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Derechos Humanos
A las 5 de la mañana del 24 de febrero, las y los habitantes de Ucrania se despertaron con la noticia
de que su país estaba siendo invadido por el ejército ruso. En medio de la noche, los tanques
rusos entraron en el país y los militares atacaron desde múltiples direcciones. Desde entonces, el
gobierno ruso no ha hecho más que intensificar su agresión en el corazón de Ucrania.
Rusia también ha empleado bombas no guiadas, que el pasado 3 de marzo mataron a casi 50
personas que hacían cola para conseguir alimentos en Chernígov y armas prohibidas, como
municiones de racimo, utilizadas al menos contra un jardín de infancia de Ojtirka donde se
refugiaban civiles.
En menos de una semana, la invasión rusa de Ucrania ha desencadenado una crisis masiva de
derechos humanos, humanitaria y de desplazamientos que tiene las características de la peor
catástrofe de este tipo en la historia europea reciente.
El 4 de marzo, el Parlamento aprobó una ley que penaliza el acto de difundir “información falsa”
sobre las actividades de las fuerzas armadas rusas o de “desacreditar” a las tropas rusas. Toda
persona acusada de cometer estos “delitos” se enfrenta a pagar multas exorbitantes o a cumplir
una pena de hasta 15 años de prisión.
Además, el Kremlin ha ordenado a todos los medios de comunicación usar solo fuentes oficiales,
con el beneplácito del Estado, ha ralentizado al máximo el tráfico en Twitter y Facebook y
ha bloqueado el acceso a varias plataformas, incluida la página web de Amnistía Internacional.
Al mismo tiempo, y a pesar de la introducción de restricciones y una feroz respuesta policial a las
protestas pacíficas, el movimiento ruso contra la guerra sigue llenando las calles de
concentraciones, a pesar de que las autoridades las disuelven de forma inmediata y por medios
brutales. Más de 14.000 personas han detenidas en concentraciones contra la guerra celebradas en
toda Rusia desde el 24 de febrero.