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Manejo Anestésico de Embarazadas


Paciente con enfermedad renal 9
Verdura bien

9.1 Introducción

Los cambios en la actividad hormonal, el aumento de los requisitos metabólicos del feto y la
placenta en crecimiento y la obstrucción mecánica del útero en crecimiento conducen a
cambios anatómicos y fisiológicos reversibles durante el embarazo en el sistema renal [1].
Un conocimiento detallado de la fisiología renal es de crucial importancia en la evaluación
perioperatoria de una enfermedad renal. Hay básicamente dos puntos a considerar:

1. Efecto del embarazo en la enfermedad renal materna


2. Efectos maternos y fetales de la enfermedad renal

El seguimiento cuidadoso de estos dos puntos clave en el período preoperatorio y


perioperatorio garantizará una planificación e implementación adecuadas del enfoque
anestésico.

9.1.1 Cambios encontrados en el sistema renal


durante el embarazo

Durante el embarazo normal, el tamaño del riñón crece hasta 1 cm. Los uréteres y la pelvis
renal se dilatan inicialmente por atonía relacionada con la progesterona seguida de presión
mecánica ejercida debido al crecimiento del útero a partir de la semana 12 del embarazo
hasta el término. La prevención de la producción de orina de los riñones y la vejiga causada
por ese efecto de presión mecánica aumenta el riesgo de infecciones del sistema urinario que
podrían precipitar aún más el parto prematuro.

G bien
Facultad de Medicina de la Universidad Manisa Celal Bayar, Departamento de Anestesiología
y Reanimación, Manisa, Turquía

© Springer International Publishing AG, parte de Springer Nature 2018 B. 135


Gunaydin, S. Ismail (eds.), Anestesia obstétrica para condiciones comórbidas, https://
doi.org/10.1007/978-3-319-93163-0_9
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136 G bien

Además de estos cambios, hay una disminución del 20% en la resistencia vascular sistémica,
mientras que el volumen sanguíneo y el gasto cardíaco aumentan un 40% y un 50%, respectivamente
[2]. Teniendo en cuenta el importante papel del riñón en el mantenimiento de la homeostasis de los
líquidos y la presión arterial, los cambios cardiovasculares resultantes tienen efectos significativos
sobre la función renal. Durante el embarazo, el flujo sanguíneo renal aumenta en un 80%, mientras
que la tasa de filtración glomerular (TFG) aumenta aproximadamente en un 50% [3].
También aumenta la reabsorción de agua y electrolitos de los tubos, lo que permite mantener el
equilibrio de líquidos y electrolitos. Los niveles de nitrógeno ureico en sangre (BUN) y creatinina sérica
en embarazos sanos son aproximadamente el 50% de una mujer no embarazada donde el rango de
referencia normal para BUN es de 8 a 9 mg/dl y para la creatinina sérica es de 0,4 a 0,6 mg/dl [3]. Por
lo tanto, aumenta el aclaramiento de creatinina.
La permeabilidad glomerular aumenta parcialmente durante el embarazo y se encuentra proteinuria
(normalmente hasta 300 mg/día) [3].
La disminución de la presión de dióxido de carbono arterial relacionada con la hiperventilación
materna produce alcalosis respiratoria. Posteriormente también se pueden encontrar cambios
compensatorios caracterizados por una disminución del bicarbonato sérico y negatividad basal.
Se puede observar una reducción en la capacidad de reabsorción de glucosa y glucosuria secundaria
a las funciones tubulares ya afectadas durante el embarazo. Es una condición fisiológica que la
gestante aumente de peso hasta 12 kg en promedio debido a la retención de sodio y agua. La
osmolaridad plasmática también se reduce en 10 mOsm/kg.
Estos cambios están relacionados con la respuesta alterada de la hormona antidiurética en el túbulo
renal. Además, muchas vitaminas que normalmente no se excretan en la orina se pierden durante el
embarazo.
La evaluación de estos cambios durante el embarazo es muy importante en la evaluación
perioperatoria para una correcta planificación del abordaje anestésico perioperatorio de la gestante.

Los valores considerados normales en una mujer no embarazada cuando se dan en una mujer
embarazada indican que su función renal está alterada. En el embarazo, los niveles de creatinina
sérica de 0,8 mg/dl o un nivel de BUN ÿ16 mg/dl o una proteinuria superior a 300 mg/día se consideran
anormales [2].

9.2 Abordaje anestésico de mujeres embarazadas


con enfermedad renal

Un anestesiólogo puede encontrarse con mujeres embarazadas con enfermedades renales que tienen
diferentes diagnósticos. Las enfermedades renales durante el embarazo se enumeran a continuación:

1. Insuficiencia renal aguda (IRA)


2. Insuficiencia renal crónica (IRC)
3. Casos en tratamiento de diálisis
4. Embarazo tras trasplante renal

La gravedad de la enfermedad renal, los resultados de las pruebas bioquímicas y las enfermedades
comórbidas que la acompañan sirven como guía para determinar la técnica de anestesia.
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La reanimación con líquidos que debe realizarse perioperatoriamente para las mujeres embarazadas
con insuficiencia renal aguda difiere de las mujeres embarazadas con insuficiencia renal crónica [4].
Por ello, luego de una revisión de las condiciones fisiopatológicas de las gestantes, se abordarán las
opciones anestésicas para las gestantes con insuficiencia renal aguda o crónica y/o en tratamiento
de hemodiálisis y las gestantes con trasplante renal.

9.2.1 Insuficiencia renal aguda y embarazo

La insuficiencia renal aguda (IRA) es rara durante el embarazo. El pronóstico suele ser mejor que en
los casos no obstétricos [4]. Con frecuencia, la hipovolemia inducida por hiperémesis gravídica y la
hemorragia uterina causan insuficiencia prerrenal. La hipovolemia súbita que produce necrosis
tubular aguda produce azotemia [5].
Una de las causas de insuficiencia renal aguda en el embarazo es la necrosis cortical renal.
Aborto séptico, embolia de líquido amniótico, necrosis tubular aguda, nefritis intersticial aguda
inducida por fármacos, glomerulonefritis aguda, pielonefritis aguda, síndrome HELLP (hemólisis,
enzimas hepáticas elevadas y plaquetas bajas), hígado graso agudo del embarazo e insuficiencia
renal posparto idiopática. causar necrosis cortical renal que puede ocurrir tanto en etapas tempranas
como tardías del embarazo [4, 6]. La insuficiencia renal aguda debida a necrosis cortical renal es
irreversible porque existe necrosis bilateral, simétrica e isquémica en la corteza de los riñones. Los
pacientes pueden presentar una necrosis parcheada a pesar de que la afectación cortical suele ser
difusa en la mayoría de los casos. Una vez que se desarrolla la necrosis cortical difusa, los pacientes
pueden sobrevivir mediante diálisis o curarse después del trasplante. Las funciones renales siguen
disminuyendo en función de la necrosis cortical en parches, pero estos pacientes también requieren
diálisis después de un tiempo. Si hay azotemia antes del embarazo, las funciones renales tanto
maternas como fetales se ven afectadas negativamente [7].

Se observa un rápido deterioro de la función renal en el 35% de aquellos con niveles de creatinina
ÿ1,6 mg/dl [8]. Asimismo, en aquellas con nefropatía por reflujo, el embarazo acelera la progresión a
insuficiencia renal terminal [8, 9].
La insuficiencia renal aguda puede desarrollarse debido a causas posrenales como urolitiasis,
presión ejercida por el útero en crecimiento hacia el uréter, o masas tubo-ováricas [6].

9.2.1.1 Preeclampsia e insuficiencia renal


En mujeres embarazadas con preeclampsia, el flujo sanguíneo renal y la TFG se reducen en
aproximadamente un 30-40%, a diferencia de las mujeres embarazadas sanas [9-11]. Los niveles
séricos de creatinina y BUN son similares a los de embarazos saludables. Sin embargo, a medida
que aumenta la gravedad de la preeclampsia, se deteriora la perfusión renal, disminuye el
aclaramiento de creatinina y aumenta la proteinuria. Si la preeclampsia con insuficiencia renal aguda
se trata adecuadamente, la función renal vuelve a la normalidad después del parto.
El síndrome nefrótico rara vez ocurre durante el embarazo y generalmente es causado por
preeclampsia [12]. En el primer trimestre, la enfermedad renal intrínseca está presente y se informa
que la mortalidad perinatal es superior al 40% [12].
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Además de la función renal alterada, el riesgo de coagulación intravascular diseminada es


importante en los embarazos eclámpticos.
El síndrome HELLP se desarrolla en 10 a 20% de las parturientas con preeclampsia grave o
eclampsia. Estos casos se manifiestan con proteinuria clínica (86-100%), hipertensión (82-88%),
dolor en cuadrante superior derecho/epigástrico (40-90%), náuseas y/o
o vómitos (29–84 %), dolor de cabeza (33–61 %) o cambios visuales (10–20 %) [12, 13].

9.2.1.2 El abordaje de pacientes embarazadas con insuficiencia renal aguda


En embarazos con insuficiencia prerrenal, para prevenir el daño renal y asegurar la perfusión
renal, se debe considerar la reposición de volumen en una etapa temprana para mantener un
volumen intravascular adecuado. Puede ser necesaria la monitorización invasiva de la presión
arterial para proporcionar un volumen intravascular óptimo para controlar la presión arterial. Deben
usarse diuréticos si se observa insuficiencia cardíaca como resultado de un aumento en el volumen
intravascular. Si se desarrolla hipovolemia debido a la pérdida de sangre y se desarrolla insuficiencia
renal aguda posterior, se debe realizar el reemplazo adecuado de sangre y hemoderivados.
La diálisis se inicia si el nivel de creatinina sérica es >3,5 mg/dl o la TFG <20 ml/min en
embarazos con enfermedad renal [4]. Se observan mejores resultados fetales después de una
hemodiálisis a largo plazo y más frecuente. El punto más importante es evitar la hipotensión
durante la hemodiálisis debido a sus efectos negativos en el feto como resultado de la falla
uteroplacentaria. Aunque la prevalencia de aborto espontáneo y parto prematuro durante el
embarazo es alta, la supervivencia fetal en embarazos en curso es de casi el 71% [7]. El retraso
del crecimiento fetal intrauterino es un problema especialmente en los países en desarrollo [4].

La ingesta diaria de proteínas, potasio y fosfato debe limitarse en los embarazos con IRA. En
mujeres embarazadas con eclampsia para la profilaxis de convulsiones, dosis de carga intravenosa
de 4 g de MgSO4 en 10 a 15 min seguida de una infusión de 1 g/h.

Además del tratamiento general para mujeres embarazadas con insuficiencia renal aguda,
también es importante interrumpir el embarazo en la mejor madurez fetal disponible mediante la
evaluación de la gravedad de la preeclampsia y el bienestar materno y fetal.

9.2.1.3 Manejo de la anestesia


Al determinar el tipo de anestesia, se deben considerar los cambios en el estado del volumen
intravascular, el desequilibrio electrolítico, la coagulopatía, la trombocitopenia, la disfunción
plaquetaria y la eliminación alterada del fármaco. La disfunción plaquetaria puede ocurrir en
pacientes con preeclampsia que reciben particularmente terapia con aspirina en dosis bajas.
Aunque el uso de corticosteroides es controvertido, hay algunos informes de que los corticosteroides
aumentan el recuento de plaquetas y la maduración pulmonar fetal en embarazos con síndrome
HELLP [14, 15]. Si no hay coagulopatía, trombocitopenia o disfunción plaquetaria, podría preferirse
la anestesia regional después de obtener el consentimiento del paciente.
En los casos en que la hemodinámica no sea estable, puede ser necesaria la monitorización
invasiva de la presión. La TFG debe controlarse cuando se administran anestésicos intravenosos,
agentes inhalatorios, opioides, relajantes musculares y antibióticos perioperatorios.
Los medicamentos con acción de corta duración y no tóxicos para el riñón o con menor
metabolismo (como desflurano, propofol, atracurio/cisatracurio, remifentanilo) deben
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ser preferido [12]. Se recomienda monitorización neuromuscular. El seguimiento en la unidad


de cuidados intensivos posquirúrgicos en embarazos con insuficiencia renal aguda reduce la
morbimortalidad.

9.2.2 Insuficiencia renal crónica y embarazo

La insuficiencia renal crónica (IRC) se observa en el 0,03-0,12% de todos los embarazos [4].
En embarazos con IRC, la tasa de nacidos vivos varía según la gravedad de la insuficiencia
renal y la presencia de hipertensión [16]. Los nefrólogos no recomiendan el embarazo a
mujeres con insuficiencia renal grave (si la creatinina sérica es ÿ2,5 mg/dl); estos casos
suelen ser infértiles.
Se ha encontrado que aproximadamente el 20% de las mujeres embarazadas que
desarrollaron preeclampsia temprana probablemente tenían una enfermedad renal crónica
desconocida previamente [4, 17]. El riesgo de desarrollar preeclampsia en casos de
insuficiencia renal crónica aumenta según el grado de deterioro de la función renal. Es del
20% en pacientes con insuficiencia renal leve, del 60 al 80% en insuficiencia renal grave y
aproximadamente del 5% en la población general y, a menudo, se asocia con hipertensión y
proteinuria presentes antes del embarazo [18]. El curso gestacional y los resultados suelen
ser buenos en mujeres que tienen insuficiencia renal leve con un nivel de creatinina sérica de <1,4 mg/dl.
Las mujeres con nefropatía diabética y niveles normales de creatinina sérica no
experimentan deterioro de las funciones renales durante el embarazo, pero aumenta el riesgo
de preeclampsia y parto prematuro. Por esa razón, el estado metabólico antes y durante el
embarazo debe ser bien monitoreado y se requiere tratamiento antihipertensivo con dosis
bajas de aspirina a partir de la semana 12 de embarazo [19].

El lupus eritematoso sistémico (LES) a menudo se observa en mujeres en edad fértil y


conduce a la nefritis lúpica. Se aconseja a las mujeres con LES que conciban antes de que
empeoren sus funciones renales (al menos después de 6 meses de la fase de remisión). La
presencia de una enfermedad activa, alteración de la función renal, hipertensión y anticuerpos
antifosfolípidos ha aumentado la morbilidad y la mortalidad materna y fetal [20].
Las mujeres embarazadas con insuficiencia renal crónica no pueden mantener el aumento
de la TFG requerido en un embarazo normal además de los aumentos en la producción de
vitamina D3, eritropoyetina y renina. Esto conduce a anemia normocítica normocrómica,
disminución del volumen plasmático y deficiencia de vitamina D. En la preeclampsia se debe
a la reducción del volumen plasmático, lo que resulta en insuficiencia prerrenal y esto provoca
mayor daño renal. El riesgo de tromboembolismo venoso está aumentado en los embarazos
con proteinuria severa (3 g/día), y requiere profilaxis con heparina de bajo peso molecular
[12]. La disfunción renal leve se observa en la mayoría de los embarazos con insuficiencia
renal crónica. En estos casos, la función renal no se ve afectada negativamente por el
embarazo. Sin embargo, se puede observar un rápido deterioro de la función renal en
presencia de proteinuria e hipertensión antes del embarazo. La morbilidad y mortalidad
materna y fetal aumentan en embarazos con insuficiencia renal grave. Por lo tanto, estos
casos deben ser evaluados antes del embarazo, y deben ser informadas sobre los posibles
riesgos y advertidas sobre sus medicamentos. Por lo tanto, se ha informado que tanto los riesgos maternos c
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como el aborto espontáneo, la prematuridad y el retraso del crecimiento intrauterino (RCIU) se


pueden minimizar [4, 21]. Deben tratarse la anemia, la hipertensión y la proteinuria que se
presentan con IRC.
La aspirina en dosis bajas (50-150 mg/día) en el período temprano de gestación (semana 12)
reduce el riesgo de preeclampsia y el daño renal posterior observado [4].
Los inhibidores de la enzima convertidora de angiotensina y los bloqueadores de los receptores
de angiotensina II no deben usarse como antihipertensivos debido a sus efectos teratogénicos.
Si la presión arterial diastólica está por encima de 90 mmHg, causa lesión renovascular y valores
bajos de presión arterial que también limitan el crecimiento fetal y causa RCIU [11].
Otro hallazgo importante de la insuficiencia renal crónica es la anemia. Por lo tanto, se deben
evaluar los niveles de ferritina; Se debe iniciar terapia con hierro y eritropoyetina para mantener
el nivel de hemoglobina entre 10 y 11 g/dl [4]. Hasta la semana 30 de gestación cada 2-3 semanas
y después semanalmente, se deben controlar los niveles de hemoglobina. Las pruebas prenatales
que muestren crecimiento fetal deben iniciarse en la semana 28 y deben controlarse de cerca
contra el riesgo de RCIU.

9.2.2.1 Manejo de la anestesia


Las pacientes embarazadas con IRC deben evaluarse cuidadosamente antes de la anestesia.
Estos pacientes deben ser evaluados en términos de las condiciones médicas o enfermedades
que los acompañan (como anemia, hipertensión) y los medicamentos que usan. La anemia
fisiológica del embarazo se vuelve aún más prominente debido a razones tales como la deficiencia
de eritropoyetina en el CRF y la reducción de la vida de los eritrocitos.
Es imprescindible un enfoque de equipo multidisciplinario que incluya nefrólogos,
anestesiólogos y obstetras. El control de los cambios en el volumen plasmático y el balance de
electrolitos en pacientes embarazadas con IRC es de vital importancia para determinar la
necesidad adecuada de cualquier reemplazo y para elegir la modalidad de anestesia más
adecuada.
La presencia de hipertrofia ventricular izquierda y disminución de la fracción de eyección del
ventrículo izquierdo como consecuencia de la miocardiopatía urémica afectará negativamente la
hemodinámica en el período perioperatorio [22]. Las fluctuaciones en la hemodinámica pueden
amenazar la vida materna y fetal debido al bloqueo simpático causado por la anestesia regional
en estos embarazos. Deben evitarse los bloqueos centrales en casos de miocardiopatía.

El vaciado gástrico se reduce aún más en pacientes embarazadas con IRC en comparación
con las no embarazadas. Por lo tanto, la profilaxis de la aspiración con bloqueadores de los
receptores H2 debe realizarse de forma rutinaria [4]. Es mejor evitar la metoclopramida debido a
la depuración reducida y la vida media de eliminación prolongada.
Se requiere un control invasivo de la presión arterial para anticipar fluctuaciones
hemodinámicas. La presión venosa central también debe controlarse en embarazos con
cardiomiopatía.
Debido a la hipoalbuminemia, aumentan las fracciones libres de los fármacos, lo que conduce
a una reducción de los requisitos de dosis de los fármacos que se unen a la albúmina, por
ejemplo, benzodiazepina y tiopental sódico. La farmacocinética del propofol no cambia [4, 23]. El
alfentanilo puede ser una opción segura porque tiene una acción de corta duración y su
metabolismo no cambia. El remifentanilo es una mejor opción debido a su rápido metabolismo
por las esterasas plasmáticas. Se evita el clorhidrato de meperidina
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porque tiene un metabolito activo (normeperidina) que es neurotóxico que puede causar convulsiones
[4]. El atracurio y el cisatracurio son los relajantes musculares no despolarizantes seguros preferidos
porque se metabolizan por eliminación de Hoffman independientemente del hígado o el riñón [1]. Se
debe evitar la succinilcolina en embarazos con hiperpotasemia. La hipermagnesemia y la acidosis
metabólica pueden prolongar la duración de la acción de todos los bloqueadores neuromusculares no
despolarizantes. La monitorización neuromuscular es necesaria en estos casos [12, 22].

La duración de la acción del rocuronio se prolonga en estos casos. Sugammadex (4 mg kgÿ1) revierte
de forma rápida y segura el bloqueo neuromuscular profundo inducido por rocuronio [24].

Aunque los agentes de inhalación conducen a una disfunción renal reversible al reducir el flujo
sanguíneo renal, la TFG y la diuresis, la captación y distribución de estos fármacos permanecen casi
sin cambios en los casos con IRC [4]. No se prefiere el sevoflurano en caso de utilizar anestesia de bajo
flujo. El desflurano es una buena opción en los embarazos con IRC. La normovolemia debe preservarse
reemplazándola con líquidos apropiados (0,9% NaCl). Deben evitarse los líquidos que contienen potasio
[11].
Cabe destacar que la trombocitopenia, la función plaquetaria y las anomalías de la coagulación son
en cuenta al seleccionar el método de anestesia.
Se debe hidratar antes del bloqueo neuroaxial para no disminuir la presión de perfusión renal.
Durante el bloqueo neurológico, el bloqueo sensorial comienza más rápidamente y alcanza niveles más
altos. Las fluctuaciones hemodinámicas excesivas asociadas con neuropatía autonómica o bloqueo
neuroaxial no son raras [4]. Se debe preferir la anestesia epidural a la anestesia espinal. Se recomienda
monitorización hemodinámica invasiva para evitar la hipotensión y mantener la perfusión renal con los
vasopresores disponibles (fenilefrina o efedrina).

9.2.3 Diálisis y Embarazo

Se pueden observar embarazos exitosos en pacientes sometidas a diálisis peritoneal.


Después de la diálisis peritoneal, se reduce la uremia y se previenen los cambios rápidos en el equilibrio
de líquidos. A medida que avanza el embarazo, el útero en crecimiento puede reducir el flujo sanguíneo
peritoneal y evitar la cantidad adecuada de líquido para realizar una diálisis peritoneal eficaz.
El embarazo no es infrecuente en mujeres bajo hemodiálisis. La tasa de recién nacidos vivos en los
embarazos dependientes de hemodiálisis es de alrededor del 60% [25]. Las investigaciones han
informado una correlación positiva entre una hemodiálisis más frecuente e intensa y un mejor resultado
neonatal [4, 26].
Es necesario iniciar inmediatamente la terapia de reemplazo renal continuo (TRRC) en presencia de
hiperpotasemia refractaria/acidosis metabólica y encefalopatía o uremia severa que podría resultar en
pericarditis [18]. Dado que no provoca fluctuaciones hemodinámicas, se aplica con seguridad tanto en
términos de bienestar materno como fetal.

Debe evitarse la hipopotasemia/hipofosfatemia en mujeres embarazadas dependientes de


hemodiálisis. Como en otros embarazos, la hipotensión puede causar sufrimiento fetal al reducir la
perfusión uteroplacentaria. Por lo tanto, se debe evitar en todo momento la hipotensión y se debe
realizar un monitoreo fetal durante la hemodiálisis [4]. los
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el tiempo transcurrido desde la última diálisis es crucial porque puede ocurrir hipotensión severa durante
la inducción de la anestesia o en el perioperatorio en los casos de pacientes que se sometieron a
hemodiálisis. Además, el uso de heparina durante la hemodiálisis puede desencadenar trastornos de la
coagulación. Las pruebas de hemoglobina, bioquímica y coagulación deben repetirse después de la
hemodiálisis en estos casos.
Si se observa que los parámetros de coagulación son normales y la disfunción plaquetaria es
En ausencia, los bloqueos de nervios periféricos se pueden usar con seguridad.

9.2.4 Embarazo después del trasplante renal

En pacientes con trasplante renal en edad reproductiva, la tasa de embarazo es del 2% [4, 27].
Los embarazos posteriores al trasplante renal, el riesgo de parto prematuro, ruptura prematura de
membranas, aborto espontáneo, bajo peso al nacer y RCIU son altos.
La evaluación anestésica preoperatoria es importante en estos casos. Debido a que los fármacos
inmunosupresores (prednisolona, azatioprina, ciclosporina) afectan la función renal y hepática, los
parámetros bioquímicos deben evaluarse cuidadosamente [18].
La asepsia es extrema en estos pacientes inmunodeprimidos.
Se deben administrar corticosteroides adicionales a estas mujeres embarazadas que
actualmente reciben terapia con corticosteroides en el período perioperatorio.
Al igual que con otros embarazos, debe evitarse la hipovolemia/hipotensión perioperatoria.

No se deben usar medicamentos antiinflamatorios no esteroideos para la analgesia posoperatoria;


en su lugar, se pueden administrar analgésicos simples no nefrotóxicos como el paracetamol [12].

Puntos claves de aprendizaje

• El embarazo provoca cambios anatómicos y fisiológicos en el sistema renal, la mayoría de los


cuales son reversibles.
• Durante el embarazo, el flujo sanguíneo renal y la TFG aumentan aproximadamente un 50%.
Los niveles séricos de creatinina y BUN son casi el 50 % de los de una mujer no embarazada.
mujer.

• Si el nivel de creatinina sérica en el embarazo es de 0,8 mg/dl o el nivel de BUN es ÿ16 mg/dl,
o la proteinuria es superior a 300 mg/día, se considera anormal.

• El manejo de la anestesia para los embarazos con IRA es diferente al de los embarazos con
IRC.
• Deben preferirse los fármacos anestésicos de corta duración y metabolizados
independientemente del riñón (atracurio/cisatracurio, remifentanilo, etc.).

• La profilaxis de la aspiración con bloqueador del receptor H2 debe realizarse en


pacientes con IRC.
• Se prefiere la anestesia neuroaxial si no hay coagulopatía, trombocitopenia ni disfunción
plaquetaria.
• Se deben evitar los bloqueos centrales en pacientes con miocardiopatía urémica.
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9 Manejo Anestésico de la Paciente Embarazada con Enfermedad Renal 143

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