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EL HABITO EL CORDON Y LAS SANDALIAS

La humildad en la vida de Francisco se plasma en diferentes actitudes: humildad ante Dios,


humildad ante uno mismo para conocerse verdaderamente; humildad con los otros y en
la forma de vestir y minoridad como comunión de vida. El hábito franciscano es interpelación
que nos invita a afrontar la vida y nuestras dificultades desde un profundo sentido de la
humildad. Nos invita a ser pobres, conscientes de nuestra verdad y menores.

El hábito por su forma recuerda la pasión y sufrimiento de Jesús en la Cruz.

El cordón franciscano nace a la vez que lo hace la propia forma de vida franciscana. Francisco
dio el último paso en su difícil conversión, al encontrar lo que Dios quería de él en la escucha
del Evangelio. Fue un día de febrero de 1208 cuando escuchó las palabras que Jesús les
había dicho a sus discípulos cuando los mandó a predicar, en las que les decía que no
necesitaban nada para el camino, "ni dos túnicas, ni sandalias, ni bastón ... " (Mt 1 O, 1 O).

Entendió que el Señor le había mostrado el camino que debía seguir. Para ello, se despojó
de su cinturón de cuero y se colocó una cuerda en la cintura. Este cambio es especialmente
significativo ya que era una prenda esencial en la vestimenta medieval, daba estatus y
seguridad. Los hombres de aquella época estaban tan sumergidos en sus negocios, que no
tenían tiempo para Dios. Por tanto, con este gesto, Francisco depositaba su confianza en el
Señor y eso le hace libre para seguirle.

El cordón franciscano, es la síntesis del compromiso con la dama pobreza "la santa obediencia
y el amor que no es amado" (sin nada propio, obediencia y castidad) es vivencia agradecida y
humilde entrega, compromiso, generosidad y altruismo con los otros, especialmente con los
últimos.

El franciscanismo es expresión de la fraternidad en el que anida la bondad de Dios para cada


hombre y cada mujer, y es anuncio de la paz y el bien que Dios nos ofrece.

En cuanto al calzado, San Francisco caminó siempre descalzo, de acuerdo con el mandato
de Jesús a los apóstoles: "no llevéis sandalias ..." Sólo en los dos últimos años de su vida, para
ocultar las vendas ensangrentadas por los estigmas de los pies, tuvo que llevar zapatos de piel
o de paño.

Las sandalias expresan una vocación de apertura y acogida por el desprendimiento, es hacerse
peregrinos y extranjeros de este mundo, siempre en camino, despojados de todo

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