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Comprende una gran cantidad de actos que implican tiempo y esfuerzo, es decir, un
verdadero trabajo, aunque socialmente no se lo reconozca como tal. Al poseer un
marcado componente afectivo, cuesta reconocer que el cuidado es un trabajo que
conlleva un gran desgaste de energía. Además, se encuentra naturalizado en el
imaginario social que el cuidado es sólo una obligación moral exclusiva de las mujeres,
supuestas portadoras de saberes y habilidades innatas en la materia.
Así, analizar el fenómeno del trabajo desde una perspectiva de género nos permite
comprender la manera en que operan las representaciones sociales, los prejuicios y
estereotipos en cada contexto social. Omitir este enfoque, implica perder de vista una
parte esencial del modo en que se estructura la sociedad y los roles que han sido
asignados a hombres y mujeres.
Cuestionar la antigua división sexual del trabajo, que concibe al hombre como único
sostén económico y a la mujer como principal cuidadora, así como la noción tradicional
de trabajo que lo asimila al empleo asalariado, nos enfrenta a la necesidad de redefinir
dicho concepto, debido a que la participación remunerada de las personas en la
producción de bienes y servicios no basta para satisfacer las necesidades humanas.
Reflexionar sobre la cuestión del cuidado permite visibilizar elementos que actúan
como medios de reproducción de la desigualdad de género. La manera en que se
organiza socialmente, es decir, la forma en que se distribuyen las responsabilidades de
asistencia entre el Estado, las familias, el mercado y las organizaciones sociales,
explican en gran parte las inequidades existentes.
Desde un enfoque con perspectiva de género, la organización social del cuidado tal
como hoy está planteada, representa una sobrecarga de trabajo doméstico para las
mujeres, quienes ven limitadas sus posibilidades de participación plena en el mercado
de trabajo. Además, pone en evidencia que la economía es una realidad mucho más
compleja que la del mercado y el Estado, y en ella las mujeres juegan el importante
papel, escasamente visibilizado, de prestadoras de servicios de cuidado no
remunerado en los hogares.
Es en dicho contexto que, tal como afirma Pautassi (2013), es conveniente plantear la
cuestión del cuidado desde un enfoque de derechos, lo que implica partir de la base de
que el cuidado es un derecho universal que incluye a todos y a todas, en su potestad
de reclamar el derecho a ser cuidado, a cuidar y a cuidarse (autocuidado).
La creciente participación laboral de las mujeres y la conformación más heterogénea
de las familias, tiene como consecuencia lo que CEPAL (2009) ha dado en llamar "crisis
del cuidado", en relación a las dificultades que tienen las familias para proveer
cuidados frente al incremento de las necesidades de los mismos. Por lo tanto, esa crisis
se relaciona estrechamente con la noción de pobreza de tiempo, entendida como el
tiempo que queda disponible tras las horas destinadas al trabajo remunerado y
doméstico.
La distribución del tiempo es desigual en función del género. Con frecuencia la mujer
trabaja más y descansa menos que el hombre, por lo que la brecha de género respecto
al uso del tiempo es amplia. Según la última Encuesta Nacional de Uso del Tiempo
(INDEC, 2021), las mujeres dedican casi el doble de tiempo que los hombres al trabajo
no remunerado. Al respecto, de acuerdo a los datos arrojados por la mencionada
encuesta, las mujeres invierten 6:31 hs. en el trabajo no remunerado, mientras que los
hombres dedican 3:40 hs. a este tipo de tareas, es decir, un período de tiempo
considerablemente menor.
Ante tal panorama, la manera en que las licencias laborales son reguladas, juegan un
papel relevante en la organización del tiempo y en la disponibilidad de dinero y
recursos para el cuidado de niños y niñas.
La LCT es la herramienta que fija, en nuestro país, las bases respecto a la regulación de
las licencias laborales.
La licencia por maternidad, contemplada en el Título VII de la LCT, posee una duración
de noventa días corridos (inferior al límite mínimo internacional de catorce semanas
que establece el Convenio 183 sobre la Protección de la Maternidad de la OIT)
divididos en dos períodos de cuarenta y cinco días anteriores y cuarenta y cinco días
posteriores al parto, pudiendo reducirse el período anterior a un mínimo de treinta
días.
Por otro lado, la licencia por paternidad se encuentra prevista en el artículo 158, inc. a)
de la LCT, el cual establece que: “El trabajador gozará de las siguientes licencias
especiales: a) Por nacimiento de hijo, dos (2) días corridos.”
En resumen, tanto las normas jurídicas como las políticas familiaristas y asistencialistas
basadas en el binomio “madre e hijo”, no hacen más que reforzar la idea de que el
trabajo de cuidar debe ser responsabilidad exclusiva de las familias y, dentro de ellas,
de las mujeres.
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Expediente Diputados: 0424-D-2022 - Publicado en: Trámite Parlamentario N° 8 Fecha: 07/03/2022
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hogares, en el ámbito comunitario, público y privado. De esa forma, se intenta superar
la división sexual del trabajo para garantizar el acceso universal a derechos humanos
fundamentales (Casa Rosada Presidencia, 2022).
A modo de conclusión
Los problemas que exhibe la conciliación desde una perspectiva de género se vinculan
con la visión enfocada sólo en las mujeres. Se naturaliza así su rol de cuidadora y se da
por supuesto que los varones no modificarán sus comportamientos sobre el tema,
cuando en realidad se trata de construcciones sociales que pueden transformarse.
Sumado a ello, en vez de considerar a la maternidad como un asunto público y
colectivo, se la sigue abordando desde una perspectiva individual, privada y exclusiva
de las mujeres. La regulación de una escasa licencia por paternidad es el ejemplo que
mejor revela este ideario.
La igualdad en el mundo del trabajo exige igualdad en el mundo de los cuidados. Las
licencias por maternidad y paternidad, tal como están previstas en la actualidad por
nuestro ordenamiento jurídico, generan discriminación hacia las mujeres.
La decisión política de avanzar hacia un mundo más justo e igualitario se hizo presente,
será momento entonces de profundizar el diálogo social como herramienta para
asegurar la implementación y sostenibilidad de este tipo de proyectos. De todas
formas, el tema ha sido instalado en la agenda pública y eso, es para celebrar.
Bibliografía
Litterio, L. H. (2010). Las licencias paternas en el empleo privado. Santa Fe: Rubinzal Culzoni.