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Importancia de las labores domésticas y el cuidado para el Capital

Nombre: Paula Neira


Las labores domésticas y el cuidado son una parte esencial dentro del modelo de
acumulación capitalista, pero también ha estado invisibilizado tras el trabajo remunerado
que se realiza fuera del hogar, relevando este como el más importante para la economía así
lo han debatido y anunciado diversas autoras (Dalla Costa, 2009; Federici, 2019, entre
otras). Este análisis del cuidado ha sido abordado de diversas formas, en primer lugar
entendiéndolo como una actividad básica de sobrevivencia, ya que el ser humano
necesitamos de cuidado y atención desde que nacemos (entendiendo la alimentación, salud
y desarrollo personas), lo cual sería colocaría al cuidado como una dimensión indispensable
para la vida de las y los humanas/os, además generar vínculos entre el sistema capitalista de
y el sistema sexo/género dominante, vinculándose esto directamente con “el proceso
productivo de la economía formal, usufructuando del trabajo no remunerado de los sujetos”
(Núñez, 2015; p. 464), por lo que el mantenimiento de la vida entendería este tipo de tareas
dentro del afecto y por tanto no tendría valor económico, por el contrario, como señala
Núñez (2015) es un recurso disponible en la vida de la vida privada de las personas, lo que
es legitimado por el contrato social de la institución familiar.
Es importante apreciar que estas labores domésticas y de cuidado han sido mayormente
realizado por mujeres a través de la historia, haciéndolo parecer como natural y parte de la
vida de las mujeres por generaciones, lo que esto cimentaría las bases de la desigualdad
existentes entre hombres y mujeres (Núñez, 2015), además de que en el caso de que estas se
inserten en el ámbito laboral, también deben hacerse cargo de las labores domésticas y de
cuidado, además del trabajo remunerado que se realiza fuera del hogar. En este sentido, en
el presente documento se plantea como tesis central que las labores domésticas y de
cuidado, realizados principalmente por mujeres, son de las actividades productivas más
importantes para la generación de capital, sin embargo, han sido invisibilizadas e impuestas
como naturales para las mujeres, por lo que estas, al tener la necesidad de insertarse en el
ámbito laboral deben dedicar mucho más tiempo a las labores domésticas y de cuidado que
los hombres.
Como se indica anteriormente, las labores domésticas y de cuidado se han invisibilizados
durante décadas, entendiendo que estas serían menos importantes y entregarían menos
aportes que los trabajos que se realizan fuera del hogar, mayoritariamente realizado por
hombres. Sin embargo, y como se intentará expresar a lo largo de este texto, las labores
domésticas y de cuidado son de gran importancia cuando se observa como el desarrollo de
la producción capitalista, en tanto serían las mujeres que se hacen cargo de estas labores
quienes se encargarían de:
servir a los que ganan el salario, física, emocional y sexualmente, tenerlos

listos para el trabajo día tras día. Es la crianza y cuidado de nuestros hijos -

los futuros trabajadores- cuidándolos desde el día de su nacimiento y durante


sus años escolares, asegurándonos de que ellos también actúen de manera

que se espera bajo el capitalismo (Federici, 2018; p. 26)

Lo anterior es de suma importancia para mantener el sistema capitalista en constante


movimiento. Sin embargo, es importante observar cómo esta forma de entender la sociedad,
dividiendo entre un ámbito público y otro privado, no se realiza de una manera antojadiza,
sino que es parte de una necesidad de establecer diferencias de parte del capital para así, de
alguna forma garantizar la cantidad y calidad de la fuerza de trabajo y control de la misma”
(Federici, 2018, p. 30). Es así como se entiende que la “familia nuclear” sería una “creación
del capital para el capital” (Federici, 2018; p. 30), donde se reproducirían las formas que
tradicionalmente conocemos como “naturales” para las mujeres, entendiendo estos como
los cuidados y las labores domésticas, las cuales se hacen parte de sus vidas desde muy
pequeñas Por lo tanto, se puede apreciar que la familia, en el capitalismo, es un “centro de
consumo y de reserva de fuerza de trabajo, pero es, ante todo, un centro de producción”
(Dalla Costa, 2009; p. 22). Es decir que, dentro del contexto de las familias, el trabajo que
se genera al interior de los hogares es una parte vital para el capitalismo, ya que, según lo
indicado por Dalla Costa (2009), estas en sí producen la mercancía necesaria para el
desarrollo del capital y es muy distinto a las mercancías producidas en el capitalismo: “el
ser humano: el obrero” (p. 22). Además, estas labores también traerían consigo actividades
de bienes y servicios que están orientados a la producción de las personas, lo que integraría
la producción biológica u de la fuerza de trabajo, lo que serviría para vincular el espacio
público con el privado, es decir, mientras alguien trabaja en el mercado del salario
(comprendiendo que esto sería mayoritariamente realizado por los hombres, observados
como principales proveedores económicos) otra personas trabaja en el hogar sin
remuneración, siendo la mujer la encargada de las tareas domésticas, de la crianza, del
cuidado, entre otras cosas, lo que mantendría funcionando el mercado (Núñez, 2015)
Esta forma de observar la sociedad también está relacionada con el patriarcado, bajo el cual
se establecen un “conjunto de relaciones sociales entre los hombres que tienen una base
material y que, si bien son jerárquicas, establecen o crean una interdependencia y
solidaridad entre los hombres que les permite dominar a las mujeres” (Hartmann, 1979; p.
12), por lo que la crianza de las y los hijos, si bien no es la única tarea que tendrían las
mujeres, sería crucial para así poder perpetuar el patriarcado, ya que según lo que señala
Hartmann (1979), en los hogares desde pequeños a los hijos se les criaría aprendiendo a
conocer su puesto en la jerarquía de género, también participando otros ambientes que son
ajenos al hogar donde se enseñaría a perpetuar comportamientos patriarcales y se reforzaría
la posición de inferioridad de las mujeres como lo son, las escuelas, las iglesias, los medios
de comunicación, entre otros. En este sentido, el patriarcado reafirmaría las expectativas
que se tiene dentro del capitalismo de las mujeres, manteniendo sobre ellas el control
(Hartmann, 1979)
Es así como, en tiempos actuales también es posible observar cómo sigue predominando la
idea de las mujeres como responsables de las dinámicas de responsabilidad familias y
cuidado, incluso en la forma en que el Estado se hace presente en la vida cotidiana de las
personas (Rojas, 2019). En este sentido es que se puede apreciar como el Estado, a través
de políticas y programas sociales, se presenta a las y los usuarias/os de estos programas por
medio de intervenciones en las que se persigue la idea de ciudadanos “útiles”, que además
sepan hacerse cargo del cuidado de otros/as (Rojas, 2018). Un ejemplo de esto son los
Programas de Transferencias Condicionadas (en adelante PTC), los cuales, como su
nombre indica, condicionan a las familias a realzar ciertas actividades con el objetivo de
incrementar el capital humano, sobre todos de las generaciones más jóvenes, a cambio de
transferencias, las cuales pueden ser monetarias o no (Cecchini & Madariaga, 2014). Este
tipo de programas ve a la mujer/madre como parte fundamental del proceso, ya que es a
ella a las que se les entrega el beneficio, en calidad de cuidadoras, entendiendo que ellas
son las que usarán “los .recursos monetarios para mejorar el bienestar familiar en general y
de sus hijos en particular” (Cecchini & Madariaga, 2014; pp. 13-14), entendiendo que son
las mujeres quienes, al estar a cargo de los cuidados familiares usarían el dinero de una
manera mucho más sabía que los hombres presentes en las familias, por ejemplo. Así se
responsabilizaría a las madres/mujeres sobre las labores de cuidado de sus hijos, siendo las
encargadas de concretar las condicionalidades, como la asistencia escolar o controles sanos,
en el caso de las/es más pequeñas/os.
Si bien, estas prácticas implicarían una transferencia monetaria, al entender que las familias
deben cumplir con estas condicionalidades para obtener el beneficio, esto no significaría la
existencia de un salario, puesto que es solo entregado por el periodo en el que están
participando de este programa (24 meses aprox.) y a lo largo del tiempo van disminuyendo
los montos asociados a las condicionalidades (Cecchini & Madariaga, 2014). El ejemplo de
los PTC serviría para visualizar la manera en que son observadas las mujeres por parte del
Estado, es decir principalmente como las cuidadoras y mayores responsables de la
generación de capital humano de sus hijas/os, entendiendo que estas/os en cuanto estén
listos deberán insertarse en el ámbito laboral, por lo que deben estar preparados para
hacerlo con todas las herramientas que les sean provistas desde su primera infancia
(Cecchini & Madariaga, 2014).
Por otro lado, y como indica Federici (2018), pensar en las mujeres que han comenzado a
participar dentro del ámbito laboral remunerado, en muchos casos no les ha disminuido la
carga laboral al terminar su jornada. Es más, es sabido que en muchas ocasiones esto les ha
traído menos tiempo para ellas mismas, ya que deben lidiar con las labores domésticas y de
cuidado mucho más tiempo, lo que evidentemente aumentaría su carga laboral (ENUT,
2015). Desde el 2015 tenemos la Encuesta Nacional del Uso del Tiempo (ENUT), la cual,
si bien no ha sido actualizada, puede evidenciar la cantidad de tiempo invertida por
hombres y mujeres en el trabajo no remunerado y la forma en que afecta la “doble carga de
trabajo” a las mujeres (ENUT, 2015). Han existido una serie de cambios en el mercado
laboral que han afectado las exigencias sociales que se tienen respecto al tiempo, como por
ejemplo en el caso de la participación en el mercado laboral de las mujeres, lo que no se
traduce en una redistribución de las tareas domésticas, hecho que implicaría que en muchos
casos las mujeres “deban asumir una doble o triple jornada de trabajo (quehaceres
domésticos, cuidado de integrantes del hogar más el trabajo en la ocupación) (ENUT, 2015;
p. 11).
Además, el hecho de que las mujeres históricamente se ocupen de las tareas domésticas
también causaría una debilidad al momento de la inserción en el mercado laboral. Para
Federici (2018) al tener en consideración que el desespero de las mujeres para lograr
encontrar dinero por cuenta propia y que sea costumbre que el trabajo realizado por las
mujeres sea a cambio de nada, por lo que los empresarios saben que pueden obtener
“nuestro trabajo a bajo precio” (p. 31). Este hecho precarizaría las labores que se realizan
de manera remunerada, principalmente porque, al realizarlas desde el afecto y siendo estos
trabajos feminizados, cuando las mujeres entran al mercado laboral sus pagos serían bajos,
y en muchos casos una extensión del trabajo reproductivo, con lo que el “el camino hacia el
trabajo asalariado a menudo nos lleve a desempeñar más trabajo doméstico” (Federici,
2018; p. 31)
La propuesta de nueva Constitución, la cual será puesta en votación mediante un plebiscito
de salida el próximo 04 de septiembre le da un papel fundamental a las labores domésticas
y de cuidado, esto porque el cuidado y los trabajo domésticos “son trabajos socialmente
necesarios e indispensables para la sostenibilidad de la vida y el desarrollo de la sociedad”
(Art. 49). En sí, es importante la valorización de las labores domésticas y de cuidados, ya
que en la vida y reproducción de las y los humanas/os es indispensable. En este sentido,
también es importante avanzar a políticas púbicas que le entreguen mayor visibilidad al
trabajo que día a día realizan mujeres, para así, primero, entregar mayores oportunidades de
desarrollo a las mujeres y, en segundo lugar, distribuir de forma más equitativa las labores
tan importante como lo son los cuidados y trabajo doméstico. Además, según lo observado
en la Propuesta de Nueva Constitución donde se pretende comprender las labores
domesticas y de cuidado como una “actividad económica que contribuye a las cuentas
nacionales” (Art. 49), sería un avance en lo que respecta a entregarle la relevancia que
merece a una actividad que, según un estudio realizado por el Banco Central, contribuyó
durante el 2022 a un 26% del PIB, el cual, mayoritariamente, es realizado por mujeres
(Juntas en Acción, 2021).
Bibliografía
 Cecchini, S., & Madariaga, A. (2011). Programas de transferencias condicionadas:
balance de la experiencia reciente en América Latina y el Caribe. Cepal.
 Dalla Costa, Mariarosa (2009) Dinero, perlas y flores en la reproducción feminista,
Madrid, Akal. Prefacio y Cap. 1.
 ENUT (2015) Documento de Principales Resultados ENUT 2015.
 Federici, Silvia (2018) El patriarcado del salario. Críticas feministas al marxismo,
Madrid, Traficantes de Sueños.
 Hartmann, Heidi 1987 [1979] “El infeliz matrimonio entre marxismo y feminismo:
hacia una unión más progresista”, Cuadernos del Sur, Nº 5.
 Juntas en Acción (2021) Banco Central mide el aporte al PIB del Trabajo
Domestico y de Cuidados.
 Núñez Salazar, I. M. (2015). Imaginarios culturales del cuidado en Chile. Trabajo y
economía en larga duración. Polis. Revista Latinoamericana, (41).
 Rojas, C. (2018). Afecto y cuidado: pilar de la política social neoliberal. Polis.
Revista Latinoamericana, (49)
 Rojas, C. (2019). Ayudar a los pobres: etnografía del Estado social y las prácticas
de asistencia. Ediciones Universidad Alberto Hurtado.

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