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Marinette Bricard
Por otro lado, quitar la fuerza política y la carga emotiva de ciertas palabras es
imposible. Además es indeseable. En el peor de los casos, puede resultar de una
tibieza que desanima a cualquiera, o animar a ciertos hombres a pedir, cada vez
más, pensión alimenticia a su ex esposa pese a que ella se quede con la
responsabilidad económica de los hijos.
Ese hecho, como tal, puede ser analizado como fuente indebida de innumerables
discriminaciones concretas, pero la construcción de las leyes y conceptos
generales que ellas contienen son una consecuencia, y no la causa, de esa
exclusión. Por eso hay que repensar las instituciones, y no limitarnos a exigir
cuotas en puestos públicos; Duncan Kennedy sabía que para hacer una verdadera
diferencia en el arreglo político y social de un país, no hay que denunciar las
inequidades desde la filosofía o teoría del derecho. Más bien, hay que redefinir los
conceptos “duros” y “técnicos” de las disciplinas que crean los contenidos del
derecho y de la política.
En términos generales, abogar por leyes con perspectiva de género es una de las
vertientes de la lucha en contra de la discriminación, a secas, por lo que no
pretende erigirse en una posición devaluatoria para ningún género, esto es, no
pretende reivindicar derechos para un grupo a costa de violar derechos de otro;
esto es necesario recalcarlo por algunos malos entendidos que han conllevado a
discursos polarizantes e igualmente discriminatorios, de una y de otra parte.
Legislar con perspectiva de género significa ser congruente con una visión de que
existe una pluralidad de seres humanos, significa romper con la falsa dicotomía
entre hombre y mujer, falaz división sexual de los seres humanos que olvida a las
personas intersexuales y transgénero. Si no respetamos estas complejidades, el
desarrollo entendido como ampliación de libertades y capacidades humanas, tal
como lo conceptualiza el eminente economista y filósofo que ha devuelto la ética a
la economía, Amartya Sen, no podrá ser una realidad ni personal ni socialmente
posible, ya que nadie puede emanciparse desde una posición cultural y
políticamente subordinada, subalterna, privada de derechos, de status, de
apropiaciones, y menos aún desde un posicionamiento social sujeto a
desigualdades entrecruzadas.
Porque ¿qué es la justicia si no una lucha para lograr la mayor felicidad para el
mayor número, entendido en el sentido aristotélico de desarrollo pleno de las
potencialidades?
Se trata de darle a cada quien lo suyo con base en criterios que no violen la
dignidad del ser humano pero adoptando ciertas medidas conocidas con el
nombre de tratamientos diferenciados, es decir, realizando diferenciaciones
justificadas: objetivas, razonables y proporcionadas, con la finalidad de que ciertas
personas que se encuentran en una situación de desventaja social se equiparen
con el resto de la sociedad, compensando las discriminaciones sufridas en el
pasado mediante la redistribución de los bienes sociales y valorando de manera
positiva la diversidad, al ubicar a personas de diversos grupos en los diferentes
ámbitos sociales.
No se trata de una meta retórica. Las leyes no son eso; las leyes son un
instrumento que puede cambiar la realidad social, nacieron para eso, para orientar
a la población hacia el bien común. Ahora bien, para estr en posibilidades de
provocar conductas en el mundo exterior, los actos legislativos primero deben
reconocer lúcidamente la realidad social que pretenden normar.
No hay que olvidar, como un punto importantísimo, que las leyes deben tener una
característica esencial; a saber, deben ser susceptibles de ser cumplidas. Por ello,
una buena técnica legislativa debe ir de la mano de buenas políticas públicas; la
convicción ética y política de legislar con equidad, de poco servirá si las
autoridades competentes no tienen conciencia de de los requerimientos
presupuestales para convertir las intenciones en realidades tangibles.
En primer lugar, por que es una obligación del Estado mexicano que deriva
tanto de nuestra Carta Magna como de las decenas de tratados
internacionales en materia de derechos humanos. Pero no únicamente.