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Federico Lessmann:

un recorrido por la
Caracas inolvidable
(Parte I)
POR Aglaia Berlutti
29/11/2020

Puente Dolores, Avenida del Paraíso, 1857: Federico Lessman,


fotografía esteroscópica ©Archivo Fotografía Urbana
La Caracas de Federico Lessmann estaba llena de contrastes. O al
menos, la que conoció poco después de llegar desde su natal
Braunschweig, Alemania, en 1844. Por un lado, la montaña agreste
y misteriosa, desde la cual bajaba ráfagas del olor de la cercana
costa que provocaba un bochorno tardío cada tarde, como un
visitante puntual e invisible. Por el otro lado, el clima templado –
envidia de otras ciudades del continente– se abría en una cúpula
azul que destacaba las construcciones en toda su modesta simetría.
Pero más allá de eso, Caracas era un espacio insular de una quietud
plácida. Un remanso de paz provinciana con aspiraciones a gran
reducto urbano, que crecía con lentitud y sin duda, era el semillero
de lo que la identidad venezolana sería en el futuro.
Federico llegó al país en una época esencial para comprender el
crecimiento demográfico y cultural de Venezuela, hasta pocas
décadas atrás sacudida por la inquietud política y en especial, los
cambios que acarreó la lucha por la independencia y la batalla por
la identidad nacional. De hecho, hay una serie de pequeñas
circunstancias que parecen apuntar a que las décadas que
siguieron a la libertad de la nación, serían también los primeros
pasos hacia el registro anecdótico de la sociedad y lo urbano como
parte de su historia fundacional.
Por un lado, Venezuela se convertía con rapidez en un territorio
ideal para la emigración: ya por entonces, se tiene registro que más
de 700 inmigrantes de todas partes de Europa, que llegaron
durante 1844 al país para transformar las pequeñas poblaciones en
lugares en los que la variedad de lenguas, creencias y folclore
influyeron de manera definitiva en la identidad regional. El
número se duplicó en los años siguientes y para principios de 1850,
había más de 5000 inmigrantes registrados en Caracas. Se trató de
un legado sostenido por una rica herencia cultural que comenzaba
florecer en medio de la mezcla de etnias y razas. Si algo hay que
decir sobre la Venezuela a la que arribó Lessmann fue sin duda su
cualidad de tierra fértil y desconocida, abierta a todo tipo de
influencias con una especial generosidad.

Camino viejo de El Valle, Caracas, 1857: Federico Lessman,


fotografía esteroscópica ©Archivo Fotografía Urbana
Por otro, Venezuela y en especial Caracas, despertaba a la cultura:
la prensa escrita comenzó a formar parte del acontecer cotidiano
y, sobre todo, a ser un reflejo consistente sobre las series de
rápidas transformaciones que ocurrían en un país en pleno
crecimiento. Además, las noticias y breves reportajes incluían
litografías y dibujos, todo un avance estético que después tendría
una profunda relación en la evolución de ambas disciplinas en el
país. En especial en la capital, en la que varios rotativos de apenas
dos páginas impresas de manera doméstica, demostraron el poder
del registro y el documento histórico.
El periódico El Venezolano –que tenía como redactor al escritor
Antonio Leocadio Guzmán– se destacó por convertirse en crónica
diaria de los sucesos más relevantes en lo social. Por su lado El
Relámpago de Tomás Lander y Rafael Arvelo era un resumen de
considerable interés sobre situaciones específicas que iban desde
explicaciones legales sobre lo que pasaba en el poder hasta
obituarios. Incluso, el inclasificable El Diablo Asmodeo de Rafael
Agostini, que escribía bajo el seudónimo de “Agapito Canelón”, era
una muestra consistente de la necesidad de refrendar y
documentar la variedad de cambios que estaban transformando a
Venezuela en un país por completo distinto.
Sin duda, la historia de Federico Lessmann está muy ligada a esta
variopinta amalgama de todo tipo razas y costumbres, pero en
especial, al impulso de resguardar la memoria. Como hijo de dos
inmigrantes y él mismo siendo uno, que llegó con apenas 18 años
al puerto de la Guaira, es más que probable que el futuro fotógrafo
tuviera la necesidad de registrar los cambios del mundo a su
alrededor.
Un observador nato en una ciudad desconocida
Federico Lessmann ejerció el arte del dibujo y la litografía, antes
de dedicarse a la fotografía, disciplina que por entonces se
consideraba experimental y cuyo origen estético, seguía
debatiéndose al otro lado del mar. Unos meses después de llegar a
Venezuela, fue empleado en la empresa de Müller y Stapler, que
ya por entonces tenía una larga tradición en la percepción de la
naturaleza del registro histórico en nuestro país.
De hecho, la empresa había pasado por varias manos ilustres hasta
llegar a las de los socios alemanes y ya para cuando Federico
comenzó a realizar trabajos gráficos para el taller, ya el lugar tenía
un considerable renombre. Entre los artistas que formaban parte
de la firma se contaban los hermanos Gerónimo y Celestino
Martínez y el talentosísimo pintor y litógrafo Carmelo Fernández,
autor de hermosísimas imágenes influencias por el romanticismo
francés. Federico no sólo aprendió entre los mejores, sino
también, tuvo acceso a todo tipo de concepciones sobre la manera
en que la imagen formaba parte de un documento de especial
importancia para entender el tránsito histórico del país. Aunque
no está claro si Lessmann tenía algún conocimiento sobre el oficio
litográfico, si lo está que sus primeros intentos privados sobre el
particular fueron junto a reconocidos artistas del ramo.
No obstante, el aprendizaje debió ser más bien corto: en marzo de
1844, la empresa se disuelve por razones poco claras. Müller y
Stapler parten el 24 de abril con destino a Hamburgo y aunque es
muy probable que Federico haya trabajado por su cuenta y de
forma privada, lo cierto es que hay muy pocas noticias sobre la
preparación artística del joven Lessmann, más allá del hecho que
cuando Stapler volvió al país en 1847, Federico fue requerido de
inmediato como parte de la futura sociedad.
Se trató de un evento de considerable importancia en el mundo de
la litografía venezolana: el 24 de Julio de 1847, ya Stapler anunciaba
lo que sin duda sería una versión más grande y sofisticada de lo que
había sido su antiguo taller, ya por entonces lo suficientemente
respetado para considerare un hito dentro de la disciplina en
Venezuela. Según diversos anuncios de periódico que Stapler hizo
circular y los comentarios de boca en boca, el alemán había traído
de su país natal todo tipo de maquinaria sofisticada que llevaría al
arte a un nivel. La primera gran obra de paisaje urbano Lessmann
produce de hecho, de ese período: Una vista a Caracas en grandes
dimensiones, que incluso se anunció en el Diario de Avisos el 5 de
marzo de 1885 y que tenía costo de 12 reales, lo que para la época
no era económico; la obra fue el primer gran intento de Lessmann
por captar a la capital y resultado fue lo bastante bueno como para
asombrar a su empleador.
Iglesia San Juan de Dios, La “Guayra”, 1857: Federico Lessman,
fotografía esteroscópica ©Archivo Fotografía Urbana
Le seguirían varias vistas de la Guaira, la fachada del templo de San
Francisco (toda una novedad arquitectónica que permite aun en la
actualidad, comprender la importancia del trabajo de Lessmann)
y otros bocetos que ya anunciaban su intención de registro y
documentación visual sobre el entorno, algo que hasta entonces
había sido de corte espontáneo y con muy poca base técnica. En
1851, Lessmann da el primer paso del paisaje al retrato y crea un
dibujo litográfico de Mariano Montilla, que recibió buenas críticas
y que asombró por su semejanza al modelo original.
Ya para 1853, el taller de litografía llevaba por nombre Stapler y
Lessmann. La asociación se convirtió en un espacio fructífero para
la creación y la innovación, cuyo gran éxito residió en no sólo el
entusiasmo del Lesmmann socio por captar a Caracas en todo tipo
de versiones y ángulos, sino además por el considerable interés
que se le adjudicó al reconocimiento arquitectónico. Uno de los
trabajos más reconocidos –y de importancia histórica– de la
empresa ya a cargo del joven Federico, fue el plano para la Plaza
del Mercado de Caracas de Alberto Lutowski. El dibujo reproducía
dos fachadas con un nivel de detalle considerable, además,
tomando en consideración los espacios y dimensiones reales.
Según Leszek Zawisza, en su obra arquitectura y obras públicas en
Venezuela, se trata del único plano completo que se conserva de la
arquitectura venezolana del siglo XIX, lo que sin duda es un aporte
historiográfico de considerable valor para comprender a la ciudad
que Lessmann más tarde retrataría.
La sociedad con Stapler se extiende hasta 1854, cuando este último
regresa a su natal Alemania, dejando la empresa de litografía en
manos de Lessmann, que no tarda en asociarse con el litógrafo H.
Laue, de reconocido talento. Con Laue compartiría no sólo trabajo,
sino también la afición por reproducir los espacios y lugares de la
ciudad –ya mucho más elaborada y enfocada la mirada urbana–
 sino también, los primeros intentos fotográficos que se le
atribuyen a Lessmann.
El ojo que mira
Podría decirse que, en principio, el interés fotográfico de Federico
Lessmann, tiene una inmediata relación con su necesidad de
búsqueda de exactitud al momento de reproducir de manera
fidedigna paisajes, monumentos, edificios y lugares de interés
público. Con su nuevo socio, compartiría varios proyectos de
considerable envergadura, que demuestran que el futuro fotógrafo
estaba en la búsqueda de una mirada mucho más madura y
profesional sobre los espacios a representar. En 1856, realiza el
plano topográfico de la ciudad de Mérida y al año siguiente,
incursionará en el color con una litografía de Caracas titulada Vista
de la ciudad de Caracas desde El Portachuelo.
El gran paso del artista a fotógrafo ocurrió el 17 de junio de 1856,
cuando la empresa de Litografía de Lessmann y Laue anunció en
varios anuncios en periódicos locales, que había abierto en la calle
de Leyes Patrias, esquina de La Palma, un “establecimiento
fotográfico”, en la que, además, podía disfrutarse de una pequeña
exposición de los trabajos realizados.
No obstante, el estudio Lessmann y Laue tenía competencia: el
fotógrafo húngaro Gaspar Lukacsy y Cª, comenzó a hacerse
publicidad de boca en boca y con pequeños anuncios de prensa en
el año 1857, también presentadose como fotógrafo y, además,
asegurando podría hacer todo tipo de retratos fotográficos, que
incluían además ambrotipos y quimiotipos.
Gral. Manuel E. Bruzual, ca. 1860: Lessman & Laue, estudio
fotográfico ©Archivo Fotografía Urbana
Sello del estudio Lessmann & Laue al reverso de la fotografía del
Gral. Manuel E. Bruzual ©Archivo Fotografía Urbana
Es difícil a la distancia, comprender lo que significaba para una
ciudad moderadamente pequeña como Caracas, esta virtual
competencia entre fotógrafos que ofrecían la tecnología más
actual de Europa en lo que a captar imágenes se refiere. Ya en 1847,
Jorge Volker presumía en prensa y ante sus clientes, de tener
métodos para crear “daguerrotipos perfectos”, lo que sorprendió a
buena parte de la población de Caracas. Según el periódico El
Liberal de Caracas en fecha del 2 enero 1847, los retratos de Volker
eran de hecho obras de arte “con todas las graduaciones (sic)
verdaderas del claro-oscuro y sobre fondo blanco; perfecciones
que no tienen aquellos retratos hechos por los medios conocidos.”
No obstante, tanto Volker como al año siguiente el llamado Sr
Doty, no llegaron a establecerse en Caracas, de modo que el gran
auge de la fotografía, se debió a emprendedores como Basilio
Constantin, G. C. Crane y S. L. Loomi, que en diferentes momentos
de la década de 1850 intentaron crear negocios lo suficientemente
estables para llevar a cabo una competencia concreta.
Pero sería Lessmann y Laue los que darían el paso más importante,
para convertirse en fotógrafos de retratos y después, en los
primeros cronistas visuales de Caracas. El 24 de junio de 1857, el
dúo de artistas anuncian que luego de asociarse con el estudio de
Gaspar Lukacsy, poseían lo que denominaron “un espléndido
surtido de máquinas y demás utensilios y materiales”, con el que
“pueden producir los más finos y elegantes retratos de Ambrotipia,
Quimitipia y Fotografia del tamaño natural hasta los más pequeños
como para prendedores”.
La llamada “Galería para Retratar” de Lessmann y Laue llevará a
cabo la talbotipia –copias sobre papel de la imagen captada–, y
ambrotipos y ferrotipos, lo que le convertirían en una sensación
en Caracas, deslumbrada por la posibilidad de lograr en capital del
país, lo que ya era un furor a gran escala en las grandes ciudades
de Europa. De los años inmediatamente posteriores, proceden
buena parte de los retratos a la sociedad caraqueña, así como el
que tomaron a José Antonio Páez, que, de una u otra forma,
definiría y cimentaría su fama en décadas posteriores.
General Antonio Guzmán Blanco con el uniforme de la Campaña
Federal, 1856: Lessman & Laue, estudio fotográfico ©Archivo
Fotografía Urbana
***
Fuentes:
Calzadilla, Juan. El grabado en Venezuela. Caracas: Fundarte,
1978.
Dorronsoro, Josune. Significación histórica de la fotografía.
Caracas: Equinoccio, 1981.
Federico Lessmann. Retrato espiritual del guzmancismo
(catálogo de exposición). Caracas: Museo Arturo Michelena, 1995.
Misle, Carlos Eduardo. La Caracas de Bolívar, 1. Caracas: Editorial
Los Próceres, 1983.
Zawisza, Leszek. Arquitectura y obras públicas en Venezuela,
siglo XIX, 3 vv. Caracas: Ediciones de la Presidencia de la
República, 1988–1989.

AGLAIA BERLUTTI
https://prodavinci.com/federico-lessmann-un-recorrido-por-la-caracas-inolvidable-parte-
i/

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