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La vida de un ser humano sin Dios gira alrededor de sí mismo.

Generalmente ninguno
alcanza a ver más allá de donde sus ojos pueden asomarse. Como creación caída por el pecado y
malditos por el mismo, nos esforzamos para lograr que todo salga de acuerdo con nuestra
voluntad, según lo que esperamos que sea bueno para nosotros mismos. La problemática inmensa
de esta cuestión es que la realidad de nuestra existencia no se limita exclusivamente a lo que
nuestros ojos pueden ver. Detrás de todo lo que podemos clasificar como «material» existe, en
una misma realidad, el mundo espiritual que ejerce un completo control sobre este mundo caído.

Lo anterior, como parte de la cotidianeidad de los que carecen de justificación delante del
Dios Santo, se vuelve claramente abrumador. Las personas se preguntan incontables veces ¿qué
sucede con este mundo?, ¿por qué hay tanta maldad? Las respuestas a estos cuestionamientos
son contundentes. El ser humano ha pecado contra Dios y está apartado de Él. Satanás y sus
demonios gobiernan en un reino de pecadores. La cultura global se encuentra profundamente
contaminada por el gobierno espiritual maligno que se enseñorea sobre corazones rebeldes de
Dios. Así que, ¿es importante el mundo espiritual para nosotros? Lo es, de maneras que no
terminaríamos de comprender en esta vida. La ignorancia a este conocimiento o peor aún, la
incredulidad, provoca en nosotros un desencaje universal en donde no hay lugar para seres tan
ínfimos que dudan estar solos en la basta creación.

Por consiguiente, aunque busca hacer lo suyo, el hombre permanece gobernado y más;
esclavizado por todos estos poderes que los ojos no pueden observar naturalmente. Pero no todo
es «mal gobierno», Jesús vino a librarnos de este reino de perversión, rebeldía y muerte cuando
recibió la justicia de la santa y terrible ira de Dios, tomando el lugar de aquellos que vivimos firmes
en la esperanza, a través del Espíritu Santo, de la suficiencia de su sacrificio para salvar pecadores
indignos.

Para ambos lados, tanto los rebeldes como los justificados por Cristo, permanece la
realidad de un mundo espiritual y su importancia no fluctúa. Y existiendo testimonios de creyentes
que niegan un mundo espiritual, puesto que en sus corazones se propusieron creer lo que sus ojos
pueden ver, niegan la verdad de la Palabra que nos advierte que, “[…] no luchamos contra
enemigos de carne y hueso, sino contra gobernadores malignos y autoridades del mundo invisible,
contra fuerzas poderosas de este mundo tenebroso y contra espíritus malignos de los lugares
celestiales” (Efesios 6:12).
No quiere decir que tomamos con nuestros puños y con armas la iniciativa de golpear y
apuntar hacia el viento, aparentando alguna clase de demencia. Sino que, el conocimiento de esta
realidad nos da el enfoque correcto, como hijos de Dios, de dónde «apuntar» correctamente
nuestras armas, que son según la Palabra de Dios, para resistir al que nos acusa de día y de noche
y fortalecer a los coherederos de la salvación en el pleno conocimiento de Cristo para testificar en
toda la tierra de su gran poder y gloria.

Podemos leer en 2 Reyes 6:14-18:

Así que una noche, el rey de Aram envió un gran ejército con muchos caballos y carros de
guerra para rodear la ciudad. Al día siguiente, cuando el sirviente del hombre de Dios se
levantó temprano y salió, había tropas, caballos y carros de guerra por todos lados. —¡Oh,
señor! ¿Qué vamos a hacer ahora? —gritó el joven a Eliseo. —¡No tengas miedo! —le dijo
Eliseo—. ¡Hay más de nuestro lado que del lado de ellos! Entonces Eliseo oró: «Oh, Señor,
¡abre los ojos de este joven para que vea!». Así que el Señor abrió los ojos del joven, y
cuando levantó la vista vio que la montaña alrededor de Eliseo estaba llenas de caballos y
carros de fuego.

Este es ejemplo de alguien que ha conocido de cerca el poder de Dios (siendo el siervo del
varón de Dios), pero la incredulidad en su corazón no le permite ver que Dios tiene planes
poderosos de victoria y redención para aquellos que viven creyendo en Su gran poder. Es
sumamente necesario conocer que existe un mundo espiritual, que hay seres malvados; rebeldes
contra Dios que dominan a los de corazón endurecido y también seres que sirven a la voluntad
santa de Dios y ayudan a los que heredarán la salvación por gracia. Primeramente, el que se acerca
a Dios crea que le hay, y que es galardonador de los que le buscan.

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