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Responsabilidad del personal sanitario

SUMARIO

I. Responsabilidad personal sanitario

II. Responsabilidad penal

III. Responsabilidad disciplinaria

IV. Responsabilidad deontológica

V. Reforma de la responsabilidad profesional sanitaria

VI. Personas responsables

VII. Prevención de la conflictividad: propuestas actuales

Bibliografía

Por Antonio Palou Bretones

Abogado. Doctor en Derecho y Profesor de Universidad

Diario La Ley, Sección Doctrina, 1999, Ref. D-313, tomo 6, Editorial LA LEY

LA LEY 11043/2001

«¡Qué difícil es ser médico en este tiempo! Ser médico es, en gran parte, hacer oficio
de una impotencia: ante una demanda de atención sanitaria que hace que las
consultas sean trámites de obligado cumplimiento sin la debida atención personal;
ante una sociedad que cada día exige mayor calidad de la medicina, y los centros no
siempre pueden darla; ante una Administración Pública en estado de ruina
económica, que restringe el uso de medicamentos; ante una carencia y dudosa gestión
de medios técnicos, cuyas consecuencias tienen que pagar los pacientes, pero también
los facultativos; y ante una fortísima presión social, informativa y política en
demanda de responsabilidad civil, que hace que la profesión de médico esté
condenada a ser una de las más inseguras.»

Fernando Onega=(1)

INTRODUCCION

Las profesiones sanitarias se encuentran especialmente sometidas al marco de la


responsabilidad por su actuación. Difícilmente se pueden encontrar otras profesiones
tan ligadas a los derechos fundamentales de las personas -la vida, la integridad, la
intimidad- como la profesión de curar (2).

Según =Gisbert Calabuig= (3), se entiende como responsabilidad profesional médica


la obligación que tienen los médicos de reparar y satisfacer las consecuencias de los
actos, omisiones y errores voluntarios e incluso involuntarios, dentro de ciertos
límites, cometidos en el ejercicio de su profesión.

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La responsabilidad jurídica de los médicos ha adquirido en los últimos tiempos una
enorme importancia aumentando de forma notable el número de casos de supuesta
responsabilidad profesional médica que llegan a los Tribunales de Justicia.

De las múltiples razones que hayan podido llevar a esta situación, se encuentra el gran
desarrollo científico y tecnológico que ha experimentado la Medicina, con gran
divulgación del mismo por los medios de comunicación. Esto ha dado lugar a que el
paciente vea incrementadas sus expectativas respecto a su curación, cayendo en la
frustración e idea del fracaso del médico cuando no se logra. Pero realmente, lo que ha
tenido gran significación es el mercantilismo imperante en la sociedad actual, la cual ve
en cualquier ocasión una oportunidad de ganancias, que en el caso de los litigios por
responsabilidad profesional se traduce en la indemnización a que puede ser condenado
el médico, siendo cada vez éstas de mayor cuantía. Estamos asistiendo al cambio de la
relación médico-paciente por la del médico-consumidor.

Con el presente trabajo se pretende hacer una revisión global a los distintos tipos de
responsabilidad en que puede incurrir el médico y las instituciones sanitarias en el
desarrollo de sus actividades.

RESPONSABILIDAD MÉDICA

I. RESPONSABILIDAD CIVIL

1. DEFINICION

La responsabilidad significa la sujeción de una persona que vulnera un deber de


conducta impuesto en interés de otro sujeto a la obligación de reparar el daño
producido (4).

Para poder entender mejor toda la responsabilidad civil debemos profundizar en el


objeto de la relación obligacional.

2. CONCEPTO JURIDICO DE OBLIGACION. APLICACION A LOS


PROFESIONALES DE LA SALUD

2.1. Concepto

La obligación es una relación jurídica en virtud de la cual una persona (deudor) tiene
el deber jurídico de realizar una prestación a favor de otra (acreedor), quien tiene el
poder de exigírsela (5).

El art. 1088 del Código Civil dice: «Toda obligación consiste en dar, hacer o no hacer
alguna cosa». Como el dar es una acción, en definitiva toda obligación contiene un
hacer o un omitir. Para que el hacer u omitir algo constituya deuda de Derecho Civil es
preciso que a un concreto deber de prestar (dar, hacer u omitir algo) se contraponga
una concreta facultad de exigir la prestación. De este modo, es condición común a todas
las deudas constituir una relación bi- o plurilateral entre particulares, en virtud de la
cual uno puede exigir una prestación concreta y otro la debe, o bien se la deben
recíprocamente dos o varios.

2.2. Vínculo: deuda y responsabilidad

El vínculo entre acreedor y deudor es el nexo que les liga. Dentro de éste se distingue el
débito, que es el deber del deudor de cumplir la prestación y el correlativo derecho del

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acreedor de exigir su cumplimiento, y la responsabilidad, que es la sujeción del
patrimonio del deudor al cumplimiento de la prestación y el derecho del acreedor a
dirigirse contra el mismo, si incumple (6) .

Cuando se ha establecido una obligación, el obligado o deudor deberá cumplirla,


incurriendo en responsabilidad si no lo hace. El art. 1911 del Código Civil recoge el
principio de responsabilidad patrimonial universal y dice: «Del cumplimiento de las
obligaciones responde el deudor con todos sus bienes, presentes y futuros», de donde
se deduce que, cada deudor responde, salvo pacto en contrario, con todos sus bienes, y
los terceros no son responsables de tales deudas si no se han sometido a su garantía.

2.3. Fuentes de las obligaciones

En sentido jurídico, nadie es deudor mientras no realiza actos (o se halla en


situaciones) que, según la ley, le obliguen. Una obligación nace, entonces, de aquellos
actos, acontecimientos o situaciones a los que la ley atribuye capacidad para hacer
surgir la deuda. En el art. 1089 del Código Civil se revelan dichas fuentes de las
obligaciones: «Las obligaciones nacen de la ley, de los contratos y cuasi contratos, y
de los actos y omisiones ilícitos o en que intervenga cualquier género de culpa o
negligencia». De aquí pueden distinguirse tres categorías:

1. Obligaciones derivadas de la ley: no pueden ni suponerse ni derivarse de indicios ni


conjeturas, debiendo estar explícitas. Así en el art. 1090 del Código Civil dice: «Las
obligaciones derivadas de la ley no se presumen. Sólo son exigibles las expresamente
determinadas en este Código o en leyes especiales, y se regirán por los preceptos de la
ley que las hubiere establecido; y, en lo que ésta no hubiere previsto, por las
disposiciones del presente libro».

2. Obligaciones que nacen de los contratos y cuasi contratos: todo contrato válido
compromete a los contratantes, tanto si es uno de los regulados en el Código Civil o en
una ley especial, que si ha sido creado expresamente para un caso concreto. Según el
art. 1091 del Código Civil, «Las obligaciones que nacen de los contratos tienen fuerza
de ley entre las partes contratantes, y deben cumplirse al tenor de los mismos». Del
incumplimiento de estas obligaciones nace la responsabilidad contractual (Ver
Responsabilidad Civil Contractual, infra).

3. Obligaciones que nacen de los actos y omisiones ilícitos o en que intervenga


cualquier género de culpa o negligencia: todo acto culpable que ocasiona un daño
obliga al causante, frente al perjudicado, a reparar el daño que causó (art. 1902 del
Código Civil). Aquí pueden diferenciarse dos tipos:

3.a. «Las obligaciones civiles que nazcan de los delitos o faltas se regirán por las
disposiciones del Código Penal», art. 1092 del Código Civil. Es la responsabilidad civil
derivada del delito (ver Responsabilidad Civil derivada del delito, infra).

3.b. «De las obligaciones que se deriven de actos u omisiones en que intervenga culpa
o negligencia no penadas por la ley, quedarán sometidas a las disposiciones del
Capítulo II del Título XVI de este libro» (De las obligaciones que nacen de culpa o
negligencia: arts. 1902-1910 del Código Civil). De aquí se derivará la responsabilidad
extracontractual. (Ver Responsabilidad Civil Extracontractual, infra).

2.4. Objeto de la obligación

A. DEFINICION DE PRESTACION

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El objeto de la obligación es lo debido por el deudor y lo que el acreedor está facultado
para reclamar. El deudor lo que debe en realidad es una conducta o un comportamiento
y es lo que usualmente se denomina prestación. Los contenidos posibles de la
prestación vienen referidos en el art. 1088 del Código Civil: «toda obligación consiste
en dar, hacer o no hacer alguna cosa». La prestación consiste en una actuación
positiva o negativa del obligado. En ese consistir va implícita la idea de que el deudor
está obligado realizar un comportamiento.

La prestación objeto de una obligación tiene que ser posible, lícita y estar determinada,
características que resultan de los preceptos relativos al objeto (arts. 1271-1273 del
Código Civil) y causa del contrato (arts. 1274-1277 del Código Civil) (Ver Contrato,
infra).

B. NATURALEZA DE LA PRESTACION

Según el objeto en sí de la prestación:

1. Obligación de dar: es el comportamiento dirigido a la entrega de una cosa (arts.


1094-1097 del Código Civil).

Dentro de las obligaciones de dar, diferenciándose por el objeto a entregar distinto a


una cosa concreta, se encuentran dos tipos especiales:

1.a. Obligaciones genéricas: las que recaen sobre un objeto que no está
individualmente determinado, sino sólo por su pertenencia a una clase más o menos
amplia de objetos sin características individuales (arts. 1096 y 1167 del Código Civil).

1.b. Obligaciones pecuniarias: son la obligación de pagar una cantidad de dinero (art.
1108 del Código Civil).

2. Obligación de hacer: La prestación de hacer impone al deudor el desarrollo de una


actividad que permita al acreedor la satisfacción de su interés (prestar un trabajo,
efectuar alguna obra, gestionar un asunto). La prestación de hacer puede ser fungible o
infungible. Es fungible cuando el interés del acreedor queda satisfecho con la
realización de la prestación, siendo indiferente la persona del deudor. Su cumplimiento
no se puede coaccionar físicamente. Cuando el obligado se niegue a realizar la
prestación, ésta, de ser posible, se mandará ejecutar a su costa (art. 1098 del Código
Civil); por el contrario, es infungible cuando existe un intuitus personae, es decir, que
la persona del deudor no puede ser sustituida por otra al no serle indiferente al
acreedor quién cumpla la prestación. El obligado en estas circunstancias que se niegue
a cumplir la obligación sin causa que le exima legalmente, habrá de indemnizar.

Se distinguen dos tipos en relación con la obligación de realizar una prestación de hacer
según que lo comprometido por el deudor sea una pura actividad o consista, además,
en la obtención de un determinado resultado.

2.a. Obligación de MEDIOS: el deudor debe poner los medios para alcanzar ciertos
fines, pero sólo eso. El deudor cumple desplegando diligentemente la actividad, aunque
no se consiga el resultado esperado. El médico no está obligado a garantizar la salud del
enfermo, y sí, únicamente, la calidad de sus cuidados y los conocimientos que se
aplican para conseguirla. Varias son las sentencias del Tribunal Supremo (en siguientes
sentencias del Tribunal Supremo) que así lo indican, entre ellas:

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- Sentencia del Tribunal Supremo de 16 de febrero de 1995: «Los facultativos no están
obligados a prestar servicios que aseguren la salud de los enfermos, sino procurar
por todos los medios su restablecimiento, por no ser la salud humana algo de lo que se
pueda disponer y otorgar. No se trata de un deber que se asume de obtener un
resultado exacto, sino más bien de una obligación de medios, que se aportan de la
forma más ilimitada posible».

- Sentencia del Tribunal Supremo de 23 de septiembre de 1996: «... la obligación del


profesional sanitario no lo es de resultados, sino de medios, pues no contrae deber de
curación del enfermo, como si fuera algo a su alcance -lo que sería el rotundo avance
de la ciencia médica-, sino procurar, sin omisiones, fisuras ni justificaciones sin
causa, aplicar todos los medios que el avance de la medicina pone a su alcance para la
mejora de la salud».

- Sentencia del Tribunal Supremo de 15 de octubre de 1996: «... no es la suya una


obligación de resultado, sino una obligación de medios, es decir, está obligado, no a
curar inexcusablemente al enfermo, sino a proporcionarle todos los cuidados que
requiera según el estado de la ciencia...».

Aunque no se obtenga el resultado para el que se ponen los medios, el obligado no


puede ser hecho responsable si no se prueba su negligencia. Aquí surge la actuación del
médico según la lex artis ad hoc -conjunto de normas que constituyen el buen hacer y
ortodoxia profesional-, sin que se pueda aplicar la teoría del riesgo ni la inversión de la
carga de la prueba (Ver Evolución hacia la Responsabilidad Objetiva, infra) (como
regla general, corresponde la carga de la prueba a quien reclama. Así, en el art. 1214 del
Código Civil aparece: «Incumbe la prueba de las obligaciones al que reclama su
cumplimiento, y la de su extinción al que la opone»; y en el art. 1250 del Código Civil
dice: «Las presunciones que la ley establece dispensan de toda prueba a los
favorecidos por ellas», reflejando la presunción de inocencia que recoge al art. 24 de la
Constitución. Sin embargo, se contempla la excepción en algunos supuestos como la
existencia de un daño desproporcionado en donde corresponde al médico probar su
inocencia [_Cuando hay una desproporción entre el primer diagnóstico y el luctuoso
grave resultado final_], demostrando que ha obrado con toda diligencia, invirtiéndose
la carga de la prueba) (7).

Podemos observar en la reiterada jurisprudencia del Tribunal Supremo cómo la


obligación del médico en una obligación de medios debiendo actuar conforme a la lex
artis, así:

- Sentencia del Tribunal Supremo de 20 de febrero de 1992: «... el sentido


jurisprudencial que se desprende del abundante cuerpo de sentencias dictadas en
relación con la responsabilidad en la asistencia médico-sanitaria, habiendo
puntualizado esta doctrina (es) que la obligación del médico, o más en general, del
profesional sanitario, no es una obligación de resultado, sino una obligación de
medios; está obligado, no a curar al enfermo, sino a proporcionarle todos los
cuidados que requiera, según el estado de la ciencia y la denominada _lex artis ad hoc
(...)»_.

- Sentencia del Tribunal Supremo de 2 de febrero de 1993: «La relación jurídica


médico-enfermo no tiene por objeto la curación del paciente, que normalmente nadie
puede asegurar, sino el compromiso de utilizar los medios adecuados conforme a la
lex artis y a las circunstancias del caso (sentencias del Tribunal Supremo de 7 de
febrero de 1990 y 26 de mayo de 1986), y su responsabilidad ha de basarse en culpa
patente que revele un desconocimiento de ciertos deberes, según el estado actual de la

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ciencia, sin que se le imponga al facultativo el deber de vencer dificultades que puedan
equipararse a la imposibilidad».

Esta lex la conforman las reglas de la técnica de actuación profesional y ha sido


empleada para referirse a un cierto sentido de apreciación sobre si la tarea ejecutada
por un profesional, es o no correcta o se ajusta o no a lo que debe hacerse. En un
intento de concreción de esta lex nacen los protocolos. Estos se desarrollan para
determinar la actuación de los profesionales en diferentes situaciones, creándose ex
profeso para ellas. Dichos protocolos deben estar basados en la lex artis, deben ser
actualizados y no pueden hurtar el caso singular. El no-cumplimiento de un protocolo
no infringe en sí mismo la lex artis, pero su seguimiento no exime de responsabilidad
pues «al juez no le vinculan los decretos ni los reglamentos, sino sólo la ley». No
obstante, la actuación sanitaria realizada por los médicos «de acuerdo con las normas
protocolarias, ayuda al juez a valorar la responsabilidad del facultativo en los actos
que está enjuiciado» (8) , idea que recoge una sentencia de un juzgado de primera
instancia al absolver a un ginecólogo al ajustarse al protocolo de la Sociedad Española
de Ginecología (9) .

En definitiva, esta lex artis, se corresponde con la actuación de «un buen profesional,
un buen técnico, un buen artesano», que son sinónimos según la doctrina del Tribunal
Supremo de que una actuación de un profesional ha sido correcta, diligente y
técnicamente adecuada (10) , idea que se refleja en la retórica sentencia del Tribunal
Supremo de 12 de julio de 1994: «De acuerdo en que, según una muy mantenida
doctrina científica y jurisprudencial, la medicina como Arte, como Ciencia y como
Técnica, va dirigida a la atención de la humanidad doliente, en cuanto su _thelos no
es otro que procurar al enfermo la mayor atención y mejor tratamiento, con objeto de
lograr, o cuando menos intentar además de su sanidad tanto material como psicológica,
un adecuado y humano amparo psico-asistencial aun cuando no siempre se consiga
dicha esencial finalidad, pues no ha de olvidarse que la función -u obligación- de la
medicina y por lo tanto de médico no es, cual por esta Sala se ha dicho de modo
reiterado, de resultado sino de medios, en cuanto dada la naturaleza humana y los
límites de la Medicina no siempre se consigue de modo pleno dicha finalidad, aun
cuando el médico ponga de su parte el Arts, Thecnos y Modus operandi, como ya hace
muchos siglos se establecía por Hipócrates en su famoso juramento cuando decía: "Y
ME SERVIRE, según mi capacidad y mi criterio, del régimen que tienda al beneficio de
los enfermos, pero me abstendré de cuanto lleve consigo perjuicio o afán de dañar"»_.

Entre los medios que siempre han de poner los médicos se encuentran (Ver
Obligaciones de los médicos: deberes y responsabilidades, infra), en primer lugar, las
medidas diagnósticas, anamnesis y exploración adecuadas, y los métodos auxiliares
razonables; sólo después de esto se prescribirá el tratamiento que el facultativo
considere más oportuno, teniendo en cuenta las posibilidades del paciente, las
disponibilidades del medio y el estado actual de la ciencia. No se exige a los
profesionales que no tengan errores científicos o de diagnóstico -salvo cuando por su
propia categoría o entidad, cualitativa o cuantitativa resulten de extrema gravedad-, ni
que sean extraordinariamente habilidosos, según se entiende la jurisprudencia actual
sobre el tema (sentencias del Tribunal Supremo de 7 de octubre de 1986 y 27 de mayo
de 1988).

2.b. Obligación de RESULTADOS: garantiza su obtención. Sólo hay cumplimiento si el


resultado se obtiene. Si el resultado no se produce, será el deudor quien deba
demostrar el caso fortuito o de fuerza mayor. O sea, que por el hecho de no haberse
alcanzado el efecto práctico debido, queda patente, sin más, el incumplimiento, y, a
partir de éste, es el deudor quien ha de probar que no ha sido culpable. La medición de
los resultados es algo prácticamente imposible en la asistencia sanitaria y sólo pueden

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hacerse algunas aproximaciones indirectas. La obligación de los profesionales de la
salud es una obligación de medios, si bien hay casos en que es una obligación de
resultados: en concreto, los resultados de los métodos diagnósticos auxiliares: análisis
clínicos, radiología, anatomía patológica, etc., además de otros supuestos, tales como la
aplicación de prótesis dentarias, intervenciones de cirugía estética, vasectomías... No
obstante, respecto a las vasectomías, el Tribunal Supremo en sentencia de 25 de abril
de 1994, considera que «en la cirugía no terapéutica se deben poner todos los medios
posibles para obtener el resultado, y, si éste no se obtiene, no se incurre en
responsabilidad civil si se ha informado de las complicaciones de la intervención».

3. Obligación de no hacer: el comportamiento empeñado por el deudor es puramente


negativo: una omisión o una abstención.

C. REGIMEN DE LAS PRESTACIONES

Regulación, modos o formas en que se desarrollan las obligaciones.

1. Obligaciones puras: no están sujetas a condición alguna (art. 1113 del Código Civil).

2. Obligaciones condicionales: son aquellas que dependen de la realización de una


condición (arts. 1114-1116 y 1119 del Código Civil).

3. Obligaciones a plazo (arts. 1125-1130 del Código Civil): «Las obligaciones para
cuyo cumplimiento se haya señalado un día cierto, sólo serán exigibles cuando el día
llegue» (art. 1125 del Código Civil).

4. Obligaciones alternativas (arts. 1131-1136 del Código Civil): cuando uno se obliga a
una de entre varias prestaciones. El ofrecer o pactar varias prestaciones, eligiéndose
una de ellas («el obligado alternativamente a diversas prestaciones debe cumplir por
completo una de éstas», art. 1131 del Código Civil).

5. Obligaciones mancomunadas (arts. 1137-1139 del Código Civil): cada deudor debe y
cada acreedor tiene derecho sólo a una parte de la prestación total (11) . Cada
deudor/acreedor es independiente de los demás, respondiendo o reclamando cada uno
según su participación en la obligación.

6. Obligaciones solidarias: Cuando una obligación en la que intervienen varios


deudores o acreedores se contraiga en tales términos, que a cada deudor,
indistintamente, se le pueda reclamar el total de la deuda, o pueda reclamar cada
acreedor el entero crédito. Se trata de obligaciones o créditos de «todos y cada uno por
el todo»: aun cuando internamente el crédito o la deuda se hallan repartidos en
porciones iguales o desiguales, cada acreedor puede pedir y cada deudor debe prestar el
total de la obligación (12). Según el art. 1137 del Código Civil (...) «Sólo habrá lugar a
esto cuando la obligación expresamente lo determine, constituyéndose con el carácter
de solidaria». O sea, que se presume el carácter mancomunado del crédito o la deuda
habiendo pluralidad de acreedores o deudores (presunción de no-solidaridad).

Este tipo de obligación, como veremos más adelante, es la que contrae el Instituto
Nacional de la Salud cuando debe responder «solidariamente» de los daños o
perjuicios causados por sus empleados, a tenor del art. 1903.4 del Código Civil (Ver
pág. 21). El acreedor puede dirigirse contra cualquiera de los deudores solidarios o
contra todos ellos simultáneamente (art. 1144 del Código Civil), para reclamarles el
total de la deuda, o una parte a cada uno. Las reclamaciones entabladas contra uno no

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serán obstáculo para las que posteriormente se dirijan contra los demás, mientras no
resulte cobrada la deuda por completo.

Por otro lado, existe una relación interna entre los deudores solidarios entre sí, que
explica en qué medida responde cada uno de ellos ante la deuda total. Esto es
importante porque si uno paga la totalidad de la deuda, podrá pedir el reembolso de lo
pagado a cada uno de sus compañeros por la parte de cada uno en la deuda, y, en
principio, sólo por ella: nunca, pues, por el total. Como dice el art. 1145 del Código
Civil: «(...) El que hizo el pago sólo puede reclamar de sus codeudores la parte que a
cada uno corresponda, con los intereses del anticipo. La falta de cumplimiento de la
obligación por insolvencia del deudor solidario será suplida por sus codeudores, a
prorrata de la deuda de cada uno». Esto es lo contrario de lo que ocurre en la
obligación mancomunada.

7. Obligaciones indivisibles: el objeto de la prestación es uno indivisible (arts. 1139,


1150 y 1151 del Código Civil).

8. Obligaciones con cláusula penal (arts. 1152-1155 del Código Civil): Cuando en
previsión de incumplimiento de una obligación, se establece por las partes y de
antemano, la imposición de una pena, que normalmente será pecuniaria, y que
sustituiría a la posible indemnización por daños y perjuicios en caso de reclamación por
incumplimiento, como aparece reflejado en el art. 1152 del Código Civil: «La pena
sustituirá a la indemnización de daños y al abono de intereses en caso de falta de
cumplimiento, si otra cosa no se hubiere pactado».

2.5. Extinción de las obligaciones (arts. 1156-1213 del Código Civil)

Art. 1156 del Código Civil: «Las obligaciones se extinguen:

Por el pago o cumplimiento.

Por la pérdida de la cosa debida.

Por la condonación de la deuda.

Por la confusión de los derechos de acreedor y deudor.

Por la compensación.

Por la novación.»

2.6. Incumplimiento de la obligación

Art. 1101 del Código Civil: «Quedan sujetos a la indemnización de los daños y
perjuicios causados los que en el cumplimiento de sus obligaciones incurrieren en
dolo, negligencia o morosidad, y los que de cualquier modo contravinieren al tenor de
aquélla».

Según =Lacruz Berdejo= (13), de este artículo se pueden derivar por una parte las
causas del incumplimiento y por otra los modos del mismo.

A. CAUSAS DEL INCUMPLIMIENTO

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1. El dolo: El caso más alto de responsabilidad corresponde al incumplimiento
intencionado y antijurídico: al dolo. El concepto de dolo se integra esencialmente con el
elemento intelectual (conciencia) y el volitivo (voluntad de incumplir la obligación) con
lo cual se define como la conciencia y la voluntad de incumplir la obligación. Es el
incumplimiento, pues, consciente y voluntario. Es expresión de la mala fe del deudor.
Es la conciencia de la infracción del deber jurídico del deudor (14). No es preciso que el
deudor doloso sea consciente de la gravedad del daño que causa y menos que obre
precisamente con ánimo de causarlo, y basta con que trate deliberadamente de
sustraerse a sus obligaciones.

«La responsabilidad procedente del dolo es exigible en todas las obligaciones. La


renuncia de la acción para hacerla efectiva es nula» (art. 1102 del Código Civil). «En
caso de dolo responderá el deudor de todos los daños y perjuicios que conocidamente
se deriven de la falta de cumplimiento de la obligación» (art. 1107 del Código Civil).

2. La culpa: «La culpa o negligencia del deudor, consiste en la omisión de aquella


diligencia que exija la naturaleza de la obligación y corresponda a las circunstancias
de las personas, del tiempo y del lugar. Cuando la obligación no exprese la diligencia
que ha de prestarse en su cumplimiento, se exigirá la que correspondería a un buen
padre de familia» (art. 1104 del Código Civil). No existe intención de incumplir pero se
deriva una actuación descuidada, imprecisa, sin la diligencia de un sujeto normalmente
cuidadoso en el ámbito de su actividad. En particular, la diligencia exigible al
profesional es la específica correspondiente al nivel técnico medio de la profesión, pero
sobre todo a un elevado nivel de precauciones y dedicación.

«La responsabilidad que proceda de negligencia es igualmente exigible en el


cumplimiento de toda clase de obligaciones; pero podrá moderarse por los Tribunales
según los casos» (art. 1103 del Código Civil), es decir, podrán éstos modificar el
importe de la indemnización a la vista de las circunstancias.

El Código Civil, desde el punto de vista del deudor, distingue entre negligencia y dolo:
quien incumple por simple dejadez, abandono o descuido responde en una medida
menor que quien incumple intencionadamente.

3. Caso fortuito y fuerza mayor:

Art. 1105 del Código Civil: «Fuera de los casos expresamente mencionados en la ley, y
de los en que así lo declare la obligación, nadie responderá de aquellos sucesos que no
hubieran podido preverse, o que, previstos fueran inevitables».

3.a. Fuerza mayor: sería un caso imprevisible e inevitable.

3.b. Caso fortuito: sería imprevisible, pero en el caso de que se previese sería evitable.

Esta imprevisibilidad o inevitabilidad se darán en función de una determinada


situación y dependerán de la obligación que exista para prevenir y evitar esas
situaciones, según la naturaleza de la obligación y el grado de diligencia exigible.

B. MODOS DE INCUMPLIMIENTO

1. Mora: Una primera manera de incumplir una obligación es cumplirla tarde: el


simple retraso en el pago cuando éste continúa siendo posible y útil al acreedor, pero
no se realiza a su debido tiempo, y esta demora ocasiona perjuicios a dicho acreedor.

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No es un simple retraso, sino al que, por sus características, obliga a indemnizar los
daños causados por él (art. 1100 del Código Civil).

2. La prestación defectuosa: Este es un grado de incumplimiento muy frecuente en el


ámbito general.

El Código Civil en su art. 1101, base de la responsabilidad contractual, obliga a


indemnizar a «quienes de cualquier modo contravinieren el tenor de la obligación»,
entendiéndose que media dolo o culpa.

El acreedor tiene derecho a rechazar el cumplimiento defectuoso (en cuanto al


incompleto o distinto del pactado, arts. 1166 y 1169 del Código Civil), así como a que la
prestación se rehaga o arregle, si es económicamente posible, y, alternativamente,
derecho a indemnización por la diferencia de valor de la prestación, además de los
perjuicios causados.

3. Inejecución de la prestación: El modo más radical de incumplir una deuda es


negarse a observar la conducta debida. En estos casos existe un incumplimiento que
podemos llamar definitivo, bien porque ya no es posible cumplir (por ejemplo si se ha
destruido el objeto), bien porque ha quedado fijada la definitiva voluntad del deudor de
no cumplir. Al supuesto de imposibilidad de cumplir por «pérdida de la cosa debida»
viene determinado en el art. 1182: «Quedará extinguida la obligación que consista en
entregar una cosa determinada cuando ésta se perdiere o destruyere sin culpa del
deudor y antes de haberse éste constituido en mora», incluyéndose igualmente en este
concepto la imposibilidad de las obligaciones de hacer (art. 1184 del Código Civil):
«También quedará liberado el deudor en las obligaciones de hacer cuando la
prestación resultase legal o físicamente imposible».

C. REACCION FRENTE AL INCUMPLIMIENTO

1. Ejecución en especie: Cuando, ante la negativa del deudor a pagar, el objeto existe en
el mercado y es útil, o el hecho debido no es personalísimo del deudor, la voluntad de
éste de no cumplir no impide la satisfacción del interés del acreedor con una prestación
idéntica a la esperada, que se conseguirá a costa del patrimonio de aquél, es decir,
obteniendo coactivamente de él la prestación misma o los medios económicos para
proporcionarla al acreedor, o para que éste pueda adquirirla. Dígase lo mismo cuando
la prestación es defectuosa.

La satisfacción coactiva in natura del interés del acreedor cabe, en principio, en las
obligaciones de dar; también en las de hacer, siempre que no sea infungible la persona
del deudor (art. 1098 del Código Civil): «si el obligado a hacer alguna cosa no la
hiciere, se mandará ejecutar a su costa. Esto mismo se observará si la hiciere
contraviniendo el tenor de la obligación». Además podrá decretarse que se deshaga lo
mal hecho; y para esto último, y siempre que sea preciso reponer las cosas en el statu
quo ante cabrá recurrir a la coacción directa.

Y, por último, la posibilidad de pedir la eliminación de lo hecho indebidamente cabe


asimismo «cuando la obligación consista en no hacer y el deudor ejecutare lo que le
había sido prohibido» (art. 1099 del Código Civil). Las obligaciones negativas, pues,
pueden ser, igualmente, capaces de cumplimiento coactivo.

2. Indemnización: Cuando hablamos de responsabilidad civil médica es hacer


referencia, fundamentalmente, a una indemnización.

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Según el art. 1106 del Código Civil: «La indemnización de daños y perjuicios
comprende, no sólo el valor de la pérdida que haya sufrido (daño emergente), sino
también el de la ganancia que haya dejado de obtener el acreedor (lucro cesante)».

En principio, la indemnización debería colocar siempre al acreedor en igual posición


que si se hubiera cumplido la obligación (principio de la reparación integral).

Al que deja de cumplir o incurre en mora por culpa o negligencia, no con mala fe, le
obliga a responder el art. 1107.1 del Código Civil de los daños y perjuicios «previstos o
que se hayan podido prever al tiempo de constituirse la obligación y que sean
consecuencia necesaria de su falta de cumplimiento». En cambio, según el art. 1107.2
«en el caso de dolo responderá el deudor de todos los (daños) que conocidamente se
deriven de la falta de cumplimiento de la obligación». Finalmente, con arreglo al art.
1108.1, si la «obligación consistiere en el pago de una cantidad de dinero, y el deudor
incurriere en mora, la indemnización de daños y perjuicios, no habiendo pacto en
contrario, consistirá en el pago de los intereses convenidos, y a falta de convenio, en el
interés legal».

3. OBLIGACIONES DE LOS MEDICOS: DEBERES Y RESPONSABILIDADES

Son varios los textos normativos que recogen los deberes de los médicos. Entre ellos, el
que en mayor medida los desarrolla es el Código de Etica y Deontología Médica (15) ,
que define el deber médico en su art. 1 como el «conjunto de principios y reglas éticas
que deben inspirar y guiar la conducta profesional del médico». Estas normas y
deberes, tipificados en mayor o menor medida desde la antigüedad, no obligan más que
en conciencia y éticamente y sólo ante los Tribunales de los propios colegios
profesionales (art. 2.2 del Código de Etica y Deontología Médica). Sin embargo, debido
a que reflejan el sentir ético y profesional general de la práctica médica, deben ser de
obligada referencia en el momento de enjuiciar un comportamiento profesional
incorrecto así como la falta derivada del incumplimiento de un deber preexistente.

Por otro lado, son varios los artículos de diferentes leyes en donde vienen también
reflejadas estas obligaciones y responsabilidades. Entre ellas están la Ley General de
Sanidad (16) , y la Ley General para la Defensa de los Consumidores y Usuarios (17) ,
donde sí se crea la obligación por imperativo legal.

3.1. Información

En un sentido amplio, el derecho de información a los usuarios de los servicios del


sistema sanitario público, viene recogido en el art. 9 de la Ley General de Sanidad: «Los
poderes públicos deberán informar a los usuarios de los servicios del sistema
sanitario público o vinculados a él, de sus derechos y deberes». Al mismo tiempo, el
art. 2.1 d) de la Ley General para la Defensa de los Consumidores y Usuarios, dice que
«La información correcta sobre los diferentes productos o servicios y la educación y
divulgación para facilitar el conocimiento sobre su adecuado uso, consumo o disfrute
es un derecho básico de los consumidores y usuarios».

El enfermo debe ser consciente en todo momento, y no sólo al inicio de un protocolo


terapéutico, del alcance de tomar una u otra decisión en el abordaje de su proceso
patológico. Es un requisito previo al consentimiento informado y debe entenderse
como un compromiso continuo y flexible que facilite en todo momento la comprensión
por parte del enfermo de las consecuencias que conlleva el rechazar o aceptar lo que se
le propone. La información reduce, en la mayoría de los casos, la ansiedad generada en
el enfermo por la inseguridad a la que se enfrenta dentro de su enfermedad y facilita la

11
creación de una atmósfera de plena confianza que redundará en una mejora de la
calidad de la relación médico-paciente. Como puntos importantes tenemos:

1. La información facilitada debe incluir diagnóstico, pronóstico y posibilidades


terapéuticas de su enfermedad englobando tanto los procedimientos seleccionados
como las otras posibles alternativas, en un lenguaje claro y comprensible para el
paciente (art. 11.1 del Código de Etica y Deontología Médica y art. 10.5 de la Ley
General de Sanidad).

2. La información debe ser confidencial en todo momento (art. 10.3 de la Ley General
de Sanidad), y debe incluir, si fuera el caso, la especificación de proyecto docente o de
investigación, que, en ningún caso, podrá comportar peligro adicional para la salud
(art. 10.4 de la Ley General de Sanidad).

3. La información debe completarse con la previsión de los resultados derivados de


rechazar un estudio diagnóstico-terapéutico determinado.

4. La información debe tener unos límites que en muchos casos son marcados por el
propio médico basándose en su experiencia y en su conocimiento del enfermo. Según
autores, los límites estarían en los que se podría exigir «a un médico razonable y
responsable que conforme a la buena práctica habitual, facilitaría la información
pertinente que sus colegas, responsables y razonables hubieran facilitado en
parecidas circunstancias» (18). En general se puede decir que la información debe ser
comunicada con delicadeza, circunspección y sentido de la responsabilidad en lo
referente al pronóstico de la enfermedad (art. 11.4 del Código de Etica y Deontología
Médica).

5. La información se comunicará personalmente al enfermo, o bien al familiar o


allegado más íntimo o a otra persona que el paciente haya designado para tal fin (art.
11.4 del Código de Ética y Deontología Médica).

6. Todo paciente tiene derecho a ser informado de acuerdo al principio de autonomía


de la persona, sin embargo, en ocasiones, puede ser oportuno no comunicarle
inmediatamente un pronóstico muy grave ya que tal actitud puede derivar más en daño
que en beneficio. Esta actitud debe ser excepcional prevaleciendo el derecho del
paciente a decidir sobre su futuro (art. 11.5 del Código de Ética y Deontología Médica).

7. La falta de información no supone en sí misma una falta médica, salvo si el daño


surgido y que origine una reclamación por responsabilidad, está en relación con ese
déficit de información de forma que la decisión del enfermo pudiera haber variado de
haber contado previamente con ella. Según sentencia del Tribunal Supremo de 31 de
julio de 1996 se deduce que el médico está obligado a indemnizar el daño si no informó
del riesgo y aun cuando su actuación terapéutica hubiese sido correcta. El alto Tribunal
obliga al médico, además, a probar que informó y, sobre todo, ante el incumplimiento
de este deber, impide alegar que se trataba de un riesgo imprevisible y, por lo tanto,
inevitable.

3.2. Consentimiento informado

Requisito fundamental por el cual el paciente expresa su voluntad y, por tanto, ejerce
su libertad de aceptar o rechazar una determinada intervención en su persona. Diversas
declaraciones y códigos deontológicos han recogido el derecho del enfermo a consentir
cualquier actuación sobre sí mismo y la obligación del médico a obtenerlo, así el art.
11.2 del Código de Ética y Deontología Médica dice que «cuando las medidas

12
propuestas supongan un riesgo importante para el paciente, el médico proporcionará
información suficiente y ponderada, a fin de obtener el consentimiento imprescindible
para practicarlas». En España, a diferencia de lo que acontece en otros países como
Alemania, EE.UU., o Canadá, el actuar sin haber obtenido previamente el
consentimiento no supone infringir leyes penales por el hecho en sí mismo, pero si de
esa actuación sin consentimiento se deriva algún daño o perjuicio con responsabilidad
penal o civil, el médico que así haya actuado podrá ser responsable profesionalmente e
incluso los tratamientos así realizados, podrán ser considerados como delito de
coacción. En el art. 10.5 de la Ley General de Sanidad incluye entre los derechos del
paciente el de que «se le dé en términos comprensibles, a él y a sus familiares o
allegados, información completa y continuada, verbal y escrita, sobre su proceso,
incluyendo diagnóstico, pronóstico y alternativas de tratamiento». El art. 10.6 del
mismo texto normativo obliga también a permitir al paciente «la libre elección entre
las opciones que le presente el responsable médico de su caso, siendo preciso el previo
consentimiento escrito del usuario para la realización de cualquier intervención».

En el art. 1265 del Código Civil, se considera que el consentimiento será nulo «cuando
se prestó por error, violencia, intimidación o dolo» por ello podemos considerar como
requisitos del consentimiento informado en sanidad los siguientes:

1. Consentimiento libre y voluntario: No será válido aquel consentimiento obtenido


limitando o coaccionando la voluntad del enfermo.

2. Información: El paciente en el momento de dar su consentimiento contará con toda


la información disponible según lo tratado en el apartado anterior.

3. Capacidad para poder consentir: La persona que presta su consentimiento debe ser
capaz de conocer y comprender el alcance de su decisión.

En algunos casos se dan situaciones en las cuales no es posible obtener el


consentimiento previo del propio enfermo por lo cual habrá que encontrar la fórmula
más adecuada para sustituir esta decisión sin perjuicio del propio paciente. Tales
situaciones quedan reflejadas en la Ley General de Sanidad (art. 10.6, aps. a, b y c) del
mismo modo que en el Código de Ética y Deontología Médica (art. 11.3). Estas
excepciones son:

3.a. Urgencia o extrema gravedad: donde la acción médica inmediata puede ser
determinante para salvaguardar la vida.

En aquellos casos donde mediaran disposiciones y circunstancias excepcionales, por


ejemplo los accidentes, que pudieran dar lugar a omisión de asistencia por temor a
responsabilidades futuras serán objeto de ser analizadas bajo la doctrina del «Buen
Samaritano» la cual considera que la actuación en estos casos se realiza bajo
condiciones donde no es posible una exigencia tal como si la misma se ejecuta en
condiciones sanitarias normales.

3.b. Cuando la falta o retraso de una acción puede derivar en la aparición de


complicaciones que pudieran dar lugar a lesiones irreversibles e incluso la muerte,
incluyendo aquellos casos, como el suicidio o la convicción religiosa, donde la actuación
se realiza en contra de la voluntad del paciente. También quedan eximidas de
consentimiento aquellas situaciones donde la no intervención suponga un riesgo para
la salud pública.

13
3.c. Cuando coexista una incapacidad manifiesta de tomar decisiones por un estado
transitorio de inconsciencia. En estos casos la decisión recaerá sobre sus familiares o
allegados más cercanos.

3.d. Menores de edad e incapacitados legalmente: De la misma forma los padres,


familiares, allegados o tutor legal deberán dar, si la situación lo precisa, dicho
consentimiento.

4. Manifestación del consentimiento: Hasta ahora, generalmente era tácito y verbal, e


incluso en ocasiones no se realizaba una manifestación explícita de consentimiento. Sin
embargo, el art. 10.4 de la Ley General de Sanidad reseña la necesidad de la realización
del mismo por escrito, así como de la necesidad de informar si forman parte dichas
actuaciones de un proyecto docente o de investigación.

5. Capacidad de negarse a consentir: Dicha falta de consentimiento no podrá ser


aplicada en los casos citados en el ap. 3.b. El enfermo, en estos casos, deberá solicitar el
alta voluntaria (art. 10.9 de la Ley General de Sanidad) o bien si se niega podrá ser dado
de alta por el propio centro (art. 11.4 de la Ley General de Sanidad). En estas
situaciones el médico podría quedar dispensado de su obligación de asistencia (art. 10
del Código de Ética y Deontología Médica) al romperse el vínculo de confianza
entretejido entre médico y paciente, debiendo en todos los casos asegurar un completo
trasvase de información al facultativo que le sustituya.

3.3. Asistencia y consejo

La obligación de asistencia, además de la puramente técnica, debe ser también moral y


ajustarse a unos principios éticos. Varias son las situaciones en que la integridad
personal y una determinada escala de valores harán decisiva el tipo de asistencia y
consejo que otorgue el médico a su paciente. El deber de intervención obligatoria en
casos de emergencia, el enfermo desahuciado y la actitud ante la eutanasia (Ver infra) y
la experimentación humana, fundamentalmente los ensayos clínicos farmacológicos
(19), son tales situaciones.

3.4. Diagnóstico, prescripción y tratamiento

El logro de un diagnóstico constituye uno de los elementos fundamentales de la


actuación médica diaria. Los conocimientos teóricos y prácticos, la propia experiencia,
el «ojo clínico», y los diferentes métodos diagnósticos deben combinarse en mayor o
menor medida para evitar en lo posible los errores inherentes a toda ciencia inexacta.
El error como yerro de juicio no genera en sí responsabilidad sino la omisión de
medidas o comprobaciones que sustenten un determinado diagnóstico de acuerdo a las
exigencias básicas comúnmente aceptadas por la práctica médica y el estado científico
en el que se desarrolla.

La prescripción y el tratamiento deben ajustarse, al igual que el resto de actuaciones


profesionales, a la Lex Artis, valorando en la medida de lo posible los riesgos derivados
de la utilización de un determinado abordaje terapéutico y los atribuibles a la condición
humana del profesional que lo aplica.

3.5. Conocimiento, habilidad y medios técnicos

1. El Conocimiento: El médico debe poseer los conocimientos teóricos y prácticos


mínimos necesarios para desarrollar su actividad. También es recomendable, como
recoge el art. 23 del Código de Ética y Deontología Médica, una actualización mínima

14
constante tanto a nivel general como especializado pues el ejercicio de la medicina es
un servicio basado en el conocimiento científico y en su evolución. Esta obligación no
debe suponer un examen permanente del médico ante la sociedad pues ésta ya le
reconoce su capacidad y suficiencia médico-quirúrgica al concederle la licenciatura.

2. La Habilidad: El médico debe poseer la pericia suficiente para aplicar de la forma


más adecuada todos sus conocimientos. Según el Tribunal Supremo la impericia
descansa en el obrar con ausencia de conocimiento de las reglas que rigen la actividad
que se realiza, por lo que se ha dicho que existe una vulneración de la Lex Artis y que la
diligencia profesional tiene su apoyo en la infracción de los deberes inherentes a la
profesión, por lo que la infracción del deber nace no de un modo general o genérico de
la actividad que se desarrolla, sino de las características de la profesión, por lo que
también se la conoce como vulneración de la Lex Funtionis. Las exigencias de esta
cualidad deben fundamentarse en unos mínimos irrenunciables que se irán
incrementando según el grado de especialización. En definitiva, excepto en situación de
urgencia, el médico debe abstenerse de actuaciones que sobrepasen su capacidad,
derivando el paciente a otro compañero competente en la materia si se diese el caso
(art. 21.2 del Código de Ética y Deontología Médica).

3. Los medios técnicos: Debe poseer el material mínimo, en cantidad y calidad,


imprescindible para satisfacer de forma eficaz y segura el compromiso que adquiere
con el paciente. Si no se cumplieran estas condiciones deberá informar de ello al
organismo gestor de la asistencia, si no fuera él mismo, así como al propio paciente
(art. 22.1 del Código de Ética y Deontología Médica). Es de obligado cumplimiento
mantener en buen estado todos estos elementos técnicos de forma que su
funcionamiento erróneo no pueda ser atribuido a desidia en su cuidado y
mantenimiento.

3.6. El secreto médico

El derecho a la intimidad recogido en los arts. 18.1 y 20.4 de la Constitución, se


normativiza en el art. 10.1 de la Ley General de Sanidad y en el art. 2.2 de la Ley sobre
Protección Civil de Derecho al Honor, a la Intimidad Personal y Familiar y a la Propia
Imagen (20) , donde se considera ilegítima «la revelación de datos privados de una
persona o familia conocidos a través de la actividad profesional u oficial de quien los
revela» salvo que estuviere expresamente autorizado por ley o hubiere consentimiento
expreso del interesado.

El secreto médico debe entenderse como un compromiso tácito adquirido en el ámbito


contractual y extracontractual y constituye uno de los elementos clave de la relación
médico-paciente y de la confianza mutua que de ella emana. Es «inherente al ejercicio
de la profesión, obliga a todos los médicos y no se agota con la muerte del enfermo»
(art. 16 del Código de Ética y Deontología Médica). El secreto no sólo alcanza al médico
sino a todos sus colaboradores y al personal auxiliar y de enfermería a su cargo (art. 17
del Código de Ética y Deontología Médica).

A diferencia de lo que acontece con abogados, procuradores y sacerdotes (art. 263 de la


Ley de Enjuiciamiento Criminal) los médicos están obligados a comunicar a la
autoridad judicial la existencia de algún hecho delictivo al cual hayan tenido acceso por
la actuación profesional (art. 262 de la Ley de Enjuiciamiento Criminal). El Código
Deontológico contempla como hechos liberatorios aquellos casos en los cuales el
médico se ve injustamente perjudicado por causa del mantenimiento del secreto de un
paciente y éste sea el autor voluntario del perjuicio, las enfermedades de declaración
obligatoria y las situaciones en las que el silencio da lugar a un perjuicio al propio

15
paciente o a otras personas o bien representa en sí un peligro colectivo (art. 20.2.4 del
Código de Ética y Deontología Médica).

La historia clínica es el elemento esencial físico en la relación del médico con el


enfermo y debe estar sujeta en todo momento a los conceptos de intimidad y discreción
que fundamentan el secreto médico. En el art. 61 de la Ley General de Sanidad se
recoge que la misma «queda a disposición de los enfermos y facultativos directamente
implicados en el diagnóstico y tratamiento del enfermo, así como a efectos de
inspección médica o para fines científicos» garantizando en todo momento la
intimidad familiar y personal (21). En el ámbito deontológico se recoge la importancia
de controlar al máximo la accesibilidad de los archivos médicos informáticos (art. 19
del Código de Ética y Deontología Médica) así como la transferencia de informes dentro
de la práctica privada (art. 20 del Código de Ética y Deontología Médica).

La infracción del deber del secreto médico puede ser constitutiva de delito (Ver
Descubrimiento y revelación de secreto, infra).

3.7. Emisión de certificados

La Ley General de Sanidad lo recoge en su art. 10.8, de forma que todo paciente tiene el
derecho a «que se le extienda certificado acreditativo de su estado de salud, cuando su
exigencia se establezca por una disposición legal o reglamentaria». En el art. 10.11 de
la citada Ley, también se menciona el derecho a recibir un informe del alta al finalizar
la estancia del mismo en una institución hospitalaria. El contenido de todos estos
informes debe ser «auténtico y veraz» y será entregado únicamente al paciente o a otra
persona autorizada (art. 12 del Código de Ética y Deontología Médica).

3.8. Continuidad en el tratamiento

Como recoge el art. 9 del Código de Ética y Deontología Médica, el médico que atiende
a un paciente se «compromete a asegurarle la continuidad de sus servicios». Esta
prestación de asistencia no puede ser abandonada sin una causa justificada. El final de
un tratamiento, sin embargo, es a veces recortado bien por el médico o bien por el
paciente. La pérdida mutua de confianza, las situaciones en las que la prolongación del
tratamiento no puede aportar nada más para la curación del enfermo, y el abandono
por el propio paciente constituyen extinciones de la continuidad (arts. 9 y 10 del Código
de Ética y Deontología Médica). El médico queda dispensado de su obligación de
asistencia continuada aunque debe facilitar al paciente otras alternativas y otros
facultativos que más le convengan.

4. TIPOS DE RESPONSABILIDAD CIVIL

4.1. Responsabilidad Civil Contractual

A. DEFINICION Y DISPOSICIONES LEGALES

La responsabilidad contractual nace cuando se ha producido un daño por


incumplimiento total o parcial de un contrato. Como ya hemos visto, un contrato es
fuente de obligación, y por ello, según el art. 1101 del Código Civil: «Quedan sujetos a la
indemnización de los daños y perjuicios causados los que en el cumplimiento de sus
obligaciones incurrieren en dolo, negligencia o morosidad, y los que de cualquier
modo contravinieren al tenor de aquélla» (Ver Incumplimiento de la obligación,
supra).

16
La responsabilidad nace cuando se ha producido un daño por incumplimiento de lo
pactado. En la sentencia del Tribunal Supremo de 11 de octubre de 1991 dice: «Para
que surja la responsabilidad contractual es preciso que la realización del hecho
dañoso acontezca dentro de la rigurosa órbita de lo pactado y como preciso
desarrollo del contenido negocial».

En otra sentencia del Tribunal Supremo de 4 de marzo de 1995 dice: «Según reiterada
jurisprudencia de esta Sala (sentencias de 30 de noviembre de 1973, 29 de mayo y 20
de diciembre de 1978, 16 de mayo de 1979, 18 de abril de 1980 y 10 de octubre de 1990)
los requisitos necesarios para la aplicación del artículo 1101 del Código Civil, son: la
preexistencia de una obligación entre las partes, su incumplimiento debido a culpa,
negligencia o falta de diligencia del demandado y no a caso fortuito o fuerza mayor,
la realidad de los perjuicios ocasionados a la otra parte y el nexo causal eficiente
entre aquella conducta y los daños producidos».

- Art. 1104 del Código Civil: «La culpa o negligencia del deudor consiste en la omisión
de aquella diligencia que exija la naturaleza de la obligación y corresponda a las
circunstancias de las personas, del tiempo y del lugar».

- Art. 1105 del Código Civil: «Fuera de los casos expresamente mencionados en la ley,
y de los que así lo declare la obligación, nadie responderá de aquellos sucesos que no
hubieran podido preverse, o que, previstos fueran inevitables».

La responsabilidad contractual por incumplimiento, probado por éste, presume la


culpa, sufriendo el incumplidor la carga de probar que ha sido por caso fortuito o fuerza
mayor y no por su culpa.

La prescripción de la acción para reclamar la responsabilidad contractual es de 15 años


según el art. 1964 del Código Civil: «... las (acciones) personales que no tengan
señalado término especial de prescripción (prescriben) a los quince (años)».

Para poder hablar de ruptura contractual, consideramos hacer un repaso breve de la


figura del contrato.

B. CONTRATO

1. Definición:

Contrato es el negocio jurídico productor de obligaciones y derechos.

Nuestro Código Civil establece una regulación general de las obligaciones y contratos
pero no define lo que el contrato es. El art. 1089 del Código Civil lo enumera entre las
fuentes de las obligaciones; el art. 1091 del Código Civil afirma que «las obligaciones
que nacen de los contratos tienen fuerza de ley entre las partes contratantes», y el art.
1254 del Código Civil dice que «el contrato existe desde que una o varias personas
consienten en obligarse, respecto de otra u otras, a dar alguna cosa o prestar algún
servicio». De esta definición resulta que el contrato es consensual, pues se perfecciona
por el mero consentimiento. De estos preceptos podemos deducir que el contrato
aparece por la conjunción de los consentimientos de dos o más personas con la
finalidad de ser fuente de obligaciones entre ellas.

La concepción del contrato como fuente de obligaciones en base exclusivamente al


acuerdo o consentimiento de las partes es fruto de una larga evolución histórica en la
que se han cruzado corrientes de pensamiento muy heterogéneas.

17
2. Requisitos: El Código Civil en el art. 1261 dice que no hay contrato sino cuando
concurren los requisitos siguientes:

«1.º Consentimiento de los contratantes.

2.º Objeto cierto que sea materia de contrato.

3.º Causa de la obligación que se establezca.»

Respecto al consentimiento (arts. 1262-1270 del Código Civil), no pueden prestarlo los
menores no emancipados y los incapacitados (art. 1263), siendo nulo prestado por
error, violencia, intimidación o dolo (art. 1265).

Atendiendo a su objeto y causa, de los arts. 1271-1277 del Código Civil, se deduce que
los contratos tienen que ser lícitos, posibles y determinados.

1. Posibilidad: Es intuitivo que la obligación no nace cuando versa sobre una prestación
originaria y absolutamente imposible. La imposibilidad de la prestación puede serlo de
hecho (prometer algo imposible) o de derecho (dar o hacer algo prohibido).

2. Licitud: Se entiende el ajuste del acto, de la cosa o de su tráfico, a las leyes o al


mínimo moral social. La prestación habrá de ser lícita en sí, en su finalidad y en cuanto
objeto de una vinculación.

3. Determinación: La prestación ha de ser de algún modo determinable, pues de lo


contrario su cumplimento quedaría al arbitrio de una de las partes, lo cual está
prohibido (arts. 1256, 1115, 1449 y 1690 del Código Civil). Por ejemplo, en una
compraventa han de poder concretarse la cosa y el precio, aunque no es preciso que se
individualicen concretamente en el contrato. En muchos contratos se remiten los
contratantes implícitamente al precio usual. Esto es particularmente frecuente en
servicios profesionales.

3. Clasificación de los contratos: Son numerosas las clasificaciones que se han hecho
de los contratos, generalmente con una visión meramente descriptiva y poco útil si no
va precedida de un estudio pormenorizado de cada uno de ellos. Una clasificación sería
la siguiente (22):

1. Contratos consensuales, reales y formales.

2. Contratos unilaterales, bilaterales y plurilaterales.

3. Contratos onerosos y lucrativos.

4. Contratos conmutativos y aleatorios.

5. Contratos típicos y atípicos.

C. NATURALEZA JURIDICA DEL ACTO MEDICO

«La relación jurídica entre médico y paciente está basada normalmente en un


contrato, por lo general de arrendamiento de servicios, siendo en algunos casos
también de obra: en ciertas intervenciones dentales o de cirugía estética» (23) .

18
1. Características del contrato de arrendamiento de servicios: El art. 1544 del Código
Civil define el arrendamiento de servicios junto al arrendamiento de obra: «En el
arrendamiento de obras o servicios, una de las partes se obliga a ejecutar una obra o
a prestar a la otra un servicio por precio cierto».

El contrato de arrendamiento de servicios se encuadra en el grupo de contratos en el


que las relaciones tienen en cuenta al principio intuitu personae, que pueden resolverse
por voluntad unilateral de cualquiera de las partes, de igual modo que el mandato, la
comisión mercantil, la sociedad colectiva, etc. Eso sí, la resolución unilateral podrá
hacer surgir la obligación de indemnizar si se produce en contra de lo pactado o cuando
en el propio pacto se prevea indemnización por el cese (24). También es bilateral,
producto de obligaciones recíprocas (realización del servicio a cambio de una
contraprestación, que en este caso correspondería a los honorarios).

El contrato es además personal (referido a un médico determinado) y puede ser


expreso o tácito. La mayor parte de los contratos que se hacen en la práctica del
ejercicio profesional en medicina, son de carácter verbal, pero es tan válido como el
escrito, tan sólo que puede resultar mucho más difícil de establecer a posteriori las
condiciones y el alcance del mismo. Se debe imponer la obtención del contrato por
escrito o al menos el obtener el consentimiento para la actuación profesional ante
personas que pueden testificar o bien ante otros profesionales sanitarios o personal
administrativo. Hay circunstancias en que la no obtención del consentimiento no va a
anular ni hacer ilegal la actuación médica como ocurre siempre que el médico tenga
que actuar de urgencias o por incapacidad física o psíquica del enfermo.

2. Objeto del contrato: El objeto lo constituye la prestación de un servicio. En la


práctica, en cambio, resultará en ocasiones dudoso si un determinado contrato ha de
ser calificado como arrendamiento de obras o de servicios. La razón deriva de que toda
prestación tiende, por esencia, a la satisfacción de un interés, a un resultado que el
acreedor juzga útil. Es evidente que al contratar un servicio persigue un resultado,
luego es preciso encontrar un adecuado criterio de calificación.

En el arrendamiento de servicios se trata de desenvolver una actividad, mientras que en


el arrendamiento de obra se persigue el resultado útil de aquella actividad. Los casos
dudosos han de resolverse con la presunción favorable al arrendamiento de servicios si
el resultado no está en la mano del que realiza el trabajo.

3. Las obligaciones del arrendatario: Consisten en la prestación del servicio, en la


realización de un facere, regido por los principios de las obligaciones de hacer. Como
regla general se ha de prestar el servicio personalmente, pero esta prestación personal,
no excluye, por supuesto, la posibilidad de valerse de auxiliares o colaboradores, pero
bajo la directa supervisión y responsabilidad de arrendatario. El prestatario responderá
de su pericia en el arte u oficio, asimilándose la impericia a la culpa, pero siempre en
función de la naturaleza de la obligación y de las circunstancias de personas, tiempo y
lugar como manda el art. 1104 del Código Civil, de ahí que el profesional responde si no
aplica las técnicas conocidas, o no se aduce su conducta al estado actual de la ciencia
que practica.

4. La obligación del arrendador: Es la de pagar la contraprestación. El art. 1544 del


Código Civil habla de precio cierto. El Tribunal Supremo declara que tal precio cierto
existe no sólo cuando está pactado expresamente, sino también cuando es conocido por
costumbre o uso frecuente en el lugar en que se prestan los servicios. Así, los
honorarios no están sujetos a tarifa, en cuanto se trata de una profesión liberal, pero
pueden impugnarse por el paciente interviniendo pericialmente la Organización
Médica Colegial como Órgano consultivo. Por el contrario, en caso de que el paciente se

19
niegue a abonar los honorarios profesionales, puede ejercitarse la correspondiente
acción civil la cual prescribe a los tres años.

También pesa sobre el acreedor del servicio la carga o deber accesorio de cooperar al
cumplimiento del prestatario, poniéndolo en condiciones de cumplir, que su trabajo sea
provechoso. En caso de incumplimiento, el deudor que no pueda ejecutar su obligación
tendrá abierto el camino para la resolución contractual con las correspondientes
indemnizaciones, si procede.

A través de tal contrato el médico se obliga a suministrar al paciente unos medios, que
son sus conocimientos y su técnica y práctica médicas, las cuales son puestas al servicio
de aquél para prestar los cuidados que requiera su salud. En consecuencia, no puede
hablarse de la obligación de la obtención de un resultado determinado (curar al
paciente), sino de los medios necesarios que objetivamente permiten el logro de ese
resultado beneficioso para la salud del paciente (con la excepción de los contratos de
obra, en los que objeto del mismo es la consecución de un resultado concreto.
Implantar una prótesis dentaria, realizar una corrección facial, etc.). Por su parte, el
paciente se obliga a la contraprestación de dinero previamente estipulado.

La complejidad de la práctica actual de medicina ha puesto de relieve nuevas variantes


en esta relación (entendida ésta como una medicina individual, el llamado ejercicio
libre o privado), al ser inicialmente contratado el médico por una institución pública o
privada a la que acude el paciente, ya tenga o no derecho a la prestación a causa de su
vinculación previa a la misma por un contrato de seguro u otra relación contractual.
Ello no nos aparta, sin embargo, de estas líneas básicas constituyentes de la relación,
pues el médico contrae ya unas obligaciones en cuanto da inicio al tratamiento del
paciente.

4.2. Responsabilidad Civil Extracontractual

A. DEFINICION Y DISPOSICIONES LEGALES

En oposición a la responsabilidad contractual, en la cual se resalta la transgresión de un


deber de conducta impuesto en un contrato, la responsabilidad extracontractual o
aquiliana se genera sin la existencia previa de ningún compromiso contractual, no
respondiendo a relación preexistente. Esto es lo que ocurre en los servicios prestados
por los médicos de la Seguridad Social que no celebran ningún contrato con el
asegurado o beneficiario y la responsabilidad que se genera responde a la idea de la
producción de un daño a otra persona por haber transgredido la abstención de un
comportamiento lesivo para los demás, esto es, se produce al no cumplir determinados
deberes que le sean exigibles al autor, mediando, por tanto, culpa o negligencia
(descuido, omisión, falta de aplicación), aun sin intención de producir el daño
ocasionado.

Según el Código Civil, podemos decir que esta responsabilidad extracontractual surge
de «las obligaciones que nacen de culpa o negligencia», siendo su fundamento jurídico
el art. 1902 del Código Civil que dice: «El que por acción u omisión causa daño a otro,
interviniendo culpa o negligencia, está obligado a reparar el daño causado». Al
mismo tiempo, en el art. 1903 del Código Civil se dice que «1.º La obligación que
impone el artículo anterior es exigible, no sólo por los actos u omisiones propios, sino
por los de aquellas personas de quienes se deba responder (...). 4.º Lo son igualmente
los dueños o directores de un establecimiento o empresa respecto de los perjuicios
causados por sus dependientes en el servicio de los ramos en que los tuvieran
empleados, o con ocasión de sus funciones (...). 6.º La responsabilidad de que trata
este artículo cesará cuando las personas en él mencionadas prueben que emplearon

20
toda la diligencia de un buen padre de familia para prevenir el daño». De este modo
se deriva la responsabilidad hacia quienes deban adoptar las correspondientes medidas
organizativas para prevenir el daño, y es siempre extensible a la entidad gestora para
garantizar el pago de la indemnización. La responsabilidad indemnizatoria es solidaria
(supra 10), tanto entre los que hayan intervenido, como en relación con la
Administración o empresa para la que trabajen (por ejemplo el Instituto Nacional de la
Salud o una clínica privada). Es la responsabilidad por hecho ajeno, obligación de
resarcir el daño a una persona distinta de quien lo causó. Según =C=alixto =Díaz-
Regañón= (25) los requisitos para la aplicación del art. 1903.4 del Código Civil serían
los siguientes: en primer lugar, la existencia e identificación del autor material del
daño; en segundo lugar la calificación «culposa o negligente» atribuida a la actuación
seguida por el autor que materialmente ha ocasionado el daño; y por último, la
constatación de una relación de dependencia o subordinación del autor material del
daño con la entidad sanitaria supuestamente responsable. Por otro lado, «el que paga
el daño causado por sus dependientes puede repetir de éstos lo que hubiese satisfecho»
(art. 1904 del Código Civil).

A diferencia de la responsabilidad contractual que prescribe a los 15 años (art. 1964 del
Código Civil), la responsabilidad extracontractual lo hace con el transcurso de un año.
Del art. 1968.2 del Código Civil se deduce que la prescripción de la acción para exigir
responsabilidad civil por las obligaciones derivadas de la culpa o negligencia de que se
trata en el art. 1902 del Código Civil, es de un año, desde que lo supo el agraviado: «El
tiempo para la prescripción de toda clase de acciones, cuando no haya disposición
especial que otra cosa determine, se contará desde el día en que pudieron ejercitarse»
(art. 1969 del Código Civil). Sin embargo, como veremos más adelante (Ver
Yuxtaposición entre Responsabilidad Civil Contractual y Extracontractual, supra), la
posibilidad de concurso de ambos ámbitos de la responsabilidad, contractual y
extracontractual, tanto por ejercicio alternativo como subsidiario, debe hacer en todo
momento considerar la prescripción esgrimida en la ley del contrato (15 años).

B. PRESUPUESTOS DE LA RESPONSABILIDAD EXTRACONTRACTUAL

1. Comportamiento: actuación antijurídica del agente: El punto de origen de todo el


fenómeno de la responsabilidad civil es un comportamiento, un acto humano, al que de
alguna manera se pueda considerar como causa de daño. Esta acción humana puede
consistir en una acción positiva (hacer) o en una negativa, omisión o abstención (no
hacer): «Acción u omisión» (art. 1902 del Código Civil). Sin embargo, para que esta
acción o esta omisión pueda ser considerada como fuente de responsabilidad, es
preciso que pueda ser calificada de ilícita o antijurídica.

A diferencia de lo que acontece en la responsabilidad contractual, donde el hecho


generador de la responsabilidad es siempre un acto ilícito que contraviene el
ordenamiento jurídico (incumplimiento de un contrato), o a diferencia del Derecho
Penal en donde las conductas sancionadas están plenamente tipificadas en la ley (por
ejemplo aborto), en materia de responsabilidad extracontractual no existe el requisito
de «acto ilícito», sino que es suficiente que intervenga cualquier género de culpa o
negligencia en la producción del daño. No existen una serie de normas que
minuciosamente obliguen a una conducta para no causar daño a un tercero, o sea, que
puntualicen cómo debemos comportarnos ante los demás. Por ello, debido a la
dificultad que plantea la tipificación de todas estas normas, lo antijurídico en este
ámbito no sólo recoge la violación de normas de conducta sino la contravención del
principio de alterum non laedere (no dañar al otro), principio general del Derecho que
nos obliga a comportarnos frente a terceros con la corrección y prudencia necesarias
para posibilitar la convivencia (26). Así pues, lo antijurídico no penal no consiste
solamente en la violación de normas que impongan una conducta, infracción del deber

21
objetivo de cuidado (factor normativo o externo), sino también una serie de deberes
que nos obligan a comportarnos respecto a terceros con la corrección y prudencia
necesarias para que la convivencia sea posible (actuación negligente o reprochable por
falta de previsión más o menos relevante, que constituye el factor psicológico o
subjetivo) (27). Es, por tanto, necesario la existencia de una acción u omisión que
pueda ser considerada como ilícita, por no haber tenido el agente la diligencia, cuidado,
atención o perseverancia exigibles y con la reflexión necesaria con vista a evitar el
perjuicio de bienes ajenos (sentencias del Tribunal Supremo de 23 de marzo de 1982 y
17 de julio de 1987).

Se deben considerar actos ilícitos médicos, aquellos actos voluntarios o involuntarios,


así como las omisiones, que se apartan de la lex artis y de las cuales se deriva un daño o
perjuicio para otra persona. Su base es, por tanto, la presencia de una conducta con
falta de diligencia y previsión, así como abandono de los deberes o contraprestaciones
médicas o hacia el conjunto de normas que constituyen el buen hacer y ortodoxia
profesional, y que forman la lex artis de la medicina.

No estaremos en presencia de una actuación ilícita cuando exista una causa de


justificación. Por ejemplo, es clara la inmunidad del médico para causar al paciente las
lesiones que sean necesarias para un correcto tratamiento y habrá que admitir que su
actuación es lícita cuando obre en virtud de un estado de necesidad, que supone que el
daño causado al paciente es menor que el que se trata de evitar.

2. Resultado dañoso y prueba del daño: Otro de los supuestos necesarios para que
surja la obligación de reparar, es decir responsabilidad, es la producción de un daño. Si
se trata de exigir una reparación por una mala actuación del médico, es necesario
demostrar que ha existido el daño o perjuicio y que éste sea reclamable. Sin ese daño no
es posible civilmente reclamar nada. Es jurisprudencia constante que no basta con
alegar la realización de un acto u omisión culpable, sino que se exige la prueba
cumplida de la realidad del perjuicio, a cargo del perjudicado, así como la de la
extensión y alcance del daño (sentencia del Tribunal Supremo de 19 de septiembre de
1986).

El daño o el perjuicio resultante debe reunir una serie de condiciones para poder ser
indemnizado. Ha de ser:

2.a. Cierto: realmente existente, lo que excluye los puramente hipotéticos o eventuales,
pues pueden producirse o no. Debe estar derivado del acto médico cuestionado y nunca
puede estar derivado de la propia patología del paciente o de una evolución negativa
posterior.

2.b. Propio: el daño debe haber sido padecido por la persona que reclama. En caso de
fallecimiento pueden reclamar los familiares o herederos.

2.c. Actual: el daño debe ser valorado en el momento de emitir la sentencia y si existe
certeza se puede considerar la previsible aparición de secuelas posteriores. Así, el daño
indemnizable o reparable, no sólo puede ser actual sino futuro, cuando surja con
posterioridad según racional certidumbre. Por ejemplo, de una lesión corporal se
diagnostica que en un tiempo por venir nacerán secuelas que habrán de ser corregidas.
Y aquí los Tribunales suelen dejar abierta la ejecución de sentencia, en lugar de fijar
como indemnización una cantidad determinada, se condena al responsable al pago de
cuantos gastos de curación se hayan irrogado o puedan irrogarse, lo que
indudablemente lleva a ejecuciones continuas de la misma sentencia. También cabe
que ante la aparición de nuevos daños o agravación de los ya reconocidos en la
sentencia condenatoria, se accione nuevamente en demanda de reparación (sentencias

22
del Tribunal Supremo de 19 de febrero de 1973 y 25 de marzo de 1976). Incluso se
admite la nulidad de la transacción acerca del importe de la indemnización por error
(sentencia del Tribunal Supremo de 27 de mayo de 1982).

El perjuicio resultante puede ser de varias clases:

2.d. Patrimonial o material: La lesión de la propiedad o de cualquier otro derecho de


naturaleza patrimonial debe ser reparada. El daño patrimonial se clasifica, como en
materia contractual, en daño emergente y lucro cesante (art. 1106 del Código Civil,
aplicable a la responsabilidad extracontractual según las sentencias del Tribunal
Supremo de 22 de octubre de 1932, 2 de diciembre de 1946 y 23 de marzo de 1954).
Serían los gastos derivados de honorarios profesionales, farmacia, estancia en hospital,
y que afectan al patrimonio.

2.e. Corporal: entendiendo por tales los daños físicos: lesiones y secuelas. En todos los
casos y antes de la indemnización hay que hacer una valoración del daño corporal, y no
hay criterios jurisprudenciales únicos ni baremos determinados para ese tipo de
valoraciones. De entre los existentes en España las referencias son el baremo para
calificar las secuelas de los combatientes de la guerra civil, el baremo de secuelas del
seguro obligatorio del automóvil y de los sistemas internacionales el más completo y
útil es el de AMA (American Medical Association), que permite una valoración por
funciones y sistemas orgánicos, así como la valoración del menoscabo total de la
persona y publicada en nuestro país en un número extraordinario de la Revista
Española de Subnormalidad, Invalidez y Epilepsia y aceptado desde el año 1984 (16 de
marzo de 1984 Boletín Oficial del Estado núm. 65) por el Ministerio de Sanidad para la
valoración de la minusvalía derivada de enfermedades comunes y accidentes de
trabajo. En nuestro país el elemento indemnizatorio de la responsabilidad no ha sido
fijado con detenimiento por el Tribunal Supremo por entender que la determinación de
la indemnización, derivada de la valoración del daño, son cuestiones de los Tribunales
de Primera Instancia (sentencia del Tribunal Supremo de 27 de enero de 1997): «En
casación, no cabe discutir ni la realidad del daño razonablemente apreciado en la
instancia ni mucho menos el alcance del mismo en orden a la cuantía de la
indemnización fijada, ya que la apreciación de ambos extremos como cuestión de
hecho, está reservada al criterio del Tribunal a quo cuya conclusión, en este
particular, ha de ser respetada -salvo concurrencia de error material o jurídico-».
Sentencias del Tribunal Supremo de 30 de septiembre de 1988, 19 de octubre de 1990,
y 31 de julio de 1995, entre otras.

2.f. Daño moral: se entiende como un daño psíquico que pretende recoger todas
aquellas repercusiones psíquicas que no tienen una base orgánica, y que son más
difíciles de objetivar, como el dolor, el sufrimiento... Comprende la lesión o violación de
bienes y derechos de la persona. Serían daños «extrapatrimoniales» y se indemnizan
prescindiendo de que un ataque a estos bienes y derechos tengan también repercusión
en el patrimonio.

La jurisprudencia española ha reconocido reiteradamente la obligación de reparar


daños morales en sí mismos considerados, superando una fase en que exigió que
tuviera una trascendencia en el patrimonio de la persona. Legislativamente la cuestión
está también decidida así. La Ley 5 de mayo de 1982, de Protección Civil del Derecho al
Honor, a la Intimidad Personal y Familiar y a la Propia Imagen (28), en los supuestos
de intromisiones o agresiones ilegítimas obliga a indemnizar el perjuicio, que se
presumirá siempre que aquéllos se den. El apartado 3 del art. 9 dice, además: «La
indemnización se extenderá al daño moral, que se valorará atendiendo a las
circunstancias del caso y a la gravedad de la lesión efectivamente producida...».

23
La jurisprudencia muestra una tendencia sumamente expansiva en la apreciación de
estos daños inferidos a la persona, pues acoge la necesidad de indemnizar la lesión de
los sentimientos de afecto familiar o de los nacidos de una estrecha amistad en caso de
muerte, los dolores físicos ocasionados por lesiones, y la fama y consideración social.

La estimación del daño moral es discrecional del juzgador.

La indemnización del daño moral no es incompatible con la de los perjuicios


materiales. No se concede por un mismo hecho una doble indemnización, sino una sola
de mayor entidad (sentencia del Tribunal Supremo de 9 de diciembre de 1949).

3. La relación de causalidad: De acuerdo con lo preceptuado en el art. 1902 del Código


Civil, el daño ha de ser causado por determinados comportamientos humanos. Dice que
el que «causa daño a otro está obligado a reparar el daño causado». En la
jurisprudencia del Tribunal Supremo se ha mantenido de modo constante la tesis de
que la existencia de una relación de causalidad entre la conducta del agente y el daño
constituye un requisito necesario para que se origine la responsabilidad. Esta relación
debe ser demostrada con certeza o con fuerte presunción.

3.a. Particularidades relación causal

1. Concurrencia de causas.

Dentro de este apartado podemos encontrarnos con el hecho de que un determinado


daño al cual se busca la causa, no esté precedido de un solo antecedente sino de varios,
siendo preciso decidir cuál de ellos reviste o merece el papel de causa. A este respecto
existen varias teorías para resolver el problema.

a. Teoría de las concausas: No hay, por principio, ninguna diferenciación entre los
diferentes antecedentes que confluyen en el resultado dañoso. Todos presentan el
rango de concausas, siempre y cuando, «un hecho es causa de otro cuando si hubiera
faltado el antecedente no se hubiera producido el resultado» (teoría de la equivalencia
o de la condición sine qua non) (29).

b. Grupo de teorías que destacan o seleccionan dentro del conjunto de antecedentes


uno o varios de ellos para conceptuarlos como causa del resultado.

b.1. Teoría de la causa adecuada: La causa del daño es el antecedente que es probable,
posible o razonable que lo ocasionase. Esta es la teoría más aceptada.

b.2. Teoría de la causa próxima: Se toma como causa el antecedente más próximo al
daño.

b.3. Teoría de la causa eficiente: La causa es el antecedente más decisivo, bien porque
es el hecho más activo o por poseer en sí mismo la fuerza determinante para producir el
daño.

La posición del Tribunal Supremo es favorable al arbitrio judicial, que de establecer el


nexo causal inspirándose en la valoración de las condiciones o circunstancias que el
buen sentido señale en cada caso como índice de responsabilidad dentro del infinito
encadenamiento de causas y efectos (sentencias del Tribunal Supremo de 25 de enero
de 1933, 11 de julio de 1941, 22 de octubre de 1948, 15 de abril de 1964 y 30 de
diciembre de 1981). Sin embargo, esta discrecionalidad se encuentra muy atenuada por
otra doctrina jurisprudencial, según la cual «no cabe en el terreno jurídico estimar

24
como no eficiente la causa que, de modo indubitado, prepare, condicione o complete la
acción de la causa última, actuando tales concausas, respectivamente, como mediata
o inmediatamente originadoras del evento dañoso que, por su acción conjunta, se
produjo» (sentencias del Tribunal Supremo de 18 de octubre de 1979, 22 de abril y 4 de
junio de 1980, y 23 de septiembre de 1988). No obstante, deben identificarse otras
circunstancias ajenas que actuarían como concausas, que junto a la causa principal
generadora del daño pueden modificar el resultado de la misma, como son las
concausas preexistentes fisiológicas (por ejemplo el embarazo) o patológicas
(infecciones crónicas, intoxicaciones crónicas, hemofilia, diabetes, etc.).

En la valoración del resultado y en la prueba para establecer este lazo de unión de


relación de causalidad, será preciso al médico que la practique el tener en cuenta unos
criterios para hacer el juicio global. Estos criterios son los seguidos por =López Gómez=
y =Gisbert Calabuig= (30):

- Criterio topográfico: es decir, el poder establecer una relación entre la zona o el


sistema afectado por la falta y la aparición del daño.

- Criterio cronológico: es preciso que se guarde esa relación en el tiempo. Se


considerará que hay complicaciones que pueden tardar algún tiempo en aparecer pero
siempre el daño deberá guardar los límites normales para su aparición.

- Criterio de continuidad sintomática: es decir, que desde que ocurre la falta y el


establecimiento del daño existan síntomas puente que traducen el mecanismo causal y
la secuela a distancia.

2. La carga probatoria:

La culpa del médico y el nexo de causalidad entre culpa y daño, corresponde


demostrarla al paciente o a sus herederos, pues en el ámbito del profesional sanitario
queda diluida toda idea de responsabilidad más o menos objetiva.

- Sentencia del Tribunal Supremo de 24 de septiembre de 1994 «en la conducta de los


profesionales sanitarios queda descartada toda clase de responsabilidad objetiva, sin
que opere la inversión de la carga de la prueba, admitida por esta Sala para los
daños de otro origen, estando, por tanto, a cargo del paciente (o de sus familiares) la
prueba de la culpa y de la relación o nexo de causalidad, ya que a la relación causal
material o física ha de sumarse necesariamente el reproche culpabilístico, por lo que
no hay responsabilidad médica cuando no es posible establecer la relación de
causalidad culposa, por no depender de la misma el resultado dañoso» (sentencias del
Tribunal Supremo de 20 de febrero y 13 de octubre de 1992, y 15 de noviembre de 1993
entre otras).

3. Ruptura de la relación de causalidad

a. Caso fortuito y fuerza mayor

En el campo de la responsabilidad extracontractual juegan tanto el caso fortuito como


la fuerza mayor, lo mismo que en la responsabilidad contractual, liberando al agente de
la obligación de indemnizar.

b. Culpa del perjudicado

25
La relación de causalidad puede no existir o haberse roto, en casos en que el enfermo
no haya seguido las indicaciones del médico o haya estado asistiendo a otro, o bien
haya cambiado las dosis de los medicamentos, o rechazado pruebas complementarias o
controles. Y también cuando hayan cometido errores en la administración de
medicamentos por parte de la familia o del farmacéutico.

Si hay exclusivamente culpa del perjudicado, la responsabilidad del agente obviamente


no existe porque concurre un actuar no culposo o no diligente con un actuar culposo de
la víctima. En cambio, el problema se plantea cuando ambas conductas son culposas y
ambas llevan al resultado dañoso. Son concausas siempre que cualquiera de ellas
prepare, condicione o complete la acción de la causa última. La doctrina y
jurisprudencia entienden que la obligación de reparar del agente debe verse disminuida
en su intensidad o cuantía al concurrir la culpa del propio perjudicado con fundamento
en el art. 1103 del Código Civil que faculta a los Tribunales para moderar la
responsabilidad procedente de la culpa. La obligación de reparar del agente debe verse
disminuida en su intensidad cuando coexiste una acción u omisión culposa de la propia
víctima, que es tomada como concausa concurrente junto al hecho del agente, siempre
y cuando ésta no presente muy acusados relieves o intensidad.

c. Intervención de tercero

El nexo causal se interrumpe, con la consiguiente irresponsabilidad, en los supuestos


de intervención de tercero dolosa o culposa, siempre que no venga determinada tal
intervención por la del agente inicial, es decir, que sea libre y espontánea (sentencia del
Tribunal Supremo de 11 de marzo de 1988).

C. CRITERIOS LEGALES DE IMPUTACION DE LA RESPONSABILIDAD

Para que exista responsabilidad civil es necesario que además de coexistir los tres
requisitos anteriores, aparezca un criterio que nos permita «imputar» al agente dicha
responsabilidad. Estos criterios engloban la culpa (arts. 1104, 1105 del Código Civil) y el
dolo.

1. La culpa: El artículo 1104 del Código Civil, precepto aplicable en el ámbito de la


responsabilidad extracontractual, define en su párrafo 1.º la culpa o negligencia como
«la omisión de aquella diligencia que exija la naturaleza de la obligación, y corresponde
a las circunstancias de las personas, tiempo y lugar». Sus notas definitorias han de
buscarse por vía negativa, en el art. 1105 del Código Civil: Si «fuera de los casos
expresamente mencionados en la Ley, y de los en que así lo declare la obligación,
nadie responderá de aquellos sucesos que no hubieran podido preverse, o que,
previstos, fueran inevitables», siendo verdad que se responde de los sucesos
previsibles y evitables. La diligencia obliga a tomar las medidas correspondientes para
evitar el resultado, previo un juicio de su previsibilidad. Es negligente quien no prevé
debiendo hacerlo, lo que le lleva a no evitar, o previendo no ha tomado las medidas
adecuadas para evitar el suceso. La aplicación del art. 1104 del Código Civil al campo de
la responsabilidad extracontractual origina que la conducta del agente ha de ser
confrontada con una figura tipo o patrón: «Cuando la obligación no exprese la
diligencia que ha de prestarse en su cumplimiento, se exigirá la que correspondería a
un buen padre de familia». La culpa supone una actuación negligente, que en el ámbito
de la culpa médica supone la falta de diligencia o de previsión que acarrea la infracción
de alguno de los deberes médicos. La norma de conducta para exigir la responsabilidad
es la correspondiente a un profesional. Esto quiere decir que el médico debe obrar
conforme a la lex artis, entendiéndose los cuidados conscientes, atentos y, salvo
circunstancias excepcionales, con arreglo a los datos y conclusiones actuales de la
ciencia, que debe dar al enfermo (se observa la importancia que adquieren los peritos

26
en este punto para determinar la diligencia exigida al buen profesional). Sin embargo,
la jurisprudencia exige en la práctica para liberar de responsabilidad al agente la
prueba de una diligencia completa (sentencia del Tribunal Supremo de 16 de diciembre
de 1986).

Un subgrupo de culpa es la impericia, que podemos definirla como la falta de aquellos


conocimientos necesarios para el ejercicio de una profesión, arte u oficio, o bien como
no practicar los actos o técnicas que el caso requiera.

2. El dolo: La opinión común es que en el art. 1902 del Código Civil también se
comprende el daño causado a otro por dolo, no sólo por culpa o negligencia, en los
supuestos, más bien excepcionales, en que no se esté ante una responsabilidad penal
por delito o falta.

Si la culpa es el no prever o no evitar lo que pudo y debió preverse, el dolo consiste en


no evitar el daño que se previó. El agente actúa con dolo si es consciente de que su
comportamiento provoca o puede provocar un daño y no adopta las medidas necesarias
para evitarlo, queriendo por ese solo hecho los daños. Es doctrina jurisprudencial que
deben entenderse dolosamente queridos los resultados «que, sin ser intencionalmente
perseguidos, aparezcan como consecuencia necesaria de la acción» (sentencias del
Tribunal Supremo de 9 de marzo de 1962, 27 de abril y 19 de mayo de 1973).

D. CIRCUNSTANCIAS DE EXONERACION DE LA RESPONSABILIDAD

Al igual que existen circunstancias que excluyen la responsabilidad criminal, también


se contemplan en la responsabilidad civil.

1. Legítima defensa: Aunque la legítima defensa sólo está regulada en el Código Penal,
se trata de una figura que engloba todos los campos del ordenamiento jurídico (art.
20.4 del Código Penal), por ello cuando la agresión ha sido ilícita, el daño causado al
defenderse no es antijurídico.

2. Estado de necesidad: Según el art. 20.5 del Código Penal, no es responsable


civilmente la persona que ha causado a otra un daño en estado de necesidad, sino
aquella en cuyo favor un mal se ha prevenido, independientemente que la persona
favorecida sea el propio causante del daño. El daño producido en dicho estado debe
poseer los requisitos de: que el mal causado no sea mayor que el que se trata de evitar,
que la situación de necesidad no haya sido intencionadamente producida por el sujeto y
que el necesitado no tenga, por su oficio o cargo, necesidad de sacrificarse.

3. Consentimiento del perjudicado: Siempre que lo que se lesionan sean los bienes
materiales y que en la acción u omisión no haya mediado dolo.

4. Culpa del perjudicado (Ver pág. 26)

5. Caso fortuito (Ver pág. 11)

4.3. Yuxtaposición entre Responsabilidad Civil Contractual y


Extracontractual

Es posible que en ocasiones se genere una confluencia de las características o


condiciones integrantes de la responsabilidad contractual y de la extracontractual. El
facultativo que por utilizar una técnica incorrecta produce un daño a su paciente está
infringiendo un contrato, pero a la vez incurre en responsabilidad extracontractual con

27
independencia de la existencia de aquél. Frente a esta situación caben varias
soluciones: que el perjudicado pueda elegir entre el ejercicio de una u otra acción,
siendo irrevocable su elección (teoría de la opción); que el perjudicado pueda ejercitar
conjuntamente ambas acciones (teoría del cúmulo) o incluso proporcionando los
hechos al juzgador para que éste aplique las normas de concurso de ambas
responsabilidades que más se acomoden a ellos, todo a favor de la víctima y para el
logro de un resarcimiento del daño lo más completo posible. Dadas las características
que presenta la relación contractual asumida por el médico, parece más adecuada la vía
extracontractual si media negligencia, y la contractual si el incumplimiento fue doloso
(31).

En la sentencia de la Sala de lo Civil del Tribunal Supremo de 21 marzo de 1950, sobre


una operación de cirugía estética con el fin de rectificar defectos corporales de forma, la
parte recurrente alegaba dos fundamentos en el primer motivo de recurso: que los
cirujanos demandados incumplieron el contrato que concertaron con la operada
recurrente, y que aquellos incurrieron en culpa civil en los dos aspectos contractual y
extracontractual.

4.4. Evolución hacia la Responsabilidad Objetiva

A. INVERSION DE LA CARGA DE LA PRUEBA

De una parte, el Tribunal Supremo presume la culpa del que causa el daño, y, por
consiguiente, invierte la carga de la prueba. Es decir: con arreglo a los principios
tradicionales el que reclamaba la indemnización por daños había de demostrar, no sólo
el daño sufrido por él en su persona o bienes, y que el demandado era el causante, sino
que en la causación del daño había intervenido culpa del demandado, que éste no había
sido bastante diligente. En cambio, diversas sentencias, a partir de la de 10 de julio de
1943 (32) , y más decididamente la de 30 de junio de 1959, deciden «invertir la carga
de la prueba para obligar al autor de los daños a acreditar que obró en el ejercicio de
sus actos lícitos con toda la prudencia y la diligencia precisas para evitarlos»; pues
«la dificultad de la prueba coloca en situación de inferioridad al demandante,
contradiciendo los principios de equidad que deben presidir la realización de la
justicia».

En principio, el alto Tribunal es reacio a la aplicación de la inversión de la carga de la


prueba a los actos médicos, pero últimamente estamos contemplando más sentencias
que siguen este criterio. Como ya hemos visto, ante la existencia de un daño
desproporcionado debe ser el médico el que pruebe su inocencia, bien demostrando su
máxima diligencia, o bien documentando la imprevisibilidad y, por tanto, la
inevitabilidad (Ver pág. 11). Reciente sentencia del mismo Tribunal es la del 1 de julio
de 1997 (caso de infección postoperatoria de una rodilla, con amputación posterior de
la pierna), donde dice: «Por supuesto que las reglas relativas a la carga de la prueba
que según jurisprudencia corresponde al actor (denunciante) tratándose de
responsabilidad médica, no se puede interpretar en un sentido tan amplio que se
extienda a probar los hechos que impedirían u obstarían a que prosperara la
pretensión, como el caso fortuito. Tampoco, en consecuencia, la mejor posición
probatoria de los demandados en el supuesto de que surjan complicaciones que no son
consecuencia natural o previsible del propio curso de la enfermedad puede excusarles
de contribuir activamente a probar que no hubo negligencia, ni imprevisión por su
parte». Ante la falta de pruebas por parte del traumatólogo de prevención de la
infección postoperatoria, fue condenado junto con el centro sanitario solidariamente al
pago de quince millones de pesetas.

28
B. TEORIA DEL RIESGO CREADO

Se entiende que la creación de una situación de peligro, de la cual, además, se beneficia


quien la crea y se lucra con ella, impone la necesidad de pechar con las desventajas que
de la misma deriven. Si por consecuencia de la dinámica del riesgo alguien sufre un
daño, el creador del riesgo debe indemnizarlo (sentencia del Tribunal Supremo de 16 de
febrero de 1988). Cuando la actividad desarrollada por una persona o empresa
representa una fuente de provechos para ella y un peligro adicional y extraordinario
para los circunstantes (personal o bienes), puede llegar a ponerse a cargo de aquélla la
indemnización de los daños que cause en el ejercicio de tal actividad, como una especie
de contrapartida del «riesgo creado». De la utilidad proporcionada por la actividad
peligrosa, aunque el daño se haya producido sin poder evitarlo y pese a haber adoptado
las precauciones técnicas indicadas, desaparece, entonces, el requisito de la culpa para
la imposición del deber de indemnizar, y éste nace de sólo el daño: la responsabilidad
se hace objetiva.

C. AGRAVACION DE LA DILIGENCIA EXIGIBLE

En otro aspecto, el Tribunal Supremo comienza a exigir a las empresas, en el ejercicio


de sus actividades habituales, una diligencia suma, de modo que sólo cuando
demuestren que han hecho, por su parte, todo lo humanamente posible para evitar el
accidente, quedan exentas de responsabilidad.

4.5. Responsabilidad Objetiva

Es la que se deriva de la producción de un daño sin la existencia de culpa pero


manteniéndose el nexo causal con la acción u omisión que lo ocasionó.

Según el art. 1902 del Código Civil, la responsabilidad por daños, base de la
responsabilidad extracontractual, mantiene la existencia de culpa o negligencia para
obligar a reparar el daño causado, criterio que persiste jurisprudencialmente cuando se
refiere a la actuación del médico, donde no cabe la objetivación y ausencia del reproche
culpabilístico, permaneciendo la carga de la prueba en el demandante perjudicado (Ver
pág. 22). No obstante, en la evolución interpretativa de dicho artículo por el Tribunal
Supremo para determinadas materias, se tiende a la objetivación aplicando la inversión
de la carga de la prueba y la teoría del riesgo creado, y, últimamente para los
profesionales sanitarios, ante la presencia de un daño desproporcionado, corre a cargo
del médico el demostrar su no culpabilidad habiendo actuado con toda la diligencia
exigible.

En este sentido la jurisprudencia desde 1981 adapta la norma jurídica a la realidad


social, manteniendo que, siempre que se ha producido un daño hay culpa, pues de no
haberla, no se habría producido; es decir, desaparece la culpabilidad como presupuesto
de la obligación de reparar el daño y sólo se considerarán los restantes: existencia del
daño y relación causal.

Hay casos concretos en que de la propia ley se deduce la plena responsabilidad objetiva,
entre los que destacan: el seguro obligatorio en circulación de vehículos, navegación
aérea, energía nuclear, etc.

A. RESPONSABILIDAD DE LA ADMINISTRACION

El art. 106.2 de la Constitución afirma: «Los particulares, en los términos establecidos


por la ley, tendrán derecho a ser indemnizados por toda lesión que sufran en

29
cualquiera de sus bienes o derechos, salvo en los casos de fuerza mayor, siempre que
la lesión sea consecuencia del funcionamiento de los servicios públicos».

Esta responsabilidad nace de que las Administraciones Públicas deben indemnizar


cuando producen un daño con ocasión del funcionamiento, normal o anormal, del
servicio sanitario público (arts. 139-144 de la Ley 30/1992 de 26 de noviembre, Ley de
Régimen Jurídico de las Administraciones Públicas y del Procedimiento Administrativo
Común -pendiente de reforma-). Es la llamada responsabilidad patrimonial de las
Administraciones Públicas.

Se trata de una responsabilidad objetiva, es decir, sin culpa ni dolo por parte de la
Administración y no se toma en cuenta la posible culpabilidad del funcionario,
bastando demostrar el resultado dañoso y la relación de causalidad. Sólo se excluye la
fuerza mayor, pero no el caso fortuito.

Es una responsabilidad directa. La Administración está obligada directamente a la


reparación del daño. Por ello, tiene derecho de repetición contra el funcionario que
hubiere causado el daño por culpa o negligencia.

La jurisdicción competente para exigir al Estado el cumplimiento de la obligación de


reparar el daño es, en principio, la contencioso-administrativa.

B. RESPONSABILIDAD DE LOS PRODUCTORES DE SERVICIOS

Al mismo tiempo, y por otro lado, se genera un nuevo tipo de responsabilidad objetiva
al aplicar como disposición legal la Ley General para la Defensa de los Consumidores y
Usuarios (33) al considerar al paciente como un «usuario de servicios sanitarios»,
fundamentándose principalmente en los arts. 1 y 28 de la citada ley.

1. Art. 1.2: «A los efectos de esta Ley, son consumidores o usuarios las personas físicas
o jurídicas que adquieren, utilizan o disfrutan como destinatarios finales, bienes
muebles o inmuebles, productos, servicios, actividades o funciones, cualquiera que sea
la naturaleza pública o privada, individual o colectiva de quienes los producen,
facilitan, suministran o expiden».

En su art. 2, establece los derechos básicos de los consumidores y usuarios,


reconociendo, entre otros, la protección contra los riesgos que puedan afectar a su
salud o seguridad y a sus legítimos intereses económicos, y a «la indemnización o
reparación de los daños y perjuicios sufridos»; así como la prohibición de que los
productos impliquen riesgo para el adquirente, salvo los usual y reglamentariamente
admitidos -y éstos deben ser puestos en conocimiento de aquéllos- (art. 3).

2. Art. 25. «El consumidor y el usuario tienen derecho a ser indemnizados por los
daños y perjuicios demostrados que el consumo de bienes o la utilización de productos
o servicios les irroguen, salvo que aquellos daños y perjuicios estén causados por su
culpa exclusiva o por la de las personas de las que deba responder civilmente».

Los empresarios, es decir, «quienes producen, importan, suministran o facilitan


productos o servicios», responden de los daños y perjuicios causados por éstos, frente
al consumidor o usuario, «a menos que conste o se acredite que se han cumplido
debidamente las exigencias y requisitos reglamentariamente establecidos y los demás
cuidados y diligencias que exige la naturaleza del producto, servicio o actividad» (art.
26).

30
3. Art. 28:

28.1: «... se responderá de los daños originados en el correcto uso y consumo de bienes
y servicios, cuando por su propia naturaleza o estar así reglamentariamente
establecido, incluyan necesariamente la garantía de niveles determinados de pureza,
eficacia o seguridad, en condiciones objetivas de determinación y supongan controles
técnicos, profesionales o sistemáticos de calidad, hasta llegar en debidas condiciones
al consumidor o usuario».

28.2: «... se consideran sometidos a este régimen de responsabilidad los (...) servicios
sanitarios (...)».

Es decir, los centros sanitarios deberán responder de los daños ocasionados por
aquellos determinados servicios que, debido a sus características, deban presentar
controles de calidad para garantizar en condiciones normales, determinados niveles de
pureza, eficacia o seguridad. Es el propio centro sanitario el responsable de si en alguna
medida estos controles no se llevan a cabo, recayendo sobre él la carga de probar que sí
se han realizado. Tales obligaciones son, por ejemplo, la acreditación de asepsia, la
exigencia de mantener en buen estado las instalaciones; la adecuación de medios; el
seguimiento estricto de los contratos de mantenimiento, etc. Esta ley impone una
presunción iuris et de iure (es decir, que no admite prueba en contrario) de que los
servicios sanitarios incluyen «la garantía de niveles determinados de pureza, eficacia
o seguridad».

Esta responsabilidad objetiva aparece limitada en su cuantía máxima indemnizatoria


(34):

- Sentencia del Tribunal Supremo de 1 de julio de 1997: «Cuando estos controles (35)
de manera no precisada fallan, o bien, por razones atípicas dejan de funcionar, en
relación con determinados sujetos, el legislador impone que los riesgos sean asumidos
por el propio servicio sanitario en forma externa de responsabilidad objetiva, cara al
usuario, que por ser responsabilidad objetiva aparece limitada en su cuantía máxima,
a diferencia de la responsabilidad por culpa, que sólo viene limitada en su cuantía
económica por criterios de proporcionalidad y prudencia en relación con el alcance y
circunstancias de los daños sufridos. La culpa exclusiva del paciente excluiría la
responsabilidad objetiva».

Por otro lado, los Tribunales aplican también una responsabilidad directa a los
hospitales exigiendo una calidad total asistencial como responsables organizativos en
base al art. 1903.4 del Código Civil:

- Sentencia del Tribunal Supremo de 9 de junio de 1998: «La jurisprudencia de esta


Sala tiene declarado que la responsabilidad del artículo 1903.4 del Código Civil, con
referencia a entidades gestoras o titulares de hospitales es directa, cuando se
advierten deficiencias imputables a la asistencia masificada que dispensan con
imponsibilidad de ejercer un absoluto y preciso control de la actuación profesional y
administrativa del personal que presta sus servicios en los mismos, haciéndose
preciso acudir a una interpretación no sólo lógica, sino, también sociológica de los
preceptos reguladores del instituto de la responsabilidad...».

4.6. Responsabilidad Civil derivada del Delito

Se produce cuando se ha atentado a la convivencia mínima en la sociedad, se ha


incurrido en un tipo delictivo, y además se han ocasionado daños o perjuicios, por lo

31
que por tal hecho delictivo nace responsabilidad civil derivada de éste, como prevén el
art. 1092 del Código Civil y los arts. 116 y ss. del Código Penal.

1. Art. 1092 del Código Civil: Indica que las obligaciones civiles que nazcan de los
delitos o las faltas se regirán por las disposiciones del Código Penal.

2. Teniendo en cuenta lo anteriormente expuesto, toda persona criminalmente


responsable de un delito o falta lo es también civilmente si del hecho se derivaren
daños o perjuicios. Si son dos o más los responsables de un delito o falta los Jueces o
Tribunales señalarán la cuota de que deba responder cada uno, como cita el art. 116.1
del Código Penal.

3. Conforme al art. 117 del citado Código Penal, los aseguradores que hubieren asumido
el riesgo de las responsabilidades pecuniarias derivadas del uso o explotación de
cualquier bien, empresa, industria o actividad cuando, como consecuencia de un hecho
previsto en el Código Penal, se produzca el evento que determine el riesgo asegurado,
serán responsables civiles directos hasta el límite de la indemnización legalmente
establecida o convencionalmente pactada, sin perjuicio del derecho de repetición
contra quien corresponda.

II. Responsabilidad penal

1. CONCEPTO

La responsabilidad penal surge cuando se comete un delito (doloso o culposo) o una


falta (infracción grave o leve). El principal problema que se plantea en esta
jurisdicción es la exigencia de responsabilidad por imprudencia.

En el ámbito penal las Administraciones públicas o las empresas, en su caso, para las
que trabajen los médicos, sólo son responsables civiles subsidiarios (36) (para poder
indemnizar, evitando los embargos de los profesionales sanitarios, ha de acreditarse
que estos últimos no tienen bienes con qué hacer frente a sus responsabilidades y que
la lesión causada es una consecuencia directa del funcionamiento de los servicios
públicos. Por tanto, el Instituto Nacional de la Salud, por ejemplo, no puede pagar
antes de que los médicos se queden sin bienes. Sólo después la Administración o
empresa podrá pagar lo que falte). Sólo si hay delito responde subsidiariamente la
entidad gestora o empresa, pero si la condena al médico es por falta, la Administración
no responde ni siquiera subsidiariamente, sólo responde el médico (art. 121 del Código
Penal).

2. LA TEORIA DEL DELITO

2.a. El delito doloso de comisión (37)

El delito es una acción, típica, antijurídica, culpable y punible. El delito es un acto


humano realizado por acción u omisión. Esto deja fuera los hechos de los animales o
los acontecimientos fortuitos y ajenos al obrar humano.

A. TIPO PENAL O TIPICIDAD

Que una acción es típica o adecuada a un tipo penal quiere decir que esa acción es la
prohibida por la norma. La acción ha de ser típica, no basta que sea contraria a una
norma. La teoría del tipo penal es un instrumento conceptual para la identificación del
comportamiento prohibido. La acción ejecutada es la acción prohibida por la norma

32
cuando se subsume bajo un tipo penal. El tipo penal es el conjunto de elementos que
caracteriza a un comportamiento como contrario a la norma.

El tipo penal de los delitos dolosos contiene básicamente una acción dirigida por el
autor a la producción del resultado. El tipo penal de los delitos culposos por el
contrario, contiene una acción que no se dirige por el autor al resultado.

La relación entre un hecho y un tipo penal que permite afirmar la tipicidad del primero
se denomina subsunción. Un hecho se subsume bajo un tipo penal cuando reúne todos
los elementos que éste contiene. La subsunción se verifica comprobando si cada uno de
los elementos de la descripción del supuesto de hecho se da en el hecho que se juzga.

La realización del tipo objetivo es dolosa cuando el autor ha sabido de ella y la ha


querido. El dolo es el conocimiento (elemento cognitivo) y la voluntad (elemento
volitivo) de la realización del tipo. Es la actitud subjetiva de decidirse por la ejecución
de una acción lesiva de un bien jurídico, es decir, una acción que realiza un tipo penal.

B. ANTIJURIDICIDAD

Antijurídica es una acción típica que no está justificada. Ya se trate de la realización de


un tipo de comisión o de omisión, o de un tipo doloso o culposo, en todo caso la
antijuricidad consiste en la falta de autorización de la acción típica.

No toda acción antijurídica constituye delito. Es preciso que la acción se encuadre en


un tipo legal, en una figura de delito. La antijuridicidad tiene que estar tipificada,
descrita en una conducta que no deje lugar a dudas y con la finalidad de no causar
indefensión.

La antijuridicidad se da o no se da: un hecho típico está justificado o no lo está: fue


cometido en legítima defensa o no. Por tanto, no hay grados de antijuridicidad.

C. RESPONSABILIDAD POR EL HECHO

La realización de una acción típica y antijurídica no es suficiente para generar


responsabilidad penal. El fundamento de la responsabilidad por el hecho reside en la
comprobación de que, en las causas llamadas de inculpabilidad, el Derecho Penal no
tiene en cuenta si el autor tuvo o no realmente la capacidad de obrar de otra manera,
sino que, mediante un procedimiento generalizador, excluye la responsabilidad aunque
el autor haya podido comportarse de otra manera. Las repercusiones de la elaboración
de esta categoría se manifiestan en primer lugar en las consecuencias jurídicas: la
teoría de la responsabilidad por el hecho es materialmente una teoría de los
fundamentos que excluyen la responsabilidad. Por tanto, el incapaz de motivación
(inimputable) que realiza una acción típica y antijurídica en una de las situaciones que
excluyen la responsabilidad por el hecho no puede ser sometido a una medida de
seguridad. La falta de responsabilidad por el hecho determina los siguientes efectos
prácticos:

1. Excluye tanto la pena como la medida de seguridad, y además,

2. Puede extenderse, si la naturaleza lo permite, a los partícipes.

D. CULPABILIDAD

33
La comprobación de la realización de una acción típica, antijurídica y atribuible no es
suficiente para responsabilizar penalmente a su autor. La responsabilidad penal o
criminal depende de que aquél haya obrado culpablemente.

La culpabilidad constituye el conjunto de condiciones que determinan que el autor de


una acción típica, antijurídica y atribuible sea criminalmente responsable de la misma.
Culpable es el que, pudiendo, no se ha motivado ni por la norma ni por la amenaza
penal dirigida contra la violación de aquélla.

Los elementos de la culpabilidad son los elementos de la capacidad de motivarse por el


Derecho. Hay dos aspectos que condicionan esta capacidad:

1. La posibilidad de conocimiento de la desaprobación jurídico-penal del acto.

2. La posibilidad de motivación en sentido estricto.

Ha de ser punible, esto es, la acción u omisión, el acto humano, ha de ser sancionado
con una pena, pues de lo contrario no existe delito (art. 10 del Código Penal).

E. LA TENTATIVA

Hay tentativa cuando el autor, con el fin de cometer un delito determinado, comienza
su ejecución, pero no lo consuma por circunstancias ajenas a su voluntad.

2.b. El delito culposo de comisión

El autor realiza el tipo sin quererlo, pero como consecuencia de su obrar descuidado y
negligente. El fundamento de la imputación es el desprecio que el autor demuestra
respecto de los bienes jurídicos ajenos. En el delito culposo, finalidad y
comportamiento no coinciden.

A. REQUISITOS DE LOS ACTOS CULPOSOS

1. Una acción u omisión, consciente y voluntaria, pero no intencional.

2. Que el acto se ejecute sin adoptar aquellas cautelas o precauciones necesarias para
evitar resultados perjudiciales.

3. El resultado dañoso debe ser previsible para el que actúa.

B. LA PREVISIBILIDAD

Se aprecia teniendo en cuenta:

1. El hecho que se realiza: ha de ser previsible conforme a las experiencias de la vida


cotidiana.

2. La personalidad del agente, su cultura: el deber evitar presupone el poder evitar. Se


imputa el resultado dañoso al que podía preverlo.

3. Relación de causa o efecto entre el acto inicial y el resultado.

C. LA TIPICIDAD DEL DELITO CULPOSO

34
Requiere que el autor haya infringido un deber de cuidado. Si se trata además de un
delito culposo con resultado de lesión, éste deberá ser objetivamente imputable a la
acción. La tipicidad se determinará mediante la comparación de la acción realizada con
la exigida por el deber de cuidado en la situación concreta. Ejemplo: el médico que debe
intervenir sin demora a un paciente que sufrió un accidente en la vía pública y no
dispone de los elementos necesarios para tomar medidas preventivas de una infección,
no infringe el deber de cuidado si como consecuencia de ello se produce la misma; por
el contrario, sí lo infringe el que en un quirófano, disponiendo de todos los medios para
tomar las medidas preventivas, las omite.

El Código Penal actual habla de imprudencia y de imprudencia profesional, a


diferencia del anterior texto, que hablaba de imprudencia, impericia y negligencia. De
todas maneras, hay que entender que tales expresiones hacen referencia a la asunción
de un riesgo excesivo, un riesgo no permitido, y haber infringido con ello unos deberes
de cuidado (imprudencia); y, más específicamente, a la falta de conocimientos
necesarios para actuar, a la falta de habilidad, a la ineptitud, la no posesión de la
capacidad requerida, en último término (impericia); o a la no aplicación de esos
conocimientos y habilidad, cuando se poseen (negligencia).

La Ley distingue dos clases de imprudencia: la imprudencia grave y la imprudencia


leve, a diferencia del Código Penal anterior que clasificaba las imprudencias en
temeraria, simple con infracción de reglamentos y simple sin infracción de
reglamentos. Por imprudencia grave ha de entenderse lo mismo que por imprudencia
temeraria según la jurisprudencia. El resultado debe ser imputable objetivamente a la
acción que ha infringido el deber de cuidado. El peligro creado por esa acción es el que
debe haberse concretado en el resultado y no otro. No se dará la tipicidad si el resultado
se hubiera producido aunque el autor hubiera puesto el cuidado exigido.

La culpa supone una actuación negligente, que en el ámbito de la culpa médica supone
la falta de diligencia o de previsión que acarrea la infracción de alguno de los deberes
médicos. La prueba de la culpa: la responsabilidad por delito o falta deberá probarse
plenamente en el proceso penal y derivándose de ella la responsabilidad civil.

En el caso de las actuaciones médicas, hay que tener en cuenta las circunstancias
concretas en que el profesional se encontraba, la preparación específica que le fue
exigida para el puesto que desempeñaba, los medios que tenía a su disposición para su
trabajo, la clase de intervención de que se trataba, la forma en que ésta se realizó, etc.
Todo ello a fin de poder comparar el comportamiento del caso concreto con aquel que
ordinariamente observa la clase médica en las mismas o similares circunstancias, para
afirmar que hubo imprudencia punible cuando el obrar del acusado no se ajustó al
módulo así obtenido.

La norma de conducta para exigir la responsabilidad es la correspondiente a un


profesional. Esto quiere decir que el médico debe de obrar conforme a la lex artis ad
hoc (Ver págs. 7-8).

D. LA ANTIJURIDICIDAD

No se diferencia de la del doloso. Antijurídica es la acción típica no justificada.

E. LA RESPONSABILIDAD

Por el hecho del delito culposo no se diferencia, en principio, de los conceptos


respectivos del delito doloso.

35
Debe excluirse la responsabilidad por el hecho en los casos en que al autor la lesión del
bien jurídico le pareciera lejana, si el cumplimiento del deber de cuidado le hubiera
acarreado considerables desventajas: son los supuestos que dieron lugar a la no-
exigibilidad de otra conducta.

F. LA CULPABILIDAD

Para que exista la responsabilidad penal depende de que el autor haya obrado
culpablemente o no.

2.c. El delito de omisión

En el supuesto de delitos de omisión existe la desobediencia a un mandato de acción.

A. TIPOS DE DELITOS DE OMISION

1. El delito propio de omisión: Contiene un mandato de acción, sin tomar en cuenta a


los efectos de la tipicidad si ésta evitó o no la lesión del bien jurídico. Sólo es punible
cuando está tipificado y pueden contener un mandato de acción o un mandato de evitar
un resultado.

2. El delito impropio de omisión: Requiere evitar la producción de un resultado que


pertenece a un delito de comisión. El delito impropio de omisión es sancionado cuando
está tipificado expresamente y cuando no lo está.

B. TIPICIDAD DEL DELITO PROPIO DE OMISION

1. Situación generadora del deber: es la situación de hecho de la que surge el deber de


realizar una determinada acción. Esta situación representa en todos los casos un
peligro para un bien jurídico, por lo que la misma está íntegramente descrita en la Ley.

2. La no realización de la acción que es objeto del deber: mediante la comparación de


la acción que realizó el obligado y la que requiere el cumplimiento del deber de actuar.
Por lo general, esta última está descrita cuando la Ley sólo exige la realización de una
acción. Por el contrario, no lo está, por lo general, cuando el deber requiere evitar el
resultado, pues en tales casos la acción exigida es la que técnicamente impediría la
producción del mismo y en las diversas situaciones en las que el resultado corre el
peligro de producirse es sumamente difícil establecer qué acción debe realizar el
obligado. La acción mandada se tendrá por cumplida cuando el obligado haya
intentado seriamente su realización.

3. Capacidad o poder de hecho de ejecutar la acción mandada: es posible considerar


que la capacidad de ejecutar la acción o de evitar el resultado debe evaluarse sin tomar
en consideración el conocimiento que tenga de ella; se requiere que el obligado haya
podido tomar la decisión de la acción mandada y de realizarla, por cuya razón se
requiere como elemento esencial de la capacidad tanto el conocimiento de la situación
generadora del deber como la cognoscibilidad de los medios para realizar la acción y el
conocimiento del fin de esta última.

C. TIPICIDAD DEL DELITO IMPROPIO DE OMISION

La tipicidad del delito impropio de omisión doloso depende de los mismos elementos
que en los propios pero hay dos elementos diferenciales:

36
1. La producción del resultado de un delito de comisión: elemento que en los delitos
propios de omisión sólo se da cuando están estructurados sobre la base de un deber de
impedir un resultado y que en éstos es esencial.

2. Depende la tipicidad de la definición en el caso concreto de la posición de garante:


que en los delitos de omisión propios está expresamente establecida, pues en ellos ya se
sabe quién es el que debe responder por la omisión, inclusive en los casos en que el
deber exige evitar un resultado.

La posición de garante puede surgir de dos situaciones:

2.a. De un deber de protección de un bien jurídico frente a los peligros que puedan
amenazarlo. Tales deberes son indudables cuando tienen por objeto el cuidado de
personas necesitadas, por ejemplo, el cuidado de un enfermo por la enfermera.

2.b. De un deber de cuidado de una fuente de peligro. El omitente ha otorgado o


asumido una garantía de seguridad respecto de una fuente de peligros que tiene bajo su
control.

El dolo del delito de omisión presenta una diferencia con el de los de comisión. Este
consiste en la voluntad de realización de una acción y en la omisión falta, precisamente
esta última. Por ello, es posible afirmar que no existe un dolo de omitir en el sentido de
conocimiento y voluntad de realización del tipo objetivo, es decir, en el sentido de los
delitos de comisión. El dolo de la omisión tiene una estructura propia, por lo que cabe
designarlo un cuasi-dolo, que requiere en principio: el conocimiento de la situación
generadora del deber y el conocimiento de la posibilidad de realizar la acción y, en su
caso, de evitar el resultado.

D. LA ANTIJURIDICIDAD, RESPONSABILIDAD POR EL HECHO Y CULPABILIDAD

En los delitos de omisión coinciden con los de comisión.

E. El delito culposo de omisión sólo se diferencia del de comisión en que el autor no


infringe el cuidado debido con un acto positivo, sino omitiendo.

F. LA TENTATIVA

En los delitos de omisión es la «omisión de intentar cumplir con el mandato de


acción». La punibilidad de la omisión del intento de cumplir el deber sólo es posible si
se toma en cuenta un punto de vista subjetivo, de acuerdo con el cual «la tentativa
omisiva comienza y termina en el último momento en el que el obligado tendría que
haber realizado eficazmente la acción según su representación».

2.d. Las penas

1. Art. 10 del Código Penal: «Son delitos o faltas las acciones y omisiones dolosas o
imprudentes penadas por la ley».

2. Art. 13.1 del Código Penal: «Son delitos graves las infracciones que la Ley castiga
con pena grave. Son delitos menos graves las infracciones que la Ley castiga con pena
menos grave. Son faltas las infracciones que la Ley castiga con pena leve».

3. Art. 33 del Código Penal: «en función de su naturaleza y duración, las penas se
clasifican en graves, menos graves y leves».

37
3.1. Penas graves

1. La prisión superior a tres años.

2. La inhabilitación absoluta.

3. Las inhabilitaciones especiales por tiempo superior a tres años.

4. La suspensión de empleo o cargo público por tiempo superior a tres años (...).

3.2. Penas menos graves y leves

1. La prisión de seis meses a tres años.

2. Las inhabilitaciones especiales hasta tres años.

3. La suspensión de empleo o cargo público hasta tres años (...).

La prisión comporta inhabilitación profesional. En las penas de prisión de hasta diez


años, los Jueces o Tribunales impondrán, atendiendo a la gravedad del delito, como
penas accesorias alguna de las siguientes: «(...) inhabilitación especial para empleo o
cargo público, profesión, oficio, industria o comercio o cualquier otro derecho, si éstos
hubieran tenido relación directa con el delito cometido, debiendo determinarse
expresamente en la sentencia esta vinculación» (art. 56 del Código Penal).

El arresto de fin de semana tendrá una duración de treinta y seis horas y equivaldrá, en
cualquier caso, a dos días de privación de libertad. Su cumplimiento tendrá lugar
durante los viernes, sábados o domingos en el establecimiento penitenciario más
próximo al domicilio del arrestado (art. 37 del Código Penal).

Una novedad del Código Penal de 1995 es la nueva pena de multa que consistirá en la
imposición al condenado de una sanción pecuniaria. La pena de multa se impondrá,
salvo que la ley disponga otra cosa, por el sistema de días-multa. La cuota diaria tendrá
un mínimo de doscientas cincuenta pesetas y un máximo de cincuenta mil... (Art. 50
del Código Penal).

Los Jueces o Tribunales podrán dejar en suspenso la ejecución de las penas privativas
de libertad inferiores a dos años mediante resolución motivada, atendiendo
fundamentalmente a la peligrosidad criminal del sujeto (art. 80 del Código Penal).

CONDICIONES NECESARIAS PARA SUSPENDER LA EJECUCION DE LA PENA

Art. 81 del Código Penal:

1. Que el condenado haya delinquido por primera vez. No se tendrán en cuenta las
anteriores condenas por delitos imprudentes.

2. Que la pena impuesta, o la suma de las impuestas en una misma sentencia, no sea
superior a los dos años de privación de libertad.

3. Que se hayan satisfecho las responsabilidades civiles que se hubieren originado,


salvo que el Juez o Tribunal sentenciador, después de oír a los interesados y al

38
Ministerio Fiscal, declare la imposibilidad total o parcial de que el condenado haga
frente a las mismas.

3. FIGURAS DELICTIVAS RELACIONADAS CON LAS PROFESIONES


SANITARIAS

3.1. Homicidio

La vida es un bien jurídico protegido y el tipo delictivo de homicidio protege la vida


humana desde el nacimiento hasta su muerte. Se discute cuándo comienza esa vida
humana independiente, pudiendo considerarse, a tal efecto, que es necesaria la total
separación del claustro materno, evidenciada con el corte del cordón umbilical. Como
es lógico la protección de la vida humana acaba con la muerte real de la persona. Esta
también es una cuestión discutida en el momento presente, ya que no basta el cese de la
respiración o de los latidos del corazón. Un criterio actual (recogido en la Ley de
Extracción y Trasplantes) es el que toma como base el cese de la actividad cerebral,
demostrable a través de un encefalograma.

En relación con esta figura delictiva (o con el auxilio o inducción al suicidio), suele
hablarse de los problemas que plantea la eutanasia en el campo del Derecho. Se
considera totalmente lícita en el Derecho español la mitigación del dolor que no
produce un acortamiento verificable de la vida (eutanasia pura). También se considera
generalmente lícito el alivio del dolor o sufrimiento, aunque indirectamente produzca
como efecto secundario, no querido, un acortamiento de la vida (eutanasia activa
indirecta). Se admite también la licitud de la ortotanasia (paciente que sufre,
incurable, que rechaza un tratamiento o medidas que solo van a conseguir prolongar la
vida por cierto tiempo, de forma más o menos artificial, sin volver a un estado de salud
aceptable). Para que la conducta omisiva sea atípica debe tratarse de un tratamiento
extraordinario, no curativo y cuya única finalidad sea el alargamiento artificial de la
vida en el supuesto de una enfermedad con pronóstico infausto o de muerte de presente
o a corto plazo. Hay que distinguir tal situación del encarnizamiento terapéutico, en el
sentido de que no debe comenzar o continuar un tratamiento cuando el enfermo
explícita y conscientemente así lo pida, en los casos en que la situación es fatal en
cuanto al resultado e intolerable.

La eutanasia a petición será castigada con una pena menor, que oscila entre dieciocho
meses y tres años de prisión.

El art. 143 del Código Penal, recoge:

«1. El que induzca al suicidio de otro será castigado con la pena de prisión de cuatro a
ocho años.

2. Se impondrá la pena de prisión de dos a cinco años al que coopere con actos
necesarios al suicidio de una persona.

3. Será castigado con la pena de prisión de seis a diez años si la cooperación llegara
hasta el punto de ejecutar la muerte.

4. El que causare o cooperare activamente con actos necesarios y directos a la muerte


de otro, por la petición expresa, seria e inequívoca de éste, en el caso de que la víctima
sufriera una enfermedad grave que conduciría necesariamente a su muerte, o que
produjera graves padecimientos permanentes y difíciles de soportar, será castigado

39
con la pena inferior en uno o dos grados a las señaladas en los números 2 y 3 de este
artículo.»

3.2. Cooperación e inducción al suicidio

El Código Penal recoge cuatro figuras delictivas distintas que son las siguientes:

1. Inducción: Debe ser una inducción directa y eficaz, que lleve al paciente a quitarse la
vida. La pena es la prisión de cuatro a ocho años.

2. Cooperación al suicidio: La conducta consiste en cooperar con actos necesarios al


suicidio de una persona, realizando actos que no sean los de matar. La pena es prisión
de dos a cinco años.

3. Auxilio ejecutivo al suicidio: Consiste en cooperar hasta el punto de ejecutar la


muerte del que no quiere vivir más. Se condena con una pena más grave: Prisión de seis
a diez años.

Se plantea por la doctrina si debe tenerse en cuenta motivaciones humanitarias y


piadosas como acortar sufrimientos y dolores. Además se ha puesto de relieve que no
debe ser lo mismo matar a alguien contra su voluntad que matarlo con su
consentimiento. El Código Penal en su art. 143 indica que el que causare o cooperare
activamente, con actos necesarios y directos, la muerte de otro, por la petición expresa,
seria e inequívoca de éste, en el caso de que la víctima sufriera una enfermedad grave
que conduciría necesariamente a su muerte o que produjera graves padecimientos
permanentes y difíciles de soportar, será castigado con la pena inferior en uno o dos
grados a lo señalado para la cooperación o el auxilio ejecutivo (dieciocho meses a tres
años).

3.3. El aborto

El bien jurídico protegido es la vida humana dependiente y la conducta tipificada es


aquella acción que se dirige a producir la muerte del feto.

1. Art. 144 del Código Penal: «El que produzca el aborto a una mujer, sin su
consentimiento, será castigado con la pena de prisión de cuatro a ocho años e
inhabilitación especial para ejercer cualquier profesión sanitaria, o para prestar
servicios de toda índole en clínicas, establecimientos o consultorios ginecológicos,
públicos o privados, por tiempo de tres a diez años. Las mismas penas se impondrán
al que practique el aborto habiendo obtenido la anuencia de la mujer mediante
violencia, amenaza o engaño».

2. Art. 145 del Código Penal: «El que produzca el aborto de una mujer, con su
consentimiento, fuera de los casos permitidos por la Ley, será castigado con la pena
de prisión de uno a tres años e inhabilitación especial para ejercer cualquier profesión
sanitaria, o para prestar servicios de toda índole en clínicas, establecimientos o
consultorios ginecológicos, públicos o privados, por tiempo de uno a seis años».

3. Art. 146 del Código Penal: «El que por imprudencia grave ocasionare un aborto
será castigado con pena de arresto de doce a veinticuatro fines de semana. Cuando el
aborto fuere cometido por imprudencia profesional se impondrá asimismo la pena de
inhabilitación especial para el ejercicio de la profesión, oficio o cargo por un periodo
de uno a tres años. La embarazada no será penada a tenor de este precepto».

40
El nuevo Código Penal mantiene vigente el art. 417 bis del anterior, cuya redacción es:

1. No será punible el aborto practicado por un médico, o bajo su dirección, en centro o


establecimiento sanitario, público o privado, acreditado y con consentimiento expreso
de la mujer embarazada, cuando concurra alguna de las circunstancias siguientes:

1.ª Que sea necesario para evitar un grave peligro para la vida o la salud física o
psíquica de la embarazada y así conste en un dictamen emitido con anterioridad a la
intervención por un médico de la especialidad correspondiente, distinto de aquél por
quien o bajo cuya dirección se practique el aborto.

En caso de urgencia por riesgo vital para la gestante, podrá prescindirse del
dictamen y del consentimiento expreso. Es la llamada Indicación Terapéutica.

2.ª Que el embarazo sea consecuencia de un hecho constitutivo del delito de violación
siempre que el aborto se practique dentro de las doce primeras semanas de gestación
y que el mencionado hecho hubiese sido denunciado. La denominada Indicación Etica.

3.ª Que se presuma que el feto habrá de nacer con graves taras físicas o psíquicas,
siempre que el aborto se practique dentro de las veintidós primeras semanas de
gestación y que el dictamen, expresado con anterioridad a la práctica del aborto, sea
emitido por dos especialistas de centro o establecimiento sanitario, público o privado,
acreditado al efecto, y distintos de aquél por quien o bajo cuya dirección se practique
el aborto: Indicación Eugenésica.

3.4. Lesiones

Se recoge en los arts. 147 y ss. del Código Penal. Son conductas que afectan
directamente a la salud física o mental y a la integridad corporal. Para el Código Penal
existe delito de lesiones siempre que éstas requieran para su sanidad, además de una
primera asistencia facultativa, tratamiento médico o quirúrgico, si bien la simple
vigilancia o seguimiento facultativo del curso de la lesión no se considera tratamiento
médico.

Como regla general el consentimiento del lesionado no impide estar ante un delito,
aunque la pena se rebaje en uno o dos grados. Como excepción, sí es relevante el
consentimiento, y no hay delito, cuando se trata de curar.

No es punible según nuestro Derecho penal la esterilización de persona incapaz que


adolezca de grave deficiencia psíquica, cuando aquélla haya sido autorizada por al Juez
a petición del representante legal del incapaz, oído el dictamen de dos especialistas, el
Ministerio fiscal y previa exploración del incapaz.

1. Arts. 147.1 y 152.1 del Código Penal: «El que, por cualquier medio o procedimiento,
causare a otro una lesión que menoscabe su integridad corporal o su salud física o
mental, siempre que la lesión requiera objetivamente para su sanidad, además de una
primera asistencia facultativa, tratamiento médico o quirúrgico. La simple vigilancia
o seguimiento facultativo del curso de la lesión no se considerará tratamiento
médico». La pena es prisión de seis meses a tres años. Se castigará con pena menor
cuando el hecho descrito sea de menor gravedad, atendidos el medio empleado o el
resultado producido (arresto de siete a veinticuatro fines de semana o multa de tres a
doce meses). Si el actor actúa con imprudencia grave, arresto de siete a veinticuatro
fines de semana.

41
2. Arts. 149 y 152.2 del Código Penal: La pérdida o inutilidad de un órgano o miembro
principal, o de un sentido, la impotencia, la esterilidad, una grave deformidad, o una
grave enfermedad somática o psíquica: pena de prisión de seis a doce años. Si actúa con
imprudencia grave, prisión de uno o a tres años.

3. Arts. 150 y 152.3 del Código Penal: La pérdida o inutilidad de un órgano o miembro
no principal o la deformidad: pena de prisión de tres a seis años. Si hay imprudencia
grave con resultado de lesiones, prisión de seis a dos años:

En los supuestos de imprudencia, cuando las lesiones se cometieran por imprudencia


profesional, se impondrá además, la pena de inhabilitación especial para el ejercicio de
la profesión, oficio o cargo, por un período de uno a cuatro años.

4. Art. 157 del Código Penal, lesiones al feto: prohíbe causar al feto una lesión o
enfermedad que perjudique gravemente su normal desarrollo, o provoque en el mismo
una grave tara física o psíquica. La pena es la prisión de uno a cuatro años y, también
inhabilitación especial para ejercer cualquier profesión sanitaria o para prestar
servicios de toda índole en clínicas, establecimientos ginecológicos, públicos o privados,
por tiempo de dos a ocho años.

5. Art. 158 del Código Penal, lesiones al feto por imprudencia grave: La pena es de
arresto de siete a veinticuatro fines de semana. Si los hechos se hubieren cometido por
imprudencia profesional, se impondrá también la pena de inhabilitación especial para
el ejercicio de la profesión, oficio o cargo, por un período de seis meses a dos años. La
embarazada no será penada a tenor de este precepto.

3.5. Manipulación genética

1. Art. 159.1 del Código Penal: «Serán castigados con la pena de prisión de dos a seis
años e inhabilitación especial para empleo o cargo público, profesión u oficio de siete
a diez años los que, con finalidad distinta a la eliminación o disminución de taras o
enfermedades graves, manipulen genes humanos de manera que se altere el genotipo.
El párrafo 2.º: Si la alteración del genotipo fuere realizada por imprudencia grave, la
pena será de multa de seis a quince meses e inhabilitación especial para empleo o
cargo público, profesión u oficio de uno a tres años».

2. Art. 161.1 del Código Penal: «Serán castigados con la pena de prisión de uno a cinco
años e inhabilitación especial para empleo o cargo público, profesión u oficio de seis a
diez años quienes fecunden óvulos humanos con cualquier fin distinto a la procreación
humana. El párrafo 2.º del mismo artículo afirma que con la misma pena se
castigará la creación de seres humanos idénticos por clonación u otros
procedimientos dirigidos a la selección de la raza».

3. Art. 162.1 del Código Penal: «Quien practicare reproducción asistida en una mujer,
sin su consentimiento, será castigado con la pena de prisión de dos a seis años, e
inhabilitación especial para empleo o cargo, profesión u oficio por tiempo de uno a
cuatro años».

3.6. Detenciones ilegales

Se protege la libertad deambulatoria, la capacidad del hombre de fijar por sí mismo su


situación en el espacio físico, y se castiga la conducta de encerrar o detener a otro
privándole de su libertad. En este sentido, surgen problemas en el ámbito de la
Psiquiatría, como consecuencia de los certificados médicos para internar a una persona

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en un establecimiento psiquiátrico. El art. 211.1 del Código Civil recoge el
«internamiento del presunto incapaz por razones de urgencia, dando cuenta cuanto
antes al Juez y, en todo caso, dentro del plazo de veinticuatro horas».

El art. 163 del Código Penal, recoge:

1. El particular que encerrare o detuviere a otro, privándole de su libertad, será


castigado con la pena de prisión de cuatro a seis años.

2. Si el culpable diera libertad al encerrado o detenido dentro de los tres primeros días
de su detención, sin haber logrado el objeto que se había propuesto, se impondrá la
pena inferior en grado.

3. Se impondrá la pena de prisión de cinco a ocho años si el encierro o detención ha


durado más de quince días.

4. El particular que, fuera de los casos permitidos por las leyes, aprehendiere a una
persona para presentarla inmediatamente a la autoridad, será castigado con la pena
de multa de tres a seis meses.

3.7. Omisión del deber de socorro

Se protege la solidaridad humana bajo diferentes formas, que dan lugar a otras tantas
figuras delictivas:

1. Omisión del deber de socorro personal

Art 195.1 del Código Penal: La solidaridad se proyecta aquí sobre la vida y la integridad
física y la conducta consiste en no socorrer a persona que se halle desamparada o en
peligro manifiesto o grave, cuando puede prestarse sin riesgo propio ni de tercero
(multa de tres a doce meses). Basta el simple conocimiento de una persona en tal
situación; no se distingue entre personal sanitario y no sanitario.

2. Omisión de petición de socorro

Art 195.2 del Código Penal: En las mismas penas incurrirá el que impedido de prestar
socorro no demanda con urgencia auxilio ajeno.

3. Omisión de socorro a víctima de accidente

Art 195.3 del Código Penal:

1. Accidente fortuito: la pena es la prisión de seis meses a un año y multa de seis a doce
meses.

2. Accidente por imprudencia: la pena es la prisión de seis meses a dos años y multa de
seis a veinticuatro meses.

Basta darse a la fuga para que exista delito. Es preciso la existencia de peligro grave y
manifiesto y el desamparo de la víctima; si la víctima estaba ya muerta o acuden otras
personas a atenderla, no existe delito.

4. Omisión de socorro por profesionales sanitarios

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Art. 196 del Código Penal: «que el profesional que, estando obligado a ello, denegare
asistencia sanitaria o abandonare los servicios sanitarios, cuando de la denegación o
abandono se derive riesgo grave para la salud de las personas será castigado con la
pena del artículo 195 en su mitad superior, además de inhabilitación especial para
empleo o cargo público, profesión u oficio, por tiempo de seis meses a tres años».

Es delito específico, que sanciona la mera inactividad del profesional sanitario en las
condiciones tipificadas en el Código Penal y que ha de ser sometido al sistema de
Jurado.

La denegación de auxilio es un delito en el que incurre el funcionario público (el


médico puede serlo) que, requerido por un particular a prestar algún auxilio a que está
obligado por razón de su cargo, para evitar un delito u otro mal, se abstuviese de
prestarlo sin causa justificada. La pena es multa de tres a doce meses y suspensión de
empleo o cargo público por tiempo de seis meses a dos años.

3.8. Descubrimiento y revelación de secretos

El simple acceso a la historia clínica sin autorización es un delito grave, castigado con
no menos de dos años de prisión.

1. Art 199.2 del Código Penal: «El profesional que, con incumplimiento de su
obligación de sigilo o reserva, divulgue los secretos de otra persona, será castigado
con la pena de prisión de uno a cuatro años, multa de doce a veinticuatro meses e
inhabilitación especial para dicha profesión por tiempo de dos a seis años».

Dentro del término «profesional» se incluye tanto a profesionales de la Medicina o


Enfermería, como a los Farmacéuticos. Divulgar los secretos a otra persona es
comunicarlos a tercero, que no los conoce ni tiene por qué conocerlos; la divulgación
debe hacerse sin que exista causa justificada para dicha revelación. No existe
incumplimiento de la obligación de sigilo cuando el propio interesado autoriza la
divulgación, si bien debería mantenerse el secreto cuando afecte a dos o más personas y
la revelación pueda perjudicar a cualquiera de ellas.

Causas de exoneración de la obligación de guardar secreto

1.a. La obligación de denunciar: Así lo establece el art. 262 de la Ley de Enjuiciamiento


Criminal al referirse al profesor de Medicina, Cirugía o Farmacia cuando tuviere
relación con el ejercicio de una actividad profesional, obligando a denunciar
determinados hechos delictivos.

1.b. Obrar en virtud de un estado de necesidad: Cuando el médico debe dar parte de la
enfermedad infecciosa de su paciente al otro miembro de la familia; el facultativo que
advierte al Director de un colegio de la existencia de una enfermedad contagiosa en el
mismo, o el médico que pone en conocimiento del dueño de una casa, el padecimiento
de un sirviente.

1.c. Las enfermedades de declaración obligatoria: en cuanto tal actividad es necesaria


por razones epidemiológicas y de salud pública.

1.d. La defensa del médico en causa penal por homicidio o lesiones culposas, ya que la
defensa del facultativo entraña un interés superior al deber de secreto.

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2. Art. 197.2 del Código Penal recoge los delitos que protegen la intimidad de los datos,
objeto de tratamiento informático así:

Las mismas penas (prisión de uno a cuatro años y multa de doce a veinticuatro
meses), se impondrán al que, sin estar autorizado, se apodere, utilice o modifique, en
perjuicio de tercero, datos reservados de carácter personal o familiar de otro que se
hallen registrados en ficheros o soportes informáticos, electrónicos o telemáticos, o en
cualquier otro tipo de archivo o registro público o privado. Iguales penas se
impondrán a quien, sin estar autorizado, acceda por cualquier medio a los mismos y
a quien los altere o utilice en perjuicio del titular de los datos o de un tercero (aquí es
donde se plantean los supuestos de acceso «por cualquier medio», sin autorización, a
la historia clínica de un paciente).

3. Art. 197.5 del Código Penal recoge igualmente, cuando los hechos descritos en los
apartados anteriores afecten a datos de carácter personal que revelen la ideología,
religión, creencias, salud, origen racial o vida sexual, o la víctima fuere un menor de
edad o un incapaz, se impondrán las penas previstas en su mitad superior.

4. Art. 199 del Código Penal recoge la revelación de secretos ajenos por razón del oficio
o relaciones laborales: Este artículo no se refiere a profesionales.

1. El que revelare secretos ajenos, de los que tenga conocimiento por razón de su oficio
o sus relaciones laborales, será castigado con la pena de prisión de uno a tres años y
multa de seis a doce meses.

2. El profesional que, con incumplimiento de su obligación de sigilo o reserva,


divulgue los secretos de otra persona, será castigado con la pena de prisión de uno a
cuatro años, multa de doce a veinticuatro meses e inhabilitación especial para dicha
profesión por tiempo de dos a seis años.

5. Art. 200 del Código Penal también recoge que se puede quebrar el secreto debido a la
empresa, y así dispone que: El que descubriere, revelare o cediere datos reservados de
personas jurídicas sin el consentimiento de sus representantes, salvo lo dispuesto en
otros preceptos de este Código, se le aplicará lo dispuesto para el descubrimiento y
revelación de secretos en el caso de descubrimiento y revelación de secretos de
personas físicas.

3.9. Suposición de partos

1. Art 220. del Código Penal:

1. La suposición de parto será castigada con las penas de prisión de seis meses a dos
años.

2. La misma pena se impondrá al que ocultare o entregare a terceros un hijo para


alterar o modificar su filiación.

3. La sustitución de un niño por otro será castigada con las penas de prisión de uno a
cinco años.

4. Las sustituciones de un niño por otro que se produjeren en centros sanitarios o


sociosanitarios por imprudencia grave de los responsables de su identificación y
custodia, serán castigadas con la pena de prisión de seis meses a un año.

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2. Art. 221.1 del Código Penal: «Los que, mediando compensación económica,
entreguen a otra persona un hijo, descendiente o cualquier menor aunque no
concurra relación de filiación o parentesco, eludiendo los procedimientos legales de la
guarda, acogimiento o adopción, con la finalidad de establecer una relación análoga
a la de filiación, serán castigados con las penas de prisión de uno a cinco años y de
inhabilitación especial para el ejercicio del derecho de patria potestad por tiempo de
cuatro a diez años».

3. Art. 222 del Código Penal: «El educador, facultativo, autoridad o funcionario
público que, en el ejercicio de su profesión o cargo, realice las conductas descritas en
los dos artículos anteriores, incurrirá en la pena en ellos señalada y, además, en la de
inhabilitación especial para empleo o cargo público, profesión u oficio, de dos a seis
años. A los efectos de este artículo, el término facultativo comprende los médicos,
matronas, personal de enfermería y cualquier otra persona que realice una actividad
sanitaria o sociosanitaria».

3.10. Falsedades

1. Art. 397 del Código Penal: «El facultativo que librare certificado falso será
castigado con la pena de multa de tres a doce meses».

2. Art. 398 del Código Penal: «La autoridad o funcionario público que librare
certificación falsa será castigado con la pena de suspensión de seis meses a dos años».

3. Art. 390 del Código Penal: «Será castigado con las penas de prisión de tres a seis
años, multa de seis a veinticuatro meses e inhabilitación especial por tiempo de dos a
seis años, la autoridad o funcionario público que, en el ejercicio de sus funciones,
cometa falsedad:

1.º Alterando un documento en alguno de sus elementos o requisitos de carácter


esencial.

2.º Simulando un documento en todo o en parte, de manera que induzca a error sobre
su autenticidad.

3.º Suponiendo en un acto la intervención de personas que no la han tenido, o


atribuyendo a las que han intervenido en él declaraciones diferentes de las que
hubieran hecho.

4.º Faltando a la verdad en la narración de los hechos.»

4. Art. 391 del Código Penal: «La autoridad o funcionario público que por
imprudencia grave incurriere en alguna de las falsedades previstas en el artículo
anterior o diere lugar a que otro los cometa, será castigado con la pena de multa de
seis a doce meses y suspensión de empleo o cargo público por tiempo de seis meses a
un año».

3.11. Intrusismo

La nueva tipificación parece abrir la puerta al intrusismo entre especialidades, en el que


se aplica una pena menor.

1. Art. 403 del Código Penal:

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«El que ejerciere actos propios de una profesión sin poseer el correspondiente título
académico expedido o reconocido en España de acuerdo con la legislación vigente,
incurrirá en la pena de multa de seis a doce meses. Si la actividad profesional
desarrollada exigiere un título oficial que acredite la capacitación necesaria y habilite
legalmente para su ejercicio, y no se estuviere en posesión de dicho título, se
impondrá la pena de multa de tres a cinco meses.»

«Si el culpable, además, se atribuyese públicamente la cualidad de profesional


amparado por el título referido, se le impondrá la pena de prisión de seis meses a dos
años.»

Los actos de curanderismo, con prácticas supersticiosas, oraciones, imposiciones de


manos, etc. no son propias de la profesión sanitaria y por ello no parece que puedan
incluirse entre los actos de intrusismo.

3.12. Liberación de energía nuclear o elementos radioactivos

1. Art. 341 del Código Penal: «Liberar energía nuclear o elementos radioactivos que
pongan en peligro la vida o la salud de las personas o sus bienes, aunque no se
produzca explosión. La pena es la prisión de quince a veinte años e inhabilitación
especial de diez a veinte años».

2. Art. 342 del Código Penal: «Perturbar el funcionamiento de una instalación nuclear
o radioactiva: La pena es prisión de cuatro a diez años e inhabilitación especial de
seis a diez años».

3. Art. 343 del Código Penal: «Exposición a radiaciones ionizantes: El que exponga a
una o varias personas a radiaciones ionizantes que pongan en peligro su vida,
integridad, salud o bienes, será sancionado con la pena de prisión de seis a doce años
e inhabilitación especial de seis a diez años».

4. Art. 344 del Código Penal: «Los hechos anteriores cometidos por imprudencia
grave: pena inferior en grado».

3.13. Imprudencia médica

Los actos delictivos pueden ser dolosos (intencionales), o culposos (impudencia o


negligencia).

Aparte de las expuestas en cada tipo delictivo correspondiente, cabe destacar las
siguientes:

1. Art. 142 del Código Penal: Recoge la imprudencia con resultado de muerte:

1. El que por imprudencia grave causare la muerte a otro será castigado, como reo de
homicidio imprudente, con la pena de prisión de uno a cuatro años.

2. Cuando el homicidio fuere cometido por imprudencia profesional se impondrá


además la pena de inhabilitación especial para el ejercicio de la profesión, oficio o
cargo por un período de tres a seis años.

2. Art. 630 del Código Penal: Recoge una falta de imprudencia y afirma que «los que
abandonaren jeringuillas, en todo caso, u otros instrumentos peligrosos, de modo o
con circunstancias que pudieran causar daño a las personas o contagiar

47
enfermedades, o en lugares frecuentados por menores se les impondrá la pena de
arresto de tres a cinco fines de semana o multa de uno a dos meses».

3. Art. 636 del Código Penal: «Los que realicen actividades careciendo de los seguros
obligatorios de responsabilidad civil que se exigieren legalmente para el ejercicio de
aquéllos, tiene la pena de multa de uno a dos meses». Es una Falta de imprudencia.

4. PERIODO DE GRACIA PARA LAS FALTAS ANTERIORES AL NUEVO


CODIGO PENAL

La Administración responderá de forma subsidiaria de las faltas cometidas antes de la


entrada en vigor del nuevo Código Penal, que ha limitado la responsabilidad civil sólo a
los delitos. El Tribunal Supremo ha declarado que para aquellos supuestos no es
aplicable de modo retroactivo el art. 121 del actual Código, sino el antiguo que sí cubre
al médico por falta. El alto Tribunal abre así un periodo de gracia (sentencia del
Tribunal Supremo, Sala de lo Penal, 221/1997 del 20 de febrero).

5. LOS ERRORES MEDICOS

La jurisprudencia del Tribunal Supremo ha dicho que los simples errores científicos o
de diagnóstico no pueden ser objeto de infracción penal, a no ser que sean de magnitud
tal que de modo evidente se aparten de lo que hubiera detectado cualquier médico de
nivel y preparación similar, con semejantes medios a su alcance, y en circunstancias
similares, lo mismo cabe decir de la mayor o menor precocidad o rapidez en el
diagnóstico de algunas enfermedades.

«El error médico consiste tanto en un hacer como en un omitir, en la realización de


una intervención no indicada, pero igualmente en su no realización existiendo
indicación, en defectos antes, durante y después de la práctica de la operación» según
indica =Engisch= (38) .

Es de destacar el tratamiento especial que debe darse a las actuaciones en Urgencias,


donde según sentencia del 12 de noviembre de 1997 de la Audiencia Provincial de León
«Las peculiaridades del trabajo en urgencias aminoran la responsabilidad médica»
(39). Al mismo tiempo, un error de pronóstico en Urgencias no generaría nunca
responsabilidad penal.

6. NOVEDADES DEL CODIGO PENAL ACTUAL

El Código Penal actual aprobado por la Ley Orgánica 10/1995 de 23 de noviembre, y en


vigor desde el 24 de mayo de 1996 utiliza frecuentemente la pena de inhabilitación
especial privando al penado de la facultad de ejercer la profesión durante el tiempo de
la condena. Disminuye las penas privativas de libertad, en relación con el Código
anterior, si bien no se pueden redimir penas por trabajo. Además, la regla general, en
las condiciones marcadas por la ley, es la suspensión de las penas privativas inferiores a
dos años, dando así un margen a los profesionales sanitarios.

III. Responsabilidad disciplinaria

1. CONCEPTO

Esta responsabilidad surge porque los profesionales, en nuestro caso sanitarios, no


actúan de forma independiente, sino que trabajan para alguna Administración Pública
o para alguna empresa privada.

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Dicha responsabilidad hay que remitirla al sistema de infracciones y sanciones
(principio de tipificación de infracciones y sanciones), que se encuentra en cada sector
correspondiente, esto es, en el ámbito de la función pública; en el del Estatuto del
Personal de la Seguridad Social; o en el Estatuto de los Trabajadores que es
desarrollado a su vez por los convenios colectivos correspondientes.

Un médico particular o privado nunca puede incurrir en responsabilidad disciplinaria.

2. DISPOSICIONES LEGALES

2.a. La Ley de la Reforma de la Función Pública, Ley 30/1984, de 2 de


agosto

El art. 31.1 de esta Ley dispone que se consideran faltas muy graves:

a) El incumplimiento del deber de fidelidad a la Constitución en el ejercicio de la


función pública.

b) Toda actuación que suponga discriminación por razón de raza, sexo, religión, lengua,
opinión, lugar de nacimiento o vecindad, o cualquier otra condición o circunstancia
personal o social.

c) El abandono de servicio.

d) La adopción de acuerdos manifiestamente ilegales que causen perjuicio grave a la


Administración o a los ciudadanos.

e) La publicación o utilización indebida de secretos oficiales, así declarados por Ley o


clasificados como tales.

f) La notoria falta de rendimiento que comporte inhibición en el cumplimiento de las


tareas encomendadas.

g) La violación de la neutralidad o independencia políticas, utilizando las facultades


atribuidas para influir en procesos electorales de cualquier naturaleza o ámbito.

h) El incumplimiento de las normas sobre incompatibilidades.

i) La obstaculización al ejercicio de las libertades públicas y derechos sindicales.

j) La realización de actos encaminados a coartar el libre ejercicio del derecho de huelga.

k) La participación en huelgas, a los que tengan expresamente prohibida la Ley.

l) El incumplimiento de la obligación de atender los servicios esenciales en caso de


huelga.

m) Los actos limitativos de la libre expresión de pensamiento, ideas y opiniones.

n) Haber sido sancionado por la comisión de tres faltas graves en un período de un año.

49
2.b. El Estatuto de los Trabajadores

Los arts. 58 y 60.2 del citado texto legal disponen que:

«Los trabajadores podrán ser sancionados por la dirección de las empresas en virtud
de incumplimientos laborales, de acuerdo con la graduación de faltas y sanciones que
se establezcan en las disposiciones legales o en el convenio colectivo que sea
aplicable.»

La valoración de las faltas y las correspondientes sanciones impuestas por la dirección


de la empresa serán siempre revisables ante la Jurisdicción competente. La sanción de
las faltas graves y muy graves requerirá comunicación escrita al trabajador, haciendo
constar los hechos que la motivan.

No se podrán imponer sanciones que consistan en la reducción de la duración de las


vacaciones u otra minoración de los derechos al descanso del trabajador o multa de
haber.

Las infracciones cometidas por los trabajadores prescriben:

Las faltas leves, a los diez días;

Las graves, a los veinte días;

Las muy graves, a los sesenta días a partir de la fecha en que la empresa tuvo
conocimiento de su comisión y, en todo caso, a los seis meses de haberse cometido.

IV. Responsabilidad deontológica

Como ya hemos mencionado anteriormente (Ver Obligaciones de los médicos: Deberes


y responsabilidades), la responsabilidad deontológica es aquella que se deriva del
incumplimiento de una serie de normas y declaraciones detalladas en el Código de
Ética y Deontología Médica. Dicha normativa es revisada y actualizada por los Colegios
Médicos y las Comisiones Deontológicas de forma continua, generalmente cada dos
años, permitiendo con ello su adecuación al sentir social y científico del momento. No
obligan más que en conciencia, pero representan los valores aceptados, en mayor o
menor grado, por toda la comunidad médica de un país. Este código, en su última
edición, incluye los siguientes capítulos y añadidos:

Capítulo I (arts. 1-3): Definición y ámbito de aplicación.

Capítulo II (arts. 4-6): Principios generales.

Capítulo III (arts. 7-15): Relaciones del médico con sus pacientes.

Capítulo IV (arts. 16-20): Secreto profesional del médico.

Capítulo V (arts. 21-24): Calidad de la atención médica.

Capítulo VI (arts. 25-35): Reproducción, respeto a la vida y a la dignidad de la persona.

Capítulo VII (arts. 33-35): Relaciones de los médicos entre sí.

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Capítulo VIII (art. 36): Relaciones con otras profesiones sanitarias.

Capítulo IX (art. 37): Publicidad.

Capítulo X (art. 38): Publicaciones profesionales.

Capítulo XI (arts. 39-41): Relaciones de la Corporación.

Capítulo XII (arts. 42-43): Relaciones con otras instituciones.

Capítulo XIII (art. 44): Honorarios.

También incluye una serie de documentos emitidos por el Comité Permanente de las
Organizaciones Médicas de las Comunidades Europeas, por la Conferencia
Internacional de Ordenes Médicas y por la Asociación Médica Mundial. Engloban
variadas directrices sobre temas aislados que, por su especial consideración o por la
relevancia que adquieren en un momento determinado, precisan de una aclaración y
depuración más exhaustiva para facilitar la actuación de todos los profesionales
médicos de las organizaciones representadas.

V. Reforma de la responsabilidad profesional sanitaria

La nueva Ley de la Jurisdicción Contencioso-Administrativa, Ley 29/1998 de 13 de


julio, que entró en vigor el 14 de diciembre de 1998, ha supuesto un cambio
trascendental en la responsabilidad profesional del médico. Va de la mano de una
reforma en la Ley Orgánica del Poder Judicial, Ley Orgánica 6/1998, de 13 de julio. Los
trámites para reclamar a la Administración antes de ir a juicio se rigen por el Real
Decreto 429/1993 de 26 de marzo, por el que se aprueba el Reglamento de los
Procedimientos de las Administraciones Públicas en materia de Responsabilidad
Patrimonial. Es importante destacar también la reforma de la Ley 30/1992 de Régimen
Jurídico de las Administraciones Públicas y del Procedimiento Administrativo Común,
que ha introducido el término «repetición» (de la indemnización pagada por la
Administración al paciente contra el médico).

La citada Ley de la Jurisdicción Contenciosa no afecta a todos los médicos, sólo afecta a
los de la sanidad pública dando igual que el contrato sea laboral, estatutario o
funcionarial, y a los de los centros concertados cuando atienden a pacientes cuya
asistencia corre por cuenta de la Seguridad Social. El profesional estrictamente privado
seguirá sometido, en su caso, a las demandas civiles de los pacientes.

La Administración sanitaria absorbe la responsabilidad del profesional, por lo que la


reclamación debe entablarse contra ella: primero, mediante una reclamación
administrativa y luego, en su caso, en los Tribunales de lo Contencioso.

Las fases de este procedimiento son las siguientes:

A. Cuando el procedimiento se inicie a instancia del interesado, la reclamación se


dirigirá al órgano competente y deberá ajustarse a lo previsto en la Ley de Régimen
Jurídico de las Administraciones Públicas y del Procedimiento Administrativo Común.
En las reclamaciones se deberán especificar las lesiones producidas, la presunta
relación de causalidad entre éstas y el funcionamiento del servicio público, la
evaluación económica de la responsabilidad patrimonial, si fuera posible, y el momento
en que la lesión efectivamente se produjo, e irá acompañada de cuantas alegaciones,
documentos e informaciones se estimen oportunos y de la proposición de prueba

51
concretando los medios de que se pretenda valerse el reclamante (art. 6 del Real
Decreto 429/1993 por el que se aprueba el Reglamento de los Procedimientos de las
Administraciones en materia de Responsabilidad Patrimonial).

La reclamación ha de presentarse por el paciente ante los órganos administrativos


competentes: en el Servicio de Atención al paciente del hospital donde se causó el
daño, que la remitirá a la compañía aseguradora con la que la entidad tenga suscrito un
seguro la cual si deniega el abono de la indemnización, la reclamación debe cursarse
por la vía administrativa en los Servicios Centrales del servicio de salud. Deberá
mencionar el reclamante-paciente en su reclamación los datos necesarios para que la
Unidad de Responsabilidad Patrimonial pueda resolver la reclamación, por ejemplo la
fecha de la producción del daño y la relación de causalidad entre aquél y la actuación
médica del facultativo de que presuntamente se deriva ese daño.

En cualquier momento del procedimiento anterior al trámite de audiencia, el órgano


competente, a propuesta del instructor, podrá acordar con el interesado la terminación
convencional del procedimiento mediante acuerdo indemnizatorio (art. 8 del
Reglamento anteriormente citado). Para que esto sea viable se requiere el asentimiento
del paciente, es decir que dé su conformidad con la indemnización ofrecida en
compensación a la lesión que se le ocasionó. Si el interesado no da su conformidad, el
expediente seguirá su tramitación normal, que supone la práctica de las pruebas, la
solicitud de los informes necesarios para la resolución del expediente y el trámite de
audiencia de los interesados. Posteriormente la Administración exigirá al Consejo de
Estado o a los órganos que desempeñan sus funciones en las Comunidades Autónomas,
los dictámenes previstos en la Ley.

Concluido el trámite de audiencia, en el plazo de diez días, el órgano instructor


propondrá que se recabe, cuando sea preceptivo a tenor de lo establecido en la Ley
Orgánica del Consejo de Estado, el dictamen de este órgano consultivo o, en su caso,
del órgano consultivo de la Comunidad Autónoma. Remitirá al órgano competente todo
lo actuado en el procedimiento, así como una propuesta de resolución que se ajustará al
art. 13 del Reglamento o, en su caso, la propuesta de acuerdo por el que se podría
terminar convencionalmente el procedimiento. Se solicitará que el dictamen se
pronuncie sobre la existencia de relación de causalidad entre el funcionamiento del
servicio público y la lesión producida y, en su caso, sobre la valoración del daño
causado y la cuantía y modo de la indemnización. El dictamen se emitirá en el plazo de
dos meses (art. 12 del Reglamento). Recibido el dictamen por la Unidad de
Responsabilidad Patrimonial de la entidad gestora correspondiente, se abre un plazo de
veinte días para que pueda resolver.

La resolución se pronunciará, necesariamente, sobre la existencia o no de la relación de


causalidad entre el funcionamiento del servicio público y la lesión producida y, en su
caso, sobre la valoración del daño causado y la cuantía de la indemnización,
explicitando los criterios utilizados para su cálculo. Transcurridos seis meses desde que
se inició el procedimiento, o el plazo que resulte de añadirles un período extraordinario
de prueba sin que haya recaído resolución expresa o no se haya formalizado el acuerdo,
podrá entenderse que la resolución es contraria a la indemnización del particular (art.
13 del Reglamento). El expediente de responsabilidad deberá resolverse en el plazo de
seis meses desde que se presentó ante la Administración competente (más dos meses
para que, entretanto, se pronuncie el Consejo de Estado), de manera que la solicitud de
indemnización se entenderá denegada cuando finalice ese plazo sin que se haya
resuelto la cuestión planteada. La excepción a este procedimiento normal es el
abreviado, que dura un mes como máximo y que se sigue cuando a la vista de las
actuaciones, documentos e informaciones del procedimiento general, el órgano
instructor entienda que son inequívocas la relación de causalidad entre la lesión y el

52
funcionamiento del servicio público, la valoración del daño y el cálculo de la cuantía de
la indemnización (art. 14 del tan citado Reglamento).

Se trate del procedimiento abreviado o del ordinario, si la resolución es negativa o fija


una cuantía con la que el paciente no está de acuerdo, se puede acordar al
procedimiento contencioso-administrativo:

B. En la vía contenciosa el demandado natural es el Instituto Nacional de la Salud o sus


homólogos y, si el paciente lo desea, también el médico. El procedimiento contencioso-
administrativo se tramitará ante la Audiencia Nacional si se trata del Instituto
Nacional de la Salud o ante los Tribunales Superiores de Justicia si se trata de servicios
autonómicos de salud. La sentencia contenciosa no puede condenar ni absolver al
médico, sólo se pronuncia sobre la responsabilidad de la Administración.

Si la Administración resulta absuelta, el médico puede olvidarse del problema. Si


resulta condenada, caben tres posibilidades:

1. Si la condena se basa en una cuestión por completo ajena al profesional, la


Administración no puede reclamar nada al profesional.

2. Si la condena responde a una negligencia leve del médico, la Administración


tampoco podrá trasladar la indemnización al médico.

3. Si el origen del daño es una culpa o negligencia grave del profesional, el Instituto
Nacional de la Salud y sus homólogos deberán exigir al médico lo pagado por la entidad
gestora al paciente. A esto se le llama «repetir», término que cualquier facultativo
debería aprenderse para hacerse cargo de lo que la reforma implica.

La repetición se iniciará una vez que la sentencia sea firme, lo que significa que el
médico se encontrará con una reclamación -no del paciente, sino de la Administración-
no menos de cinco años y tal vez dos lustros después de los hechos.

La Ley reguladora de la Jurisdicción contencioso-administrativa habilita también otras


posibilidades de concluir el proceso sin sentencia:

1. El desistimiento: Cuando el paciente renuncia al proceso aunque se reserva el


derecho a reabrirlo si lo estima conveniente.

2. El allanamiento: Cuando la Administración accede a la reclamación del paciente.

3. La conciliación: Los implicados ponen fin a la causa mediante mutuo acuerdo. El art.
77 de la Ley de la Jurisdicción contencioso-administrativa señala que en los
procedimientos en primera o única instancia el Juez o Tribunal, de oficio o a solicitud
de parte, una vez formuladas la demanda y la contestación, podrá someter a la
consideración de las partes el reconocimiento de los hechos o documentos, así como la
posibilidad de alcanzar un acuerdo que ponga fin a la controversia, cuando el juicio
verse sobre materias susceptibles de transacción y, en particular, cuando verse sobre
estimación de cantidad.

Con la reforma de la Ley Orgánica del Poder Judicial y con la nueva Ley reguladora de
la Jurisdicción contencioso-administrativa, se cierra el acceso a la jurisdicción social y
civil, centralizándose en la contenciosa que es la más lenta. Así, el art. 9.4 párr. 2.º de
la Ley Orgánica del Poder Judicial señala que los Tribunales del orden contencioso-
administrativo conocerán de las pretensiones que se deduzcan en relación con la

53
responsabilidad patrimonial de las Administraciones Públicas y del personal a su
servicio, cualquiera que sea la naturaleza de la actividad o el tipo de relación de que se
derive, y si a la producción del daño hubieran concurrido sujetos privados, el
demandante deducirá también frente a ellos su pretensión ante este orden
jurisdiccional. En este sentido, el art. 2 letra e) de la Ley de la Jurisdicción
Contencioso-Administrativa destaca que el orden jurisdiccional contencioso-
administrativo conocerá de las cuestiones que se suscitan en relación con la
responsabilidad patrimonial de las Administraciones Públicas, cualquiera que sea la
naturaleza de la actividad o el tipo de relación de que derive, no pudiendo ser
demandadas aquéllas por este motivo ante los órdenes jurisdiccionales civil o social,
por tanto, la responsabilidad patrimonial de la Administración sólo puede enjuiciarse
en los Tribunales de lo Contencioso. Si bien como es lógico no impide al paciente el
acceso a la vía penal a través de la querella penal si estima que el médico ha cometido
una acción tipificada en el Código Penal como delito o falta.

VI. Personas responsables

El principal destinatario de la responsabilidad en medicina es el propio médico. Ahora


bien, como hay intervención de diversos profesionales, se hace necesario examinar la
posible responsabilidad que alcanza a cada uno de ellos. Dicha intervención puede
realizarse de forma simultánea o en forma sucesiva. En el primer caso, la principal
cuestión que se plantea es la de la medicina en equipo que, fundamentalmente, se
conoce como el principio de la confianza. En el segundo caso, la relación más antigua y,
por tanto, la más estudiada, es la que vincula al médico de cabecera con el especialista.

1. MEDICO GENERAL Y ESPECIALISTA

Es una intervención sucesiva. En principio hay que partir que cada uno asume su
propia responsabilidad. No obstante, hay que afirmar que existe responsabilidad en el
médico de cabecera que no envía el paciente al especialista o a un hospital cuando la
enfermedad rebase el campo de sus conocimientos o cuando sea necesario, o cuando,
sin motivo, no sigue el criterio del especialista (arts. 21 y 22 del Código de Etica y
Deontología Médica) (sentencia del Tribunal Supremo de 27 de mayo de 1988 que
condenó a un pediatra a pagar una indemnización de seis millones de pesetas -aparte la
sanción penal- a los padres de un niño de cinco años fallecido a los tres días de inicio de
una cetoacidosis diabética, por haberse limitado en todo ese tiempo a hacer unas
prescripciones ambiguas, en varias ocasiones por teléfono y sin enviarle a un centro
hospitalario para su tratamiento).

2. PERSONAL DE ENFERMERIA

Si la falta la comete un enfermero o auxiliar dentro de su competencia, es directamente


responsable del daño producido, pero no así en el caso de que la falta cometida sea
derivada de las órdenes del médico. La obligación del médico es poner los medios
necesarios para la protección de la salud del enfermo, pero entre estos medios no sólo
figuran los propios, sino también los de aquellos colaboradores que son necesarios para
el desenvolvimiento normal de la prestación médica, razón por la cual la
responsabilidad del médico no descarta la del enfermero, y podrían ser acumuladas
ambas si el enfermo así lo desea.

3. EQUIPO MEDICO

Es una intervención simultánea. El Código Deontológico Médico señala que la


responsabilidad personal del médico no desaparece ni se diluye por el hecho de trabajar

54
en equipo (art. 35.2 del Código de Ética y Deontología Médica). Sea cual sea la
modalidad asistencial, la responsabilidad del médico ante sus pacientes debe
permanecer individual, invariable y completa, sin perjuicio de la responsabilidad
colectiva subsidiaria.

El problema de la dilución de la responsabilidad dentro del equipo es contemplado en


la Ley General de Sanidad cuando señala el derecho del usuario «a que se le asigne un
médico cuyo nombre se le dará a conocer, que será su interlocutor principal con el
equipo asistencial. En caso de ausencia, otro facultativo del equipo asumirá tal
responsabilidad» (art. 10.7 de la Ley General de Sanidad).

No se puede considerar al equipo médico como un conjunto al que no se le pueda exigir


responsabilidad civil y solidaria. Los principios básicos del trabajo en equipo son la
confianza y la división del trabajo o propia responsabilidad.

1. El principio de confianza, aplicable tanto a la división del trabajo vertical como


horizontal, viene a significar que quien actúa correctamente dentro del equipo debe
confiar en que los demás miembros del mismo también actuarán correctamente. La
confianza es válida mientras no se demuestra lo contrario, y se confía en la persona en
función de la habilidad que le otorga su titulación. Por ello, no se puede hacer
extensible la responsabilidad profesional de quien no observa las correspondientes
normas o reglas de conducta a quien, contrariamente, sí las respeta. En este sentido, se
pronunció el Tribunal Supremo en sentencia de 23 de marzo de 1993, en que exonera
de responsabilidad al cirujano del equipo quirúrgico y no del anestesiólogo cuando éste
no realizó la correcta monitorización del paciente. Sin embargo, en reciente sentencia
del mismo Tribunal (40), sí se responsabiliza también al cirujano ante similar
situación.

2. El principio de división del trabajo o de la propia responsabilidad, cada miembro


del equipo realizará su cometido, presumiéndose por ello sus conocimientos y
habilidades. Cada miembro del equipo responderá de las negligencias cometidas en su
correspondiente ámbito de competencias. Para ello, es necesario tener perfectamente
delimitadas las funciones de cada miembro del equipo. Cada miembro del equipo
médico es responsable de su parcela de actuación, de la tarea que tiene asignada, y
también de la coordinación con los demás integrantes del equipo (41).

4. MIR (Médico Interno Residente)

Es de gran actualidad el tema de la responsabilidad jurídica respecto al médico interno


residente, sobre todo a raíz de una sentencia de la Audiencia Provincial de Madrid
donde se condena a un anestesista por haber delegado una intubación compleja en un
residente de cuarto año.

Uno de los pilares en la formación del sistema MIR es la supervisión a la que tiene que
ser sometido en todas sus actuaciones. Así, según el Real Decreto de 11 de enero de
1984: Regulación obtención de títulos de especialista, «Son Médicos Residentes
aquellos que para obtener su título de Médico Especialista, permanecen en los Centros
y en las Unidades Docentes acreditadas un período, limitado en el tiempo, de práctica
profesional programada y supervisada, a fin de alcanzar, de forma progresiva, los
conocimientos y la responsabilidad profesional necesarios para ejercer la
especialidad de modo eficiente», y en la Orden 22 de junio de 1995: Regulación
Comisiones de Docencia y los sistemas de evaluación de la formación de Médicos y
Farmacéuticos Especialistas, se define, entre otras actuaciones de la figura del tutor, la
de la «supervisión directa y continuada». Pero al mismo tiempo, no hay que olvidar
que para alcanzar los conocimientos y responsabilidad profesional necesarios para

55
ejercer la especialidad, ha de realizarse una práctica profesional programada y
progresiva. Esta programación y progresividad se recogen en los programas formativos
de cada especialidad «que deberán especificar los objetivos cualitativos y
cuantitativos que ha de cumplir el aspirante al título», en sus tres vertientes: la
asistencial, teórica e investigadora, que, en principio, son de obligado cumplimiento,
tanto por parte de los residentes como del centro acreditado, con evaluación recíproca
anual y final. En estos programas se desarrollan las prácticas y técnicas básicas que
deben ejercitar cada especialista en formación. Por ello, debería considerarse una
responsabilidad del centro formador ese mayor riesgo que puede generar la actuación
de un MIR, siempre que haya cumplido todas las normas establecidas y haya sido
supervisado, que en palabras de =J=osé =M=aría =Alvarez-Cienfuegos= (42) «de la
intervención de un residente, cuando está tutelado, debería responder el sistema de
salud, que tiene la responsabilidad objetiva, y no el adjunto que lo está formando».
Sin embargo, en esa sentencia de la Audiencia Provincial de Madrid se imputa la
responsabilidad al supervisor directamente, pudiéndose ver afectado en un futuro todo
el sistema de aprendizaje de los médicos residentes, pues se tendería a no delegar en los
mismos.

Por otro lado, el Tribunal Supremo es claro: si el supervisor no ejerce sus funciones
incurre en responsabilidad.

- Sentencia del Tribunal Supremo de 25 de noviembre de 1993: donde se condena


solidariamente al médico adjunto «por no examinar la radiografía y quedar conforme
con el resultado no significativo que se le dio a conocer por el médico residente y por
tanto de inferior categoría profesional, que aquél tiene obligación de revisar» (...). El
residente «dada su actuación jerárquica profesional agotó los medios a su alcance de
investigación no pudiendo ser responsable de un error, en él disculpable, de
apreciación de diagnóstico».

VII. Prevención de la conflictividad: propuestas actuales

Todas las reclamaciones por daños que se dirigen contra el Instituto Nacional de la
Salud pasan por una Comisión de Seguimiento. Analizando las reclamaciones de los
últimos años, la Subdirección de Inspección Sanitaria del Instituto Nacional de la Salud
se plantea unas directrices de actuación para erradicar «daños evitables» en sus
centros de atención sanitaria. Éstas consistirán en:

1. Estudio de las reclamaciones (43).

Para abordar los problemas primero hay que conocerlos. Se ha visto que existe una
media de 4,8 reclamaciones por cada 100.000 habitantes, cuya distribución por áreas
de atención se encuentran en primer lugar las originadas en urgencias, seguidas de las
que se producen en las áreas de hospitalización y quirófanos. Por especialidades es la
medicina familiar la que ocupa el primer puesto, estando a continuación la ginecología
y obstetricia, y después la cirugía y traumatología.

2. Gestor de riesgos.

Será el encargado en cada centro de aplicar medidas preventivas a las posibles


reclamaciones. Su actuación se desarrollará en dos campos:

- Detección de las «zonas de riesgo».

-Implantar sistemas de información adecuados.

56
1. LOS COMITES DE ASISTENCIA ETICA

Con anterioridad a estas propuestas, surgen de forma unilateral unos Comités de


Asistencia Ética (CAE), que son una instancia ética no vinculante y un órgano no
judicial, pero que pueden tener un efecto jurídico. Sus actuaciones son detectar
situaciones conflictivas y evitar que se repitan, mostrando las condiciones en que
trabaja ordinariamente el médico. Es importante su labor de acreditación de protocolos
de procedimientos. En la actualidad existen alrededor de unos veinte en diferentes
centros.

2. TRIBUNALES DE ARBITRAJE

El arbitraje supone una alternativa a la jurisdicción ordinaria para solucionar las


diferencias entre las pretensiones del paciente y la de los médicos en materia de
responsabilidad civil, aunque sólo será posible su utilización si existe la previa
«conformidad de ambas partes». Cabe la posibilidad de impugnación de las decisiones
o laudos adoptados por los árbitros, y se excluye la jurisdicción penal.

En España por el momento sólo existe el Tribunal de Arbitraje del Colegio de Médicos
de Vizcaya, creado en 1997 al amparo de la Ley 36/1988 de 5 de diciembre, de
Arbitraje. El Colegio de Abogados de Madrid ha declarado su intención de crear uno.

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21. Vademecum Internacional de Especialidades Farmacéuticas y Biológicas, Ed.


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22. Vademecum Internacional. Especialidades Farmacéuticas y Biológicas. Productos


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(1)

=Fornés Ruiz, J.=: Pacto y Responsabilidad Social en la Sanidad Española,


Edimsa, Madrid, 1994, pág. 9.

Ver Texto
(2)

=Martín Serrano, A.=: El Médico ante la Ley, Dupont Pharma, Madrid, 1994,
pág. 53.

Ver Texto
(3)

=Gisbert Calabuig, J. A.=: Medicina Legal y Toxicología, 3ª ed., Fundación


García Muñoz-Sección SABER. Valencia, 1985, pág. 21.

Ver Texto

58
(4)

=Díez-Picazo, L.= y =Gullón, A.=: Sistema del Derecho Civil, 6ª ed., Ed. Tecnos,
Madrid, 1993. Vol. 2, pág. 598.

Ver Texto
(5)

=Larenz=: Derecho de Obligaciones, Edersa, Madrid, 1958. Tomo I, pág. 18.

Ver Texto
(6)

=O'Callaghan Muñoz, X.=: Compendio de Derecho Civil, Editoriales de derecho


reunidas, Madrid, 1987. Tomo II, volumen 1º, pág. 18.

Ver Texto
(7)

Sentencias del Tribunal Supremo: 21 de julio de 1997, 19 de febrero de 1998 y 8


de septiembre de 1998.

Ver Texto
(8)

=Pedreira, A.=: Congreso Nacional de Derecho Sanitario, 1998. Publicado


Diario Médico 27 de octubre de 1998.

Ver Texto
(9)

Juzgado de Primera Instancia núm. 5 de Santander. Sección 3ª 2 de octubre de


1996 (autos núm. 368/1995).

Ver Texto
(10)

=Martínez-Calcerrada y Gómez, L.=: Derecho Médico. Editorial Tecnos,


Madrid, 1986. Tomo 1º, pág. 186.

Ver Texto
(11)

=Albadalejo=: Comentarios al Código Civil y Compilaciones Forales, Edersa,


Madrid, 1983. T. XV, vol. 2º, pág. 481 y ss.

Ver Texto
(12)

=Lacruz Berdejo, J. L.=: Nociones de Derecho Civil Patrimonial e introducción


al Derecho, 3ª ed. José María Boch, Barcelona, 1989; pág. 263.

Ver Texto

59
(13)

=Lacruz Berdejo, J. L.=: op. cit., págs. 271-281.

Ver Texto
(14)

=Larenz=: Derecho de obligaciones, Madrid, 1958, tomo I, pág. 284.

Ver Texto
(15)

Código de Ética y Deontología Médica. Consejo General de Colegios Médicos,


Madrid, 1995.

Ver Texto
(16)

Ley 14/1986 de 25 de abril.

Ver Texto
(17)

Ley 26/1984 de 19 de julio.

Ver Texto
(18)

=Morrison, D.=: «Le Droit de Refus de Traitement chez le patient involontaire:


Considerations Médico-Legal», Revue Canadiense de Psychiatrie, febrero,
1985. Vol. 30, págs. 60-63.

Ver Texto
(19)

Arts. 59-69 de la Ley del Medicamento, Ley 25/1990 de 20 de diciembre,


desarrollada por Real Decreto 561/1993 de 16 de abril, donde se establecen los
requisitos para la realización de ensayos clínicos con medicamentos.

Ver Texto
(20)

Ley Orgánica 1/1982 de 5 de mayo (Boletín Oficial del Estado 14 de mayo).

Ver Texto
(21)

Sentencia del Tribunal Supremo de 27 de enero de 1997: Culpa


extracontractual: Responsabilidad de la empresa por actos de sus empleados:
existencia: extravío negligente en el hospital de historial clínico de un paciente
enfermo de SIDA: comunicación a terceros: falta de atención y cuidado en su
guarda y custodia: responsabilidad de la Administración autonómica como
titular del centro hospitalario.

60
Ver Texto
(22)

=Díez-Picazo, L.= y =Gullón A.=: Sistema del Derecho Civil, 6ª ed. Ed. Tecnos,
Madrid, 1993; págs. 29-54.

Ver Texto
(23)

=Romeo CasaBona, C. M.=: El Médico ante el Derecho. Ministerio de Sanidad y


Consumo, Madrid, 1986; pág. 108.

Ver Texto
(24)

Esto es lo que se denomina cláusula penal. Ver Régimen de las prestaciones.

Ver Texto
(25)

=Díaz-Regañón García-Alcalá, C.=: El Régimen de la Prueba en la


Responsabilidad Civil Médica. Hechos y Derecho, Ed. Aranzadi, Pamplona,
1996; pág. 315.

Ver Texto
(26)

=Díez-Picazo=: op. cit., pág. 599.

Ver Texto
(27)

=Carrasco Gómez, J. J.=: Responsabilidad Médica y Psiquiatría, Ed. Colex,


Madrid, 1989; pág. 32.

Ver Texto
(28)

Ley Orgánica 1/1982 de 5 de mayo.

Ver Texto
(29)

=Díez-Picazo=: op. cit., pág. 604.

Ver Texto
(30)

=López Gómez, L.= y =Gisbert Calabuig, J. A.=: Tratado de medicina legal, Ed.
Saber, Valencia, 1961; pág. 485.

Ver Texto
(31)

61
=Romeo CasaBona, C. M.=: El Médico ante el Derecho. Ministerio de Sanidad y
Consumo, Madrid, 1986; págs. 108-111.

Ver Texto
(32)

Dice literalmente: «Si bien el criterio de responsabilidad objetiva en los


atropellos causados por automóviles no está consagrado en nuestras leyes, esto
no excluye que en los casos en que resulte evidente un hecho que por sí solo
determina probabilidad de culpa, pueda presumirse ésta y cargar al autor del
atropello la obligación de desvirtuar la presunción, bien entendido que para no
tomar en cuenta la antijuricidad y la culpa, si en principio existen, es necesario
demostrar que el autor del hecho causal del daño había procedido con la
diligencia y cuidado debidos, según las circunstancias, y que siempre que el
perjudicado contribuye a la realización del hecho, es obligado, a efectos
compensatorios, determinar quién es responsable del acto u omisión que revista
mayor preponderancia».

Ver Texto
(33)

Ley 26/1984 de 19 de julio.

Ver Texto
(34)

Art. 28.3 de la Ley General para la Defensa de los Consumidores y Usuarios, Ley
26/1984: «Sin perjuicio de lo establecido en otras disposiciones legales, las
responsabilidades derivadas de este artículo tendrán como límite la cuantía de
500 millones de pesetas. Esta cantidad deberá ser revisada y actualizada
periódicamente por el Gobierno, teniendo en cuenta la variación de los índices
de precios al consumo».

Ver Texto
(35)

En este caso la sentencia se refiere a la infección postoperatoria de una


intervención de rodilla que ocasionó la amputación de la pierna. La
responsabilidad objetiva del centro quedó embebida en la de mayor coste, en la
responsabilidad culposa extracontractual solidaria, pues ambas son
incompatibles en cuanto sumandos independientes.

Ver Texto
(36)

Distinguir la responsabilidad solidaria, donde el acreedor puede solicitar el


pago total a cualquiera de los responsables, de la subsidiaria, terminar de pagar
la deuda que le correspondería al médico responsable o pagarla íntegra si éste
es insolvente.

Ver Texto
(37)

Entiéndase comisión en oposición a omisión. Hacer frente a no hacer.

62
Ver Texto
(38)

=Engisch, K.=: «Die rechtliche Bedeutung der Ärztlicher Operation», en Fehler


und Gefahren bei chirurgischen Operation, 3ª ed., V. Fisher, Jena, 1954, pág.
1339.

Ver Texto
(39)

Dicha sentencia concluye en un resultado absolutorio por el hecho de que la


posible conducta imprudente con resultado de muerte viniera a tener lugar en
un Servicio de Urgencias.

Ver Texto
(40)

Sentencia del Tribunal Supremo de 29 de septiembre de 1998.

Ver Texto
(41)

=Montalvo, F.= y =Moreno, J.=: «La responsabilidad dentro del trabajo en


equipo», Tribuna, Diario Médico, 23 de septiembre de 1998.

Ver Texto
(42)

Presidente de la Sala de lo Contencioso-Administrativo de la Audiencia


Nacional.

Ver Texto
(43)

Estudio de la Subdirección de Inspección Sanitaria del Instituto Nacional de la


Salud de la Comisión de Seguimiento de su póliza de Seguro, 1998.

Ver Texto

63

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