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TALLER DIRIGIDO N°2: TIPOLOGÍA TEXTUAL

Instrucciones: Lea atentamente cada texto, luego responda a las preguntas, finalmente
señale entre corchetes la estructura del texto 1, 2, 5 y 6.

TEXTO 1: El dengue

El dengue es fundamentalmente un problema de saneamiento doméstico. Con poco o ningún gasto, los
integrantes de una familia pueden eliminar fácilmente el problema de los criaderos de mosquito con medios
físicos y sin utilizar productos químicos. Por ello, en este texto se pretende primero informar y dar algunas
medidas preventivas sobre este tema. A continuación se desarrollará la definición, la incidencia, las causas,
los síntomas, la prevención, los tips, el diagnóstico, los tratamientos y otros datos.

1. Qué es
El dengue es una enfermedad producida por un virus de la familia de los flavivirus. El hombre es el
hospedador y un mosquito del género Aedes es el vector que con su picadura produce la transmisión.

2. Incidencia
La Organización Mundial de la Salud (OMS) señala que en las últimas décadas ha aumentado
enormemente la incidencia de dengue en el mundo. Según las estimaciones, se producen 390 millones de
infecciones cada año, de los cuales se manifiestan clínicamente (el resto son asintomáticos) 96 millones.
Las regiones del mundo en las que se registran más casos son Centroamérica, Caribe, norte del Cono Sur,
sudeste asiático y subcontinente indio.

3. Causas
El virus del dengue se propaga por mosquitos hembra, principalmente de la especie Aedes aegypti y, en
menor medida, A. albopictus. Además, estos mosquitos también transmiten la fiebre chikungunya, la fiebre
amarilla y la infección por el virus de Zika.
Se ha descrito algún caso de transmisión sexual, pero es muy poco frecuente. La forma de contagio
mayoritaria es a través de la picadura de mosquitos.

4. Síntomas
Fernando de la Calle, facultativo especialista en Medicina Tropical y del Viajero del Hospital La Paz-Carlos
III (Madrid), describe de la siguiente forma las principales manifestaciones del dengue: "Es un cuadro febril
con erupción cutánea y dolores musculares, entre otras. Los síntomas del dengue se inician después de un
período de incubación que puede variar de cinco a ocho días tras la picadura y las personas suelen
presentar: Fiebre alta, náuseas y vómitos, erupción en la piel, sangre en las encías y en la nariz, debilidad
general, dolor muscular y articular, tos, dolor de garganta.

5. Prevención
Desde la OMS afirman que la única manera para controlar o prevenir la transmisión del virus del dengue
consiste en luchar contra los mosquitos vectores:

 Es fundamental mantener el ordenamiento del medio ambiente para evitar que los mosquitos encuentren
lugares donde depositar sus huevos.

 Eliminar correctamente los desechos sólidos y los posibles hábitats artificiales.

 Limpiar y vaciar cada semana los recipientes en los que se almacena agua para el uso doméstico.
Además, aplicar insecticidas adecuados a los depósitos en los que guarda agua a la intemperie.

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 Por otro lado, en las zonas más afectadas por los mosquitos transmisores se deben utilizar mosquiteras en
las ventanas y usar ropa de manga larga.

 Fumigaciones biológicas de zonas estancables y de los productos susceptibles de traer mosquitos


(maderas y neumáticos, por ejemplo).

6. Tipos

Existen dos tipos de dengue:


 El dengue clásico, que no suele presentar muchas complicaciones, ya que el organismo tiende a
recuperarse por completo con los cuidados adecuados.

 El dengue grave (conocido anteriormente como dengue hemorrágico), que está causado por los sereotipos
Den 1, Den 2, Den 3 y Den 4, cuyo período de incubación es de entre cinco y ocho días. Es una
manifestación grave y puede causar la muerte del paciente porque pueden aparecer taquicardias, dolor en
los huesos, hemorragias, alteración de la presión arterial, insuficiencia circulatoria o deshidratación.

7. Diagnóstico

Existen varios exámenes que se pueden hacer para confirmar el diagnóstico de esta enfermedad, como un
examen de laboratorio para medir el nivel de anticuerpos a través de una muestra de sangre, un
hemograma completo o pruebas de la función hepática.
Pero, aunque el diagnóstico definitivo se hace en el laboratorio, la detección inicial de las personas
infectadas depende de la evaluación clínica de los síntomas que presenten. A este respecto, Fernando
María Navarro Pellicer, máster en Medicina Tropical y Enfermedades Parasitarias y miembro del Grupo de
Enfermedades Infecciosas de la Sociedad Española de Médicos Generales y de Familia (SEMG), resalta
que la sintomatología del dengue "es semejante a una gripe, pero se distingue por un mayor dolor muscular,
adenopatías sin aumento del bazo y sí del hígado, dolor ocular, fotofobia y disociación del pulso (es decir,
pulso poco elevado para una fiebre alta". Además, agrega que "a los seis días puede aparecer un exantema
ligero" y que la convalecencia "es larga y con astenia".

8. Tratamientos
Los expertos afirman que no hay tratamiento específico para el dengue. No obstante, es esencial la
asistencia por parte de los médicos y enfermeras que tienen experiencia con los efectos y la evolución de
la enfermedad, para salvar vidas y reducir las tasas de mortalidad.
En términos generales, el tratamiento para las formas benignas se hace con antiinflamatorios, antipiréticos
y reposo. En las formas graves se repone el equilibrio electrolítico y si hay hemorragia puede precisarse
una transfusión de sangre y el control del número de plaquetas.

9. Otros datos
El mejor conocimiento del dengue, las medidas preventivas individuales y colectivas y, en palabras de
Navarro Pellicer, "la aplicación de una vacuna en zonas epidémicas", son las principales bazas para atajar
el avance de esta enfermedad.
En lo que se refiere a la vacuna, el experto de la SEMG precisa que la OMS "ha autorizado una vacuna
llamada Dengvaxia y hay otras en estudio. La vacuna se reserva para zonas con índices epidémicos altos".

En conclusión, el dengue es una enfermedad viral que lo transmite el mosquito hembra. Dentro de las
prevenciones se consideran limpiar los recipientes en donde se almacena el agua y fumigar. Por tanto, la
limpieza y la prevención son las principales armas contra este problema que hoy nos afecta.

Adaptado de https://cuidateplus.marca.com/enfermedades/viajero/dengue.html

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1. ¿Qué tipo de texto es el que acaba de leer? Explique por qué


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2. ¿Qué características lingüísticas textuales encuentra en el texto? Explique

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TEXTO 2: Don Juan

Y ahora vamos a examinar los dos aspectos anunciados del problema de Don
Juan.
El primero es el de la españolidad de Don Juan, ¿es, en efecto, español, como
todos suponen, las gentes y los críticos?
Uno de los autores que mejor ha estudiado el problema de Don Juan, el citado
Gendarme de Bevotte, dice que este es el único héroe español que Europa entera ha
hecho suyo. No es esto, anotémoslo entre paréntesis, enteramente exacto, porque Don
Quijote tiene la misma categoría universal que Don Juan. Y si España ha dado a la
mitología humana dos ídolos de esta importancia su contribución es inmensa, pues solo
hay un tercero, Fausto, que pueda compararse con ellos en universalidad. Yo quiero,
sin embargo, demostrar que Don Juan, aunque nacido al mundo de la leyenda en
España, apenas tiene nada de español. Se me dirá que todos los grandes prototipos
humanos adquieren su valor simbólico, precisamente, por su sentido universal, por
rebasar la cima de las nacionalidades y de las razas. Mas en el caso de Don Juan es
difícil en la mente del vulgo separarle de la idea y de la emoción españolas. Nombrar a
Don Juan equivale a evocar las noches andaluzas, saturadas de flores y profundo azul,
las callejuelas misteriosas que parecen cauces solícitos del amor; los caballeros
embozados; los entierros nocturnos, y el Dios, irritado o misericordioso, que se aparece,
con naturalidad prodigiosa, ante los ojos de los españoles, inaccesibles al asombro de
lo sobrenatural.
Pero lo cierto es que todo este resplandor español que rodea a la figura de Don
Juan es anécdota pura. Nada tiene que ver con la esencia de la psicología donjuanesca,
que es una modalidad universal del amor humano, y, dentro de su universalidad, con
menos raíces en España que en cualquier otro país de la tierra. Lo que ocurre es que
estos elementos anecdóticos tienen tal fuerza pintoresca, tanto ímpetu emocional, que
deslumbran y hacen olvidar el núcleo biológico del problema que se esconde detrás. En
realidad, este elemento pintoresco, accesorio, es el que influye decisivamente en la
difusión y en la eficacia de los grandes mitos, como en la de los altos personajes
históricos, que son también, en buena parte, mitos. La popularidad de Don Juan se debe
a sus paseos nocturnos por Sevilla y a sus querellas con las estatuas de los muertos, a
los que tira irreverentemente de sus barbas de piedra; pero nada de esto tiene que ver

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con el donjuanismo. De igual modo que Fausto es popular por Mefistófeles, personaje
secundario, en la inmensa tragedia del más allá que Fausto simboliza.
Para nuestra demostración, es necesario, ante todo, analizar los componentes
de la leyenda de Don Juan. Son, como hemos visto, dos. En primer lugar, el hombre
fascinador que atrae a las mujeres, que las seduce, las abandona y las sustituye por
otras en una incansable experiencia de amor.
El segundo elemento de la leyenda es el tema religioso que se mezcla con la
pasión carnal; la irreligiosidad del protagonista y su cinismo; su perpetuo desafío a la
sociedad, a la Iglesia y a Dios. Y aún se podría añadir la lección moral, que unas veces
es el castigo del libertino y otras su supremo perdón.
De estos dos elementos, solo el primero es esencial para la psicología del
protagonista. El segundo, cualquiera que sea su fuerza pintoresca y legendaria, nada
añade a la médula de la personalidad donjuanesca. Y por eso, aunque fuera al principio
lo más llamativo de la leyenda misma, el agente de su éxito y de su difusión, no tardó
mucho tiempo en desaparecer.
A partir de mediados del siglo XIX la leyenda romántica de Don Juan se convierte
en un problema de biología sexual. En 1886, con Hayen, aparece la palabra
donjuanismo, indicando ya la transformación de la leyenda, de un mito literario, en una
modalidad humana del amor. Don Juan no vuelve a acordarse más de la estatua del
Comendador, ni asociará ya nunca más sus noches de amor con invitaciones macabras
a los muertos. No obstante, este Don Juan moderno que hoy estudian los psicólogos es
el mismo que salió recién creado, tocado de plumas arrogantes, de las manos geniales
e inconscientes de Tirso de Molina.
Ahora bien, si eliminamos lo anecdótico, el Don Juan que nos queda, el hombre
fascinador, prototipo eterno de una forma de amor humano, ¿qué tiene que ver con
España? Mi contestación es categórica. Es evidente que, siendo una modalidad
universal del amor, Don Juan aparece, como en todas partes, en la Península Ibérica;
pero, lejos de tener un carácter originariamente y fundamentalmente español, yo afirmo
que el amor donjuanesco es en España una importación exótica, sin raíces nacionales
y sin tradición.

(Gregorio Marañón)

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2. ¿Qué características lingüísticas textuales encuentra en el texto? Explique

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TEXTO 3: Los cactus

Las cactáceas son plantas de la familia de las suculentas. Son originarias de América, pero también
se encuentran en África y Madagascar. Son de tamaño mediano, grande o pequeño. En su interior
contienen gran caudal de sábila como reserva de líquido dado que son plantas que se encuentran
en climas desérticos (secos).

Estos cactus presentan flores atractivas, solitarias y hermafroditas, es decir unisexuales. Su tamaño
varía según cada especie. Así, se puede encontrar cactus de gran tamaño (más de 2 metros) como
pequeños (de unos pocos centímetros).

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2. ¿A qué clase pertenece este tipo de texto? Explique por qué


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3. ¿Qué características lingüísticas textuales encuentra en el texto? Explique

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TEXTO 4: Las nubes

Las nubes nos dan una sensación de inestabilidad y de eternidad. Las nubes son —como el mar—
siempre varias y siempre las mismas. Sentimos mirándolas cómo nuestro ser y todas las cosas
corren hacia la nada, en tanto que ellas —tan fugitivas— permanecen eternas. A estas nubes que
ahora miramos las miraron hace doscientos, quinientos, mil, tres mil años, otros hombres con las
mismas pasiones y las mismas ansias que nosotros. Cuando queremos tener aprisionado el tiempo
—en un momento de ventura— vemos que van pasado ya semanas, meses, años. Las nubes, sin
embargo, que son siempre distintas en todo momento, todas los días van caminando por el cielo.
Hay nubes redondas, henchidas de un blanco brillante, que destacan en las mañanas de primavera
sobre los cielos traslúcidos. Las hay como cendales tenues, que se perfilan en un fondo lechoso.
Las hay grises sobre una lejanía gris. Las hay de carmín y de oro en los ocasos inacabables,

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profundamente melancólicos, de las llanuras. Las hay como velloncitas iguales o innumerables que
dejan ver por entre algún claro un pedazo de cielo azul. Unas marchan lentas, pausadas; otras pasan
rápidamente. Algunas, de color de ceniza, cuando cubren todo el firmamento, dejan caer sobre la
tierra una luz opaca, tamizada, gris, que presta su encanto a los paisajes otoñales.

Tristana, Benito Pérez Galdós


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TEXO 5: La zorra y el perro

Penetró una zorra en un rebaño de corderos, y arrimando a su pecho a un pequeño corderillo,


fingió acariciarle.
Llegó un perro de los que cuidaban el rebaño y le preguntó:
-- ¿Qué estás haciendo?
-- Le acaricio y juego con él -- contestó con cara de inocencia.
-- ¡Pues suéltalo enseguida, si no quieres conocer mis mejores caricias!

Recuperado de http://www.edyd.com/Fabulas/Esopo/E16ZorraPerro.htm

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TEXTO 6: La máquina de escribir

Prometí escribir unas líneas en elogio de mi máquina de escribir, vieja compañera de mis
manos desde la infancia. Y llego tan tarde a la cita comprometida que corro el riesgo de que el elogio
resulte en verdad una elegía. De todos modos no me corro: en cualquiera de las perspectivas, la
máquina resultará exaltada como lo que es y ha sido, y quedará siempre propicia para todo cuanto
todavía pueda rendir.

Entré en contacto con mi Underwod a los doce años. Intuí discretamente su manejo y confié
a mis dedos índices (con rara intervención, a ratos, del dedo medio) certeza y velocidad. Me ufanaba
ante el espejo de esa supuesta habilidad digital. Digitaba los informes, digitaba los pequeños amores
imposibles, la vida entera estallaba diariamente y se regocijaba en las yemas de mis dedos.

Una tarde, mi padre se detuvo ante la máquina, me miró largo rato desde esos ojos brillosos
que sabían escrutar en lo hondo y, casi sonriendo, me preguntó porque escribía con dos dedos
solamente. La pregunta me dolió más que la confirmación de que yo dominaba ciertamente el carril
con esos dos dedos. Torpemente conjeturé como excusa que lo importante era la rapidez. No olvido
(no he podido olvidar) la escena. Continuando su caminata por la habitación, cigarrillo en mano, mi
padre comentó con gravedad: “Hasta que no sepas escribir con los diez dedos de la mano no me
vas a ayudar”.
Al día siguiente, me matriculé en una de las oficinas de la Academia Pittman. Dos meses
después tenía mi diploma de mecanógrafo: 120 palabras por minuto, redacción a ciegas. Fue en
este lapso de aprendizaje mecánico cuando descubrí los secretos que iban a consolidar entre la
Underwood y yo (entre estas manos ágiles y la máquina) el destino que cuesta tanto truncar en
beneficios de los ordenadores.

Esos meses de tecleo a ciegas me permitieron aquilatar en qué medida el constante


ejercicio iba sigilosamente creando en los intersticios de la voluntad un ritmo adecuado a la
organización de la frase: tantos golpes de anular servían para afirmar la ele, una segura presión del
dedo corazón afianzaba la fuerza de la ce, en tanto que los dedos que apretaban y robustecían la
rapidez eran fruto de una adecuada sincronización de la mente. Inventé juegos audaces que me
permitieran esmerarme en la apreciación auditiva de las teclas (ahora aprendía a asociar
simultáneamente la progresiva organización de los textos con la sincrónica movilización casi
imperceptible de mis dedos, y hasta en el colegio me fui entrenando en “escuchar las clases con los
dedos”, que transcribían maquinalmente lo que decía el profesor; mis dedos eran así los movimientos
reflejos de las palabras docentes). Aprendí a escribir con los ojos cerrados a distinguir con solo palpar
las teclas la clase de máquina que tenía adelante. Aprendí también a reconocer desde lejos el olor
a tinta en acecho de mi máquina de escribir. Hice así durante largo tiempo de la Underwood mi
compañera. Supe cuidarla con esmero: atendí su higiene, me preocupé de lubricarla. Pero sobre
todo fui descubriendo cuán arraigados estaban mis recuerdos a su callada presencia.

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Me ha sido fiel. Secreto que le he confiado ha sabido guardarlo con grave celo. Cada vez
que la vida moderna me tienta con sus halagos de la computación, compruebo que si mi asombro
puede ser moderno, mi nostalgia, mi gratitud, mi cariño siguen siendo, felizmente, tan antiguos como
mi Underwood envejecida y fiel.

Fuente: Cisneros, Luis Jaime. Revista Debate. Enero – marzo 1996

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