresma) durante la fase de luna nueva.
El Carnaval se celebra entonces los días domingo, lunes y martes previos a ese miércoles, por lo
general a fines de febrero o principios de marzo de cada año.
Pero desde hace mucho tiempo, el Carnaval en Montevideo dura basta te más de tres días. Por lo
general se inicia a fines de enero y suele llegar a principios de marzo, es decir unas 6 semanas. Por
eso suele decirse que es uno de los carnavales más largos del mundo.
Siempre fue una fiesta popular, gratuita y callejera. Lo sigue siendo aunque por supuesto siempre
hubo sectores de la sociedad que lo rechazaron y también muchas personas no pueden acceder
tan fácilmente, pues no hay un tablado en cada barrio como en otras épocas. Tampoco es gratuito
ya que -con algunas excepciones- los escenarios cobran entradas bastante caras. El ingreso al
concurso oficial equivale a una entrada al cine o teatro y en los desfiles se venden sillas y palcos.
De este modo, una noche en el tablado, sumando transporte, entradas, alimento y bebida, no es
algo que una familia pueda hacer todas las noches. Además, tanto el concurso como el desfile
oficial y el de llamadas se trasmiten por canales de cable pagos, no así por TV abierta.
Antiguamente, durante esos tres días -que siempre se extendieron bastante en el tiempo- los
montevideanos olvidaban sus obligaciones y salían a las calles con alegría, se disfrazaban, jugaban
con agua, se refugiaban tras las máscaras, participaban de los llamados “asaltos” y otras
actividades que evidenciaban cierto desenfreno y a menudo también bastante descontrol.
Las características de la fiesta no diferían demasiado de sus orígenes europeos, donde también
había máscaras, ruidos escandalosos, música, bailes, liberación, transgresión y desenfado.
Envueltos en esa farsa y durante esos días, los participantes celebraban, se confundían las
jerarquías sociales y se purgaba el espíritu. Una vez terminado el Carnaval, todo volvía a la
“normalidad”.
En las últimas décadas del siglo XX y comienzos del XXI, los ciudadanos van dejando de ser
protagonistas y pasan a ser espectadores. Ya no participan directamente, pues esa es el rol de los
“carnavaleros profesionales” y las familias montevideanas disfrutan del espectáculo desde su silla
en los desfiles, desde un asiento en el tablado, desde la cómoda butaca de una sala climatizada en
un centro comercial (donde también escenarios) o desde el sillón de su living, control remoto en
mano.
LA ÉPOCA COLONIAL
Según parece aún antes de la kronai griega o la saturnalia romana, en el antiguo Egipto ya se
realizaban honores anuales al toro Apis hace más de 5000 años. El Carnaval es pues una fiesta
europea y en América se celebra como parte del legado de los primeros colonizadores. En buena
parte de Europa se festejaba en las calles, los vecinos se disfrazaban, cantando, bailando y jugando
con agua.
Finalizando la Edad Media, la facultad de Teología de París se refiere al Carnaval en 1444
explicando que “los festejos son necesarios para que lo ridículo, que es nuestra segunda
naturaleza, innata en el hombre, pueda manifestarse libremente al menos una vez al año. Los
toneles de vino estallarían si no se los destaparan e vez en cuando, dejando entrar un poco de aire.
Por eso permitimos en ciertos días las bufonerías para regresar luego con duplicado celo al servicio
del Señor”.
Hay registros de las celebraciones en Montevideo desde su misma fundación hacia 1726, cuando
los primeros pobladores europeos reproducían su experiencia en el viejo mundo. Al mismo tiempo
se va haciendo costumbre la “liberación” de los esclavos en los días de Navidad y Reyes -ésta
última fecha relacionada al día de San Baltasar- y así la comunidad afro montevideana va ganando
espacios.
Al principio la participación de los africanos y sus descendientes fue una especie de competencia
entre Naciones que se juntaban en sus respectivas Salas (Congo, Angola, Mozambique y otras),
cada una con su altar, sus reyes y sus danzas. Al principio los blancos de la ciudad observaban esta
celebración con cierta simpatía, como si se tratara de un gracioso juego infantil. Poco a poco se
fueron acercando con curiosidad no exenta de una mirada racista. Crónicas de la prensa del 6 de
enero de 1891 cuentan como esas “pobres gentes” se divertían, mientras que la “gente” iba a
visitar las salas de la “negrería”.
Más adelante, la colectividad afro liberada va a formar parte de la fiesta del Carnaval, igual que
otros colectivos de inmigrantes: franceses, españoles, italianos, etc. Pero con la ventaja de tener
un ritmo propio y único: el Candombe.
LOS INTENTOS CIVILIZATORIOS
El 1830 se jura la Constitución del entonces Estado Oriental del Uruguay. Se estima que en el país
vivían unas 75 mil personas. Veinte años después, en 1850, eran aproximadamente 200 mil
habitantes y en 1908 el censo indicó más de 1 millón. El notable crecimiento se debió a las
constantes oleadas inmigratorias (españoles, italianos, franceses), que constituían un tercio de la
población.
Por su parte, Montevideo no superaba los 10 mil habitantes en 1800, muchos de ellos africanos
esclavizados y sus descendientes. En 1860 llegaba a 20 mil considerando el área edificada, lo que
hoy constituyen los barrios de la Ciudad Vieja, Centro, Cordón y Aguada. Hacia 1908 viven en
Montevideo unas 300.000 personas.
La administración de la ciudad intentó siempre reglamentar de algún modo el Carnaval, con
distinto énfasis, diversas intenciones y relativa fortuna. Si bien el Carnaval tuvo siempre un espíritu
popular, los intentos por combatirlo primero y contenerlo luego, fueron muchos y así consta en los
sucesivos edictos municipales. También la prensa se hace eco de las quejas de los vecinos y
comenta los resultados de las prohibiciones, muchas veces escasos o nulos.
El gobierno departamental pretendió en ocasiones poner a las comparsas a su favor, cosa que no
tuvo éxito ya que contradice directamente el espíritu de la fiesta. También se quiso prohibir
algunos disfraces que podían resultar ofensivos (militares o religiosos) y las batallas con agua.
En palabras del profesor José Pedro Barrán se intentaba sustituir la “barbarie” por
manifestaciones europeas más “civilizadas” como arrojar flores en los desfiles. Años después, la
municipalidad terminaría organizando el Carnaval, financiando desfiles, tablados y conjuntos, en
coordinación con comisiones vecinales, asociaciones y empresas privadas.
LOS BAILES
A punto de estallar la Guerra Grande, un domingo de Carnaval de 1839, funcionarios del gobierno
viajaron desde la capital hacia la ciudad de Durazno para que el presidente Fructuoso Rivera
firmara la declaración de guerra a Buenos Aires. Según parece, el presidente se encontraba en un
baile de máscaras. Los enviados fueron a buscarlo al salón y les costó identificarlo pues estaba
irreconocible en su disfraz de moro. Rivera se sacó el antifaz y los guantes, firmó el documento
que daría comienzo a 12 años de guerra y siguió bailando.
Estos eran los llamados “Bailes de Máscaras”, que se desarrollaban durante el Carnaval en grandes
salones o bien en casas particulares, donde se mezclaba el vecino más humilde con los integrantes
más selectos de la sociedad montevideana. Las jerarquías no estaban aún demasiado impuestas
en la época y si bien la Iglesia tenía poco peso, se logró prohibir el disfraz religioso, lo cual no
impidió que algunos siguieran vistiéndose de curas o incluso travistiéndose como monjas.
Tales juegos de masas permitían la transgresión a varios niveles, incluyendo el orden jerárquico. La
policía muchas veces liberaba a los presos no muy peligrosos por algunos días. La subversión del
orden se completaba con agua y disfraces. La máscara libera, permite bromas y burlas, por tres
días en Montevideo reina el absurdo y la desobediencia.
Los bailes de máscaras se van volviendo cada vez más multitudinarios, “la careta hermana y las
clases sociales se confunden”, analiza la prensa. Fueron famosas por entonces las fiestas en el
elegante teatro Solis de Montevideo, que retiraba sus butacas para volverse una gran pista de
baile y congregaba a miles de personas cada jornada. Se llega al punto de que las fiestas se
extienden hasta el jueves de semana santa.
Se trataba de cambiar de personalidad y de clase social ocultando el rostro. El joven hijo varón se
volvía hombre con barba y patillas, su mamá usaba la ropa de su marido a su vez que este se
disfrazaba de religiosa. El más educado y elegante se volvía un gaucho matrero, los flacos usaban
panzas postizas y otros simplemente se cubrían en cuerpo con una sábana y la cara con una careta
de fabricación casera.
Tras la máscara, la distinguida hija del diputado podía bailar (a veces sin saberlo) con el también
enmascarado vendedor de diarios y el acaudalado empresario podía enamorarse de la humilde
empleada doméstica. Un periódico de 1839 se pregunta: “¿que se pierde con que las chicas tengan
tres días de confianza con los mozos, después que todo el año se están mirando sin tocarse como si
fueran alfeñiques”.
Artículos de prensa argumentaba que los tres días de Carnaval “son los únicos días reales que tiene
el mundo, todos nos solemos disfrazar, pero es cuando menos disfrazados estamos, pues ese
disfraz que compramos en una tienda para ocultar nuestro físico, permite dar rienda suelta a las
peculiaridades de nuestro yo moral”.
LAS COMPARSAS
Las numerosas colectividades de inmigrantes también participaban de la fiesta. Según parece los
italianos eran los más bravos y muchas veces terminaban a los tiros. El gobierno de la ciudad
insiste en controlar lo incontrolable y en 1850 una ley prohíbe tirar agua a los soldados. En 1859
directamente se prohíben las guerrillas de agua y un año después se intenta impedir el disfraz de
militar, sin éxito. En 1861 se otorgan 2000 permisos para disfrazarse, cifra que por supuesto fue
largamente superada.
Muchos grupos tienen su propia “Comparsa” que desfila, canta y baila por la ciudad. “La
mitológica” está integrada por gente de clase alta, “La misteriosa” se disfraza como el ejército y así
aparece el primer redoblante en el carnaval montevideano. En 1865 los italianos y la policía se
enfrentan con agua primero y con balas después.
Se suceden intentos por controlar la vulgaridad de las clases populares en pro del respeto al orden
social, pero es carnaval y las comparsas son naturalmente incorrectas, transgreden con palabras y
situaciones de todo tipo: insultos, borracheras, peleas, vidrios rotos y otros atropellos. Las
autoridades reportan que en 1869 hay un aumento del 67% de presos por ebriedad, riñas,
puñaladas y escándalos, respecto al carnaval del año anterior. Los católicos se quejan porque no
se respeta la prohibición de los disfraces religiosos.
Se va volviendo costumbre que esas comparsas recorran la ciudad y finalmente en 1873 se
organiza el primer “Paseo de Comparsas” desde la Ciudad Vieja hasta 18 de julio y Ejido. Es el
primer desfile inaugural del Carnaval.
El mismo año la prensa anuncia que “en los tablados ubicados en las tres plazas de costumbre
(Constitución, Independencia y Cagancha), habrá comparsas desde las ocho de la mañana”, esos
fueron los primeros escenarios callejeros.
En 1874 se organiza el primer concurso de agrupaciones en la Plaza Matriz, presidido por un
jurado de señoritas que otorgaba medallas y coronas de flores a los ganadores.
Estos son los primeros antecedentes de desfiles, tablados y concursos en el Carnaval de
Montevideo.
En el año 1896 aparece una nueva forma de celebración que aún persiste: los carros alegóricos
que acompañan los desfiles callejeros. El famoso “Carro del Chaná” sorprendía cada año por su
originalidad. Se trataba de una estrategia publicitaria de la marca de café que acaparó elogios y
reconocimientos durante décadas, al punto de ser declarado “fuera de concurso” para dar
oportunidad a otros participantes. Este hecho originó un refrán popular que se aplica cuando un
concursante aparece claramente despegado de sus competidores.
EL CARNAVAL MUNICIPAL
El siglo XX también trae importantes cambios políticos como el surgimiento del Batllismo. El
Estado no pudo prohibir ni regular la fiesta y mucho menos volverla una herramienta oficial a su
favor, ahora hay un interés en apoyar el Carnaval, como fenómeno que tiene raíces populares y no
políticas.
Se propone financiar y potenciar la fiesta, dotándola de mayor “nivel cultural”. La intendencia
sustenta un desfile inaugural lujoso, que sea puesta en escena de un país moderno y progresista,
pero a la vez democrático y popular. Se contrata especialmente a diseñadores europeos para la
construcción de carros alegóricos y espectaculares iluminaciones en la principal avenida de la
ciudad. La idea es priorizar los aspectos artísticos sobre las manifestaciones desmedidas.
El gobierno promueve a Montevideo como ciudad balnearia y para eso crea a nivel municipal una
“Comisión de Fiestas de Verano y Carnaval”, que además de establecer un calendario de
actividades para los turistas, regula el funcionamiento del desfile, los tablados y los concursos
barriales. Los jurados estarían integrados por representantes de los tablados y de la prensa, pero
no del gobierno de la ciudad. Los premios van en aumento y las comparsas comienzan un proceso
de profesionalización.
En este contexto, en los primeros años del siglo XX, aparece un fenómeno nuevo: la Murga.
El tablado recupera algo de la antigua tradición popular, transformándola y sumando elementos
nuevos como las Murgas, que conjugan la música, el canto y la presencia de inmigrantes,
trabajadores y población afro. Aquellos vecinos que no son protagonistas cumplen pasivamente su
rol como espectadores.
Con el paso del tiempo se van estableciendo dos niveles de participación popular. Por un lado los
protagonistas -en este caso “los murguistas”- en una dimensión protagónica y en otro el público
espectador, que directa o indirectamente paga su entrada, se divierte, disfruta, se ríe y aplaude, o
no. El Carnaval comienza su tránsito hacia una especie de teatro callejero donde solamente
algunos se disfrazan y hacen bromas, burlas, chistes y en algunos casos también ganan dinero.
Lo mismo sucede en los desfiles, donde suele haber vallas que separan al público de los
participantes para ordenar y evitar desbordes. Vidart observa que no hay nada menos
carnavalesco que eso, pues entiende que “allí se ha perdido el espíritu de la fiesta”.
LOS DESFILES
Desde 1943 las “Reinas del Carnaval” son quienes abren el desfile oficial. Se trata de jóvenes
seleccionadas entre postulantes de los diferentes barrios de la ciudad. Pero antes, entre 1906 y
1931 el desfile fue encabezado por “El Marqués de las Cabriolas”, un pintoresco personaje cuyo
nombre era Edmundo Lametz, contratado especialmente por la organización.
La apertura del desfile y de la fiesta, recreaba a menudo escenas inspiradas en Las mil y una
noches, la Roma de Nerón, el Antiguo Egipto, la Mitología Hindú y otras. Un año el Marqués
desfiló sobre un elefante alquilado por un circo, otro año el Zoológico Municipal dispuso algunos
de sus animales para conformar su comitiva.
La prensa de 1912 cuenta sobre un fastuoso desfile de más de 2000 mil metros de largo, que
comenzaba con la carroza del Marqués de las Cabriolas (diseñada por el artista plástico Félix
Morelli) e incluía además 50 comparsas, 250 mascaradas, carros y payasos. La organización no
escatimaba en gastos, se otorgaban premios a los mejores disfraces, los carros alegóricos más
llamativos, las fachadas mejor adornadas de las casas, etc.
El Marqués supo desfilar sobre un burro y hasta disfrazado con pañales. La gente acompañaba el
desfile con entusiasmo y alegría, pero también se burlaba de tan curioso y sufrido personaje y le
arrojaba agua, huevos, frutas, botellas, piedras. En sus últimas participaciones tuvo que ser
protegido de los proyectiles desfilando dentro de una jaula.
Apodado el “cangrejo”, el Marqués hacía sus descargos en su proclama del carnaval de 1920,
quejándose de todo lo que le arrojaban. Siempre con gran sentido del humor decía:
En este contexto sucedió un hecho histórico particular. En 1908 un grupo de zarzuela español
arribó a Montevideo y realizó 150 funciones en el Teatro Casino del Parque Rodó (actual Parque
Hotel) con gran éxito. Parte de su espectáculo presentaba a un grupo llamado “Murga La
Gaditana”. Gaditano es el gentilicio relacionado con la ciudad de Cádiz, al sur de España.
Al año siguiente un grupo de Máscaras Sueltas realizó una parodia de esa murga, relatando el
hecho desde el humor y contando que los gaditanos se habían quedado sin dinero para volver,
sufriendo imaginarias peripecias. La actuación del conjunto mereció varios premios por su
originalidad, canto y música. Se trataba de un grupo de 6 integrantes: bombo, platillo, flauta, saxo,
pistón y su director Antonio Garín, un funcionario público jubilado. Para el carnaval de 1909, el
grupo se inscribió en la categoría de máscaras sueltas con el nombre “Murga la gaditana que se
va”.
La prensa especializada elogió aquella “afortunada imitación de la famosa Murga Gaditana que
por largo tiempo actuó en el Casino, de esta sociedad compuesta por media docena de jóvenes de
buen humor. Con meritoria exactitud ejecutó los trozos más celebrados de la murga auténtica,
haciéndose aplaudir con toda justicia”.
El respaldo popular y la bendición de la crítica provocaron que para el carnaval de 1910 se
inscribieran como “máscaras sueltas” los siguientes participantes: “Murga Amantes a la Cantera”,
“Murga Callejera”, “Murguistas de la Época”, “Murga Hispano Uruguaya”, “Murga la
Internacional”, “Murga los Bachichas” y la ya consagrada “Murga la Gaditana que se va”.
Así se fueron sumando más grupos que utilizaban la palabra “murga”. El número de integrantes
también va a ir aumentando y en 1911 tenemos a la “Murga Los Seis Ambulantes”, al año
siguiente se presentan “Ya Somos Seis” y “Ocho Cascarudos”. En 1914 “Siete Jorobados”, “No
Llegamos a Siete” y “Doce Locos”. Hacia la década siguiente se va generalizando el uso de tres
instrumentos: bombo, platillos y redoblante.
Finalmente se establece la nueva categoría “Murgas”, separada de las “Máscaras Sueltas”.
¿QUÉ ES UNA MURGA, MAMÁ?
En 1968 la retirada de la murga “La Milonga Nacional” respondía poéticamente esta pregunta de
la siguiente manera:
Fue en noches de carnavales que escuchamos al pasar,
la pregunta de aquel niño: ¿qué es una murga, mamá?
Murga es una golondrina que en su romántico vuelo,
barriletes de ilusiones, va remontando en el cielo.
En su momento, las “Normas Básicas Municipales de Carnaval” establecían que “la categoría
Murgas recoge una expresión netamente popular: lo que la gente ve, oye y dice a propósito de los
acontecimientos salientes del año tomados en chanza y en su aspecto insólito o jocoso. Distingue a
la murga, la mímica, la vivacidad, el movimiento, el contraste, la informalidad escénica y lo
grotesco”.
El autor agrega un dato interesante a su análisis del año 1990 y es que la murga utiliza desde
siempre melodías populares presentes en la memoria colectiva (más o menos actuales) y focaliza
la energía en crear nuevos textos. Esta letra puede ser emotiva, graciosa, crítica, irónica, reflexiva
o cualquier otro motivo que el espectáculo requiera.
Hacia fines del siglo XX esta práctica comenzó a cambiar y se fueron creando cada vez más músicas
originales para los espectáculos de las murgas. Muchos de esos compositores han trascendido el
ámbito del Carnaval y desarrollan con suceso sus carreras solistas como cantautores, entre otros:
Guillermo Lamolle
Eduardo “Pitufo” Lombardo
Tabaré Cardozo
Pablo “Pinocho” Routín
Alejandro Balbis
Gerardo Dorado “el Alemán”
Emiliano Muñoz y Freddy “el Zurdo” Bessio
Maxi y Pablo Porciúncula
Pablo Riquero
Martín Souza
LA MARCHA CAMIÓN
La Murga tiene su coro, pero también sus percusionistas, que si bien no suelen cantar sí participan
de la puesta en escena del conjunto tocando de pie. Se trata de 3 músicos con 3 instrumentos: un
bombo de unas 20 pulgadas de diámetro con un solo parche, colgado y tocado con un palo o
maceta; un redoblante generalmente “piccolo” o “galleta” que también se toca colgado, con dos
baquetas y posee una bordona metálica en el parche inferior que le da un sonido particular y un
par de platillos de entrechoque que suelen ser los del “charleston” o “hi-hat” de la batería, de
unas 14 pulgadas y tocados con cintas atadas en los agujeros centrales.
La diversidad de ritmos que pueden interpretarse con esta formación es infinito. Además hay
quizás tantas formas de tocar como percusionistas y como prácticamente no hay dos músicos que
toquen igual, la riqueza es abundante.
Un elemento nacido de la Murga en Carnaval es el ritmo llamado “marcha camión”, nombre
surgido en épocas en que los conjuntos viajaban de un tablado a otro en rústicos camiones. Este
ritmo fue adoptado también por compositores ajenos al género como Los Olimareños a partir de
los años 1960 y más intensamente a partir de los años 1980 de la mano de Jaime Roos y otros.
La marcha camión está fuertemente vinculada al sonido de la murga, tanto que a veces se la
denomina simplemente ritmo de “murga”. Su origen es incierto, pero la palabra “marcha” podría
indicar que es algún tipo de adaptación de otra marcha, muy “a la uruguaya”, con alguna
influencia de candombe, tango o milonga. Si bien hay variaciones, se puede hablar de una base
estandarizada que ha permanecido en el tiempo y otorga cierta identidad propia a la música
tocada con ese ritmo.
En un lejano 1868 se denunciaron maniobras turbias con la venta de terrenos en los alrededores
de Montevideo, por parte de la Sociedad de Fomento Territorial. Al año siguiente, la “Comparsa
Fomentista” cantó:
La píldora dulce, un aire sutil, sutil…
Hicimos tragasen lo menos tres mil, tres mil…
¿Qué importan las quejas si hicimos tragar?
Suspiren y al diablo… manden cobrar.
Años después, en 1879 tocó el turno a los inescrupulosos que al parecer prestaban dinero con
altísimos intereses. Esto perjudicaba al pueblo y favorecía a los capitalistas, entonces se pudo
escuchar durante el Carnaval los siguientes versos:
Atrás agiotista, atrás usurero.
Garrote con ellos, garrote señores.
Este es prestamista y aquel corredor.
Al treinta por ciento sus préstamos hace.
Y tasa por cinco lo que vale cien.
Al escucharnos el pueblo ríe,
pero se nota que triste está.
Y no es extraño porque la crisis
y la pobreza creciendo van.
Tampoco quedaban ajenas las avivadas políticas. En el carnaval de 1871 la comparsa “Los
oportunos” criticó las burdas maniobras electorales del partido Colorado en las votaciones del año
anterior, en las que se denunció un fraude:
El día de las elecciones en un momento
se transforma el soldado en un sargento.
Todos son clases.
Es un naipe compuesto por muchos ases.
Dicen que es falso el registro
y que los muertos votaron.
Que sin saber leer firmaron
algunos ¡oh, admiración!
Y que al pueblo que con brío
hoy el triunfo aquí disputa,
le han soplado la viruta
y ha perdido la elección.
Murga “Los Viejos Cooperativos” cantaba allá por 1889, saludando en medio de juegos de
palabras, neologismos y trabalenguas, la popularidad de la energía eléctrica en la ciudad:
En la época presente no hay nada más floreciente
como la electricidad, el teléfono, el micrófono,
el tan singular fonógrafo, el pimparalíntitófano, el culógrafo,
el cantígrado, el majalacatrunchincófano y la asaúra con arroz.
Ante el reclamo de la policía por mejores sueldos, la murga “Hispano Uruguaya” se pone en lugar
de los más desfavorecidos, que con seguridad constituían el grueso de su público. Así cantan en
1929:
Rechiflados los botones ya no quieren más servir,
falta en todas la secciones el deseado guardia civil.
Tenemos los regimientos con gente acuartelada,
hagan de ahí guardias civiles que allá no producen nada.
Ellos piden un aumento para poder mejor vivir
y esa tales pretensiones no se pueden concebir.
Sembrando papas en campaña en campos abandonados,
ahí tendrán estos señores un brillante resultado.
En 1933 la murga “Los Modernos Pistoleros” critica la calidad de una bebida alcohólica destilada
de la caña de azúcar conocida como “Caña”, en el año en que su producción quedó en manos del
Estado:
Antes la caña era buena, a nadie le hacía mal.
Ahora tomás una copa, te da por romper la ropa,
vienen ganas de pelear. Y eso que ahora es del Estado.
Decían que iba a ser mejor, que podías largar el chivo y no se sentía el olor.
Cuando en 1934 aparecen los primeros tranvías en la ciudad, la murga “Asaltantes con Patente”
pone su punto de vista en estos términos:
A la prensa de tranvías le dieron la concesión
para que coloque vías hasta en el último rincón.
El tráfico quedará con el aumento de vías,
reducido en un gran match entre ómnibus y tranvías.
Esta empresa explotadora con millones se menea
y es capaz de colocarle vías hasta en la azotea.
Aunque rebaje el pasaje no le aumenta el personal
y eso que son protectores de la industria nacional.
La murga “Patos Cabreros” canta en su retirada de 1953 al público que desborda los tablados, que
fueron organizados por la comisión barrial, quien se queja de que algunos vecinos no colaboran:
Buenas noches auditorio, con satisfacción lograda
ya se marchan los Patitos a alegrar otra barriada.
La comisión nos dijo que la bronca ha tirado
porque muchos vecinos no ponen pa'l tablado.
Cuando colecta hicieron y fueron a golpear,
dijeron que perdonen: “nosotros nunca vamos” y están todos acá.
Deben cooperar pues si es grande el haber
podrá el barrio tener un lindo carnaval.
Y si es que usted no quiere un manguito largar,
la comisión tampoco que venga a garronear.
En 1964 la murga “Don Timoteo” critica a los que pretenden un empleo público porque no quieren
trabajar:
Dando como en bolsa, chicos y grandes van desfilando.
El pincel de Timoteo cuadros risueños traen criticando.
Todo el mundo empleos quiere en el estado.
El criollo de nueva ola es muy delicado.
Nada de agacharse ni usar el arado.
Trabajó tanto el de antes, que ahora los hijos nacen cansados.
En el año 1972 la murga “Araca la Cana” fue de las primeras en grabar un disco con su actuación.
Al año siguiente se produjo el golpe de estado que impondría una dictadura en Uruguay y el disco
fue retirado de la venta, pues su contenido era considerado subversivo. Estos versos son de su
retirada, cuyo final se volvió muy famoso y la bautizó como “Murga Compañera” hasta el día de
hoy:
En el recuerdo va aflorando la verdad,
que el hombre debe ser libre por igual y grite a viva voz: libertad.
Araca es la murga compañera de un pueblo que construye su senda verdadera.
Nace en Carnaval nuestro destino, forjemos el futuro por el mismo camino.
Pueblo tu arrogancia es una flor que aún marchita vive en su aromar.
Nunca vivirás como un mendigo, porque tú mismo encuentras para el traidor castigo.
Instalada la dictadura entre 1973 y 1985, curiosamente el carnaval no fue interrumpido, pero sí
censurado. Los conjuntos debían presentar los textos, los censores los devolvían tachados y los
letristas debían agudizar su ingenio, buscar metáforas y giros para cambiar palabras, frases
enteras o decididamente volver a escribir de nuevo hasta que la letra pasara el filtro de la censura.
En algunos casos las murgas cantaban de todos modos la letra censurada y lo habitual era que
terminaran detenidos por la policía al pie mismo del escenario. En este triste contexto cantaba “La
Soberana” en 1973:
Sol de los libres, nunca se esconda
y con verdades siempre responda.
En nuestro pueblo hay muchas nubes de confusión
que van cubriendo el claro cielo de la razón.
Al año siguiente la totalidad de sus textos fueron censurados varias veces. En señal de protesta la
murga desfiló con cadenas, por lo que fue prohibida su participación y además su director
(apodado “Pepe Veneno” por la mordacidad de su pluma) fue a la cárcel por atentado moral,
vilipendio y escarnio.
Prohibida “La Soberana”, nace una murga que de alguna manera la continúa y se llama “La Reina
de la Teja”, que advierte en 1983 una luz al final de aquella etapa tan oscura:
La voz se eleva hasta el cielo, si se le ocurre desciende.
El cantar brinda soltura y de nosotros depende.
Depende de que este cielo no tenga nubes pendientes,
la tarea que asumimos será lograr un celeste.
Que alumbre todos los surcos y madure la simiente,
si sembramos igualdades, cosecharemos torrentes.
Torrente de las bondades que surtirá a las vertientes,
nuestra esperanza inmediata es ver feliz a la gente.
Antonio Iglesias, fundador a sus 8 años y luego director de la murga “Los Diablos Verdes”, supo
escribir desde la prisión los libretos para su murga, los cuales salían clandestinamente. En el año
1984 su cuplé era protagonizado por un robot extraterrestre llamado Arturito, que en su visita a la
Tierra cantaba:
En este extraño planeta no entiendo bien lo que pasa,
los que construyen ciudades, viven en ranchos de lata.
No tienen con que llenarlas, los que fabrican las mesas.
Apenas pueden vivir y producen la riqueza.
Después de un siglo y medio donde los partidos llamados fundacionales se turnaron en el ejercicio
del gobierno, la mayoría de las murgas (y también agrupaciones de otras categorías) promueven
desde sus discursos un cambio de timón. Más o menos explícitamente se van ubicando
políticamente a la izquierda, algunos más tímidamente y otros con decidida militancia partidaria,
exhortando al voto de la ciudadanía. “Los Diablos Verdes” anticipan en 2004:
La fiesta de algunos pocos ya se termina,
se les acaba tanta alegría.
La vida tarde o temprano da justicia
a la mentira, a la avaricia.
La fiesta de todo un pueblo será ese día,
cuando la historia se escriba,
con la familia uruguaya volviendo a soñar.
En el año 2005 por primera vez el Frente Amplio, un partido de izquierda, triunfa en las elecciones.
Se produce un punto de inflexión en el cual muchas murgas sienten que deben cambiar su
postura, algunas hasta se ríen de su ahora condición de “oficialistas” y manifiestan su duda
respecto a qué cantar, como “Araca la Cana”:
Imaginate Araca la Cana
transformada en la murga oficialista.
Alguien venga y dígame que no,
que la musa está allí.
Somos mayoría, pero llegó el gran día
y no sé qué cantarte.
La murga “Contrafarsa” tomó el hecho con humor y proponía entonces cambiar la crítica por
insólitos pedidos al nuevo presidente:
Queremos ver si nos hace el favor,
duplique el sueldo del trabajador.
Si puede ser que no nos cobren Antel.
Los combustibles baje a la mitad,
que haya vivienda y bienestar social
y tenga el bien de impuestos eliminar.
Pero otras murgas, respetando su condición a pesar de los vaivenes políticos y partidarios,
mantienen su tono crítico. Más allá del color del gobierno de turno, la murga “La Gran Siete” cana
en 2006:
Desde el primero de marzo
del año que ha pasado,
al frente de nuestro Estado
tenemos nueva administración.
Con cosas buenas y malas,
con retrocesos y avances
que exceden el pobre alcance
de este humilde salpicón.
En 2008 la murga “Curtidores de Hongos” critica directamente a la municipalidad montevideana,
recibiendo a un contribuyente que asiste por un trámite con desgano, mientras ensaya “la murga
de la intendencia”:
Los inspectores de tránsito mi amigo
se esconden tras un árbol como el lobo feroz
y te ejecutan gozando como locos,
haciendo la boleta se llevan comisión.
Tamos ensayando, la murga de intendencia,
no sea impertinente, ya lo vamos a atender.
Cuesta una vida cambiar una bombita,
arreglar una placita, un parto con dolor.
La burocracia, sistema ineficiente
de grises expedientes durmiendo en un cajón.
La murga “Asaltantes con Patente” en 2013 hace un análisis de las décadas pasadas y concluye con
la duda de en qué lado ubicarse ante la contradicción:
En los 90 fue más sensato.
De un lado estaban los sindicatos,
del otro lado los inmorales
de los gobiernos neoliberales.
Desde hace un tiempo no quedan pistas.
De los dos lados son progresistas,
los intereses son los del pueblo,
tanto en los gremios como el gobierno.
Y sin embargo se dan en bolsa
entre los que fueron compañeros.
Progre de un lado, progre del otro...
¿Dónde me paro y a quién le creo?
Ya en el año 2020, cerrado el ciclo de gobiernos progresistas, nuevamente triunfan los llamados
partidos fundacionales y las murgas se muestran entre enojadas, resignadas o directamente
pesimistas ante un futuro que advierten peligroso. La murga “Metele que son Pasteles” propone
crudamente resistir y dar pelea:
Vamos a la plaza para dar batalla,
si la cosa estalla, estaremos a la talla.
Si se pone caribe, no tendremos cintura,
vamo’ a dar pelea, acá nadie se asusta ni oculta.
Obvio que no estoy contento, se avanzó lento
y se fue el momento, no por falta de tiempo.
Vendrán tiempos de mierda,
habrá que juntar a toda la izquierda.
MURGA e IDENTIDAD
Se suele definir la identidad como el conjunto de rasgos y características propios de un grupo de
personas, que lo distinguen de otras comunidades. Los elementos que constituyen la identidad de
un pueblo incluyen sus tradiciones y costumbres, sus instituciones, su historia, su cultura y su
música, entre otras manifestaciones.
El asunto de la “identidad uruguaya” es un tema polémico en constante proceso de construcción.
De cualquier manera, está presente en los relatos oficiales cuando se intenta presentar una
imagen para los extranjeros, también en canciones de músicos populares que tocan el tema desde
diferentes puntos de vista. Asimismo, se puede apreciar en las publicidades de empresas que
pretenden poner sus productos ante el mercado, apelando a la identidad nacional. En muchos de
estos ámbitos, la murga suele estar presente.
Como manifestación y espectáculo que se ha venido sedimentando a lo largo de unos 200 años, el
Carnaval Montevideano reúne las características culturales propias de un fenómeno fuertemente
identitario. Las murgas, con su estilo único y ya tradicional, año a año han repasado los
acontecimientos relevantes, dando su versión y a menudo tomando partido en distintos aspectos
de la vida del país y del mundo. Las críticas a los gobiernos de turno han sido una constante, aún
durante períodos de dictadura.
La Murga como fenómeno cultural, es parte de la identidad uruguaya, en la actualidad no hay
canción o pieza publicitaria que intente reflejar aspectos de nuestra identidad, que prescinda de la
murga o del candombe. Algunas veces se habla directamente de la murga, otras aparece un coro
de murga, en algún caso un cantante solista con voz típicamente murguera, en otros se utiliza la
percusión a ritmo de marcha camión en los jingles.
Entre muchos ejemplos podemos citar las siguientes canciones, obra de prestigiosos compositores
uruguayos, que a su vez sirvieron para realizaciones publicitarias:
“El grito del canilla” - Jaime Roos y Raúl Castro, 1989
“Una canción a Montevideo” - Mauricio Ubal, 1995
“Mi país” - Ruben Rada, 2000
“Montevideo” - Tabaré Cardozo, 2008
“Descolgando el Cielo” - Eduardo Lombardo, 2011
Para finalizar, un fragmento de un gran cuplé de la murga “Contrafarsa”, que en el año 1999
abordaba el tema de la identidad uruguaya a través de un personaje llamado “Doña Identidad”. El
texto pertenece a Tabaré Cardozo y entre muchas cosas interesantes dice así:
De un pedazo de tierra al azar, del reparto de algunos virreyes,
de un puñado constitucional, montoncito de gentes y leyes,
nace la maravilla oriental, un país de retazos pequeños
que a pesar de pasarla tan mal, tiene magia y va armando sus sueños.
Sueña con hijos felices que Artigas supo soñar
que andan por otros países mientras dicen que son
como una raza, la raza uruguaya.
Solo una patria, la patria oriental.
Solo una casa, la casa uruguaya,
esta es su madre y es su identidad.
FUENTES CONSULTADAS