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REPRESIÓN FRANQUISTA EN OLMO DE LA GUAREÑA: UNA

APROXIMACIÓN

El texto que aquí presentamos no es una historia definitiva de la


represión franquista en Olmo de la Guareña. A diferencia de otras
localidades que hemos estudiado, en el caso que nos ocupa debemos
admitir la existencia de lagunas sustanciales y de cuestiones
fundamentales pendientes de resolver, pero precisamente por esta
razón hemos considerado que es nuestra obligación presentar un
estado de la cuestión para que las personas que puedan aportar
alguna información colaboren en el esclarecimiento de los hechos.

Introducción

La pequeña localidad zamorana de Olmo de la Guareña, que a


comienzos del siglo XX contaba con 310 habitantes y 85 edificios
(Felipe Olmedo, 1905), limita con los términos de Torrecilla de la
Orden (Valladolid) y Tarazona de la Guareña (Salamanca). Tres
kilómetros la separan de Vallesa de la Guareña, cabecera del
municipio del mismo nombre, al que también pertenece Olmo –cuyos
habitantes representaban algo más de un tercio del conjunto del
término-, y con la que comparte numerosas características que las
singularizan dentro de su comarca.

La primera de estas características es la elevada concentración de la


propiedad rústica. El municipio de Vallesa era uno de los que
contaban con explotaciones más extensas en la comarca de la
Guareña. Aun en la posguerra, en una comarca en la que las grandes
explotaciones seguían ocupando el 37% de la superficie útil, Vallesa
seguía representando un caso excepcional de concentración de la
propiedad, con un 74% de la tierra ocupado por explotaciones de más
de 50 hectáreas, y un 43% en las de más de 100 hectáreas. Estas
grandes explotaciones se concentraban en pocas manos. Los
testimonios recogidos por Rodríguez Iglesias describen un municipio
con “seis u ocho casas fuertes”, y “algunos pelgueros que tenían una
pareja o dos”, y nos dicen que en Olmo “casi el setenta por ciento de
la tierra era de gente de fuera”.

Tomando como muestra el censo electoral de 1936 (que sólo incluye


a los mayores de 22 años), el número de jornaleros en el conjunto
del municipio de Vallesa (141) era más del triple que el de los
inscritos como labradores, propietarios o agricultores (40), y en el
núcleo de Olmo, la proporción de jornaleros era todavía mayor, pues
estaban censados 55 obreros del campo, que quintuplicaban a los 11
inscritos como propietarios o arrendatarios. Este porcentaje seguiría
siendo el más alto de la Guareña en la posguerra: aun en 1955, los
jornaleros seguían representando el 64% de la población activa en
Vallesa, frente a un 36% de labradores, categoría en la que
incluiríamos tanto a propietarios como a arrendatarios (que a veces
cultivaban medianas o grandes explotaciones arrendadas por
propietarios forasteros). La abundancia de mano de obra asalariada
se combinaba con el nivel de mecanización más bajo de la comarca y
con la escasez de medios que pudieran paliar el abundante paro
estacional, tales como tierras comunales, huertas o viñedo (del que
Vallesa contaba con la menor superficie de toda la comarca).

Esta composición social la comparten Olmo (y Vallesa) con otras


localidades de la Guareña, como Castrillo de la Guareña, Vadillo de la
Guareña, Fuentelapeña, y a pueblos limítrofes situados en las
provincias vecinas, como Torrecilla de la Orden (Valladolid), a
diferencia de otros con más explotaciones de pequeño o mediano
tamaño y con un mayor porcentaje de propietarios o arrendatarios o
con huertos, majuelos y prados de uso común (Fuentesaúco,
Guarrate, Cañizal, El Pego, La Bóveda de Toro, Villabuena del Puente,
Villamor de los Escuderos…), lo que configura lo que Maya Frades
denomina la “realidad agraria bipolar” de la comarca de la Guareña.

II República

La clase propietaria, aunque representara una minoría de la


población, controlaba sólidamente los resortes del poder local.
Aunque las elecciones municipales del 12 de abril de 1931 fueron
protestadas, y se nombró una comisión gestora formada por
Heliodoro Puente Martín, Narciso García García y Ponciano Rodríguez
Galván (antiguo miembro de la Unión Patriótica durante la dictadura
de Primo de Rivera), todos ellos labradores vecinos del núcleo de
Vallesa, tras repetirse fue elegida una corporación de propietarios que
ya habían ocupado el poder anteriormente, como el alcalde Leopoldo
Lucas Losa (1879) y los concejales Julián Losa García (1900), Teófilo
Losa Vaquero (1865)-todos ellos labradores de Vallesa- y Valentín
Martín Gutiérrez (1898)(labrador de Olmo). Otros cargos, como el de
juez municipal, estuvieron también controlados por este grupo social,
con titulares como Arturo Díez Losa (1893, de Vallesa) o Desiderio
Losa García (1884, de Olmo), y lo mismo ocurría con el control de los
procesos electorales, a través de su monopolio de la junta y las
mesas electorales.

Los propietarios no necesitaban una estructura de partido de masas


para mediatizar su acción política sino que lo hacía a través de los
mecanismos de un partido de notables, el Partido Provincial Agrario, o
más específicamente de la red de influencias de José María Cid, entre
cuyos corresponsales y amigos en este municipio encontramos a
propietarios y profesionales como Albino Martínez González (1887,
médico de Olmo y miembro de la Unión Patriótica durante la
dictadura de Primo de Rivera), Heliodoro Puente Martín ( 1879),
Leopoldo Lucas Losa ( 1881), Bartolomé Puente Benito (1876),
Ponciano Rodríguez Galván (1890) y los hermanos Desiderio, Marino
y Julián Losa García (1884, 1887 y 1900, el segundo de ellos
expresidente de la Unión Patriótica). Aun así, los pequeños
propietarios y arrendatarios constituyen de manera efímera la Alianza
de Labradores y su rama política, el Partido Republicano Radical
Socialista, que sólo cuenta con once afiliados en todo el término
durante su breve existencia (1932-1933).

A pesar de estar en minoría en el censo electoral -40 propietarios, de


los que 11 en Olmo, frente a 141 jornaleros, de los que 55 en Olmo-,
el sólido control ejercido por los propietarios les permitía asegurarse
los resortes de la representación política, de tal forma que en la
segunda vuelta de las elecciones generales de 1933 los votos a la
candidatura derechista casi triplicaron a los del PSOE, en las de
febrero de 1936 la coalición de derechas obtuvo un 64% (por un 31%
del Frente Popular), y los votos al Frente Popular en las elecciones a
compromisarios de abril de 1936, pese a la abstención de la coalición
antirrevolucionaria, el Frente popular sólo obtuvo 109 votos.
La presencia de elevados niveles de paro estacional propicia la
conflictividad derivada de la organización del mercado de trabajo. A
primeros de julio de 1931, se convocó una huelga en Vallesa de la
Guareña por salarios y jornadas de trabajo, que se soluciona el 6 de
julio, no sin que la presencia de la Guardia Civil haya sido solicitada
por “los vecinos de aquel pueblo (…) para mantener el orden y
asegurar la libertad de trabajo”.

La Sociedad de Trabajadores de la Tierra se constituyó en marzo de


1932, como vehículo para la defensa colectiva de los asalariados
agrícolas, y aunque tenía la sede en el núcleo de Olmo, contaba con
afiliados de ambos núcleos de población. A finales de ese año estaba
integrada por 82 afiliados. Su junta directiva, en febrero de 1933, la
formaban: Raimundo Flores Martín (1880), presidente; su
vicepresidente era Honorato Casado García (1880); su secretario,
Pedro Herrero Gómez (1901); tesorero, Nazario Alonso Flores (1879);
contador, Vicente Sánchez Almaraz (1897); vicesecretario, Dionisio
Alonso Ramos (1904); vocales, Leandro Almaraz Infiesto (1905), José
Casado Alonso (1913) y Leandro García Alonso (1906).
Posteriormente, Valentín Martín Flores (1908) sustituyó en la
presidencia a Raimundo Flores.

La falta de bienes comunales, que unida a la abundancia de mano de


obra agravaba las consecuencias del paro estacional, fue compensada
en parte por la cesión de la finca de un propietario forastero a la
Sociedad para su explotación colectiva. Tiempo después, un vecino
anónimo relataría así esta experiencia de explotación colectiva:

“En mi pueblo había unas tierras propiedad de un tal Clavijo, que este
señor no puedo dar más detalles, pues nunca le he conocido,
solamente sé de él que aquí tenía unas propiedades que se las dio en
alquiler a los obreros para que éstos las explotaran en común como
así hacían. El poco tiempo que éstos las trabajaron hicieron en ellas
muchas obras de saneamiento, limpieza, regadío, pues siempre que
un obrero no tenía jornal con un patrón iba a trabajar a la
comunidad, y como resulta que los jornales eran muy escasos, las
tierras siempre estaban bien trabajadas. La dirección de la comunidad
la representaban estos tres, Raimundo Flores como presidente
durante algún tiempo, cargo en el que le sustituyó Valentín Martín y
como vicepresidente Timoteo Martín. Ese fue el motivo por el que
asesinaron a estos honrados trabajadores”.

Orígenes de la violencia fascista

Tras la victoria electoral del Frente Popular se produjo un cambio de


actitud en la patronal agraria, que durante el bienio anterior había
presionado a los sucesivos gobiernos para que revirtieran en su favor
las políticas agrarias de 1931-33. La amnistía laboral y el anuncio de
que el nuevo gobierno iba a retomar la aplicación de una legislación
social y laboral que hasta ese momento había sido incumplida por los
patronos con la complicidad de muchos de estos ayuntamientos
provocaron la desafección definitiva de los patronos respecto de la vía
democrática, lo que otorgó el protagonismo a aquellos que habían
evolucionado hacia posiciones fascistas o filofascistas. Entre ellos se
encontraban jóvenes como Julio Losa Martín, de Vallesa (menor de
edad, sobrino de un concejal y de un juez municipal), cuya militancia
en la Falange de primera hora sería reconocida en 1945 con la
medalla de la Vieja Guardia, o Manuel Puente (1904), de Olmo, a
quien el diario La Tarde se refería en mayo de 1936 como “de filiación
fascista”, o incluso el cura párroco Eustaquio Barrado (1910), que se
autodefinía como falangista.

El 1 de mayo de 1936, jóvenes obreros de Olmo asistieron a un baile


organizado en Cañizal con motivo del Primero de Mayo. Al ser
amenazado uno de ellos, José Casado Alonso, por fascistas y
derechistas de esa localidad con armas de fuego, decidieron regresar
a Olmo. Según el relato de la prensa, a la entrada del pueblo los
esperaba “Manuel Puente, de filiación fascista, quien apenas les vio
comenzó a hacer disparos sobre ellos con una escopeta que llevaba”,
por lo que fue rodeado y desarmado. Huyó a su domicilio, del que
salió armado con una pistola, e hizo disparos sobre ellos, “hiriendo de
pronóstico reservado de un disparo en la cabeza al compañero
Urbano Hernández”.

Tres días más tarde se informaba de la reunión de una comisión de


obreros con el gobernador civil para pedirle que adoptara medidas
contra los fascistas de la localidad.
El 17 de mayo de 1936 , el diario ABC se hacía eco de la existencia
de varios heridos en el curso de una huelga en Olmo.

El 21 de mayo de 1936, en Vallesa de la Guareña, Marino Losa


García, sus hijos Marino, César y Julio Losa Martín [camisa vieja de
Falange que recibiría la medalla de la Vieja Guardia en 1945] y sus
sobrinos Ángel y Anselmo Lucas Losa agredieron a golpes a Pascual
Griñón Díez, de 20 años, afiliado a la Sociedad Obrera; al intervenir
los hermanos mayores de Pascual, Teodoro y Francisco, fueron
tiroteados por Marino Losa y sus hijos; Teodoro fue herido de varios
hachazos, y Francisco recibió un disparo en la cabeza. Los hermanos
Losa Martín fueron detenidos y puestos a disposición del juez de
instrucción de Fuentesaúco.

Alzamiento y represión

La represión franquista ha sido estudiada en localidades limítrofes a


la que aquí presentamos, como Vadillo de la Guareña (por Cándido
Ruiz) o Torrecilla de la Orden (por Orosia Castán y Ricardo Bedera), y
se advierten similitudes como la cronología o la saña represiva, con la
salvedad de ser Olmo de la Guareña una localidad mucho más
pequeña.

La primera incursión llevada a cabo por los golpistas en Olmo parece


haber sido muy temprana, pues el párroco Eustaquio Barrado
informaría posteriormente que “A los ocho o diez días del movimiento
salvador de España fuimos los falangistas a hacer registro en Olmo”,
lo que parece concordar con la fecha de las primeras detenciones en
el cercano pueblo de Vadillo de la Guareña, el 26 de julio, seis días
después de que se perpetraran los primeros asesinatos en la cercana
localidad de Torrecilla de la Orden. El testimonio del párroco permite
aventurar dos hipótesis que parecen bastante plausibles. La primera
es que la operación fue llevada a cabo por falangistas, de los que al
menos una parte procedían de la misma localidad. La segunda, que
aunque la incursión tenía como pretexto “hacer registro” –
efectivamente, en esta ocasión fueron requisadas herramientas y
armas de corte, además de procederse a la ocupación del inmueble
que acogía la sede de la sede de la Sociedad Obrera -, no excluía la
posibilidad de efectuar detenciones e incluso ejecuciones:

“Entre las casas que registramos una fue la de los Srs. Maestros, pero
al llegar se negaron a saludarnos con la mano en alto y a gritar Viva
España, su madre lloraba y ella le dice ‘No llores ahora es así, ya será
de otra manera’ y dijo ‘Viva España’. Basta con decir que se la apuntó
con las armas y si no es mujer se la hubiera fusilado aquella noche”.
No parece tratarse de una suposición muy aventurada, pues en una
localidad no muy lejana, Valdeperdices, y en fecha tampoco muy
lejana –el 25 de julio-, el maestro Ildefonso Jambrina fue acribillado a
tiros en su propia casa.

El día 23 de septiembre de 1936, tres obreros afiliados a la Sociedad


Obrera - Raimundo Flores García (de 56 años, primer presidente de la
Sociedad), Valentín Martín Flores (de 28 años, segundo presidente) y
Timoteo Martín Almaraz (de 33 años, vicepresidente)- fueron
detenidos por los falangistas, trasladados fuera del pueblo y
asesinados en un lugar desconocido. La tercera hija de Raimundo,
domiciliada en Hornillos (Salamanca), se atrevió a reclamar el cuerpo
de su padre pero no solamente no le fue entregado sino que fue
amenazada.

Tanto el lugar como las circunstancias en que se produjeron los


asesinatos permanecen confusos. Una versión afirma que junto a
ellos fueron asesinadas también una o dos mujeres de Castrillo de la
Guareña. Tampoco se conoce con certeza el lugar en el que fueron
enterrados Raimundo, Valentín y Timoteo. Un testimonio señala una
ladera en el paraje denominado Las Cumbres, situado entre Alaejos y
Castrillo de la Guareña aunque dentro del término de Torrecilla de la
Orden (Valladolid). Otra versión los sitúa cerca de las Cumbres,
aunque en término de Vadillo de la Guareña, una tercera afirma que
“alguien que pasaba tuvo piedad y los enterró por la zona de
Alaejos”, una cuarta que “a unos primos, hace unos cuarenta años,
algunos de Torrecilla les comentaron que por falta de tiempo los
enterraron junto a una pared del cementerio de ese pueblo”, y por
último, existe la versión de que fueron enterrados junto a “una pared
del cementerio de Castrillo”. La confusión en torno a los lugares de
asesinato y enterramiento de las víctimas es un fenómeno habitual en
la represión ejecutada en esta zona limítrofe entre las tres provincias,
y así, por ejemplo, cuatro vecinos de Torrecilla de la Orden habrían
sido asesinados en Vallesa de la Guareña, y un matrimonio de Alaejos
en el cementerio de Torrecilla, y Orosia Castán y Ricardo Bedera han
señalado la existencia en esta zona de numerosos lugares de
enterramiento fuera de los cementerios: el Tablón, la Fuente del
Agua, el camino de Torrecilla a Tarazona, la Cuesta de la Perdiz, un
pinar entre Carpio y Castrejón…

La historia de Isabel Castro Sogo

La maestra Isabel Castro Sogo, que ocupaba como interina –en


sustitución por incapacidad física de la titular- la escuela mixta de
Olmo, con setenta alumnos, tenía en 1936 cuarenta años, era viuda y
tenía a su cargo cuatro hijos y a su anciana madre. Sobrevivió al
registro efectuado a finales de julio pero fue sometida repetidamente
a acoso y amenazas después de este incidente, pues tras el hallazgo
en poder de una alumna de un libro que las fuerzas vivas locales
consideraron “comunista”, “tuvieron que volver a sacarla a la calle
para hacerla dar vivas patrióticos así como en ocasiones posteriores”
(testimonio de Valentín Martín Gutiérrez). Después de esto, su
conducta pública fue de total adhesión al nuevo régimen, incluyendo
la colaboración en las suscripciones abiertas para financiar el esfuerzo
bélico de los golpistas.

Un mes después de los incidentes mencionados, se iniciaron las


actuaciones contra ella en el ámbito profesional, inicialmente por la
vía disciplinaria con la Universidad de Salamanca como órgano
decisorio, pero el alcalde Bartolomé Puente informó el 27 de agosto
de 1936 que “esta señora, aunque se rumorea que simpatiza con las
izquierdas, no hay hechos probados que lo acrediten”. Una vez
establecido el procedimiento depurador a finales de año, se
reanudaron las actuaciones, esta vez instruidas por la Comisión de
Depuración del Magisterio de la provincia, que solicitó nuevos
informes. Requerido nuevamente, el alcalde insistió en enero de 1937
en que la conducta profesional de la maestra era “bastante buena y
trabajadora (…) teniendo amor a la enseñanza”, su conducta social y
particular era buena, “sin motivos a quejas del vecindario”, y negaba
que hubiera tenido ninguna actuación política, ni siquiera para votar
(pese a que estaba censada). También informó favorablemente el
comandante del puesto de la Guardia Civil de Cañizal, Serafín
Encinas.
Pero sus enemigos, encabezados por el párroco Eustaquio Barrado,
iban a demostrar más fuerza. En informe del 24 de noviembre de
1936, además del relato anteriormente citado, el sacerdote la
descalificaba como maestra afirmando que “los niños y niñas están
bastante atrasados”, que “siempre según informes del pueblo, ha
tirado más para los socialistas, y no trataba con las personas de
orden, sino al contrario, inclusive insultó a las personas que iban a
Misa, burlándose de ellas”, que “a Misa no iba, y digo no iba porque
ahora si va”. El padre de familia Valentín Martín Gutiérrez (concejal
en la corporación elegida en 1931), en informe de 19 de enero de
1937, la acusó de “bastante abandono de la escuela y deficiencia de
la enseñanza”, de ser “de ideas estremistas [sic] y antirelijiosas
[sic]”, de tener “intimidad” con “familias caracterizadas de
izquierdas”, que “no asistía a cultos relijiosos y en la escuela
estremaba la enseñanza laica”, que “se significaba como afecta al
Frente popular con ideas socialistas”, que difundía “ideas subersivas
[sic] entre los obreros”. El 30 de marzo la Comisión Provincial emitió
un pliego de cargos en el que la calificaba de “bastante deficiente en
el aspecto profesional”, “afecta siempre a la política de izquierdas” y
que “traspasaba en la Escuela los límites del laicismo en perjuicio de
la religión”.

En su pliego de descargo, el 7 de abril, Isabel atribuía el atraso de los


alumnos la falta de celo de los padres en la educación de sus hijos,
“que primero los traen jugando en las calles que mandarlos a la
escuela”, negaba haber tenido cualquier actuación política, afirmando
incluso ser “de derechas”, insistía en sus convicciones católicas
declarando haberse casado “como Dios manda”, haber bautizado a
sus hijos, recordaba que “hace tres años, la única que en el pueblo
hizo la primera comunión fue mi hija”, contradecía –sin conocerla- la
acusación del párroco de no haber asistido a misa afirmando que
“antes del Movimiento aquí nadie iba a la Iglesia, siendo yo una de
las escasas personas que acudían” y que si había dejado de enseñar
la religión fue debido a la prohibición por parte del régimen
republicano: “las leyes nos prohibieron enseñar religión así se hizo, y
ellas ahora nos mandan pues así lo hago”. Finalmente, solicitaba que
la Comisión Provincial y la Inspección visitaran el pueblo para
comprobar la situación real de la escuela y lo infundado de unas
denuncias que, por lo demás, eran inevitables dado que “no podemos
estar libres de tener alguna persona descontenta y [que] no me
aprecie como el resto del pueblo”. Isabel adjuntaba a su descargo un
certificado emitido por el párroco, que le atribuía “buena conducta
moral” y reconocía que la maestra preparaba a las niñas para la
primera comunión “por no estar yo en el pueblo”, pero con un inciso
–“en el tiempo que llevo yo encargado de la parroquia y según los
informes obtenidos de las Autoridades del pueblo”- que la Comisión
consideró que hacía que este certificado no invalidara el anterior
informe inculpatorio.

Miembros de la Comisión Provincial se desplazaron a Olmo, y según


afirmaron obtuvieron “una impresión muy poco favorable a la
interesada”, pero un pliego de treinta firmas de padres de alumnos
en defensa de enseñanza “tanto moral como religiosa” y de la
conducta política de Isabel, y una declaración favorable de 28 de
junio de 1937 del alcalde Manuel Puente y del concejal Tomás García
Almaraz (Olmo, 1875) los hicieron “dudar un tanto de la culpabilidad
de referida maestra”, por lo que estimaron que “de existir tal duda
respecto a la valoración de cargos y descargos, es preferible
inclinarse a favor de la expedientada” –frente a la opción más
previsible en caso de haber asumido los informes más desfavorables,
que habría sido la separación definitiva de la enseñanza- y el 18 de
junio de 1937 propusieron limitar la sanción a la pérdida del cargo
actual, inhabilitación para ejercer la profesión durante dos años e
inhabilitación definitiva para desempeñar cargos directivos en la
enseñanza. El 26 de marzo de 1938, el expediente fue remitido a la
Comisión de Cultura y Enseñanza de la Junta Técnica del Estado
(gobierno de Burgos), que finalmente resolvió, en noviembre de
1939, sancionar a la maestra con suspensión por dos años, traslado
fuera de la provincia, prohibición de solicitar vacantes durante cinco
años e inhabilitación para cargos directivos y de confianza. Según su
familia, Isabel Castro Sogo no pudo volver a ejercer la enseñanza y,
con la salud quebrantada, falleció con 57 años.

La memoria de la represión

El régimen franquista se implantó por medio de una violencia que


propició la extorsión y la rapiña en un clima de impunidad favorecido
por el terror y de exclusión y discriminación de los familiares de las
víctimas. La alcaldía fue ocupada sucesivamente por Bartolomé
Puente Benito (1876), Julián Losa García (1900) -ambos propietarios
de Vallesa, pertenecientes a algunas de las familias que
tradicionalmente habían detentado el poder local-, y Manuel Puente
Andrés (1904), de Olmo. Al frente de la parroquia, Eustaquio Barrado
fue sustituido por otro compañero suyo de Falange, Venancio
Rodríguez Matilla, autodefinido como camisa vieja.

La eliminación de las organizaciones de clase propició la indefensión


de los asalariados del campo frente a la explotación laboral, y esta
clase social cuyo descabezamiento había sido uno de los móviles
principales de la sublevación fascista recibió el golpe de gracia con la
política del régimen, cuyos principios ruralistas se quedaban en
simple retórica altisonante. La crisis propició en esos momentos un
empobrecimiento generalizado de jornaleros y pequeños propietarios.
Perdida la opción del cultivo de la dehesa cedida a la “comunidad”,
los jornaleros solicitaron en 1952 la constitución de un grupo de
huertos familiares en la única pradera de propios existente en el
municipio –el Prado Redondo de Vallesa-, a lo que el ayuntamiento se
opuso reiteradamente alegando que este terreno era necesario para
realizar la trilla y que “no existen obreros parados en ninguna época
del año” (Pleno de 30 de julio de 1952), para terminar cediendo una
parte de la pradera tras cinco años de “intensas gestiones” (sic) de la
Hermandad Sindical de Labradores y Ganaderos, que contradiciendo
al Ayuntamiento tuvo que insistir en “la situación apurada de los
obreros de la localidad” y en que los huertos eran “de suma
necesidad para evitar el desplazamiento de los obreros al Norte en
estos meses de invierno”. En agosto de 1961, el alcalde Manuel
Puente Andrés, autodefinido como “labrador modesto y sin
preparación alguna”, y que había presidido el Pleno en el que se
acordó comunicar la inexistencia de obreros en paro, se atrevía a
proponer al gobierno que adoptara medidas proteccionistas para
evitar “que después de criados y formados en España, tengan que
abandonar la Patria, tantos hombres como emigran en busca de
mejor fortuna, para rendir su esfuerzo y trabajo en beneficio de
naciones extranjeras”. Evidentemente, parches como los huertos
familiares o las ocurrencias del alcalde no impidieron que la
emigración masiva quedaba como única solución para los jornaleros.

Sin embargo, la memoria de los vencidos permaneció viva y bajo la


apariencia de aceptación unánime del régimen dictatorial proliferaron
pequeños actos de resistencia cotidiana. El 17 de marzo de 1946
apareció en la fachada de la casa del alcalde Julián Losa García una
pintada con la inscripción “Viva Rusia, muera el alcalde” y cinco
jóvenes de entre 20 y 23 años fueron detenidos por ello y puestos a
disposición del gobernador militar. Varios vecinos fueron denunciados
en abril 1950 por negarse a aceptar los emblemas del Frente de
Juventudes. En mayo de 1956, dos vecinos “de antecedentes
izquierdistas” fueron sancionados con multas de 1.000 pesetas por
pinchar las ruedas de un coche de la Jefatura Provincial del
Movimiento. Un propietario local que alcanzó un alto cargo en el
Ministerio de Justicia envió a comienzos de los años 60 una pareja de
policías de la Brigada de Investigación Criminal a realizar
interrogatorios en su municipio de origen porque atribuyó causas
políticas a las dos intrusiones que sufrió en poco tiempo en su
domicilio familiar.

El 29 de octubre de 1962 un vecino del pueblo que ocultaba su


nombre bajo el seudónimo “El Chaparro” –apelativo que funciona
informalmente como gentilicio para todos los habitantes de Olmo-
remitió una carta (que transcribimos en apéndice) a Radio España
Independiente en la que hacía referencia a los hechos acaecidos en la
localidad en 1936, señalando con nombres y apellidos o con apodos a
los perpetradores, a los que acusaba de haberse beneficiado del
nuevo régimen para apropiarse de los bienes de las víctimas y de
otros propietarios y señalaba la relación de causalidad entre este
régimen de extorsión y rapiña y la emigración masiva que estaba
reduciendo sustancialmente la población de la localidad.

Hasta fechas muy recientes no hemos contado con ninguna tentativa


de estudiar la historia contemporánea de Olmo de la Guareña. En
2014, Alain Martín Molina, descendiente de emigrantes de esta
localidad, publicó una obra en la que estudiaba la geografía y la
etnografía de los distintos pueblos de la comarca. Pese a la solvencia
del autor como etnógrafo, y a una escritura alejada del tono rancio
habitual en las crónicas localistas, pasa de puntillas sobre lo acaecido
durante los primeros cuarenta años del siglo XX y desaprovecha la
oportunidad de tratar los acontecimientos de 1931-1936, que
despacha con invocaciones genéricas a la “lucha fratricida” y a la
presencia de “delatores, ajustes de cuentas personales,
linchamientos, tomas de justicia por cuenta propia…” a la que seguiría
la instauración de “una ideología de derechas aceptada por todos, al
menos en la esfera pública”.

Desde al menos 2011, algunos descendientes de las víctimas han


venido tratando de aclarar unos hechos cuyo recuerdo ni siquiera se
había transmitido a todos los descendientes, hasta el punto de que en
el curso del debate que vino a continuación hubo quienes afirmaban
desconocer totalmente estos asesinatos. La iniciativa partió de
Roberto Aparicio, nieto de la maestra Isabel Castro Sogo. Otros
vecinos se mostraron contrarios a la recuperación de estos recuerdos.
Uno de los miembros del foro ciudad replicó que “[¿] ese homenaje
qué puede aportar al pueblo en el que ya casi no quedan familiares
de unos ni de otros? Estoy seguro de que es un tema que no interesa
nada en absoluto a los que viven en el pueblo, tienen cosas mucho
más importantes de las que preocuparse”. Otra intervención acusaba
a los descendientes de “estar hablando desde el rencor y la envidia” y
los invitaba a “hacer algo útil por el pueblo en el 2013”. Un tercero,
“los muertos descansen en paz. Los vivos parar [sic] de difamar”.

Fuentes

CASTÁN, Orosia y BEDERA, Ricardo, “Represión franquista en


Torrecilla de la orden”, en www.represionfranquistavalladolid.org, 7
de junio de 2012.

MARTÍN MOLINA, Alain, La Guareña zamorana: los pueblos y sus


gentes, Zamora, Semuret, 2014.

MATEOS RODRÍGUEZ, Miguel Ángel, La República en Zamora (1931-


1936). Comportamiento político electoral en una sociedad tradicional,
Zamora, I.E.Z. Florián de Ocampo, 1995.

MAYA FRADES, Antonio, La campiña de la Guareña. Tradición y


cambio en el paisaje rural zamorano, León, Universidad de León,
1994.

RODRÍGUEZ IGLESIAS, Juan Manuel,


lenguajesculturales.wordpress.com

Prensa: La Voz del Trabajo, La Tarde, Boletín de la Provincia de


Zamora.

Archivo General de la Administración (Alcalá de Henares).

Archivo Histórico Provincial de Zamora, sección Gobierno Civil.


Apéndice: Carta a la Pirenaica (1962)

Para Radio España Independiente

Camaradas de Radio España Independiente.

Todos los días os escucho y os felicito por la gran labor que lleváis a
cabo desde la emisora. También sé las muchas dificultades que tenéis
para proporcionaros la debida información. Debido a ello es por lo
que os mando estas cuartillas con el fin de ayudaros un poco, al
menos esa es mi intención, no sé si lo conseguiré o no, vosotros me
lo diréis cuando hayáis leído estas informaciones que a continuación
os envío.

No soy ningún escritor ni mucho menos, eso vosotros mismos lo


podéis ver, pero sí que quisiera serlo para poder expresar en el relato
todo el drama que en él se encierra.

Pues bien, muchas veces os he oído hablar de la gran tragedia que


viven los pueblos de España, particularmente de los pueblos que
viven del campo. Yo os quiero contar la tragedia de uno de ellos, que
no es única, pues como sucede en este pueblo sucede en la mayoría
de ellos.

El nombre del pueblo es Olmo de la Guareña, un pequeño pueblo de


la provincia de Zamora, raya con Torrecilla de la Orden, de la
provincia de Valladolid, por un lado y con Tarazona de la Guareña, de
la provincia de Salamanca, por el otro, o sea que las tres provincias
se dan cita en mi pueblo, por lo que a pesar de ser pequeño tiene
cierta importancia. Eso lo saben bien los estraperlistas en ganado.

Pues bien, para que aprecien mejor la tragedia de este pueblo les diré
que en él habitamos 88 familias y 138 familias que han tenido que
emigrar fuera, aparte la mayor parte de la juventud de las familias
que aquí quedamos, que también se van escapando de la ignorancia,
el hambre y la holgazanería.

La tragedia empezó en el verano de 1936. Llegaron al pueblo los


primeros camiones de falangistas que sin más ni más se liaron a tiros
con las cuadrillas de segadores que, sorprendidos, corrieron a
esconderse entre los trigos aun sin segar sin saber quién los tiroteaba
ni por qué lo hacían y siempre huyendo como criminales o bandidos
que hubieran cometido las mayores atrocidades llegaban a sus casas,
donde se enteraban de las primeras noticias de lo que estaba
sucediendo. Sus familias, no menos asustadas que ellos, les decían
que habían llegado unos camiones con unos hombres con camisas
azules armados hasta los dientes diciendo que había estallado la
guerra y dando vivas a Franco y diciendo que iban a matar a los
rojos.

El pánico que entre las familias obreras existía en aquellos momentos


solamente lo podemos comprender quienes lo hemos pasado.
Constantemente llegaban las noticias de lo que sucedía por la calle, a
fulano le han detenido y le han pegado, y a fulano y al otro y al otro,
y a la mujer de tal la han cortado el pelo, a fulana también, han
quemado la bandera de la Sociedad, o sea la republicana, se han
incautado de la Casa del Pueblo, han precintado algunos locales,
están recogiendo todas las herramientas y armas de corte, estas eran
las primeras noticias, figúrense ustedes cómo estarían los nervios
cuando sentías pasos que se acercan por la calle y llaman a la puerta,
la impresión que en la familia de turno causaban aquellos golpes yo
no soy capaz de expresarlos en toda su intensidad, otro más que se
llevaban, muy doloroso era el verles marchar pero no era menos
verles volver.

Perdonen el que no siga este episodio, pasado pero nunca olvidado, y


menos se puede olvidar aun el gran crimen que semanas más tarde
cometieron con los tres mejores hombres del pueblo, los tres mejores
en todo el sentido de la palabra, pues como vulgarmente se dice eran
tres pedazos de pan, sus nombres, Raimundo Flores, Valentín Martín
y Timoteo Martín, tres mártires de la fiera fascista. El crimen que
estos hombres habían cometido era el querer el bienestar de su
pueblo, conseguir para todos jornales decentes y tratos humanos,
este fue el crimen por el que una noche se los llevaron y los dejaron
tirados en la cuneta de una carretera con varios tiros en el cuerpo.

Estos eran los malos. Quien los llevó allí es los [que] eran católicos
que iban todos los domingos a misa a confesar sus crímenes y tener
la conciencia tranquila para el día siguiente poder empezar su
macabra afición, matar, matar, no importa por qué, la cosa es matar,
pues eran fascistas y estos, sea donde sea y no importa qué país,
todos se alimentan de lo mismo, de la sangre de las personas
honradas.

En mi pueblo había unas tierras propiedad de un tal Clavijo, que este


señor no puedo dar más detalles, pues nunca le he conocido,
solamente sé de él que aquí tenía unas propiedades que se las dio en
alquiler a los obreros para que éstos las explotaran en común como
así hacían. El poco tiempo que éstos las trabajaron hicieron en ellas
muchas obras de saneamiento, limpieza, regadío, pues siempre que
un obrero no tenía jornal con un patrón iba a trabajar a la
comunidad, y como resulta que los jornales eran muy escasos, las
tierras siempre estaban bien trabajadas. La dirección de la comunidad
la representaban estos tres, Raimundo Flores como presidente
durante algún tiempo, cargo en el que le sustituyó Valentín Martín y
como vicepresidente Timoteo Martín. Ese fue el motivo por el que
asesinaron a estos honrados trabajadores.

Y quienes fueron los responsables de estos crímenes fueron varios


pero el principal solamente uno, el más canalla, xxx1, secundado por
xxx2, xxx3, xxx4 y otros más de menos categoría. Pero el más
responsable y el más sinvergüenza fue el primero, xxx1, que después
de asesinar a tres inocentes se apoderó de toda la cosecha de la
comunidad que en aquellos momentos estaban recogiendo, con el
ganado y aperos de labranza, y no pagó a nadie, hizo un negocio
redondo. Ese fue el comienzo, porque después de ese ha hecho otros
muchos, y sigue haciendo. El año antes de estallar la guerra el tal
xxx1 estaba completamente arruinado, pues en ese año fueron a
embargarle, pero el día antes un anónimo le avisó de lo que iba a
suceder y tuvo tiempo de sacar todo de casa, en lo que le ayudaron
todos los vecinos del pueblo, particularmente los obreros con los que
tan canallamente él se portó un año más tarde. El caso fue que
cuando llegaron a embargar las autoridades no lo pudieron hacer por
no encontrar nada dentro de la casa, ni las paneras ni las cuadras,
todo había desaparecido gracias a la ayuda desinteresada del pueblo.
Bien, siguiendo con sus buenos negocios, en los primeros meses de la
guerra viajaba mucho, siempre estaba ausente de casa, formaba
parte de los “valientes” falangistas que se dedicaban a matar
indefensos vecinos de toda la región, era su ambiente el ambiente del
crimen, tenían que saciar sus ansias de sangre, tenían que matar,
pero no en el frente, para ir allí eran demasiado “gallinas”.

El caso es que a partir de estas fechas, xxx1 empezó a prosperar,


compró las tierras que labraban los obreros a su legítimo propietario,
según se dijo poniéndole la pistola en el pecho y fijando él mismo el
precio. Después de esta compra, todas las fincas rústicas o urbanas
que se vendían en el pueblo él las compraba. A continuación compró
una buena parte de la dehesa xxxx, que raya con nuestro pueblo, y
últimamente se ha comprado en la provincia de Valladolid una dehesa
entera y verdadera con todos los aperos y maquinaria que tenía
dentro en varios millones de pesetas. Este granuja es el arruinado de
1935, hoy dueño y señor de todo el pueblo. 138 familias que desde
1936 han tenido que emigrar del pueblo y de las 88 que quedan,
incluida la suya, la mayoría están en la más completa miseria, pues la
mayoría de los obreros hacen las faenas del verano y no vuelven a
ganar un jornal hasta que no vuelven a segar.

Después de no ganar nada en todo el año, el médico, a pesar de que


los obreros están en el seguro de enfermedad, les obliga a pagar una
iguala, si no no les atiende. El encargado de pagar o tramitar el
mísero subsidio familiar les cobra vergonzosamente una prima
“voluntaria”, lo mismo con el subsidio de vejez y todos los demás
subsidios. Como el Ayuntamiento no tenía fondos, según ellos
dijeron, y no es de extrañar, (…), pusieron el impuesto del vino,
impuesto que paga lo mismo un recién nacido que uno que no haya
bebido nunca vino, y como estos tíos son democráticos, todos pagan
lo mismo, ricos que pobres, niños que ancianos, eso es justicia.

Cómo quieren que la gente no se marche de este infierno, ninguna


persona honrada puede vivir entre tanta inmundicia, y desgraciados
de los que tenemos que soportar tanto martirio, pero atención, que
todo tiene un límite y 1962 no es 1936, la gente ya va viendo que se
acerca el fin de tanta injusticia, que xxx1 tendrá que dar cuenta de
sus actos, él y los demás de su camarilla, y ellos también se dan
cuenta de que todo se viene abajo, que el pueblo es más fuerte que
ellos, que lo único que le falta al pueblo es unión y que esta unión se
está empezando a forjar por [en]cima de todos estos obstáculos.
xxx1, nos vencisteis entonces pero aquí estamos para pediros
cuentas, tenéis tres crímenes de los que tendréis que responder,
podemos olvidar muchas cosas pero aquello no lo podemos olvidar.

Camaradas, esta es la tragedia de el Olmo de la Guareña, y como


estas hay muchas, desgraciadamente, en toda España, cada pueblo
tiene la suya pero cada pueblo tiene también sus personas honradas
que no somos conformes con esa canalla y en cada pueblo somos
más fuertes que ellos. ¿Y si somos más fuertes, por qué aguantar
tantas humillaciones? Unámonos todos los pueblos, todos los pueblos
seremos más fuerte[s] que ello. La unión hace la fuerza, en un país
no es difícil unirse, y cuando ese pueblo está unido se une a otro que
también lo esté, y luego a otro y a otro y así sucesivamente nos
podremos unir todos y ser nosotros quien[es] hagamos la justicia, la
verdadera justicia y libremos a España de todos los “xxx1” que en
ella existen.

Olmo de la Guareña

29 Octubre 1962

El Chaparro

Para la Emisora

Camaradas, no sé si estas cuartillas tienen algún valor para vosotros.


Mi gusto sería que las radiaseis y si pudiera ser avisaseis al pueblo el
día que las vais a radiar con el fin de que todos las escuchen, como
también os digo que vosotros sabéis mejor que yo lo que es
conveniente y lo que no lo es. No sé si me explico bien, me parece
que no, de todas formas no sois torpes y que es que me
comprenderéis. “El Chaparro” es un nombre que nos dan los pueblos
vecinos a los habitantes del Olmo, por lo tanto es un nombre que
podéis dar sin temor. Un fuerte abrazo para todos, y si tenéis ocasión
felicitar de mi parte a Pasionaria por su libro El único camino, que me
he leído íntegramente, y la decís que yo tiraba piedras con el bando
contrario con los de la concha.

Salud

El Chaparro

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