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GOBERNANZA Y EDUCACIÓN
Joan Subirats
Instituto de Gobierno y Políticas Públicas
Universidad Autónoma Barcelona
Governance
Wikipedia
1. Gobernanza
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En la lengua inglesa el concepto de Governance (Gobernanza) ha ido adquiriendo significado por
contraposición al Government (Gobierno), entendido en este caso como gobierno tradicional. En diversas
lenguas se ha traducido el término Governance, pero en otros casos se utiliza como sinónimos “gobierno
en red” o “gobierno relacional”.
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FUNCIONALIDAD
alta
LEGITTIMIDAD
alta baja
Gobierno
tradicional
baja
2. Interrogantes
Todos estos interrogantes tienen una dimensión teórica básica pero también
empírica. En definitiva, la gobernanza o gobierno en red no es un modelo
simple e inequívoco que se refleje de forma mimética en cualquier situación.
Las nuevas dinámicas de gobierno en red toman formas muy distintas
dependiendo del contexto en que se desarrollen, de los actores implicados y de
los valores, los intereses y los objetivos que orienten la conformación de los
nuevos marcos organizativos. Lo que es innegable es que el escenario deja
suficientes espacios para avanzar hacia una gobernanza de proximidad,
abriendo nuevos escenarios de radicalidad y profundización democrática. Y ello
es especialmente significativo cuando comprobamos que las nuevas lógicas de
gobierno relacional y de transversalidad en las políticas conducen casi
inevitablemente a reforzar los gobiernos locales y la dinámicas territoriales
como las únicas capaces de articular proximidad, integralidad de respuesta e
implicación colectiva basada en elementos de identidad con la comunidad local.
3. Educación y gobernanza
Vuelve pues a tener pleno sentido preguntarse, ¿qué educación para qué
concepción de sociedad?. ¿Cómo relacionamos educación y ciudadanía?. ¿Cómo
“gobernamos” las políticas educativas?. Tradicionalmente se ha considerado
que los tres grandes ámbitos de socialización eran la familia, la escuela y el
trabajo. En estos momentos, los impactos de la nueva situación son muy
perceptibles en las esferas productiva, social y familiar, y no nos debe extrañar
que ello afecte en mayor o menor medida a la educación en su conjunto y a las
pautas de convivencia y e interacción social.
han modificado, ya que las mujeres siguen concentrando el gran peso de las
funciones de cuidado y reprodución. Crecen las tensiones por la doble jornada
laboral de las mujeres, se incrementan las separaciones y aumentan también
las familias en las que sólo la mujer cuida de los hijos. Y, con todo ello, se
provocan nuevas inestabilidades sociales, nuevos filones de exclusión, en los
que la variable género resulta determinante. Mientras que, por otro lado,
siguen sin obtener una valoración adecuada trabajos socialmente
imprescindibles, como los relacionados con el cuidado, el cariño, que se
consideran como elementos propios del “amor familiar” o del trabajo informal,
poco o mal retribuido.
¿Y que ocurre con las políticas públicas?. ¿qué efectos tiene todo ello en las
políticas educativas?. Las políticas públicas desplegadas a mediados de siglo
pasado en toda Europa, concretaron la filosofía del estado del bienestar:
intervencionismo redistribudor a cambio de libertad de mercado. Ese acuerdo,
más o menos explícito, ha ido acumulando elementos de conflicto. Por una
parte, hay menos consenso sobre sus bases normativas. Por otro lado, las
políticas despelgadas, se han ido volviendo poco operativas, poco capaces de
incorporar las nuevas demandas, las nuevas sensibilidades. Las políticas de
bienestar se construyeron desde lógicas de respuesta a demandas que se
presumían homogéneas y diferenciadas, y se gestionaron de manera rígida y
burocrática. Mientras hoy tenemos un escenario en el que las demandas, por
las razones apuntadas más arriba, son cada vez más heterogéneas, pero al
mismo tiempo llenas de multiplicidad en su forma de presentarse, y sólo
pueden ser abordadas desde lógicas políticas de nueva ciudadanía y con formas
de gestión flexibles y desburocratizadas.
La educación ha visto pues extender su influencia mucho más allá de lo que era
habitual, pero eso implica, por una parte el emprender el camino hacia eso que
se ha ido llamando la “sociedad del conocimiento”, en la que todos los aspectos
vitales y las actividades sociales tienen componentes formativos y acaban
generando conocimiento (con las consecuencias que eso tiene en el generar la
sensación de que cualquier aspecto vital puede ser objeto de aprendizaje
formal y de superación de previas incompetencias). Y por otra parte, la idea
que ya que toda carencia personal o social acaba teniendo alguna conexión u
otra con una real o potencial actividad formativa, todo acaba siendo “culpa” de
la educación, que acaba así convirtiéndose en una gran contenedor en lo que
verter todo cuanto no acaba de funcionar, sobre todo cuando los agentes de
socialización que le acompañaban en esa labor, están “missing” o muestran
muchas vulnerabilidades.
Todos educamos, y lo hacemos más con nuestro “ruido” (con nuestra actitud,
con nuestros actos), que con nuestras palabras. En un volumen dedicado a la
experiencia de las “ciudades educadoras”, hemos de defender perspectivas que
busquen la implicación del conjunto de la ciudadanía en la “cuestión educativa”,
yendo más allá de lo que es la comunidad educativa en sentido estricto, y
planteando por tanto los debates nucleares que vinculan educacion y sociedad,
educación y ciudadanía. En este contexto, deberíamos ser capaces de
reflexionar sobre qué entender por participación ciudadana y, muy
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especialmente sobre que elementos sería conveniente tener en cuenta para una
reconstrucción práctica del ideal democrático basada en el impulso de la
participación y la educación.
Todo ello nos lleva a reconsiderar la relación público – privado. Conviene evitar
caer en la trampa de confundir “público” con el ámbito propio de los “poderes
públicos”. El reto pasa por fomentar el crecimiento de los espacios públicos en
nuestras comunidades y de su uso cotidiano en clave de convivencia y
reconocimiento, sin que ello signifique incrementar el protagonismo de los
gobiernos. Desde este punto de vista, el objetivo sería conseguir una mayor
corresponsabilización colectiva con respecto a los problemas que genera la
convivencia social. “Reinventar” la política implica, pues, saber construir nuevas
formas de acción colectiva y nuevas formas de gestión institucional que puedan
recoger y hacer valer la riqueza educativa, cultural, humana y relacional de la
vida social, generando responsabilidades y compromisos más firmes en relación
a los problemas colectivos. Y en este contexto, la participación, como
mecanismo de responsabilización e implicación colectiva, como instrumento que
permite la incorporación del conjunto de los miembros de una comunidad a la
condición de ciudadanos, se convierte en una pieza central.
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