Está en la página 1de 8

Psicopatología

del pensamiento (II):


los delirios 9
Rosa M.a Baños • Amparo Belloch

Sumario
I. Introducción
II. El problema de la definición
A. El concepto de delirio
B. Los delirios como creencias falsas
C. Las dimensiones de los delirios
D. Diferencias y semejanzas con otras creencias anómalas
III. La clasificación de los delirios
A. Las distinciones desde el punto de vista de la forma
B. Las clasificaciones en función del contenido
IV. El delirio y los trastornos mentales
V. Explicaciones psicológicas acerca de los delirios
A. Los planteamientos clásicos
B. Los planteamientos actuales
VI. Los factores de germinación y los factores de mantenimiento
A. Factores que influyen en la germinación del delirio
B. Factores que influyen en el mantenimiento del delirio
VII. Perspectivas futuras
VIII. Resumen de aspectos fundamentales
IX. Términos clave
X. Lecturas recomendadas
XI. Referencias bibliográficas
226 Manual de psicopatología

I. INTRODUCCIÓN car, en primer lugar, los problemas asociados a su definición


que, aún actualmente, continúa presentando dificultades
El delirio ocupa un lugar de honor en el concepto que ha- importantes. Otro de los obstáculos ha sido, paradójica-
bitualmente manejamos de locura, como acertadamente mente, la frecuencia de aparición de este trastorno, ya que
señaló Jaspers (1975). Y esto es así tanto para los psicopa- los delirios están asociados con diversas y numerosas for-
tólogos como para la gente en general: si pidiéramos a una mas de psicopatología (Oltmanns y Maher, 1988). Esta si-
persona cualquiera que describiera su imagen prototípica tuación, en vez de promover un estudio profundo de esta
de «un loco», es muy probable que nos dijera que es aquel alteración, ha llevado a muchos clínicos a mantener que los
que se cree Napoleón, o que afi rma que le persiguen los delirios carecen de importancia desde el punto de vista
marcianos. Es decir, señalaría a una persona que tiene un diagnóstico, ya que son fenómenos accesorios que se desa-
delirio. Pero esta confusión delirio-locura no sólo se pro- rrollarían como resultado de problemas más fundamenta-
duce en las ideas que la gente suele mantener, sino que les. Como Oltmanns y Maher (1988) señalan de un modo
también puede observarse en la misma historia del concep- muy ilustrativo, para estos clínicos el examen de las creen-
to de enfermedad mental, pues durante el siglo xvii el con- cias delirantes sería tan útil como el estudio y clasificación
cepto de locura se basaba sobre todo en el de delirio, de tal de la fiebre. De hecho, tradicionalmente se ha enfatizado
modo que «estar loco» era igual a «tener delirios», y vice- más la forma que el contenido del discurso perturbado que
versa. presentan los pacientes psicóticos (Winters y Neale, 1983).
A esta confusión contribuyó, además de lo extraño y A ello contribuyó probablemente la obra de Bleuler (1942),
llamativo del fenómeno, el problema de las diferencias lin- pues al considerar que el trastorno formal del pensamiento
güísticas y el solapamiento entre «delirio» y «delirium». (la ruptura de asociaciones) constituía el rasgo fundamen-
Como ha dicho Berrios (1991), la noción novecentista de tal de la esquizofrenia, encauzó las investigaciones subsi-
los delirios conllevaba problemas complejos que provenían, guientes sobre este aspecto y no en los delirios propiamente
entre otras cosas, de matizaciones difíciles de traducir de dichos, puesto que para Bleuler eran secundarios y deriva-
una lengua a otra. Así, por ejemplo, en el siglo xix, el tér- ban de los síntomas fundamentales.
mino francés (délire) se utilizaba tanto para denominar al En este capítulo abordaremos, en primer lugar, el pro-
síntoma (delirio) como al estado orgánico en el que muy a blema de la definición de los delirios, centrándonos sobre
menudo éste se presentaba (delirium). Por su parte, el térmi- todo en los criterios más utilizados para identificarlos y des-
no alemán (wahn) se refería a delirio y a locura en general. cribirlos. También plantearemos el problema de la clasifica-
Estas diferencias tuvieron importantes repercusiones histó- ción de los delirios y las diferencias y semejanzas con otras
ricas: por ejemplo, en la versión inglesa del texto de Pinel A creencias anómalas. Después examinaremos su aparición en
Treatise on Insanity, publicado en 1806, el délire se interpre- los diversos síndromes y trastornos. A continuación estudia-
taba y traducía como delirium. Esto ha supuesto, entre otras remos los diferentes enfoques teóricos que intentan o han
cosas, que incluso actualmente existan diferencias semánti- intentado abordar este intrincado problema, para señalar,
cas entre delirio, delusion, whan o délire (Berrios, 1991), de por último, las variables que juegan un papel determinante
tal manera que el término francés incluye connotaciones en el desarrollo y mantenimiento de una creencia delirante.
ideativas, emocionales y volitivas, mientras que el término
inglés es un concepto esencialmente intelectualista.
Dejando al margen este tipo de problemas y sus impor- II. EL PROBLEMA DE LA DEFINICIÓN
tantes repercusiones conceptuales, lo cierto es que el tema
de los delirios tiene una larga historia dentro de la psicopato-
logía. Aunque la psicopatología de orientación anglosajona A. EL CONCEPTO DE DELIRIO
afirma que la conceptualización sistemática de los delirios
comenzó con Jaspers y la escuela de Heidelberg, sin embar- Como antes apuntábamos, definir qué es un delirio ha sido, y
go, y como muy bien indica Berrios (1991), esta afirmación sigue siendo, uno de los temas fundamentales que ha tenido
no es del todo cierta. Esta visión del delirio, que hereda- planteados la psicopatología. Etimológicamente, la palabra
mos de la escuela de Heidelberg, se comenzó a formar dos delirio deriva del término latino delirare, que significa salir-
siglos antes, si bien es cierto que cristalizó durante el siglo se del surco labrado, lo que aplicado al pensamiento humano
pa sado y desde entonces los cambios habidos han sido esca- sería algo así como «pensar saliéndose del surco normal» (Me-
sos, al menos a un nivel conceptual. rino, Pascual y Belloch, 1991). En sentido lego, tomando la
Por ello no es de extrañar que, a pesar de tener una his- definición que nos ofrece el Diccionario de J. Casares, delirar
toria de casi tres siglos, los psicopatólogos no hayan podido en la lengua española significa «desvariar, tener perturbada la
responder por completo a los muy abundantes problemas razón». Es decir, que en el lenguaje habitual delirar es prácti-
que entraña el concepto de delirio. Como afirmábamos en camente sinónimo de locura, sinrazón, desvarío.
otro lugar, a pesar de su larga historia nuestra comprensión Centrándonos en las definiciones psicopatológicas ten-
del fenómeno, tanto en términos de etiología como de tra- dríamos que empezar diciendo que ninguna se ha podido
tamiento, es por desgracia todavía muy escasa (Merino, proclamar como totalmente satisfactoria. Sin embargo, tam-
Pascual y Belloch, 1991). Entre los obstáculos que han afec- bién es cierto que existen algunas que son más aceptadas y
tado a esta relativa ausencia de progreso habría que desta- más citadas en la literatura. De entre éstas, la definición más
Capítulo 9 Psicopatología del pensamiento (II): los delirios 227

conocida y más citada es la que ofrece Jaspers en su Psicopa- 5. La creencia tiene referencias personales, más que
tología General (1975). Para Jaspers, los delirios son juicios convicciones políticas, religiosas o científicas no convencio-
falsos, que se caracterizan porque el individuo los mantiene nales.
con gran convicción, que no son influenciables ni por la ex- 6. La creencia es fuente de malestar subjetivo o interfie-
periencia ni por conclusiones irrefutables, y que además su re con el funcionamiento social de la persona y con sus ocu-
contenido es imposible. Esta, como ya hemos dicho, es pro- paciones.
bablemente la conceptualización más influyente y, de he- 7. La persona no dice que lleva a cabo esfuerzos subjeti-
cho, la mayoría de las definiciones más recientes son casi vos para resistirse a la creencia (en comparación con los pa-
siempre repeticiones, ampliaciones y matizaciones de ella. cientes que tienen ideas obsesivas).
Un ejemplo lo constituye la definición que propone Mullen
(1979), una de las más citadas en los textos actuales. Se- Cuantas más de estas características posea una creencia
gún este autor, este tipo de creencias anormales tienen las determinada, mayor será la probabilidad de que sea deliran-
siguientes características: te. Pero hay que tener en cuenta que ninguna de ellas es con-
dición suficiente ni necesaria para definir una creencia como
a) Se mantienen con absoluta convicción. delirante; del mismo modo, no a todas se les concede la mis-
b) Se experimentan como una verdad evidente por sí ma importancia, y en todo caso, la investigación rigurosa es
misma, con una gran trascendencia personal. la que debe determinar cuál es el grado relativo de impor-
c) No se dejan modificar por la razón ni por la expe- tancia y significación diagnóstica que tienen cada una de
riencia. ellas (Oltmanns, 1988).
d) Su contenido es a menudo fantástico o cuanto menos En suma, los delirios se caracterizan por ser conceptual-
intrínsecamente improbable. mente muy complejos, y quizá por ello resulta tan difícil
e) Las creencias no son compartidas por los otros miem- «encerrarlos» en una definición. De hecho, quien más y quien
bros del grupo social o cultural (Mullen, 1979, p. 36). menos se ha encontrado con ciertas contradicciones sobre la
conveniencia de una definición: por ejemplo, los fenomenó-
Por su parte, la definición que nos ofrece la American logos normalmente comienzan afirmando que los delirios
Psychiatric Association (APA, 1988) en su sistema diagnós- no pueden ser definidos fenomenológicamente, para pasar a
tico DSM-III-R no presenta diferencias sustanciales con la continuación a definirlos; por el contrario, los nosologistas
anterior de Mullen: afirman que las definiciones son muy importantes, y luego
en sus clasificaciones no suelen definir qué es el delirio (Sims,
Es una creencia personal errónea que se basa en inferen- 1991). Puede que uno de los problemas que hacen tan difí-
cias incorrectas a partir de la realidad externa, sostenida cil la definición de los delirios provenga de considerarlos
con firmeza a pesar de lo que los demás crean y en abier-
como «creencias falsas». Vamos a detenernos un poco en por
ta oposición a pruebas obvias o evidencias incontrover-
tibles. La creencia no es ordinariamente aceptada por qué esta consideración tan profusamente mantenida por tan-
otras personas del mismo grupo cultural o subcultural tos autores y durante tanto tiempo puede ser uno de los orí-
(por ejemplo, no es un artículo de fe religiosa) (APA, genes del problema conceptual que revisten los delirios.
1988, p. 471).
Podríamos seguir enunciando otras muchas definiciones, B. LOS DELIRIOS COMO CREENCIAS FALSAS
y probablemente cada una de ellas incidiría más en algún
aspecto que en otro. O señalaría como más central determi- Como acabamos de decir, una de las definiciones más amplia-
nada característica frente a otras. Oltmanns (1988) ha reali- mente extendidas sobre los delirios es la que se centra en su
zado buena parte de este trabajo, y tras una amplia revisión conceptualización como «creencias falsas». Esta visión del de-
recoge un listado de las principales características que se lirio como un subtipo de creencia comenzó a hacerse popular
hallan contenidas en la mayor parte de las definiciones. A durante el siglo xix y fue una de las consecuencias del divorcio
partir de aquí, concluye que las características que se suelen conceptual entre «conocimiento» y «creencia», que se esta-
tener en cuenta a la hora de definir un delirio son las si- ba proponiendo en ese momento (Berrios, 1991). El cono-
guientes: cimiento se empezó a relacionar con la certeza científica y, por
tanto, requería de una redefinición en términos de las eviden-
1. El balance entre las evidencias a favor y en contra de cias que se iban encontrando. Por su parte, la creencia se fue
la creencia es tal que otras personas la consideran completa- subjetivizando y fue redefinida en términos de conocimiento
mente increíble. probabilístico y actitudes mentales. Como los contenidos de-
2. La creencia no es compartida por otros. lirantes difícilmente se ajustaban a los cánones epistemológi-
3. La creencia se mantiene con una convicción firme. cos de la ciencia, los delirios se redefinieron entonces como
Las manifestaciones o las conductas de la persona no cam- creencias, de manera que a finales del siglo xix se consolidó la
bian ante la prestación de evidencias contrarias a la creencia. idea de que el núcleo conceptual del delirio era el de creencia
4. La persona está preocupada (emocionalmente invo- mórbida o enfermiza. Sin embargo, esta visión presenta pro-
lucrada) con la creencia y le resulta difícil evitar pensar o blemas que provienen tanto del concepto de creencia como
hablar sobre ella. del de falsedad. Comenzaremos por este último.
228 Manual de psicopatología

Como señala Reed (1978, 1988), aplicar el criterio de jeciones serían las siguientes. Primero, las observaciones clí-
veracidad o falsedad a una creencia es bastante complicado. nicas muestran que es raro el caso en que la admisión de una
Por ejemplo, si un vecino viniese un día a acusarnos de estar creencia delirante (P) se acompañe de la admisión simultánea
implicados en una conspiración en contra suya es muy pro- de proposiciones alternativas (Q o R): es decir, no se cumple
bable que la mayoría de nosotros dijera que lo que esa per- el primer elemento. Segundo, el conjunto de hechos que
sona cree es falso. Sin embargo, si un amigo nuestro cree apoyan al delirio está normalmente ausente, particularmen-
que existe vida en Venus, o que Dios existe, o que es una te en los denominados delirios primarios; por tanto, tam-
persona más torpe que la mayoría, es asimismo muy proba- poco se cumple el segundo elemento. Tercero, el paciente
ble que no catalogáramos ninguna de estas creencias como delirante no hace ninguna búsqueda de evidencia respecto a
verdaderas o falsas. Como máximo, hablaríamos de plausi- P, Q o R; es decir, no se cumple el tercer elemento. De he-
bilidad, coherencia, probabilidad, consenso social, etc. En cho, el único criterio que se cumple es admitir P. Pero inclu-
este sentido, diversos autores han propuesto que el término so en este criterio, las observaciones clínicas demuestran que
delirio sólo se aplique a aquellas creencias que sean total- la naturaleza de la admisión de P en el individuo «loco» es
mente increíbles o completamente absurdas (recuérdese a diferente de la del individuo «normal». Esta diferencia, co-
este respecto la definición propuesta por Jaspers). Pero sin nocida desde el siglo pasado, se relaciona con el llamado
embargo, seguimos sin disponer de criterios objetivos sobre coeficiente de realidad: es decir, el sujeto normal que cree P
lo absurdo o lo creíble de una creencia. Así, la implicación lo hace dentro de ciertos límites de probabilidad, determi-
de que toda creencia delirante conlleva, por definición, con- nados por la fuerza de la evidencia, la personalidad, implica-
tenidos fantásticos o increíbles cuenta con ciertas dificulta- ciones emocionales, etc. Ninguno de estos factores permite
des. Un ejemplo claro de que los delirios pueden contener individualmente elevar el valor de la probabilidad a uno. La
«verdades» o, incluso, «volverse verdades» lo constituyen los fuerza de la evidencia siempre se evalúa en términos de «du-
delirios celotípicos, que consisten en la convicción de que la da razonable». Sin embargo, las observaciones clínicas de-
pareja sexual habitual es infiel. Además, la mayoría de los muestran que esta actitud probabilística puede estar alterada
clínicos que se han enfrentado a pacientes delirantes podría en las personas que presentan delirios (más adelante revisa-
narrar alguna experiencia en la que, lo que al principio pa- remos algunas teorías que intentan ofertar evidencia empí-
recía absurdo, resultó ser finalmente cierto. Como señala rica al respecto).
Maher (1988a), esto se denomina coloquialmente en Esta- Por tanto, dadas las características de convicción extraor-
dos Unidos como el efecto Marta Mitchell: ésta era la esposa dinaria y resistencia a pesar de las evidencias y/o argumen-
de un general americano, que fue diagnosticada de sufrir tos en contra, que Jaspers atribuyó a los delirios, hablar de
algún tipo de psicopatología debido a las acusaciones que creencia no parece adecuado. Una creencia puede ser modi-
hacía sobre actividades ilegales en la Casa Blanca, hasta ficada por la experiencia o por la presencia de claros argu-
que el caso Watergate desveló que estaba en lo correcto. Así mentos en su contra. Como señalan Merino y cols. (1991),
pues, parece que aplicar el concepto de falsedad (o de ve- muchos niños hemos «creído» en los Reyes Magos... hasta
racidad) a una creencia entraña problemas importantes en que nos dimos cuenta de su imposibilidad. Las creencias po-
muchos más casos de los que ingenuamente pudiera pensar- líticas, religiosas, o incluso el tipo de creencias que mantene-
se a primera vista. mos hacia nosotros mismos y los demás, están siempre
Por lo que se refiere al concepto de creencia, también sujetas al cambio y la modificación. Sin embargo, el delirio
nos encontramos con dificultades. En primer lugar, la visión es, en principio, inmodificable por la experiencia. En este
del delirio como «creencia errónea» se formuló por primera sentido, autores como Oltmanns o Reed señalan que, en
vez en el siglo xix, como antes señalábamos, y por tanto todo caso, el delirio sería asimilable a una convicción, pero
depende en parte de las definiciones coetáneas de creencia nunca a una creencia.
(Berrios, 1991). El cénit de esta visión intelectualista se
puede encontrar en el trabajo de Price (1934, citado en Be-
rrios, 1991), quien distinguía entre cuatro elementos en una C. LAS DIMENSIONES DE LOS DELIRIOS
creencia, y alegaba que una creencia supone:
Como acabamos de ver, el problema de definir qué es un
1. Admitir una creencia (P) junto con una o más propo- delirio es una cuestión cuanto menos difícil. Los hallazgos
siciones alternativas (Q o R). empíricos han mostrado consistentemente desde el siglo xix
2. Conocer un hecho o conjunto de hechos (E) que son que los delirios son heterogéneos en términos tanto del con-
relevantes para P, Q o R. tenido como de la forma. Esto ha hecho que algunos autores
3. Conocer que F hace que P sea más probable que Q o hayan propuesto enfoques alternativos a la descripción de
R, es decir, tener más evidencias para P que para Q o R. este fenómeno. Así, Strauss (por ejemplo, 1969), Kendler y
4. Asentir P, lo cual a su vez incluye: a) preferir P a Q su grupo (Kendler, Galzer y Morgenster, 1983), Harrow (Ha-
y R, y b) sentir cierto grado de confianza con respecto a P. rrow, Rattenbury y Stoll, 1988), Brockington (1991), Garety
y Hemsley (Garety, 1985; Garety y Hemsley, 1987; Gare-
Si se admite esta definición criterial de creencia, lo cierto ty, Everitt y Hemsley, 1988), entre otros, han propuesto una
es que los delirios no podrían ser conceptualizados como serie de dimensiones que sugieren la existencia de una gama
una creencia. Siguiendo a Berrios (1991), las principales ob- de continuos que van desde las creencias normales hasta las
Capítulo 9 Psicopatología del pensamiento (II): los delirios 229

patológicas. Estos planteamientos tendrían en común el Probablemente nos mostraríamos de acuerdo con semejante
mantener que algunos aspectos problemáticos de la defini- creencia, o al menos no es probable que nos embarcáramos
ción del delirio se podrían resolver sustituyendo la visión en una discusión disuasoria ni se nos ocurriría animarlo a
ampliamente aceptada de los delirios como fenómenos dis- aportar pruebas, y desearíamos que nuestra parada llegara
cretos (esto es, se delira o no se delira) por otra que los con- cuanto antes.
ciba como partes más o menos extremas a lo largo de las
muchas dimensiones en las que cabe estudiar el mundo de
las creencias y los juicios. En la Tabla 9.1 se resumen estos 2. La intensidad o convicción
continuos que explicamos a continuación.
Esta dimensión se refiere al grado de convicción que mues-
Tabla 9.1 Dimensiones descriptivas de los delirios tra el sujeto. Las visiones más aceptadas defienden que la
intensidad de la convicción es «extraordinaria», como diría
1. Modificable versus Inmodificable Jaspers, o «absoluta», según Mullen. Es decir, ambos coinci-
2. Convicción leve versus Intensa
den en otorgar una «puntuación» máxima a la variable
3. Presencia versus Ausencia de apoyos culturales
4. No preocupación versus Preocupación «intensidad». Sin embargo, evaluar esta variable también es
5. Plausible versus Implausible problemático y difícil. Para empezar, este aspecto es com-
partido con algunas creencias políticas o religiosas. Además,
esta característica puede ser bastante variable, como pone de
manifiesto el trabajo de Strauss (1969), quien con una mues-
1. La inmodificabilidad, incorregibilidad o fijeza tra de 119 pacientes llegó a la conclusión de que la intensidad
de la convicción delirante es tremendamente variable, tanto
Esta característica hace referencia al mantenimiento del de- entre diferentes pacientes como en un mismo paciente. En
lirio a lo largo del tiempo, a pesar de las evidencias en con- consecuencia, parece también aquí más oportuno pensar
tra, y es sin duda uno de los aspectos centrales del concepto que se trata de un concepto dimensional y que, por lo tanto,
de delirio desde que Jaspers la situara en su propia defini- admite una gradación continua.
ción. No obstante, algunas investigaciones ponen de ma- Por otro lado, a pesar de ser una característica definito-
nifiesto que ésta no es una característica discreta, es decir, ria, como antes señalábamos, la mayoría de las veces su va-
que los delirios no son invariablemente fijos, que hay grados loración en ambientes clínicos deja bastante que desear. Por
de «fijeza». Por ejemplo, Sacks, Carpenter y Strauss (1974) ejemplo, Brockington (1991) señala que algunos clínicos no
analizaron el curso de la recuperación de los delirios y ha- revisan con el paciente el grado de convicción, de tal modo
llaron tres fases en los 20 pacientes esquizofrénicos que ob- que este componente, en vez de comprobarse se tiende a asu-
servaron: una primera fase delirante, en la que el paciente mir, e incluso se tiende a sobreestimar su grado, debido al
está totalmente implicado en el delirio; una segunda fase de «temor reverencial» (en terminología de Brockington) que
«doble conciencia», en la que la evaluación de la realidad algunos clínicos tienen a la convicción delirante.
coexistía con los delirios; y una última fase no delirante. De
ma nera que en el tránsito de un estado delirante a uno no
delirante el sujeto pasa por una fase intermedia de doble 3. La ausencia de apoyos culturales
conciencia, donde es capaz de cuestionar la validez de sus
creencias delirantes, aun sin abandonarlas totalmente. Unos En la mayoría de las definiciones de los delirios se añade la
años después, Rudden, Gilmore y Frances (1982) también cautela de que la creencia no debe ser compartida por otros
encontraron que los delirios no siempre se mantienen con miembros del grupo cultural del individuo, como ocurriría
tanta fijeza como se había supuesto, y que en diversas oca- con las creencias religiosas o políticas. El hecho de que esta
siones la confrontación terapéutica con la realidad puede cautela sea necesaria significa, entre otras cosas, que la irra-
obtener resultados positivos. cionalidad de una idea viene definida en parte por el con-
Por otro lado, la inmodificabilidad se basa en la suposi- senso social, y que los psicopatólogos no deberían entrar en
ción de que el delirante se encuentra repetidamente con evi- polémicas sobre cuestiones de ideología a la hora de diag-
dencias contrarias a su creencia, pero que éstas no le afectan. nosticar (Maher, 1988a).
Como señalan Maher y Ross (1984), no es del todo cierto Sin embargo, también es cierto que en algunas ocasiones
que los pacientes realmente experimenten de un modo con- este criterio del consenso se torna incómodo y un arma de
tinuado una contradicción directa de sus creencias. De he- doble filo, pues si por un lado puede justificar ciertas prác-
cho, las observaciones clínicas informales sugieren que los ticas psiquiátricas criticadas desde otros grupos culturales
amigos, los parientes e incluso el personal sanitario general- —baste recordar aquí los tan socorridos «delirios reformis-
mente se muestran de acuerdo con los pacientes delirantes, tas» que se solían diagnosticar a los disidentes soviéticos—,
presumiblemente porque están convencidos de que contra- también existen otros peligros políticos asociados a la nece-
decirlos puede ser inútil o incluso provocativo. Baste un sidad de proteger la libertad individual de pensamiento, en
ejemplo: ¿qué haría cualquiera de nosotros si nos encontrá- contra de la tiranía de las creencias colectivas (Brockington,
ramos sentados en el tren al lado de otro pasajero de aspecto 1991). Por otro lado, también nos encontramos con proble-
algo excéntrico que afirma que es el dueño de la RENFE? mas a la hora de aplicar este principio a la práctica clínica
230 Manual de psicopatología

real, ya que en muchas ocasiones es realmente difícil estar al específicas de los delirios. Además, las creencias delirantes
tanto de las creencias de pequeños grupos alejados de nues- no dan un perfil definido, lo que hace aún más necesario
tro entorno habitual. compararlas con creencias de otros tipos, incluso con otras
creencias no delirantes que mantienen los propios pacien-
tes. Por otro lado, parece que las correlaciones entre estas
4. La preocupación dimensiones no suelen ser significativas, lo que apunta hacia
una relativa independencia entre ellas, y las técnicas multi-
Las creencias normales, aunque las mantengamos con vigor variadas han extraído supervariables más bien anodinas;
y convicción, normalmente no nos preocupan; es más, además, los clusters obtenidos parecen carecer de significado
cuanto más establecidas están, menos probable es que estas clínico o neurobiológico.
ideas inunden nuestra conciencia (Reed, 1978). Pero en lo Todo esto nos lleva a ratificar la afirmación con la que
que concierne a los delirios se suele mantener que los pa- comenzábamos este apartado: definir lo que es un delirio es
cientes están continuamente rumiando sus ideas y emplean mucho más complicado de lo que a simple vista puede pare-
buena parte de su tiempo en reafirmarlas y expresarlas. Esto, cer. Y aunque la mayoría de las veces sea relativamente fácil
en parte, puede estar relacionado con el hecho de que las poner de acuerdo a los clínicos sobre si un paciente delira o
creencias delirantes suelen implicar diversas áreas de las re- no, existen muchos casos que navegan en un mar interme-
laciones y vida del paciente, y suelen ser sobre cosas o indi- dio, para los cuales las definiciones al uso no tienen una
viduos que tienen una conexión con el delirante, lo que las respuesta clara y objetiva. Por eso sigue siendo totalmente
convierte en ideas autorreferenciales. Es decir, dentro de los necesario seguir avanzando en esta dirección y esperar que
delirios está siempre la implicación de que esa noción par- los nuevos datos sobre las dimensiones y la medida de los
ticular tiene relevancia «para mí» (Sims, 1991). Además, delirios aporten cada vez más luz en este campo.
también es cierto que el paciente delirante institucionaliza-
do a menudo poco más tiene que hacer que emplear su
tiempo rumiando sus propios síntomas (Reed, 1978). Y por D. DIFERENCIAS Y SEMEJANZAS CON OTRAS
otro lado, esta característica no es específica ni exclusiva de CREENCIAS ANÓMALAS
las ideas delirantes, sino que también está presente en otras
ideas inusuales, como las obsesivas o las sobrevaloradas. Cuando aludíamos a las dificultades de definir los delirios
veíamos cómo algunas de sus características, tomadas aisla-
damente, podían estar presentes en otras creencias no consi-
5. La implausibilidad deradas como delirantes. El problema del solapamiento se
vuelve especialmente importante cuando consideramos
Esta característica se refiere a la cualidad extravagante del otras creencias «patológicas», ya que la identificación co-
delirio, y está relacionada con la característica de falsedad, rrecta de cada una de ellas tiene implicaciones diagnósticas
especialmente con el grado de verosimilitud de la creencia y y terapéuticas trascendentales. Por eso mismo es importante
con el grado en que el delirio se aparta de la realidad con- diferenciar entre los delirios y otras alteraciones del juicio y
sensualmente determinada, aspectos de los que ya hemos las creencias: concretamente nos referimos aquí a las ideas
hablado. Sólo resaltar que hay que tener en cuenta que mien- sobrevaloradas y las ideas obsesivas.
tras algunos delirios son imposibles en cualquier circunstan- Por lo que respecta a las ideas sobrevaloradas, descritas
cia —por ejemplo, los delirios de estar siendo controlado—, por Wernicke en 1900, se trata de creencias, con distintos
otros delirios, como los de persecución, son plausibles en grados de plausibilidad, que están emocionalmente sobre-
ciertos ambientes. Por último, señalar que el grado de im- cargadas y que tienden a preocupar al individuo y a domi-
plausibilidad no se correlaciona con otros aspectos del deli- nar su personalidad. Son similares a los delirios en que
rio, como puede ser la desviación comportamental. Así, en ambas suponen una fuerte implicación emocional de las
los estados oniroides y delirantes las ideas altamente extra- personas que las mantienen (Reed, 1988). Pero difieren en
vagantes pueden ser expresadas brevemente, sin preocupa- que las ideas sobrevaloradas poseen cierto grado de validación
ción, extensión, sistematización o convicción. Además, la consensual, y pueden ser psicológicamente comprensibles en
cualidad extravagante presenta algunos problemas de defini- términos de la experiencia y personalidad del individuo.
ción y medida, y existen dificultades para distinguir, por Además, las ideas sobrevaloradas típicamente se centran en
ejemplo, los delirios de la innovación creativa. cuestiones sociales, políticas o religiosas, mientras que los
Resumiendo, la definición de las dimensiones de los delirios tienen un componente mucho más personal y son
delirios no es tan fácil como clínicamente se supone. Ade- esencialmente autorreferenciales. Dentro de los delirios está
más, las investigaciones realizadas desde los planteamientos siempre la implicación de que esa noción particular tiene
dimensionalistas, aunque muy interesantes, adolecen de cier- relevancia «para mí». Las creencias delirantes no suelen ser
tas insuficiencias (Garety, 1985; Garety y Hemsley, 1987; sobre cosas o individuos que no tengan una conexión con el
Garety y cols., 1988). Por ejemplo, no se utilizan grupos «sí mismo» del individuo delirante (Sims, 1991). Por últi-
control formados por sujetos con creencias no delirantes, mo, mientras que los delirios remiten con el tratamiento, e
por lo que no es posible hablar de dimensiones que caracte- incluso un mismo paciente puede presentar varias ideas de-
ricen a las creencias en general, o que por el contrario sean lirantes simultáneamente con diversos contenidos, las ideas
Capítulo 9 Psicopatología del pensamiento (II): los delirios 231

sobrevaloradas se centran en un solo tema que persiste inva- el correspondiente capítulo, bastante extraña y anómala,
riable durante meses o años. De todos modos, en algunos por lo que es muy probable que nadie se asombre demasiado
casos puede resultar extraordinariamente complicado reali- si la explicación que ese paciente nos da de ella resulta asi-
zar un diagnóstico diferencial con los delirios, especialmente mismo extraña y anómala (por ejemplo, puede decir que ha
si la idea sobrevalorada interfiere gravemente con el funcio- sido elegido por Dios para salvar al mundo). Es precisamen-
namiento cotidiano normal del individuo. te a esto a lo que se alude cuando se afirma que los delirios
En cuanto a las ideas obsesivas, comparten con los delirios secundarios son comprensibles psicológicamente.
la preocupación que generan en las personas que las mantie- Por su parte, los delirios primarios (o «delirios verdade-
nen. Sin embargo, los individuos que presentan ideas obsesi- ros» o «delirios autóctonos») no tienen su origen en una
vas suelen reconocer lo absurdo de sus creencias, y suelen experiencia anómala previa. Es decir, que al examinar la his-
mantener una lucha permanente con ellas, a la vez que las toria del paciente, su estado emocional actual y su entorno
experimentan como una intrusión en su conciencia, y por cultural, no se puede delimitar claramente su origen. Como
tanto como algo no deseado ni voluntario. En un capítulo Reed (1988) señala gráficamente, la experiencia de los de-
posterior, dedicado a los trastornos obsesivo-compulsivos, se lirios primarios consiste básicamente en el ser inquietan-
exponen con más detalle estas ideas patológicas. temente consciente de que se ha producido un cambio en el
significado del mundo y de las cosas; todo parece cambiado,
diferente, y esto a su vez lleva a sentimientos terribles, difí-
III. LA CLASIFICACIÓN DE LOS DELIRIOS ciles de describir y más aún de explicar. Por tanto, cuando
la persona intenta darle un significado, un contenido a esa
Uno de los aspectos que más se ha trabajado en el tema de experiencia, la explicación no suele ser comprensible para
los delirios es el de su clasificación. Las aportaciones más quienes le escuchan.
relevantes en este sentido provienen, como era de esperar, de Se han postulado cuatro tipos de delirios primarios (Jas-
autores como Jaspers, Schneider o Conrad, debido probable- pers, 1975): intuición delirante, percepción delirante, atmós-
mente a que una de las vías más utilizadas clásicamente para fera delirante y recuerdo delirante. La intuición delirante
penetrar en la estructura psicopatológica del delirio ha sido es fenomenológicamente indistinguible de cualquier idea que
la fenomenológica (Merino y cols., 1991). Así, los delirios se nos asalte repentinamente, que nos «venga a la cabeza». El
han distinguido en función de la forma que adquieren y del contenido de estas ideas delirantes suele ser autorreferencial
contenido de la experiencia que contienen. Comenzaremos y, por lo general, de gran importancia para el paciente (por
por las distinciones desde el punto de vista de la forma. ejemplo, un paciente cae en la cuenta de que las siglas de su
nombre, Emilio Elosúa Albéniz de Darco, significan «Eres
El Asesino de Dios»). La percepción delirante consiste en la
A. LAS DISTINCIONES DESDE EL PUNTO interpretación delirante de un percepto o una percepción
DE VISTA DE LA FORMA normal (por ejemplo, un paciente al mirar su nombre escri-
to en el buzón de su casa se «da cuenta» de que la policía se-
Desde el punto de vista formal, la distinción que se realiza creta lo ha identificado como el enemigo público número
clasifica a los delirios en delirios primarios o verdaderos y uno). La atmósfera delirante consiste en la experiencia subje-
delirios secundarios. Esta división se suele atribuir a Jaspers tiva de que el mundo ha cambiado de un modo sutil pero
(1913), quien a su vez recogió estas distinciones de autores siniestro, inquietante y difícil o imposible de definir. Se sue-
como Gruhle o Wernicke. Jaspers, desde una metodología le acompañar de un estado de humor delirante, ya que el
fenomenológica, planteó la existencia de dos tipos de ideas paciente se siente incómodo, desasosegado e incluso perple-
morbosas: las auténticas ideas delirantes y las ideas deliroi- jo. Los recuerdos delirantes consisten en la reconstrucción de-
des. La auténtica idea delirante es un fenómeno primario, y lirante de un recuerdo real, o bien en que, de pronto, el
como tal tiene un carácter original, inderivable y surge autóc- paciente «recuerda» algo que es claramente delirante (por
tonamente. La idea delirante secundaria o idea deliroide surge ejemplo, de pronto «recuerda» que es el hijo de Dios).
comprensiblemente de otros procesos psíquicos, tales como la A diferencia de lo que hemos dicho que sucede en los
personalidad o los conflictos subyacentes del paciente. Es de- delirios secundarios, esto es, que surgen como intentos (psi-
cir, para Jaspers, y luego también para Schneider, la distinción cológicamente comprensibles) por dar explicación a una
entre delirante y deliroide estaba en función de la incompren- experiencia extraña, en este caso sucede lo contrario: los de-
sibilidad o comprensibilidad, respectivamente, del delirio. lirios primarios se caracterizan porque una vez que irrum-
Esta diferencia implica, además, un intento de explica- pen en la consciencia del individuo, éste va a explicar buena
ción acerca de sus respectivos orígenes: decir que los delirios parte de todo lo que le sucede desde el delirio. Por ejemplo,
secundarios son comprensibles psicológicamente alude a de pronto «entiende» por qué su vecina le deja entrar siem-
que se producen como consecuencia del intento por parte pre antes en el ascensor (intuición delirante), o «recuerda» de
del paciente de explicarse una experiencia anormal o un es- repente que hace un año vomitó después de una copiosa
tado afectivo mórbido. Imaginemos que un paciente acaba comida, lo que significa que alguien estaba intentando en-
de experimentar una alucinación (por ejemplo, dice que ha venenarle (recuerdo delirante).
escuchado una voz muy profunda que le hablaba como si Sin embargo, estas distinciones formales no han estado
fuera su padre); esta experiencia suele ser, como ya se vio en libres de críticas, fundamentalmente porque no es fácil hacer
232 Manual de psicopatología

tales distinciones (Merino y cols., 1991): ¿cuándo podemos 6. Idea delirante de referencia: Idea delirante consistente
afirmar realmente que un delirio explica una alteración pre- en que los acontecimientos, los objetos o las personas próxi-
via y cuándo podemos decir que es autóctono? Y además tales mas del ambiente del sujeto tienen un sentido particular y
distinciones tampoco se han mostrado muy útiles en el diag- no usual, por lo general de tipo negativo y peyorativo. Si la
nóstico clínico, a pesar de que para algunos autores el delirio idea delirante de referencia se articula en una temática perse-
primario sería específico de la esquizofrenia, mientras que los cutoria, entonces puede hablarse también de delirio de per-
secundarios pueden aparecer en otras muchas condiciones. secución. Ejemplos: una mujer está convencida de que los
programas de radio van especialmente dirigidos a ella; cuan-
do radian recetas de cocina quiere decir que ha de preparar
B. LAS CLASIFICACIONES EN FUNCIÓN DEL CONTENIDO algo para su hijo y que ha de dejar de comer bombones;
cuando se transmite música de baile quiere decir que ha de
La clasificación de los delirios se ha centrado casi siempre en dejarlo todo y ponerse a bailar, e incluso que ha de ir a cla-
los temas o contenidos sobre los que pueden versar, aspecto ses de ballet. Un paciente se da cuenta de que el número de
que además se utilizó en muchas ocasiones para definir sín- despacho de su terapeuta coincide con el de la habitación del
dromes psicopatológicos, como el de Capgras, Clerembault hospital donde murió su padre y siente que todo es una
o Fregoli, por poner tres ejemplos ilustrativos. El contenido conspiración para matarle. Este tipo de delirios es básica-
de los delirios (que se suele denominar «tema») puede ser mente igual a los que hemos catalogado, siguiendo a Jaspers,
bastante variado, y existe una amplia variedad de este tipo como delirios primarios.
de clasificaciones. Aquí hemos recogido la propuesta por el 7. Idea delirante extravagante: Falsa creencia cuyo conte-
DSM-III-R (APA, 1988, pp. 472-473). nido es claramente absurdo y sin base real posible. Ejemplo:
un hombre cree que cuando le extirparon las adenoides en
1. Delirio de ser controlado: Idea delirante en la que los la infancia le colocaron un dispositivo en la cabeza con ca-
sentimientos, los impulsos, los pensamientos o los actos son bles a través de los cuales puede oír la voz del gobernador.
vividos como si no fuesen propios y estuviesen impuestos 8. Idea delirante nihilista: Idea delirante en torno a la no
por alguna fuerza externa. Delirios típicos de esta categoría existencia del yo (o de alguna de sus partes), de los demás y
son la alienación del pensamiento, el robo del pensamiento del mundo. Ejemplo: «el mundo se ha terminado», «nunca
o la transmisión del pensamiento. Sin embargo, mientras que más tendré cerebro», «no necesito comer porque estoy hue-
el DSM-III-R opta por incluir bajo una misma categoría co». Una idea delirante corporal puede ser nihilista si pone
todos estos fenómenos, Reed (1972) establece una distin- énfasis en la no existencia del cuerpo o parte de él.
ción atendiendo a sus distintos matices (alienación, robo, 9. Idea delirante persecutoria: Idea delirante cuyo tema
transmisión) y las incluye bajo el rótulo «experiencias de central es la convicción de que una persona (o grupo) es ata-
pasividad», categoría que incluye a su vez en el área de «psi- cada, acosada, engañada, perseguida o víctima de una conspi-
copatología del sí mismo». Si el paciente no especifica la ración. Por lo general la naturaleza del individuo, del grupo
naturaleza de la fuerza exterior que le manipula, Reed los o de la institución está relacionada con el motivo de la per-
denomina experiencias de pasividad; pero si el paciente da secución.
una explicación delirante y determina la naturaleza de esa
fuerza externa, los denomina delirios de pasividad. A esta clasificación habría que añadir: el delirio de culpa
2. Idea delirante corporal: Idea delirante cuyo contenido (el paciente se siente culpable y responsable de todo tipo de
principal se refiere al funcionamiento del propio cuerpo. miserias), el delirio de Sosías o síndrome de Capgras (el pa-
Ejemplos: el cerebro está podrido; una mujer está embaraza- ciente cree que personas importantes en su vida están siendo
da a pesar de estar en la menopausia. También pueden ser usurpadas por un impostor, aun a sabiendas de que tienen la
consideradas ideas delirantes corporales algunos juicios de misma apariencia) y el delirio de amor o síndrome de Clerem-
valor extremos acerca del propio cuerpo. Ejemplo: una per- bault (el paciente cree que alguna otra persona está locamen-
sona insiste en que su nariz está muy deformada a pesar del te enamorada de él).
desacuerdo de los observadores. Las ideas delirantes hipo-
condríacas son también ideas delirantes corporales cuando
implican cambios específicos en el funcionamiento o la es- IV. EL DELIRIO Y LOS TRASTORNOS MENTALES
tructura del cuerpo, en lugar de la creencia insistente de te-
ner una enfermedad. Como decíamos al principio de este capítulo, los delirios
3. Idea delirante de celos: Convicción delirante de que la están presentes en una amplia variedad de trastornos psico-
pareja sexual es infiel. lógicos, neurológicos y médicos. Por ejemplo, Manschreck
4. Idea delirante de grandeza: Idea delirante cuyo conte- (1979) identificaba 75 trastornos que pueden presentar de-
nido implica una exagerada valoración de la importancia, el lirios. Por tanto, la relevancia que tienen los delirios para el
poder, el conocimiento o la identidad personales. Puede ser diagnóstico es evidente. Prueba de ello es que las entrevistas
de naturaleza religiosa, corporal o de otra clase. estructuradas —como el Present State Examination (PSE) de
5. Idea delirante de pobreza: Idea delirante de que el su- Wing, Cooper y Sartorius (1974), el Schedule for Affective
jeto ha perdido o perderá todas o casi todas sus posesiones Disorders and Schizophrenia (SADS) de Spitzer, Endicott y
materiales. Robins (1978), o la entrevista estructurada del DSM-III-R

También podría gustarte