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A 10 años de la restitución de los feriados de carnaval en la Argentina,

repasamos los inicios de una celebración que supo atravesar tanto períodos
de libertad y alegría como de censura y restricciones.

Inicios y prohibición
El carnaval, una festividad colorida y llena de alegría, fue introducido en Buenos Aires por los
españoles. A pesar de tener sus raíces en celebraciones paganas, el carnaval está vinculado al
calendario cristiano, marcando los días previos al comienzo de la cuaresma, un período de
cuarenta días de ayuno y reflexión en la tradición católica. Durante el carnaval, la gente disfruta
de desfiles, música, bailes y disfraces antes de la prohibición de consumir carne durante la
cuaresma.
En la época colonial, el carnaval en Buenos Aires tomaba diferentes formas dependiendo de
los sectores sociales. Los sectores populares participaban en los bailes de máscaras que se
llevaban a cabo en lugares como el teatro de “La Ranchería”, mientras que los sectores más
adinerados preferían celebrar en la “Casa de Comedias”. Estas diferencias sociales se reflejaban
en las distintas expresiones y tradiciones que caracterizaban el carnaval en la ciudad en aquel
entonces.

El festejo también ocupó el espacio público. Los bailes y los juegos con agua inundaron las
calles. Desde los balcones llovían fuentones, huevos ahuecados rellenos con agua, baldes de
agua de lavanda para mojar a los amigos y de agua con sal para los enemigos.
Para las clases altas, el desenfreno y el bullicio durante esos días eran considerados
simplemente como "costumbres bárbaras" (que tenía que ver con lo grosero o lo tosco). Estas
clases se oponían firmemente a las festividades del carnaval, y algunos gobernantes respaldaban
esta postura. Durante el mandato del Virrey Vertiz, entre 1770 y 1784, los bailes se limitaron a
sitios cerrados, y el sonido de los tambores, distintivo de la población africana en Buenos Aires,
era castigado con latigazos e incluso con un mes de cárcel.

Sarmiento: reapropración de la clase alta y reclusión de los


afrodescendientes

En 1845, Domingo Faustino Sarmiento inició un viaje de dos años que lo llevó a recorrer
diversos países alrededor del mundo. Durante su travesía, visitó Montevideo, Río de Janeiro,
Francia, España, Argelia, Italia, Alemania, Suiza, Inglaterra, Estados Unidos, Canadá y Cuba.
Durante su estancia en Italia, participó en los carnavales, donde se familiarizó con las
emblemáticas máscaras venecianas y quedó fascinado por la idea del anonimato que ofrecían
los disfraces, como una forma momentánea de eliminar las diferencias de clase social.
Enamorado de esas celebraciones, durante su presidencia, en 1869 promovió el primer corso
oficial de la ciudad de Buenos Aires. Sarmiento participaba activamente de estos festejos junto a
las murgas y comparsas, compuestas principalmente por afrodescendientes, que eran una de las
mayores atracciones. También lo eran la elaboración de disfraces y máscaras que intentaban
igualar, sin distinción, a todos los participantes.

Los afroargentinos veían el carnaval como un lugar para compartir su música y participar. Los
ritmos, bailes y canciones eran elementos cotidianos con un significado profundo. En cambio, los
“blancos” celebraban el carnaval siguiendo tradiciones europeas, donde se consideraba un
espacio para liberarse de las normas opresivas, fomentando la alegría, la sátira y la
desinhibición.
Durante una de sus visitas a Estados Unidos, Sarmiento se encontró con las compañías de
minstrels, compuestas por personas blancas que se pintaban la cara de negro para representar
de manera burlesca a los afroamericanos, presentándolos como seres inferiores, primitivos y
perezosos. Fascinado por estas representaciones, Sarmiento invitó a una de las compañías de
minstrels a un desfile en Buenos Aires. La repercusión fue tal que, en los años siguientes, los
blancos de clase alta en Buenos Aires empezaron a imitar a los minstrels que se burlaban de los
negros.

La estigmatización fue considerada como una ofensa a las tradiciones de los


afrodescendientes, lo que llevó a que el candombe fuera retirado de la escena pública y
practicado solo en ámbitos privados.
Siglo XX: llega la murga

En el siglo XX la influencia de los


inmigrantes italianos y españoles
fue resignificando el carnaval,
introduciendo ritmos, danzas y
vestimentas propias de sus lugares
natales. De a poco, se produjo el
pasaje de las comparsas de
candombe a las murgas, que
comenzaron a bailar y tocar en los
corsos. La migración a Buenos Aires
de mediados de siglo, provenientes
de las provincias argentinas y de los países limítrofes, generó un fuerte impulso a las murgas
porteñas. A partir de 1976, durante la dictadura civico-militar, se eliminó al carnaval del
calendario oficial de festejos y se detuvieron sus manifestaciones callejeras, lo cual provocó
una invisibilización en el ámbito público.
A partir de 1983, a pesar de que sólo habían sobrevivido una decena de murgas, el fenómeno
carnavalesco continuó con mucha fuerza en los barrios y volvió a ganar el espacio público
hasta que, en 2010, se restituyeron oficialmente los feriados nacionales del lunes y martes de
carnaval.

La celebración del carnaval es una fiesta popular que permite recorrer y graficar las
costumbres y dilemas que fue atravesando la sociedad porteña.

Fuentes: Casa Natal de Sarmiento / Archivo General de la Nación / Alfredo Taullard en “Antiguo Buenos Aires”.
https://www.cultura.gob.ar/historia-del-carnaval-en-buenos-aires-una-fotografia-de-la-sociedad-portena_7164/
Texto adaptado

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