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La autoestima, en palabras del papa Francisco.

Mons. José Guadalupe Torres Campos/ Obispo de Ciudad Juárez

Nuevamente les saludo con afecto. Es para mí un gusto saludarles a través de Radio
Guadalupana por Internet y a través de Presencia, instrumentos pastorales de comunicación
muy importantes en nuestra diócesis que hay que seguir apoyando y participando todos.
Seguimos comentando palabras del papa Francisco. Hoy toca tratar sobre la autoestima. Es
muy normal, o entre comillas normal, escuchar hoy que ‘mi autoestima es muy baja’, que
‘mi autoestima está por los suelos’, que ‘la depre’, o al contrario, que ‘mi autoestima está
muy bien, muy equilibrada’… es un tema de mucha actualidad, es un tema que dice mucho a
lo emocional de la persona.

La autoestima es como una serie de imágenes que cada uno lleva consigo, una colección de
fotografías que muestran cómo nos vemos a nosotros mismos, cómo nos sentimos. Estas
imágenes instantáneas las juntamos desde que somos muy pequeños, cuando ya
entendemos que somos seres separados de los adultos que nos rodean.

A medida que crecemos construimos una idea de quiénes somos. La autoestima es la forma
cómo nos vemos y cómo nos sentimos respecto a esa imagen. Tengo una imagen, pero
cómo me siento yo, de acuerdo a esta imagen que tengo de mí mismo. Y se requiere un
equilibrio, una madurez humana, una madurez moral, espiritual un equilibrio muy
importante entre nosotros. Si nuestra autoestima es positiva, nos sentimos bien con
nosotros mismos. Si nuestra autoestima está devaluada, nos sentimos mal con nosotros
mismos.

El papa nos invita a dar valor a cada uno, el valor de cada uno. Tú vales como persona, tú
vales como hijo de Dios, descúbrete valioso, amado, querido por Dios. Pero también
necesitamos sentirnos amados, queridos, valorados por nosotros mismos y por los demás.
Dice el papa algunas expresiones que nos animan a que nuestra estima crezca siempre y se
vaya fortaleciendo: “Custodiar la creación, cada hombre y cada mujer, con una mirada de
ternura y de amor, es abrir un resquicio de luz enmedio de tantas nubes”. Nos invita
entonces el papa a tener esa creatividad, ese sentido del amor, de la ternura, del valorar
nuestra persona y la persona de los demás.
Sigue diciendo el papa: “La necesidad de hablar mal de otro indica una baja autoestima, es
decir, yo me siento tan abajo, que en vez de subir, bajo al otro”. La autoestima me lleva a
pisotear, a hacer menos al otro, a desvalorar a la otra persona y nos estamos reflejando a
nosotros mismos, dice el papa. Incluso los más débiles y los más vulnerables son obras
maestras de la creación de Dios, hechos a su imagen y semejanza. Es muy importante: aún
los más débiles somos hijos de Dios, somos obras maestras de Dios, destinados a vivir para
siempre y merecedores de la máxima reverencia y respeto. Como fuimos creados a imagen
y semejanza de Dios, tenemos que descubrir esa dimensión de la persona humana desde
Dios, desde la presencia de Dios.

Dice el papa: “La persona se expresa con plenitud no cuando se ve simplemente tolerada,
sino cuando percibe que es verdaderamente acogida”. Hoy hay esa tendencia de tolerar, ‘la
tolerancia’, y desde la fe no es suficiente tolerar al otro, hay que acoger al otro, aceptar al
otro, aceptarnos unos a otros. Esa aceptación implica que me conozco, que conozco a las
personas, que conozco todas mis capacidades, por eso se nos da unas guías para crecer en
la autoestima: Primero tener la habilidad para evaluarnos, tenemos miedo a evaluar quiénes
somos, cómo andamos, qué tenemos, qué capacidades tenemos para aceptarnos o no,
nuestras fortalezas y debilidades… tenemos que entrar siempre a nosotros mismos, pero al
mismo tiempo confianza, tener confianza en Dios, tener confianza en nosotros mismos, en
nuestras capacidades.

Por eso los invito a todos, sobre todo a los adolescentes, a los jóvenes, que se sientan
amados por Dios, que crean que Dios los ama y que en consecuencia vivan en ese amor.
¡Son valiosos, tienen cualidades, tienen talentos!, y todos los que estamos alrededor de los
jóvenes tenemos que contribuir para ayudarles a crecer, ayudar a que el muchacho, el
adolescente vaya creciendo con el apoyo de los papás, de los hermanos, de los amigos, de
la Iglesia. Por eso no cabe en el cristiano sentirnos menos. Fuimos creados a su imagen y
tenemos que vivir con dignidad esa condición de hijos de Dios.

La autoestima
La autoestima es un sensato y equilibrado afecto por uno mismo, que no tiene por qué
conducir al egoísmo ni a la vanidad

Por: Alfonso Aguiló Pastrana | Fuente: Catholic.net 

Como señala Miguel Angel Martí, a veces parece como si sólo existieran dos tipos de personas. Unas
que se supervaloran, cayendo así en actitudes más o menos engreídas o prepotentes. Y otras -que
son quizá las menos-, que se infravaloran, que únicamente son capaces de ver en su personalidad los
aspectos negativos y las deficiencias. Y su relación con ellos mismos es intrapunitiva, se sienten
culpables de todos sus fracasos, aunque éstos se deban a factores externos, y esto les lleva a una
cruel inseguridad, y a valorar siempre más la opinión de los otros que la suya propia. Son personas
que, en casos extremos, pueden terminar necesitando ayuda médica para entablar con los demás
unas relaciones de igualdad y sentir un mínimo de afecto por ellas mismas.
La falta de autoestima, además, suele conducir a un círculo vicioso de actitudes mentales negativas.
Puede comenzar pensando, por ejemplo, que no será capaz de alcanzar una meta que se ha
propuesto, porque tiene la impresión de que rara vez logra lo que se propone. Se encamina hacia ella
con talante gris y mortecino, tarde y sin entusiasmo, con más miedo al fracaso que afán de lograr el
éxito. Si luego las cosas no salen -y no suelen salir cuando se acometen así-, la experiencia, una vez
más, vuelve a reforzar el juicio negativo anterior: de nuevo se ha demostrado que no valgo, que he
fallado y que seguiré igual en el futuro.
Un correcto sentido de autoestima debe estar presente en todo proceso educativo, tanto familiar
como escolar, y resulta fundamental para la propia maduración psicológica y para formar el carácter.
Cuando la persona aprende a respetarse a sí misma, y a no compararse dañosa e inútilmente con los
demás, tiene entonces mayor facilidad para tomar conciencia de su propia singularidad y dignidad. Es
decisivo comprender que cada ser humano posee unas virtualidades propias que sólo él mismo -con
la ayuda que sea necesaria- puede llegar a hacer rendir, proponiéndose proyectos y metas a las que
se siente llamado y que llenarán de contenido su existencia.
El fomento de la autoestima no debe llevar, bajo ningún concepto, a promover un modelo de
personalidad narcisista. La autoestima es un sensato y equilibrado afecto por uno mismo, que no
tiene por qué conducir al egoísmo ni a la vanidad. La autoestima es respeto a la propia persona,
convicción de que cada uno es portador de una alta dignidad como hombre, comprensión profunda
de que cada ser humano es irrepetible, llamado a realizar en el mundo una tarea que dará sentido a
su vida y que nadie puede hacer por él.
¿Son compatibles autoestima y humildad? Para muchas personas parecen valores difíciles de
conciliar, quizá porque en su interior piensan que la humildad es algo tan simple como tener una
mala opinión acerca de los propios valores y talentos. Pero la verdadera humildad no es eso, ni es
tampoco una absurda simulación de falta de cualidades, pues la humildad no puede violentar la
verdad, no está en exaltarse ni en infravalorarse, sino que va unida al conocimiento propio, a la
sinceridad, la sencillez y la naturalidad.

Muchos afirman que las personas de mucho talento tienen más fácil caer en la vanidad o la egolatría.
Sin embargo, tengo la impresión de que las actitudes vanidosas o ególatras no son cuestión de
mucho o poco talento, sino que son más bien un problema de virtud, de educación, de sentido
común. Es más, podría incluso decirse que las actitudes engreídas revelan, en cierta manera, poca
cabeza: porque todo ese tórrido presumir de talentos que uno ha recibido sin ningún mérito propio es
bastante ridículo y carente de sentido, y quizá venga a demostrar más bien que todo ese supuesto
talento es bastante escaso.
Tal vez el hecho de que en el mundo abunden los ególatras sea la causa de que se insista tan poco
desde los distintos ámbitos de la educación en la necesidad que tiene el hombre de ser educado en
un sensato principio de autoestima.

Sembrando autoestima
Todo tiene un sentido y ocurre por alguna razón.

Por: Emilia Naranjo | Fuente: www.somosrc.mx 

Un aguador llevaba dos vasijas de agua pendiendo de un palo que sostenía en su espalda. Las dos vasijas eran
de barro. Él iba andando el camino de regreso al pueblo con los recipientes recién llenos. Una de las vasijas se
decía a sí misma que era la mejor vasija, que era la que mejor hacía el trabajo y se auto adulaba en voz alta para
que la otra la escuchara; le decía a la otra que no servía para nada porque estaba un poco más desgastada y rota,
y ésta se sentía mal por su poca capacidad para mantenerse llena, ya que algunas veces goteaba agua…
Pasaba el tiempo y en ese recorrido diario la vasija menos desgastada se encargaba de hacer sentir mal a la otra
vasija más usada; ésta cada vez se sentía peor con su dueño ya que la grieta se iba haciendo grande y se le caía
mayor cantidad de agua.
Un día la vasija agrietada no pudo más y le dijo a su dueño que la perdonara, que no podía seguir brindándole el
servicio, que mejor la cambiara por una nueva, que el viaje en el que estaban era el último. Le dijo también que
se sentía mal por haberle tirado tanta agua.
El dueño le contestó que no le daría una respuesta en ese momento pero que le pedía que de regreso se fijara en
el lado derecho del camino (aquel donde ella tiraba agua al regresar). La vasija sin entender mucho asintió y le
hizo caso. El espectáculo fue hermoso, el camino estaba lleno de flores de todos los colores y estas se veían
lindas y llenas de vida, como si las hubiesen regado a diario.
El dueño le dijo a la vasija, -¿Ves todas las flores que hay en el camino? Yo sabía de tus grietas y por eso
sembré semillas de flores en tu lado del camino para que las fueras regando y poder sacar provecho de tus
grietas. Estas flores adornan el camino para todas las personas que pasan, y por ello para mí es muy importante
que sigas colaborando ya que estas flores se tienen que estar alimentando del agua que tú les proporcionas-.

La vasija agrietada no tuvo más remedio que asentir con una sonrisa. Ante todo, era útil a pesar de sus
limitaciones.
Como te podrás dar cuenta, esta historia se puede utilizar para hacer muchas analogías en la vida.
Personalmente me gusta mucho ya que me hace pensar en las limitaciones que he tenido. Todo tiene un
sentido y ocurre por alguna razón. Algún día, si Dios quiere, me tocará ver las flores que he podido regar
en el camino.
Es una historia linda pero sencilla. Llena de esperanza, una virtud que se debe cultivar a diario y que me he
dado cuenta que tiene su base en la sana autoestima, y que su falta es lo que nos lleva repetidas veces a la
depresión.
Vivimos en una sociedad centrada en lo que “puedes” y “sabes” hacer. Muchas veces nos enfocamos en lo
que somos capaces de producir en vez del valor que aquello tiene. Me ha pasado y supongo que a la mayoría
nos pasa, que cuando sólo vemos lo que nos limita, nuestra autoestima se puede ver muy afectada, es ahí donde
comienzan las neurosis. Un autor comenta “la neurosis es una división interior” y cuando te enfocas en algo que
no te impulsa, si no, que al contrario, te da para abajo, el ánimo se divide y el discurso interior se vuelve contra
nosotros mismos. Es lógico que sea el inicio de las neurosis. Y al contrario, la tranquilidad interior de la que se
puede partir para superarse a sí mismo es la que viene de enfocarse en las fortalezas.
De la misma manera en la historia de las vasijas podemos analizar el personaje de la vasija que le señala sus
errores a la otra, puede verse representada en las personas que sólo ven lo malo de los demás y que además se
los señalan todo el tiempo, esta es una actitud común entre las esposas y las mamás, si te checa y eres de esas
personas que sólo está viendo en qué la riega el otro, ¡Aguas!

Esta actitud también la podemos encontrar dentro de nosotros mismos. Digamos que en nuestra mente está
también la mentalidad de la vasija criticona que todo el tiempo nos está diciendo en qué la regamos y nos
recuerda nuestras limitaciones. Este discurso interno negativo es una de las características de las personas
con baja autoestima. Aquí te dejo algunas que investigué, te sugiero que hagas un examen sobre cuál es la
actitud mental por la que más te inclinas.
Características de las personas con baja autoestima.
(Según José de Jesús Aguilar Valdés en su libro: El camino del amor)
Autocrítica: Una persona con baja autoestima se critica y se juzga duramente, también culpa a los demás de lo
que sucede, quiere tener el control de las situaciones y se siente insatisfecha.
Responsabilidad: La persona con bajo nivel de autoestima se queda en el papel de víctima, donde todas las
personas, cosas o situaciones son culpables de su mala situación interior.
Respeto hacia sí mismo y el propio valor como persona: La persona que no se estima, se descuida fácilmente
porque no reconoce su propio valor.
El límite de los propios actos y de los actos de los demás: La persona que carece de autoestima difícilmente
marcará límites, permitirá ser lastimada por miedo a perder el cariño de los demás.
La autonomía: La persona que no ha desarrollado óptimamente su autoestima, va por la vida determinado por
las circunstancias, sentimientos y por dónde los demás van indicando,  proponiéndose metas que no logra,
pierde la fe en su capacidad de concluir algo…
La autoestima consumada
La autoestima plenamente consumada, es la experiencia fundamental de que podemos llevar una vida
significativa y cumplir sus exigencias, más concretamente podemos decir que la autoestima es lo siguiente:
- La confianza en nuestra capacidad de pensar, en nuestra capacidad de enfrentarnos a los desafíos
básicos de nuestra vida
- La confianza en nuestro derecho a triunfar y a ser felices; el sentimiento de ser respetables, de ser dignos, y de
tener derecho a afirmar nuestras necesidades y carencias, a alcanzar nuestros principios morales y a gozar del
fruto de nuestros esfuerzos (Nathaniel Branden).
Espero que esta información sobre autoestima te sirva para mejorar en este aspecto. Pienso que esto de la propia
estima es una tarea que dura la vida, ya que siempre podemos crecer en desarrollo personal, en habilidades, en
valores y virtudes y sobretodo en la esperanza que es la virtud de la que te hablé al principio y que imitando la
actitud del dueño de las vasijas de barro sepamos darle sentido a las grietas que se nos presentan en la vida, y
sobretodo sepamos regar las semillas para poder ver las flores. Estar seguros de que por difíciles que sean las
circunstancias que se nos presenten en el camino, siempre podrán ser regadas con el agua de la esperanza
y cosecharemos el perfume y los colores hermosos de las flores.

Autoestima conquistada desde dentro


El cariño por uno mismo, el respeto por tu propia persona y la convicción de tu dignidad
como hijo de Dios pueden ser los cimientos para ser mejor.

Por: Sheila Morataya-Fleishman | Fuente: encuentra 

¿Por qué algunas mujeres seremos incapaces de conducir la propia vida?, ¿por qué hay
mujeres que siendo capaces en el campo profesional, se sienten abandonadas en la vida
sentimental o familiar?, ¿por qué a pesar de vivir una filiación divina no son capaces de
tener un diálogo abierto con su pareja para expresar aquello que las hace sentirse
incómodas?

Y, ¿qué decir de aquellas que aspiran a un mejor empleo pero no tienen la valentía de ir
por él?, ¿Cuál es ese pilar dentro de nuestra educación para la vida que necesitamos re-
descubrir o simplemente reforzar?

La autoestima

Como parte de la educación humana sobre todo en la mujer en estos tiempos de


competencia, atención extrema a la juventud, la belleza y conquista de una carrera
profesional muchas veces está ausente, y nos encontraremos a partir de la adolescencia
con una joven mujer que se enfrentará a la vida con un puñado de inseguridades, con
dudas fuertes acerca de sus propias capacidades y poco consciente de su individualidad
e irrepetibilidad como un don de Dios. ¿La lleva la ignorancia de este pilar del desarrollo
humano, o sea la autoestima a la necesidad de ser conducida o a limitarse ella misma?

Cuando abogo por la necesidad de autoestima, no estoy pensando, bajo ningún


concepto, en un modelo de personalidad narcisista, egoísta, que busca únicamente la
conquista de sus derechos o afirmación de sus propios merecimientos. Estoy queriendo
decirte amiga mía que el cariño por uno mismo, el respeto por tu propia persona y la
convicción de tu dignidad deben estar vertebrando todo tu mundo interior, ese reducto
íntimo que toda mujer tiene, y que te hace consciente de una realidad que te
corresponde cuando piensas en ti misma.

¿Qué realidad? La de ser potencialmente portadora de la vida, transmisora de


tradiciones y valores, corazón de la sociedad, lluvia incansable de generosidad para
configurar una nueva cultura de amor y servicio en el mundo.

Inteligencia, Corazón y Voluntad

Según la gran filósofa Edith Stein, es necesaria la formación de las diversas fuerzas del
organismo humano de tal modo que cuerpo y alma vivan en armonía y no se produzca
un desarrollo unilateral en contra de la otra parte. No se deben olvidar las más altas
potencias y dones: razón, corazón y voluntad tienen que ser consideradas de tal modo
que la razón sea la luz que indique el camino a las otras, afirma. La propia individualidad
es descubierta a través de la luz de mi propia inteligencia (esta soy yo y no otra; mi
nombre es mío, mi historia es única e irrepetible como lo soy yo, y mi paso por el
mundo tiene un sentido único para mí misma); mi inteligencia en primer lugar deberá
estar orientada a Dios para desde Él poder aceptarme y amarme como tal a nivel físico,
psicológico y espiritual (Dios y su amor hacia mí será la raíz y final de mi autoestima,
por lo tanto será un amor humilde y recto) y con mi voluntad fortalecida por el Espíritu
Divino, aprenderé a tener una relación sana conmigo misma y me sentiré capaz de
realizar todas aquellas cosas a las cuales como mujer, ama de casa o profesional aspiro.

La autoestima vista así, forma parte de nuestra educación humana siempre partiendo
desde el principio de ser Hija de Dios. Nuestra seguridad viene de Él y nuestro valor
(dignidad) descansa en Él.

En estos tiempos en que la mujer de finales de siglo ha sido destacada de una forma
que para nada le ayuda a descubrir su esencia y acudir al llamado divino de humanizar
la sociedad se hace necesario la educación en la necesidad que tiene el hombre
humanamente de ser educado en el soporte de este principio de la autoestima.

Sin embargo, notamos contradicción entre el desarrollo de nuestra autoestima humana y


la urgencia que se nos hace desde la Iglesia a ser más entregadas, más sacrificadas,
más serviciales, más olvidadas de nosotras mismas y nuestras necesidades. ¿Cómo se
logra hacer compatibles auto-estima y el olvido de sí misma?

1- Ten una vida interior rica: a mayor diálogo y conocimiento de Jesús vas descubriendo
tus propios defectos y temores y adquieres mayor capacidad para no pensar demasiado
en las ocasiones en que tu autoestima se pueda ver afectada; si la situación por la que
pasas es tan fuerte que daña tu dimensión emocional tendrás la seguridad que la misma
será renovada muy pronto porque El Buen Pastor cura y sana todas nuestras heridas.

2- Ante la pérdida de un empleo, el rompimiento de una relación amorosa, el fracaso en


el deporte, etc. Factores que pueden afectar el nivel de nuestra autoestima humana,
dirige tu Mirada al cielo y ofrece tu dolor, tu fracaso o tristeza para acompañar a Jesús
en la cruz. Esto te alejará de estar centrada en tu dimensión emocional pues saldrás de
ti misma y estarás actuando desde tu dimensión espiritual. La confianza en ti misma
volverá a su punto de equilibrio.

3- Aprende a tener una relación de amistad profunda con María de Nazareth. Ella te
enseñara a ser la mujer que debes ser, a estar olvidada de tus derechos y más enfocada
en las necesidades de los demás. Esto requerirá la certeza profunda de que estamos
aquí para servir y enseñar lo que es el amor. Con esta certeza no abra conflictos de
autoestima.

Puedo concluir diciéndote que es importante fortalecer nuestra autoestima o


interiorizarla en nuestros hijos desde que son muy pequeños ya que debido a la alta
cantidad de modelos falsos que tenemos muchas veces nos vemos confundidas y
ponemos nuestro valor como personas simplemente en cosas y no en la vivencia de
sentirse poseedora del más grande de todos los privilegios. Somos Hijas de Dios y es el
conocimiento de este hecho el que nos debe motivar y guiar a conocer lo que somos,
aceptar las capacidades y dones que tenemos para dar a los demás y ser depósitos de
una alegría sobrenatural que no puede venir dada por posesiones materiales, belleza o
éxitos profesionales. Una alegría que viene únicamente de vivirse y amarse como una
mujer original, e irrepetible cuya alma está hecha para la eternidad y que conoce que los
conflictos, sufrimientos y pesares forman parte de ese viaje único e irrepetible que le
permitirá llegar a ella.

Fortalecer la autoestima
La autoestima adecuada tiene como base la auto-aceptación

Por: María Teresa González Maciel | Fuente: Catholic.net 

La realidad nos indica que existen seres humanos que logran vivir una vida equilibrada,
satisfactoria, capaces de resistir a las criticas y abiertos a los demás.
Estos individuos comunican en forma adecuada sus necesidades y logran vivir una vida gratificante
llena de satisfacción. Son personas que respetamos y que nos preguntamos dónde está el secreto
de su confianza, seguridad, alegría.
La respuesta la encontramos en una correcta autoestima o valoración del propio ser.
También conocemos individuos con baja autoestima que suelen sufrir por sentimientos de
inferioridad, inseguridad, ansiedad. Estas personas viven comparándose constantemente con los
demás, o buscando su aprobación. Les falta propósito y dirección, con frecuencia tienen dificultad
para eliminar sus pensamientos de auto-devaluación.
Esta situación que viven les distrae y no permite que entren en un diálogo constructivo
consigo mismos (as). Una conversación que les permita descubrir y valorar sus fortalezas,
cualidades, la belleza de su ser único, irrepetible, y todo el potencial para diseñar su propia vida.

Las primeras experiencias de la infancia marcan el nivel de autoestima, es decir la forma en


que el hombre o la mujer se ven así mismos. Sin embargo, todos pueden lograr una autoestima
sana, independientemente de la historia que les haya tocado vivir. Para ello es necesario reconocer,
los factores que los han llevado a tener una baja autoestima, revisar las heridas de la infancia
(abandono, rechazo, descalificación) y procesarlas para sanarlas.
Una correcta autoestima se puede adquirir, fortalecer, conservar. Es de vital importancia ya que sirve
como punto de arranque para enfrentar los retos diarios de la vida. Impulsa a crecer a fijar metas y
proyectos, y a dar pasos firmes en la consecución de objetivos.
La autoestima adecuada tiene como base la auto-aceptación, la cual nos facilita la aceptación
del otro, al igual que nos ayuda a crear vínculos con los demás y nos permite vivir con alegría
y en clave positiva.
El individuo con una autoestima adecuada se siente bien consigo misma y el semejante. Ha
aprendido a aceptar su identidad, su cuerpo, pensamientos, sentimientos, necesidades, emociones y
sabe contactar con ellas, procesarlas y expresarlas, de forma adecuada y en el momento oportuno.
Elementos que fortalecen a uno mismo y a los hijos:
•    Auto-conocimiento.- Reflexionar y responder a las preguntas: ¿Quién soy?, ¿a dónde voy?,
¿qué me hace sentir alegre, triste?, ¿qué me da miedo, enojo?, ¿cuáles son mis fortalezas, virtudes,
dones, mis debilidades o limitaciones, mi apariencia, mis sueños y hobbies?
•    Auto-aceptación.- Valorar agradecer y festejar lo que se tiene. No hacer comparaciones. Ningún
ser humano es perfecto, apreciar nuestra apariencia y no permitir que nos quieran imponer los
modelos de belleza que imperan en la sociedad y que por cierto no son los que dan la auténtica valía
al hombre. Todos tenemos cualidades para salir adelante, lograr metas, sortear adversidades, y
convertir los infortunios en algo positivo, aprendiendo de los fracasos.
•    Auto-cuidado. Satisfacer las necesidades físicas: comida, descanso. Saber escuchar a nuestro
cuerpo. Alimentar nuestra mente con pensamientos positivos.
•    Amor. El amor, el respeto y la aceptación incondicional dan seguridad y fortalece también la
autoestima de los hijos.
•    Poner límites a los hijos, y ayudarlos a que pongan límites a los demás, es decir que sean
asertivos. Si yo me respeto me amo. No puedo permitir que nadie atente contra mi persona, a través
de criticas, descalificaciones, malos tratos.
•    Fijar metas razonables y acompañarlos, permitiendo que ellos se hagan cargo de realizarlos.
No resolverles las tareas; sus logros fortalecerán su seguridad.
•    Permitir que cometan errores y corrijan esto fomentara su autoconfianza y les ayudará a
aceptarse como personas vulnerables, imperfectas al mismo tiempo que facilita la comprensión ante
la fragilidad de los demás.
•    Reconocer nuestra procedencia. Venimos del amor de Dios, somos creaturas suyas y si somos
bautizados tenemos la dignidad de ser hijos de Dios.
•    La fe y la relación con Dios. Fortalecen nuestra personalidad. Dios es la persona que más nos
conoce nos ayuda al autoconocimiento, a lograr la madurez, el crecimiento continúo con paz y
apertura hacia los demás.

Llegamos al mundo con la una gama de posibilidades para vivir la vida. Lo más importante es
contactar con nosotros mismos, cuestionarnos sobre lo que queremos hacer con el tiempo que Dios
nos regala.
Una sabiduría mayor es dialogar y dejarnos asesorar por la persona que más nos conoce, que
nos ha creado para que con su guía podamos hacer maravillas.
Si nos apropiamos de las palabras de Nuestro Creador: “No temas que yo te he rescatado, te llamé
por tu nombre, y eres mío. Si cruzas las aguas, yo estoy contigo, si pasas por los ríos, no te
hundirás, si andas sobre brasas, no te quemarás, la llama no te abrasará. Eres precioso a mis ojos,
valioso y te amo… no temas que yo estoy contigo” Isaías 43. 4
Nadie podrá quitar ni disminuir tu autoestima, nadie podrá con su trato o comentarios hacer
que decrezca nuestro valor, ya que nos sabemos estimados a los ojos de Dios.
La autoestima ¿es cristiana?
La llamada "auto-estima” es una palabra, un concepto y una enseñanza “moderna” que
se nos ha establecido como un “valor” prácticamente en casi todos los ámbitos de la
sociedad actual.

Fuente: http://www.buenanueva.net 

La llamada “auto-estima” es una palabra, un concepto y una enseñanza “moderna” que


se nos ha establecido como un “valor” prácticamente en casi todos los ámbitos de la
sociedad actual. Y, lo que es más serio, también se nos ha colado y establecido en el
ambiente religioso ... incluyendo el Católico.

En respuesta a la pregunta y, para decirlo de una vez: la “auto-estima” no es cristiana.


Todo lo contrario.
Podemos observar que la “auto-estima”, como se trata de vender, como se está
instaurando y como la estamos entendiendo, tiene dos vertientes:

1.) Por una parte, el valor que se le asigna al “yo”, muy distinto, por cierto, a lo que en
lenguaje católico llamamos la “dignidad de la persona humana”. Empecemos por notar
que la moderna palabra es una adaptación del inglés “self-esteem”. Y “self” significa el
“yo”, no la persona humana. ¡Persona es mucho más que eso!.

En la Sagrada Escritura nunca se nos habla del valor que tiene el ser humano por sí
mismo. ¿Dónde en la Biblia se nos habla de la estima de uno mismo, de la confianza en
uno mismo, de la fe en nosotros mismos? Todo lo contrario: se nos exige el aprecio y la
estima a Dios, y se nos recomienda la confianza y la fe en Dios. ¡Si hasta se nos dice
que lo que tenemos dentro no es nada en lo que podamos confiar y Jesús nos
recomienda negarnos a nosotros mismos! (cf. Mt. 15, 19 y 16, 24). Y en el Antiguo
Testamento se nos advierte sobre el peligro de confiar en nosotros mismos: "Maldito el
hombre que confía en el hombre, que en él pone su fuerza ... Bendito el hombre que
confía en el Señor y en El pone su esperanza..." (Jer. 17, 5-8).

La “auto-estima” nos vende que debemos tener un alto concepto de nosotros mismos. Y
Cristo nos dice que debemos ser pobres en el espíritu, y hacernos pequeños, sencillos y
humildes. ¡Qué distinto es esto a lo que nos vende la “auto-estima”!.

Tampoco en la enseñanza milenaria de la Iglesia se ha hablado nunca del propio valer.


Muy por el contrario, siempre se ha enseñado que nada valemos ante Dios y que nada
somos sin Dios. Es más: que de nuestra cuenta sólo podemos y sabemos pecar.

Y, tomando a un solo de esos grandes maestros de la Iglesia, San Alfonso María de


Ligorio nos enseña que no somos capaces por nosotros mismos de hacer nada bueno, y
que cualquier bien que hagamos viene de Dios y cualquier cosa buena que tengamos
pertenece a Dios. ¡Qué distinto a lo que nos vende la “auto-estima”! La de San Alfonso sí
es la verdadera “auto-estima”:  la estima que tengo por todo lo que Dios me ha dado y
por todo lo que hace en mí.
Otro maestro espiritual, San Ignacio de Loyola, define la humildad como la renuncia de
tres cosas:  renuncia a la propia voluntad, renuncia al propio interés, y renuncia
al propio amor.El propio amor o amor propio  es  justamente la auto-estima  que 
tanto  se  nos  pregona, para -supuestamente- poder ser felices, pero que nos aleja de
ese andar en verdadque es el camino de la humildad.
La “auto-estima”, entonces, es más bien el término equivalente a ese “amor propio” (el
aprecio de uno mismo y la defensa de uno mismo) contra el cual tanto han hablado los
Santos y el cual tanto se ha insistido debemos  combatir para poder progresar en la vida
espiritual.

Y, oficialmente, la Iglesia no ha cambiado este discurso milenario que está basado en la


Sagrada Escritura. Basta revisar el Catecismo y los Documentos del Concilio Vaticano II
para darnos cuenta de la corroboración de que todo valer nos viene de Dios ... no de
nosotros mismos. (cf. CIC # 1700-#1715, #1784-1785; GS #14-#19).

2.) En segunda instancia, trata de basarse la llamada “auto-estima” en el supuesto amor


que debemos tenernos a nosotros mismos, al interpretar erróneamente el mandamiento
amar al prójimo “como a uno mismo”. Nunca nos dice la Biblia que debemos amarnos a
nosotros mismos.

Al contrario, he aquí lo que Jesús sí nos dijo: “El que se ame a sí mismo en este mundo,
se pierde; el que se aborrece a sí mismo en este mundo, se asegura para la vida
eterna”. (Jn. 12, 25). (Algunas traducciones dicen: “El que ama su vida, la destruye, y
el que desprecia su vida en este mundo, la conserva para la vida eterna”)
Veamos: al decirnos Jesús que debíamos amar a los demás como a nosotros mismos,
quiso el Señor poner una medida mínima a nuestro amor a los demás. Pero no significa
este mandato que amar consiste en estimarse uno mismo. ¿Puede ser eso amor? ¿Puede
la “estima” equipararse al “amor”?

No de acuerdo al léxico meramente humano. Mucho menos de acuerdo al léxico


cristiano, pues éste es muy claro: amar significa buscar el bien del otro. La medida
mínima: el bien que buscamos hacernos a nosotros mismos. La medida máxima: la del
mismo Cristo, que dio su vida por nosotros.

Como vemos, se están confundiendo los términos, porque amarse a uno mismo es una
cosa muy distinta a estimarse a uno mismo. Amarse a uno mismo es buscar el propio
bien y la propia complacencia ... y ¿dónde en la Sagrada Escritura se nos mandó eso?
Esa fue la medida mínima que Dios nos puso para amar a los demás. Y amar a los
demás no significa estimarlo por sus cualidades, sino más bien, buscar su bien sin tener
en cuenta ni sus cualidades, ni sus defectos. ¡Qué distinto a lo que nos vende la “auto-
estima”!.

La “auto-estima” nos vende además que, ese alto aprecio de nosotros mismos y el
complacernos a nosotros mismos es lo que nos hace ser personas “realizadas”. Pero
Cristo nos dice que debemos negarnos a nosotros mismos y que primero vienen Dios y
los demás, y uno debe ser el último. Este tema de la negación de uno mismo y de
preferir a Dios y a los demás aparece a lo largo de toda la Biblia.

Jesús es su ejemplo más claro. Y ¡oh paradoja! El nos asegura que, al negarnos a
nosotros mismos y al poner las cosas en ese orden, seremos felices.
La “auto-estima”, por el contrario, nos lleva a que seamos nosotros el centro de
nosotros mismos (ego-centrismo) y a que nos sirvamos, primero o solamente, a
nosotros mismos (ego-ísmo). Pero Cristo nos lleva a que Dios sea nuestro centro y a
que no nos sirvamos a nosotros mismos, sino a los demás.

Pero ... el encanto del “yo”-igual que en el Paraíso terrenal- se ha hecho irresistible. La
“auto-estima” ha logrado sustituir a Dios por el “yo”.

Es lo que alertaba San Pablo sobre los últimos tiempos: los hombres se amarán más a sí
mismos que a Dios, y todo bajo apariencia de bien (cf. 2 Tim. 3, 4).
Es lo que alertaba la Iglesia Católica, desde el Concilio Vaticano II en 1965, al referirse
al peligro que había al pretender convertir a “ciertos bienes (valores) humanos en
sustitutos de Dios ... exaltando tanto al hombre, que se deja sin contenido la fe en
Dios ... Con la exposición inadecuada de la doctrina se ha ‘velado’ más bien que
‘revelado’ el genuino rostro de Dios y de la religión”. (G.S. #19).

La baja autoestima es un tema de fe, no sólo un tema


existencial.
En nuestra vida siempre tenemos tentaciones sobre nuestro propio valor.

Por: Padre Álvaro Lozano | Fuente: yoinfluyo.com 

En un momento de la vida me pusieron como director de coro, y en este coro habían


grandes voces que se hacían notar; sin embargo, habían otros jóvenes que eran
bastante tímidos, callados, poco participativos; claro que se asomaban al coro cuando lo
hacían en conjunto, pero no eran de los que hubieran querido tener una parte de solista.
En alguna ocasión, con esa duda de qué había detrás de ello, tuve que hacer un ejercicio
bastante peculiar, digamos que casi los puse acorralados en la esquina con el resto del
coro detrás, hasta que logramos sacar de su voz aquello que tanto escondían, y era la
voz que inmediatamente desplazó a muchos de los otros que podrían estar en media
fila, porque había un talento muy especial ahí escondido. En el momento que lograron
sacarlo, se transformó en algo que a todo mundo alegró.

En nuestra vida siempre tenemos tentaciones sobre nuestro propio valor. Hace no
mucho, el Papa decía: También nosotros podemos hoy caer en el peligro de
quedarnos lejos de Jesús, porque no nos sentimos a la altura, porque tenemos
una baja consideración de nosotros mismos. Ésta es una gran tentación que no sólo
tiene que ver con la autoestima, sino que afecta también la fe. Nos ayudará pensar que
nos ama más de lo que nosotros mismos nos amamos, que cree en nosotros más que lo
que nosotros mismos creemos, que siempre está de nuestra parte como el más acérrimo
de todos los amigos.
El Papa, dirigiéndose a los jóvenes, hablaba de la autoestima de una manera muy
diferente, porque incluso aquel que se sentía valioso por cómo cantaba, su autoestima
puede quedar muy corta. Lo único que da la plenitud del valor de una persona es
justamente que somos hijos de Dios, de sabernos hijos de Dios. No hay nada que
nos lo quite de encima, porque Él es mi Padre, porque Él me ama, porque Él dio su vida
por mi y porque no hay nada que me detenga en el camino, y eso me hace seguro de
que el Cielo es mi patria y que en este lugar tengo que ir sembrando esas hermosas
semillas del Cielo, esas semillas de paz, de justicia, de gozo, que hace que todas las
cosas cambien.
 
Cada uno de nosotros es el fruto de un pensamiento Dios, cada uno de nosotros es
querido, cada uno es amado, cada uno es recordado, nos recordaba también el Papa. Y
cuando uno es consciente de ese ser único y de que es Él el que te ama, no hay nada
diferente que hacer en la vida más que gozarla y saberse de los seres más amados de
todo el universo.

Porque así es y de facto lo es. Y por eso la baja autoestima no sólo es un tema
existencial, sino es un tema de fe, es un tema de creer que alguien te está
atormentando, pero no es así. Es en el fondo tambien la oportunidad de creer que
alguien que te está amando y que ése que te está amando es Dios, tu Señor que lo
puede todo, que lo hace todo y que lo da todo.
 

Decía en una ocasión el Cardenal Martini, dialogando justo con los jóvenes: ¿Quién llega
tan lejos en esa lucha que como Jesús asume desventajas, injurias y sufrimientos? El
mundo clama por jóvenes audaces, la audacia de la autoestima. Tener una autoestima
de acero sólo se da cuando ponemos nuestras manos en las manos de Dios y cuando Él
transforma nuestra existencia porque sabemos que Él es nuestro Dios, porque sabemos
que Él nos ama, que Él nos lo dará todo.

Sigamos disfrutando de esta vida en la que uno enloquece porque sabe que tiene un
Dios que es amor, que lo ama, que le da toda su vida y que es el único que hace
transformar todas las realidades. Dios es amor, Dios nos tiene cercanos y Dios dará
siempre a cada uno de nosotros lo que tanto necesitamos.

Sigan disfrutando de sus días. Soy el padre Álvaro Lozano en este pequeño “Rincón del
loco”. Dios los bendiga.

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