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El trabajo invisible de las mujeres.

Una aproximación a la organización social del


cuidado desde una mirada de género

Por Mariela Rodríguez*

El pasado 16 de mayo, las Comisiones de Legislación del Trabajo y de Mujeres y


Diversidad del Congreso Nacional, comenzaron a tratar el proyecto de ley “Cuidar en
Igualdad” a través del cual se crea el Sistema Integral de Políticas de Cuidados de
Argentina, que busca, entre otras cosas, ampliar las licencias por maternidad y
paternidad. Pero, ¿qué son los cuidados? ¿de qué manera se organizan socialmente?
¿es necesaria una reforma de nuestra legislación laboral?

El cuidado como trabajo

La noción de cuidado es fundamental para comprender el fenómeno de la equidad de


género en el trabajo. Se trata de un concepto complejo que involucra dimensiones
materiales, culturales, simbólicas y subjetivas, sobre el cual se han esbozado varias
definiciones.

Al respecto, sostiene Karina Batthyány (2004) que el cuidado se refiere a la acción de


asistir a una persona dependiente en el desarrollo y el bienestar de su vida cotidiana.

Comprende una gran cantidad de actos que implican tiempo y esfuerzo, es decir, un
verdadero trabajo, aunque socialmente no se lo reconozca como tal. Al poseer un
marcado componente afectivo, cuesta reconocer que el cuidado es un trabajo que
conlleva un gran desgaste de energía. Además, se encuentra naturalizado en el
imaginario social que el cuidado es sólo una obligación moral exclusiva de las mujeres,
supuestas portadoras de saberes y habilidades innatas en la materia.

Históricamente se han excluido de la noción de trabajo todas aquellas actividades


vinculadas al cuidado. Incluso, nuestra Ley de Contrato de Trabajo (en adelante, LCT),
en su artículo 4º, ha adoptado la definición clásica que identifica al trabajo con el
empleo remunerado, excluyendo a todas aquellas actividades que, aunque generen
valor, no tienen un fin económico.

Sin embargo, existen en la actualidad fenómenos sociales y laborales que permiten


cuestionar la definición tradicional que identifica al trabajo con el empleo remunerado.
Actividades tales como las tareas domésticas y el trabajo social voluntario han puesto
en crisis la noción de trabajo propia de las sociedades occidentales post capitalismo
industrial.

Así, analizar el fenómeno del trabajo desde una perspectiva de género nos permite
comprender la manera en que operan las representaciones sociales, los prejuicios y
estereotipos en cada contexto social. Omitir este enfoque, implica perder de vista una
parte esencial del modo en que se estructura la sociedad y los roles que han sido
asignados a hombres y mujeres.

Cuestionar la antigua división sexual del trabajo, que concibe al hombre como único
sostén económico y a la mujer como principal cuidadora, así como la noción tradicional
de trabajo que lo asimila al empleo asalariado, nos enfrenta a la necesidad de redefinir
dicho concepto, debido a que la participación remunerada de las personas en la
producción de bienes y servicios no basta para satisfacer las necesidades humanas.

Si bien son conceptos diferentes, el trabajo remunerado y el no remunerado se


encuentran íntimamente relacionados. Ambas actividades son necesarias para la
subsistencia del sistema económico y para el bienestar personal y social. Sin embargo,
mientras el empleo se identifica con las actividades efectuadas exclusivamente dentro
del mercado a cambio de una remuneración y bajo la dirección de un tercero (trabajo
asalariado), el trabajo en sentido amplio incluye también a aquellas actividades que
generan valor y contribuyen a la sociedad sin ser retribuidas a través de un salario. De
esta manera, y atento al reconocimiento del trabajo doméstico y de cuidados, el
concepto de trabajo aceptó el plural.

Esta noción ampliada de trabajo representa un punto de partida a los efectos de


explicar el tiempo que hombres y mujeres destinan a los distintos tipos de trabajo y el
origen de las diferencias de su participación en el mercado laboral.

El derecho a ser cuidado vs. el tiempo para cuidar

Reflexionar sobre la cuestión del cuidado permite visibilizar elementos que actúan
como medios de reproducción de la desigualdad de género. La manera en que se
organiza socialmente, es decir, la forma en que se distribuyen las responsabilidades de
asistencia entre el Estado, las familias, el mercado y las organizaciones sociales,
explican en gran parte las inequidades existentes.

Desde un enfoque con perspectiva de género, la organización social del cuidado tal
como hoy está planteada, representa una sobrecarga de trabajo doméstico para las
mujeres, quienes ven limitadas sus posibilidades de participación plena en el mercado
de trabajo. Además, pone en evidencia que la economía es una realidad mucho más
compleja que la del mercado y el Estado, y en ella las mujeres juegan el importante
papel, escasamente visibilizado, de prestadoras de servicios de cuidado no
remunerado en los hogares.

Es en dicho contexto que, tal como afirma Pautassi (2013), es conveniente plantear la
cuestión del cuidado desde un enfoque de derechos, lo que implica partir de la base de
que el cuidado es un derecho universal que incluye a todos y a todas, en su potestad
de reclamar el derecho a ser cuidado, a cuidar y a cuidarse (autocuidado).
La creciente participación laboral de las mujeres y la conformación más heterogénea
de las familias, tiene como consecuencia lo que CEPAL (2009) ha dado en llamar "crisis
del cuidado", en relación a las dificultades que tienen las familias para proveer
cuidados frente al incremento de las necesidades de los mismos. Por lo tanto, esa crisis
se relaciona estrechamente con la noción de pobreza de tiempo, entendida como el
tiempo que queda disponible tras las horas destinadas al trabajo remunerado y
doméstico.

La distribución del tiempo es desigual en función del género. Con frecuencia la mujer
trabaja más y descansa menos que el hombre, por lo que la brecha de género respecto
al uso del tiempo es amplia. Según la última Encuesta Nacional de Uso del Tiempo
(INDEC, 2021), las mujeres dedican casi el doble de tiempo que los hombres al trabajo
no remunerado. Al respecto, de acuerdo a los datos arrojados por la mencionada
encuesta, las mujeres invierten 6:31 hs. en el trabajo no remunerado, mientras que los
hombres dedican 3:40 hs. a este tipo de tareas, es decir, un período de tiempo
considerablemente menor.

Ante tal panorama, la manera en que las licencias laborales son reguladas, juegan un
papel relevante en la organización del tiempo y en la disponibilidad de dinero y
recursos para el cuidado de niños y niñas.

La LCT es la herramienta que fija, en nuestro país, las bases respecto a la regulación de
las licencias laborales.

La licencia por maternidad, contemplada en el Título VII de la LCT, posee una duración
de noventa días corridos (inferior al límite mínimo internacional de catorce semanas
que establece el Convenio 183 sobre la Protección de la Maternidad de la OIT)
divididos en dos períodos de cuarenta y cinco días anteriores y cuarenta y cinco días
posteriores al parto, pudiendo reducirse el período anterior a un mínimo de treinta
días.

Por otro lado, la licencia por paternidad se encuentra prevista en el artículo 158, inc. a)
de la LCT, el cual establece que: “El trabajador gozará de las siguientes licencias
especiales: a) Por nacimiento de hijo, dos (2) días corridos.”

De lo expuesto, surge entonces que nuestra legislación en materia laboral reproduce y


sostiene el imaginario de que las mujeres son las principales cuidadoras de sus hijos,
relegando para el padre el rol de mero asistente en la crianza. Refuerza esta idea el
hecho de que la madre cuenta con periodos más prolongados de licencia mientras que
los padres sólo tienen dos días de permiso por paternidad.

En resumen, tanto las normas jurídicas como las políticas familiaristas y asistencialistas
basadas en el binomio “madre e hijo”, no hacen más que reforzar la idea de que el
trabajo de cuidar debe ser responsabilidad exclusiva de las familias y, dentro de ellas,
de las mujeres.

Además, se atribuye a las tareas de cuidado un carácter meramente sentimental y


altruista, por lo que se las trata desvinculadas del sistema económico. La invisibilidad
del trabajo reproductivo se acentúa debido a que no se registra contraprestación
económica a favor de quienes los llevan a cabo.

Por ello, es necesario visibilizar y otorgar un valor social al trabajo no remunerado. Es


conveniente entonces evitar considerar a la cuestión del cuidado como un tema
privado que debe ser resuelto en la esfera de las familias para convertirlo en un asunto
colectivo y social objeto de políticas públicas.

La necesidad de una reforma y el proyecto de ley “Cuidar en Igualdad”

Para garantizar la igualdad de oportunidades en el ámbito laboral resulta necesario


formular leyes e implementar políticas públicas que redistribuyan los tiempos para
cuidar y faciliten la conciliación entre las actividades familiares y laborales.

Una de las formas de hacerlo es a través de un régimen de licencias basado en la


corresponsabilidad en el cuidado de niños y niñas, que habilite la participación de los
padres en la crianza, al tiempo que fomente el empleo de calidad de las mujeres.

Teniendo en cuenta la redistribución de los tiempos de manera más equitativa,


diversos proyectos de reforma al régimen de licencias por maternidad y paternidad
previsto en la LCT han sido presentados en el Congreso de la Nación durante los
últimos años. Sin embargo, ninguno de ellos prosperó. Desde distintos enfoques y con
diverso alcance, el derecho al cuidado se ha planteado a través de distintos proyectos.

El 2 de mayo del 2022, el Poder Ejecutivo Nacional presentó en la Cámara de


Diputados el proyecto de ley "Cuidar en Igualdad" 1, mediante el cual se crea el Sistema
Integral de Políticas de Cuidados de la Argentina (SINCA), a través de la promoción y
articulación de políticas públicas destinadas a los cuidados.

El proyecto, mediante la modificación de las Leyes N° 20.744, 24.185, 26.727 y 26.844,


propone la ampliación de las licencias por nacimiento así como para paternidades y
personas no gestantes que ejercen la corresponsabilidad parental.

El artículo 1 del proyecto determina que el principal objeto de la ley es promover la


corresponsabilidad parental en las tareas de cuidados así la inserción y permanencia
de las mujeres y personas gestantes en el mercado laboral. La iniciativa busca
reconocer el derecho de todas las personas a recibir y brindar cuidados, así como
hacer visible el valor social y económico que tiene ese trabajo al interior de los

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Expediente Diputados: 0424-D-2022 - Publicado en: Trámite Parlamentario N° 8 Fecha: 07/03/2022
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hogares, en el ámbito comunitario, público y privado. De esa forma, se intenta superar
la división sexual del trabajo para garantizar el acceso universal a derechos humanos
fundamentales (Casa Rosada Presidencia, 2022).

La propuesta plantea la creación de un sistema federal de cuidados en igualdad. Si bien


pareciera que lo que más trasciende son las licencias, las mismas son sólo una parte
del proyecto. En tal sentido, el proyecto contempla la inclusión de los meses de
licencia en el cálculo previsional como meses aportados a la vez que promueve el
desarrollo de instrumentos de mapeo, relevamiento y análisis de las características del
trabajo de cuidados.

Además, se reconoce el derecho a cuidar a monotributistas, y autónomos, personal de


casas particulares, personal temporario de trabajo agrario y para toda la
Administración Pública Nacional.

A modo de conclusión

Nuestra LCT ha sido elaborada en base a un modelo de familia tradicional,


caracterizado tanto por su composición -una mujer y un hombre- como por las
funciones asignadas a cada uno de sus integrantes. De esta manera, se reproduce a
través de las normas jurídicas, la división sexual del trabajo.

La regulación del cuidado en la LCT es maternalista. Se limita a la protección de la


trabajadora que es madre en el período de gestación, alumbramiento, posparto y
lactancia, sin contemplar la crianza y las demandas de cuidado que tienen niños y niñas
en esta etapa. Asimismo, libera a los trabajadores de las responsabilidades derivadas
de la paternidad, al establecer una acotada licencia por paternidad de dos días de
duración.

Los problemas que exhibe la conciliación desde una perspectiva de género se vinculan
con la visión enfocada sólo en las mujeres. Se naturaliza así su rol de cuidadora y se da
por supuesto que los varones no modificarán sus comportamientos sobre el tema,
cuando en realidad se trata de construcciones sociales que pueden transformarse.
Sumado a ello, en vez de considerar a la maternidad como un asunto público y
colectivo, se la sigue abordando desde una perspectiva individual, privada y exclusiva
de las mujeres. La regulación de una escasa licencia por paternidad es el ejemplo que
mejor revela este ideario.

Asimismo, la LCT ha sido estructurada en base a un concepto de trabajo asociado


exclusivamente al empleo remunerado, excluyendo de dicha noción a todas aquellas
actividades que, aunque generen valor, no tienen un fin económico. De esta forma, la
norma invisibiliza importantes actividades que contribuyen al desarrollo sostenible,
como son los trabajos de cuidado.
Es necesario que cualquier medida de conciliación que pretenda ser implementada sea
diseñada no sólo para las mujeres sino para todas las personas independientemente
de su género. Las medidas de conciliación en función del género pueden generar un
trato discriminatorio hacia las mujeres que las posicione en desventaja respecto a los
hombres.

En tal sentido, el proyecto de ley “Cuidar en Igualdad”, constituye un verdadero


cambio de paradigma que plantea una reforma integral desde una perspectiva de
género. Con fundamento en una familia de conformación diversa y en un concepto de
trabajo ampliado, prevé que todas las personas, de manera independiente a su
género, dispongan del mismo período de tiempo para cuidar, con posterioridad al
nacimiento.

La igualdad en el mundo del trabajo exige igualdad en el mundo de los cuidados. Las
licencias por maternidad y paternidad, tal como están previstas en la actualidad por
nuestro ordenamiento jurídico, generan discriminación hacia las mujeres.

La decisión política de avanzar hacia un mundo más justo e igualitario se hizo presente,
será momento entonces de profundizar el diálogo social como herramienta para
asegurar la implementación y sostenibilidad de este tipo de proyectos. De todas
formas, el tema ha sido instalado en la agenda pública y eso, es para celebrar.

Bibliografía

Batthyány, K. (2004). Cuidado infantil y trabajo: ¿un desafío exclusivamente femenino?


Montevideo: OIT.

Casa Rosada Presidencia. (2 de mayo de 2022). www.casarosada.gob.ar. Recuperado el 19 de


mayo de 2023, de https://www.casarosada.gob.ar/slider-principal/48717-el-
presidente-anuncio-el-envio-al-congreso-del-proyecto-de-ley-para-crear-elsistema-
integral-de-politicas-de-cuidados

CEPAL. (2009). Panorama Social de América Latina. Santiago: CEPAL.

INDEC. (2021). Encuenta Nacional de Uso del Tiempo. Argentina.

Litterio, L. H. (2010). Las licencias paternas en el empleo privado. Santa Fe: Rubinzal Culzoni.

Organización Panamericana de la Salud. Ministerio de Salud de la Nación. (2018). Segundo


informe nacional de relevamiento epidemiológico SIP-Gestión. Avances. Buenos Aires.

Pautassi, L. C. (2013). El trabajo de cuidar y el derecho al cuidado ¿Círculos concéntricos de la


política social? Revista Cátedra Paralela(10), 65-92.
* Abogada (UBA) – Magíster en Derecho del Trabajo y Relaciones Laborales
Internacionales (UNTREF)

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