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En muchas ocasiones una frase leída o escuchada, una imagen, una anécdota real o ficticia,

produce una resonancia en nosotros. El flujo normal de nuestros pensamientos y


percepciones se suspende, y en ese intervalo surge algo, como un texto, un discurso, una
serie de preguntas, etc., que tal vez imaginamos mental y silenciosamente si estamos solos;
si estamos con alguien tal vez empezamos a platicar de ello. No es por generación
espontánea sino por una especie de híper-sinapsis; una neurona atrapa algo y lo comunica
otras, desatando una increíble asociación de ideas. Dado que no estoy solo ahora; es decir,
mientras escribo esto los imagino a ustedes como posibles interlocutores, quiero extender
esta experiencia que me produjo leer la siguiente frase: “El juez nace en el mismo lugar
donde el verdugo amenaza”. Proviene de Mitologías de Roland Barthes.
La idea se refiere a la construcción que la imaginación burguesa estadounidense
hace de la desparecida URSS. Es decir, cuál fue el discurso capitalista-occidental que
configuró la imagen de la antigua potencia socialista. En sentido amplio, occidente siempre
se ha resistido a la aceptación, de igual a igual, del otro. Lo interesante es cómo se creó en
La guerra fría un imaginario casi fantástico pero con fuertes efectos políticos. Al final,
comenta el crítico francés, el planeta Marte está alineado con la Tierra burguesa, sólo que
más perfecta. La URSS es como otro planeta para esa estrecha mentalidad, pero no perfecta
como el planeta rojo, sino degradada y amenazante.
Tenemos una estructura tripartita: el verdugo, el juez y la amenaza, cuyas
relaciones, aparentemente, siguen hasta hoy día; no sin replantearnos quiénes son los
ocupantes de esas posiciones en el mundo actual. Se supone que este esquema regula
muchas de las acciones legales en cualquier estrato social, naciones, estados, sociedades,
etc. Idealmente separados verdugo-juez-amenaza, sabemos de la falacia real que esto
representa. El verdugo y el juez encarnan en una sola presencia y la amenaza lo es en la
medida que esa unidad así lo determina.
Ahora podemos advertir la tragedia política que ello implica: hay una estructura
mayor que se ríe de todos nuestros endebles conceptos de justicia. Consideremos dos
hechos que, ya sea en la vergüenza o en la burla, propia y ajena, se aplica el esquema
citado: la ejecución de Sadam Husein ayer (aunque al momento en que lo transcribo se
trate más bien de hace semanas; prefiero dejar el efecto de resonancia intacto) y hace varias
semanas la muerte de Pinochet. Dejo a un lado, sin pretender minimizar el hecho, la
analogía que los vincula a ambos como dictadores terribles por los que miles de sus
compatriotas fueron cruelmente ejecutados.
Algunas reglas de este juego de escritura (y lectura) ya se aclaran. Con respecto a
Irak, en el contexto amplio de la invasión actual, el juez-verdugo, el gobierno
estadounidense y, por ende, gran parte de la opinión pública de este país, ha declarado
ambiguamente y en todos los medios posibles que la amenaza ha sido eliminada. Con
respecto al dictador chileno, en fin, es sólo una nota periodística más. La algarabía casi
eufórica por la eliminación del “mal” por un lado; el silencio casi indiferente en relación
con el aliado de las operaciones “cóndor”, por otro; a pesar de que ahora se sepa cómo
Husein también fue aliado en la lucha contra la anterior amenaza iraní.
La asociación juez-verdugo-aliado se mantuvo así de acuerdo con el país andino, no
así con el país árabe, ahora juez-verdugo-amenaza. Recordemos ahora los casos de
Afganistán y Bin Laden y Corea. Lo terrible es que ese maniqueísmo es móvil,
intercambiable como muchas estructuras míticas, tal y como es la ideología de esa unidad
juez-verdugo que impera sobre el mundo.
Si cerramos el pliegue a nuestro propio país, resulta fácil insertar ese esquema.
Mientras yo aquí escribo, mientras dibujo un signo trágico, hay un juez-verdugo que está
atentando contra alguna amenaza que lo hace peligrar, que lo amenaza precisamente porque
evidencia, por ejemplo, lo corrupto y lo corruptible de su institución. Simplemente
observemos la relación de los partidos políticos y el poder. Las antiguas amenazas hoy son
el juez-verdugo, sólo que igualmente aberrantes que los anteriores. Por cierto, ¿qué hay del
asesinato entre los panistas de Guerrero?

Saludos cordiales para todos.

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