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¿Qué es ser santo?

Santo es sinónimo de bienaventurado, dichoso, feliz. La santidad es el don de


Dios que colma todas las aspiraciones humanas; es la plenitud de la vida cristiana
que consiste en unirse a Cristo, aprendiendo a vivir como hijos de Dios con la
gracia del Espíritu Santo y viviendo la perfección de la caridad.

“La santidad, la plenitud de la vida cristiana consiste en unirse a Cristo, en vivir sus
misterios, en hacer nuestras sus actitudes, sus pensamientos, sus
comportamientos. La santidad se mide por la estatura que Cristo alcanza en
nosotros, por el grado como, con la fuerza del Espíritu Santo, modelamos toda
nuestra vida según la suya. Es ser semejantes a Jesús como afirma san Pablo:
«Porque a los que había conocido de antemano los predestinó a reproducir la
imagen de su Hijo» (Rm 8, 29) (Benedicto XVI, audiencia general, 13 de abril de
2011)”.

Ser santo transmite la idea de mantenerse separado de lo impuro. La palabra


hebrea que se traduce “santo” proviene de un término que significa “separado”.
Por eso, lo que es santo se aparta del uso común y se considera sagrado,
especialmente debido a su condición limpia y pura.

 Dios es santo a un grado supremo. La Biblia dice: “No hay nadie santo como
Jehová” (1 Samuel 2:2). a Así que es apropiado que Dios establezca la norma de
lo que es santo.
 La palabra “santo” se puede aplicar a las cosas que están directamente
relacionadas con Dios, en especial a las que se usan para adorarlo. Por ejemplo,
la Biblia habla de:
  Lugares santos: Cuando Moisés estaba cerca del arbusto ardiente, Dios le
dijo: “El lugar donde estás de pie es suelo santo” (Éxodo 3:2-5).
  Fiestas santas: El antiguo pueblo de Israel celebraba fiestas periódicas
para adorar a Jehová. A esas fiestas se les llamaba “convocaciones santas”
(Levítico 23:37).
  Objetos santos: Los objetos que se utilizaban para adorar a Dios en el
antiguo templo de Jerusalén se conocían como “utensilios santos” (1 Reyes
8:4). A estos objetos sagrados se les tenía que tratar con mucho respeto,
pero nunca se les debía adorar.

¿Quién puede ser santo?


La santidad es una vocación universal, es decir, dirigida a todas las personas. El
mismo Dios nos ha dicho: «Sed santos, porque yo soy santo» (1Pe 1,16) y su Hijo
nos lo ha recordado: «Sed vosotros perfectos como vuestro Padre celestial es
perfecto» (Mt 5,48).

“Todos los fieles, de cualquier estado o condición, están llamados a la plenitud de


la vida cristiana y a la perfección de la caridad, y esta santidad suscita un nivel de
vida más humano incluso en la sociedad terrena” (Lumen Gentium n. 40). Con
fieles se refiere a todos los “cristianos quienes, incorporados a Cristo por el
bautismo, se integran en el Pueblo de Dios [...] y son llamados a desempeñar la
misión que Dios encomendó cumplir a la Iglesia en el mundo" (Catecismo de la
Iglesia Católican. 871).

El Papa Francisco explica: “todos estamos llamados a ser santos viviendo con
amor y ofreciendo el propio testimonio en las ocupaciones de cada día. Sé santo
viviendo con alegría tu entrega. ¿Estás casado? Sé santo amando, ocupándote de
tu marido o de tu esposa, como Cristo lo hizo con la Iglesia. ¿Eres un trabajador?
Sé santo cumpliendo con honradez y competencia tu trabajo al servicio de los
hermanos. ¿Eres padre, abuela o abuelo? Sé santo enseñando con paciencia a
los niños a seguir a Jesús. ¿Tienes autoridad? Sé santo luchando por el bien
común y renunciando a tus intereses personales” (Gaudete et Exultate n. 14).

Medios para santificarnos.

Lo esencial para ello es reconocer que Dios nos ama con un amor personal, a
pesar de nuestras virtudes y defectos. Creer y confiar que se puede alcanzar este
anhelo. 
Las vías de la santidad son múltiples y se adaptan a la vocación de cada uno,
según los propios dones y oficios, deberes o circunstancias que son los de la
propia vida.
Cada uno es ayudado en su camino de santidad por la gracia sacramental,
donada por Cristo y propia de cada sacramento.

El medio más necesario es el amor, mantenernos firmes en la fe y


sostenernos con las armas que el Señor mismo nos ha dado, entre ellas podemos
mencionar las siguientes:
 La oración: que es la elevación de nuestra alma a Dios, para
alabarle, agradecerle y pedirle gracias para ser mejores, escuchar
su Palabra.
 Participar en los sacramentos: la penitencia y la Eucaristía. En el
encuentro con Dios en la confesión, nos limpia, nos perdona, nos
renueva, nos reviste de su gracia y nos fortalece. En
la Eucaristía, nos unimos a Cristo. Él se nos da con su cuerpo, su
sangre, su alma y su divinidad. Se une a nosotros para
transformarnos en Él.
 El sacrificio: que no es más que desarrollar el verdadero amor a Dios
y a los demás, ese servicio a los demás en nuestro día a día y que
se puede aprovechar para santificarnos. Ejemplo de ello es: sonreír a
alguien que nos cuesta, perdonar, ser paciente con el prójimo,
cumplir con nuestras tareas…y así muchas otras cosas más.
 El apostolado: ese servicio a los demás, empezando por nuestra
familia, amigos, trabajo e incluso hacia personas que lo necesitan.
Nos ayuda a desprendernos de nosotros mismos para encontrarnos
realmente con los demás.
Concepto erróneo sobre lo que significa ser santo.

Lo que algunos creen:  El celibato hace que una persona sea más santa.

  La verdad:  Aunque un cristiano podría elegir no   casarse,  el


celibato  no  hace que Dios considere santa a una persona. La verdad es que
quienes permanecen solteros pueden servir a Dios sin distracciones
(1  Corintios 7:32-34). Sin embargo, la Biblia muestra que quienes están
casados también pueden ser santos. De hecho, por lo menos uno de los
apóstoles de Jesús, Pedro, estaba casado (Mateo 8:14;  1  Corintios 9:5).

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