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Pregunta: "¿Qué son las bienaventuranzas?

"

Respuesta: Las bienaventuranzas son ocho declaraciones de bendición dichas


por Jesús al principio del Sermón del Monte (Mateo 5:3-12). Cada una
comienza con la frase “Bienaventurados los. . .” Está en discusión cuántas
bienaventuranzas hay con exactitud. Algunos hablan de siete, nueve o diez
bienaventuranzas, pero el número parece ser de ocho (los versos 10-12 de
Mateo 5 son una bienaventuranza).

La palabra griega traducida como “benditos” (o bienaventurados) significa


“bienestar espiritual y prosperidad.” Es una palabra que se refiere al profundo
gozo del alma. Aquellos que experimentan la primera parte de una
bienaventuranza (pobreza, llanto, mansedumbre, hambre y sed de justicia,
misericordia, pureza, pacificadores, y persecución), también experimentarán la
segunda parte de la bienaventuranza (el reino de los cielos, consuelo, la tierra
por heredad, saciedad, misericordia, ver a Dios, ser llamados hijos de Dios, y
ser herederos del reino de los cielos). Los bienaventurados tienen
participación en la salvación y entrada al reino de Dios, experimentando un
anticipo del cielo. Otra posible interpretación de cada bienaventuranza es una
exclamación de “Oh, cuán felices [o santos] de. . .”

Las bienaventuranzas describen al discípulo ideal y sus recompensas, tanto


presentes como futuras. La persona a quien Jesús describe en este pasaje,
tiene una cualidad de carácter y estilo de vida diferente de aquellos que aún
están “fuera del reino.” Como forma literaria, las bienaventuranzas también se
encuentran en el Antiguo Testamento, especialmente en Salmos 1:1; 34:8;
65:4; 128:1, y en otras partes del Nuevo Testamento (Juan 20:29; 14:22;
Santiago 1:12; Apocalipsis 14:13).

¿Qué es la verdadera justicia? (5:1–16)


Siendo él, Maestro por excelencia, nuestro Señor no empezó este
importante sermón con una crítica negativa a los escribas y fariseos.
Empezó con un énfasis positivo sobre el carácter justo y las bendiciones
que eso produce en la vida del creyente. Los fariseos enseñaban que la
justicia era algo externo, como es obedecer las leyes y los reglamentos. La
justicia se podía medir en oraciones, ofrendas, ayunos, etc. En las
bienaventuranzas, Jesús describe el carácter cristiano que fluye desde el
interior.
Imagínate cómo se concentró la atención de la multitud en Jesús
cuando él pronunció la primera palabra “bienaventurados”. Esta era una
palabra poderosa para los que oían a Jesús ese día. Para ellos quería decir
gozo divino y perfecta felicidad. La palabra no se usaba para los seres
humanos; describía la clase de alegría que experimentaban sólo los dioses
o los muertos. “Bienaventurados” implicaba una satisfacción y suficiencia
internas que no dependían de las circunstancias externas. Eso es lo que el
Señor les ofrece a los que confían en él.
Las bienaventuranzas describen las actitudes que deben verse en
nuestra vida hoy. Aquí se describen cuatro actitudes.
Nuestra actitud hacia nosotros mismos (5:3). Ser pobre en espíritu
quiere decir ser humilde, tener una opinión correcta de uno mismo
(Romanos 12:3). Pobre en espíritu es lo opuesto de las actitudes de
autoalabanza y autoafirmación que el mundo promueve. No es una falsa
humildad que dice: “¡No valgo para nada! ¡No puedo hacer nada!” Es
franqueza con uno mismo: nos conocemos, nos aceptamos y tratamos de
ser nosotros mismos para la gloria de Dios.
Nuestra actitud hacia nuestros pecados (5:4–6). Lamentamos el
pecado y lo detestamos. Vemos el pecado de la manera que Dios lo ve y
tratamos el pecado de la manera que Dios lo trata. Los que cubren su
pecado o lo defienden, tienen la actitud equivocada. No sólo debemos
lamentar nuestros pecados, sino que con toda humildad debemos
someternos a Dios (ve Lucas 18:9–14; Filipenses 3:1–14).
Mansedumbre no es debilidad, porque tanto Moisés como Jesús
fueron mansos (Números 12:3; Mateo 11:29). La palabra que se traduce
“manso” la usaban los griegos para describir a un caballo que ya había
sido domado. Se refiere a poder bajo control.
Nuestra actitud hacia el Señor (5:7–9). Cuando confiamos en Cristo
experimentamos la misericordia de Dios (Efesios 2:4–7), él nos da un
corazón limpio (Hechos 15:9) y paz interior (Romanos 5:1). Al recibir su
misericordia, la ofrecemos a otros. Tratamos de mantener nuestros
corazones puros para poder ver a Dios en nuestra vida hoy; y nos
convertimos en pacificadores en un mundo atormentado y en canales de
la misericordia, pureza y paz de Dios.
Nuestra actitud hacia el mundo (5:10–16). No es fácil ser un creyente
consagrado. Nuestra sociedad no es amiga de Dios ni del pueblo de Dios.
Nos guste o no, existen conflictos entre nosotros y el mundo. ¿Por qué?,
porque somos diferentes del mundo y tenemos actitudes diferentes.
Al leer las bienaventuranzas hallamos que representan una perspectiva
radicalmente diferente de la del mundo. El mundo elogia el orgullo, no la
humildad. El mundo respalda el pecado, especialmente si logras salirte
con la tuya. El mundo está en guerra contra Dios, mientras que Dios está
procurando reconciliar a sus enemigos y convertirlos en sus hijos.
Debemos esperar ser perseguidos si estamos viviendo como Dios quiere
que vivamos. Pero debemos asegurarnos de que nuestro sufrimiento no
se debe a nuestra propia necedad o desobediencia.1

1 Wiersbe, W. W. (2003). Leales en Cristo: Estudio expositivo del Evangelio Según Mateo (pp. 34–36).
Sebring, FL: Editorial Bautista Independiente.
5:1–7:29 El Sermón del Monte introduce una serie de cinco importantes discursos registrados
en Mateo (vea la Introducción: Temas históricos y teológicos). Este sermón es una exposición
maestra de la ley y un potente asalto al legalismo farisaico, cerrando con un llamado a la fe y
salvación verdaderas (7:13–29). Cristo expuso el pleno significado de la ley demostrando que ella
demanda lo que era humanamente imposible (cp. 5:48). Este es el uso apropiado de la ley con
respecto a la salvación: cierra cualquier posible ruta de méritos humanos que pretendan garantizar la
salvación, y deja a los pecadores dependiendo absolutamente de la divina gracia para llegar a ella
(cp. Ro. 3:19, 20; Gá. 3:23, 24). Cristo llegó hasta lo más profundo de la ley demostrando que la
verdadera intención de sus demandas iban más allá del significado superficial de sus palabras (5:28,
39, 44) y fijó un estándar que es más elevado que el que habían llegado a alcanzar hasta entonces
los más diligentes estudiantes de la ley (5:20). Vea Lucas 6:17–49.
5:1 sentándose. Esta era la postura normal que adoptaban los rabinos mientras enseñaban (cp.
13:1, 2; 26:55; Mr. 4:1; 9:35; Lc. 5:3; Jn. 6:3; 8:2). Vea la nota sobre Lucas 4:20.
5:3 Bienaventurados. La palabra significa literalmente “feliz, afortunado, dichoso”. Se refiere
aquí a algo más que una emoción superficial. Jesús describe aquí el bienestar divinamente
concedido que solo pertenece al creyente. Las Bienaventuranzas demuestran que el camino a las
bendiciones celestiales es contrario al camino mundano normalmente seguido en búsqueda de la
felicidad. La idea del mundo es que la felicidad se fundamenta en riquezas, alegría, abundancia,
lujos y cosas semejantes. La verdad es totalmente opuesta. Las Bienaventuranzas ofrecen la
descripción de Jesús del carácter de la verdadera fe. pobres en espíritu. Lo opuesto a la
autosuficiencia. Se refiere a la profunda humildad de reconocer la absoluta bancarrota espiritual de
sí mismo cuando estamos apartados de Dios. Esto describe a aquellos que están agudamente
conscientes de su estado de perdición y carencia de esperanza fuera de la gracia divina (cp. 9:12;
Lc. 18:13). Vea la nota sobre 19:17. de ellos es el reino de los cielos. Vea la nota sobre 3:2. Note
que la verdad de la salvación por la gracia es claramente presupuesta en este primer versículo del
Sermón del Monte. Jesús estaba enseñando que el reino es un regalo de gracia para aquellos que
perciben su propia pobreza de espíritu.
5:4 los que lloran. Esto se refiere al lamento por el pecado, a la tristeza piadosa que produce el
arrepentimiento que lleva a la salvación sin pesar alguno (2 Co. 7:10). La “consolación” es la
consolación del perdón y la salvación (cp. Is. 40:1, 2).
5:5 los mansos. La mansedumbre es lo opuesto a estar fuera de control. No significa debilidad,
sino un autocontrol supremo dado por el Espíritu Santo (cp. Gá. 5:23). El hecho de que los mansos
“recibirán la tierra por heredad” es tomado del Salmo 37:11.
5:6 hambre y sed de justicia. Lo opuesto a la autojustificación de los fariseos. Se refiere a
todos aquellos que buscan la justicia de Dios por encima del establecimiento de una justicia propia
(Ro. 10:3; Fil. 3:9). Lo que ellos buscan los llenará, es decir, su hambre y sed de una relación
correcta con Dios será satisfecha.
5:7 alcanzarán misericordia. La retribución también es un hecho. Cp. Santiago 2:13.
5:8 verán a Dios. No solamente por medio de la fe, sino en su gloria celestial. Cp. Hebreos
12:14; Apocalipsis 22:3, 4.
5:9 pacificadores. Vea los vv. 44, 45 para una mayor explicación.
5:10 los que padecen persecución. Cp. Santiago 5:10, 11; 1 Pedro 4:12–14. Vea la nota sobre
Lucas 6:22.

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