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ENSEÑANZA DE LA INGENIERÍA CIVIL

Juan Casillas G. de L. y Oscar M. González Cuevas


Universidad Autónoma Metropolitana-Azcapotzalco

INTRODUCCIÓN

En este capítulo se presenta una reseña histórica de la enseñanza de la ingeniería


civil en México. Los autores consideraron que la etapa de más interés, dentro del
contexto del libro, es la que comprende desde el inicio de la ingeniería mexicana
moderna hasta la actualidad. Decidieron entonces que la reseña debería iniciar
con el momento en que se crearon las instituciones nacionales encargadas de la
construcción de las obras de infraestructura requeridas para el desarrollo del País
y finalizar con la situación que priva en la enseñanza de la ingeniería al momento
de escribir este texto.

El lapso total incluido en esta reseña ha sido dividido en tres periodos,


establecidos sobre la base de cambios significativos en la enseñanza de la
ingeniería, en el desarrollo de la ingeniería civil en México y en su situación social
y económica. Toda división de un proceso histórico en etapas es necesariamente
convencional, pero también es necesaria para una presentación ordenada y
comprensible del tema en cuestión. A continuación se presentan los periodos
seleccionados y la justificación correspondiente.

El primer periodo abarca de 1924 a 1957. En el primer año asumió la presidencia


de la República Plutarco Elías Calles, quien poco después decretó la creación de
la Comisión Nacional de Irrigación y de la Comisión Nacional de Caminos,
primeras instituciones oficiales encargadas de la construcción de obras de
infraestructura a cargo de ingenieros mexicanos. El País empezaba a recuperarse
de los conflictos internos posteriores a la Revolución de 1910 y se iniciaba una
etapa de paz social y crecimiento económico sostenido. Las escuelas de
ingeniería civil se preparaban para formar los cuadros profesionales que se
requerirían.

El segundo periodo, de 1957 a 1982, inicia con el establecimiento de los primeros


cursos de posgrado en ingeniería en el País, lo que constituye un hito en la
historia de la enseñanza de la ingeniería civil. El ejercicio de la ingeniería civil
empezó a requerir profesionales con conocimientos técnicos y científicos más
avanzados, como los obtenidos en cursos de especialización, maestría y
doctorado. La investigación recibe un fuerte impulso con la fundación del Instituto
de Ingeniería.

El arranque del tercer periodo, de 1982 a 2007, coincide con la crisis financiera de
finales del periodo del Presidente López Portillo que, entre otros efectos

1
importantes, representó el inicio de la etapa de una reducción significativa en el
ritmo de construcción de infraestructura en el país y el inicio, también, del
desmantelamiento de las plantas técnicas de las organizaciones estatales y
paraestatales ligadas a este sector. Este momento es considerado por muchos
como el término de la época dorada de la Ingeniería Civil Mexicana, en la que
todas las obras, incluyendo obras muy complejas y de gran magnitud, fueron
planeadas, diseñadas y construidas por ingenieros mexicanos. En otro orden,
también hubo un cambio profundo en las políticas estatales para la educación
superior, que repercutieron desde luego en la enseñanza de la ingeniería. Y por
último, en estos inicios se popularizaron las computadoras personales y las
tecnologías de la información que impactaron a la educación superior y a todos los
ámbitos de la vida cotidiana de los países desarrollados o en vías de desarrollo.

La reseña de cada periodo inicia con una breve descripción de la situación política,
social y económica del País, la cual es necesaria para analizar las características
tanto del ejercicio profesional como de la enseñanza de la ingeniería civil. Este
apartado se ha denominado “Situación socioeconómica” dentro de cada periodo.
Se continúa con una descripción de las principales características del ejercicio
profesional de la ingeniería civil y de las obras más importantes construidas en el
periodo; los apartados se denominan “Situación de la ingeniería civil”. También se
presenta alguna información sobre las circunstancias prevalecientes en el sistema
de educación superior. Los apartados correspondientes se han denominado
“Situación de la educación superior”. Este último punto adquirió mayor relevancia
en el último periodo, en el que se implantaron numerosas políticas públicas sobre
educación superior por parte del Estado, que han influido en la enseñanza de
todas las carreras.

En los apartados que se refieren a la “Enseñanza de la ingeniería civil”, dentro de


cada periodo, se ha tratado de cubrir los mismos temas, como son las
instituciones que ofrecen la carrera, los planes de estudio, el número y
características de los alumnos, el personal académico, las instalaciones y las
oportunidades de trabajo para los egresados. Desde luego que no todos los temas
tienen siempre la misma relevancia.

2
PERIODO 1924-1957

La situación socioeconómica

Al principio de este periodo ocupa la presidencia de México Plutarco Elías Calles y


el País empieza a recuperarse de la destrucción que dejó la Revolución y de las
luchas internas que le prosiguieron. “México vivía sin duda una época de
transformaciones inusitadas. Su rostro moderno comenzaba a perfilarse. … Al
construirse las obras complementarias para la transformación de la economía
agraria, de los servicios públicos, de la salubridad y la educación, una derrama de
bienes empezó a generar una clase nacional económicamente fuerte fuera y
dentro del poder público”. 1

En el año de 1928 se creó el partido oficial, Partido Nacional Revolucionario, PNR,


precursor del Partido Revolucionario Institucional, PRI, con el objetivo de frenar las
pugnas entre facciones que surgían en todos los procesos electorales. La eficacia
del nuevo partido quedó demostrada en las elecciones del año siguiente en las
que ganó por un margen amplísimo el candidato oficial, Pascual Ortiz Rubio, pese
a la presencia de un candidato opositor de una gran personalidad y prestigio, José
Vasconcelos. El País empezó a recuperar la calma.

México era una nación pequeña. En el censo de 1930 se contaron 16.5 millones
de habitantes. En los primeros años de los cuarenta, se popularizó un anuncio de
una firma cervecera que decía que 20 millones de mexicanos no podían estar
equivocados.

Con el restablecimiento del orden interno, la economía también inició su


recuperación. En el periodo 1925-1929, el crecimiento del Producto Interno Bruto
(PIB) fue de 5.8%, cinco veces más que en el quinquenio anterior 2. La Gran
Depresión de 1929 afectó temporalmente este crecimiento, pero para 1935 ya se
había recuperado nuevamente y a partir de este año tuvo un desarrollo estable
que duró un buen número de años. La población urbana del País empezó a
aumentar porcentualmente mientras que la rural empezaba a disminuir; y el sector
terciario de la economía aumentaba con mayor rapidez.

El 18 de marzo de 1938 el Presidente Lázaro Cárdenas decretó la expropiación de


la industria petrolera después de un conflicto laboral entre una empresa extranjera
y sus trabajadores, que había comenzado dos años antes, y cuando la empresa
se negaba a acatar un fallo judicial favorable a los trabajadores. De un día para
otro, y sin ninguna experiencia, el Gobierno se volvió el administrador de la
industria petrolera, con el apoyo de un pequeño número de técnicos mexicanos,

1
El Colegio de México. “Historia Mínima de México”.1974.
2
Meyer, Lorenzo,”La Institucionalización del Nuevo Régimen” en “Historia General de México,
Versión 2000”, El Colegio de México, p. 835

3
entre los cuales había ingenieros civiles, que reemplazaron a los extranjeros. La
tarea no fue fácil, pues se decretó un boicot a la compra de petróleo mexicano en
los países extranjeros más poderosos y había escasez de equipo y materias
primas que no se producían en México. Sin embargo, la guerra mundial hizo que
la necesidad de petróleo por los países aliados terminara con el boicot. Para
finales de la década de los cuarenta ya se pudo normalizar la producción y el
mercado externo había vuelto a crecer. Desde entonces la exportación de petróleo
ha sido una de las principales fuentes de ingreso del País y una de las industrias
que ocupa a más ingenieros de todas las especialidades.

Aunque la expropiación petrolera, y la Reforma Agraria, fueron los cambios más


espectaculares en la gestión del Presidente Cárdenas, la industria manufacturera
en general tuvo un crecimiento notable. Esta industria había sido protegida
principalmente a través de decretos presidenciales referentes a estímulos fiscales
y tarifas preferenciales desde la época porfirista. La tendencia proteccionista se
formalizó en 1941 cuando se expidió una Ley de Industrias de Transformación que
protegía aún más a la industria nacional de la competencia extranjera. Esta
protección y la demanda externa originada por la Segunda Guerra Mundial
ayudaron a que en el decenio de 1940 a 1950 se duplicara la producción
manufacturera. 3

Al terminar el periodo del Presidente Ávila Camacho, en 1946, México ya


presentaba los rasgos iniciales de una sociedad moderna, urbana e industrial. Se
pudo invertir de manera sostenida más del 12% del PIB, y de esa inversión más
del 40% correspondió al sector público, principalmente en áreas de infraestructura
y producción. Sin embargo, este crecimiento no estuvo exento de problemas. Uno
de ellos fue el de la balanza de pagos que obligó a la primera devaluación de la
época posrevolucionaria; el dólar pasó de una cotización de $4.85, que se había
sostenido durante muchos años, a otra de $6.88 que muy pronto se modificó a
$8.65.

Durante las gestiones de los Presidentes Miguel Alemán Valdés y Adolfo Ruiz
Cortines el País continuó su consolidación económica y la construcción de su
infraestructura. Se construyó la primera autopista de cuota, la México-Cuernavaca,
y la Ciudad Universitaria en la ciudad de México; se apoyó el establecimiento de
nuevas industrias, y la población urbana siguió creciendo. La industria de la
construcción vivió una de sus mejores épocas, pero también se empezaron a
escuchar opiniones en el sentido de que el modelo económico que se estaba
siguiendo, básicamente de sustitución de importaciones, no podría prolongarse
por mucho más tiempo. Una nueva devaluación, en la Semana Santa de 1953,
esta vez a $12.50 por dólar, causó cierta alarma. La población se acercaba a los
30 millones de habitantes.

3
Meyer, Lorenzo,”De la Estabilidad al Cambio” en “Historia General de México, Versión 2000”, El
Colegio de México, p. 885.

4
La situación de la ingeniería civil

Algunas de las obras principales construidas en la gestión de Elías Calles, inicio


del periodo tratado en esta sección, fueron la carretera México-Puebla, la México-
Pachuca, y el inicio de su prolongación hasta Nuevo Laredo, el inicio de la México-
Acapulco y la terminación del ferrocarril del Sudpacífico (Diccionario Enciclopédico
de México). Pero el impulso más importante a la construcción y a la ingeniería civil
consistió en la creación de instituciones que se ocuparon de la planeación, el
diseño y la construcción de las grandes obras requeridas por el País, y la decisión
presidencial de que fueran los ingenieros mexicanos quienes las llevasen a cabo.
Así, en su gestión se establecieron la Comisión Nacional de Irrigación, “para que
procure agua al sediento campo mexicano y produzca los alimentos que el pueblo
necesita”; la Comisión Nacional de Caminos, “que buscará la integración de los
mexicanos con todo lo que esto significa”. Y sentenció: “serán los ingenieros
mexicanos los encargados de proyectar, construir y operar las obras que el pueblo
necesite” (Citado por Martín del Castillo 4). Más adelante, en 1937 se creó la
Comisión Federal de Electricidad, y luego la Comisión Nacional de Irrigación se
transformó en la Secretaría de Recursos Hidráulicos y la Comisión Nacional de
Caminos en la Secretaría de Comunicaciones y Obras Públicas.

Con la creación de estas instituciones, los ingenieros civiles mexicanos se


responsabilizaron del diseño y la construcción de la infraestructura. Anteriormente
estas actividades las llevaban a cabo compañías extranjeras las cuales se fueron
retirando del País. Más adelante, alrededor de 1950, el gobierno empezó a
contratar la construcción de las obras con compañías mexicanas, mientras que el
diseño y la supervisión se siguieron haciendo en oficinas del Gobierno. En esta
época surgieron algunas constructoras que crecieron notablemente y alcanzaron
un desarrollo tecnológico de primer nivel en la construcción de caminos, presas,
puentes, infraestructura hidráulica, etc. Algunos ejemplos son Ingenieros Civiles
Asociados (ICA), fundada en 1947, y la Compañía Constructora Nacional
(COCONAL), fundada en 1950.

Al crearse la Secretaría de Recursos Hidráulicos, en 1946, se dio un paso


importante en la participación de los ingenieros civiles en la planeación de la
infraestructura del País. Se inició la denominada planeación por cuencas, cuyo
logro más importante fue poner cinco millones de hectáreas bajo riego y generar
25 por ciento de la capacidad instalada de energía eléctrica con centrales
hidroeléctricas. Cada cuenca tenía una comisión, siendo las más importantes las
del Río Fuerte, del Río Balsas, del Río Papaloapan y del Río Grijalva (Martín del
Castillo, 2005).

Al final de este periodo, el Gobierno empezó a contratar no sólo la construcción de


obras, sino también el diseño y la construcción. Surgieron así empresas de
consultoría, que no eran exclusivamente de ingeniería civil, pero que tenían un

4
Martín del Castillo, Carlos (2005). “Los ingenieros civiles y la planeación”. En “¿Creceremos sin
ingeniería civl?” C. Martín del Castillo, Coordinador. Universidad Iberoamericana. México.

5
componente muy fuerte de esta disciplina. Algunas de estas empresas alcanzaron
también un alto grado de desarrollo tecnológico y llevaban a cabo proyectos de
gran envergadura como el diseño de plantas industriales de alta complejidad,
puentes importantes, presas, etc. Un ejemplo fue Bufete Industrial que diseñaba y
construía plantas industriales, incluyendo la ingeniería básica y de detalle, y
también realizaba o supervisaba su construcción.

La situación de la educación superior

Aunque la primera universidad en México, la Real y Pontificia Universidad de


México, se fundó en el año de 1551, no fue sino hasta 1910 cuando se estableció
la primera universidad de los tiempos modernos. A iniciativa de Justo Sierra, se
creó la Universidad Nacional de México que se organizó, según su propia
concepción, “… como la cumbre de la educación mexicana para la enseñanza
profesional, grados académicos e investigación. Allí deberían formarse los
mexicanos que condujeran, en los niveles directivos, un conocimiento al servicio
de toda la nación”.

Durante varios años, la Universidad Nacional de México fue la única institución de


nivel superior en el País; pero en 1917 se fundó la Universidad Michoacana de
San Nicolás de Hidalgo, en 1922 la Universidad de Yucatán, en 1923 la
Universidad de San Luis Potosí y en 1925 la Universidad de Guadalajara. Entre
1930 y 1948 se crearon las Universidades de Nuevo León, Puebla, Sonora,
Sinaloa, Guanajuato, Colima y Veracruz. El resto de las universidades públicas del
País surgen después de 1950.

A partir de 1916 se establecieron varias escuelas de educación técnica


dependientes de la Secretaría de Educación Pública, las cuales se unieron para
crear, en 1937, el Instituto Politécnico Nacional. A partir de 1948, se empezaron a
fundar los Institutos Tecnológicos Regionales, de los cuales ya existían ¿¿¿ en
1957.

La Escuela Libre de Derecho, fundada en 1912, fue la primera institución privada


de educación superior. Le siguieron la Universidad Autónoma de Guadalajara, en
1935, y el Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Monterrey y la
Universidad Iberoamericana en 1943.

Un suceso importante en la situación de las universidades, iniciado un poco antes


de este periodo y que continuó durante sus primeros años, fue el otorgamiento de
la autonomía a las universidades públicas. La primera universidad autónoma fue la
Michoacana de San Nicolás de Hidalgo, que se fundó con ese estatuto en 1917. El
Gobernador del Estado era un ingeniero civil que había estudiado en la Escuela
Nacional de Ingenieros, Pascual Ortiz Rubio. La primera idea de Ortiz Rubio era
crear una institución que tuviese como modelo la universidad norteamericana, y la
concibió como una sociedad anónima en la que el gobierno estatal fuese el
principal accionista. Pronto desechó esta idea y pensó en una institución que
fuese laica, pero desligada del gobierno, para que no estuviese sujeta a los

6
vaivenes de la política. Entonces propuso que la institución estuviese encabezada
por una Junta Directiva de Instrucción Pública con tres miembros que serían
designados la primera vez por el Ejecutivo del Estado y que después se renovaría
a sí misma. El Gobierno entregaría a esta Junta los recursos necesarios
incluyendo edificios, laboratorios y bibliotecas. 5 En la discusión del proyecto de
Ortiz Rubio en el Congreso del Estado se le hicieron algunos cambios de forma,
como designar un Consejo Universitario en lugar de la Junta Directiva, con un
mayor número de miembros, y nombrar a un Rector como máxima autoridad.
También se aprobó que la institución tuviese el nombre que conserva hasta la
fecha. Puede verse que la estructura de organización es semejante a la existente
actualmente en muchas universidades.

La Universidad Nacional de México se convirtió en autónoma en 1929, y cambió


su nombre al actual de Universidad Nacional Autónoma de México. Después de
esta fecha, otras universidades fueron obteniendo su autonomía y en este
momento, prácticamente todas las universidades públicas son autónomas por Ley.

Al terminar el periodo correspondiente a esta sección el sistema de educación


superior del País era todavía pequeño. Existían la UNAM y el IPN como
instituciones federales, 26 universidades estatales, unas cuantas universidades
privadas y cinco institutos tecnológicos regionales. El sistema se completaba con
las escuelas normales, y algunas otras instituciones como El Colegio de México,
fundado en 1940. La matrícula en educación superior se estimaba en
aproximadamente 60,000 alumnos.

Enseñanza de la Ingeniería civil

La enseñanza de la ingeniería civil en México tiene sus antecedentes en el


Colegio de Minería, sucesor del Real Seminario de Minas fundado en 1792 y que
funcionaba en el Palacio de Minería. El 2 de diciembre de 1867 el Presidente
Benito Juárez expide la Ley Orgánica de Instrucción Pública en el Distrito Federal
en la que el Colegio de Minería se convierte en la Escuela Nacional de Ingenieros.
El Artículo 12 de esta Ley menciona que en la Escuela se reunirán las ramas de
ingenieros de Minas, Mecánico, Civil, Topógrafo e Hidromensor, y Geógrafo e
Hidrógrafo. Al frente de la escuela quedó el Ing. Blas Balcárcel, quien había sido
varias veces Director del Colegio de Minería. Este año de 1867 es el que se
considera como el de la fundación de la primera escuela de ingeniería en México.

Para 1883 ya se impartían en la Escuela Nacional de Ingenieros las carreras de


Telegrafista, Ensayador y Apartador, Ingeniero Topógrafo e Hidrógrafo, Ingeniero
Industrial, Ingeniero de Caminos, Canales y Puertos, Ingeniero de Minas y
Metalurgista e Ingeniero Geógrafo. El 15 de septiembre de 1897, se designa a la
carrera de Ingeniero de Caminos, Canales y Puertos, nombre usado hasta la fecha

5
Arreola Cortés, Raúl. “Historia de la Universidad Michoacana”, Universidad Michoacana de San
Nicolás de Hidalgo. Morelia, 1984

7
en España, con el nombre de Ingeniería Civil 6.. Cuando se creó la Universidad
Nacional de México, en 1910, la Escuela Nacional de Ingenieros pasó a formar
parte de la Universidad, y siguió funcionando en el Palacio de Minería hasta 1954.
En este año, empezaron a trasladarse los grupos de los primeros años de las
carreras de ingeniería a la nueva Ciudad Universitaria.

Se ha mencionado que la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo fue


la primera universidad pública a la que se concedió la autonomía, en 1917. Al
crearse, se dijo que la enseñanza no sería gratuita, excepto en algunas carreras
que se consideraban de utilidad social y que debían ser establecidas de inmediato,
ya que algunas no existían. Entre éstas estaba la de ingeniería civil. Sin embargo,
aunque se anunció la apertura de la carrera y se le asignó como sede el hermoso
Palacio de Clavijero, no se inscribió ningún alumno, y su apertura tuvo que
posponerse hasta 1930, año en que empezó a funcionar como carrera de
ingeniero topógrafo e hidrógrafo. En 1933 ya se ofreció la carrera como ingeniería
civil.

Algo semejante sucedió en la Universidad de Yucatán. En 1922 el Gobernador


Felipe Carrillo Puerto decretó la fundación de la Universidad Nacional del Sureste
(después Universidad de Yucatán), para apoyar la iniciativa del Ministro de
Educación Pública, José Vasconcelos, de crear universidades en diferentes
regiones del País. Entre esta fecha y 1937, la Facultad de Ingeniería de la
Universidad funcionó en forma un tanto irregular, ofreciendo el título de ingeniero
topógrafo e ingeniero constructor. No es sino hasta 1939 que se empezó a impartir
la carrera de ingeniero civil con nueve alumnos inscritos. A partir de entonces, la
Facultad de Ingeniería funcionó de manera regular hasta la fecha. 7

La carrera de ingeniería civil se cursaba en cinco años en la mayoría de las


escuelas o facultades durante el periodo en cuestión. Los cursos eran anuales y
en casi todas las escuelas estatales se seguía de cerca el plan de estudios de la
Escuela Nacional de Ingenieros de la UNAM. En el anexo 1 se reproduce el Plan
de Estudios del año 1928 de esta escuela 8 (los números que aparecen en las
columnas de primer periodo y segundo periodo corresponden al número de clases
por semana) . Estos planes eran revisados con frecuencia. Versiones similares se
conservan de los correspondientes a 1935 y 1937, con pocos cambios respecto al
de 1928. Llama la atención en estos programas el elevado número de cursos que
integran los planes de estudio. Era común cursar del orden de diez asignaturas
simultáneamente en cada periodo, cada una con dos o tres sesiones semanales.
No se indica el número de horas de clase por semana de cada una, pero
suponiendo que fuesen de una hora, lo cual era frecuente en esa época, la carga
horaria de clases resulta mucho mayor que en la actualidad.

6
Félix Valdés, Rodolfo, 1988. El Palacio de Minería, Utilización del Palacio de Minería.
7
Moreno P., Luis et al. “Facultad de Ingeniería: Remembranzas, Actualidad y Futuro”. Universidad
Autónoma de Yucatán, 1997.
8
Moles Batllevell, Alberto et al. “La Enseñanza de la Ingeniería Mexicana, 1792-1990”. Sociedad
de Exalumnos de la Facultad de Ingeniería de la UNAM. México, 1991. pp 352-355.

8
Ya que eran pocas las escuelas de ingeniería que funcionaban en este periodo,
que algunas de ellas lo hacían con frecuentes interrupciones y que las poblaciones
escolares eran reducidas, gran parte de la matrícula de alumnos de ingeniería civil
en el País se concentraba en las escuelas de la Capital: la Escuela Nacional de
Ingenieros de la UNAM y la Escuela Superior de Ingeniería y Arquitectura del IPN.
Era también frecuente que algunos alumnos iniciasen sus estudios en la escuela
de su estado natal y viniesen después a la ciudad de México a terminarlos. El
mayor prestigio de las instituciones capitalinas y la gran centralización de las
actividades económicas y políticas en esa época, hacía pensar a los jóvenes
estudiantes que encontrarían mejores oportunidades de trabajo si estudiaban, por
lo menos el final de sus carreras, en la UNAM o en el IPN.

Los planes de estudios anuales, casi sin ninguna flexibilidad ni posibilidad de


cursar asignaturas optativas, y el tamaño reducido de los grupos permitía una gran
integración entre los alumnos. El hecho de tener en todos los cursos a los mismos
compañeros, por lo menos durante un año, el que en ciudades pequeñas
continuara la convivencia fuera de las universidades, los viajes de prácticas, que
se consideraban importantes para la formación de los futuros ingenieros, fueron
factores que contribuyeron a constituir fuertes lazos de amistad y camaradería
entre los ingenieros civiles de esa época. Los alumnos se organizaron en
generaciones que en algunos casos continúan reuniéndose periódicamente hasta
la fecha. Se formaron también sociedades de exalumnos que en ocasiones han
apoyado moralmente y económicamente a sus escuelas; destaca en este sentido
la Sociedad de Exalumnos de la Facultad de Ingeniería de la UNAM (SEFI).

El personal académico de tiempo completo era prácticamente inexistente en este


periodo. Los profesores eran ingenieros que ejercían la práctica profesional como
actividad principal y que acudían a impartir una o dos clases a sus escuelas, en
temas vinculados a su ejercicio, más con el ánimo de ayudar a su alma máter y a
la profesión, que con el de obtener ingresos adicionales, ya que los salarios eran
casi simbólicos. Un aspecto positivo de este sistema era que en las clases se
analizaban problemas reales de la ingeniería, con métodos usados en la práctica
en esos momentos.

Los libros de texto escritos por profesores de las escuelas de ingeniería fueron
muy escasos en este periodo. Desde luego que hubo casos excepcionales, entre
los que se pueden mencionar el libro de Introducción al Cálculo Diferencial e
Integral de Javier Barros Sierra y Roberto Vázquez García, el texto de Hidráulica
General de Samuel Trueba Coronel, o los textos de Topografía de Brambila y de
Toscano. Pero en general se estudiaba en traducciones de algunos libros
americanos, y sobre todo, en notas que algunos alumnos tomaban de las
exposiciones de sus profesores, y que después de algún trabajo de edición, se
reproducían en forma limitada con los medios rudimentarios entonces disponibles,
como el mimeógrafo. Algunas de estas ediciones caseras llegaban a las escuelas
de los estados, a través de ingenieros que habían estudiado en la Capital.

9
Las instalaciones de laboratorios para la docencia eran rudimentarias. Un equipo
de los más importantes y llamativos fue una máquina universal de la Escuela
Nacional de Ingenieros. Era de funcionamiento mecánico y operaba en forma
horizontal. Estuvo instalada, hasta mediados de los setenta, en una sala que al
restaurarse el Palacio de Minería se convirtió en la biblioteca histórica.

Al final de este periodo empezaron a aparecer algunos medios de apoyo para las
clases, como el proyector de cuerpos opacos o el de transparencias. El primero
era relativamente fácil de usar, pero resultaba muy difícil distinguir las imágenes
que se proyectaban, especialmente si el salón de clases no estaba en total
oscuridad. El proyector de transparencias requería un trabajo complicado de
preparación previa y de elaboración de las diapositivas en un laboratorio
fotográfico. Por eso sólo se usaba en conferencias especiales y no en las clases
cotidianas. Las presentaciones de los profesores eran casi exclusivamente con gis
y pizarrón. A muchos de los profesores de esa época se les recuerda todavía por
sus dotes oratorias, por la amenidad de sus exposiciones y, en algunos casos, por
su sentido del humor

Al final del periodo, las oportunidades de trabajo para los ingenieros civiles recién
egresados eran relativamente abundantes. No les era difícil encontrar alguna
posición en actividades idóneas a los temas que más les habían interesado en la
escuela o a sus inclinaciones personales. La gran mayoría de estos egresados
provenía de familias de clase media alta o alta, lo cual les facilitaba encontrar
buenos empleos o establecer sus propias empresas. Terminaba así una época
que se podría calificar como romántica en la enseñanza de la ingeniería, añorada
por muchos de aquellos a quienes tocó vivirla.

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PERIODO 1957-1982

Según se mencionó en la Introducción, se ha elegido como punto de arranque de


esta segunda etapa la iniciación formal de estudios de posgrado en Ingeniería Civil
en México, en el año de 1957 en la entonces Escuela Nacional de Ingenieros de la
UNAM, la que, por este paso, se transformó en Facultad de Ingeniería, como
ahora se le conoce.

La creación del posgrado en Ingeniería Civil no puede considerarse como un


hecho aislado, resultante únicamente de la visión de algunos ingenieros que
percibieron esta necesidad cuando muchos los consideraban innecesarios y
propios de otras culturas. Podría afirmarse que el desarrollo amplio de la
Ingeniería Civil que se dio en la primera etapa, con la decisión del gobierno
mexicano de encargar a los profesionales mexicanos el desarrollo de la
infraestructura que el país necesitaba, llegó en estos años a requerir el diseño y la
construcción de obras más complejas y de mayor magnitud. Éstas requerían de
estudios más profundos y, con frecuencia, de investigaciones específicas para
enfrentar problemas cuyas características no se habían presentado antes en
nuestro medio.

De una manera un tanto simplista, pero que intenta señalar le esencia del cambio
ocurrido de una a otra etapa, podría expresarse que las obras de la primera se
realizaron por brillantes ingenieros que, con un claro entendimiento de los
aspectos físicos fundamentales de los problemas a enfrentar, con una gran
intuición de cómo podrían resolverse y, sobre todo, con la confianza en sus
capacidades y la conciencia de que era su deber enfrentarlos, llevaron a cabo
obras cuya calidad convenció a todos de que los ingenieros mexicanos estaban
capacitados para planear y construir las obras que necesitaba el País. Pero las
obras a emprender eran cada vez más numerosas, de mayor tamaño, de mayor
capacidad y, con frecuencia, en condiciones más difíciles. Eso hizo clara la
necesidad de preparar ingenieros con bases científicas y técnicas más robustas y
con un conocimiento actualizado de lo que se realizaba en el mundo en esos días.
Y fue esta conciencia la que justificó la necesidad de establecer estudios de
posgrado en el medio nacional..

Situación socioeconómica

La etapa que aquí se describe comprende el final del sexenio de Adolfo Ruiz
Cortines y los cuatro sexenios correspondientes a Adolfo López Mateos, Gustavo
Díaz Ordaz, Luis Echeverría Álvarez y José López Portillo. Aún en una descripción
breve de la situación del país en esta etapa, conviene hacer una división de la
misma en tres períodos diferentes, debido a que las condiciones socio-
económicas se modificaron en ellos radicalmente. Estos períodos son, el inicial, de
Ruiz Cortines, López Mateos y Díaz Ordaz, llamado con frecuencia del “desarrollo
estabilizador”, el intermedio de Echeverría y los años iniciales de López Portillo, de

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crecimiento del Estado Benefactor, con una dosis muy importante de “populismo”,
y el final, del auge petrolero y la posterior crisis del sistema financiero nacional

En el período inicial, con base en la política de sustitución de importaciones y el


impulso a la industrialización del país, que había sido iniciada por Miguel Alemán y
consolidada por Ruiz Cortines, el crecimiento de la economía se dio con base en
el crecimiento del mercado interno. La política de sustitución de importaciones
proporcionó una clara protección a la industria nacional, mediante los mecanismos
de permisos de importación y altas tarifas aduanales para productos que
compitieran con los fabricados en el país, lo que le permitió crecer
significativamente, generando empleos mejor remunerados e impulsando la
conversión de muchos campesinos en obreros. Esta política fue muy efectiva para
promover la economía del país, lo que se tradujo en un creciente poder adquisitivo
de la población, con incrementos pequeños, pero reales, en los salarios y con la
consiguiente expansión de la clase media. Puede decirse que en este período
hubo un importante crecimiento económico, del orden del 6% anual, con tasas
muy bajas de inflación, lo que dio pié a que en el mundo se hablara “del milagro
mexicano”.

Desde otro punto de vista, se tuvo una relativa paz social, sin estallidos
significativos, a pesar de las huelgas de los ferrocarrileros y de los médicos, hasta
que se presentó el problema estudiantil de 1968. Este último, a pesar de que fue el
detonador inicial de muchas transformaciones posteriores en el país, tuvo, en su
tiempo, un claro carácter local, limitado a la Ciudad de México y con repercusiones
menores en algunas de las universidades públicas del interior. Gran parte de la
población del país no entendió entonces las peticiones de democratización de la
vida política nacional que estaban en el fondo de las demandas presentadas por el
movimiento estudiantil, por lo que la represión del 2 de octubre fue tomada sólo
como un episodio lamentable. Muestra de ello es el éxito público con el que se
celebraron, tan sólo dos semanas después, los Juegos Olímpicos de 1968,
señalados en esos tiempos como los mejores que se habían celebrado y en los
que la participación de los espectadores y de la población en general había sido la
más entusiasta.

El segundo período, de 1970 a 1978, fue uno de crecimiento significativo del rol
del Estado en la economía del país, como consecuencia del agotamiento del
modelo proteccionista anterior. La industria nacional, protegida, se había tornado
demasiado ineficiente y con muy pocos incentivos para la innovación y el
desarrollo tecnológico, por lo que sus precios eran muy superiores a los de
productos similares, y aún mejores, del extranjero. Por ello la posibilidad de
crecimiento apoyado en el mercado externo era nula. En vista de esta situación,
Luis Echeverría tomó la decisión de que el Estado debía ser el motor del
desarrollo, con el gasto público como el detonador de un crecimiento en la
economía. En base a esta política, el Gobierno impulsó el desarrollo de industrias,
como la siderúrgica con SICARSA y tomó a su cargo gran número de empresas,
de distinta índole, en proceso de quiebra, para evitar su cierre y proteger el
empleo de sus trabajadores. Así, el gobierno federal fue dueño desde cadenas

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hoteleras hasta fábricas de bicicletas, manejando empresas en prácticamente
todos los rubros de la actividad económica.

El gasto del Estado fue financiado en buena parte con préstamos del exterior -la
deuda pública externa creció significativamente en este período, de 4593 millones
de dólares en 1971 a 19600 millones en 1976- y con la aceptación de una inflación
muy superior a la existente en el período anterior, en el que los precios se
mantuvieron prácticamente estables. La inflación se salió de control y la situación
hizo crisis en 1976, con la devaluación ocurrida en la Semana Santa de dicho año,
en la que el peso se devaluó de 12.50 pesos por dólar, cambio establecido desde
1953, hasta 22 o 23 pesos por dólar hacia el fin de ese año.

El País vivió un período de aparente bonanza, sin una plena conciencia de que se
estaba hipotecando el futuro, con un gasto social excesivo y desordenado, sin
disciplina financiera, lo que no propició la creación de bases sólidas para un
desarrollo firme posterior. La bonanza aparente y la participación del Estado en el
rescate de empresas en quiebra contribuyeron a mantener la paz social, aún
cuando el problema del 68, reforzado por otro acto de represión disfrazada,
ocurrido el Jueves de Corpus de 1971, contribuyeron a fomentar la aparición de
grupos de guerrilleros y de secuestradores por motivos políticos.

La crisis que había aflorado al término del sexenio de Luis Echeverría fue detenida
súbitamente por el descubrimiento de nuevas y muy abundantes reservas
petroleras en el Sureste del país, las que, aunadas a precios crecientes del crudo
como consecuencia de medidas adoptadas por la OPEP, trajeron una etapa de
abundancia en el país, con expectativas de un fuerte crecimiento en los años
siguientes. Una muestra clara del optimismo reinante en ese tiempo se tiene en
las frecuentes expresiones de López Portillo en distintos foros, uno de ellos el
propio Colegio de Ingenieros Civiles de México, de que la situación de los
mexicanos había cambiado, radicalmente, para bien: de estar acostumbrados a
tratar siempre de paliar nuestras carencias teníamos que aprender ahora a
administrar la abundancia. Ya no pensar más en proyectos pequeños para
resolver problemas urgentes o inmediatos, sino pensar en grande para sentar las
bases de un México de primer mundo.

Con la abundancia de reservas petroleras fue muy fácil conseguir préstamos del
extranjero para financiar nuevos proyectos, tanto de expansión de PEMEX como
para otros sectores. Y como se buscaba borrar de la mente de los inversionistas el
recuerdo de la devaluación de Echeverría, se aceptaron inversiones en el sistema
bancario nacional en dólares, a ser pagadas con posterioridad también en esa
moneda.

Una muestra del tipo de proyectos que entonces se impulsaron fue el del
gasoducto del Golfo, de Cactus a Reynosa, diseñado para exportar el gas
asociado a la explotación petrolera de la cuenca de Tabasco y Chiapas hasta la
frontera con los Estados Unidos. La premura para desarrollar este proyecto hizo
que el tubo del gasoducto, de un diámetro mucho mayor que los producidos

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entonces en México, fuese importado, con base en uno de los múltiples préstamos
que se aceptaron en ese tiempo. Curiosamente, o más bien, penosamente, el
gasoducto acabó siendo utilizado posteriormente para importar gas de los
campos de Texas para abastecer a la industria nacional que, por presiones del
gobierno federal, había cambiado de quemar combustóleo (combustible nacional)
para usar gas natural (presumiblemente más limpio y más eficiente, pero que tuvo
que ser importado).

La abundancia no duró mucho y llegó el tiempo para empezar a pagar los


préstamos adquiridos. En los últimos meses del periodo de José López Portillo
como Presidente de México la situación económica del País se deterioró
notablemente. La deuda externa había crecido de manera exorbitante llegando a
alcanzar la cifra de 86,000 millones de dólares en el mes de julio, cuando se
efectuaron las elecciones presidenciales y se eligió a Miguel de la Madrid Hurtado.
La inminencia de una devaluación de la moneda impulsó la salida de capitales
hacia el extranjero, ya que los ahorradores veían el peligro de que su dinero se
esfumase o que por lo menos se redujese drásticamente en su poder adquisitivo.
Los problemas económicos del País fueron sin duda el rasgo característico del
final de este periodo.

El primero de septiembre de 1982, López Portillo presentó su último informe de


gobierno y anunció medidas drásticas que polarizaron a la sociedad. Las de mayor
impacto fueron la nacionalización de la banca y el establecimiento de limitaciones
a la convertibilidad de dólares a pesos y a la compra de divisas extranjeras. En su
informe de gobierno, el Presidente acusó a los bancos de alentar a sus clientes a
sacar sus ahorros del País y llevarlos a otros países, especialmente a Estados
Unidos. Para que esto no siguiese sucediendo, decretó que la banca pasase a ser
administrada por el Gobierno. Por otra parte, mucha gente tenía cuentas en
dólares en los bancos mexicanos, lo cual estaba permitido legalmente, eran los
llamados mexdólares. López Portillo anunció la libre flotación de la moneda que
pasó de $48 por dólar a $ 70 por dólar, valor que rápidamente subió a $100 y
hasta $110 por dólar. Pero los mexdólares no se pagarían a este tipo de cotización
sino a $ 70 por dólar, o sea, a un valor de cambio intermedio entre el nuevo y el
anterior. Hubo muchas manifestaciones de apoyo al Presidente por estas
medidas, pero también fuertes expresiones de rechazo de quienes consideraron
injusto culpar a los bancos y afectar a la gente que había ahorrado en dólares
previendo precisamente una devaluación.

Un aspecto importante, que influyó en forma notable en la generación de buena


parte de los problemas sociales que ha enfrentado el país desde esos tiempos, es
el de las altas tasas de crecimiento demográfico que se tuvieron en toda esta
etapa. La tasa media anual en la década de los sesentas fue de 3.4%, una de las
más elevadas en el mundo y el país pasó de una población total de 35 millones en
1960 a 67 millones en 1980, tan sólo en 20 años.

Por otra parte, debe señalarse que la mayor parte de ese crecimiento explosivo se
dio en el medio urbano y que el ritmo de crecimiento de la población en las

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grandes ciudades llegó a ser de 5%, en tanto que en el campo, a pesar del
crecimiento de la tasa demográfica la población permaneció relativamente
constante.

Situación de la ingeniería civil

Es conveniente analizar la situación de la ingeniería civil mexicana en los tres


períodos en que se ha dividido esta etapa en el inciso anterior.

El primero puede decirse que fue el del crecimiento más firme, tanto de la
ingeniería civil del País como de la industria de la construcción. El crecimiento
ordenado del País, con estabilidad de precios y con el impulso al mercado interno,
demandó la construcción de infraestructura para atender las crecientes
necesidades de una sociedad en crecimiento. Fue la época en la que las
Secretarías de Comunicaciones y Obras Públicas, de Recursos Hidráulicos, la
Comisión Federal de Electricidad y Petróleos Mexicanos llevaron a cabo obras de
mayor magnitud y complejidad que las construidas en épocas anteriores. Estas
dependencias contaban con cuerpos técnicos de primera línea, con experiencia
creciente por la permanencia en ellas de sus principales grupos de trabajo,
quienes llevaban a cabo el diseño y la supervisión de las obras proyectadas, en
tanto que la construcción quedaba a cargo de empresas constructoras nacionales,
organizadas por ingenieros civiles mexicanos.

Una característica importante de toda la etapa fue la de que las obras mayores se
otorgaban por concursos de invitación a empresas que, por sus recursos
financieros, su personal técnico y su experiencia en ese tipo de obra, podían
garantizar un trabajo satisfactorio en tiempo y costo. Al mismo tiempo, para obras
menores o de menor complejidad, se daba la oportunidad a nuevas empresas, que
así iban adquiriendo experiencia para ser invitadas en obras mayores, Aún cuando
el esquema puede ser tildado de uno que favoreció a ciertas empresas, la
experiencia general fue de que se realizaron obras importantes, con calidad
comparable a la de obras similares en el extranjero y a precios razonables.

De esa época son las construcciones de obras muy importantes, como el metro de
la Ciudad de México, la primera etapa del drenaje profundo, las carreteras de
cuota a Puebla y Querétaro, las presas de Malpaso, la Angostura, Chicoasén y
Peñitas, los puentes Antonio Dovalí Jaime (Coatzacoalcos II) y Tampico, la Central
Nucleoeléctrica de Laguna Verde, un número muy importante de aeropuertos en
todo el país, muchos de ellos con carácter internacional y un sin número de obras
de infraestructura que han sido fundamentales para el desarrollo posterior del
país.

En el período del Estado Benefactor se continuó la inversión en obras de


infraestructura, aún cuando, siguiendo la política equivocada de no continuar lo
realizado por el gobierno anterior para impulsar nuevas obras u obras de otro tipo,
algunas obras importantes, como el citado metro de la ciudad de México, ya no se
continuaron. La ingeniería civil mexicana siguió colaborando en forma primordial

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en este período, aún cuando empezó a tener problemas con el financiamiento en
moneda extranjera. PEMEX inició un período de gran inversión, con lo que en
1974 alcanzó la autosuficiencia en hidrocarburos.

El auge petrolero generó una explosión de trabajo en infraestructura, en gran


medida asociado al crecimiento de la industria petrolera nacional, por lo que se
“petrolizó” la economía nacional, por su gran dependencia de este sector. El auge
fue tal y el optimismo por un crecimiento acelerado del país fue tan grande que se
empezó a cuestionar si el sistema educativo del país podría preparar los números
de ingenieros que se estimaba serían requeridos en los próximos años.

Situación de la educación superior

Puede decirse que ésta fue la etapa de expansión más importante del sistema de
educación superior que ha tenido el país. No solamente la matrícula creció
aceleradamente, sino que el número de instituciones de este nivel aumentó
significativamente, creándose muchas de ellas en estados que hasta entonces no
tenían ninguna institución de este tipo. Más significativo aún que el simple
incremento en la matrícula, que sería esperado por el incremento en la población,
fue que el porcentaje de jóvenes que tuvieron acceso a la educación superior en
relación con toda la población en edad de hacerlo - que comúnmente se considera
como aquella entre 20 y 24años de edad -se fue incrementando, a pesar de la
explosión demográfica ocurrida en esos tiempos.

Este fue un logro notable, ya que permitió y estimuló el ingreso a la educación


superior de jóvenes provenientes de grupos sociales que hasta entonces ni
siquiera contemplaban cursar una carrera de tipo profesional. La educación
superior se convirtió en un verdadero instrumento de movilidad social. Esto no fue
solamente un elemento de equidad social, lo que en sí mismo justificaba la nueva
política, sino que sirvió para llevar a las instituciones de educación superior los
problemas y las preocupaciones de grandes segmentos de la población que, hasta
entonces, eran tan sólo “conocidos de lejos” por sus integrantes. La presencia de
jóvenes con estos orígenes trajo al frente muchos de los problemas que
enfrentaban en su vida diaria.

El crecimiento en el número de instituciones de educación superior y su dispersión


por todo el país hizo clara la conveniencia de asociarse para dialogar entre sí y
conocer cómo atendía cada una problemas que eran comunes,.para colaborar en
programas académicos, para establecer normas mínimas comunes para todo el
sistema (buscando con ello garantizar que los egresados de una misma carrera de
distintas instituciones tuviesen una preparación equivalente) y para plantear al
Estado, en forma conjunta, problemas comunes, entre ellos, el del financiamiento.
Surgió así la Asociación Nacional de Universidades e Institutos de Enseñanza
Superior, la ANUIES, que fue un instrumento muy importante para lograr una
cierta coordinación entre ellas y para impulsar el desarrollo de acciones de
mejoramiento de la educación superior. Pero tal vez su papel más importante fue

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el de servir de interlocutor de las instituciones de educación superior con el
Estado.

En forma similar, se fueron generando asociaciones de escuelas y facultades


ligadas a una cierta disciplina, como las de Medicina, de Contaduría y, en el caso
de la Ingeniería, la ANFEI, la Asociación Nacional de Facultades y Escuelas de
Ingeniería, la que surgió de una Conferencia Nacional organizada por el Ingeniero
Javier Barros Sierra, en ese tiempo Director de la Facultad de Ingeniería de la
UNAM. Esta organización ha jugado un papel importante en el desarrollo de la
educación en ingeniería, sobre todo al servir de foro donde se expone y comenta
lo que cada una realiza o propone para mejorar sus servicios académicos.

El objetivo primordial del Estado en el periodo fue el de incrementar la matrícula,


haciendo posible el acceso a la educación superior a jóvenes de regiones del país,
o de clases socio-económicas desfavorecidas, que hasta entonces no habían
tenido esta oportunidad. Sin embargo, no hubo una preocupación específica por
mantener, o aún incrementar, la calidad de estos servicios educativos. De alguna
manera, no se consideraba que éste era un problema a atender en ese tiempo.

En esta etapa se iniciaron los estudios de posgrado en el país en varias


disciplinas, sobre todo en aquellas ligadas a las Ciencias Naturales, a las
Ingenierías y a la Medicina. Estos programas se establecieron con la participación
muy importante de profesionales que habían cursado estudios similares en el
extranjero y que, en esos tiempos, regresaban casi todos a México.
Simultáneamente se inició la etapa de investigación científica y tecnológica en el
país para atender los problemas de creciente complejidad que se estaban
presentando y los que se estimaba se presentarían en el futuro.

Para impulsar ambas actividades en forma directa, Luis Echeverría creó el


CONACYT, el Consejo Nacional para la Ciencia y la Tecnología, el que, a través
de programas muy amplios de becas para cursar estudios de posgrado en el
extranjero y en el país y de fondos específicos para apoyar investigaciones
avaladas por comités de académicos del área respectiva, ha sido un instrumento
fundamental para el impulso de estas actividades. Puede afirmarse que, gracias al
CONACYT y a los programas en él establecidos, la actividad de investigación se
volvió una actividad profesional reconocida, no solamente desde el punto de vista
académico sino también del relacionado con la remuneración económica.

Otros aspectos relacionados con el desarrollo de la educación superior se


presentan más adelante, al analizar aspectos específicos de la evolución de la
enseñanza de la ingeniería civil en este período.

Enseñanza de la ingeniería civil

Vale la pena señalar que en esta parte del trabajo se hace referencia especial a lo
sucedido en las instituciones educativas del área metropolitana de la Ciudad de
México. Primero, por que los autores han estado más familiarizados con ellas y

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segundo, y más importante, porque en el período que se reseña la UNAM y el IPN
eran las instituciones modelo, de las cuales las demás instituciones del País
tomaban los aspectos fundamentales para establecer sus propios modelos
educativos, por lo que lo sucedido en ellas es indicativo de lo ocurrido en todo el
sistema nacional de educación superior.

En lo que se refiere al aspecto formal, se puede señalar que en este período se


inició el cambio de un modelo único, rígido, con un gran número de asignaturas
anuales con carácter obligatorio y un número mínimo de asignaturas optativas, en
programas de cinco años de duración (con la elaboración posterior de una tesis
profesional) a otro modelo, mucho más flexible, basado en alcanzar un cierto
número de créditos académicos, con un núcleo importante de asignaturas
obligatorias pero con un número creciente de asignaturas de carácter optativo,
cursadas en periodos lectivos más cortos, generalmente de dos semestres por
año (aun cuando varias instituciones operaban con períodos trimestrales y
cuatrimestrales) y que, en varios programas, estaban diseñados para poder
cursarse en 4 años (aún cuando, por razones de política universitaria, se seguían
presentando formalmente como de 5 años) y sin la elaboración de una tesis
formal.

Una de las transformaciones más importantes ocurridas en el período reseñado


fue el inicio de un cambio de enfoque en el proceso educativo. Puede decirse que
originalmente éste estaba basado, fundamentalmente, en “la enseñanza”, en la
que el profesor era el actor principal y en la que el alumno, con una actitud un
tanto pasiva, recibía los conocimientos necesarios a través de las clases. En los
años setentas se empezó a hacer énfasis en que el alumno debía ser un agente
activo en su propia formación, que el proceso debiera ser uno de “enseñanza-
aprendizaje” y que el alumno debía entrenarse en el estudio individual, por su
cuenta, con el auxilio oportuno del profesor, pero con una mayor responsabilidad
de su parte en el proceso. Esta modificación se reflejó en una disminución
significativa de las horas de clase semanales que el alumno debía atender frente a
un profesor, a cambio de la exigencia de un mayor número de horas de trabajo
individual del estudiante. Esta política tuvo su expresión más visible con la
adopción generalizada de un sistema de créditos académicos, donde el valor en
créditos de una asignatura tomaba en cuenta, en adición al tiempo de clase, el
tiempo que un estudiante “normal” debía dedicar, en forma individual, para cursar
satisfactoriamente dicha asignatura. De ahí la adopción de la regla general de que
una hora de clase teórica por semana valía dos créditos, en tanto que una horas
de laboratorio o taller solamente uno.

Varias modificaciones importantes ocurrieron en el contenido de los planes de


estudio. Al inicio de la etapa aquí considerada el plan de estudios contenía
exclusivamente asignaturas relacionadas directamente con el trabajo profesional
que debía realizar el egresado, cimentadas en cursos básicos de matemáticas y
física. Pero hacia el fin de la misma se hacía hincapié en que el ingeniero debía
tener también una preparación en aspectos sociales, que le permitieran entender
de una manera integral los problemas que debía resolver. Así, se fueron

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introduciendo asignaturas de ciencias sociales y de humanidades que ahora se
consideran parte esencial de la formación de un ingeniero civil. No es ocioso
señalar que la introducción de este tipo de asignaturas tuvo la oposición de
muchos y distinguidos profesionales, quienes opinaban que estos cursos debían
impartirse en el bachillerato y que en el nivel profesional la atención debiera
concentrarse en cursos ligados directamente a la actividad profesional, dada la
gran amplitud de sus campos de acción.

Sería tedioso reseñar los cambios puntuales que se fueron dando en los planes
de estudio pero sí es posible señalar algunas otras transformaciones importantes
en el enfoque de los mismos. Antes de este período se estimaba que el ingeniero
debía recibir en las aulas las bases del conocimiento correspondientes a todas las
posibles actividades que como profesional podría enfrentar en su vida activa. No
se contemplaba la necesidad de recibir preparación formal adicional, sino que la
práctica y el contacto con ingenieros de mayor experiencia darían las armas
adicionales que fueran requiriéndose. Ello hacía que en los últimos años del plan
se cubriera de una manera muy amplia, y frecuentemente superficial, un gran
número de cursos sobre áreas específicas: estructuras, caminos, presas y
canales, ingeniería sanitaria, puentes, ferrocarriles, pavimentos, etc.

En el transcurso de esta etapa se fue afirmando la idea de que los estudios de


licenciatura deben enfocarse a proporcionar los conocimientos básicos sobre los
que se pueden cimentar los aspectos específicos de las distintas áreas de trabajo
y los avances que la tecnología va proporcionando a la profesión. Se impulsó la
idea de que el estudio debía ser una actividad permanente del profesional, so
pena de volverse obsoleto en un tiempo muy corto. Esto generó la introducción de
cursos adicionales de matemáticas, como álgebra lineal, ecuaciones diferenciales
y probabilidades y estadística.

Este cambio de paradigma, a uno en el que la educación del profesional debía


tener un carácter permanente, fue apoyado con la creación de los estudios de
posgrado, de maestría y doctorado en áreas específicas de la ingeniería civil, pero
también de cursos de especialización para actividades especiales de interés en el
país, como los patrocinados por las secretarías de Obras Públicas y de Recursos
Hidráulicos en la Facultad de Ingeniería de la UNAM y con la creación en dicha
Facultad de los cursos de Educación Continua en 1970. Estos cursos, de corta
duración y orientados a los profesionales en ejercicio, ayudaron en la preparación
rápida de ingenieros ya formados, en los aspectos específicos de un nuevo campo
de trabajo o en la introducción de avances en determinado campo que los
profesionales en el mismo debían conocer y utilizar. Es conveniente subrayar este
cambio de paradigma. De pensar que la licenciatura debía otorgar todas las bases
necesarias para la actividad profesional del ingeniero durante toda su vida útil se
fue pasando a la consideración de que esta etapa de la licenciatura, de carácter
fundamental, debía ser una en la que, además de aprender los conocimientos
básicos se adquiriera la conciencia de que el proceso de aprendizaje no termina al
egresar de las aulas, sino que debe continuarse, en forma personal y con el auxilio

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de cursillos formales cuando esto fuera posible, durante toda la vida profesional
del ingeniero.

Otro aspecto de cambio, que no ha terminado aún y que, con los avances
enormes de la tecnología de la información, se está todavía procesando, es el
generado con la aparición de las computadoras como herramientas de uso común
para la solución de gran número de problemas. Cabe señalar que aún cuando
ahora estos equipos son de uso diario y personal, hasta el fin del período aquí
analizado su uso estaba prácticamente restringido a las grandes organizaciones o
empresas y los usuarios dependían, en su número y forma de operación, de las
características de los centros de cómputo. Sin embargo, en esta etapa y con el
impulso de quienes tuvieron la visión de que esta herramienta transformaría la
actividad profesional en forma importante, se empezaron a introducir tanto
asignaturas de programación como el uso de las computadoras en la solución de
distinto tipo de problemas, muchos de ellos asociados a la solución de ecuaciones
simultáneas con gran número de variables.

El modelo de estudios de posgrado que se mencionó en la introducción de esta


etapa se adoptó esencialmente del modelo americano, el cual ha estado basado
desde hace mucho tiempo en el concepto del “profesor de tiempo completo”,
dedicado simultáneamente a labores académicas de docencia e investigación.

La inclusión del profesorado de carrera, que se inició en México en los estudios de


posgrado, poco a poco fue permeando a los estudios de licenciatura, los que de
manera creciente fueron sustituyendo al profesor de horas, que tenía una actividad
profesional primordial y para quien la actividad académica era de índole
complementaria, por el “académico” cuya actividad profesional se realiza en la
propia institución educativa.

Esta transformación del profesorado se originó también por la construcción de


instalaciones educativas, como Ciudad Universitaria y Zacatenco, alejadas del
centro de las ciudades y, por tanto, de los sitios donde se realizaba la actividad
profesional de la disciplina. Esta política fue reforzada con la creación de la UAM,
cuyos tres campi originales fueron construidos alejados también de las zonas de
mayor actividad económica.

Ese alejamiento, y los problemas de tiempo de acceso a dichas instalaciones,


generados por la distancia y el tráfico creciente consecuentes, alejaron a muchos
profesionales de las actividades docentes y forzaron su sustitución por profesores
de carrera, de tiempo completo o, al menos, de medio tiempo. De hecho, una de
las instituciones de educación superior creadas por el gobierno federal en la última
década de esta etapa, la Universidad Autónoma Metropolitana, basa su operación,
desde su inicio, en un muy alto porcentaje de profesores de tiempo completo
(alrededor del 80% en las ingenierías).

Este proceso de cambio del “profesor de horas”, asociado a la impartición de una


asignatura específica, presumiblemente ligada en forma directa a su actividad

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profesional fuera de las aulas, por un profesor de carrera, ligado a un campo de
trabajo académico determinado, ha sido gradual, con diversos grados de avance
en las distintas instituciones, dependiendo de sus condiciones específicas y de sus
tradiciones. Puede decirse que al inicio de esta etapa, cuando se iniciaron los
estudios de posgrado, el número de doctores en ingeniería civil en el País no
llegaba a una decena y su participación en la licenciatura era mínima. Pero esta
situación fue cambiando poco a poco. El creciente número de maestros y doctores
preparados en las instituciones nacionales y, en forma muy importante, en el
extranjero, se fue incorporando también en el nivel de licenciatura, parte como
resultado de políticas institucionales que veían éste como un mecanismo efectivo
de modernización de la enseñanza en ese nivel, como por el propio interés de los
profesores, que consideraban que este era el mejor camino para detectar
estudiantes brillantes para estimularlos a cursar estudios de posgrado.

Esta transformación fue, sin embargo, muy lenta en el período reseñado, en parte
por la gran diferencia en el número de alumnos en los dos niveles: muy grande en
el nivel de licenciatura y relativamente pequeño en el de posgrado, por lo que no
había el número suficiente de ingenieros con grados académicos superiores
disponibles para enseñar en licenciatura, de manera que se generara un cambio
en su composición significativo. Aún cuando es innegable que tuvieron un impacto
cualitativo muy importante.

Dos aspectos importantes deben analizarse en relación con los alumnos. El


primero tiene que ver con un incremento muy importante en la matrícula de
estudiantes en educación superior, coincidente con el aumento significativo de
instituciones de educación superior en todo el país y el segundo, como
consecuencia del primero, un cambio significativo en algunas de las
características de los estudiantes.

En los primeros años de este período, entre 1957 y 1970, el crecimiento de la


matrícula acompañó al crecimiento de la población del país, pero sin incrementar
significativamente el porcentaje de jóvenes de 18 a 24 años que cursaban este
tipo de estudios. Éstos estaban concentrados en instituciones localizadas en las
grandes ciudades del país, las que en algunos casos tenían formalmente el
carácter de instituciones nacionales, como la UNAM y el IPN y en otras que, sin
serlo formalmente, actuaban como verdaderas instituciones regionales, como las
universidades de Guadalajara , Nuevo León y Puebla.

A partir de 1970, el Gobierno Federal impulsó la creación de universidades


públicas en todos los estados del país, frecuentemente mediante la transformación
de institutos científicos y literarios ya existentes, que ofrecían solamente estudios
a nivel bachillerato, en instituciones que añadían a sus trabajos anteriores estudios
de licenciatura, convirtiéndose en universidades. Simultáneamente, el sistema
existente en la SEP de Institutos Tecnológicos Regionales se amplió
significativamente, estableciendo al menos un instituto en cada una de las
entidades federativas y, en varios estados, creando un instituto tecnológico en las
ciudades más importantes del estado.

21
Con la idea de que el desarrollo del país requería de un impulso importante en su
planta productiva y, por consecuencia, en la infraestructura básica para el
desarrollo, se crearon carreras de ingeniería en prácticamente todos los estados
del país. Y como, por una parte, la construcción de infraestructura es el primer
paso para el desarrollo y como, por otra, la ingeniería civil era la profesión de
ingeniería con mayor grado de desarrollo, fue natural la proliferación de programas
de licenciatura en esta disciplina.

Esta política oficial tuvo muchos aspectos positivos; el principal la


descentralización de la educación superior. No sólo se amplió efectivamente la
posibilidad de cursar este tipo de estudios, al no estar limitado su acceso
únicamente a quienes podían resolver el problema de trasladarse a una ciudad
importante para cursarlos, sino que también se promovió el arraigo en su estado
de quienes cursaban estos estudios. Anteriormente, muchos de quienes se
trasladaban a otra entidad para estudiar una carrera permanecían en ella al
término de sus estudios, ya que sus posibilidades de empleo ahí eran mucho
mejores que en su lugar de origen. Esto ocasionaba una migración permanente de
los mejores recursos humanos de los estados hacia las grandes ciudades.

Pero este crecimiento acelerado no estuvo exento de problemas. El principal fue,


seguramente, el de la improvisación: de instituciones, de programas, de
profesores, de instalaciones, etc. Esta improvisación fue el origen de un problema
que, hasta la fecha, sigue afectando a muchas instituciones: el de la baja calidad
académica. No fue sino hasta hace como 20 años que el problema de mejorar la
calidad de las instituciones de educación superior y sus productos (egresados y
titulados, trabajos de investigación y de difusión, etc) se empezó a atender en
forma seria y sistemática.

En la primera parte de esta etapa, la del “desarrollo estabilizador,” basada en la


premisa de sustitución de importaciones, se fue modificando la composición de la
matrícula de las carreras de ingeniería, disminuyendo porcentualmente la de
ingeniería civil, que hasta entonces era la más importante, e incrementándose
significativamente la de ingeniería mecánica y eléctrica. Esto es congruente con lo
ocurrido en otros países al entrar en la etapa de plena industrialización.

En la segunda parte del período, la de la expansión del Estado en la economía del


país, ocurrió la gran expansión del sistema educativo que ya se ha mencionado. Y
en la tercera, la del auge petrolero, en la que se llegó a plantear el problema de
“cómo administrar la riqueza”, la demanda de ingenieros civiles llegó a tales
extremos que muchas empresas empezaron a contratar a los alumnos cuando aún
estaban en las aulas cursando los últimos semestres de su licenciatura, tanto para
emplearlos en los trabajos ya contratados como para asegurarse de que tendrían
personal técnico con preparación básica cuando la expansión económica prevista
se presentara. Estadísticas de esos años muestran una disminución significativa
en el número de egresados y titulados, como resultado de su incorporación previa
al sector productivo

22
Vale la pena recordar que en ese tiempo se elaboró un estudio para determinar si
las escuelas de ingeniería tenían la capacidad para preparar el número de
ingenieros que se requerirían para el crecimiento económico que se avisoraba. El
estudio, basado fundamentalmente en las inversiones que se estimaba se tendrían
en los distintos sectores de la actividad económica del país, asociado a una
estimación del número de ingenieros requeridos por cada millón de dólares de
inversión en cada sector, daba números muy superiores a los que se estimaba
podría preparar el sector educativo, por lo que concluía que no sería posible
hacerlo con las condiciones existentes en ese tiempo. Curiosamente, hoy en día
se plantea, nuevamente, la falta de capacidad de la Ingeniería Civil nacional para
enfrentar el reto de construcción de infraestructura que hoy se presenta,
señalando que no existen ni las empresas ni los ingenieros requeridos para
hacerlo. Ojalá la solución ahora sea diferente a la de esos años: una crisis
financiera que detuvo el crecimiento del país por décadas y eliminó el problema.

La gran ampliación de la matrícula ocurrida en el período inició un cambio


importante en las características de quienes ahora ingresaban a estudios
superiores. No es una exageración mencionar que, al inicio del período, la
matrícula en educación superior estaba constituida mayoritariamente por jóvenes
de las clases alta y media alta del país, hijos de padres que habían alcanzado
niveles de estudio equivalentes al bachillerato. Al término del período, había ya en
educación superior porcentajes importantes de hijos de obreros y de miembros de
la clase media baja, cuyos padres, si acaso, habían terminado la primaria.

Este cambio en el nivel socioeconómico de muchos estudiantes de educación


superior introdujo en el sistema a estudiantes con características diferentes a las
de los anteriores: sin hábitos de estudio, con mayores deficiencias en sus estudios
previos, sin posibilidades reales de trabajo académico en casa, frecuentemente
con necesidad de contribuir al sustento familiar, sin el bagaje cultural que se
esperaba de ellos, etc. Desafortunadamente, este cambio coincidió con el ya
mencionado en el inciso relativo a Planes de Estudio, en el que se buscó reducir el
número excesivo de horas semanales que se requería que el alumno estuviese
frente a un profesor para buscar que trabajara académicamente en forma
personal en mayor medida. De esta manera, estudiantes que requerían de una
mayor atención por parte de sus profesores se incorporaron a un sistema que
buscaba reducir dichas horas de contacto, a cambio de incrementar el trabajo
individual del alumno, condición para la que los nuevos estudiantes no estaban
preparados. Puede afirmarse que las instituciones no fueron conscientes de esta
transformación y que, por lo tanto, no instrumentaron acciones para subsanar las
deficiencias o remediar las carencias, sino que siguieron utilizando los mismos
medios y mecanismos tradicionales.

En el aspecto de instalaciones y laboratorios puede mencionarse que la


transformación fue muy importante en el período que aquí se analiza. En los
primeros años, en los que la docencia era la función primordial de las escuelas de
ingeniería, las instalaciones eran simplemente edificios con salones grandes

23
adaptados como aulas, con patios interiores o exteriores utilizados como campos
de juego, con bibliotecas mínimas -en las que la norma era una gran restricción en
el préstamo de libros con el fin de asegurar el inventario- y con escasos
laboratorios. Era común tan sólo el equipo para realizar prácticas de topografía,
una máquina de ensaye para pruebas en tensión y compresión y poco más.

La construcción de Ciudad Universitaria primero y de Zacatenco posteriormente,


modificaron radicalmente esta situación, al construirse instalaciones
específicamente diseñadas para albergar las distintas actividades académicas de
una institución de educación superior y en las que los laboratorios fueron tomados
muy en cuenta. Se crearon espacios adecuados para bibliotecas y se empezó a
impulsar su uso cotidiano por los alumnos. En el caso de los laboratorios, sin
embargo, con frecuencia los espacios existían pero los equipos, por su costo y por
la escasa tradición de su uso real en nuestro medio, no eran tan abundantes. El
laboratorio tenía como función esencial ilustrar los fenómenos que se
mencionaban en las clases teóricas y, cuando mucho, iniciar a los alumnos en las
técnicas de medición más elementales. Las prácticas de laboratorio de los cursos
respectivos estaban claramente definidas y eran las mismas, grupo por grupo y
semestre por semestre.

El inicio de actividades de investigación en Ingeniería Civil de manera formal y el


establecimiento de programas de posgrado fuertemente conectados con ella, que
ocurrieron al final de los años cincuentas con la creación del Instituto de Ingeniería
y de la División de Estudios de Posgrado en la UNAM, empezaron a modificar esta
situación, al utilizar los laboratorios para estudiar problemas reales, ya sea
directamente o a través de modelos. Un aspecto relevante de esta nueva situación
fue la incorporación de estudiantes de licenciatura como ayudantes en estas
tareas, lo que generó que un buen número de ellos decidieran cursar estudios de
posgrado. Y, al término de dichos estudios, muchos se incorporaron como
profesores en la UNAM o en otras instituciones de educación superior, en las que
contribuyeron a impulsar los trabajos de investigación de carácter experimental.

Estas actividades fueron permeando al nivel de licenciatura con la creación de


plazas de profesor de tiempo completo, que hacían posible que profesores
interesados trabajaran en los laboratorios y ampliaran el tipo y las características
de las pruebas que en ellos se llevaban a cabo y que se iniciaran trabajos de
investigación en este nivel.

No es éste el lugar para describir en detalle los cambios efectuados en los


laboratorios. Pero sí puede afirmarse que en este período se dio una
transformación fundamental en la importancia que se les atribuía en la formación
de profesionales: de ser una simple ilustración de los fenómenos físicos que se
estudian en las clases teóricas a su empleo como método para estudiar problemas
reales y para comprobar la validez de muchas de las hipótesis que con frecuencia
se tienen que hacer en los métodos teóricos.

24
La inclusión del tema del desarrollo inicial de los egresados podrá parecer a
muchos de poca relevancia. Pero mencionarlo permite traer al frente un problema
que cada vez se menciona con más frecuencia en los tiempos actuales: el
alejamiento de la formación académica de los alumnos de las necesidades
urgentes en el mundo real de la actividad profesional de los ingenieros civiles. Y
se incluye este tema en el análisis de lo ocurrido en este período porque fue en él
donde se inició el cambio que más adelante se detalla.

Ya se ha mencionado, al tratar el tema del profesorado, una de las razones para


esta separación: el crecimiento en el porcentaje de profesores que son
académicos de carrera, muchos de ellos con un escaso conocimiento de las
actividades profesionales cotidianas. Este problema, si así se considera, puede
aliviarse con la participación, cada vez más estimulada, de estos profesores en
trabajos vinculados con el mundo exterior, en colaboración con organizaciones y
empresas dedicadas a la solución de problemas específicos.

Pero queda otro aspecto por atender. Al inicio de este período, la mayoría de los
estudiantes de ingeniería civil empezaban a trabajar en actividades relacionadas
con la profesión cuando aún estaban en las aulas. Esto era facilitado por dos
factores principales: uno, que los profesores tenían actividad profesional diaria y
otro, que las escuelas estaban en el centro de la ciudad, minimizando el problema
de tiempo de transporte de una a otra actividad. Además, y este es un aspecto
muy importante, una gran parte de la ingeniería civil estaba ligada a la
construcción de infraestructura, para la cual el Estado tenía, en sus distintas
dependencias, cuerpos técnicos importantes encargados del diseño y la
supervisión de las obras respectivas. Y era en estas dependencias donde buen
número de los estudiantes iniciaban sus trabajos como ayudantes, lo que les
permitía familiarizarse con muchos aspectos prácticos de la actividad profesional,
con lo que, al graduarse, tenían cierta “experiencia profesional” que les permitía
buscar trabajos mejor remunerados. Las dependencias oficiales eran,
probablemente sin proponérselo, verdaderos centros de complementación en la
formación de ingenieros, al acercarlos, en forma muy efectiva, a los problemas
reales a los que se enfrentaba la ingeniería civil en el país.

Algunas empresas privadas, con gran visión de sus dirigentes, llevaron a cabo una
función similar, atrayendo a los mejores estudiantes, a través del contacto con sus
ingenieros que eran, simultáneamente, profesores de horas en la escuela, pero
estimulando a dichos estudiantes a no abandonar la escuela y a terminar sus
estudios.

Esta situación se fue modificando poco a poco, a medida que el tránsito citadino
fue alejando las escuelas de los centros de trabajo y a medida que los ingenieros
de estas dependencias o empresas fueron abandonando la docencia por razones
similares. Puede considerarse que al término de esta etapa se empezó a
presentar el problema generalizado de quejas de los empleadores, de que sus
nuevos ingenieros carecen de la más elemental experiencia profesional. Y éste es
un problema vigente en la actualidad.

25
Se ha mencionado en este trabajo que la creación de los estudios de posgrado fue
de tal importancia que se ha tomado como el hito inicial de esta etapa. Esto no es
tanto por el impacto directo que su creación hubiese generado en la práctica
profesional de los primeros años de la etapa, sino por el reconocimiento formal,
tangible, institucional, de que el desarrollo del país requeriría de ingenieros con
una mayor preparación académica para enfrentar problemas más complejos.
Además, se estimaba que dicha complejidad requeriría de conocimientos
adicionales, generados por las actividades de investigación que normalmente se
asocian a ellos.

Así se crearon en la UNAM inicialmente programas académicos de maestría en


las ramas principales de la ingeniería civil: Estructuras, Hidráulica, Mecánica de
Suelos e Ingeniería Sanitaria. Este último surgió de la transformación de un
programa de especialización en esa disciplina que la Oficina Sanitaria
Panamericana había impulsado en México para formar el personal técnico que
hiciera posible el diseño y la construcción de las obras de abastecimiento de agua
potable en todas las poblaciones del país y las consecuentes obras de drenaje. Y
dado que se contaba con el número suficiente de doctores preparados en el
extranjero y de profesionales que, sin dicho grado pero con una reconocida alta
capacidad académica, lograda por el muy valioso método del autoaprendizaje, se
establecieron los programas de doctorado en Estructuras, Hidráulica y Mecánica
de Suelos.

A estos programas se añadieron pronto los de maestría en Planeación Económica,


para formar los especialistas en Planeación que requerían las dependencias
gubernamentales para evaluar sus proyectos, y que no egresaban de las escuelas
de Economía, enredadas en ese tiempo en discusiones teóricas de Economía
Política, y de maestría y doctorado en Investigación de Operaciones.

Los números de estudiantes de posgrado no eran muy importantes, parte por la


falta de tradición en el medio y parte por que eran absorbidos por las propias
instituciones educativas para sus plantas académicas. Pero también, y esto
permanece como un problema hoy en día, porque su trabajo estaba muy ligado a
las actividades de diseño, las que por una u otra causa, no se han caracterizado
por remuneraciones adecuadas a los profesionales que a ellas se dedican.

Para terminar este tema, dado que no se han mencionado específicamente, debe
reconocerse la valiosa colaboración que en la formación de ingenieros civiles han
dado varias instituciones de carácter privado, entre ellas las universidades
Iberoamericana, LaSalle, Anáhuac, el Tecnológico de Monterrey y algunas más de
Guadalajara, Monterrey y Puebla.

26
PERIODO 1982-2007

Situación socioeconómica

Ya se ha mencionado que al final del periodo 1957-1982 la situación económica


del País se había deteriorado notablemente. Al tomar posesión Miguel de la
Madrid Hurtado de la presidencia de la República, se tomaron medidas drásticas
para evitar que continuase este deterioro y para que el País pudiese resolver el
grave problema de la deuda externa. Una de estas medidas, quizá la principal, fue
la de implantar una fuerte reducción del gasto público, ya que el pago de la deuda
absorbía una buena parte del presupuesto federal. Inclusive había muchas
opiniones en el sentido de desconocer la deuda con el argumento de que era
impagable y de que tarde o temprano habría que tomar esta decisión. Se presentó
lo que se llamaba “la crisis de la deuda externa” que amenazaba con trastornar el
sistema financiero internacional, ya que se temía que muchos países siguiesen el
ejemplo de México si se declaraba insolvente. No llegó a darse esta situación,
pero la astringencia en el gasto público era casi asfixiante. El crecimiento en la
oferta de educación pública superior se detuvo prácticamente; los presupuestos
universitarios apenas alcanzaban para cubrir los salarios y los gastos irreductibles,
como pago de luz, teléfonos, agua; el poder adquisitivo de la población se redujo
drásticamente, y muchos profesores abandonaron las universidades en busca de
empleos profesionales mejor remunerados. La escasez de divisas se reflejaba en
la dificultad para adquirir insumos de laboratorios que se importaban del extranjero
y hasta para renovar suscripciones a revistas técnicas y científicas. La tasa de
crecimiento media anual del sistema de educación superior, en términos del
número de alumnos, que había sido de 13.9 por ciento en el periodo 1971-1976 y
de 9.27 por ciento en el periodo 1977-1982, se redujo a 3.28 por ciento en el
periodo 1983-1994 y bajó hasta 2.05 en el periodo 1989-1994. El crecimiento del
Producto Interno Bruto (PIB) se redujo de 8.5% en 1981 a 0.33% como promedio
en el periodo 1983-1988 9.

En el año de 1989, siendo presidente Carlos Salinas de Gortari, se renegoció la


deuda externa y la economía tuvo un respiro. Se iniciaron las pláticas para
establecer el Tratado de Libre Comercio entre México, Estados Unidos y Canadá
que se firmó en diciembre de 1992 para entrar en vigor en enero de 1994. Al
finalizar la gestión de Salinas de Gortari, había optimismo en la mayor parte de la
población, pese al movimiento armado que estalló en Chiapas el primero de enero
de 1994. El crecimiento del PIB se había recuperado al pasar de 0.33% a 3.88%
como promedio en el periodo 1989-1994. En el año de 1993 se decretó la
supresión de tres ceros al peso mexicano, que durante dos años se denominó
“nuevo peso”.

9
Fuente: Centro de Estudios de las Finanzas Públicas de la H. Cámara de Diputados.
http://www.cefp.gob.mx/intr/e-stadisticas/copianewe_stadisticas.html

27
Sin embargo, en el mes de diciembre de 1994, a pocos días del inicio de la gestión
presidencial de Ernesto Zedillo Ponce de León, fue necesario hacer otra
devaluación de la moneda, de $3.45 (nuevos pesos) a $9.45 por dólar, entre
acusaciones mutuas de los gobiernos entrante y saliente. La economía pasó por
otra etapa de turbulencias que afortunadamente fue transitoria. En el periodo
1995-2000, el crecimiento anual promedio del PIB fue de 3.5%, y la tasa promedio
de crecimiento de la educación superior se recuperó y fue de 5.4%.

El acontecimiento socio-político más importante del periodo 1995-2000 fue el


triunfo en las elecciones presidenciales de Vicente Fox Quezada, candidato del
Partido Acción Nacional, con el cual terminó la etapa de absoluta dominación del
Partido Revolucionario Institucional. Este hito en la historia del País no tuvo
grandes repercusiones en la economía, la cual, si bien no creció al ritmo que se
había prometido, tampoco experimentó descensos notables. La tasa promedio
anual de crecimiento del PIB fue 2.7% y la de la población en educación superior,
de 3.1%. A medidos del periodo de Vicente Fox, la población del País alcanzó los
100 millones de habitantes.

En el presente año de 2007 los temas más importantes de la agenda política del
País son la necesidad de llevar a cabo reformas estructurales como la fiscal, la
energética y la electoral, así como la urgencia de ampliar sustancialmente la
infraestructura con objeto de que México sea más competitivo en el ámbito
internacional. Todos estos temas tendrán impacto en el ejercicio profesional de la
ingeniería civil y en su enseñanza.

Situación de la ingeniería civil

Una de los indicadores generales de la situación de la ingeniería civil en un País


es el de la contribución de la industria de la construcción al PIB. En el sexenio de
José López Portillo la industria de la construcción había tenido un desarrollo
espectacular, principalmente por el auge petrolero de ese momento, según se ha
comentado en el texto del periodo 1957-1982. En 1981 el incremento porcentual
de la Industria en su contribución al PIB fue de 14.4%, sustancialmente mayor al
incremento del PIB global que fue de 8.5%. Sin embargo, en los dos años
siguientes el PIB de la industria de la construcción se desplomó a -7.1% y -19.2%,
mientras que los PIB globales disminuyeron a -0.5% y -3.5%, respectivamente 10.
El sector de la construcción fue el más afectado por la crisis económica del final
del sexenio de López Portillo e inicio del de la Madrid.

En la misma época hubo un cambio en las políticas gubernamentales que también


afectaron a la industria nacional. Durante muchos años, la construcción de obra
pública y privada se había realizado por empresas mexicanas. Éstas contaban con

10
Fuente: Centro de Estudios de las Finanzas Públicas de la H. Cámara de Diputados.
http://www.cefp.gob.mx/intr/e-stadisticas/copianewe_stadisticas.html. Consultado el 8 de noviembre
de 2007.

28
la capacidad económica y tecnológica para construir las presas, caminos, puertos,
puentes, edificaciones, y obras de saneamiento y agua potable que permitieron al
País disponer de una infraestructura razonablemente buena. Sin embargo, la crisis
económica limitó severamente los presupuestos para obra pública, y el Gobierno
recurrió a empresas extranjeras que aportaban un financiamiento condicionado a
obtener los contratos de construcción. Las pocas obras públicas de gran
envergadura quedaron en manos de compañías trasnacionales y numerosas
empresas mexicanas desaparecieron o redujeron sus actividades a un mínimo de
subsistencia.

En el periodo 1989-1994 la industria de la construcción se recuperó. Su


contribución al PIB subió a 5.65% como promedio del periodo, más que el PIB
global que subió a 3.88%. Se construyeron algunas obras importantes como las
presas Aguamilpa, en el Estado de Nayarit, y Huites en los Estados de Sonora y
Sinaloa, y la Carretera del Sol, de Cuernavaca a Acapulco. Esta última formó
parte de un nuevo esquema de carreteras concesionadas a los constructores,
quienes tenían que aportar el financiamiento. Este esquema no tuvo mucho éxito
ya que el tránsito nunca alcanzó los niveles esperados, y por lo que hubo pérdidas
financieras importantes.

En el año de 1995 se presentó la disminución más fuerte de las últimas décadas


en el PIB de la industria de la construcción, -23.5%. Pese a ello, en el periodo
1995-2000 hubo un pequeño saldo positivo de 1.50%, impulsado especialmente
por la construcción de plataformas marinas para la explotación de hidrocarburos.
En 2003 se inició la construcción del Proyecto Hidroeléctrico El Cajón, en el
Estado de Nayarit, el cual se terminó en 2006. Ésta fue una de las obras más
importantes del periodo 2001-2006, el que hubo saldo positivo en el crecimiento
del PIB de la industria de la construcción de 2.67%.

El número de ingenieros civiles en el País no ha cambiado mucho en los últimos


años. De 1997 a 2006 la cifra de ingenieros civiles que reciben una remuneración
ha fluctuado alrededor de 150,000 personas 11 . Estos no son todos los ingenieros
civiles que existen actualmente ya que hay jubilados, quienes trabajan por su
cuenta, los que son empresarios, o quienes no ejercen la carrera. El mercado de
trabajo sí ha variado sustancialmente de acuerdo con los ciclos económicos
comentados anteriormente. En los últimos dos años ha habido un incremento
sustantivo en dicho mercado, ya que creció en 9.6%, cifra mayor que el de la
mayoría de las ingenierías; pero en los últimos cinco años creció solamente en
1.8%, cifra menor que el de otras ingenierías.

Desde un punto de vista cualitativo, existe la percepción en varios líderes de


opinión del gremio de la ingeniería civil, de que la falta de continuidad en los
programas de construcción de infraestructura y la competencia en condiciones de
desventaja con empresas extranjeras ha dañado al desarrollo tecnológico de la
ingeniería civil mexicana. Grupos especializados en ciertos tipos de obras,

11
http://www.gob.mx/wb/egobierno/observatorio_laboral. Consultado el 8 de noviembre de 2007.

29
formados a lo largo de muchos años, se dispersaron en el momento en que esas
obras dejaron de diseñarse y construirse; empresas que habían logrado un alto
grado de avance en técnicas de diseño y construcción fueron cerradas con la
consiguiente pérdida del conocimiento y experiencia acumulados; los grupos de
ingenieros civiles que trabajaban en las oficinas de gobierno también fueron
desmantelados y algunos se dedicaron a actividades de otro tipo. La falta de
ingenieros con pericia en ciertas actividades se hace patente cuando se reanudan
programas suspendidos por largos periodos.

La situación anterior es grave, sobre todo si se toma en cuenta que el País está
muy rezagado en la construcción de infraestructura. En comparaciones
internacionales referidas a la competitividad, México ocupa los últimos lugares,
comparado con países desarrollados, en temas como infraestructura carretera,
ferroviaria, portuaria, etc. Por esta razón, instituciones gremiales, como el Colegio
de Ingenieros Civiles de México, ha planteado la necesidad de establecer planes
de largo plazo para la construcción de obras importantes de infraestructura y ha
señalado inclusive cuáles son las más urgentes y las de mayor impacto para el
desarrollo económico y social del País. Esta contribución ha sido incorporada en
buena parte en el Plan Nacional de Infraestructura del Presidenta Calderón.

Situación de la educación superior

Antes de 1982, los gobiernos, incluyendo el de México, fueron generosos en


general con el financiamiento de las universidades públicas, y poco exigentes en
la rendición de cuentas de los recursos económicos entregados. En nombre de la
autonomía las universidades ejercían sus recursos sin ningún control externo. Fue
una época conocida en los medios universitarios como la del Estado Benefactor.
La crisis económica de principios de los ochenta, que se sintió en varios países,
cambió esta situación. No solamente se agotaron los recursos para seguir
financiando a la educación con el mismo ritmo, sino que hubo la percepción de
que los recursos estaban siendo utilizados con poca eficiencia y que los resultados
del proceso educativo no llenaban las expectativas de la sociedad. Los gobiernos
limitaron los subsidios a las instituciones educativas, les pidieron un uso más
racional y eficiente de los mismos y les exigieron resultados que pudieran ser
comprobables. La rendición de cuentas se volvió un elemento importante en la
gestión universitaria y el gobierno benefactor se transformó en un gobierno
evaluador. Se tomó una decisión política para que el gobierno tuviese una mayor
intervención en la conducción de los asuntos de la educación superior.

Quizá la primera acción de gran impacto tomada en los ámbitos oficiales fue la
creación del Sistema Nacional de Investigadores (SNI). Ante el deterioro de los
salarios de los profesores de tiempo completo y la emigración, o amenazas de
emigración, de investigadores prestigiados, se implantó este sistema para
aumentar los ingresos de algunos profesores que realizaban trabajos de
investigación reconocidos, ya que no se podían otorgar aumentos generalizados.
Se inició así una era de ingresos diferenciados de los profesores e investigadores
y de intervención de instancias ajenas a las universidades en la evaluación del

30
trabajo realizado por sus miembros, ya que dicha evaluación era realizada bajo la
coordinación del CONACYT.

En 1989 una universidad pública, la UAM, implantó un programa interno de


reconocimiento diferenciado del trabajo de sus académicos. Aquellos profesores
que hubiesen realizado una labor excepcional en sus tareas de docencia e
investigación recibirían un estímulo económico adicional a su salario normal. La
evaluación de estas tareas se llevaría a cabo por comisiones de profesores de la
propia institución. Poco tiempo después la Secretaría de Educación Pública
implantó un programa similar en todas las instituciones públicas de educación
superior con reglas muy precisas sobre los montos de los estímulos y el número
de profesores que podían recibirlos.

También en las políticas de asignación presupuestal a las universidades públicas


ha habido grandes cambios. Hasta 1988 la distribución del subsidio total entre las
distintas instituciones se hacía fundamentalmente con base en el número de
alumnos y en el monto del presupuesto de años anteriores, o “presupuesto
histórico”, ya que cada año se incrementaba un porcentaje a todas las
instituciones de educación superior (IES). Después se empezó a hacer con base
en el personal contratado, académico y administrativo, pero se empezaron a
otorgar subsidios extraordinarios dirigidos a fines específicos y a programas que
se consideraban adecuados para la mejora del sistema de educación superior. El
número y características de estos subsidios dirigidos fue aumentando, y en la
actualidad, algunos de los más importantes son los siguientes12.

El Programa para el Mejoramiento del Profesorado (PROMEP) cuya finalidad es


coadyuvar a la mejora del perfil del profesorado y al desarrollo de los cuerpos
académicos. El Fondo para la Modernización de la Educación Superior (FOMES)
con el cual se otorgan recursos a las universidades públicas para financiar
proyectos que tengan como objetivos mejorar el perfil del profesorado y la calidad
de los programas educativos, la incorporación de nuevos enfoques educativos
como las tecnologías de la información, la actualización de planes y programas de
estudio y proyectos semejantes. Para tener acceso a este fondo, cada institución
debe elaborar un Programa Integral del Fortalecimiento Institucional (PIFI) con los
recursos económicos asociados. El Programa de Apoyo al Desarrollo Universitario
(PROADU) que apoya acciones de colaboración nacional e internacional entre
instituciones; y el Fondo de Aportaciones Múltiples (FAM) para la ampliación y
modernización de la infraestructura física y el equipamiento de las instituciones.

Algunos logros alcanzados con la aplicación de estos programas son


espectaculares. Por ejemplo, a principios del periodo de esta sección, los
porcentajes de profesores de tiempo completo en las instituciones de educación
superior mexicanas eran muy pequeños. En 2005, el 38.5% de los profesores de
instituciones públicas era de tiempo completo, y de éstos, el 61% tenía posgrado y

12
Rubio Oca, Julio (Coordinador). “La Política Educativa y la Educación Superior en México, 1995-
2006: un Balance”. Secretaría de Educación Pública-Fondo de Cultura Económica, México, 2006.

31
el 19%, doctorado. En las instituciones privadas, el 10% era de tiempo completo,
64% con posgrado y 20% con doctorado.

Sin embargo, algunos observadores de la educación superior consideran que


estos programas también han tenido algunos aspectos negativos, pues han sido
causantes de polarizaciones internas en las instituciones, de desmotivar el trabajo
colectivo y colegiado, y de afectar la autonomía de las instituciones para fijar sus
programas prioritarios y distribuir internamente sus recursos de acuerdo a dichas
prioridades13. Actualmente, más de la mitad de los gastos totales de operación de
las universidades públicas proviene de estos programas14.

Otra característica del sistema de educación superior que experimentó un cambio


sustancial en este periodo es el de su diferenciación. En el periodo de expansión
acelerada existían básicamente tres tipos de instituciones: las universidades
públicas, mayoritariamente autónomas; el Instituto Politécnico Nacional,y los
institutos tecnológicos dependientes de la Secretaría de Educación Pública. En
este periodo empezaron a crearse otros tipos de instituciones y actualmente se
tienen, además de las anteriores: universidades tecnológicas con carreras de
técnico superior universitario a cursarse en dos años; universidades politécnicas,
dependientes de la SEP, con carreras de cuatro años; institutos tecnológicos
estatales, dependientes en forma tripartita de la SEP, el gobierno estatal
correspondiente y la industria local; y muchas más universidades privadas.

Se ha objetado que durante los últimos sexenios no hubo crecimiento significativo


en la oferta de estudios superiores en las universidades públicas. Esto es una
realidad. Pero los autores consideran que ha sido sano diversificar el sistema y
ofrecer carreras diferentes a las ofertadas por las universidades, como las de las
universidades tecnológicas, por ejemplo. Quizá hubiese sido conveniente no frenar
casi totalmente el ofrecimiento de plazas en las universidades públicas, sino
disminuir su ritmo de crecimiento y dar prioridad al de los otros sistemas.

Quizá el cambio más notable en el sistema de educación superior en México


durante el periodo correspondiente a esta sección, lo constituye la introducción
generalizada y la consolidación de los programas de evaluación de la calidad de
instituciones, programas, personal académico y egresados, así como la
acreditación correspondiente. La idea subyacente en estos programas es que una
evaluación por agentes externos a la institución evaluada permite hacer juicios de
valor imparciales y juzgar sin prejuicios ni intereses personales los aspectos
positivos del funcionamiento de la institución y detectar aquellos que ameritan ser

13
Kent, Rollin. “La Dialéctica de la Esperanza y la Desilusión en Políticas de Educación Superior
en México”. Revista de la Educación Superior, Vol. 34 (2), No. 134, abril-junio, 2005.
14
González Cuevas, Oscar. “Autonomía y Financiamiento” en “Repensando la Universidad”,
Magdalena Fresán Orozco, Compiladora, Tomo II, UAM-Xochimilco, México, 2004

32
revisados. Los ámbitos de la evaluación son muy diversos y a continuación se
comentan algunos de estos programas.

La evaluación de los egresados de las IES se concibió como una estrategia para
medir el nivel académico de los profesionales que recién terminaban sus estudios.
Se preparó por parte del CENEVAL, organismo creado en 1994, un examen que
originalmente se llamó Examen General de Calidad Profesional (EGCP), nombre
que se cambió posteriormente por el más adecuado de Examen General de
Egreso de la Licenciatura (EGEL). Estos exámenes se aplican a la mayoría de las
carreras profesionales y consisten en pruebas de opción múltiple preparadas por
un numeroso grupo de profesores universitarios y profesionales representantes de
asociaciones, que colaboran con el CENEVAL de manera honorífica.

Ha habido objeciones a la estrategia de evaluar los conocimientos de los


egresados con exámenes de opción múltiple. Se menciona que este tipo de
examen no permite determinar las habilidades de los sustentantes, sino que mide
únicamente la capacidad de recordar algunos conocimientos. También se le objeta
que resulta inequitativo para algunos grupos sociales y que puede convertirse en
una especie de estigma para aquellos egresados que no obtienen buenos
resultados. Los autores consideran que la principal ventaja de estos exámenes es
la de indicar a las instituciones en qué temas de los planes de estudio sus
egresados no están mostrando un dominio suficiente, con el fin de que tomen
medidas correctivas. Por experiencia propia se tiene la convicción de que los
exámenes son diseñados con gran cuidado, que se busca incluir en las preguntas
los conocimientos considerados básicos para un buen desempeño profesional y
que los resultados son analizados con técnicas estadísticas rigurosas. Sin
embargo, los autores también tienen reservas sobre el uso que se le puede dar a
los resultados para clasificar de por vida a los sustentantes o sobre la utilización
del examen como sustituto de la tesis cuando el único requisito que se establece
es la presentación y no el alcance de un resultado mínimo.

El EGEL ha sido hasta ahora de carácter optativo para los egresados, excepto en
algunas instituciones que lo han hecho un requisito para la titulación. Esto
complica la comparación entre instituciones y aún los resultados individuales, ya
que un parámetro significativo es la ubicación de cada sustentante en la población
que presentó el examen, pero si esta población está sesgada debido a que
algunas instituciones están sobre representadas y otras ni siquiera tienen
representación, las comparaciones ya no son válidas. Quizá el EGEL sea más útil
cuando los empleadores lo consideren como un indicador importante para la
contratación de nuevos cuadros profesionales.

Otra política relevante en los últimos años ha sido la de impulsar el


establecimiento de organismos evaluadores de los programas educativos. La SEP
y la ANUIES promovieron en 1991 la creación de los Comités Interinstitucionales
de Evaluación de la Educación Superior (CIEES), integrados por profesores de las
IES. Las evaluaciones realizadas por los CIEES han adquirido pleno
reconocimiento en las comunidades académicas y, aunque son optativas, son

33
buscadas por todas las instituciones, que las consideran como símbolo de
prestigio. Además, las recomendaciones de los evaluadores son tomadas en
cuenta por los directivos de las instituciones para mejorar sus programas. Las
evaluaciones de los CIEES se han centrado en los programas de licenciatura, pero
en años recientes se han empezado a evaluar también programas de posgrado.

Una característica importante de estas evaluaciones es la de plantear


recomendaciones muy específicas a las instituciones, sin establecer premios ni
castigos. Es una evaluación dirigida a la mejora de la calidad. Uno de los comités
analiza también la organización de la administración y hace recomendaciones
para perfeccionarla.

Como el paso siguiente natural a las evaluaciones de los CIEES, se desarrolló la


acreditación de los programas educativos. Su diferencia es el otorgamiento de un
certificado de acreditación, por un tiempo definido, considerado como un aval
externo de que el programa cumple un mínimo de requisitos de calidad en
elementos tales como los planes de estudio, las instalaciones de laboratorio, la
planta académica, los servicios de apoyo, y otros de este tipo. La certificación
considera desde luego el resultado de las evaluaciones realizadas por lo CIEES.

Las acreditaciones han sido realizadas por organismos independientes creados a


iniciativa de las instituciones educativas, de las asociaciones profesionales y con
participación de organismos privados. El primero de estos organismos fue el
correspondiente a las carreras de ingeniería, el Consejo para la Acreditación de la
Enseñanza de la Ingeniería (CACEI). Se estableció en 1994 con el fin inicial de
impulsar el intercambio de profesionales entre los países signatarios del Tratado
de Libre Comercio de América del Norte. La experiencia del CACEI ha sido
tomada en cuenta en la creación de organismos similares para otras carreras,
tanto en México como en el extranjero.

La creación de organismos acreditadores surgió de la iniciativa de grupos


independientes. Esto preocupó a directivos de las IES y funcionarios
gubernamentales, pues cualquier grupo podría auto nombrarse como acreditador
de una disciplina o carrera. Para resolver este problema, se creó un organismo
que tiene la función de acreditar a los acreditadores, el Consejo para la
Acreditación de la Educación Superior (COPAES). Tiene un consejo directivo en el
que participan la SEP, la ANUIES, Colegios y Asociaciones de Profesionales y la
Federación de Instituciones Mexicanas Particulares de Educación Superior
(FIMPES). La fuerza de la COPAES radica en que la SEP sólo reconoce
acreditaciones hechas por organismos registrados por COPAES, y estas
acreditaciones son un requisito para tener acceso a los programas de apoyos
económicos de la Secretaría que han sido comentados previamente.

Tanto los CIEES, como los organismos acreditadores y la COPAES, han


elaborado marcos de referencia en los que se fijan requisitos mínimos que deben
cumplir las instituciones y los programas para ser evaluados, acreditados o
registrados, según el caso. Estos marcos son forzosamente muy parecidos.

34
Incluyen aspectos como el número mínimo de créditos en las carreras, la inclusión
en los planes de estudios de asignaturas básicas, aplicadas y especializadas, la
composición de la planta académica con un porcentaje mínimo de profesores de
tiempo completo y posgrado, instalaciones de laboratorio y bibliotecas, etc.

Los autores consideran que la estrategia de evaluación y acreditación ha


impulsado los programas de mejora de la calidad académica en las instituciones
educativas. Antes de esta estrategia, era muy difícil que las IES aceptasen la
participación de agentes externos en el análisis de sus programas educativos y
consideraban una intromisión inaceptable el recibir propuestas de mejora
provenientes de personas ajenas a las instituciones. Sólo se consideraba válida la
opinión de los miembros participantes en cada programa educativo, ni siquiera de
miembros de otros programas de la misma institución, y menos de autoridades de
la misma. Esto había creado un clima de autocomplacencia que no era sano para
la mejora de la calidad. Ahora se aceptan sin recelos comentarios ajenos, se
toman en cuenta para establecer acciones correctivas, se aprende de otras
instituciones y hay un ambiente de competitividad que, cuando no es llevado al
extremo, resulta benéfico para las instituciones.

La principal crítica que podría hacerse a esta política se deriva de los marcos de
referencia aludidos anteriormente. Establecen requisitos muy puntuales, que
aunque son planteados por expertos, pueden conducir a una homogeneidad
inconveniente del sistema de educación superior. Se han definido parámetros, con
la mejor intención, que pueden limitar la innovación y la creatividad en los
programas educativos. La mayor parte de estos parámetros se centran en el
proceso educativo y pocos en evaluar los productos finales. Se ha mejorado
desde luego la calidad de los agentes que participan en el proceso y de los
recursos utilizados, pero faltan esfuerzos serios para evaluar el impacto de esta
mejora en la calidad de los egresados y en el funcionamiento eficaz del sistema.
Por ejemplo, el porcentaje de profesores de tiempo completo con estudios de
posgrado se ha incrementado notablemente, como ya se ha señalado, pero no se
sabe qué se está haciendo para medir el impacto de este cambio en la eficiencia
terminal de los programas o en los resultados de los exámenes EGEL. En opinión
de los autores, los esfuerzos deben centrase ahora en evaluar este tipo de
impactos, pues la sola mejora de los insumos no garantiza la mejora del producto
final, o no permite por lo menos cuantificar esta mejora.

Otra política pública de gran importancia dentro del ámbito de la educción superior
ha sido el impulso a los programas de posgrado. Se ha señalado que uno de los
fondos especiales de ayuda a las IES está ubicado en el Programa para el
Fortalecimiento del Posgrado Nacional SEP-CONACYT (PFPN), instituido en el
año de 2001. Para acceder a este fondo los programas de posgrado también
deben someterse a una evaluación y a un proceso de acreditación. El PFPN
consta de dos programas: el Padrón Nacional de Posgrados (PNP) y el Programa
Integral de Fortalecimiento del Posgrado (PIFOP). El primero se implantó en 2002
y ha sustituido a un Padrón de Programas de Posgrados de Excelencia que
instituyó el CONACYT a principios de la década de los noventa; incluye a

35
programas considerados, según los parámetros de evaluación, como ya
consolidados. El segundo, a programas de reciente creación o que no cumplen
todavía todos los parámetros de calidad. El procedimiento de acreditación es
similar al de los programas de licenciatura. Se establece un marco de referencia
con los parámetros mencionados y se revisa si se cumple con estos parámetros.
En el año de 2006 había 661 programas de posgrado registrados en el PNP, de
los cuales 475 correspondían a las instituciones públicas federales y a las
universidades públicas estatales.

El principal incentivo para pertenecer al Padrón de Posgrados o al PIFOP es tener


acceso a las becas que ofrece el CONACYT a los alumnos de los posgrados
acreditados. Los alumnos becados pueden, y deben, dedicarse a los estudios de
tiempo completo, lo que en teoría permite cumplir con otros parámetros
importantes, como la eficiencia terminal, que siempre ha sido un problema en
nuestro país. Pero los alumnos de posgrado sin beca se ven obligados a trabajar y
esto no les permite cumplir con la dedicación necesaria para culminar con éxito
estudios de posgrado en el tiempo señalado. Esto disminuye la eficiencia terminal
y el programa se aleja cada vez más de los parámetros de calidad en una especie
de círculo vicioso.

Las ventajas y desventajas de las políticas de impulso al posgrado son similares a


las comentadas en la sección anterior para los programas de licenciatura, pero
con consecuencias más severas. La pérdida de becas, que se presenta como muy
probable para un buen número de programas, tendrá un efecto muy duro en varias
instituciones. Los parámetros del CONACYT son muy estrictos y en algunos casos
difíciles de alcanzar aunque las instituciones realicen grandes esfuerzos. Los
autores opinan que algunos deben revisarse a la luz de la experiencia nacional e
internacional, antes de tomar medidas que pueden traer consecuencias
indeseables. Por ejemplo, para asegurar que el programa cubrirá el parámetro de
eficiencia terminal, la admisión al mismo se vuelve demasiado rigurosa y se
eliminan alumnos que podrían terminar adecuadamente.

Las diversas políticas públicas comentadas en los párrafos anteriores han


permitido a las IES resolver sus problemas económicos más ingentes y conservar
a profesores de buen nivel académico, que en los primeros años de este periodo
las estaban abandonando, ya que el salario normal se había reducido en términos
reales y no competía con el ofrecido en otros sectores. Sin embargo, en opinión de
los autores se ha abusado del sistema y como consecuencia se han presentado
efectos negativos que han pervertido el funcionamiento institucional. El interés por
obtener los máximos estímulos hace que algunos profesores se concentren en
tareas que les reditúan más económicamente, aunque se descuiden otras labores
importantes desde el punto de vista institucional. El trabajo personal se ha
privilegiado en gran medida sobre el colegiado. Y en el afán de lograr un gran
número de publicaciones en revistas, de preferencia extranjeras, algunos
investigadores se han despreocupado de atender problemas nacionales
importantes, que no son atractivos para los investigadores de otros países o que
requieren de mayor tiempo para su resolución.

36
Existe un sentimiento general en las instituciones de que el sistema de estímulos
económicos requiere una revisión a fondo, pero no se ha encontrado un
mecanismo para transformar el sistema existente sin producir alteraciones
indeseables en el funcionamiento normal 15.

Lo que sí es un hecho incontrovertible es que el proceso de modernización del


sistema de educación superior iniciado por el Estado a partir de principios de la
década de los noventa lo ha modificado radicalmente. La profundidad de los
cambios se aprecia en este comentario de Kent: “… el panorama actual es
irreconocible para un observador que se hubiese dormido en 1990 para despertar
en 2005. Es relevante hacer notar que todo esto ocurrió sin cambios en la
legislación federal y, salvo algunas excepciones importantes, sin que fueran
alteradas en lo sustancial las estructuras de gobierno de las IES públicas …”

Los autores opinan que muchos de los cambios en el sistema han sido para bien y
han permitido mejorar la eficiencia y erradicar vicios arraigados. Sin embargo,
también se han presentado efectos negativos y perversiones que valdría la pena
revisar.

La enseñanza de la ingeniería civil

La carrera de ingeniería civil es una de las de mayor población en el conjunto de


carreras profesionales en México. En el año de 2004 ocupó el lugar número 14
con una matrícula total de 32,600 alumnos. Esta matrícula se ha conservado
estable, entre 35,000 y 40,000 alumnos, durante los años correspondientes al
periodo de este capítulo, como puede verse en la figura 1. El número de
egresados también se ha conservado estable en una cifra de alrededor de 4000
por año.

15
Gil Antón, M., Coordinador (2005). “La Carrera Académica en la Universidad Autónoma
Metropolitana - Un Largo y Sinuoso Camino”. Universidad Autónoma Metropolitana, México.

37
Ingeniería Civil Primer ingreso y reingreso

45000
40000
35000
Población 30000
25000
20000
15000
10000
5000
0
81

84

86

87

90

91

94

95

96

97

98

99

00

02

03
19

19

19

19

19

19

19

19

19

19

19

19

20

20

20
AÑO

Figura 1. Matrícula en la carrera de ingeniería civil a nivel nacional

De acuerdo con la ANUIES, al principio de este periodo la carrera se impartía


solamente en 74 planteles, mientras que en la actualidad se hace en 129. En cada
Estado de la República existe por lo menos una institución que la ofrece. Algunas
de las instituciones con mayor número de alumnos son la Facultad de Ingeniería
de la UNAM y la Escuela Superior de Ingeniería y Arquitectura del IPN.

Se mencionó en la sección anterior que una de las políticas públicas de educación


superior más importantes del periodo fue el impulso a los programas de
evaluación y que el organismo acreditador para ingeniería civil, el CACEI, fue el
primero en establecerse a nivel nacional. Sin embargo, muy pocos programas han
logrado ser acreditados. De 151 que se ofrecen en el País, sólo hay 19
acreditados por el CACEI 16 . Sería conveniente que las escuelas de ingeniería civil
reciban apoyos que les permitan mejorar sus procesos educativos y su
infraestructura. Ésta es especialmente costosa en las carreras de ingeniería, pero
indispensable para una buena formación. Desde luego que cada escuela debe
preocuparse por mejorar la calidad de sus programas educativos para lograr su
acreditación.

Se ofrecen en el País varios programas de posgrado sobre especialidades de la


ingeniería civil o temas relacionados con la carrera. Los cursos de posgrado se
ofrecen en los niveles de especialización, maestría y doctorado. Los primeros
están orientados a personas que desean ejercer la práctica profesional con una
mayor preparación que la proporcionada a nivel de licenciatura. Las maestrías
capacitan para resolver problemas complejos de ingeniería civil o para proseguir
16
http//:www.cacei.org/

38
estudios de doctorado. Estos últimos tienen una orientación hacia la formación de
investigadores en el campo de la ingeniería civil, aunque muchos doctores se
dedican también al ejercicio profesional.

Los programas de posgrado no están definidos como de ingeniería civil, o de


alguna otra rama de la ingeniería, en forma tan precisa como los de licenciatura.
Hay programas con un enfoque muy amplio, de ingeniería en general con algunas
ramas de orientación, y programas orientados a una rama específica de la
ingeniería civil, como ingeniería sísmica. Por eso es difícil catalogarlos dentro de
una sola rama. Sin embargo, detectando los más cercanos a la ingeniería civil o a
alguna de sus especialidades clásicas, se puede decir que en México se
ofrecieron 45 programas de maestría y doctorado en ingeniería civil o temas
relacionados en el año de 2005. El nivel académico de los estudios de posgrado
ofrecidos en México en ingeniería civil es equiparable al de otros países más
desarrollados, excepto en algunos temas de vanguardia o muy especializados en
los que se observan ya algunos rezagos. Sin embargo, sólo 8 de los 45 programas
mencionados están acreditados en el PIFOP o en el PNP. Como sucede en otras
disciplinas, el número de alumnos que prosigue estudios de posgrado es
insuficiente para las necesidades del País. Por ejemplo, en México se graduaron
360 doctores en el área de ingeniería y tecnología en 2004 17, mientras que en
Estados Unidos la cifra equivalente es de 6604 doctores18

El bajo número de programas de posgrado acreditados se justifica en parte por el


tipo de parámetros que se manejan para fijar los índices de calidad. Muchos de
ellos son usuales en las ciencias básicas y se han extrapolado, sin mayor análisis,
a las carreras de ingeniería. Por ejemplo, el CONACYT exige que todos los
programas de maestría tengan tesis, y es común en muchas universidades de
prestigio internacional que se pueda obtener el grado de maestría llevando cursos
normales. La producción de artículos en revistas indexadas es menor en
ingenierías que en ciencias básicas, y menor también en disciplinas maduras que
en emergentes. Un análisis de los artículos de investigadores mexicanos referidos
en el Science and Social Sciences Citation Index indica que en el campo de
ingenierías se incluyeron 551 artículos en 2002, mientras que en el campo de
biología y química se incluyeron 1752 19. Esta diferencia se explica, al menos
parcialmente, porque los artículos de ciencias básicas se basan en temas de
interés global que son los mismos en todos los países. En ingeniería, y más en
ciencias sociales, se escriben artículos sobre temas de interés local que no son
propios para revistas de carácter internacional. Sin embargo, esto no se toma en
cuenta normalmente al fijar los parámetros de evaluación. De todas maneras, al
igual que a nivel licenciatura, es importante elevar el nivel académico de los
programas de posgrado en ingeniería civil para lograr su acreditación.

17
www.siicyt.gob.mx/siicyt/docs/Estadisticas3/Anexos2006/HTML/, consultada el 18-04-2007
18
www.asee.org/publications/connections/, abril de 2007
19
Gonzalez-Brambila, C. and Veloso, F, (2004), The Determinants of Research
Productivity: A Study of Mexican Researchers, Working Paper.

39
Respecto a los planes de estudio, en este periodo se acentuó la tendencia iniciada
en el anterior de hacer énfasis en las asignaturas de carácter básico y en los
conocimientos de tipo fundamental, con mayor vigencia que los referidos a
aplicaciones específicas y que preparan mejor a los alumnos para un aprendizaje
individual de naturaleza permanente.

Uno de los criterios más importantes en los procesos de evaluación ya


comentados, es precisamente la estructura de los planes de estudio. Se busca
que haya un equilibrio entre asignaturas de ciencias básicas, asignaturas referidas
a las ciencias de la ingeniería, asignaturas de ingeniería aplicada, asignaturas
sociohumanísticas y asignaturas complementarias para la formación integral. En
los criterios de evaluación del CACEI se establecen contenidos mínimos para cada
uno de estos grupos de asignaturas.

La disponibilidad generalizada de computadoras personales se alcanzó en este


periodo y esto influyó notablemente en el proceso de enseñanza aprendizaje. Los
alumnos empezaron a tener fácil acceso tanto a programas de uso general como
procesadores de texto, hojas de cálculo o programas para preparar
presentaciones, como a otros de uso específico como, por ejemplo, los utilizados
para análisis estructural, programación y control de obras, precios unitarios,
problemas de geotecnia, diseño por computadora, etc. Se volvió posible resolver
problemas en clase o asignar tareas que resultaban imposibles de terminar en el
transcurso de una clase normal o de una sesión a otra cuando tenían que ser
resueltas con regla de cálculo o con calculadoras de mano. La presentación de
aspectos teóricos se empezó a hacer con medios audiovisuales que permitían
ahorrar el tiempo destinado a dibujar figuras complicadas en el pizarrón o a
desarrollar largos cálculos numéricos.

El énfasis en aspectos básicos y el acceso a programas y equipos de cómputo ha


permitido que en la enseñanza actual de la ingeniería, no sólo de la civil, se
incluyan tópicos relacionados con la modelación de problemas reales de la
ingeniería. Ya no es necesario limitarse a problemas excesivamente simplificados
o a utilizar únicamente métodos de prueba y error para resolverlos.

Otro desarrollo tecnológico de este periodo que ha tenido un fuerte impacto en la


enseñanza de la ingeniería es el Internet. Es posible tener acceso inmediato a
muchas fuentes de información, como artículos de revistas o reportes técnicos de
sociedades profesionales que pueden “bajarse” a veces sin ningún costo; pedir
libros al extranjero que teóricamente pueden llegar en unos cuantos días, aunque
en la práctica todavía se presentan problemas burocráticos de aduanas o
derechos; establecer contactos con colegas profesores o con expertos en temas
muy específicos; realizar investigaciones conjuntas con profesores de otras
instituciones; participar en conferencias o reuniones “en línea”; y nuevos usos que
aparecen día con día.

40
Si bien los avances tecnológicos han permitido mejorar la enseñanza de la
ingeniería, también han requerido mayores recursos económicos para las
instituciones educativas. Los laboratorios de docencia necesitan instalaciones más
sofisticadas, técnicos que los atiendan y dinero para el mantenimiento; los
profesores de tiempo completo demandan tiempo para realizar investigaciones
que los mantengan actualizados y en la frontera del conocimiento, así como
laboratorios y equipos de cómputo; las bibliotecas han tenido un crecimiento
exponencial; los profesores solicitan plataformas para educación a distancia o
para apoyar los cursos normales.

Uno de los indicadores que se revisan en las evaluaciones de los programas y de


las instituciones es el de instalaciones físicas adecuadas, y ésta ha sido una de las
principales razones de que el tema del financiamiento de la educación superior
tenga actualmente una gran relevancia. En el caso de la ingeniería civil es
especialmente crítico porque los laboratorios que se necesitan en la actualidad
requieren inversiones importantes.

Las crisis económicas del País comentadas al principio de este periodo y sus
repercusiones en la industria de la construcción han causado inquietud sobre la
situación del mercado laboral para los ingenieros civiles, especialmente en los
jóvenes que consideran esta opción profesional en su futuro. Efectivamente ha
habido periodos en los que ha disminuido la demanda de ingenieros civiles o en
los que los salarios no son muy atractivos. Independientemente de las cifras que
se presentan más adelante, es importante considerar que la formación de los
ingenieros civiles los capacita para desempeñar muy variadas actividades de tipo
profesional, precisamente por ser una formación con bases científicas y enfocada
a la resolución de problemas. En la época actual, en que los trabajos profesionales
tienen un fuerte componente tecnológico, los conocimientos, habilidades y
aptitudes en los que se basa la ingeniería civil resultan sumamente apropiados
para desarrollar una carrera profesional exitosa, inclusive en temas que no
pertenecen propiamente a ella.

Aun en las épocas de mayores restricciones presupuestales, la tasa de


desocupación de ingenieros civiles o la de aquellos con salarios muy bajos,
menores a dos salarios mínimos, fue similar a la de otras profesiones y
significativamente menor que la de la población en general. Por ejemplo, en 1990,
la tasa de desocupación de los ingenieros civiles fue 1.7%, la del total de
profesionales de 1.4% y la de la población económicamente activa (PEA), de
1.8%. Los porcentajes de aquellos que recibían de cero a dos salarios mínimos
eran, respectivamente, de 12%, 20% y 51%. En el mismo año, el porcentaje de
ingenieros civiles que recibía más de 10 salarios mínimos era de 17.7%, mientras
que la del total de profesionales era de 13.1%, o sea, que la profesión recibía
salarios mayores que el promedio de los profesionales20.

20
Grediaga R, “Profesión académica, disciplinas y organizaciones”, ANUIES 1996.

41
En la actualidad, el salario promedio mensual de los ingenieros civiles que
trabajan en forma remunerada es de $12,697, el de todos los ingenieros es de
$11,691 y el de todos los profesionales es de $10,200 21. Se puede ver una
diferencia porcentual significativa a favor de los ingenieros civiles.

Por otra parte, se estima que si se acelera la construcción de la infraestructura


requerida en el País, el número de ingenieros civiles existente será insuficiente. Se
han hecho estimaciones del número de horas hombre disponibles de ingenieros
civiles y del número que se requerirá, y se detectan déficits substanciales.

21
http://www.gob.mx/wb/egobierno/observatorio_laboral (consultada el 13 de noviembre de 2007)

42

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