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¿Por qué si existen tantos y tantos libros que hablan de la muerte, hay tan pocos que escriban sobre el
comienzo de la vida, que es igual de enigmático, tremendo y asombroso?
Hasta que llegaron escritoras feministas como Ursula K. Le Guin y Adrienne Rich para decirnos que es
posible pensar el cuerpo materno y la crianza desde la literatura, el cuerpo de la mujer fue un tema tabú y
la maternidad, un asunto demasiado femenino, rosa, tal vez porque a los hombres no les parecía
interesante. Jazmina Barrera, la incansable coleccionista de historias y referencias literarias que ya nos
cautivara con su hermoso Cuaderno de faros, presenta en Linia negra una recopilación de imágenes, citas
y referencias de mujeres que han trabajado el embarazo, el parto y la lactancia desde el arte y la literatura:
una colección de voces y visiones femeninas que pasaron por el mismo desorbitante proceso corporal y
decidieron representarlo de distintas formas. Este es un libro que da cuenta de nuestra pluralidad: un libro
abierto, generoso, múltiple, fecundo y comunal, un libro que rebasa las nociones de los géneros literarios:
un libro micro quimérico.
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Jazmina Barrera advierte a sus lectores que lo suyo es el ensayo, y que en principio su
intención era hacer uno; sin embrago eventualmente dio un paso hacía el relato. Línea
nigra es un fino entramado que nos lleva por una profunda variedad de formas literarias
en las que autoras como Shirley Jackson, Natalia Ginzburg, Sylvia Plath o Úrsula K. Le
Guin nos sorprenden con sus cavilaciones sobre la maternidad.
Dar a conocer la posibilidad de que una madre pueda sentir cualquier cosa que no sea
alegría y emoción no debería condenarnos, ese sentimiento casi trágico de
irrevocabilidad es justo lo que define la maternidad. Lo inevitable es que la virtud
maternal se mantiene incómodamente ligada a la sexualidad. Y aunque se evite el
tema, durante el embarazo, “el flujo de sangre aumenta en la vulva y con esto la
sensibilidad…”
La reflexión sobre la necesidad de una “escritura blanca” trazada con leche materna,
para desplazar esos textos matizados sobre la experiencia de tener un hijo es
apremiante. El llamado a reescribir el mundo desde la maternidad como una
experiencia aterradora, intensa, apremiante y transformadora en los límites de la vida,
es una postura honesta, casi una especie de manifiesto. El grado de identificación fue
alto, especialmente en el fragmento que comparte su forma de leer mientras
amamantaba. Leía libros livianos, que fuera posible sostener con una mano.